Hey.

Cada vez llego más tarde jaja. Al menos llego. Algo es algo.

Espero hayan pasado un maravilloso fin de año. Es curioso lo rápido que pasa el tiempo, no?.

Disclaimer: MSLN ni sus personajes me pertenecen. Todo el crédito a sus respectivos autores.

Capítulo 13.A: Demasiado tarde

Aún después de dos meses, vivía con las consecuencias de sus actos.

Rein la había encontrado aquella mañana tirada en el suelo de su habitación, murmurando incoherencias y con una fiebre tan alta que su piel, al tacto, parecía una brasa ardiente. Haciendo gala de una resistencia física que ni la misma mujer sabía que tenía, la había cargado hasta su automóvil y, manejando a una velocidad que definitivamente no estaba permitida, la había llevado hasta el hospital de la TSAB. Había sido ella misma quién se había encargado de que la ingresaran de urgencias, y también era la responsable de que Shamal tomara el caso de Fate de manera personal.

También había sido Rein quién había tenido que lidiar con las explicaciones hacia el comité, mintiendo descaradamente aunque, en privado, tuvo que ser sincera con Hayate en relación a sus sospechas. No había querido decirlo en voz alta, pero el matraz vacío que alcanzó a ver en la mesa de noche de Fate no le daba buena espina.

Fate, luego de algunos días en el hospital y con un semblante ligeramente mejor, tuvo que ser sincera cuando Rein le pidió saber qué había pasado esa noche.

A pesar de que no se le pasó por alto el deje de decepción que notó en los ojos de Rein cuando le confesó que había robado RF6 para hacer un viaje por su cuenta, la mujer no le reclamó directamente, ni la amenazó con suspenderla. Más bien, se notaba que su colega intentó ser lo más comprensiva posible respecto a la situación en la que Fate se encontraba, aunque no justificaba sus actos.

Aunque lo que hizo después si se había parecido mucho a una suspensión.

Días después, cuando Fate aún seguía en el hospital por órdenes de Shamal, quién aún no lograba entender por qué sus extremidades seguían mostrando problemas de motricidad, Rein había ido a visitarla indicando que el comité había aprobado sus vacaciones.

Vacaciones que ella no había pedido.

Por dos meses, con posibilidad de extenderlas sin trabas para que pudiera continuar con su recuperación de ser necesario.

En ese momento Fate tuvo muchas ganas de protestar, pero el tono que había utilizado Rein al avisarle, aunque cordial, también le había hecho entender que esa decisión era indiscutible. Para todo el desastre que había provocado por su acción, la estaba sacando barata. Estaba segura de que si su jefatura directa hubiese estado a cargo de cualquier otra persona, en esos momentos estaría sin trabajo y con una costosísima factura médica que incluso a ella, con sus medios económicos, se le dificultaría pagar.

Esas vacaciones fueron casi como un freno de emergencia aplicado a sus emociones. Pasó de pensar casi todo el tiempo en sus errores, a tener que enfocarse en mejorar su estado físico para que pudieran permitirle regresar. A pesar de que luego de una semana le habían dado de alta oficialmente en el hospital, tenía que ir 3 veces a la semana a sesiones de rehabilitación, y también semanalmente era evaluada de manera general por Shamal para poder revisar su progreso.

Aunque la doctora no se lo decía directamente, Fate sabía que estaba preocupada. A pesar de todo el empeño que estaba poniendo en las sesiones no estaba avanzando tan rápido como a la doctora le gustaría. La pierna del inicio seguía dando problemas, aunque ahora podía apoyarla por un poco más de tiempo, y sus estados de confusión habían disminuido ligeramente, pero para todo el esfuerzo que estaban poniendo en su recuperación, faltaba aún más.

Sabiendo que, de esa recuperación, dependía su regreso al trabajo, optó por la vía más fácil: Mentir.

Había cosas que no podía ocultar, como el que su pierna se había vuelto una molestia constante que no quería obedecer las órdenes de su cerebro, pero si Shamal le preguntaba si había tenido algún episodio de confusión fácilmente era capaz de decir que se había sentido bien durante el día. También, en la soledad de su residencia, si su vista se nublaba o empezaba a sangrar, Shamal no tenía por qué enterarse.

No podía arriesgarse a permanecer más tiempo fuera del laboratorio. Si no volvía a ocupar su mente en el trabajo definitivamente enloquecería antes de que ese año se terminara.

Por eso, apenas Shamal le dio el visto bueno para reincorporarse al trabajo, Fate se tomó esas palabras al pie de la letra. Ese mismo día le había avisado a Rein que ya tenía el visto bueno de Shamal para regresar a trabajar, prácticamente en su último día oficial de vacaciones. Su colega se mostró complacida con la noticia, indicándole que la alegraría mucho verla el día lunes de regreso en el laboratorio.

Oficialmente sus vacaciones habían terminado el viernes. Para el lunes aún quedaba mucho tiempo, así que tomó la decisión de ir al laboratorio a partir del sábado para poder ponerse al día con los reportes que habían escalado en su ausencia.

Era así como había terminado en el estacionamiento del complejo de la TSAB, extrañada de la poca cantidad de automóviles que se encontraban aparcados. Sí, era cierto que el sábado estaba fuera de la jornada laboral oficial, pero aún así muchos laboratorios organizaban jornadas especiales para ese día, o se turnaban para continuar con revisiones de muestras y experimentos durante los fines de semana. Incluso ella habitualmente iba los sábados al laboratorio, aunque fuese por medio día.

Ayudándose con un bastón canadiense, una de sus últimas adquisiciones para poder movilizarse sin ayuda y compensar la falta de cooperación de su pierna, caminó hasta la entrada del ahora solitario complejo. Al ingresar, Zafira, el guardia de seguridad que solía estar de turno durante los fines de semana, la saludó alegremente.

- ¡Buenos días Doctora Testarossa! - exclamó el hombre - Me da gusto verla de nuevo. Espero que se sienta mejor, supe que tuvo algunos percances de salud.

- ¡Buenos días Zafira! - respondió Fate amablemente - Sí, así es. Tuve algunos problemas pero afortunadamente ya me siento mejor.

- Aunque no voy a negar que me sorprende un poco verla este sábado por acá.

- Las viejas costumbres no mueren. Eso sí, no te voy a negar que hoy parece un poco desolado.

- ¡Tiene toda la razón! - afirmó Zafira - No creo que hoy venga mucha gente. Parece que hoy había un evento fuera, así que casi ningún jefe organizó jornadas. ¿Qué era?… Ah ¡Ya lo recordé!. Hoy es la boda de la Dra. Takamachi.

Ante la mención del apellido de Nanoha se le vino el mundo a los pies. Ese día, entre todos los malditos días en el que se pudo haber antojado de ir al laboratorio.

Intentando mostrarse profesional, relajó las facciones que había contraído ante la súbita noticia que el guardia acababa de darle.

- Sí, seguramente no vendrá mucha gente hoy - murmuró, tratando de no hacer una mueca - En fin, voy al laboratorio.

- ¿Necesita ayuda para bajar? - ofreció raudamente Zafira.

- No es necesario Zafira, muchas gracias por tu preocupación - declinó Fate - Con el bastón es más que suficiente.

- Está bien - aceptó el guardia - ¡Avíseme si necesita ayuda! Estaré atento - agregó, señalando la central telefónica.

Apenas salió de la línea visual del hombre, su boca se contrajo en una dura línea. La molestia que sentía por lo que se tardaba en caminar hacia los ascensores debido a su movilidad reducida solo incrementaba su furia. Por dentro, era como si alguien hubiese encendido una chispa que peligrosamente quemaba su cordura, impidiéndole pensar serenamente.

Esa furia no desapareció ni siquiera cuando estuvo sentada frente a su escritorio, intentando encontrarle sentido al montón de números que veía en la pantalla.

¿Con quién estaba molesta realmente? ¿Estaba molesta con Nanoha por haberse casado, o estaba molesta con ella misma al haber creído que la última interacción que habían tenido iba a ser suficiente para que la mujer dejara toda su vida de lado para correr hacia ella?

Si Nanoha le había perdonado el desplante que le había hecho en la universidad, si le había perdonado todo el tiempo que había perdido en esos años, estaba segura de que no podría perdonarle la desfachatez que había tenido al pretender que, a última hora, la mujer dejara todo su mundo por ella, quién apenas hasta hace poco era que se había atrevido a mostrarle un ligero ápice de lo que sentía.

Trató de enfocarse en los reportes. Hizo todo lo posible. Realmente lo hizo, pero sus pensamientos seguían desviándose una y otra vez hacia el objeto de su deseo. Decidida a tomar una medida drástica para atontar su mente, rebuscó en los cajones del área en donde estaba la cafetera hasta dar con la petaca que, a manera de chiste, Rein había llevado al trabajo para "especiar" el café cuando hacían turnos nocturnos.

Definitivamente beber en el trabajo estaba terminantemente prohibido, pero esa terrible semana en la que apenas estaban dando con la fórmula correcta del RF6 habían utilizado el contenido de esa petaca un par de veces, para luego dejarla olvidada en ese lugar, por sí más adelante necesitaban un buen café irlandés para despejar la mente. Al destaparla y darle un trago, Fate descubrió que ese fino whisky escoses que Rein había utilizado para llenar el recipiente estaba intacto.

No pudo evitar carraspear ligeramente al sentir el líquido pasar por su garganta. Era fuerte, bastante. La calidez del licor se sentía como un puñetazo en el estómago pero, al segundo trago, el escozor fue menor. Trasladó la licorera a su escritorio y continuó con la revisión de los datos, esta vez con un nuevo castigo.

Cada vez que su mente empezaba a divagar y un par de ojos violáceos se cruzaban por sus pensamientos, le daba un sorbo al recipiente metálico y volvía a enfocarse en los reportes. Muy tarde se dió cuenta de que, en vez de disminuir, a medida de que el alcohol se adentraba en su organismo y empezaba a juguetear con sus sentidos, en vez de dejar de pensar en Nanoha solo la pensaba más.

Prontamente, su cabeza atontada por el inicio de su embriaguez empezó a mezclar sus recuerdos. Ahora, no solo recordaba a Nanoha mirándola ofendida por el beso que le había robado, o la sonrisa que esbozaba esas veces que se habían ejercitado juntas. También la recordaba emocionada por verla regresar a la casa que tenían en una realidad lejana, y la forma en la que años atrás se había entregado a ella en la habitación de esa Fate que no era ella, pero que a la vez si lo era.

Todos, absolutamente todos esos recuerdos ahora le causaban dolor.

Cuando los números empezaron a confundirse en su vista desistió de su terquedad y, en vez de seguir intentando la imposible tarea de continuar con la revisión de su trabajo, sacó su teléfono celular y entró a una de sus redes sociales.

No era usuaria habitual de las redes ya que las consideraba más una distracción que algo provechoso, pero en ese instante justo lo que estaba necesitando era distraerse. Con el dedo, se deslizó de publicación en publicación, encontrando algunos videos que la hicieron reír a carcajadas. Esperanzada por el nuevo rush de ánimo, siguió deslizando entre las publicaciones hasta que su sonrisa se congeló instantáneamente en su rostro.

Había dado con una foto, publicada por un colega que estaba asignado a uno de los laboratorios superiores. En la foto estaban Rein y Hayate, enfundadas en unos preciosos vestidos de cóctel. Rein sonreía para la foto, pero su sonrisa no se comparaba con la amplia muestra de felicidad que reflejaba el rostro de Hayate.

Ninguna de esas dos sonrisas era tan amplia como la de la mujer de cabello cobrizo posicionada justo al lado de Hayate, dejándose abrazar por el hombre rubio que, para esos momentos, ya se había convertido en su esposo.

La sonrisa de esa Nanoha se veía tan hermosa como las sonrisas que la Nanoha de la otra realidad le dedicaba solo a ella.

No hizo el menor esfuerzo por detener las lágrimas que corrían por sus mejillas, cayendo profusamente sobre su escritorio y manchando los pocos papeles que tenía cerca. En esa realidad, para ella ya era demasiado tarde. Había tomado cartas en el asunto tardíamente, había elegido tardíamente seguir las pautas de su corazón y, por eso, ya era tarde para solucionar el enredo, y tarde para salvarse a sí misma.

Apurando el contenido del recipiente bebió hasta la última gota. Trastabillando aún con la ayuda del bastón, se desplazó lentamente por el laboratorio hasta llegar al depósito de reactivos, y rápidamente el resplandor verdecino llegó a sus pupilas.

¿Acaso había tenido alguna alternativa?.

Decidida, tomó uno de los frascos y lo acercó hasta su boca, sin siquiera preocuparse de medir el contenido. Por primera vez, el amargo líquido parecía ser muchísimo más dulce que la hiel que abrumaba su interior.

Con la mente confundida por el RF6 y el licor, se recostó en una de las paredes del depósito y, con ese apoyo, se deslizó lentamente hasta alcanzar el suelo, cerrando sus ojos y rogando por desaparecer.

Sus súplicas fueron escuchadas cuando abrió sus ojos abruptamente.

Miró desorientada a su alrededor, aferrándose rápidamente del asiento del automóvil en donde viajaba al darse cuenta de que estaba en movimiento. Esta vez no era ella quién manejaba el vehículo.

Al girar su cabeza hacia el asiento del conductor pudo ver a Signum, unos años mayor según a como recordaba la apariencia de la mujer cuando la había visto en la universidad. Seguía aún con el cabello pintado de rosa, amarrado en una coleta alta, y sus manos sostenían firmemente el volante mientras conducía de manera temeraria.

- ¡Avanza mierda! - le gritó al conductor del automóvil que estaba frente a ella, a través de la ventana - ¡Tengo prisa!

La actitud acelerada de la mujer había tomado completamente por sorpresa a Fate, quién nunca la había visto tan alterada.

- ¡Testarossa! - exclamó Signum, provocando que se sobresaltara - ¿Es al St. Mary?

Fate la miró confundida. Reconocía vagamente ese nombre. Si más no recordaba era el nombre de uno de los hospitales de la ciudad.

- ¿Al St. Mary? - preguntó Fate, confundida.

- ¡Oh Vamos! ¡Espabila Testarossa! - la reprendió Signum - ¡Es tu mujer la que está pariendo!

¿Su mujer?

¡Nanoha estaba dando a luz!

Los recuerdos iluminaron su cabeza como si fuesen luciérnagas en medio de la noche. Ella se había quedado en la floristería a regañadientes, mientras Nanoha se había empeñado en ir a buscar un pedido en la furgoneta. Fate había intentado negarse a dejarla ir sola, considerando lo avanzado de su gestación, pero su mujer era bastante terca cuando se lo proponía y, adicionalmente, ese día no tendrían mucha ayuda en el local, así que no le quedó más remedio que quedarse.

Cuando algunas horas después había recibido una llamada del hospital, indicándole que estaban ingresando a Nanoha porque había roto fuente, casi le da un infarto.

Por azares del destino había corrido con la suerte de que Signum estaba pasando por ese lugar. Luego de la universidad en esa realidad habían conservado su amistad, y daba la casualidad de que las oficinas en donde su colega trabajaba quedaban bastante cerca de la floristería, por lo que a veces sin querer se encontraban por ese lugar cuando la mujer iba camino a buscar algo para almorzar. Al ver el tremendo estrés de Fate se apresuró a ponerse a su disposición, y así había terminado en el auto de Signum atravesando las calles de la ciudad a una velocidad bastante peligrosa, intentando llegar a tiempo al hospital para poder estar junto a Nanoha.

- ¡Sí! - respondió afirmativamente Fate, con el corazón acelerado - ¡A ese mismo!

- Bien, bien, estamos cerca - murmuró Signum, presionando aún más el acelerador - Enfócate Testarossa. Sé que estás nerviosa, pero en estos momentos Nanoha te necesita. En estas situaciones es en donde realmente demostramos de qué estamos hechas.

- Gracias Signum - respondió Fate, entendiendo el pedazo de sabiduría que su amiga intentaba transmitirle.

Unos escasos minutos después Fate agradeció haberse colocado el cinturón de seguridad, porque el frenazo repentino de Signum frente a la entrada del área de urgencias del hospital hizo que las llantas del auto rechinaran. Velozmente salió del automóvil, y prácticamente corrió hacia la recepción del área.

- Buenas tardes, soy Fate Testarossa, familiar de Nanoha Takamachi - habló rápidamente Fate, mirando a la enfermera - Está en proceso de parto, me dijeron que estaba en este hospital.

Entendiendo la emergencia de Fate la enfermera tecleó rápidamente en su computador, validando la información que le había dado, para luego hacerle señas a una de sus colegas.

- ¡Sí! Ya la Sra. Takamachi está en sala de parto - informó eficientemente la enfermera - Sigue a mi compañera. Ella te acompañará hasta la sala.

No sin antes agradecerle a la enfermera por haberle suministrado esa información, prácticamente trotó junto a la otra mujer que la guiaba ágilmente por los pasillos del hospital. La suerte estuvo de su lado cuando pidieron el ascensor, con las puertas abriéndose en ese piso prácticamente unos escasos segundos después de haberlo llamado, y el trayecto hasta el piso en el que se encontraba la sala de partos le pareció infinitamente largo.

Siguiendo las instrucciones de la enfermera, pasó a una sala en donde lavó rápidamente sus manos, poniéndose rápidamente un bata quirúrgica descartable mientras sus manos temblaban de anticipación. Los quejidos de Nanoha se escuchaban fácilmente en la sala de preparación donde se encontraba.

Al ingresar a la sala de partos, lo primero que vio fue el rostro de Nanoha, contraído por el dolor. Aún así, una sonrisa de alivio se reflejó en la mujer, quién dejó escapar un suspiro.

- Ya estoy aquí, ya estoy aquí - susurró Fate al oído de Nanoha.

Tomando su posición, al lado de su esposa, apretó firmemente su mano para demostrarle que estaba en ese momento a su lado, y que no la soltaría nunca, ni dejaría de acompañarla jamás.

- Bien Nanoha - habló la doctora - Este es el momento. Necesito que respires profundo y pujes con todas tus fuerzas. ¿Entendido?

- Puedes hacerlo Nanoha - la animó Fate, sosteniéndola con fuerza - Puedes hacer esto.

- Puedo hacerlo - repitió Nanoha, decidida.

- Entonces hagámoslo a la cuenta de tres - pidió la doctora - Uno, dos ¡Tres!

Entre quejidos, Nanoha hizo su mejor esfuerzo, visiblemente adolorida mientras Fate intentaba respirar junto a ella para calmarla y apoyarla de la única manera en la que podía hacerlo. Una vez, y otra más, intentando no gritar en el proceso, Nanoha repitió el doloroso proceso refugiándose en la dulce voz que le daba ánimos hasta que, por fin, el dolor paró de manera abrupta provocando un alivio casi inmediato.

Y en el lugar se escuchó un sollozo infantil, una nueva vida que probaba la capacidad de sus pulmones por primera vez.

Para Fate, ese pequeñito cuerpo hinchado que estaban colocando en el pecho de Nanoha era la cosa más hermosa que había presenciado en su vida.

Nanoha, tomando cuidadosamente el bulto que se removía inquieto entre sus brazos, miró a la pequeña niña con lágrimas en sus ojos.

- Hola Vivio - susurró Nanoha, mirando a la criatura, enternecida.

Fate, imitando a su esposa, acercó una de sus manos a la pequeña, conmovida hasta las lágrimas.

- Hola - imitó.

Una pequeñísima mano se cerró sobre uno de sus dedos.


Para el momento en el que la recepción había iniciado, Rein ya se encontraba tremendamente aburrida.

Si era honesta, más que aburrida, una pequeña sombra de culpabilidad la acompañaba desde que había tenido que vestirse para ir a ese evento junto a Hayate. Su esposa era muy amiga de Nanoha, así que era indiscutiblemente una de las invitadas de honor de la boda, pero a diferencia de Hayate, Rein había desarrollado una sólida amistad con Fate producto de la camaradería que el pasar tantas noches en vela encerradas en un laboratorio desarrollando teorías y haciendo cálculos había provocado. El cariño que le tenía a la rubia investigadora era inmenso, tan grande que había sido capaz de mentir por ella en el trabajo solo para protegerla de las decisiones implacables del comité, a pesar de que eso podría causarle problemas.

Por eso, se sentía como una tremenda hipócrita al estar presenciando en primera fila como el amor de la vida de su mejor amiga se casaba con otra persona, aplaudiendo como una foca y esbozando una amplia sonrisa para que las fotos salieran perfectas.

A pesar de que Fate seguía diciendo que no le importaba lo que pasara con Nanoha, estaba completamente segura de que la obsesión que Fate había desarrollado por regresar continuamente a la realidad paralela a la que tenía acceso era provocada solo por el deseo de seguir viéndola. Los sonrojos de la mujer solo le indicaban que, en esa otra realidad, su relación con Nanoha distaba mucho de ser las simples extrañas que eran en la realidad que les correspondía, pero conociendo el orgullo tan grande que su amiga portaba, dudaba que fuera capaz de admitirlo cara a cara.

Quizá si Fate le hubiese hecho caso cuando le pidió que intentara ser sincera con la recién casada, fuese su querida amiga quién estuviera ocupando el papel del novio en esa boda. Quizá si Fate fuese el novio ella estuviese más animada, y no sentiría esas ganas de escaparse de la fiesta para irse a ver películas malas a su casa.

Aprovechando que Hayate se había levantado de la mesa que les habían asignado para ir a hablar con otros jefes de laboratorio, buscó en su diminuto bolso de mano su teléfono celular, para intentar encontrar algo con lo que distraerse fuera del bullicio del lugar.

Durante la ceremonia había tenido que dejar su teléfono en silencio. Por eso, nunca había escuchado la notificación que había recibido en su celular, anunciando la llegada de un nuevo correo electrónico.

Al abrir el correo se quedó mirando la pantalla de su teléfono por unos segundos, extrañada.

Había recibido la notificación del validador de identidad de Fate, que recibía siempre que Fate ingresaba al laboratorio al iniciar la jornada laboral y al terminarla. Como era la encargada oficial de la investigación, solía ser ella quién recibía las notificaciones de acceso. Al estar acostumbrada a las largas jornadas de trabajo de Fate usualmente ignoraba esos correos, pero esta vez, que su colega había estado de vacaciones, no esperaba recibir esa notificación si no hasta el día lunes.

Con el ceño fruncido, ubicó el número telefónico de Fate en sus contactos e intentó llamarla.

Cuando no contestó el primer llamado, esperó cinco minutos e intentó de nuevo.

Luego de un segundo intento fallido, y con un mal presentimiento, trató de llamarla de nuevo.

Diez minutos después, con un tercer intento fallido, la ansiedad era tan grande que sentía la garganta completamente seca, y la mano que sostenía el teléfono celular le temblaba ligeramente.

Hayate, al verla tan seria, se sentó nuevamente a su lado mirándola con preocupación.

- ¿Todo está bien Rein? - preguntó Hayate.

- No - contestó Rein, intentando pensar en una excusa.

Tenía que ir al laboratorio. Algo no estaba bien.

- Creo que deje un equipo encendido en el laboratorio - agregó, intentando sonar convincente.

- ¿En serio? Pero no es algo tan importante ¿No? - inquirió la castaña, alzando una ceja.

- Es importantísimo - dijo Rein, guardando el teléfono en su bolso - Tengo que ir al laboratorio a revisar.

- ¡Vamos Rein! ¿Estás hablando en serio? Estamos en una boda. - murmuró su esposa, suspirando.

- Lo siento Hayate, en serio, pero tengo que ir - insistió la mujer de cabellos plateados - Si ese equipo se llega a sobrecalentar estaremos en problemas. Es un equipo tan costoso que ni tú me vas a poder salvar si pasa algo.

Hayate la miró por unos segundos, segundos en donde Rein intentó mostrarse lo más seria posible para mantener su mentira hasta el final. Abatida, aceptó.

- Bien - se rindió Hayate - Si es tan necesario que vayas a revisar puedes irte. Pero prometeme que vas a regresar, por favor. No quisiera tener que estar sola durante toda la recepción.

- Te prometo que regresaré apenas lo solucione.

Despidiéndose con una sonrisa de Hayate, salió del lugar de la recepción disimulando lo más posible, para luego prácticamente correr hasta su automóvil.

Mientras conducía el largo trayecto que la separaba del complejo de la TSAB intentó llamar a Fate algunas veces más, pero el tono de llamada sonaba varias veces sin que nadie lo tomara. Con cada intento fallido la sensación de que algo estaba fuera de lugar se apoderaba de ella y la hacía pisar el acelerador un poco más. Luego de lo que pareció una eternidad llegó al amplió estacionamiento de la TSAB, reconociendo el automóvil de Fate entre los escasos vehículos que se encontraban aparcados.

Estacionándose prácticamente en el primer puesto vacío que encontró más cerca de la puerta de entrada, salió de su automóvil no sin antes sacar su carnet de identificación de la guantera y, con paso veloz, se dirigió al acceso del complejo en donde el guardia de turno la saludó desde su solitario asiento en la recepción.

- ¡Hola Dra. Eins! - saludó el moreno hombre - Qué raro verla por aquí hoy. Casi todos los jefes están en el evento.

- Hola Zafira - saludó de vuelta Rein - ¿La Dra. Testarossa está en el laboratorio?

- Sí, llegó en la mañana - contestó el hombre.

- Muchas gracias por la información Zafira - agradeció Rein, antes de caminar rápidamente hacia los ascensores.

Mientras bajaba al subterráneo rogó porque esa sensación desagradable que se había formado en su pecho fuese solo producto del estrés, y no a la certeza peligrosa que se había formado en su cabeza, una terrible corazonada de que la científica que estaba encerrada a esa hora en el laboratorio estaba haciendo algo realmente estúpido.

Acercó su carnet al lector de identificación y, cuando entró al amplio espacio del laboratorio, encontrándose con el escritorio vacío de Fate y un peculiar olor a alcohol en el ambiente, supo que su presentimiento había sido acertado.

Un sollozo, apenas audible en el espacio, hizo que prácticamente atravesara en escasas zancadas el trayecto que la separaba de la sala de reactivos.

- Fate ¿Qué…?

Al encontrar a Fate se le encogió el corazón.

La rubia estaba llorando, y ni siquiera estaba intentando disimular las lágrimas que viajaban por su rostro formando surcos por sus mejillas. Completamente abatida, una de sus manos intentaba tapar su rostro mientras seguía llorando sonoramente, con sonidos que eran lo más cercano a un lamento que había escuchado en su vida. El bastón que sabía que la mujer usaba para ayudarse a caminar desde las sesiones de rehabilitación había quedado bastante lejos de su alcance, pero ella no tenía ni el menor interés en él. Solo seguía llorando en el suelo, en ese mismo lugar, tan destrozada que, al verla de esa manera, Rein también sintió ganas de llorar.

Cuando se agachó a su lado, sin saber muy bien que hacer para aliviar el dolor tan grande que aquejaba a su amiga, Fate retiró la mano de su rostro, y Rein pudo ver que la mujer también sangraba profusamente por la nariz.

- Me quiero morir - fue lo único que pudo entenderle a su amiga entre sollozos.


N/A: En Saturno viven los hijos que nunca tuvimos.

Nadaoriginal: Y el camino se puso aún peor. Por supuesto, esto es solo ficción, pero igual es curioso como la desesperación puede empujarnos más allá de nuestro propio límite. Menos mal que la pobre Rein ya tiene el cabello plateado. O quizá es de las canas que Fate ya le ha sacado durante esos años. Por cierto, desde aquí te estaré haciendo porras para que puedas seguir en pie, si tenemos suerte, muchos años más jajaja. Te envío un gran abrazo!

Gui: Tienes toda la razón. Considerando que prácticamente se quebró a sí misma... Para nosotros que estamos viendo su historia de manera externa es definitivamente un evento bastante triste. Pensamos que las consecuencias serían malas, pero al parecer podían ponerse peores. Cosas que pasan, no?. Que pases un buen domingo!

TheLostName: Bueno, la muchacha nos salió atrevida en los momentos más inoportunos. Un... Atrevimiento tardío, diría yo. Ah, eso de la boda hubiese estado interesante aunque... Si tuvimos boda, pero no la que esperabamos la verdad. Aunque eso que vio sí que fue un puñetazo. Más que un puñetazo creo que fue tremenda puñalada. Y pobrecita... por supuesto tenía que llamar a una ambulancia pero es que esta pana es pendeja con ganas. Ah... pobrecita.

Nos leemos pronto.