Dime, Francis, ¿te acuerdas de aquel lluvioso día de septiembre? Estábamos a punto de terminar la universidad y hacía días que no hablábamos. Llevabas persiguiéndome todo el semestre, gritando a los cuatro vientos que te gustaba. Por mi parte, no podía aceptarlo como realidad: arrastrabas una fama y mis amigos me llenaban la cabeza de dudas.
Te hará daño.
Es todo un juego.
No quería creerles, pero la perspectiva daba miedo. Así que ahogaba el cosquilleo en el estómago, el calor en las manos y negaba que todo aquello existiera en mí.
Era normal. Meses de rechazos. Cualquiera se cansaría. Me gritaste que te habías hartado de estar enamorado de alguien tan insensible y denso.
A la semana me llamaron de casa y me dijeron que Pirineos había muerto. Ya tenía una edad, estaba medio sordo y le costaba caminar. Y, a pesar de saberlo, el dolor me tumbó. Llovía y no me importaba. Me empapaba mientras caminaba sin rumbo, con la cabeza embotada.
Al menos, hasta que te tuve delante. No sé ni cómo te enteraste, pero lo sabías. Me dijiste que lo sentías mucho, extendiste los brazos y corrí a refugiarme en ellos mientras lloraba. Me acompañaste a mi dormitorio. No supe cómo despedirme. O disculparme. Tus ojos no me encontraban mientras me rogabas que me cuidara.
Cuando vi que te alejabas, me di cuenta de que aquello, tu cariño desinteresado, había acertado en mi corazón. Un nuevo punto. Set y partido. Había perdido. Realmente me había enamorado de ti. Eso quise decirte a la mañana siguiente.
¿Quién me iba a decir que no podría porque te habrías marchado a otra universidad?
Prompt fictober 2022, día 8: Partido / ¿Te acuerdas?
