Los relámpagos iluminaban el lugar, los truenos seguían creando un espeluznante ruido en el cielo y la lluvia se volvía cada vez más intensa. Los caballos de los soldados galopaban de prisa, intentando no resbalar en la tierra mojada mientras continuaban su desesperada búsqueda. Mike fue el primero en divisar la figura del pequeño titán que ante sus ojos parecía sostener algo entre sus manos.
—¡ZOEY! —gritó el rubio desesperado. Miedoso al ver a su amiga inconsciente e imposibilitada de zafarse de aquella bestia.
El titán abrió su boca lo más que pudo, dispuesto a destrozar y devorar el cuerpo de Zoey con sus enormes y filosos dientes, pero Mike se lo impidió. El rubio se dirigió a toda velocidad hacia la criatura y cortó el brazo que sujetaba a la Capitana con sus cuchillas. El titán gritó del dolor y enfurecido intentó aplastar a Mike con su otra mano. Éste logró esquivarlo y con la ayuda de Gelgar, lograron hacerle un profundo corte en la nuca y garganta, provocando que la cabeza del titán poco a poco se desprendiera de su cuerpo.
Nanaba bajó de su caballo y corrió hacia donde se encontraba la Capitana Rivaille. El cuerpo inconsciente de ella, encima de la mano del titán, estaba ensangrentado, lleno de rasguños y moretones. Las heridas abiertas en su cabeza y parte baja de la espalda no dejaban de sangrar. Nanaba se quedó paralizada por unos segundos por ver a su Capitana en esa deplorable condición. Luego, comenzó a pedir a gritos la ayuda de los soldados de Mike.
—¡Rápido, traigan algo para detener las hemorragias!
Lynne sacó un botiquín de un bolso y entre las dos comenzaron a vendar las heridas de Zoey.
—¿Qué fue lo que pasó aquí? —preguntó Gelgar, agarrándose la cabeza en señal de confusión y angustia.
—Sargento Mike, encontramos los cuerpos de Dita y Luke. —Le informó Dirk a su líder de escuadrón.
Mike no podía dejar de observar a Zoey. Ella había comenzado a escupir sangre de su boca, en señal de que algún órgano interno estaba dañado.
—¡Vendremos por ellos en otro momento, tenemos que llevarla a un hospital ahora mismo o morirá! —exclamó Mike, tomando a Zoey con cuidado entre sus brazos y recostándola en una de las carretas. Los soldados emprendieron de prisa el regreso a la muralla.
En el exterior de la entrada Este, el Comandante Erwin y la Legión esperaban el regreso de los escuadrones de Mike y Zoey. Hange y sus soldados tenían todo listo para transportar a su nuevo sujeto de estudio hacia el laboratorio. Levi y su escuadrón también se encontraban en el lugar, al haber regresado hace pocas horas de su misión.
—¿Por qué tardan tanto? Estoy ansiosa por saber qué clase de titán capturaron. —dijo Hange emocionada.
—La tormenta los habrá retrasado. No deben tardar en llegar. —aclaró Erwin, bajando sus binoculares y cediéndoselos a Hange.
—No te emociones tanto. Tal vez ni siquiera hayan podido atrapar a uno. —dijo Levi aburrido, cruzado de brazos con su espalda apoyada en la pared del muro.
—¡Creo que allí vienen! —exclamó la soldado de gafas, viendo las siluetas de los caballos tirando de las carretas hacerse cada vez más visibles. —Pero creo que… algo no está bien. —dijo Hange con tono preocupado.
Erwin volvió a tomar los binoculares y comenzó a caminar hacia el frente para tener una visión más clara, percatandose de que había tres soldados menos en el grupo. Definitivamente, algo había pasado.
—¡Erwin! ¡Abran la puerta! —Le gritó Mike, mientras hacía señas con su brazo con desesperación.
Erwin ordenó a los soldados que custodiaban la puerta que la abrieran en seguida. Ésta comenzó a elevarse lentamente.
Mike y los demás soldados llegaron al lugar.
—¿Qué ocurrió? —preguntó su Comandante.
Hange corrió hacia una de las carretas, solo para encontrase con el deplorable cuerpo de su amiga.
—No puede ser… ¡Zoey! —gritó al ver el grave estado en el que estaba.
Levi también se acercó a la carreta para verla. No podía creer que Zoey estuviera tan gravemente herida, pero al tenerla frente a sus ojos, estos se abren perplejos por ver a su compañera prácticamente sin vida. La puerta finalmente estaba abierta por completo, así que Nanaba y Gelgar se encargaron de llevar a Zoey al hospital seguidos por Hange, que no dudó un segundo en ir tras ellos.
Mike había bajado de su caballo, pero aún no lograba decir una palabra sobre lo sucedido. No sabía por dónde comenzar a explicar.
—¡Habla de una vez! ¿Qué carajos pasó? —Le exigió Levi.
—En realidad, no lo sé… —dijo Mike con su vista en el suelo.
—¿Un titán hizo eso? —preguntó Erwin.
—Creo que fueron varios. Cuando llegamos, uno estaba a punto de devorarla. —comenzó a explicar—. Pero había muchos cuerpos de titanes en el lugar. Dita y Luke fueron asesinados por ellos.
Mike, aunque aún estuviera perplejo, les explicó que esos soldados habían ido a buscar agua al río más cercano, pero como tardaban más de lo previsto, Zoey fue en su búsqueda.
—¡¿Y permitiste que fuera sola?!—Le reprochó Levi.
—S-se suponía que no habría titanes activos. Pensamos que no habría peligro. —respondió Mike.
—¡¿Y eso qué?! —gritó Levi furioso. —¡Se supone que cuidarías de ella, y mira cómo terminó!
—¡¿Estás diciendo que fue mi culpa?! —preguntó Mike con enojo, acercándose peligrosamente a Levi.
—¿Tú qué crees? —respondió él de igual forma, mirándolo con rabia.
—¡Ya basta! No es momento para esto. —ordenó Erwin, separándolos.
Levi chasqueó su lengua y fulminó a Mike con la mirada antes de caminar hacia su caballo. Al ver a su Capitán tan alterado, sus subordinados se acercaron a él.
—¿Capitán, se encuentra bien?, ¿necesita algo? —preguntó Petra angustiada.
—Quédense aquí y ayuden al Escuadrón de Hange con el titán. —ordenó Levi, mientras subía sobre su caballo y sacudía la correa alrededor del animal.
—Descuide, Capitán. Nosotros nos encargaremos. —respondió Erd, antes de que Levi se alejara galopando de sus vistas.
Todos estaban perplejos por lo ocurrido. Mientras tanto, Mike seguía explicándole lo sucedido a Erwin, notablemente afectado por la situación.
—Lo siento tanto… no pude llegar a tiempo para salvarla. —Se disculpó Mike.
Erwin, colocando su mano sobre el hombro del angustiado hombre rubio, mencionó:
—Zoey es muy fuerte. Estará bien. —Intentando reconfortarlo.
Erwin le pidió a sus subordinados que llevaran al titán al cuartel de la Legión y esperaran noticias. Los soldados también estaban muy preocupados por la Capitana Rivaille. No podían creer lo ocurrido. Era la primera vez que ella regresaba de una misión con heridas de tal magnitud. Erwin y Mike subieron a sus caballos y ambos partieron rumbo al hospital.
Al llegar, aún no había noticias sobre el estado de Zoey. Gelgar y Nanaba habían terminado de explicarle a Hange lo sucedido, mientras la soldado de lentes, caminaba de un lado a otro nerviosa y acongojada, repitiendo una y otra vez:
—No tiene sentido. ¿Cómo pudo pasar eso?
Nanaba intentaba calmar a su compañera.
—La Capitana es una guerrera. No morirá.
Gelgar se encontraba sentado, con su mirada en el suelo. Levi estaba parado en silencio, con las manos en los bolsillos de su pantalón. Mike se sentó en una silla abatido, apoyando los codos sobre sus rodillas. Erwin comenzó a hablar con cada doctor y enfermera que veía, intentando saber el estado de Zoey, pero lo único que pudo averiguar fue que tuvieron que reanimarla al llegar al hospital y que en estos momentos se encontraba en cirugía.
Habían pasado más de tres horas y aún no tenían noticias sobre la Capitana Rivaille. La ansiedad y angustia de los presentes en la sala de espera se incrementaba al pasar los minutos, hasta que finalmente, un doctor se acercó a ellos para informarles su condición.
—La señorita Rivaille continúa en estado crítico. Perdió mucha sangre. En estos momentos están haciéndole una transfusión. —Empezó diciendo —. Su condición es bastante grave. La paciente tiene dos costillas rotas, dislocación en el hombro izquierdo y fractura en la columna y la cadera.
El doctor hizo una breve pausa y continuó:
—Será necesario realizar una segunda cirugía, pero... —el doctor hizo una pausa para decir la parte más preocupante —. Cabe la posibilidad de que no pueda volver a caminar.
Un silencio de palabras absoluta invadió la sala, en la que solo podían oírse los sollozos de Hange. Los demás no sabían cómo reaccionar.
Mike, quien se había levantado para recibir la noticia, volvió a caer sobre la silla al sentir como su cuerpo estaba a punto de desmoronarse.
—Pero eso no es seguro, ¿verdad? —preguntó Erwin, tragando saliva.
—No, claro que no. Tendríamos que ver su evolución. —aclaró —. Vendrá un cirujano de la Capital que es excelente. Sin embargo, la señorita Rivaille también tiene una lesión traumática severa en la cabeza… y no sabemos cuando despertará.
—¿Quiere decir que está en estado de coma? —preguntó Erwin afligido. El diagnóstico iba de mal el peor.
—Me temo que sí. —respondió el doctor agachando la cabeza.
Hange rompió en llanto. Segundos después, Nanaba hizo lo mismo. Levi apretó los dientes y los puños ante la mezcla de sentimientos; desazón, enojo y, sobre todo, impotencia. Mike, sin poder soportarlo, salió corriendo del hospital por la falta de aire en su angustiado sistema. Gelgar siguió sus pasos, también saliendo abrumado. Erwin estaba perplejo. Intentaba procesar todo lo que el doctor había dicho, para luego preguntar:
—¿Puedo verla?
El doctor respiró profundo antes de contestar.
—Si, claro. Pero debo advertirle que el cuerpo de la señorita está en muy malas condiciones… —respondió el doctor, explicando lo fuerte que sería verla en esa cama.
—Entiendo. De todos modos, quisiera pasar a verla. —dijo el rubio convencido.
—Yo también quiero ir contigo. —Le pidió Hange.
—Aún no, déjame verla primero. Te avisaré cuando salga. —mencionó Erwin colocando su mano sobre el brazo de su colega. Hange asintió con tristeza. Sabía que era mejor no insistir.
Al ingresar a la habitación, Erwin se encontró con Zoey dormida sobre una cama cubierta de cables y aparatos. Tenía una mascarilla de oxígeno en su boca, un yeso en su brazo izquierdo, un vendaje en sus costillas y otro alrededor de su cabeza. También tenía un cuello ortopédico y un aparato cervical para su columna. El cuerpo de Zoey estaba muy golpeado, lo que era evidente al haber recibido mucho daño durante el enfrentamiento.
A Erwin le causó tanta angustia verla así, que no pudo soportar estar tanto tiempo en la habitación. Al salir, intentó convencer a Hange y a los demás de que no era buena idea que entraran, pero por más duro que fuese, todos querían verla sin importar cómo estaba.
Fue muy doloroso para sus compañeros encontrarse a Zoey de esa manera, tan lastimada, casi sin signos vitales y con la incertidumbre de no saber si podría despertar. Fue especialmente impactante para Mike y Hange. Ambos insistían en quedarse a su lado hasta que abriera los ojos, pero Erwin pidió que ellos y el Escuadrón de Levi fueran al lugar del accidente a investigar lo sucedido y traer consigo los cuerpos de Dita y Luke.
Esa misma mañana partieron hacia el lugar, pero no pudieron descubrir demasiado. Había cerca de quince cuerpos de titanes desintegrados entre los que atacaron a Zoey y los que asesinaron a Dita y Luke. Hange no podía entender cómo era posible que hubiera ese número de titanes activos durante la tormenta en la que no había ni una pizca de luz. Por más que se hubieran tratado de titanes excéntricos, las probabilidades de que hubiera esa cantidad en un solo lugar eran de una en un millón. Pero de nada servía sacar conclusiones. Lo único que quedaba por hacer, era esperar a que Zoey despertara para que ella misma les relatara lo sucedido.
Los días pasaban y Zoey seguía en coma. En ese tiempo, ella era frecuentemente visitada por sus camaradas de la Legión. Además de sus subordinados, algunos de sus compañeros como Petra, Nifa y Moblit le llevaban flores cada vez que iban a verla. Erwin intentaba pasar la mayor parte del tiempo en el hospital, o al menos lo que su demandante trabajo de Comandante le permitía. Por las tardes y noches, Hange y Mike se turnaban para cuidar de ella, siendo reemplazados por Levi cuando alguno de ellos necesitaba descansar.
Una madrugada, Hange y Levi se habían quedado a pasar la noche con Zoey.
Hange se había quedado dormida recostada sobre la camilla, sosteniendo la mano de su querida amiga entre la suya. Levi se encontraba parado del otro lado, bebiendo un poco de té. El pelinegro observaba a Rivaille cada tanto de reojo, atento a cualquier movimiento que señalara que la pelirroja pudiera despertar.
El Capitán habría jurado que oyó a Zoey balbucear unas palabras, pero inmediatamente después de eso, la pelirroja empezó a toser y a botar sangre por la boca. Alterado, Levi se apresuró a quitarle la mascarilla y poner su cabeza de lado para evitar que Zoey se ahogara con su propia sangre. Hange se despertó sobresaltada y corrió a pedir ayuda. Un médico y varios enfermeros entraron a la habitación y comenzaron a reanimarla con electrochoques. El temor y desesperación que sintieron Hange y Levi era inexplicable. Pensaron que Zoey iba a morir en ese preciso momento, pero afortunadamente, los doctores lograron estabilizarla.
Los días siguientes fueron de mucha preocupación. Sus compañeros temían que Zoey volviera a tener otra descompensación de la cual no pudiera salir. Erwin por fin logró comprender las palabras que su amigo Matt le había dicho aquella vez: "El miedo de perder a tus hijos es realmente abrumador".
«Sí que lo es » pensó el rubio.
Zoey se había convertido en la hija que nunca tuvo. Por esa razón, se sentía angustiado por no haber podido cumplir la promesa que le había hecho a Matt de mantener a Zoey a salvo.
—No habrías soportado verla de esta forma, querido amigo. —dijo Erwin sentado en su escritorio, con la mirada perdida. El desconsuelo que sentía era demasiado grande.
Pocos días después de casi dos semanas en coma, Zoey abrió sus ojos.
Esa mañana, Erwin se encontraba a su lado. A Rivaille le costó cierto tiempo darse cuenta de dónde estaba, mientras el Comandante le hablaba con suavidad. Junto a él se encontraba su doctor, quien alumbraba los ojos de la chica con una pequeña linterna.
—Estás bien, no te preocupes. Estoy aquí. —susurraba el rubio. Zoey seguía paralizada, tan solo sus ojos se limitaban a parpadear lentamente.
—¿Sabes quién eres? —preguntó el doctor. —¿Puedes decirme tu nombre?
Después de unos segundos en silencio, ella respondió con dificultad:
—Z-Zoey.
La pelirroja comenzó a mover sus ojos, observando a su alrededor.
—¿Sabes dónde estás? ¿Por qué estás aquí? —Siguió preguntando el doctor.
Zoey se quedó nuevamente en silencio. Luego tragó saliva y apretó las sábanas de su cama en sus puños. Sus manos empezaron a temblar.
—Comandante… —dijo despacio. —Lo siento tanto… —Sus ojos se humedecieron. —F-fue mi culpa...
Y sin contenerse, varias lágrimas empezaron a bajar por sus mejillas.
—No digas eso. Hiciste lo que pudiste. —mencionó Erwin, intentando aliviar su dolor, pero para Zoey, eso no era suficiente.
—Yo no debo estar aquí. —dijo Rivaille negando con su cabeza y con clara intención de levantarse.
—No se mueva, señorita Rivaille. —Le pidió su doctor.
—Tranquila, Zoey. —Siguió Erwin, aferrando sus manos a los hombros de ella para que volviera a recostarse.
Instantáneamente, Zoey lo fulminó con la mirada.
—No… —dijo suave, solo para después subir el tono. —¡No lo entienden! ¡Dije que no quiero estar aquí!
A los gritos y con movimientos bruscos, ella intentaba zafarse del agarre de Erwin y los enfermeros.
—¡NO QUIERO! ¡NO!
—Z-Zoey, cálmate. Por favor. —Le imploró Erwin, en medio del forcejeo.
La pelirroja logró arrancarse varios cables y el suero que tenía conectado en las venas de su muñeca, dejando que un poco de su sangre se resbalara por su mano.
—¡YO DEBERÍA ESTAR MUERTA! —gritó Rivaille entre lágrimas. —¡Suéltenme! —suplicó en medio de su llanto.
Su dañado cuerpo no dejaba de temblar, su respiración estaba muy agitada y cada vez sentía una presión creciente en su garganta.
—¡Rápido! ¡Traigan un sedante! —pidió el doctor con desespero, haciendo lo posible por contener a la chica rabiosa.
Con prisa, una enfermera le cedió una jeringa llena del líquido y el médico inyectó el medicamento en el brazo de Zoey. Ella comenzó a respirar con más tranquilidad y a relajar su cuerpo. Sus ojos comenzaron a cerrarse lentamente. Erwin no entendía lo que había pasado, Zoey nunca se había comportado de esa forma.
Al salir de la habitación para dejarla descansar, el médico le explicó que había tenido un fuerte ataque de pánico, producto del trauma que había vivido. Lo que Erwin no sabía, era que ese sería el primero de muchos ataques, por lo que debían mantener a la chica bajo los efectos de calmantes la mayor parte del tiempo.
Rivaille se negaba a hablar con un especialista, provocando que fuera difícil saber la gravedad de su estado mental. Pero Erwin, –que conocía a Zoey desde niña– le explicó al doctor todas las atrocidades que ella tuvo que afrontar desde pequeña con la muerte de todos y cada uno de los miembros de su familia. Aquellos traumas que Zoey se esforzó por reprimir durante tantos años, eran los causantes de esos fuertes ataques de pánico y ansiedad, que también la sumergieron en un profundo pozo depresivo, en el que la invadía un sentimiento abrumador de tristeza, vacío y desesperanza. La culpa por lo ocurrido la carcomía por dentro. Deseaba haber muerto y que todo hubiese acabado ese día.
Hange se empeñaba cada día para que Zoey se sintiera acompañada. Había dejado de lado sus investigaciones para volverse su enfermera personal. Ella se encargaba de darle sus medicamentos, de bañarla, de vestirla, de alimentarla y de llevarla a sus terapias. Hange debía insistir para que su amiga hiciera todas esas actividades, ya que Zoey se negaba a ir a rehabilitación y tomar sus pastillas. También había dejado de comer, lo que provocó que bajara mucho de peso. Ni siquiera tenía fuerzas suficientes para moverse. A pesar de que su operación de cadera había sido un éxito, Zoey se negaba a realizar sus ejercicios para recuperar la fuerza y estabilidad de sus piernas. Todo lo que hacía era estar en su silla de ruedas al pie del ventanal de su habitación, mirando al cielo con sus ojos fatigados a causa del insomnio y los sedantes que debían suministrarle por suero casi a diario.
Para que Hange pudiera irse del hospital tranquila, Erwin o Levi debían quedarse con ella por las tardes, pues temían que se alterara y tuviera otro ataque en su ausencia; algo que solía ocurrir cuando Zoey movía sus pensamientos ante lo ocurrido, teniendo problemas para recordar aspectos importantes del hecho.
Mike también iba a visitarla cuando reunía el valor necesario para ir al hospital, pero le costaba demasiado verla con ese aspecto calavérico. Al notar su mirada, era como si estuviera muerta en vida.
Ya ni siquiera se podía distinguir el verde-miel de sus ojos. Sus pupilas estaban completamente oscurecidas. Los momentos en que Zoey estaba lúcida eran escasos, pero aún así, la mayor parte del tiempo se mantenía callada e inerte.
Mike se culpaba a sí mismo por su estado y por no haber cumplido con su objetivo de protegerla. Tenía tantas ganas de decirle lo mucho que deseaba cambiar de lugar con ella. Daría cualquier cosa por liberarla de todo ese dolor y volver a ver su preciosa sonrisa y aquel destello dorado en sus ojos.
Pero lamentablemente, no podía volver el tiempo atrás.
Al cabo de dos meses, Zoey había tomado una decisión. Era evidente que se estaba dejando morir lentamente. No tenía intenciones de volver a su vida de soldado. Quería pasar el resto de sus días en ese hospital, aislada de todo y de todos. No quería ver a nadie. No podía soportar que la miraran con lástima y compasión. Quería que los demás siguieran con su vida como si ella estuviera muerta. Eso fue lo que le dijo a Erwin en su última conversación, y eso mismo estaba a punto de decirles a Hange, Mike y Levi ahora que se encontraban con ella en su habitación. No sabía de qué forma se tomarían su petición, pero sentía que era lo que necesitaba hacer.
—Tengo que pedirles algo. —dijo Zoey captando la atención de sus camaradas.
Rivaille estaba sentada en su silla de ruedas junto al ventanal, dándole la espalda a sus compañeros. Cuando tomó aire para hablar, los demás callaron para escucharla.
—Claro, lo que quieras Zoey —dijo Hange acercándose a su amiga.
Rivaille, volteó su silla de ruedas para estar frente a ellos, pero sin quitar su vista del suelo. No podía verlos a los ojos.
—Quiero que se concentren en su trabajo… y dejen de perder su tiempo aquí. —Su voz era débil, pero habló lo suficientemente claro para que la entendieran.
Mike hizo una mueca de sorpresa, mientras Hange se apresuró a decir:
—¿Qué dices?
Hange se arrodilló frente a ella y apoyó la palma de su mano sobre las de Zoey con delicadeza.
—Tu recuperación es muy importante para nosotros.
—¿Recuperación? —repitió Zoey, para luego hacer una breve pausa.
Tragando saliva, suspiró lentamente y siguió:
—Acéptenlo de una vez… nunca voy a mejorar.
—No digas eso. —Le pidió Mike.
—Te pondrás bien. Estoy segura de que pronto…
Interrumpiendo a Hange, Zoey habló.
—Basta, por favor… estoy cansada. Solo quiero estar en paz. —suplicó Rivaille.
—No nos pidas eso. —dijo Mike angustiado.
—¡No vamos a dejarte sola! —exclamó Hange determinada a hacer lo que sea para convencerla.
Pero Zoey volvió a insistir.
—¡Eso es precisamente lo que quiero! Se los estoy rogando… implorando. Déjenme sola. —volvió a pedirles mientras su voz se oía cada vez más débil.
—Pero Zoey… —Hange ya no sabía qué más decir para evitar que Zoey los alejara de su lado.
—Tu no eres así… —dijo Mike agobiado, esperando a que Zoey dijera algo más, pero ella solo se limitaba a mantenerse inexpresiva, como quien ya es incapaz de reflejar cualquier emoción, impidiéndoles saber lo que sentía o pensaba.
—Es suficiente. —exclamó Levi de pronto —. No sirve de nada insistir. ¿Acaso no se dan cuenta? Ella no quiere mejorar. —Haciendo énfasis en esta última frase, Levi cruzó sus brazos y miró a Zoey con el ceño fruncido. —A ella no le interesa su recuperación. Solo quiere ser un inútil y asqueroso zombi el resto de su vida.
—Levi, para. —Le pidió Hange.
Mike lo miró con rabia, ¿cómo se atrevía a hablarle así?
—Su único interés es pudrirse aquí dentro como una cobarde.
—¡Cállate, idiota! —Demandó Mike amenazante. El rubio cerró sus puños con fuerza, conteniendo sus ganas de golpearlo, pero Levi lo ignoró y caminó unos pasos hacia Zoey.
El pelinegro la miró con repulsión.
—¿Y así quieres que no sintamos lástima por ti? Eres patética…
Cada una de sus palabras, se sentían como millones de cuchillos clavándose en el cuerpo de Zoey.
—Se supone que eres un ejemplo de lucha. Les enseñaste a tus soldados a nunca rendirse, pero ahora veo que eres un fraude.
—¡CIERRA TU ESTÚPIDA BOCA! —exigió Mike gritando y plantándose en frente del pelinegro.
Zoey podía sentir el desprecio de Levi en su habla, pero aún así, intentaba demostrar que no le importaba lo que él o los demás pensaran de ella. Nunca le había importado en realidad, pero por alguna razón, lo que decía Levi en verdad sí llegaba a dañarla.
¿Será porque en el fondo sabía que sus palabras eran ciertas?
—Como sea. Me largo de aquí. —dijo Levi, ignorando por completo a Mike y volteando hacia la puerta. Al abrirla, giró su cabeza para ver hacia Zoey una vez más. —Y descuida. En lo que a mí respecta… no me interesa volver a ver tu penoso rostro de nuevo.
Levi cerró la puerta tras él, dejando a Zoey sintiéndose como un pedazo de basura inservible.
Hange y Mike no lograban comprender por qué su amiga había decidido rendirse. La Zoey que conocían jamás haría eso. Era algo totalmente impropio de ella.
Erwin fue quien se encargó de explicarles a ambos, aquella parte de su historia que ella siempre había omitido. Ninguno sabía que Zoey tenía un hermano mayor que siempre había estado ahí para ella, hasta que un titán lo arrebató de su lado, obligándola a comprender a muy corta edad, lo que significaba perder a un ser querido que no volverá jamás. Por supuesto, sabían que su padre había muerto durante una expedición, pero no sabían que Zoey lo había visto morir frente a sus ojos, y que ese desgarrador momento aún la atormentaba cada día, incapaz de borrarlo de su cabeza, recordando cada detalle como si hubiera sido ayer.
Rivaille nunca había hablado de eso con nadie. Contar en voz alta aquellos momentos dolorosos de su vida, era como revivir su sufrimiento. Pero ahora, Hange y Mike lo sabían.
Levi, al enterarse de todo eso, se sintió arrepentido por haber sido tan duro con Zoey. En ese momento, se había dejado llevar por su impotencia y su ira, pero una parte de él había pensado que provocándola lograría hacerla reaccionar.
Finalmente, Hange y Mike cedieron ante la petición de Zoey y no volvieron a visitarla en el hospital, convenciéndose a sí mismos que eran capaces de entender sus razones, aunque en realidad, el único que podía hacerlo por completo era Erwin.
Nadie más que él había visto en primera persona todo lo que Zoey había afrontado a lo largo de su vida. Sabía lo mucho que se esforzaba cada día para seguir adelante después de recibir golpe tras golpe. Pero en todos estos años, el mundo no había cambiado nada. Todo iba de mal en peor, por eso entendía que Zoey estuviera cansada de luchar en vano. Ella sentía que había llegado el momento de bajar los brazos y Erwin, respetaba su decisión.
Rivaille había tocado fondo. Había perdido completamente su voluntad de pelear y de vivir. Ella sentía que era el momento de permitirse dejar de luchar y alejarse de tanto dolor y sufrimiento, aún si eso significara sumergirse en la más absoluta y solitaria oscuridad.
Continuará…
