Zoey no era la soldado perfecta que muchos creían. Tenía sus defectos, que se multiplicaron debido a las secuelas de su accidente. Ella nunca quiso ser un ejemplo del bien o un modelo a seguir, solo deseaba hacer su trabajo lo mejor posible, intentando no cometer errores en el camino. Sin embargo, a pesar de tener sus fallas, sus compañeros la veían como un símbolo de lucha, alguien que no se rendía jamás a pesar de las adversidades. Pero llegado un punto, se dio cuenta de que su espíritu guerrero no era inquebrantable. Todo su mundo se había desmoronado. Estaba apagada, muerta en vida, sin sonrisa en el rostro y con sus alas rotas.
Cuando despertó del coma, ella había continuado dormida hasta el día de hoy, cuando finalmente pudo despertar gracias al recuerdo de sus seres queridos. Si bien había decidido alejarse del mundo, entendió que hay momentos en la vida en que se debe luchar por lo que uno quiere, salir del encierro, abrir las alas y emprender el vuelo nuevamente.
Rivaille volteó a su izquierda y observó las muletas de antebrazo que Erwin le había traído meses atrás y que no había querido usar en todo este tiempo. Acercó su silla de ruedas a ellas y las tomó, colocando las abrazaderas en posición. Sujetó las empuñaduras con sus manos y al tomar aire con profundidad, se levantó de su silla de ruedas equilibrándose con la fuerza de sus brazos. Los pasos comenzaron lento, siendo éstos uno tras otro; sintiendo como sus piernas le temblaban. Zoey logró dar cinco pasos antes de perder la estabilidad y caer de forma dolorosa con su rostro al suelo.
Los enfermeros alterados al escuchar el ruido del impacto, ingresaron a la habitación para auxiliarla.
—¿Se encuentra bien? —preguntó una de las enfermeras alarmada.
—Estoy bien. No se acerquen. —respondió la pelirroja, apartando las manos que buscaban ayudarla. Ella intentaba levantarse sosteniéndose de su cama.
—Pero señorita Rivaille, su cuerpo aún está muy débil.
—¡Quiero hacerlo sola! —gritó, insistiendo en ponerse de pie por su cuenta.
—Déjenla. —ordenó su doctor que acababa de entrar. Él estaba impresionado por la determinación y voluntad de la chica, una que jamás había demostrado en el tiempo que llevaba en el hospital.
Zoey empujaba su cuerpo hacia arriba con ayuda de sus brazos y piernas temblorosas, usando toda la fuerza que tenía. Finalmente logró pararse, pero le resultaba imposible erguir su espalda por completo.
Cansada de tanto esfuerzo, no tuvo más remedio que sentarse sobre el colchón de su cama.
—Necesito… salir de aquí… —dijo Rivaille, intentando recuperar el aliento.
—No puedo permitir eso. Aún no se encuentra en condiciones. —aclaró su doctor.
—No... No me importa. Voy a salir de aquí con o sin su permiso. Aunque me amarren a la cama, no funcionará. —respondió Zoey determinada a cumplir con lo dicho.
Ante la firme mirada de la chica pelirroja, el hombre de bata supo que no estaba bromeando. El doctor vaciló un instante y dijo resignado:
—De acuerdo… pero sólo si la acompaña una enfermera.
Rivaille aceptó la condición.
—No hay problema.
El doctor le sonrió complacido y feliz ante el gran cambio de actitud que Zoey había demostrado. Ella parecía haber reaccionado al fin.
La enfermera se apresuró a vestirla con un traje azul, zapatos negros, camisa blanca y una chalina del mismo color alrededor de su cuello. Cepilló su cabello y le aplicó un poco de labial para disimular su aspecto demacrado, haciéndola lucir un poco más presentable.
Los soldados del hospital le informaron que Erwin iría a la oficina del Comandante en Jefe para solicitar el apoyo de la Policía Militar y así buscar titanes en las primeras líneas de defensa de la Muralla Rose, por lo que Zoey y su enfermera tomaron un carruaje y partieron rumbo al Cuartel Central del Ejército.
~
Frente a la puerta de entrada a la oficina, Rivaille volvió a ponerse de pie con sus muletas. No le parecía correcto presentarse ante el Comandante Supremo en silla de ruedas. Tomó aire una última vez para calmarse y golpeó la puerta decidida. Una vez que lo hizo, la abrió lentamente, encontrándose con Erwin, Nile y el Comandante Zackly reunidos frente al escritorio de éste.
—Con permiso, Comandantes. Lamento interrumpirlos. —dijo la chica de forma respetuosa, caminando con dificultad con sus muletas.
Los tres hombres abrieron sus ojos estupefactos al verla atravesar la puerta.
—¡Zoey! —exclamó Nile al verla acercarse hacia ellos.
Ninguno podía salir de su asombro. En especial Erwin, quien se encontraba petrificado y sin poder pronunciar palabra.
—Me disculpo por importunar. —dijo excusándose y agachando su cabeza frente al Comandante Supremo.
—Esto es… una verdadera sorpresa. —comentó Zackly —. Que gusto volver a verte, Rivaille.
—Lo mismo digo, señor.
Zoey se colocó en medio de Erwin y Nile. Ambos Comandantes la miraban como si tuvieran un fantasma a su lado.
—¿Qué te trajo hasta aquí? —preguntó el Comandante Supremo.
—Tengo entendido que la Legión requiere del apoyo de la Policía Militar para buscar una brecha y titanes dentro de los muros —respondió firme. —Y supongo que la Policía se niega a colaborar, ¿no es así?
Rivaille volteó a ver a Nile. Éste se quedó mudo por unos segundos. Aún no podía creerlo. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había visto a Zoey, después de que ella prohibiera las visitas en el hospital.
—Lo que sucede es que Erwin y la Legión montaron un operativo en la Capital sin autorización, sabiendo que la Policía Militar tiene jurisdicción especial dentro de la Muralla Sina. —empezó diciendo. —Hubo bajas civiles y militares. Causaron daños inimaginables en la ciudad, ¿y ahora tiene el descaro de pedirnos ayuda?
Zoey comprendía su punto. Ese operativo había sido una locura total. Era entendible que Nile estuviera molesto con Erwin por haber actuado a sus espaldas.
El Comandante de la Legión, recuperándose del impacto al ver a Zoey, explicó:
—Debido a que la sospechosa pertenecía a la Policía Militar, no podíamos arriesgarnos. Además, si la operación fallaba, ustedes habrían sido considerados traidores a la corona.
—Tiene razón. La Policía Militar se habría visto perjudicada si participaban del operativo. —reafirmó Zoey. —Yo le pedí a Erwin que no los involucraran.
—¿Tú lo sabías? —preguntó el Comandante de la Policía.
—Vagamente.
Zoey miró a Erwin, dándole a entender que no sería prudente que supieran que ella había colaborado en la elaboración del plan.
—Concuerdo en que Erwin no procedió de la mejor manera. Sin embargo, la corte ya resolvió la suspensión de su juicio. —dijo el Comandante Zackly.
Nile frunció el ceño y suspiró con molestia.
—Nile… tú sabes más que yo todo lo que ha estado pasando. La humanidad hizo grandes descubrimientos en este último tiempo, por lo que no es momento para quedarnos de brazos cruzados. —menciona Rivaille, atrayendo consigo la atención de esos tres comandantes. —Debemos hacer todo lo que esté en nuestro alcance. Así que te pido que le brindes a Erwin la ayuda que le haga falta. Es importante, o de lo contrario, no estaría aquí parada frente a ti ni frente a ellos usando estas ridículas muletas. —finalizó en tono bromista, señalando con su mirada esos objetos en sus brazos.
Nile rió con suavidad. Zackly se mostró de acuerdo con ella.
—Bien dicho Rivaille.
—De acuerdo. —exclamó el Comandante de la Policía. —Cuenta conmigo, Erwin. Al menos por esta vez.
—Te lo agradezco, Nile. —agradeció el rubio, estirando su mano y dándole un apretón firme.
—Muchas gracias, tío. —mencionó la pelirroja, haciendo que Nile curvara sus labios en una sonrisa. Había olvidado cuando fue la última vez que lo había llamado de esa manera.
Zoey volteó a ver a Erwin. Éste le sonrió con gratitud. No había palabras para describir la felicidad que le daba que ella estuviera allí.
Ya sin más nada de qué discutir, los tres se despidieron con respeto del Comandante Supremo y se retiraron satisfechos de la oficina.
Levi estaba afuera del cuartel, esperando por Erwin en compañía del pastor Nick, que aún seguía bajo su vigilancia. Cuando Erwin salió del edificio, el Capitán le preguntó:
—¿Cómo te fue? ¿Pudiste convencerlos?
—Fue difícil, pero lo hice. Aunque recibí un poco de ayuda. —respondió el rubio con un tono intrigante. Levi lo miraba sin entender. —Parece que… la Capitana Rivaille ha reaccionado.
El pelinegro arqueó una ceja confundido.
—¿De qué estás hablando?
Al dirigir la mirada detrás del Comandante, vio a Zoey salir en su silla de ruedas en compañía de Nile y su enfermera. Levi abrió sus ojos, teniendo la misma expresión que los Comandantes con anterioridad, observando que en verdad esa mujer estaba allí. A pesar de haber tenido que aguantar los regaños de Erwin por contarle a Zoey lo que había pasado, ahora sabía que su plan había funcionado. Su forma de hacerla reaccionar había sido cruel, pero estaba dispuesto a hacerlo de nuevo con tal de tenerla de regreso con ellos en la Legión.
~
Todos partieron rumbo al Distrito Trost, donde el Comandante Pixis esperaba noticias respecto a la brecha en el muro. Erwin subió a la cima de la muralla, donde el Comandante se encontraba bebiendo una botella de alcohol.
—Comandante Pixis. —llamó Erwin.
—¡Erwin, hola! —exclamó el susodicho, después de tomar otro trago.
—Por fin pudimos arrastrar a la Policía Militar hasta donde aparecen los titanes. —Le informó el rubio.
—Ya veo.
El comandante Pixis observó al grupo de soldados de la Policía, pero entre ellos, su mirada se desvió hacia donde la ex Capitana pelirroja se encontraba de pie esperándolos.
El viejo Pixis entrecerró sus ojos para mejorar su visión.
—Creo que el alcohol me está afectando… Me parece estar viendo a Zoey.
—Si, está en lo correcto. Pero igualmente debería dejar de beber —Le sugirió Erwin.
Pixis continuó mirando a Zoey como si no creyese que fuera ella. Aquella mujer lucía débil y enferma, pero definitivamente era a quien veía.
El Comandante bajó de la muralla seguido por Erwin y se dirigió a la posición de Rivaille.
—¿Zoey? ¿Eres tú o estoy viendo visiones? —preguntó, parpadeante y confundido.
Rivaille observó el aspecto del hombre anciano. Tenía los ojos rojos y su aliento desprendía un ligero olor a licor fino.
—Podría ser ambas… parece que está un poco ebrio, Comandante Pixis.
El hombre soltó una carcajada.
—¡Oh, qué placer que estés aquí! —comentó él con alegría, mientras estiraba su mano y se estrechaba junto a la de Zoey.
—Es un gusto verlo de nuevo.
Mientras ella y Erwin le explicaban a Pixis el acuerdo que habían llegado con Nile y el Comandante Supremo, Zoey se sentía observada por todos; oyendo los murmullos de los soldados que se encontraban reunidos cerca de donde estaban. "¿En verdad es la Capitana Rivaille?", "No puede ser", "Se ve terrible", eran algunos de los muchos comentarios que llegaban a sus oídos.
Jean, uno de los reclutas de la Tropa número "104", se encontraba cerca de ellos y tampoco podía dejar de mirar a la soldado retirada. Desde pequeño, soñaba con ser un soldado de la Policía Militar, y naturalmente, conocía muy bien la historia de la familia Rivaille. Se sentía emocionado por tener frente a él a la última miembro de esa familia de guerreros que tanto admiraba.
Pronto, la atención de Rivaille se enfocó en un par de hombres visiblemente alcoholizados que acababan de salir de una taberna contigua, persiguiendo de cerca a una camarera del lugar. El más grande y robusto de los dos acosaba a la chica, insistiendo de manera inapropiada en llevarla a un lugar para tener "un poco de diversión" con ella, mientras que el más enano le seguía el juego a su amigo. La chica, por su parte, les rogaba desesperadamente que la dejaran en paz, mostrándose incómoda y notablemente asustada por las amenazas implícitas en las insistentes acciones de estos hombres. Ambos no cesaban de crear disturbios e incomodar a la mujer, y Zoey ya comenzaba a hartarse profundamente de su repugnante actitud.
—¡Oigan, ustedes! ¿Podrían callarse? ¿No tienen un poco de respeto?
Los hombres giraron en dirección a la mujer con muletas, y molesto por la interrupción, el mayor caminó hacia ella siendo seguido por el otro.
—Sólo queremos pasar un buen momento con una hermosa mujer. ¿Acaso estás interesada en unirte a nosotros?
—Aléjense de mí y de esa chica también.
—¿Qué pasa si no queremos? No creo que puedas hacer mucho. Sólo eres una pobre inválida. —se bufó el borracho obeso, mirando descaradamente todo el cuerpo de la pelirroja.
Rivaille infló su pecho de aire y lo exhaló en un gran suspiro sonoro. Eso solo significaba una cosa. Había alcanzado el límite de su paciencia.
—¿Me disculpan un momento? —les dijo a Pixis y Erwin con voz amable, pero apretando sus dientes de la rabia.
Zoey agarró su muleta izquierda y, cual bastón de bojutsu, la hizo girar para propinarle un contundente golpe en la cabeza. El impacto dejó al hombre grande inconsciente, quien cayó pesadamente sobre el más pequeño, dejando a éste último inmovilizado e incapaz de respirar correctamente.
—¡A-ayuda! ¡Quítenmelo de encima! — ruega, mientras intenta empujar a su amigo, pero lejos de obtener la asistencia necesaria, muchas risas y burlas salieron de las bocas de todos.
Los soldados que se encontraban cerca sonreían divertidos por la escena. Ahora nadie tendría dudas de que esa era la auténtica Capitana Rivaille.
El viejo Pixis rió para después decir orgulloso:
—Esa es la Rivaille que conozco.
Erwin sonrió feliz al ver que Zoey aún conservaba ese fuego en su interior que tanto la caracterizaba.
Después de unos minutos, cuando comenzó a sentir el cansancio al estar de pie, Rivaille decidió regresar a la carreta donde aguardaban sentados Levi y el pastor Nick. Antes de que el pelinegro pudiera ofrecerle su ayuda para subir, uno de los soldado se le adelantó, extendiendo su mano a la mujer que se movía lentamente con sus muletas.
—Permítame ayudarla. —dijo el joven alto, de cabello castaño y ojos marrones.
La pelirroja tomó la mano del soldado.
—Gracias, eres muy gentil… ¿Cuál es tu nombre?
El muchacho sonrió nervioso
—Jean. Jean Kirstein.
—Te lo agradezco mucho, Jean. —dijo Zoey con amabilidad mientras subía a la carreta.
Rápidamente, las mejillas de Jean se tornaron de un rosado intenso.
—Fue… un p-placer. —respondió para luego huir avergonzado del lugar.
De pronto, dos soldados hicieron su aparición, informando sobre la inexistencia de una brecha y también sobre la manifestación de otros titanes entre los miembros de la Tropa número "104". Reiner Braun y Bertholdt Hoover habían revelado sus identidades como el Titán Acorazado y el Titán Colosal respectivamente, siendo ellos los responsables de la destrucción del Muro María hace 5 años atrás. Tras el enfrentamiento de la Legión contra ellos, en el que Hange y su escuadrón resultaron heridos y con quemaduras, Reiner y Bertholdt secuestraron a Eren e Ymir.
La Legión de Reconocimiento y algunos soldados de la Policía Militar y las Tropas de Guarnición –comandados por Erwin Smith– idearon una operación de rescate para Eren, a quien consideraban como la esperanza de la humanidad.
Todos ellos se reunieron con el resto de soldados que se encontraban en el lugar dónde ocurrió el enfrentamiento para partir juntos rumbo a un pequeño bosque de árboles gigantes, donde Hange suponía que Reiner y Bertholdt se ocultarían de los titanes hasta que anocheciera y estuvieran inactivos. En el camino, los soldados fueron guiándose por las enormes pisadas del Titán Colosal.
Mientras tanto, Zoey esperaba por noticias desde la sede de la Policía Militar. Ese lugar se sentía extrañamente como su casa a pesar de no haber estado allí en mucho tiempo.
Levi también se encontraba en la sede, donde el pastor Nick sería encerrado en una celda hasta que decidiera hablar. El Capitán de la Legión no pudo ir con el resto de sus compañeros a causa de una lesión en su pierna, provocada durante su combate contra la Titán Hembra, después de que ésta asesinara a su escuadrón e intentara llevarse a Eren.
Durante todo ese tiempo en que ambos esperaban novedades, ninguno se animaba a decir palabra respecto a su reciente discusión en el hospital. Levi se preguntaba si lo correcto era disculparse con ella por la forma en que la había tratado, pero no sabía por dónde empezar. Por su parte, Zoey quería decirle que tenía razón en todo lo que había dicho, sin embargo, le costaba mucho admitir que las palabras de Levi la habían ayudado a reaccionar. Ninguno de los dos era capaz de tragarse su orgullo y decirle al otro lo que pensaban, por lo que sólo se limitaron a beber té y cruzar unas pocas palabras de vez en cuando.
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Después de unas horas, los soldados regresaron de la batalla.
A pesar de haber tenido innumerables bajas y de que Erwin perdiera su brazo derecho durante el violento enfrentamiento, la misión había sido un éxito por haber logrado rescatar a Eren. Esto fue gracias a que éste pudo liberar un extraño poder conocido como "coordenada" que hizo que los titanes que se encontraban en el lugar atacaran a Reiner y Bertholdt, lo que significaba que el joven Jaeger poseía la capacidad de controlar las acciones de los titanes a su voluntad. Lamentablemente, Ymir eligió abandonar a su querida Historia y marcharse con Reiner y Bertholdt; en compensación por haberle robado el poder del Titán Mandíbula a uno de sus compañeros al devorarlo cuando ella era un titán puro.
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Una semana después, en un centro de salud del Distrito Trost, Levi y Zoey se encontraban acompañando a Erwin en su recuperación. Desde la amputación del brazo del rubio, los Capitanes pasaban la mayor parte del tiempo con él, por lo que Zoey salía más seguido del hospital para verlo.
Erwin descansaba su espalda sobre la pared de su camilla, observando a Zoey acomodarse a su lado en su propia silla de ruedas.
Levi, quien se removió cansado en el otro extremo, miraba el afuera de la ventana hasta que alguien tocó a la puerta.
—Con permiso, Erwin. —dijo Hange al abrirla. Detrás de ella, ingresó otra persona a la habitación. Hange dirigió su mirada a la chica pelirroja. —Zoey, te presento a…
—Connie Springer de la Tropa de Reclutas número ciento cuatro. —mencionó con prisa el joven de cabello rapado y ojos avellana, mientras hacía el saludo de la Legión.
El muchacho se veía bastante nervioso y perturbado. Zoey devolvió el saludo al inclinar su cabeza.
—Connie procede de Ragako, el pueblo del que se sospecha que provenían los titanes. —explicó Hange.
Tras corroborar los resultados de la inspección del pueblo con Connie, en donde éste había hallado un titán inmóvil sobre su casa que extrañamente se parecía a su madre, llegaron a la conclusión de que los titanes que habían aparecido eran habitantes de Ragakon.
—Eso significa que los titanes… son seres humanos. —dijo Erwin con seriedad.
Levi y Zoey abrieron sus ojos con asombro. Estaban totalmente anonadados. Era algo inimaginable que pudiese suceder. Sin embargo, todavía no había certezas de que eso fuera cierto.
Después de dar su informe, Hange y Connie se retiraron del lugar. Levi era el único de pie que los observaba a ambos marcharse. Al girar su cabeza hacia Erwin, vió que éste tenía dibujada una amplia sonrisa en su rostro.
—¿Se puede saber… de qué te ríes? —preguntó sorprendido.
Zoey tampoco entendía cuál podría ser la razón de esa extraña expresión de felicidad en el rubio.
—Por nada. —respondió Erwin, recobrando la compostura. —Estamos un paso más cerca de la verdad, eso es todo.
—¿A sólo un paso? —preguntó Levi decepcionado, tomando asiento nuevamente. —Teniendo en cuenta los titanes y humanos sacrificados, no creo que haya valido la pena.
—Pero es un paso adelante, sin duda. Y un día, haremos que se desmorone la muralla que oculta la verdad. —afirmó Erwin con total seguridad. —Pero para eso… necesitaremos toda la ayuda posible.
Erwin volteó para conectar su mirada con la de Zoey. Ella lo observó con una expresión dudosa.
—Necesitamos que vuelva la Capitana Rivaille. —le dijo a la pelirroja.
—¿Qué? Y-yo… N-no lo sé… —titubeó ella insegura.
—¿Qué pasó con la soldado que desbordaba confianza, ferocidad y determinación?
Zoey dejó caer su cabeza con tristeza y respondió:
—Murió… Hace mucho tiempo.
—No lo creo. Estoy seguro de que sigue dentro de ti. —comentó el rubio con una sonrisa. —Te conozco desde niña y sé muy bien que cuando estás dispuesta a hacer algo, no hay nada ni nadie que te detenga.
Zoey volvió a levantar su cabeza. Le alegraba saber que Erwin seguía confiando en sus capacidades. Sabía que él creía en ella y no quería volver a decepcionarlo.
—Entonces, ¿qué dices? —preguntó Erwin, expectante junto a Levi por su respuesta.
La pelirroja observó a ambos hombres que la miraban. Suspiró hondo y tomó su decisión.
—Lo haré. —respondió la chica con firmeza. —Me esforzaré, Comandante.
Erwin volvió a sonreír. Levi suspiró aliviado, volteando su rostro hacia la ventana.
—Eso quería oír. —dijo el rubio con alegría.
La enfermera tocó a la puerta para informarle a Zoey que ya era hora de regresar al hospital. Antes de que ella pudiese retirarse, Erwin le pidió que se concentrara en su recuperación y no volviera a visitarlo. La pelirroja asintió y condujo su silla de ruedas hacia la salida. La próxima vez que se vieran, ella estaría recuperada y lista para volver a ser la Capitana de la Legión.
~
Desde entonces, y sin poner resistencia, Zoey comenzó a tomar sus pastillas diariamente; analgésicos para sus dolores de cabeza y antidepresivos para sus estados de ánimo. Éstos últimos solían causarle mareos, náuseas, fatiga e insomnio, por lo que también debía tomar medicamentos para contrarrestar esos efectos. Al principio, dichos síntomas le resultaban intolerables, pero con el paso del tiempo se fue acostumbrando a lidiar con ellos.
Con el fin de acelerar su proceso de recuperación y volver a caminar con normalidad lo antes posible, además de asistir a rehabilitación, Zoey se sometió a una terapia de estimulación eléctrica en su médula espinal. A pesar de ser un martirio para ella, estaba dispuesta a soportar el dolor, el cansancio y los pinchazos con tal de regresar pronto con sus compañeros.
También se sometió a una rigurosa dieta para subir de peso. Era fundamental que a Zoey le inyectaran suplementos de hierro y vitaminas para combatir su anemia. Cuando pudo recuperar sus fuerzas, se dedicó a entrenar día y noche como antes. Se ejercitaba con ayuda de distintos aparatos para recuperar su masa muscular y tonificar su cuerpo, y despertaba todas las mañanas al amanecer para salir a correr y practicar sus técnicas de combate.
Debido a su lesión en la espalda y cadera, le tomó bastante tiempo poder volver a usar el Equipo de Maniobras Tridimensional, siendo impensado para ella realizar los movimientos y acrobacias que solía hacer con su cuerpo. Tuvo que acostumbrarse a usar una faja correctora debajo de su ropa y a realizar sus maniobras con sumo cuidado para no lastimarse.
A pesar de los impedimentos físicos y psicológicos que Rivaille debía afrontar de ahora en adelante, ella estaba feliz de recuperar sus alas. Al volver a volar con su Equipo de Maniobras, experimentó nuevamente aquella sensación de júbilo y libertad que tanta satisfacción le daba.
Decidida a esforzarse más que nunca, entendió que debía existir alguna razón por la cual no había muerto ese día. La vida le estaba dando otra oportunidad y estaba dispuesta a aprovecharla, por lo que no descansaría hasta ganar esta guerra contra los titanes.
Zoey estaba ansiosa por volver a la Legión de Exploración y consagrar su corazón, independientemente de si el destino le aguardaba un futuro esperanzador u otro encuentro cara a cara con la muerte.
Continuará…
