Los años habían pasado, y con ellos, las muertes de Nate y Trevor se hacían cada vez más lejanas. Desde esos años, Matt había convencido a la pequeña Zoey para que dejara de ir a la Legión. Él pensaba que de esta forma, ella podría olvidar esos feos recuerdos de aquel trágico día y podría sobrellevar mejor su pérdida. Acordando así, en que él mismo se haría cargo de visitarla al menos en la mitad de los días para acompañarla.
Y así fueron los primeros meses, años después de la tragedia. Con el pasar del tiempo, el trabajo de Matt, siendo este el Capitán de la legión, solo le permitía visitar a Zoey dos veces por semana y luego, sólo tres días al mes. Pero en cambio de enojarse con su padre, ella lo entendía a la perfección. Sabía que él se refugiaba en su trabajo para mantener su mente ocupada y así no pensar en los sucesos del pasado.
La abuela de Zoey había enfermado por el disgusto de haber perdido a su hijo mayor y a su nieto, sufriendo como consecuencia, problemas de presión y del corazón. Zoey era quien se encargaba de cuidar de su salud, puesto que su abuelo estaba tan ocupado con su trabajo al igual que su padre, y le era imposible atenderla.
Ella repartía su tiempo entre su entrenamiento y las visitas al doctor. Por las mañanas, salía a ejercitarse con distintas actividades y luego regresaba a su casa para preparar el almuerzo y asegurarse que su abuela tomara sus medicamentos. Por las tardes, perfeccionaba los distintos estilos de combate con y sin armas que su tío le había enseñado cuando era instructor. También practicaba distintos ejercicios de equilibrio y acrobacias, para aprender a tener un mejor control de su cuerpo y así, ser más ágil y flexible.
Algunos días a la semana, Zoey iba de visita a la sede central de la Policía Militar para encontrarse con su abuelo. La sede contaba con un campo de tiro dónde muchos soldados realizaban sus prácticas con armas de fuego. En ese lugar platicaba con su abuelo en sus ratos libres, mientras al mismo tiempo entrenaba las distintas técnicas de disparo, mejorando su puntería y precisión. En muy poco tiempo, Zoey logró aprender sobre distintos tipos de armas militares y también fue capaz de disparar a un blanco de forma certera y sin fallos.
En el año 835, Zoey llegó a la edad de 12 años e inició sus primeros entrenamientos en las Tropas de Reclutamiento.
La mayoría de los cadetes eran hombres, mientras que las mujeres podían contarse con los dedos de las manos. A veces se sentía fuera de lugar, los muchachos la subestimaban por ser una niña y creían que al cabo de unos días abandonaría los duros entrenamientos como lo habían hecho varias de sus compañeras. Sin embargo, no fue así.
Pese a las altas exigencias de los instructores y las actividades largas y exhaustivas, Zoey no pensaba rendirse. Comenzó a ganarse el respeto de los cadetes cuando logró vencerlos uno por uno en los combates cuerpo a cuerpo. Además, ella sabía bien cómo defenderse y responder con rudeza cuando algún imbécil intentaba molestarla, pues no iba a permitir que nadie la hiciera sentir inferior, tal y como su hermano le había enseñado.
Cuando llegó el momento de entrenar con el Equipo de Maniobras Tridimensional, todos quedaron asombrados al observar el peculiar modo en que Zoey hacía uso de este. Ella creía que por más experto que pudieras ser en el manejo del EDM3D, las posibilidades de morir a causa de la falta de gas eran muy altas. Muchos soldados morían en batalla por no saber administrar correctamente su equipo. Por esa razón, Zoey pensó en una forma para ahorrarlo.
Su técnica consistía en impulsarse con su propio cuerpo en lugar de hacerlo con el gas. Esto era posible, al hacer una serie de movimientos en el aire, similares a los de un acróbata. Los cadetes e instructores miraban con asombro como ella se elevaba por lo alto, haciendo distintos giros y piruetas con gran agilidad. Para Zoey, usar el Equipo de Maniobras era como tener sus propias alas sobre su espalda que le permitía volar tan alto y rápido como las aves.
Tres años después, Zoey creció y se convirtió en una hermosa joven de 15 años de edad. A pesar de no tener una altura mayor de lo que era antes, su cuerpo sí había cambiado, y era más que evidente que se había convertido en toda una mujer. Su cuerpo estaba más desarrollado, con formas más atlética y curvilínea. Era extraño cómo sus compañeros pasaron de fastidiarla a halagarla por su belleza.
«Esos idiotas y sus hormonas » pensó ella, molesta por las miradas.
Las Tropas de Entrenamiento se preparaban para sus últimas prácticas antes de su graduación.
Los pequeños bosques en el interior de las murallas, servían como campo de entrenamiento en el que se utilizaban titanes construidos en madera para simular un ataque. Zoey se preparaba para iniciar el simulacro, afilando sus cuchillas para aumentar la profundidad y exactitud de sus cortes. Era una costumbre que había adquirido hace un tiempo al notar la falta de filo de las hojas.
Las figuras de los titanes tenían una especie de almohadillas en sus nucas, las cuales debían cortar para cumplir con la consigna de la actividad. El objetivo principal era cortar la mayor cantidad de nucas en el menor tiempo.
Al concluir su entrenamiento como soldado, Zoey logró obtener calificaciones sobresalientes en todas las áreas. Al graduarse primera de su clase, ganó el privilegio de elegir a qué rama del ejército quería pertenecer. Siendo una Rivaille, todos esperaban que se uniera a la Policía Militar, sin embargo, ella ya estaba segura con su elección desde hace años.
Pese a los intentos de persuasión de su padre y los esfuerzos de su abuelo para convencerla de unirse a la policía, nada haría que cambiara de opinión. Su abuelo ya había aceptado su decisión hace tiempo, porque sabía lo determinada y obstinada que era su nieta. Su padre, por el contrario, seguía negándose rotundamente a la idea de que su hija pusiera en riesgo su vida de esa manera.
Al momento de hacer su elección, Zoey dijo sin titubeos y de forma tan firme que asustaba:
—Elijo la Legión de Exploración.
La sorpresa en los ojos y expresiones fueron directos a ella por parte de todos en el lugar. Su abuelo estaba feliz de que su nieta no se haya arrepentido en ningún momento de su decisión, ni se doblegara ante las súplicas de su padre. Esto demostraba su valentía, determinación y gran espíritu de lucha.
Sin lugar a dudas, era una auténtica Rivaille.
Su padre, en cambio, no estaba nada contento con esta decisión y comenzó a pensar en alguna manera de lograr que rechazaran la petición de su hija para unirse a la legión.
Su abuelo, con gran felicidad, se acercó a su querida nieta y le dio un fuerte abrazo reconfortante.
—Felicitaciones, pequeña. Tu abuela estaría muy orgullosa de ti. —dijo con una mezcla de alegría y melancolía en su voz.
Tristemente, su abuela había fallecido algunos meses atrás, después de sufrir un ataque al corazón. Zoey la extrañaba mucho y deseaba que hubiese podido estar presente en ese día.
—Muchas gracias, abuelo. Me alegra mucho oír eso. —mencionó la jovencita con los ojos vidriosos, al sentir las lágrimas querer derramarse.
Su padre se acercó a ella y también la felicitó con un beso y un abrazo, aunque se notaba su molestia.
—Nos vemos en casa para cenar los tres juntos. —dijo Matt con desgana antes de retirarse del lugar, sin querer volver a mirarlos.
Ese rechazo tan repentino, hizo que Zoey sintiera un vacío en su cuerpo.
Rivaille volteó para ver a su abuelo.
—Abuelo... ¿crees que papá esté decepcionado de mí? —preguntó Zoey, preocupada ante la actitud más seca de su padre.
—Solo... ignóralo. Ya se le pasará. —respondió su abuelo mientras la tomaba del brazo para comenzar a caminar.
Dos días después, llegó su primer día en el Cuerpo de Exploración.
Su padre, que aún intentaba hacerse a la idea de que Zoey formara parte de la Legión, la presentó frente a su comandante; Keith Shadis, un hombre con aspecto rígido y un tanto sombrío.
—Buenos días, recluta. —dijo el comandante, acercándose a su nueva subordinada. —Oí que te graduaste primera de tu clase. No esperaba menos de una Rivaille. Pero aquí las cosas son muy diferentes. Espero que estés preparada.
La joven enderezó su cuerpo y colocó su puño izquierdo sobre su pecho, representando el saludo de la Legión.
—Por supuesto, Comandante. —respondió con firmeza. Mirándolo directamente a esos ojos hundidos y oscuros.
—Bien. Buena suerte, Rivaille. —dijo el hombre, demostrando su actitud demandante con su barbilla más levantada para posteriormente marcharse.
Luego, su padre prosiguió a mostrarle el lugar e indicarle sus tareas. Durante el recorrido, Zoey oyó una voz a lo lejos.
—¡Bienvenida, pequeña Zoey!
Esa voz conocida, se trataba ni más ni menos que de su tío postizo, Erwin Smith.
Erwin, la conocía desde que era una bebé, y no podía creer lo mucho que había crecido.
Zoey corrió hacia él, para saludarlo afectuosamente.
—Ha pasado mucho tiempo, me alegro de verte por aquí. —dijo Erwin con alegría.
—A mi también me da gusto. Fue un duro camino... el que tuve que recorrer. —respondió ella sonriente.
—Eso no lo dudo, pequeña. Ahora solo debo felicitarte por tu graduación. Has logrado convertirte en una soldado ejemplar. Eso es de admirar, Zoey.
—Gracias, tío. Hice mi mayor esfuerzo para lograr mi cometido.
—Me alegro mucho oír eso. Si necesitas algo, sabes que puedes contar conmigo.
—Claro. Recurriré a ti por cualquier duda. —respondió con una sonrisa animada.
Erwin se despidió de ella y cuando pasó por el lado de Matt, le dio unos golpecitos en la espalda para que se relajara, y volvió a caminar, alejándose de ellos. Erwin sabía que su amigo pasaba por un gran pico de estrés después de que Zoey entrara a la legión.
Las semanas transcurrieron normalmente y, un mes después, Zoey fue asignada a su primera misión de reconocimiento. Ella estaba muy emocionada de conocer el exterior de las murallas por primera vez. Estaba ansiosa por ver a esas criaturas enormes y monstruosas llamadas titanes.
El recorrido era corto y la exploración iba a realizarse por zonas no muy alejadas de las murallas, puesto que la misión, consistía en poner a prueba a los nuevos reclutas. Aun así, su padre estaba muy intranquilo y le pidió a su hija que no se alejara de su grupo en ninguna circunstancia.
Finalmente, el momento había llegado. Las puertas se abrieron y la Legión emprendió su viaje rumbo al exterior de las murallas.
Para Zoey fue como contemplar un paisaje totalmente nuevo. El sol brillaba con intensidad, sintiendo el viento acariciar su rostro de forma suave y refrescante. El aire era mucho más liviano y fresco de lo que había imaginado. Las aves volaban en la misma dirección que el grupo de soldados, acompañándolos en su recorrido. Era el momento que tanto había esperado, y muy pronto, se encontraría cara a cara con los responsables de la muerte de sus seres queridos. Aquellas criaturas que tenían sometida a la isla de Paradis.
Ese sería el primer día de lo que sería una incansable lucha por un futuro mejor, en el que no existiera el miedo ni el encierro. A partir de ese momento, Zoey iniciaría su búsqueda de un mundo nuevo, sin la amenaza constante de los titanes, llevando en su corazón el profundo deseo de que el pueblo eldiano por fin pueda vivir en paz y tranquilidad.
Continuará...
