Hacía cinco años que salían, a estas alturas algo le repetía que debería haber aprendido ya la lección. Su novio era un desastre para muchas cosas y las fechas era una de ellas. Francis no podía esperar de él lo mismo que entregaba al resto. A pesar de esos fallos, lo quería con toda su alma. ¿Y entonces por qué estaba tan enfurruñado mirando la pantalla sin mensajes de su móvil por decimoquinta vez en toda la mañana?

Gruñó y bloqueó el teléfono.

¡Quizás porque era su aniversario y quería que le mandara un mensaje felicitándole! Porque suficiente suplicio era no poder verle todas las noches y tener que marcharse mientras él se quedaba durmiendo en la cama por las mañanas para que ahora el puñetero no tuviera un detalle.

A la hora de comer, Elizabeth asomó en su despacho y sus astutos ojos verdes enseguida detectaron que su compañero se encontraba de un humor de perros. Se fue para él y le agarró del codo.

— Tienes una expresión de querer arrancarle la cabeza a alguien. Vamos, te llevaré a un sitio bueno a comer.

— Muy bueno tiene que ser para que me levante el ánimo…

Se dejó arrastrar por la muchacha que hablaba, como era habitual, por los codos. La familiar fachada del edificio le enfadó más de lo que debería. En aquel restaurante había tenido su primera cita con Antonio. El estúpido Antonio que seguía sin dar señales de vida. La madre que lo parió, aunque ella no tuviera culpa. En el interior, un pétalo blanco sobre la alfombra que formaba un pasillo artificial entre las mesas le llamó la atención. Eliza le empujó y le azuzó a seguir el rastro. Extrañado, siguió los pétalos, como si fueran migas de pan, y al girar en una esquina vio una mesa al fondo rodeada de flores. Delante, Antonio, vestido con un elegante traje chaqueta y peinado hacia un lado, esperaba con un ramo en las manos.

Boquiabierto, se acercó hasta quedar frente a él. Antonio sonrió y le tendió las flores.

— Feliz aniversario, Fran.

El francés pasó por un amplio espectro de emociones y acabó notando calor en el rostro y un ardor en los ojos que no se trataba más que de una amenaza de lágrimas. Desvió la mirada, derrotado, enamorado hasta las trancas de aquel cabeza hueca.

— Menudo capullo estás hecho.

La risa de Antonio le abrazó y se sintió protegido y en casa.


Prompt fictober 2022, día 6: Ramo de flores