La exploración continuó normalmente, hasta que la Legión se topó con dos titanes que salieron del interior del bosque. El Comandante Shadis, alertado por esto, dio la orden para que los soldados más experimentados estén alerta ante cualquier inconveniente que los nuevos reclutas pudieran tener.

Los novatos se veían notablemente nerviosos y asustados, pero aun así, se dirigieron con sus caballos hacia una de las criaturas. Zoey, por su parte, no podía dejar de observar cada aspecto de esos gigantes. Sus rostros no eran para nada aterradores, más bien eran extraños y amorfos. La complexión de sus cuerpos variaba de formas y tamaños, al igual que sus extremidades. No tenían escamas, cuernos, cola ni nada semejante a alguna clase de monstruo o animal. A simple vista, tenían la apariencia de un ser humano, aunque su forma de moverse era extraña.

Uno de ellos corría hacia su dirección con torpeza junto con otro que se acercaba en cuatro patas. Los novatos se preparaban para atacar, pero cuando ya se encontraban en posición, otros dos titanes aparecieron de entre los árboles tomando por sorpresa a los reclutas, haciendo que perdieran la estabilidad de sus caballos. Esto hizo que el Comandante Shadis ordenara a los demás soldados que acudieran en su ayuda. Matt se dirigió rápidamente hacia donde se encontraba su hija, quien intentaba guiar a su caballo entre los titanes.

—¡Zoey, retrocede! ¡Es muy peligroso! —exclamó mientras cabalgaba hacia Zoey.

—¡Descuida, Papá! ¡Ya lo tengo!

Antes de saltar de su caballo, Zoey afiló sus cuchillas contra el suelo y alzó el vuelo hacia la nuca de uno de los titanes.

—¿Qué crees que haces? ¡He dicho que retrocedas!

Aún así, con los gritos de su padre, Zoey fue directo a su objetivo, y con un ágil balanceo, rodeó la cabeza del titán dando un giro de noventa grados.

Zoey tenía su blanco en la mira y con su cuerpo en posición invertida, siendo esta cabeza abajo, hizo un corte preciso y profundo en la nuca del titán provocando que éste cayera sin vida al suelo. Esos movimientos, ese tipo de ataque tan inusual, asombraron a todos los soldados, incluyendo a su propio Comandante.

—¡Excelente trabajo, Rivaille! —dijo Shadis con entusiasmo, felicitando a su subordinada por su extraordinario desempeño.

Los demás titanes habían sido neutralizados por sus otros compañeros, y afortunadamente, ninguno de los novatos sufrieron heridas. Su padre bajó de su caballo y fue hacia Zoey con un caminar firme y apresurado.

—¿Viste eso, Papá? ¿Qué te pareció? —dijo Zoey esperando la aprobación de su padre.

La muchacha tenía un poco de sangre del titán en su rostro, por lo que su padre, se encargó de limpiar la suciedad de su mejilla con su pulgar.

—¿Estuvo bien? —preguntó ella con entusiasmo.

Matt la miró seriamente a los ojos y con un tono enojado respondió:

—Te dije que retrocedieras, ¿acaso no me oíste?

—Si te oí, pero yo...

—No, Zoey. Espero que esta sea la única vez que desobedezcas una orden directa de un superior —dijo con autoridad.

—Pero, papá...

—Basta de peros. Hablaremos cuando lleguemos al cuartel.

Con rostro fruncido al terminar de hablar, Matt subió a su caballo sin dejar de observar a su hija, quien mantenía una expresión confundida por sus palabras. Zoey estaba realmente dolida por la repentina actitud tan autoritaria y sobreprotectora que su padre le estaba mostrando.

Ella respiró profundo y encaminando sus pasos hacia su caballo, volvió a su puesto original junto con sus demás compañeros. La ilusión y alegría por haber matado a su primer titán se habían esfumado en tan solo unos segundos.


De regreso al interior de las murallas, Zoey se dirigió a la oficina perteneciente a su padre. La tristeza de la muchacha había desaparecido, pero seguía sintiéndose desconcertada por la falta de apoyo y consideración por parte de aquel hombre.

Frente a la puerta del despacho, ella tomó el picaporte y sin permiso alguno, entró bruscamente a la habitación, diciendo:

—Papá, tenemos que hablar.

El susodicho encaró a Zoey, quien parada muy cerca de su escritorio, lo miraba con rostro desafiante.

—Pospondremos la plática sobre tu insubordinación para cuando termine de trabajar en estos documentos. —mencionó Matt, sin darle importancia al pedido de su hija y volviendo al trabajo.

—¿Insubordinación? ¿Es en serio? —dijo Zoey con cierto pico de molestia. —Todos los demás reclutas estaban peleando contra los titanes, ¿por qué yo debía quedarme de brazos cruzados?

—Era tu primera exploración, por lo que atacar a un titán de esa forma estando tú sola, generaste inseguridad, además de ser muy imprudente en la misión.

—Nadie más podía ayudarme en ese momento. Vi la oportunidad de matar al titán y la aproveché.

—La oportunidad podría haber acabado contigo, Zoey. —aclaró su padre, lo más calmado que su cerebro le permitía.

—Pero no fue así, hice algo que acabó con él.

—¡Pero eso fue muy estúpido y arriesgado! —exclamó Matt alzando su voz.

Zoey retrocedió un pie, al oír la fuerte voz de su padre, y en su rostro se formó una expresión de asombro. Pero ella volvió a plantarse frente a él seria en expresión.

—¿Es una broma? Ese titán era el más pequeño y lento de todos. No tuve ninguna dificultad. ¿Cuál es el problema de esto?

—Lo que ocurre aquí, es que "Tú" aún no comprendes el peligro que implica enfrentarse a ellos. Ese es el problema. —respondió su padre, apuntándola con descaro.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Zoey apretando sus dientes de la rabia.

—¡Esto no es un juego, Zoey! Sé que quieres desquitarte con los titanes por la muerte de tu hermano y tu tío, pero lo único que conseguirás es terminar como ellos.

—¡No es así! ¿Tú... acaso no crees que pueda hacerlo? Estoy dispuesta a arriesgar mi vida por el futuro de la humanidad al igual que los demás, papá.

—¡Es que tú no deberías estar aquí! ¡Entiéndelo! ¡Este no es el futuro que quiero para ti! —siguió Matt, dejando los papeles tirados y golpeando varias veces la madera del escritorio.

—¿De qué futuro me hablas, papá? ¡No hay futuro aquí dentro. ¡No mientras esos malditos Titanes estén asechándonos! —exclamó Zoey, también apoyándose sobre el escritorio. —Es por eso que hago esto. Debemos hacer algo para cambiar este maldito ¡MUNDO!

La última palabra que sonó tan fuerte en su boca, realmente dándose a entender lo dolida que estaba, hizo que su padre la mirara con su boca abierta y que por segundos enteros el hombre no pudiera hablar.

—Pa...

—Yo lucho desde hace años para poder cambiarlo. Para que la humanidad tenga futuro. ¡Y para que tú tengas una verdadera oportunidad en este mundo! —finalmente dijo, punteando cada palabra, con toques duros en la madera del escritorio.

Los ojos de Matt se cristalizaron del coraje. Zoey se quedó en silencio.

—Solo quiero que tengas una vida feliz... Zoey. —mencionó dejando que un largo suspiro dejara en evidencia su tristeza. —Quisiera que algún día encuentres a un hombre que te valore, que te haga sentir protegida, que sea capaz de cuidar de ti ante cualquier peligro. Quisiera que puedas tener tus propios hijos para que entiendas... lo aterradora y desesperante que es la idea de perderlos.

Matt miró a su querida hija a los ojos. La muchacha no dudaba que aquellas palabras de su padre, provenían desde el fondo de su corazón.

—Eso es todo lo que quiero para ti... por eso... no quiero que sigas aquí más tiempo. —Continúo Matt, con la esperanza de que su hija lo entendiera.

—Papá, entiendo que quieras protegerme. Sé que todo lo que haces, es por mi bien, pero necesito que dejes que yo tome mis propias decisiones. —dijo Zoey conteniendo sus lágrimas. —Yo... no creo que pueda tener una vida como la que deseas, estando en un mundo como este. No puedo vivir encerrada entre estos muros, sabiendo que hay personas muriendo a causa de los titanes. No puedo vivir pensando que en cualquier momento podría volver a perder a un ser querido. No quiero vivir atrapada por el miedo. Esto, no es una verdadera... vida.

—¿Qué debo hacer o decir para convencerte? —preguntó Matt frustrado. —Dímelo, por favor. ¿Qué hago para convencerte de irte a casa en este momento?

—Nada me hará cambiar de opinión. —respondió Zoey firme de su decisión.

—Entonces lo pediré una vez más. ¡Renuncia a la Legión! —Ordenó su padre.

Zoey hizo una breve pausa y respondió firmemente:

—No voy a renunciar, papá. ¡No lo haré!

—¡De ninguna manera voy a permitir que continúes por este camino!

—¡Pero esto es lo que quiero! ¡¿Por qué no puedes apoyarme?! ¡¿Por qué no puedes estar orgulloso de mí?! —gritó Zoey con lágrimas en los ojos.

—¡Ya te lo dije! ¡Tú no perteneces aquí! ¡Lo que haces es prácticamente un suicidio! —gritó su padre, levantándose y arrugando los papeles.

—¡Me esforzaré mucho más para ser un buen soldado! ¡Seguiré trabajando duro para ser la mejor! ¡Lucharé hasta el final sin rendirme! ¡No voy a perder tan fácilmente! —exclamó Zoey con una determinación inquebrantable que hizo erizar la piel de su padre.

Matt, ya no tenía palabras para decir, estaba cansado de luchar con ella.

—Eso no puedes asegurarlo. Nunca se sabe lo que podría pasar. —dijo Matt.

Zoey se acercó a su padre, desafiante y con una mirada determinada en aquellos ojos rojos después de las lágrimas.

—Rendirse no es una opción para mí, y te juro que yo, —ella se apuntó así misma. —Jamás voy a renunciar a luchar —dijo Zoey con seguridad, para luego dar media vuelta y salir de la oficina dejando a su padre perplejo.

La cabeza de Matt estaba a punto de estallar. No sabía qué más hacer para alejar a su hija del peligro.

Frustrado, pateó su silla lejos de él, y observando todas las cosas que reposaban sobre su mesa, las cuales a los pocos segundos y por la gran cantidad de rabia acumulada en su cuerpo, fueron arrojadas al suelo y desparramándose por el. Al poco tiempo, Erwin entró a su oficina y observó el desastre que ese hombre había causado. Matt ahora descansaba, parado frente a su escritorio vacío, apretando sus puños sobre la madera, con la cabeza agachada y rostro fruncido sin saber qué hacer. Erwin, dando un leve suspiro casi inaudible, tomó camino hacia su amigo y colocó una mano sobre su hombro para transmitirle algo de calma. Matt guió su cabeza en dirección a su amigo.

—No se que más hacer. Ya no lo sé... —dijo Matt angustiado, volviendo a dejar caer su cabeza rendido.

—Escucha, Matt. Zoey sabe lo que hace. Es una chica muy lista. Es completamente capaz de considerar sus posibilidades y elegir el camino que quiere seguir. Sabes perfectamente que no está haciendo esto por un mero capricho. Ella tiene sus motivos para estar aquí. —aclaró Erwin, dándole apoyo para calmarlo.

—Lo sé... pero aun así, no puedo aceptarlo. Tal vez tú no lo entiendas porque no eres padre, pero el miedo de perder a tus hijos es realmente... abrumador. Es terrorífico, Erwin.

Para Erwin, Matt tenía razón al decir que su capacidad para entender esos sentimientos ante la pérdida de un hijo, no podían ser comprendidos por él. Pero Erwin podía entender a la perfección el gran amor que tenía por su ahora única y pequeña hija. Era comprensible que su desespero fuera tan grande al tener a Zoey trabajando con la legión. Pero aún así, Erwin intentaba convencerlo de apoyar a su pequeña en lo que ella misma había decidido hacer.

—No quiero que Zoey piense que no estoy orgulloso de todo lo que ha logrado. En estos años, ha trabajado tan duro para demostrar su fuerza, astucia y valentía... que logró recordarme tanto a su madre. Excepto por su carácter sumamente terco y explosivo cuando se enfurece. —Matt carcajeó con sus labios cerrados al recordarla, y demostrando en sus ojos el orgullo que tenía por su hija.

—Pues, en eso se parece mucho a tí —dijo Erwin, logrando otra sonrisa en el rostro de su amigo. Luego, Matt volvió a ponerse serio.

—¿Podría pedirte un favor?

Erwin, movió su cabeza, respondiendo afirmativamente para luego escuchar con atención las palabras de Matt.

—Sabes que siempre te he considerado como un hermano. Zoey también te aprecia mucho y te considera parte de la familia. Ella confía tanto en ti, como yo lo hago. Por esa razón, quisiera pedirte que me ayudes a mantenerla a salvo. ¿Puedo encargarte que cuides de ella?

Erwin sonrió ante la petición y respondió con toda seguridad:

—¡Claro que sí! Haré todo lo posible para que la pequeña Zoey esté a salvo de cualquier peligro. Puedes contar conmigo.

Matt sonrió aliviado, poniéndose frente a él y agradeció diciendo:

—Muchas gracias, querido amigo. En verdad aprecio todo lo que haces por nosotros.

Levantó su mano frente a Erwin y este la tomó entre la suya, para dar un buen apretón, volviendo sus palabras en un trato que debía de cumplir.


En los siguientes días, las cosas entre Zoey y su padre continuaron con aquella tensión. Matt parecía haberse resignado al hecho de que su hija fuera un soldado de la Legión, pero su preocupación por ella no desaparecía con tanta facilidad. Por parte de Zoey, ella se cansó de buscar la aprobación de su padre y cada vez tenía menos comunicación con él.

Ella adoraba a su padre y admiraba profundamente el gran trabajo que hacía como Capitán de la Legión. Sin embargo, en este último tiempo, su relación padre e hija fue apagándose y cada vez, el abismo entre ellos, se volvía más grande.

Habían transcurrido tres meses desde que Zoey se convirtió en soldado. La Legión de Exploración estaba a punto de iniciar su misión de Reconocimiento número veintidós, en la que no iba a tratarse de una exploración de práctica, sino que las tropas, tenían previsto dirigirse hacia territorios más alejados y desconocidos.

Se trataba de unas misiones en la que las probabilidades de tener éxito eran bajas y la tasa de mortalidad de soldados era superior al setenta por ciento. Al tener en claro esas consecuencias, Zoey sentía como la adrenalina invadía todo su cuerpo y su propio optimismo estaba al máximo. Ella se encontraba realmente lista para enfrentarse a lo que sea y, a pesar de las largas horas de recorrido, no perdía sus energías y se mantenía en alerta todo el tiempo.

Fue en ese preciso momento, cuando la Legión se adentró al bosque. Zoey observó a varios soldados ser devorados por los titanes que se movían sigilosamente entre los enormes arbustos. Algunos de ellos morían al instante al ser masticados dentro de las bocas de los gigantes. Otros en cambio, iban perdiendo algunas partes de su cuerpo mientras agonizaban recostados en un charco de su propia sangre. Sus gritos eran realmente horribles de escuchar.

«A esto se refería mi padre »pensó Zoey mirando el caos infernal.

Dichas escenas, eran muy desagradables y perturbadoras. Zoey sabía que la masacre iba a iniciar tarde o temprano y tendría que ver morir a varios de sus camaradas, incluso aquellos con quienes había entrenado en las Tropas de Reclutamiento.

Probablemente, la única razón por la cual la Legión lograba regresar a las murallas con algunos sobrevivientes, era porque Matt y Erwin acababan con la mayoría de los titanes e intentaban preservar la vida de la mayoría de sus subordinados. Su trabajo en equipo era sorprendente y magnífico de ver, a sabiendas de que ambos eran soldados altamente experimentados.

Al verlos combatir, Zoey se preguntaba si algún día lograría ser tan buena como ellos. Todo lo que quería era demostrarle a su padre que podía convertirse en un soldado dedicado y responsable. Quería que confiara en ella y quería hacerlo sentir orgulloso.

Pero, por desgracia, Zoey nunca logró escuchar esas palabras de su boca. Si tan sólo hubiera sabido lo que pasaría ese día, quizás su padre le habría dicho lo que en verdad pensaba de ella.


Después de un extenuante día de exploración, la Legión emprendió su regreso a las murallas. Aunque los soldados estuvieran cansados, lograron ver aproximarse a un grupo de titanes hacia ellos. Los titanes los rebasaban en tamaño y eran capaces de moverse con gran agilidad entre los senderos boscosos. Y aunque la legión sufrió algunas bajas, entre los que quedaban con vida, lograron acabar con ellos sin ningún problema.

Pero de pronto, un titán de unos doce metros de altura se hizo presente y comenzó a atacar con agresividad a todo aquel que se interponía en su camino.

Por orden del Comandante Shadis, los cadetes tomaron el control de sus caballos para alejarse de la zona, mientras los veteranos intentaban hacerle frente a la temible criatura de ágiles movimientos. Los escuadrones de Matt y Erwin tenían dificultades para acercarse a la nuca del titán por culpa de lo escurridizo que era.

Zoey estaba dudando en hacer caso y huir. No quería que su padre luchara solo. Ella quería hacer algo para ayudarlos.

—¡Sal de aquí! —Le gritó su padre, al estar tan alejada de ella, mientras blandía sus cuchillas en el aire. —¡Hazme caso esta vez! ¡Tienes que alejarte de él! —Le rogó nuevamente.

—¡Rivaille, retírese de inmediato! —ordenó el Comandante Shadis, parándose a su lado, impidiéndole el paso a la muchacha montada sobre su caballo.

Por un momento, sus ojos se quedaron observando la seria y aterradora cara de su Comandante, para luego volver a subir y mirar el caos de muertes que ese titán estaba causando. Zoey dudó una vez más pero finalmente decidió marcharse de ahí.

—Está bien. ¡Ten mucho cuidado papá! —dijo preocupada mientras su padre le sonría a lo lejos para aliviarla.

Zoey comenzó a cabalgar intranquila hacia un lugar seguro, aunque no podía apartar la vista de la batalla contra el titán. Los soldados seguían muriendo en su intento por cortar la nuca del gigante. Erwin había sido derribado en dos ocasiones, golpeándose la cabeza y una de sus rodillas. Matt también había tenido una mala caída que lastimó su tobillo izquierdo. Aun así, a pesar del agotamiento, ninguno de los dos se rendía. Ambos habían utilizado casi todo su gas y Matt acababa de romper sus últimas cuchillas. En un último intento por cortar la nuca del titán, Erwin perdió el equilibrio cuando la bestia sujetó los cables de su Equipo de Maniobras, haciendo que cayera y golpeara su cuerpo contra el suelo. Matt observó a su amigo y compañero, quien intentaba ponerse de pie con todas sus fuerzas, pero el impacto había sido muy duro. El titán alzó su mano dispuesto a golpear y aplastar al rubio, cuando Matt decidió intervenir. Utilizó el poco gas que le quedaba para dirigirse hacia Erwin, empujándolo y recibiendo el impacto en su lugar.

Zoey, pudo ver como el titán aplastaba a su padre como un insecto. Incluso pudo oír cómo se rompían cada uno de sus huesos.

Sus ojos no tardaron en llenarse de lágrimas y sentir el nudo formándose en su garganta.

—¡PAPÁ! —gritó desesperada, mientras observaba horrorizada como el titán se disponía a devorar el cuerpo de su padre.

—¡Rivaille! ¡No vayas! —Le gritó su Comandante, pero Zoey estaba cegada, sólo actuaría bajo su instinto de querer salvarlo, aunque supiera que lo que quedaría ahí, solo eran restos de su padre.

Zoey, ignorando lo que su comandante ordenó, se dirigió de prisa hacia el titán.

—¡SUÉLTALO! —Demandó enfurecida, saltando de su corcel y desenvainando sus cuchillas, para comenzar a cortar las manos del titán.

Pero para su desgracia, ya era tarde, el cuerpo de su padre ya se encontraba en la boca de la monstruosa criatura, siendo masticado y destrozado por las mandíbulas. Zoey se enfureció aún más y continuó atacando al titán con mucha violencia. Su corazón estaba destrozado. Muy destrozado.

—¡Maldito! ¡ME LAS PAGARÁS!

Zoey comenzó a descargar su ira contra el titán, primero atacando sus tobillos, cortándolos y logrando que cayera al suelo de rodillas. Luego fue hacia su nuca, proporcionándole varios cortes; una, tras otra y tras otra, sin parar de mover sus cuchillas. La sangre del titán salpicaba por todos lados. Zoey quería hacerle sentir el dolor que ella estaba sintiendo, y cada corte era más fuerte y profundo que el otro.

Erwin y los demás soldados, no podían creer la sádica escena que estaban teniendo frente a ellos. Zoey estaba llena de furia, bañada en sangre, gritando y cortando al titán sin piedad hasta quedarse sin fuerzas. Finalmente, cayó de rodillas agotada sobre la espalda de la bestia que ya se encontraba sin vida. Un llanto descontrolado y desgarrador invadió el lugar, además de los oídos de todos los soldados presentes, quienes podían sentir la tristeza que Zoey estaba transmitiendo. Erwin también estaba abatido por la pérdida de su hermano del alma. Quería hacer algo para contener a Zoey, pero sabía que no había palabras para calmar el inmenso dolor que ella estaba sintiendo.

El comandante Shadis, observaba a la chica llorando. Tomó lugar junto a Erwin, quien también no podía desviar su mirada de la triste chica que él conocía. Después de tomar aire y soltarlo, siendo lo más ruidoso posible, el Comandante dijo:

—Debemos irnos.

El rubio, miró a su comandante solo unos segundos, para asentir a su petición. Volvió la vista a Zoey y comenzó a acercarse hasta ella.

—Oye, pequeña... es tiempo de regresar. —dijo suavemente.

Zoey levantó su cabeza, solo para observar en el rostro de Erwin una expresión dolida, que sin dudas, volvió a generar que su garganta se cerrara. Dejó caer su cabeza rendida y bajó lentamente del titán, guío sus pies cansados hacia su caballo y subió a su lomo en total silencio. Se colocó su capucha y ocultó su rostro empapado en lágrimas. Nuevamente, la Legión emprendió su retorno a las murallas.

Durante todo el trayecto, Zoey se mantuvo escondida tras esa tela en su cabeza. Al llegar al cuartel, ella continuó sin decir una sola palabra. Se alejó de sus compañeros y buscó un lugar tranquilo para desahogar su pena. Erwin la vio sentada en el suelo, apoyada sobre una de las carretas, abrazada a sus piernas y ocultando su cara en sus rodillas. El hombre se agachó frente a ella.

—Lo lamento tanto... —susurró con la voz quebrada. —Tienes que saber que tu padre estaba muy orgulloso de ti. Él seguirá cuidándote y acompañándote desde donde quiera que esté.

Zoey volvió a llorar en silencio, ocultando su rostro una vez más. Erwin posó su mano en la cabeza de la triste muchacha.

—Sé fuerte, pequeña... todo estará bien. —dijo suavemente. Zoey levantó su rostro y miró a Erwin por un momento, asintiendo con su cabeza.

El hombre le sonrió cálidamente. La joven apartó su mirada hacia donde estaba su abuelo, quien acababa de llegar luego de enterarse de la terrible noticia. Zoey se puso de pie y corrió hacia él. Ambos se abrazaron fuertemente, compartiendo su inmenso dolor y conteniéndose el uno al otro.


Un pequeño funeral en honor a Matt tuvo lugar al día siguiente. Varias personas del pueblo y miembros de la milicia se hicieron presentes, incluidos el Comandante Pixis y el Comandante en Jefe Darius Zackly, dos grandes amigos de Kitz Rivaille.

Uno de los primeros en llegar fue Nile Dok, quien se mantuvo al lado de Zoey en todo momento, acompañándola en su dolor. Nile también se veía notablemente afligido por la pérdida de su mejor amigo. Matt era una persona muy querida tanto por sus camaradas como por todos aquellos que habían tenido la oportunidad de conocerlo. Además de ser un soldado sumamente respetado y admirado por todos debido a sus muchos años de dedicación y servicio al ejército, la noticia de su muerte resultó tan devastadora para todo el pueblo.

De regreso al cuartel de la Legión, Zoey se encerró en su habitación. Su rostro ahora se encontraba inexpresivo. Sus ojos estaban rojos y fatigados por las incontables lágrimas derramadas. Se sentía devastada y completamente rota por dentro. Pero, le había prometido a su padre que no iba a renunciar, que se esforzaría al máximo por mejorar cada día y lograr su objetivo. Que lucharía por todos aquellos soldados que murieron sin haber logrado alcanzar su propósito. Lucharía en honor a su familia y en honor a su amado padre.

Zoey se puso de pie y se dirigió al tocador. Se dio una ducha rápida con agua fría, se vistió y lavó su rostro una vez más, para luego mirarse al espejo. Sus ojos aún estaban humedecidos y habían perdido su brillo por completo, un brillo que posiblemente jamás regresaría. Tomó unas tijeras, y respirando con profundidad, comenzó a cortar su melena rojiza, mechón por mechón, haciendo desaparecer su larga cabellera.

Al terminar, las tijeras fueron dejadas sobre el lavabo, junto a extensos cabellos agrupados. Miró su rostro frente al espejo para revelar su nueva apariencia.

Por más duro que fuera, Zoey debía empezar de nuevo. Necesitaba reinventarse. Algo había cambiado en ella después de la pérdida de su padre. Su muerte había marcado un antes y un después en su vida, y a partir de entonces, nada volvería a ser como antes.

Ni siquiera ella misma.

Continuará...