Las llamas consumían las telarañas que cubrían los techos altos de la cueva. Entre los integrantes de la facción humana, destacaba un joven atlético, de cabellos rubios largos recogidos en una coleta. Su largo estilete estaba clavado entre los pechos de la bestia antropomórfica de piel gris. Espasmos recorrían sus ocho patas peludas y gruñía, a pesar del líquido oscuro que le salía de la boca. El joven retiró el filo y observó, con alivio, cómo la bestia caía. Las arañas que no habían perecido en el asalto se habían retirado hacia la espesura del bosque. Cuatro capullos estaban colgados de estalactitas. Algunos de los hombres los bajaban y rompían la tela de araña. En el interior hallaron a sus compañeros. El que hacía más tiempo que había secuestrado tenía la cara chupada, el color de la terracota y la piel como el cuero seco.

—¡Francis! ¡Aquí!

Corrió hacia el vecino que le había llamado y sintió un vuelco al estómago. Tuvo que aguantar las náuseas que le dejaron una acidez incómoda en la boca. Por un corte que había hecho en el lateral del capullo, se veía una cabellera castaña. Ayudó con su espada a cortar los hilos pegajosos que mantenían el capullo enganchado a la piedra y estiró los brazos cuando se dio cuenta de que se precipitaba. El peso lo hizo caer de culo, aunque sus manos se encontraban escarbando entre la telaraña. De dentro emergió él, inconsciente, todavía lozano. Lo apretó entre sus brazos, mientras las ganas de llorar le ardían en los ojos.

—No te preocupes, Antonio. Te tengo. Estás a salvo.

Acarició su cabeza, con los ojos cerrados, mientras el horror de los últimos días se diluía. Se quedó a solas con él, mientras el resto se encargaba de los heridos. Entrelazó sus dedos con los de Antonio y bajó la mirada. De repente, notó como si le pegaran un puñetazo en las costillas que le arrebató el aire. Había dos manchas oscuras en la camisa de Antonio. Con cuidado de no llamar la atención, subió la manga y tensó la mandíbula al encontrar dos agujeros negros en su tostada piel.

No.

No, no, no, no, no.

Le bajó la manga y lo apretó contra su cuerpo. Si veían el mordisco, Antonio sería ejecutado. De sobras era conocido lo que le pasaba a un humano que era inyectado con el veneno de las arañas. Es lo que tendría que hacer para proteger al pueblo. Pero cuando se trataba de Antonio, la lógica de Francis se esfumaba.

Antonio estará bien.

No se transformará.

Estamos a salvo.

Nadie tiene por qué saberlo.

Los asustaré innecesariamente.

Ahora que lo había recuperado, no iba a dejar ir a Antonio.


Aquí vuelvo a subir prompts de lo que he ido escribiendo este año para el fictober. Veréis los días desordenados porque, para una mejor lectura, publicaré seguidos los que continúan una historia.

Prompt fictober 2023, día 2: Arañas / No te preocupes, te tengo.