Cuando Francis salió de la facultad, rodeado de sus nuevos compañeros, y vio a Antonio de pie, esperando bajo una farola, la sonrisa se le escurrió del rostro. Tanto se había esforzado por escapar de él, escapar del desengaño amoroso, que ahora su mera presencia le golpeaba el rostro. Se despidió de ellos y se acercó a Antonio. Estaba nervioso, lo notaba, y el sentimiento se le contagiaba.
— ¿Qué haces aquí, Antonio?
La frialdad de sus palabras arañó al castaño. Se encogió, herido emocionalmente, y metió las manos en los bolsillos.
— Te fuiste sin avisar a nadie… —musitó Antonio.
— Que no te avisase no significa que no dijera nada a nadie.
El daño fue visible en su mirada y de no ser por la ira y el despecho, Francis se hubiera sentido mal por él.
— Quiero hablar contigo —se lanzó Fernández.
— No tengo nada que decirte. Todas mis emociones siempre estuvieron en exposición. Me ha costado tiempo, pero he entendido que no son sentimientos recíprocos y que te avergüenzas de mí.
Antonio abrió la boca, indignado, y pisó las palabras de Francis antes que pudiera seguir.
— ¡Nunca dije eso! Sé que no he sido la persona más empática. Tenía miedo. Primero la excusa fue tu historial de relaciones, pero luego carecía de base. Me has demostrado que eres una persona dedicada y fiel.
— ¿Entonces cuál es el problema? —espetó Francis, a punto de perder la paciencia.
— El problema es que hace tanto que no salgo con una persona que temo meter la pata. ¡Me da miedo no ser suficiente para ti!
Francis lo miró sin alterar mucho su semblante. Parecía juzgarle.
— Eres idiota —lo reprendió.
— Antonio Fernández, a su servicio. ¿Crees que podríamos hablar un poco más? No quiero perderte, Fran.
— Tú invitas.
— Por supuesto. Donde quieras.
Prompt fictober 2022, día 21: Nunca dije eso
