Tras ocho meses del accidente catastrófico, Zoey logró conseguir lo que tanto había pedido; dejar de tener contacto con el mundo y con los que habitaban en él.
Rivaille había sido trasladada a un centro de salud en la Capital. En un principio, sus ex compañeros le enviaban cartas que ella nunca leía ni respondía, manteniéndose firme en su decisión de alejarse de todos.
Erwin era el único a quien le permitía poder verla en ocasiones. Él seguía hablando con sus doctores y se mantenía al tanto de la salud de la chica, teniendo esa pizca de esperanza en ver alguna evolución en su estado destruido. Sin embargo, lejos de mejorar, la condición de Zoey cada vez iba a peor.
Aunque los ataques de pánico se presentaban con menos frecuencia, para ella era un calvario el no poder dormir por las noches a causa de sus pesadillas. Las imágenes borrosas en su cabeza la llenaban de frustración al no poder verlas con claridad. Podía recordar cómo la sangre de sus subordinados escurría por sus dedos y también los tenebrosos relámpagos cuando luchó contra los Titanes que la emboscaron, pero sólo eso. Nada más podía verse en su cabeza, ni siquiera lo que había sucedido después y lo que tuvo que enfrentar para que su cuerpo terminara de esa manera. Tampoco sabía el porqué en sus pesadillas la atormentaba una sombra oscura y enorme de ojos rojos y sonrisa macabra. Zoey no estaba segura de si era su cabeza quien se aseguró de bloquear esos recuerdos, o si en realidad, era ella quien no quería poner esfuerzo en recordar por temor a revivir ese traumático momento.
Rivaille pasaba día y noche encerrada entre las cuatro paredes de su habitación, sentada en su silla de ruedas para contemplar a los pájaros que se posaban en los balcones del edificio de enfrente. Ella había abandonado por completo su deseo de ser libre como las aves y tomó la decisión de cortar sus propias alas para no volver a volar nunca más, convirtiendo ese cuarto en su propia jaula, de la cual no tenía ni el más mínimo interés en escapar.
Durante todo ese tiempo, Zoey se mantuvo ajena a lo que ocurría en el mundo exterior, pero en los últimos días, pasaron varias situaciones que le resultaron imposibles de ignorar.
Después de cinco años, el Titán Colosal había reaparecido, destruyendo la puerta del Distrito Trost, situado en el exterior al sur de la Muralla Rose, permitiendo a los demás titanes ingresar al interior del muro. Rápidamente el ejército inició un plan de supresión liderado por las Tropas de Guarnición. En medio de la batalla, apareció un misterioso titán que atacaba y asesinaba a los otros titanes, demostrando estar del lado de los humanos. Los soldados luego descubrieron que el portador de ese titán era un soldado de la recién graduada Tropa de Cadetes número "104", llamado Eren Jaeger. Éste fue capturado por las Tropas de Guarnición quienes estaban autorizados para asesinar al chico si demostraba ser un enemigo, pero gracias a la intervención del Comandante Dot Pixis, decidieron utilizar los poderes de Eren para cerrar la brecha del muro moviendo una enorme roca hacia la puerta y, de esta forma, recuperar el Distrito Trost. Afortunadamente, el plan terminó siendo un éxito.
Zoey pudo tener acceso a toda esa información debido a que el hospital pertenecía al ejército y los médicos militares que trabajaban allí sabían mucho más que cualquier civil, por lo que sin pedirlo, ellos contaron cada detalle de lo sucedido.
La noticia había impactado a Zoey. Por primera vez en la historia, la humanidad había obtenido su primera victoria ante los titanes.
Pero las noticias no dejaban de llegar a sus oídos y no todas ellas eran buenas. Eren Jaeger había sido entregado a las autoridades para disponerse en un juicio que decidiría su destino y su vida. El Tribunal Militar y el Comandante Supremo Darius Zackly decidieron dejar a Eren a disposición del Cuerpo de Exploración para utilizarlo como una herramienta en beneficio de la humanidad. Fue así como el muchacho pasó a formar parte del Escuadrón de Operaciones Especiales de Levi, siendo éste el responsable de matarlo si resultaba ser una amenaza.
Así se dio inicio a la Expedición número cincuenta y siete más allá de los muros, en la cual la Legión se topó con un titán de contextura femenina que también era manipulado por un ser humano. Para capturar al Titán Hembra se sacrificaron una gran cantidad de vidas. La titán asesinó a cientos de soldados, incluyendo a los miembros del escuadrón de Levi; Gunther, Erd, Petra y Auruo, por lo que la misión culminó en un rotundo fracaso.
Apenas acababa de enterarse de las últimas noticias que se divulgaron velozmente por todo el pueblo eldiano, cuando Zoey recibió la repentina visita de Erwin a altas horas de la noche.
—Zoey… —dijo Erwin para llamar la atención de la chica, que observaba la luna y las estrellas desde su ventana.
—Me sorprende verte aquí, Erwin
La noche estaba algo fresca, por lo que la chica tenía puesta una manta encima de su cuerpo. Erwin se encontraba parado en el otro extremo de la habitación, detrás de Zoey.
—Lamento venir a estas horas, pero es importante.
—¿Importante…?, ¿Acaso tiene algo que ver… con esos extraños titanes controlados por humanos?
Erwin se sorprendió al saber que Zoey estaba al tanto de eso, aunque supiera que ella no tendría inconvenientes para obtener esa información.
—Así es. Y supongo que también estás enterada de lo ocurrido en la reciente expedición.
—Las noticias corren rápido… —respondió Zoey, sin hacer ningún otro comentario al respecto. Ella mostraba desinterés por saber algo más sobre lo ocurrido.
—Fue difícil venir hasta aquí para verte.
Esas palabras de Erwin y el tono que había apuesto lograron que la atención de Zoey dejara la ventana y la pusiera en él.
—¿Qué…?, ¿de qué hablas?
—Tras el fracaso de la misión, voy a ser sometido a un juicio. Tuve que arreglármelas para venir sin que la Policía me descubriera.
Zoey volteó lentamente su silla de ruedas para estar frente a frente con Erwin. La habitación estaba en la penumbra al tener solo una leve luz del exterior que ingresaba por la ventana.
Para Erwin habían pasado un par de meses desde la última vez que visitó a Zoey en su cumpleaños número 27, y notó que su aspecto había empeorado. Su cabello había crecido hasta los hombros, lucía sucio y descuidado. Su piel estaba reseca y pálida, lo que hacía aún más notorias las ojeras debajo de sus ojos. Pero lo que más le impactó fue la delgadez extrema de su cuerpo. Era casi como ver un cadáver en descomposición.
—¿A qué viniste, Erwin?
Ella no comprendía la razón por la que se había arriesgado a venir a verla.
—Sabes que no te pediría esto si no fuera absolutamente necesario. —mencionó Erwin. Zoey lo miró inexpresiva pero sus ojos reflejaban un poco de intriga. —Necesito tu ayuda…
Rivaille arqueó una de sus cejas. ¿Qué podría hacer ella en su estado deteriorado?
—Hemos descubierto la identidad de la Titán Hembra. Se trata de una soldado de la Policía Militar. —Erwin continuó explicando. —Nuestro plan es llevar a cabo un operativo para capturarla en el Distrito Stohess. Tú has vivido allí la mayor parte de tu vida y conoces la ciudad mejor que cualquiera de nosotros. Además, siendo una Rivaille, sabes bien cómo manejar a la Policía Militar.
—No comprendo qué quieres que haga… —dijo ella, desinteresada en todo lo que Erwin había dicho, razón por la cual volvió a girar su silla de rueda hacia la ventana y acomodar su manta.
—Necesito que nos ayudes a ultimar los últimos detalles. Si capturamos a la persona que controla a ese titán, estaremos mucho más cerca de descubrir su origen y la humanidad tendrá más oportunidad de vencerlos. —dijo Erwin con firmeza, intentando transmitirle a Zoey ese sentimiento de optimismo y esperanza que alguna vez ella tuvo.
Rivaille sabía que si el plan resultaba, sería un enorme paso para que la humanidad esté más cerca de acabar con la amenaza de los titanes.
Zoey suspiró. Aún le resultaba difícil negarse a una petición de aquel hombre que solía ser su Comandante, y al cual aún le tenía mucho respeto y cariño.
—De acuerdo… —dijo Zoey resignada. Erwin esbozó una sonrisa de alivio. No creía que aceptaría. —¿Entonces qué procede?
—Nos reuniremos al amanecer en la sede del Distrito Karanese. Mike vendrá a buscarte.
—Espera… ¿Quieres que me reúna con la Legión? —preguntó Rivaille a punto de entrar en pánico. —Yo, no… no…
—No te preocupes, me aseguraré de que no te topes con ninguno de tus compañeros. Solo seremos cinco personas en la reunión. Prometo que no tomará mucho tiempo.
A Zoey le preocupaba la posibilidad de volver a encontrarse con las miradas compasivas de sus ex camaradas. Sabía que el hecho de volver a verlos e involucrarse en algo relacionado con la Legión la movilizarían demasiado. Honestamente, estaba muy nerviosa.
Ella volvió a suspirar y decir de forma desanimada:
—Está bien… iré.
Erwin volvió a sonreír, ilusionado con la posibilidad de que Zoey regresara a ser la misma de antes.
El Comandante se despidió de ella y caminó hacia la puerta para marcharse. Pero antes de irse, giró su cabeza hacia Zoey con su mano en el picaporte, viendo cómo ella permanecía inmóvil frente a la ventana.
—Te estaremos esperando... —dijo antes de cerrar la puerta de la habitación.
Zoey suspiró una última vez y juntó sus manos, las cuales habían empezado a temblar. Estaba intranquila, muy intranquila, pero ya no podía dar marcha atrás.
Antes de que los primeros rayos de sol empezaran a asomarse, Mike pasó a recoger a Zoey en un carruaje que los llevaría a la sede de la Legión. A Mike le hizo mucha ilusión volver a verla, pero no pudo disimular la angustia que le causó ver que su aspecto había desmejorado.
Durante el camino, ambos se mantuvieron en absoluto silencio. Zoey se limitaba a mirar por la ventanilla del carruaje, con su cabeza recostada sobre el marco de la misma. Era evidente que Mike seguía sintiéndose tan culpable como el primer día. Ella sabía que esa era la razón por la cual ni siquiera era capaz de mirarla. El rubio no sabía qué hacer o qué decir, poniendo a Zoey en una situación incómoda.
A medida que iban acercándose a su destino, los nervios de la chica Rivaille florecían de su interior. Comenzó a ponerse inquieta, su mandíbula empezó a temblar y sus manos no dejaban de moverse, limpiando el sudor que se formó en estas. Mike lo notó y con cuidado apoyó su mano sobre las de Zoey. Ella miró intrigada la mano de Mike, observando como éste la cerraba lentamente y apretaba suavemente las de ella para calmarla.
Así se quedaron unos segundos, hasta que Mike decidió romper el angustioso silencio.
—Zoey… yo… —A Mike le costaba que las palabras salieran de su boca. —Lo siento mucho… Debí haber ido contigo ese día. —dijo inclinando su cabeza hacia abajo.
—No fue tu culpa… fue mi decisión ir sola. Así que no te disculpes. —Le pidió, pero Mike no podía dejar de sentirse mortificado.
Zoey lo comprendía. Mike se sentía responsable por lo que le pasó, de la misma forma que ella se sentía responsable por las muertes de Dita y Luke. Era un sentimiento difícil de quitar, a pesar de que habría sido imposible para ambos prever lo que iba a suceder.
En la sede de la Legión, Hange esperaba ansiosa la llegada de Zoey desde una de las ventanas del segundo piso. En ese cuarto, también se encontraban parte de los sobrevivientes de la Tropa número "104": Jean, Connie, Sasha, Reiner, Bertholdt, Ymir y Krista. Hange acababa de contarles sobre el accidente que había dejado a la ex Capitana Rivaille en esas condiciones y las razones de su retiro. A los chicos les intrigaba saber lo que había sucedido con quien una vez fue considerada una de las mejores soldados del ejército y un ejemplo a seguir para muchos soldados. La noticia sobre su casi muerte había impactado a todo el pueblo y al ejército de Paradis. Zoey era muy querida por sus colegas y ciudadanos, por lo que la noticia de su accidente había generado una gran conmoción en todos ellos.
Cuando Hange vio llegar el carruaje, bajó corriendo a toda prisa para recibir a su amiga, mientras los reclutas se quedaron observando desde la ventana como Mike bajaba con cuidado a Rivaille en su silla de ruedas. El aspecto de la chica los impresionó. No podían creer que ella fuera la misma persona de la que Hange tanto les había platicado; aquella soldado fuerte, valiente e imbatible a la hora de luchar contra los titanes. Esa mujer no era como la que imaginaron. Además, ver a la ex Capitana de la Legión de esa forma les resultó muy desalentador a los nuevos cadetes. Si una soldado de élite y experimentada como ella había acabado de esa forma, ¿qué les esperaba a ellos que apenas eran unos novatos?
Hange le dio la bienvenida a Zoey con una enorme sonrisa.
—¡Zoey! ¡Qué alegría que estés aquí! —exclamó la soldado de lentes, para luego darle un cuidadoso abrazo. —Gracias, Mike. Yo me haré cargo desde ahora. —dijo Hange haciendo a un lado al rubio para tomar los manubrios de la silla de ruedas. Mike suspiró con molestia mientras Hange se llevaba a Zoey al interior de la sede.
La líder de escuadrón tocó la puerta de la sala de reunión, oyendo la voz de Erwin desde el otro lado diciendo:
—Adelante.
Hange abrió la puerta e ingresó junto con Zoey empujando su silla. Además de Erwin, otros tres soldados se encontraban en el lugar.
—Que gusto que hayas venido. —dijo Erwin feliz. Zoey se mantenía en silencio. —Permíteme presentarte a los cadetes que van a participar en la ejecución del plan. Ellos son Eren Jaeger, Armin Arlert y Mikasa Ackerman.
Los tres chicos señalados se inclinaron respetuosamente hacia Zoey:
—Es un gran honor conocerla, Capitana Rivaille.
—Igualmente. Sólo llámenme Rivaille. —respondió ella con indiferencia, sin siquiera mirarlos. Únicamente y de forma lo más cautelosa posible, miró de reojo al muchacho de nombre Eren Jaeger, el poseedor del poder de titán.
Hange acercó a Zoey hacia el escritorio donde Erwin había desplegado un mapa del territorio perteneciente a la Muralla Sina, para que ella también lo observara. El Comandante comenzó a explicarle el plan: la operación comenzaría mañana a primera hora y se llevaría a cabo en el Distrito Stohess, de camino a la Capital. Eren sería la carnada para atraer al objetivo hasta los túneles subterráneos en compañía de Armin y Mikasa. En el nivel inferior, el tamaño y resistencia del túnel les permitiría inmovilizar al objetivo aunque se transformara, pero en caso de que lo hiciera, el titán de Eren sería el encargado de detenerla.
Zoey permaneció con la boca cerrada. Su mente parecía estar ausente. Erwin hizo silencio, esperando a que Zoey dijera algo, pero en cambio, ella continuaba sin emitir ninguna palabra. Quizás, ni siquiera estaba poniendo atención.
—¿Hasta aquí has comprendido? —Le preguntó Erwin con la intención de traer la mente de Rivaille a ese lugar.
Después de unos segundos, Zoey finalmente dijo:
—Si. —Luego levantó lentamente su vista hacia Erwin. —No pensarás pedirme… que convenza a la Policía Militar de participar en esta locura… ¿verdad?
—¿Por qué lo dices?
—Además de ser un acto de rebelión contra la monarquía… van a poner en riesgo la vida de cientos de personas. —acto seguido, la chica preguntó. —¿Acaso tienen pruebas de que esa soldado sea la Titán Hembra?
Erwin observó a los tres cadetes, sobre todo a Armin quien había sido el responsable de descubrir su identidad. El jovencito, inseguro y tímido, pidió la palabra:
—Annie Leonhart estaba con nosotros en la Tropa de Cadetes. Tenemos varias razones para creer que ella es la Titán Hembra, como su apariencia física y sus movimientos de pelea. —explicó el muchacho de cabello rubio y ojos azul mar.
Armin intentó sonar seguro de sus palabras, pero lo cierto es que tenía sus dudas respecto a si Annie era en realidad una enemiga de la humanidad.
—Entonces, quieren decir que sus sospechas solo se basan en ¿suposiciones? —mencionó convencida de que cualquier prueba que pudieran tener no era del todo concreta.
—A-así es. —respondió Armin nervioso.
—Está claro que no es una apuesta segura, por eso me niego a involucrar a la Policía Militar. Sin embargo… —Zoey hizo una pausa y prosiguió. —La Legión de Reconocimiento es diferente. Se trata de arriesgarse a todo o nada… y creo que su plan es bastante bueno.
Erwin y Hange sonrieron al escuchar las palabras de Zoey. Estaba claro que ella no había olvidado lo que significaba ser un soldado del Cuerpo de Exploración.
—Imagino que evacuarán a los civiles de la zona de acceso a los túneles.
Erwin asintió afirmativamente.
—La idea de guiarla hasta allí es ingeniosa. —comentó Zoey.
—De hecho, esa idea fue de Armin. —admitió Erwin.
A Zoey le extrañó saber eso, dado que parecía ser un plan propio de Erwin, pero algo le decía que ese jovencito de aspecto débil y sensible en realidad era muy inteligente.
—Que listo. —Le dijo al muchacho. Armin sonrió avergonzado.
—Si el Plan A no funciona… ¿cómo planean atraparla? —preguntó Zoey.
—Llevaremos varias trampas de captura. —respondió Hange. —Hemos mejorado los barriles lanza redes, reemplazándolos por cañones con arpones de acero macizo. ¡Deberías verlos! ¡Están increíbles! —mencionó emocionada. Ella moría de ganas de contarle a Zoey sobre esta nueva herramienta, pero Erwin la detuvo. No podían desviarse del tema.
—Les recomiendo que coloquen las trampas en este sector. —Zoey levantó su mano débilmente y señaló el mapa con su delgado dedo. —Los tejados de los edificios en esta zona son muy amplios.
Luego arrastró su dedo hacia otro lugar. Los presentes no pudieron evitar notar los morados en las venas de sus manos a causa de los pinchazos de agujas.
—Los civiles pueden ser evacuados por estas calles de aquí… los caminos son muy estrechos y dudo que la titán quiera escapar por estos sitios.
Erwin sonando animado exclamó:
—Excelente. ¿Algo más?
—Solo una duda…—Zoey giró levemente su cabeza para observar al muchacho de cabello castaño oscuro y ojos verdes turquesa. —¿Qué tanto control tienes sobre tus poderes de titán? ¿Crees que serás capaz de detener al enemigo?
Ante las preguntas, Eren se puso muy nervioso.
—Yo… no lo sé…
—No era la respuesta que esperaba.
La decepción se podía sentir en la voz de Zoey.
—Apenas han pasado unos días desde que descubrí mis poderes… y aún no sé manejarlos muy bien. —aclaró Eren, cerrando sus puños con fuerza. —No puedo garantizarles que voy a ganar esta batalla, pero de algo estoy seguro…
Eren levantó su cabeza para mirar directamente hacia los ojos de la ex Capitana Rivaille.
—¡Voy a aniquilar hasta el último titán! ¡Pelearé hasta que no quede ninguno de ellos!
Zoey abrió sus ojos con asombro. La mirada de Eren reflejaba un profundo odio y rencor hacia esas criaturas que habían asesinado a su madre hace cinco años. La determinación y seguridad en sus palabras impresionaron a Rivaille, y por un momento, le recordó a su joven niña de 15 años.
—Ya veo. —dijo la chica satisfecha con la respuesta de Eren. —Entonces, esfuérzate mucho.
Zoey torció levemente su boca en un intento por darle una sonrisa de confianza al muchacho. Gesto que fue correspondido de inmediato por él sonriéndole ampliamente.
—Así será.
Erwin dio por terminada la reunión, y tanto él como los tres cadetes, se despidieron de Zoey.
Hange condujo su silla hasta la salida donde Mike la esperaba para llevarla de regreso al hospital. Su amiga se despidió de ella dándole otro abrazo afectuoso, pero mucho más largo que el anterior.
—Me hizo muy feliz verte de nuevo.
Aunque Zoey se quedara en silencio y no demostrara sus emociones, ella se sentía de la misma manera.
—Les deseo suerte con la misión… —dijo Rivaille, haciendo que su amiga se desprendiera de ella.
Hange se dirigió al interior de la sede mientras seguía despidiéndose de Zoey a lo lejos. En tanto, Mike abrió la puerta del carruaje para subir a Zoey con su silla, pero a lo lejos, ella oyó unas voces muy familiares que la inquietaron.
—¡Espere, Capitana! —gritó Gelgar mientras corría hacia ella al igual que su compañera Nanaba, quien se encontraba un poco más adelante.
Al estar junto a Rivaille, la chica rubia cayó de rodillas frente a ella.
—Capitana Rivaille… que alegría verla.
Zoey no sabía qué decir. Era incapaz de verlos a la cara. Sentía que los había decepcionado.
Nanaba tomó las manos de Zoey y las sostuvo con delicadeza.
—La echamos tanto de menos.
—No importa que ya no esté aquí, usted siempre será nuestra Capitana. —le aseguró Gelgar dedicándole una sonrisa.
—Así es. Jamás olvidaremos todo lo que usted nos enseñó. —dijo Nanaba sin soltar las frías y temblorosas manos de Zoey.
Escuchar esas palabras de sus subordinados le removía algo en su interior. A Nanaba le preocupó la expresión de angustia que Zoey tenía en su rostro, por lo que la soldado acarició suavemente las manos de su Capitana con la yema de sus dedos.
—Por favor, no se preocupe. Nosotros seguiremos luchando en su nombre, y también… el de nuestros compañeros caídos.
La ex Capitana se encontró con los ojos color cielo de Nanaba que la miraban con ternura. También observó el rostro sonriente de Gelgar. No había palabras que describieran el mar de emociones que Zoey sentía en ese momento.
—Debo irme. —dijo Rivaille, mientras apartaba despacio sus manos de las de Nanaba. —Les pido que se cuiden.
Nanaba se puso de pie y tanto ella como Gelgar hicieron el saludo de la Legión, demostrando que el respeto y la lealtad hacia su Capitana seguían intactos.
Los reclutas de la Tropa número "104" habían observado toda la escena desde la ventana del segundo piso. Les pareció increíble que a pesar de que la Capitana Rivaille había renunciado a la Legión, sus compañeros y subordinados aún le guardaban un gran afecto y devoción. Pero ellos no eran los únicos que los espiaban. En el cuarto contiguo, el Capitán Levi se ocultaba entre las sombras para observar a su antigua compañera. Habían pasado seis meses desde aquella vez que prometió no volver a ver su rostro, razón por la cual, no había querido estar presente en la reunión. Aun así, Levi sintió la necesidad de ver a Zoey desde la lejanía. Aún se sentía miserable por las horribles cosas que le había dicho aquella vez.
Mike subió a Zoey con cuidado al carruaje y una vez adentro, ella le dijo:
—Es mejor que te quedes. Tienen muchas cosas que hacer.
Mike la miró disgustado, pero comprendió que Zoey se sentía muy abrumada y necesitaba estar sola.
El rubio cerró la puerta con cuidado y dejó su mano por un momento puesta sobre el borde de la ventanilla. Zoey se apresuró a tomarla.
—Mike… —Ella lo llamó suavemente. —Muchas gracias… por todo lo que has hecho por mi. Por haberme cuidado siempre, desde el día en que nos conocimos.
Zoey miró a su amigo y los ojos de ella –aunque estuvieran oscurecidos– destellaron un pequeño brillo que hizo que el corazón de Mike quisiera salirse de su pecho. Mike le sonrió con dulzura y apretó su mano con fuerza para luego soltarla. El rubio se despidió y se alejó unos pasos hacia atrás, permitiendo que el carruaje partiera rumbo al hospital.
Esa noche, Zoey se mantuvo despierta hasta la mañana siguiente. No podía dormir por más cansada que estuviera. Se sentía abrumada, angustiada. Todo lo que había experimentado durante su breve visita a la sede de la Legión había sido mucho más de lo que podía soportar. Tenía una jaqueca terrible a causa del estrés por la misión que comenzaría en pocas horas, la cual –a su parecer– podría resultar en desastre. Pero solo le quedaba confiar en Erwin y en sus ex compañeros, al igual que en ese muchacho llamado Eren. Conocerlo y escucharlo hablar con tanta determinación sobre su objetivo de exterminar a los titanes había despertado algo en ella.
Podría ser… ¿esperanza?
El sol había salido hace un par de horas. Desde la ventana de su cuarto, Zoey pudo observar en la lejanía un destello de luz que caía del cielo como un rayo, el cual anunciaba el comienzo de la misión. La batalla de la Legión contra el Titán Hembra había dado inicio. Minutos después y casi sin dar tiempo, otro rayo ruidoso se hizo visible. En ese instante, Rivaille supo que el plan B se había puesto en marcha y depositó toda su confianza en que el titán de Eren sería capaz de vencer al enemigo.
Por un momento, el destello de aquellos rayos le recordaron a la tormenta de aquel día. En sus oídos, los poderosos truenos de esa vez, volvió a sentirlos en su cabeza.
El retumbar de las pisadas de ambos Titanes controlados durante su enfrentamiento eran tan fuertes que provocaban que los edificios de la ciudad temblaran. Incluso el vidrio de su ventana se removía con locura amenazando con romperse en mil pedazos.
Los ruidos de la brutal pelea dada a pocos kilómetros del lugar traían consigo los recuerdos de su batalla contra aquel grupo de titanes. Zoey hundió sus manos en su cabello. Su cabeza le dolía. Su cuerpo comenzó a sudar y a temblar por completo. El pánico se estaba apoderando de ella.
Una enfermera entró con prisa a la habitación y tomó a Zoey por su silla para alejarla de la ventana, unos segundos antes de que el vidrio de ésta explotara. Zoey estaba agitada, viendo perpleja el desastre. Volvió a agarrar su cabeza, golpeándola y estirando sus rojizos cabellos en un intento desesperado por detener las horribles imágenes que se proyectaban como golpes.
La enfermera preocupada buscó ayuda. Al tenerla, los médicos inyectaron en el suero de la pelirroja un fuerte calmante. A los pocos segundos, Zoey fue cerrando los ojos hasta quedar profundamente dormida. Un enfermero se encargó de acostarla de nuevo en la camilla, pero la ola de imágenes, cuál película de terror, continuaban reproduciéndose en su sueño, o más bien en su pesadilla.
Unas horas después, Zoey finalmente despertó gritando sobresaltada. Estaba empapada en sudor. Ella no tenía idea de lo que había ocurrido durante ese tiempo que estuvo dormida. Pero finalmente, pudo recordarlo todo. Pudo sentir en carne propia la agonía y desesperación al ser derribada por ese pequeño titán que estuvo a punto de devorarla. Pero sobre todo, pudo ver con claridad a aquella criatura de ojos rojos, más alta que los otros titanes, con un pelaje oscuro que cubría la mayor parte de su cuerpo y un aspecto parecido al de un animal.
«Una bestia » pensó al recordar la advertencia de Dita.
Si, eso era. Un Titán Bestia. El mismo titán que estaba a punto de asesinar a su mejor amigo de una de las formas más brutales y salvajes que pudieran existir.
Continuará…
