Zoey no podía creer en las palabras de Nile. Era la primera vez en la historia de la humanidad, que los titanes lograban ingresar al interior de los muros.

—¿Cómo fue que sucedió? —preguntó Zoey alertada.

—Un titán colosal de sesenta metros destruyó la puerta de entrada. Ahora, el operativo de evacuación se está llevando a cabo en el Distrito Shingashina. —afirmó Nile, tratando de mantener la calma.

—Entonces, debemos ir ahora mismo.

Decidida, Zoey sacudió una vez la correa de su caballo y dirigió su camino hacia los soldados de la Policía que se encontraban en el lugar.

—¡Escuchen todos! ¡Prepárense para partir hacia la Muralla María de inmediato! –ordenó ella, bajando de su corcel y plantándose firme frente a los soldados.

—Pero, Comandante, ¿quién se encargará de la protección del rey y la gente de la Capital? —preguntó uno de los oficiales.

—El Escuadrón de la Primera División lo hará.

—Las Tropas de Guarnición ya están en el lugar, Comandante. No creo que haga falta que vayamos. —mencionó otro de los soldados.

—Claro que sí. Hay demasiadas personas en peligro y no podrán lidiar con todo el caos sin ayuda.

Los soldados no se veían convencidos de su idea, porque ellos nunca se habían enfrentado a los titanes. Zoey comprendía sus temores, pero en situaciones como esta, la única opción era ir a luchar y hacer lo necesario para proteger a la gente.

—¡No hay tiempo que perder! ¡Muévanse! ¿No entienden que hay cientos de personas muriendo ahora mismo?

Aunque gritara, ninguno de los soldados se movían. Estaba claro que nadie estaba dispuesto a acompañarla por temor a morir.

—¿Quieren que el pueblo de Eldia continúe pensando que la Policía Militar no es más que un grupo de corruptos, holgazanes e inservibles? —preguntó molesta.

Los soldados que la escuchaban se quedaron en silencio con sus cabezas bajas.

—Veo que están en lo cierto... son todos unos cobardes.

Zoey, molesta por la cobardía de sus subordinados, subió a su caballo y partió velozmente hacia la Muralla María, dejando atrás a esos soldados avergonzados de ellos mismos.

Galopó lo más rápido que su caballo le permitía y al llegar a la Muralla Rose, se encontró con un tumulto de refugiados que bajaban de uno de los ferris. Habían varios heridos y muchos otros se encontraban muy asustados. Algunos de ellos lloraban desconsolados por haber perdido algún familiar o amigo durante el ataque. Zoey, preocupada por lo que veía, se dirigió hacia la entrada de la Muralla donde se encontró con el Comandante Pixis, acompañado de sus asistentes, Anka y Gustav.

—¡Comandante Pixis! —Lo llamó Zoey, mientras se acercaba con su caballo.

—¡Zoey! ¿Qué haces aquí? —dice Pixis, sorprendido al verla en el lugar.

—He venido a ayudar. Por favor, dígame cuál es la situación.

—Me temo que el panorama ha empeorado... Un titán acorazado acaba de destrozar la entrada a la Muralla María.

Zoey abrió los ojos estupefacta, ante lo que sus oídos escuchaban.

—Hemos perdido la totalidad del territorio, y por desgracia, no tenemos forma de transportar a toda la gente hacia la Muralla Rose. —expresó el Comandante Pixis con tristeza.

—¡Pero no podemos dejarlos ahí!

—Hay cientos de soldados que están haciendo tiempo para que más personas puedan escapar y abordar el ferri.

—En ese caso, —menciona la firme voz de Zoey —, le pido que me consiga un Equipo de Maniobras. Voy a dirigirme hacia el territorio de la Muralla María.

Pixis vaciló por unos segundos, sabiendo el riesgo que implicaba esa decisión. Sin embargo, tenía claro que Zoey estaba totalmente decidida a arriesgar su vida con tal de proteger a los ciudadanos de Eldia.

—De acuerdo. —afirma el comandante.

Pixis le ordenó a Anka que buscara un Equipo de Maniobras para Zoey. Al tenerlo en su poder y entregárselo a la chica, ella se lo colocó de inmediato. Se aseguró que el tanque de gas estuviera lleno y afiló sus cuchillas con prisa para dirigirse hacia el lugar. Pero antes de partir, oyó la voz de Nile acercarse con un grupo de soldados de la Policía Militar.

—¿Nile? ¿Por qué están aquí? —preguntó ella sorprendida.

—Pues... resulta que no todos los soldados de la Policía son cobardes. —dijo Nile, refiriéndose a los cadetes que estaban con él. —Van a enviar todos los botes que puedan desde el puerto de la Capital. Además, trajimos varios caballos con carretas para transportar a más gente.

Zoey, al ver el equipo, sonrió aliviada y agradecida por el acto de solidaridad de los soldados.

—Muchas gracias a todos.

Nile, le devolvió la sonrisa.

—Ahora ve a hacer lo tuyo. —dijo el Capitán de la Policía, asegurándole que él se ocuparía de lo demás. —Solo... ten mucho cuidado. —Le pidió antes de que Zoey se marchara.

Ella asintió firme y corrió hacia la Muralla Rose para luego subir hacia la cima.

Allí se encontró con Ian Dietrich, Rico Brzenska y Mitabi Jarnach, los líderes de los equipos de élite de las Tropas de Guarnición.

Los soldados del equipos que se encontraban en el borde del muro, intentaban ganar tiempo para que los ciudadanos escaparan hacia el otro lado usando su artillería. Los que se encontraban cerca de la entrada, disparaban sus cañones contra los titanes que intentaban acercarse. Zoey les sugirió a los líderes que desplegaran los elevadores, los cuales eran normalmente utilizados para cargar distintos objetos. Los mismos podían servir para subir a la mayor cantidad de personas a la cima del muro. Los soldados aceptaron su sugerencia, permitiéndole a Zoey dirigirse hacia el territorio de la Muralla María en busca de sobrevivientes.

Las vistas eran espeluznantes. Sentía un nudo formarse en su garganta y estómago al observar la gran cantidad de cadáveres de hombres, mujeres, niños y ancianos esparcidos por todo el sitio. Estaba horrorizada. Lo que sus ojos presenciaban en ese momento era una completa atrocidad.

A lo lejos, se encontró con varias personas que huían desesperados de unos titanes que los perseguían. Ella se encargó de atacarlos mientras pedía a los soldados que asistieran a los heridos e intentaran hacer reaccionar a las personas que se encontraban petrificadas por el miedo. Pero por más que tuviera la ayuda de las Tropas de Guarnición, no podía protegerlos a todos.

Mientras ella luchaba, muchas otras personas eran devoradas por los Titanes; entre ellos, un padre y sus pequeños hijos. Ver esa escena causo mucho dolor en Zoey, quien con su sangre hirviendo de furia, atacó sin piedad al titán que acababa de asesinar a esa inocente familia. A medida que los Titanes se acercaban más a la entrada del Muro María, las muertes aumentaban a cada paso.

Zoey no podía ayudar a todos. Intentaba darle más prioridad a mujeres y niños, pero a veces, no lograba llegar a tiempo y morían frente a sus ojos. Ella sentía que ya no podía. No soportaba seguir viendo esa catástrofe de personas pidiendo ayuda antes de morir de una forma brutal y sangrienta. Pero aún así, con el corazón dolido, no pensaba darse por vencida. Zoey siguió adelante, balanceándose con su Equipo de Maniobras y enfrentándose a todos los titanes que su cansado cuerpo le permitía.

Deteniéndose un momento para descansar, a lo lejos, pudo divisar a sus ex compañeros de la Legión de Exploración que habían llegado al lugar antes que ella. Zoey fue hacia ellos rápidamente, encontrándose con Erwin y su escuadrón.

—Erwin... por favor... envía soldados hacia el sureste... hay mucha gente atrapada entre los escombros. —decía Zoey. Ella apenas podía mantener el aliento para hablar, su respiración estaba agitada.

Erwin se preocupó al verla en ese estado.

—Ya envié varios escuadrones a las distintas zonas. Van en camino. Ahora, descansa un poco.

—¿Qué hay de Shingashina? ¿También hay soldados allí?

—Me temo que el distrito está infestado de titanes, ya no se puede hacer nada...

Interrumpiendo a Erwin, Hange llegó al lugar y corrió hacia su amiga.

—¡Zoey! ¡¿Estás herida?! —dijo, al ver el rostro y uniforme de la fémina teñidos de rojo.

—Tranquila, esta sangre no es mía. —respondió Zoey mientras limpiaba las gotas de sudor que caían por su frente. —Necesito recargar más gas y conseguir otras cuchillas.

—No pensarás ir a Shingashina, ¿verdad? —dijo Hange al darse cuenta de las intenciones de su amiga.

—Quiero asegurarme de que no haya más personas atrapadas.

—Es una pérdida de tiempo. A estas alturas no debe haber nadie con vida. —explicó Levi, quien se encontraba recargando su gas.

—Voy a comprobarlo yo misma. —respondió Zoey sin rodeos.

Se acercó hacia donde estaba Levi e inyectó el suministro de gas a su cilindro.

El chasquido de la lengua de Levi resuena en el oído de la chica pelirroja, para después escucharlo decir:

—A esto me refiero cuando digo que eres muy terca.

Zoey ignoró el comentario de Levi y prosiguió a afilar unas cuchillas nuevas.

—Espera, Zoey. Reuniré a un grupo de soldados para que vayan contigo. —mencionó Erwin.

—Muchas gracias, pero no puedo quedarme a esperar. Entre más demore, más personas morirán. —afirma Zoey, para después, emprender vuelo hacia el extremo sur de la Muralla María, donde se encontraba situado el Distrito Singashina.

Erwin lanzó un gran suspiro de resignación. Sabía que Zoey podía llegar a ser extremadamente impulsiva en ocasiones.


La chica al llegar, efectivamente, encontró un camino repléto de cadáveres y pilas de escombros. Ella se asomó sigilosamente por las ventanas de las casas que aún no habían sido destruidas, esperando encontrar algunos sobrevivientes ocultos en su interior. Mientras en la lejanía, comenzó a escuchar el llanto de unos niños. Se trataba de tres hermanitos que intentaban con todas sus fuerzas, ayudar a sus abuelos a salir de su casa, cuyo techo había sido derribado por un titán, y algunos pedazos habían caído encima de los ancianos. Zoey corrió a ayudar a los niños a sacar los trozos de madera y material que dificultaba la movilidad de sus abuelos, percatándose en medio de la ayuda, como algunos titanes se estaban acercando. Les pidió a los niños que huyeran del lugar, pero ellos se rehusaban a abandonar a sus abuelos. Una de las paredes de la casa comenzó a perder su estabilidad a causa de los daños, y si no se daban prisa, caería encima de ellos.

Ya no había tiempo, la estructura estaba a punto de desplomarse. Pero en ese momento, Levi llegó con rapidez y sostuvo la enorme pared con su espalda y brazos.

«¡¿Pero qué demonios?! »pensó Zoey sorprendida. No entendía cómo diablos Levi era capaz de sostener el peso de una pared de concreto.

—¡Apresúrense! —exclamó Levi.

Los titanes estaban a pocos metros de ellos. La abuela de los niños logró salir primera, pero su esposo aún seguía atrapado. Así que Zoey, pidió a la anciana que se llevara a los tres niños. Ella obedeció de inmediato, tomó a los pequeños y los cuatro salieron corriendo de la casa, mientras los menores gritaban por su abuelo.

Ellos no querían que el anciano fuera devorado por los titanes.

Levi usó toda su fuerza para tirar la pared abajo y evitar que cayera encima de Zoey y el anciano. Luego quitó la gran pila de madera y escombros que aplastaban las piernas del viejo hombre. Finalmente, Levi y Zoey lo ayudaron a ponerse de pie para que escapara del lugar. Lo llevaron con su familia y una vez reunidos, ambos se abalanzaron hacia los titanes acabando con todos ellos.

—¿Están todos bien? —les preguntó Zoey, acercándose a los niños y sus abuelos.

La pequeña niña se acercó a ella y le dio un fuerte abrazo, agradeciéndole por salvar a sus abuelos. Zoey le sonrió y acarició suavemente su pequeña cabeza. Los hermanos de la niña, estaban impresionados por la hazaña de Levi.

—¡Es usted muy fuerte, señor! —exclamaban con admiración.

—Se lo agradezco, muchacho. —dijo el anciano, extendiendo su mano hacia Levi.

Levi, mirando la mano en el aire, la estrechó junto a la suya. Para luego voltear y ver a un grupo de soldados aproximarse a ellos.

—¡Asegúrense de que lleguen a salvo a la Muralla Rose! —ordenó Levi. Recibiendo un fuerte "Si" de los soldados con firmeza.

—Dense prisa y cuídense. —Les dijo Zoey, despidiéndose de los niños y sus abuelos.

—Gracias, jovencita. Ustedes también tengan cuidado. —mencionó la anciana con dulzura.

Aunque no había garantía de que lograran sobrevivir, Zoey intentaba ser optimista. Si hubiera alguna oportunidad de salvar la mayor cantidad de vidas posibles, ella la aprovecharía, sin importar lo que pudiera pasar después.

Levi y Zoey continuaron combatiendo contra los gigantes. Los soldados que seguían sus órdenes, se asombraban al ver la increíble destreza con la que derribaban a los titanes uno por uno. Erwin, que también los observaba a lo lejos, se alegró de que finalmente estuvieran trabajando en equipo. Pero de repente, escucharon mucho más allá, el grito desesperado de una mujer. Alertados por eso, Levi y Zoey fueron hacia esa dirección encontrándose a una joven que había intentado escapar, siendo atrapada por un titán.

—¡MI BEBÉ! ¡SALVEN A MI BEBÉ! —gritó la muchacha, mientras señalaba la mitad de la calle donde su hijo se encontraba.

Zoey fue rápidamente hacia el bebé y lo tomó en sus brazos con cuidado. Levi por su parte, atacó con gran velocidad al titán para salvar a la mujer de sus enormes garras. Una vez a salvo, Zoey le entregó el pequeño bebé a la madre y los escoltaron hacia un lugar seguro.

Luego, un sollozo hizo parar ambas orejas de Zoey. Al caminar un poco más allá, encontró a un pequeño niño oculto en un callejón. Junto a él, yacía el cuerpo de su padre sin vida, a causa del sangrado por haber perdido ambas piernas. El niño lloraba e intentaba despertar a su padre sin obtener respuesta. Comenzó a gritar asustado cuando uno de los titanes descubrió dónde se ocultaba. Zoey, intentaba llegar al callejón, pero varios titanes se atravesaban en su camino. Logró esquivar a todos ellos y neutralizar al titán que se acercaba al niño.

—Tranquilo, ven conmigo. —le dijo Zoey, pero el niño estaba paralizado y no dejaba de temblar de miedo.

Unas pisadas fuertes, atrajeron la mirada de Zoey, divisando a lo lejos, a una mujer que buscaba desesperada a su pequeño hijo.

—Vamos con tu mamá. —dijo Zoey sonriendo para que el niño tomara confianza.

Al tenerlo al niño alzado y aún atemorizado, Zoey lo entregó a los brazos de su madre recibiendo la gratitud de esta.

La zona donde se encontraban estaba siendo infestada por cada vez más de esos titanes hambrientos, volviendo la situación incontrolable. Erwin dio la orden de retirada a sus soldados. Si permanecían más tiempo en el lugar, muchos de ellos iban a morir. Zoey no tuvo más remedio que obedecer las órdenes de Erwin y regresar a la Muralla María, lamentándose por no haber podido ayudar a más personas.

Una vez allí, Erwin les informó que las puertas de la Muralla Rose habían sido cerradas, y ya no había más transportes para llevar a los refugiados a un lugar seguro. La única forma de pasar al otro lado del Muro, era subiendo con los elevadores o escalando de alguna forma. La mayoría de los soldados de la Legión ya se encontraba en el territorio de la Muralla Rose, mientras que los que estaban peleando en Shingashina, aún debían atravesar toda la zona del Muro María. El Capitán Erwin les aconsejó a sus soldados que no desperdicien gas en el camino o no podrían llegar al otro lado. De inmediato, su escuadrón partió rumbo a la Muralla Rose, esquivando titanes a su paso, intentando evitar luchar contra ellos para no desperdiciar su combustible. Sin embargo, si algún civil era perseguido, cortaban la nuca del titán para que pudieran escapar.

—¡Rápido, sigan avanzando! —gritaban los soldados al mismo tiempo que evitaban que las personas sean atrapadas por alguno de los monstruos.

Para Zoey, resultaba inevitable confrontar a los titanes que lograban atrapar a sus presas. Se negaba a la idea de no hacer todo lo que esté a su alcance para evitar que alguien muriera en la apestosa boca de un titán. Por ello, iba de un lado a otro cortando sus nucas y extremidades –sobre todo sus piernas– para que de este modo no sean capaces de caminar. Zoey sabía que, si seguía así, su gas se acabaría pronto. Comenzó a surcar por los cielos haciendo distintas acrobacias y movimientos para impulsarse con su propio cuerpo. También deslizaba sus cuchillas contra el suelo o paredes, sacándoles chispas para afilarlas y poder mutilar a los titanes de un solo corte. Erwin y Levi la observaban a lo lejos. El rubio sabía que no importara lo que él dijera, Zoey no iba a priorizar su vida por encima de la de los ciudadanos. Levi refunfuñó molesto, debido a que su "suicida" compañera no estaba midiendo las consecuencias de sus acciones.

Faltaban pocos metros para llegar a la Muralla. Una multitud de personas se acumulaban en la zona de los elevadores, los cuales, se encontraban a su máxima capacidad. Los soldados utilizaban el poco gas que le quedaba para ayudar a subir a algunos civiles, dándoles prioridad a los niños. Cuando su gas se agotaba, no podían hacer otra cosa que quedarse en la cima observando con impotencia, la desesperación de la gente por abordar alguno de los elevadores que no fueron destruidos por los titanes.

—¡Maldita sea! —exclamó Zoey, al percatarse de que sólo le quedaba menos del diez porciento de su gas. Pero ella no podía subir aún. Todavía quedaban varios titanes que se aproximaban, mientras los civiles intentaban huir de ellos. —¡APRESÚRENSE! —gritaba Zoey con desesperación.

La gente intentaba escapar de las bestias con todas sus fuerzas, pero muchos de ellos tropezaban al suelo y eran aplastados por los enormes pies de las criaturas. Familias enteras eran asesinadas a manos de los titanes, poniendo fin a sus pocas esperanzas de sobrevivir. Zoey se sentía sumamente molesta, triste y abrumada. No sabía qué más hacer, pero de una cosa estaba segura, aquel grupo de titanes que habían acabado con la vida de esas personas iban a morir de la forma más despiadada posible. Ya no le importaba si se quedaba sin gas, ella iba a encargarse de hacerlos pagar como sea. Zoey comenzó a cortar la carne de los titanes totalmente enfurecida. La sangre de los monstruos salpicaba por todo su cuerpo. Era tanta la cantidad, que el rostro de Zoey estaba completamente empapado en color rojo y el líquido en sus ojos dificultaba su visión. Erwin y los demás soldados la observaban asombrados.

Los más veteranos, no habían visto a Zoey de esa forma desde aquella vez que acabó con el titán que asesinó a su padre. Erwin comenzó a sentir mucha preocupación al ver que ella estaba agotando todo su combustible.

—En menos de un minuto... su gas se habrá consumido por completo. —dijo alarmado. —No puedo dejar que muera.

Erwin se preparaba para socorrerla, pero Levi lo detuvo poniendo su brazo en frente de él.

—Es mejor que yo vaya. —mencionó el pelinegro para luego lanzarse de la cima del Muro.

Levi comenzó a matar a los titanes que le estaban dando problemas a Zoey, exterminarlos en un abrir y cerrar de ojos.

—¿Qué estás haciendo? Debiste quedarte con los demás— dijo Zoey, regañando a su insensato compañero.

—Qué extraña forma de decir "Gracias". —respondió Levi con tono sarcástico.

Los últimos elevadores que transportarían a los civiles a la cima acababan de bajar. Ahora, Levi y Zoey solo debían hacer tiempo para que todos pudieran subir sin dificultades.

—Iré a la izquierda. —dijo Levi.

—Yo a la derecha. —agregó Zoey.

Ambos comenzaron a atacar a los titanes con increíble precisión y coordinación. Los soldados les daban ánimos desde la cima, eufóricos por la gran demostración de habilidades de los mejores soldados de la Legión. Erwin sentía una enorme satisfacción al ver que Levi y Zoey no estaban compitiendo entre ellos, sino que estaban luchando a la par del otro.

Cuando los elevadores finalmente llenaron su capacidad, comenzaron a subirlos de forma veloz hacia lo más alto de la Muralla Rose. Al llegar a una altura considerada en la que los titanes no lograban alcanzarlos, Levi y Zoey se apresuraron a regresar con los demás soldados. Recibiendo por parte de Erwin y sus compañeros, felicitaciones por su gran trabajo. Levi y Zoey se sentían incómodos por las adulaciones, por lo que no les dieron demasiada importancia.

Al bajar hacia el otro lado de la Muralla Rose, el Comandante Pixis fue rápido hacia donde se encontraba Zoey. El rostro del hombre estaba pálido y tenía un aspecto agobiante. Tan solo ver aquella expresión, ella presintió que traía muy malas noticias.

—Encontramos al Comandante Rivaille. —dijo con un aura de dolor y tristeza.

Zoey se dirigió hacia donde le indicó Pixis. Hange, Mike y algunos soldados de las Tropas de Guarnición se encontraban alrededor del cuerpo. Ellos dejaron el suficiente espacio para que Zoey se agachara y posara sus temblorosas manos sobre la manta que cubría el rostro del cadáver, pero no se animaba a quitarla. Mike se acercó y la ayudó a bajar la tela con cuidado.

Al tener el rostro del cadáver descubierto, efectivamente, se trataba del cuerpo sin vida de su abuelo. Mike sobó la espalda de Zoey para reconfortarla, pero ella no emitía ningún tipo de reacción ni palabras. Hange examinó el cadáver y le explicó la naturaleza de su fallecimiento. A su parecer, había muerto hace dos días. Tenía un golpe en la cabeza, pero ninguna otra señal de tortura. La causa de la muerte, fue por degollamiento.

Levi observaba a lo lejos la forma del corte tan peculiar que el Comandante Rivaille tenía en su garganta, el cual había sido hecho con un cuchillo tipo Talon; con hoja recurbada y contrafilo convexo. Pixis explicó que habían hallado el cuerpo en pleno operativo de evacuación, por lo que, no pudieron hallar al responsable. El asesino aprovechó el caos de la situación para escapar sin dejar rastro.

—Ya veo. —dijo Zoey para luego volver a cubrir el rostro de su abuelo.

—Lo siento mucho. —Lamentó el Comandante Pixis con profunda tristeza por la muerte de su querido amigo y camarada. Zoey se puso de pie en silencio y se colocó su capucha.

Erwin se acercó a ella para darle el pésame y posteriormente preguntarle:

—¿Te encuentras bien? —Angustiado.

—Sí. Yo... necesito regresar a la Sede de la Policía... —respondió, sonando débil y despacio. —Regresaré luego... para encargarme del cuerpo. —dijo sin levantar la vista del suelo, y con una actitud estoica.

Erwin apoyó su mano sobre el hombro de Zoey.

—No te preocupes. Deja que yo me encargue de todo. — acotó el rubio.

Zoey asintió aceptando la ayuda. Al tener un corcel traído por uno de los soldados para su movilidad, ella subió al caballo evitando voltear a ver el cuerpo sin vida en el suelo, ni tampoco a las personas a su alrededor que la observaban con compasión.


La joven galopó velozmente hasta llegar al cuartel. Una vez que se encontró sola en la oficina de su difunto abuelo, comenzó a llorar en silencio, liberando la tristeza que ocultaba desde que vio el cadáver. En ese momento, había contenido las ganas de llorar. No quería que sus compañeros la vieran derramar una sola lágrima.

No podía decir que no esperaba ese final. Desde de que supo de la desaparición de su abuelo, tuvo el presentimiento de que algo malo le había pasado y sus sospechas de muerte, aumentaban al pasar las horas. Zoey se sentía completamente perdida.

¿Qué debía hacer ahora? ¿Llegar al fondo del asunto o continuar con su legado en la Policía Militar?

Encontrar a los responsables era como buscar una aguja en un pajar, sabiendo que la información que había recolectado de su abuelo no la habían llevado a ningún lado.

¿Valía la pena invertir su tiempo en eso para luego llegar a un callejón sin salida? Era demasiado tarde para eso. Descubrir la verdad sobre el asesinato del Comandante Rivaille no lo traería de vuelta.

Zoey recordó las palabras de su querido abuelo en su última conversación: "Ahora es tiempo de que hagas tu propio legado, pero hazlo a tu manera. ¿Lo prometes?". Ella observó el anillo en su dedo, como un símbolo de los muchos años de lucha de su familia para mejorar la vida del pueblo Eldiano.

Ahora más que nunca quería honrar la memoria de sus antecesores. El legado de la familia Rivaille estaba en sus manos y lo iba a continuar a su manera, tal y como se lo había prometido a su abuelo. Esperaba poder hacerlos sentir orgullosos a todos.

A pesar de todos los problemas causado por la caída del Muro María, el gobierno real y los ciudadanos de Paradis no querían dejar de rendirle homenaje, a quien sería recordado como el más dedicado y respetado Comandante de la Policía Militar.


Dos días después del desastre, tuvo lugar un multitudinario funeral al que asistieron muchos amigos, camaradas y eldianos que sentían un enorme aprecio por Kitz Rivaille. Luego de que su cuerpo fuera enterrado, en el mismo jardín del cementerio donde se encontraban las lápidas de todos los demás miembros fallecidos de la familia Rivaille, Zoey regresó a la oficina de su abuelo para escribir una carta de renuncia dirigida al Comandante en Jefe, Darius Zackly. En ella manifestaba su deseo de continuar el legado guerrero de la familia Rivaille en la Legión de Reconocimiento, donde sentía que podía generar un cambio más grande en lugar de estar sentada detrás de un escritorio. También, explicó que se había preparado toda su vida para luchar contra los titanes y contribuir a la causa por la que su familia y muchos otros valientes soldados, habían sacrificado sus vidas. Por último, expresó su decisión de que Nile Dok, fuera nombrado el nuevo Comandante de la Policía Militar, a quien consideraba un hombre honesto, íntegro, virtuoso y que toma muy en serio su trabajo. Además, Kitz lo quería como a un hijo y le había inculcado sus mismos valores, creencias y sentido de la justicia. Zoey consideraba que su abuelo estaría feliz de que Nile tomara su lugar.

Al finalizar su carta, la entregó al Comandante en Jefe esperando que aceptara su petición. Al terminar de leerla, Zackly sonrió gustoso y firmó el documento de renuncia. Si bien sabía que Zoey tenía la preparación y capacidad para asumir cualquier cargo dentro del ejército, desde el principio, supo que ella pertenecía a la Legión de Exploración. Ese siempre había sido su lugar.

Zoey hizo el saludo de la Legión y se inclinó con gratitud ante la aprobación del Comandante en Jefe. Luego regresó a la oficina de su abuelo para recoger algunas de sus pertenencias y se marchó del lugar.


Al regresar al cuartel de la Legión, todos sus compañeros le dieron una cálida bienvenida, sobre todo Hange, quien gritaba de alegría y no paraba de abrazarla dando giros en el aire.

—Que gusto tenerte de regreso. —expresó Erwin, encontrándose a un lado y observando el caos de alegría.

—A mi también me da gusto. —afirma Zoey.

Erwin le pidió que lo acompañara a su nueva oficina para hablar sobre algunos asuntos.

«¿Nueva oficina? »pensó extrañada.

Al entrar, se dio cuenta de que era la oficina del ahora ex Comandante Shadis. Erwin le explicó que Keith había tomado la decisión de renunciar luego de la última expedición que tuvo lugar el mismo día de la caída de la Muralla María, la cual había sido un rotundo fracaso al igual que las anteriores. Eran pocas las tropas que habían logrado sobrevivir y Shadis ya no podía soportar todas las muertes ocurridas bajo su mando, siendo muchas de estas en vano, ya que la humanidad no había logrado ningún avance. Por esa razón, le cedió el puesto de Comandante a Erwin y entregó su uniforme de exploración. Zoey se sentía un poco decepcionada de Shadis, pero aún así comprendió su decisión. En medio de su conversación, se oyeron unos golpes en la entrada. Al girar su cabezas hacia la puerta, Zoey distingue al soldado pelinegro entrando a la oficina.

—¿Para qué querías verme, Erwin? —preguntó Levi, parándose a un lado de Zoey. Ambos se miraron con su típica indiferencia de siempre.

—Los cité a ambos aquí porque tengo un anuncio que darles. —dijo Erwin intrigante. —Quiero felicitarlos por su extraordinario trabajo en equipo durante los operativos de evacuación. Se habrán dado cuenta lo que pueden hacer cuando logran dejar sus diferencias de lado y luchar unidos.

Ante los oídos de aquellos soldados frente al rubio, la voz de su Comandante sonaba muy entusiasmado por lo que decía. Levi y Zoey continuaron en silencio, sin entender cuál era el punto de su Comandante.

—Lo que quiero decir, es que ambos han demostrado ser los mejores soldados del ejército. Por eso... he decidido nombrar a ambos Capitanes de la Legión de Exploración.

Los dos soldados se asombraron ante su ascenso tan inesperado.

—¿De verdad? —preguntó Levi sorprendido.

Erwin asintió con seguridad.

—Será un placer, Comandante. —Le agradeció Zoey.

La noticia la hizo sentir orgullosa de sí misma. Su nuevo puesto le permitiría hacerle honor al apellido Rivaille como debía ser.

—Una cosa más. —dijo Erwin deteniéndose . —Ante su nuevo puesto, deben dar el ejemplo y llevarse bien a partir de ahora.

Ambos renegaron ante la petición de Erwin, pero éste continuó firme:

—Hagan el esfuerzo.

—De acuerdo... —dijo Zoey con desgano.

—Bien... —respondió Levi poniendo sus manos en los bolsillos de su abrigo.

—Estupendo. Cierren el trato con un apretón de manos. —ordenó Erwin.

«¿¡Qué estupidez es esa!? »ambos pensaron, viéndose de reojo.

—Debe ser una broma. —dijo Levi frunciendo el ceño.

—Me parece algo muy innecesario. —mencionó Zoey, poniendo sus manos detrás de su espalda.

Erwin esperó en silencio, manteniendo su postura. Los Capitanes no tuvieron otra opción que cumplir el capricho de su Comandante. Ambos se miraron fijamente, pero ninguno de los dos estaba dispuesto a extender su mano primero.

—¿Y bien? —preguntó Erwin impaciente.

—De seguro correrás a lavarte las manos después de esto. —mencionó Zoey con sarcasmo, refiriéndose a la obsesión de Levi por la higiene.

—Vas a comerte tus palabras. Aunque no me agrada la idea de tener que tocar tu mano sudorosa. —refutó Levi de igual forma, extendiendo su mano hacia Zoey.

Ella lo miró con desconfianza, pero tragando su orgullo, le dio un fuerte apretón.

—¿Lo ven? No fue tan difícil. —dijo su Comandante con aires de victoria. —Ya pueden retirarse.

Los nuevos Capitanes comenzaron a caminar hacia la salida. Mientras Erwin, dibujó una sonrisa en sus labios, viendo a Levi y Zoey atravesar la puerta. Pensaba con toda seguridad que los dos lograrían grandes cosas juntos.

Los acontecimientos recientes anunciaban momentos difíciles para la humanidad y esperaba que ellos se convirtieran en la luz de esperanza capaz de iluminar los tiempos oscuros que se avecinaban.

Zoey regresó a su habitación y se puso de pie junto a la ventana. Comenzó a observar su anillo, el que sería su tesoro más preciado a partir de ahora. Ella aún estaba abatida por la muerte de su abuelo y se sentía más sola que nunca. Pero sabía que su familia estaría acompañándola desde donde quiera que estén y le darían la fuerza necesaria para afrontar los difíciles desafíos que tenía por delante. La verdadera batalla de la humanidad contra los titanes, recién acababa de comenzar.

Continuará...