Sumario: Levi y Hanji son abogados penalistas y están a cargo del divorcio de Mikasa y Eren. Tienen experiencia en ello, después de todo, así comenzó el final de su propia historia.
| LeviHan | EreMika | drama | romance | R18 | AruAnnie |
Portada: Esme Rosas
Capítulo 07: Quien no aparece
Hanji había tomado la información para clasificarla por periodos y por especialistas para buscar los registros de mayor tamaño o los que más subsecuentes, anotando los más relevantes e imprimiendo algunos para leerlos a más detalle en otra oportunidad.
Los más voluminosos eran los de área ginecológica, pero los más consecuentes eran de psiquiatría.
Y el resumen hasta ahora era terrible.
Desorientada en tiempo y espacio, palabras entrecortadas e ideas que no terminan de formarse. Ha pasado por tres embarazos los cuales dos terminaron en abortos y un nacido que falleció a las pocas horas.
Ella le llamaba Levi e insistía que su bebé estaba vivo, decían los registros del psiquiatra.
De eso hace una década. Los otros registros parecían ser rutinarios, sin aparentes signos de mejoría, con psicotrópicos que (según hizo Levi una rápida búsqueda en Internet) son para inducirla a largas horas de sueño.
—Pero no hay registros de antipsicóticos— observó Hanji en los datos de los fármacos que le han administrado —Incluso lo que indica aquí, la Vitamina C la camuflaron bajo el nombre de antiescorbútica, la B12 como Cianocobalamina, la D como colecalciferol + ergocalciferol... así con todas las demás.
—Como si solo buscaran inducirla al sueño— agregó Levi, pasándose las manos por el cabello negro.
Hanji dejó imprimiendo la sección de fármacos y se volvió hacia Levi, quien de manera automática buscó refugio entre los brazos de ella sin poder darle la cara. Al primer contacto ella sintió una oleada de rabia y dolor atravesarla al punto de hacerla derramar lágrimas silenciosas.
Las manos de la fémina se deslizaron alrededor de la espalda tensa, los labios posándose en la frente.
—¿Desde cuándo no duermes?— murmuró Hanji, la punzada de dolor en su pecho sin menguar. Lo sintió encogerse de hombros en señal de aparente indiferencia. Ella lo aferró más contra sí misma, sus manos acariciándolo hasta llegar a la nuca y volviendo hacia la espalda en repetidas ocasiones. —Vamos a la cama.
Silencioso como estaba, Levi asintió. De camino hacia el cuarto Hanji cayó en cuenta que su cama no era apta para dos personas. Aquello la hizo sonrojarse y tartamudeó una vaga disculpa.
—Estaremos un poco ajustados esta noche— replicó Levi, su voz más ronca aún así guardaba un tono de juego. Se quitó la camisa y buscó en su maleta, aún sin desempacar, un pantalón para dormir. Hanji también empezó a cambiarse de ropa delante de él. Aquello, aunque parecía algo simple, les hizo ser más consciente de los momentos que han regresado.
Ella se volvió hacia Levi y, dándole un beso en la comisura del labio, fue empujándolo hacia la cama. De ahí se colocó encima de él, sintiendo los fuertes brazos rodeándola.
—Levi— dijo ella, recostando su cabeza en el pecho, escuchó un suave murmullo de él dando a entender que la escuchaba. La intensión de Hanji era admitir cuánto lo había echado de menos, pero sus labios dijeron otras palabras más significantes aún. —Te amo.
Hanji sintió cómo los latidos del corazón se aceleraron en él. Sintió la mano deslizarse alrededor de su espalda mientras parecía contener la respiración. Quizá por estar sobre su pecho, ella escuchó con más profundidad la respuesta.
Al poco tiempo ambos se dejaron llevar por el sueño.
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Zacharius Mike fundó su bufete de abogados apenas se graduó en leyes hace más de una década. Al inicio fue bastante duro porque era un área con pocos asociados para tantos casos, luego empezaron a especializarse en determinadas áreas y ahora, con mucho orgullo, podía asegurar que era de los más requeridos en Japón, pudiendo abarcar prácticamente todos los delitos tipificados en su país y, hasta ese momento, hubiera pensado que nada en el mundo lo hubiera asombrado.
Pero tenía que ser Zöe Hanji... corrección, Ackerman Hanji, quien lograra esa hazaña.
—Secuestro, matrimonio forzado o falsificación de estado civil, negligencia médica...— resumió Mike.
—Adicionalmente perjurio, reapertura del caso de Ackerman Kenny sobre el asesinato de los tres Ackerman.— agregó ella.
Mike asintió.
—Entiendo que ni Levi ni tú puedan llevar el caso, a fin de evitar que sus emociones lo lleven a acciones precipitadas.— expresó Mike.
A su lado, Armin revisaba los documentos que Hanji había llevado.
—De lo que conozco, Zeke ha querido acercarse a Eren y por eso siempre hemos tenido roces pues me considera culpable que Eren no lo considere su hermano, pero al mismo tiempo tiene un profundo sentido de lealtad hacia su padre adoptivo.— indicó Armin.
—¿También tienes conflicto de intereses?— preguntó
—En absoluto.— replicó el otro rubio con una amplia sonrisa.— Este caso ha despertado mi total interés, más allá del juicio contra Kusavā Tomu y la idea de enfrentarme judicialmente contra los abogados de Zeke.
—Entonces estás a cargo, Arlet— indicó Mike. —Igual, sabes que cuentas con mi total apoyo y si requieres alguna opinión legal, estamos disponibles.
—Lo primero que haré es generar la solicitud de orden para ir por Kuchel-san— expresó Armin. —Independientemente de ello, pienso que tenerla a su lado calmará a Levi-san.
Hanji asintió, mientras firmaba las autorizaciones correspondientes. Mike tomó uno de los documentos y le tomó una foto.
—A Nanaba le encantará ver esto.— se excusó casi en un murmullo, con un claro tono de burla refiriéndose a la firma de casada de Hanji, quien hizo todo el esfuerzo para permanecer indiferente, aunque la sangre acumulada en su rostro no la ayudaba.
—Además con la orden judicial Sannes Djel tendrá que aparecer, al menos para tratar de retener a Kuchel-san— continuó meditando en voz alta Armin. —... Será cuando lo atrapemos. Y tendrá que pagar por todos sus crímenes.
Hanji sintió un retorcijón en la boca del estómago. Por un lado era una fortuna que Mike la hubiera molestado por su renovado matrimonio, así tenía el pretexto para su rostro enrojecido, ahora de nervios. Pasara lo que pasara no permitiría que Kenny regresara a la cárcel pues Levi así lo había prometido y ella ayudaría a su esposo a cumplir esa promesa.
Sannes tenía que aparecer ya sea vivo y cicatrizado o muerto.
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Sannes soltó una risa de irritación que resaltaba más su cara maltrecha con cicatrices, demostrando que su matrimonio con Kuchel era ciento por ciento legal. La incapacidad mental de ella fue detectada posterior al matrimonio. Esta jugada Levi no la esperaba, así que tenía en contra a la policía, quien le bloqueaba el paso.
—Ni siquiera me consta que seas realmente sangre de su sangre.— escupió Sannes. —Eres un maldito aprovechado que juega con nuestro dolor por nuestros hijos perdidos.
—¿Necesita algo más, Djel-san?— preguntó un policía mientras los demás evitaban que Levi se acercara.
—Sí. Custodia hasta el aeropuerto.— indicó aquel hombre. —Ante estas circunstancias mi esposa y yo nos mudaremos al exterior.
Levi sintió como si un abismo se abriera bajo sus pies.
Sobresaltado en la cama, empapado de frío sudor y con la respiración errática, le costó entender que aquello había sido una pesadilla.
O una advertencia del destino.
Se sentó, extrañado de no escuchar a Kenny rondando por la casa y el sonido de las noticias en el televisor. No creía que su tío se hubiera aventurado a salir, puesto que le había jurado no volver a hacer un solo movimiento más sin su aprobación.
Poco a poco fue consciente de la amplia habitación, las cortinas corridas, la cama con sábanas más suaves, con el aroma a lavanda con el cual Hanji solía lavar las prendas.
Hanji.
Los recuerdos con ella, precisamente los de las últimas horas, lo calmaron en medio de esa tormenta emocional.
Se levantó para abrir las cortinas y permitir que la luz natural ingresara. No sabía cuánto tiempo había transcurrido ni cuántas horas había dormido, pero al volverse para analizar mejor la habitación descubrió una bandeja de desayuno y una visible nota.
Hanji le indicaba dónde podía calentar el desayuno por si estaba frío al despertar, además que solicitaría a un abogado al bufete de Zacharius Mike. Esto último lo extrañó porque él mismo estaba dispuesto a llevar el caso, pero analizó los motivos de Hanji, notando que ella tenía razón. Sus emociones nublaban su capacidad de tomar decisiones.
Tomó una tostada y la mordió mientras llevaba el té a calentar. Desayunó y se bañó relativamente rápido, una extraña manía que siempre ha tenido. Aprovechó que necesitaba ropas limpias para sacar sus prendas de su maleta de viaje y acomodarlas junto a las de Hanji.
Encendió la laptop y, antes de continuar con la revisión de los documentos, estuvo navegando por una web que prometía llevar al domicilio cualquier pedido que esté en stock disponible.
Una de tres plazas sería lo ideal.
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Podrán criticar sus métodos pero jamás sus resultados.
Con una sonrisa seductora a la fémina que respiraba agitada, Jean le acarició la espalda, haciendo que ella se confiara y cerrara los ojos, entregándose al sueño.
Era la hija de un inversionista de bienes raíces. Y, aunque Jean ganara bien en su profesión de dudosa reputación, no planeaba rentar un departamento para la última pista que tenía sobre Sannes pues la zona en donde aparentemente él se movía era demasiado costosa. Así sea para alquilarla un par de semanas, además nunca debe dejar rastro alguno en ninguna de sus investigaciones.
Se levantó, con la vestimenta natural con la que llegó al mundo, deshaciéndose del preservativo usado, de inmediato buscó en la cartera de su amante el juego de llaves del edificio que su padre estaba vendiendo por secciones.
—Lo siento, amor de una noche— murmuró, empezando a vestirse. Ya en su departamento se quitará los lentes de contacto y el tinte temporal del cabello. Los tatuajes eran temporales. Dejó una carta previamente preparada, para que ella viviera en una idea de un sueño romántico y no supiera la cruel realidad.
Salió del hotel yendo por las secciones en los que él sabía que no existían cámaras de seguridad. Su delgadez también permitía escabullirse de los puntos ciegos en la seguridad de aquel hotel de tres estrellas. Si quisieran encontrarlo jamás lo lograrían.
Con este último trabajo a los Ackerman bien podría completar su pequeña fortuna e iniciar el negocio de repostería que su madre tanto había anhelado en el pequeño pueblo de Trost y vivir holgadamente por el resto de sus años.
Le escribió a Kenny por mensaje de texto, informándole que está tras una nueva pista, prometiendo prontas noticias, pues si su información era correcta, esa misma noche planeaba visitar el departamento de Sannes.
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Kenny se estaba sirviendo un trago de whisky puro cuando sonó su celular, alertándolo de un mensaje.
Soltó un chasquido al notar que el remitente es Jean.
No es que no le interesara la información que Jean recopilara. Más bien, ante su propia promesa de mantenerse a la vista de Levi, estaba más que satisfecho por todo lo que el experimentado espía ha logrado, aunque Kenny creyera que si hubiera tenido la oportunidad de criar a Levi, su sobrino sería el mejor de todos.
Mirando su celular, y ante la ausencia tanto de Levi como de Mikasa, el rictus en su rostro finalmente se mostró.
Sería otra semana sin saber de Traute.
Bueno, pensó para sí mismo, al menos ella al fin entendió que junto a él no había nada bueno. Aunque hubiera deseado una despedida más amistosa y no tener en su mente el "Eres un imbécil" que ella dejó como un adiós.
Puede ser un imbécil, el más grande de todo el mundo, pero no permitirá que Traute vuelva a sufrir por causa de Sannes, y hasta no ver con sus propios ojos que está muerto, no está dispuesto a demostrarle al mundo cuánto ella le importa.
Quizá si ellos no hubieran sido tan evidentes en la prisión, Traute aún hubiera mantenido su puesto de carcelera, pateando las bolas de cualquier bastardo que la creía débil. Pero Sannes logró encarcelarla gracias a los contactos en la policía, bajo el pretexto que el ataque de ella lo obligó a darse de baja porque, según él, está imposibilitado de por vida.
Ese hijo de perra debió morir por la hemorragia. Pensaba para sí mismo Kenny. No había manera que sobreviviera a aquel corte en el cuello.
Se confió dejándolo en el bosque, para que las aves de rapiña hicieran festín de su putrefacto cuerpo. Sin embargo, después de un par de semanas regresó al lugar del crimen y no encontró rastro absoluto de Sannes. Ni siquiera huellas que delatara que se hubiera arrastrado para salvarse.
Un escape perfecto.
Levi se cabreó cuando se enteró de aquello y discutieron. Cegado de la rabia, Levi había tratado de golpearlo. Kenny rió en silencio y dejó que le diera unos cuantos golpes para que se calmara, pero para sí mismo Kenny sabía que Levi, a pesar de su juventud, estaba lejos de derrumbarlo.
Kenny encendió otro cigarro y exhaló con lentitud el humo.
Y solo a Levi le había confesado aquel crimen, ni a Traute se atrevió a mancharla con su venganza, por mucho que ella tuviera sus propias razones. No solo fue por sus primos y cuñado, no solo el secuestro de su hermana. También lo hizo por Traute.
Recordó a Hanji diciendo que haría todo para que Levi lo salvara de su infierno.
Soltó una risa irónica.
Era él quien la había salvado. A ella y a la rata enana que tiene de sobrino, pues Sannes se había cansado de Kuchel y... Kenny tomó un gran trago del whisky, sus dedos aprisionando tanto el vaso al punto que los nudillos se volvieron blancos. Si por alguna maldita obra del destino Sannes estaba con vida Kenny va a tener que preparar a Levi, incluso de volverlo mortífero, sin dar una mínima oportunidad.
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Levi notó que el sistema de vigilancia del departamento permitía observar quién ingresaba por el pasillo principal. Cinco hombres identificados con el logo de la mueblería a la cual se había contactado hace casi tres horas, llevaban grandes paquetes.
—Ackerman-san... agradecemos por su compra y lamentamos el desorden que ocasionaremos armando la cama.— expresó el mayor haciendo una leve referencia.
—Uh... es inevitable— indicó Levi mientras los guiaba hacia el cuarto.
Los hombres se pusieron a trabajar de inmediato dejando el gran colchón en un lado del departamento.
Nada mal. Pensó para sí mismo Levi. Apenas terminaran de armar la cama tendría que ir a comprar grandes sábanas. Recordó que Hanji prefería las de fibras naturales porque absorben menos calor y por temporadas ella suele dormir ligera de ropa... o sin ella.
Tratando de dejar esos pensamientos para otro momento, Levi empezó a revisar la alacena para verificar qué ingredientes necesitaría para la cena. Notó el café que ella tenía y mentalmente anotó comprar panecillos con chocolate y nueces que tanto le gusta comer.
Una vez que los trabajadores terminaron Levi fue por las llaves de su auto y salió del departamento por el acceso residencial. Por unos instantes Levi observó la puerta existente al otro lado del piso, que era el lado restante que Hanji quería adquirir.
Una punzada le picó a la altura de la boca del estómago y Levi lo atribuyó a que él siempre es receloso con nuevas personas y no conocía al vecino que Hanji tuvo. Pero parece que la misión policiaca de Ralph terminó, así que no se preocuparía más por aquel desconocido.
Revisó la hora en su reloj, calculando que tendría un par de horas antes de llamar a Hanji e ir por ella a la salida de su trabajo.
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Hanji pasó por el área tecnológica del estudio jurídico para retirar la tarjeta magnética de su departamento y el duplicado que pidió para Levi, agradeciendo al técnico por ayudarle con aquel trabajo personal.
Caminando hacia su oficina, Hanji ya deseaba estar en el momento en que le entregara la llave a Levi.
—Mike me lo comentó y quería verlo para creerlo— dijo repentinamente Nanaba haciendo sobresaltar a la castaña. —Así que... Abogada Ackerman.
La aludida guardó las llaves magnéticas en su bolso.
—Hola, Nanaba— saludó, evitando responder a la rubia, nerviosa al chismorreo de los pasillos de la oficina, así que guió a la rubia hacia su oficina y, ni bien entraron, Hanji fue sorprendida con un abrazo de su amiga.
—Para que hayas regresado con Levi, significa que aclararon lo que los distanció.— dijo Nanaba en el oído de Hanji. —Estoy tan feliz por ti, irradias otro semblante.
—Sí, así es.— Hanji correspondió al abrazo, parpadeando repetidamente para no llorar de la emoción. —Muchas gracias por tus palabras.
La rubia sonreía con sinceridad al apartarse de Hanji. La mirada que le dio le recordó el por qué Mike y Nanaba se complementaban tanto.
—Entonces...— replicó Nanaba en un claro tono de burla. —¿Se puede saber qué demonios haces aquí y no estás recuperando el tiempo perdido?
Hanji sintió que la sangre circulaba nuevamente por su rostro.
—El que seas ninfómana no significa que todos los demás lo seamos.— refutó Hanji.
—¡Ja!— soltó la otra en respuesta, arqueando una ceja. —¿Me vas a negar que en tu matrimonio no andabas más en los brazos de tu esposo que en cualquier otro lado?
—Estás prácticamente recién casada, es normal que estés con las hormonas alborotadas y no puedas quitarle las manos de encima a tu marido.— Hanji se mordió inconscientemente el labio, para no decir de más.
—¡No me lo recuerdes! ¡Aún muero de pena!— Nanaba tuvo la decencia de avergonzarse y cubrirse el rostro con ambas manos. —¡Ni se te ocurra comentárselo a tu esposo!
—Jamás se me ocurriría.— replicó Hanji imaginando a Levi mirándola sarcásticamente si le comentara que una vez pilló a su jefe y su esposa en el escritorio de él. Levi diría algo como "Ya tienes algo en común con Marie y Erwin". Bufando suavemente Hanji murmuró para sí misma que al menos Levi y ella estaban vestidos en ese momento.
—Al menos tienes que presentarlo formalmente con Mike.— Nanaba trató de cambiar la conversación. Hanji estuvo a punto de replicarlo. —Sí, sí... sé que los tres se graduaron en la misma facultad de jurisprudencia pero en ese entonces todos creíamos que no duraría.
—¿Tú también?— preguntó Hanji, con cierto resentimiento en su voz.
Nanaba se dio cuenta de inmediato lo que su amiga asumió.
—¡Oh! ¡Espera! ¡No lo malinterpretes!— refutó ella. —Los dos parecían extraños amigos hablando de cosas turbias y sus chistes de mierda, siendo literal. Además no soy de la misma profesión que ustedes.— le recordó Nanaba. —No tuve tiempo de ver cómo se llevaban más allá de ese extraña interacción y, de no ser porque me invitaste a tu boda, jamás hubiera creído que de verdad estuvieran juntos.
Hanji asintió en comprensión.
—Pero cuando quieres a alguien no tienes que estar precisamente acaramelado como pubertos y a la vista de todos.
—Bueno... En parte tienes razón...— indicó Nanaba. —Aunque ahora hay más influencia internacional en nuestra cultura y he notado cómo la mayoría está adoptando costumbres occidentales, como muestras de afecto a la vista de todos, incluso hasta para el matrimonio se deciden por los vestidos blancos con velo, anillos...
—También puede ser porque resulta más económico.— indicó Hanji.
—¿Eh? ¿Acaso lo averiguaste?
Hanji asintió.
—Averiguamos con Levi por simple curiosidad.— Hanji sonrió ante sus recuerdos. —Por suerte el dinero nunca ha sido problema para nosotros, además Levi fue criado a la antigua por parte de los Smith, así que decidimos que todo fuera al estilo oriental, pero no podía quedarme con la duda de las costumbres en occidente.
—Sí, he notado cuán rígido es Erwin en su forma de actuar.— observó la otra, aunque sus pensamientos iban hacia otro rumbo. Desde que Hanji entró a laborar no había visto a su amiga tan feliz.
Hanji le hubiera contado que, por Marie, Erwin deja pasar muchas cosas, pero eso significaría delatar lo sucedido ayer y eso es algo que prefiere guardarse para sí misma.
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Levi observó la hora en el reloj, estaba a casi media hora de distancia del Bufete Zacharius. Llamó a Hanji desde el manos libres del auto y ella le contestó a la tercera timbrada.
—Paso por ti.— le indicó Levi deteniéndose ante el semáforo.
—Aah— asintió ella. —Gracias.
Levi no podía verla pero sentía que ella sonreía y aquello le calentaba el alma.
Llegó puntual, como el japonés promedio. Esperó unos instantes y notó que Hanji salía, por lo cual abrió la seguridad del lado del copiloto permitiendo que ella se sentara. Observó un poco a su alrededor y, al no notar gente observándolos, le dio un suave beso de bienvenida.
Cuando llegaron a su piso en el edificio y Levi se estacionó, Hanji lo detuvo unos instantes sosteniéndolo del brazo. Con una sonrisa ella abrió su bolso y le entregó la llave electrónica.
Levi la sostuvo unos instantes y luego la dejó al frente en el volante mientras hacía el asiento hacia atrás, tomó a Hanji y la colocó sobre él. Ella se dejó hacer mientras se besaban de manera nada inocente.
—¿Segura que nadie tiene acceso a este piso?— alcanzó a preguntar Levi mientras desabrochaba la blusa de ella.
Hanji tembló entre sus brazos, odiando que Levi se atreviera a hacerle preguntas mientras le nublaba la mente.
—...Uh... — suspiró ella, observando entre la poca luz cómo él aprisionaba en su boca un pezón, dándole calor y humedad. —S... sí.
Aprisionó entre sus dedos el botón del pantalón, deshaciéndose de él para buscar su miembro, Levi soltó su pezón con un sonoro chasquido y colocó las manos en la espalda de ella para que tuviera estabilidad.
Estuvieron por algunos minutos, besándose y acariciándose, cada vez de manera más íntima. Sobresaltaron en un momento en que Hanji se posó accidentalmente en el volante e hizo sonar el claxon.
—Es por tu trasero.— replicó Levi, sosteniéndola para que no presionara la bocina.
—¿Te estás quejando de mi trasero?— preguntó ella, con la diversión palpable en cada palabra.
Levi la acarició, sus ojos más grises que azules.
—No me estaba precisamente quejando.— respondió, aferrándola contra sí a pesar del estrecho espacio, lo cual empezaba a frustrarlo y lo hiciera refunfuñar. —No imaginé que fuera tan complicado.
Hanji acarició el rostro de él mientras una inevitable sonrisa se marcaba en su rostro.
—Podemos ir a la parte de atrás.— ofreció ella ante lo cual sintió que él contenía el aire. Sus ojos brillaron más en aquella oscuridad y aquello, en vez de asustarla, la emocionaron más.
No esperó respuesta y se deslizó hacia la parte trasera del vehículo, acomodándose como una seductora diosa, con el cabello alborotado, respiración agitada, ropas mal ajustadas, invitándolo al pecado y placer.
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Su cuerpo delgado le ayudaba mucho en su profesión, a pesar de su gran altura.
Vestido como un limpiador de ventanas, fácilmente pasó desapercibido mientras, ante la vista de todos, sacaba las impurezas de los vidrios. La mayoría de los departamentos, como sospechaba, estaban con las cortinas corridas, pero no era algo que en esos momento le interesara mientras iba subiendo cada vez más y más hasta el último piso de aquel edificio.
Lento pero seguro, le llevó casi toda la tarde y nadie preguntó quién lo contrató. Igual, y como lo sospechaba, la seguridad era más interna.
—A menos que tengas tu tarjetita mágica.— murmuró para sí mismo, observando desde la terraza en la cual tenía una buena vista de la ciudad. No tenía mucho tiempo antes que terminara la jornada laboral reglamentaria y en cualquier momento Sannes podría regresar de donde sea que pasara el resto del día.
Silbando en aparente despreocupación, colocó las manos en los bolsillos, tanteando un dispositivo portátil de almacenamiento en su bolsillo superior derecho mientras iba hacia la puerta de acceso a la terraza. Pasó la tarjeta y se abrió sin inconvenientes con un suave click.
Bajó con cuidado las escaleras en forma de caracol, cuidando que sus pisadas no hicieran demasiado ruido en cada paso que daba. Contuvo la respiración unos instantes y se detuvo a mitad de la escalera ante una lejana bocina que sonó, por lo cual Jean miró hacia arriba, observando que la puerta se mantenga abierta, pues la necesitará en caso de requerir una rápida huída.
Quizá de ahí vino el ruido, pensó para sí mismo.
Llegó al final de la escalera y observó en una placa que indicaba Piso Siete y volvió a sobresaltar cuando la luz se iluminó, por lo cual se regresó y se mantuvo en silencio, concentrándose en escuchar mínimos pasos. Los segundos se le hicieron eternos hasta atreverse a asomarse, notando que el pasillo tenía luces con sensor de movimiento, pero no se detectaban cámaras a la vista.
Con más rapidez se movió hacia la puerta, volviendo a pasar la tarjeta magnética, la cual le permitió el ingreso al departamento. Adentro estaba a oscuras y había un fuerte aroma a polvo y humedad en contraste al ambiente ordenado que podía ver en la poca luz que ingresaba a través de las persianas.
Jean se mordió un dedo para que el dolor le obligara a pensar adecuadamente y no dejarse llevar por primeras impresiones. Sacó unos guantes de cuero de su bolsillo y se los colocó, buscando el interruptor de luz. Como sospechó, el ambiente estaba arreglado pero parecía que nadie había entrado en meses.
Al ver mejor el ambiente notó que una laptop se mantenía conectada, por lo cual usó su gorra de empleado para ocultar más su rostro y se acercó con cautela. Descubrió que la cámara web estaba tapada con una cinta negra.
Notó que junto a la computadora existían algunos dispositivos de almacenamiento. Analizó alrededor por si existieran trampas y no tomó de inmediato los dispositivos sino que siguió buscando alrededor del departamento más signos de que Sannes estuviera viviendo o no ahí.
Si él no estaba ahí significa que hizo una apresurada salida y dejó todo botado. Si él está ahí significa que es un sucio, pensó Jean al ver unos platos sin lavar en el fregadero y que hasta tenían una viscosidad verde y negra.
Conforme revisaba, más evidenciaba una rara mezcla de pulcritud por las ropas ordenadas y suciedad por el polvo en los escritorios y estantes.
Decisiones... decisiones...
¿Empezar a revisar los dispositivos ante el aparente abandono del sitio y arriesgarse a que Sannes apareciera? ¿O esperar unos días más para ver si el estado actual es el mismo?
Jean chasqueó entre dientes.
Ackerman Kuchel tenía el tiempo en contra, es por ello que los días, e incluso horas, podían significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Por lo cual Jean se colocó unos auriculares de amplio rango y, sacudiendo un poco el polvo de la silla, se sentó dispuesto a revisar el contenido de aquellos dispositivos. Uno tenía documentos legales, cuentas bancarias, depósitos realizados a varias personas entre médicos, servicio de guardianía.
Le faltó el rubro de aseo.
Lo separó al lado derecho, deseando no olvidar lo que fácilmente encontraría ahí porque era una prueba incriminatoria principalmente contra el Hospital Kusavā.
La segunda revisión lo sorprendió, aunque Jean no sabía decir de qué manera. Ackerman Mikasa decía como nombre del dispositivo, así que no tenía cómo confundirse.
Al abrirlo, notó que existían más carpetas con fechas mayores al año, y al abrir su contenido existían varios videos más, por lo cual abrió uno al azar. Era una reproducción en video de una habitación vacía, la cual daba acceso a la puerta.
Jean no entendió qué tenía de especial el video e iba a cerrar el mismo cuando sin querer movió el cursor y entonces el ángulo de la cámara cambió.
—¿Qué clase de brujería es esta?— se preguntó, levantándose extrañado. Quedó pensando unos instantes, mientras el video mostraba la misma imagen de la habitación vacía, con recelo probó nuevamente descubriendo que, efectivamente, podía mover los ángulos del video a su antojo a pesar que era un archivo antiguo.
Jean se preguntaba qué rayos tenía que ver esto con la sobrina de Kenny cuando en el video la susodicha entró al cuarto.
...
Pero no lo hizo sola.
Prácticamente aferrada al cuerpo de su (maldito afortunado) esposo, sin nada que cubriera su piel, soltando gemidos de ansiedad entre los murmullos de aquel que la estaba tocando sin medidas ni reserva.
Jean sintió una mezcla de emociones tan abruptas que no sabía cuál era la de mayor peso.
Envidia, excitación, asombro, vergüenza.
En un extraño arrebato detuvo el video cuando la cabeza de Eren estaba entre las piernas de Mikasa, obviamente practicándole un oral. Con el cursor podía ampliar la imagen o, más aún, enfocarse solamente en el rostro de placer de la fémina.
El hombre frente a la portátil se pasó las manos temblorosas por el rostro. Su lado delictivo, y que buscaba formas de hacer fortuna, pensó en cuánto pagarían en el bajo mundo por videos pornográficos de amateurs con total posibilidad de moverse a través del mismo. Chasqueó la lengua en un instante llegando a la clara conclusión que no tendría ni una hora disfrutando de aquella fortuna pues apenas Kenny supiera de la existencia de aquellos archivos lo iba a degollar y esta vez sí se aseguraría que su víctima estuviera muerta.
Trató de olvidar los gemidos de Mikasa y puso todo de su parte para concentrarse en su misión.
Hay un dispositivo de almacenamiento con videos de Mikasa y su marido teniendo sexo.
...
¿Cómo Sannes accedió a aquel video? Más aún. ¿Sannes ha tenido o tiene aún vigilada a Mikasa?
Esto va a tener que informarle a Kenny de manera inmediata.
Jean estuvo a nada de marcar a Kenny, pero su dedo se detuvo en el botón de llamada. Va a tener que dar con precisión el mensaje de la vigilancia que Sannes mantiene con Mikasa, no sea que el informante reciba toda la rabia de los Ackerman, y en el bajo mundo Kenny es conocido por ser primero disparar y luego preguntar. Quizá puede decir que encontró aquellos dispositivos y que mejor los mande a revisar con un informático de plena confianza.
Observó la hora en la portátil, en parte asombrándose que hayan transcurrido más de una hora en aquello y no ha tenido signos de retorno por parte de Sannes.
Ingresó desde su celular a otro sistema, que era de propiedad de uno de sus poquísimos amigos que lo cree un ángel caído del cielo. Tecleó Ackerman Mikasa para buscar sus datos pero no obtuvo resultados. De inmediato recordó que su apellido de casada era Yēgā y con este apellido la buscó.
Encontró su dirección domiciliaria y calculó la distancia entre el departamento y la ubicación de la casa de los Yēgā. Eran casi hora y media en vehículo particular.
Llamó a su amigo, experto en tecnología, para hacerle una consulta.
—Hey, Marco... ¿cómo estás? ¿Uh? ¿Problemas en el trabajo? Lo siento tanto, amigo. Quizá sea una oportunidad para que se te abran las puertas en un nuevo lugar... Sí, todo bien con mamá... Oye, no quiero quitarte mucho tiempo. Tengo un amigo que me pregunta por cámaras de vigilancia y quiere una moderna que cubra todo, sin puntos ciegos... ¿Trescientos sesenta? Ummm... ¿Y él puede ver a la distancia desde cualquier dispositivo?... Aah... Comprendo... Uhmm... ¿Si necesito alguna información adicional puedo decirle a mi amigo que te contacte?... Sí, gracias. Estaremos en contacto.
Cerró la llamada, con una tensión formándose en la boca del estómago.
Sannes tiene vigilada a Mikasa. ¿Está en sus planes secuestrarla, como hizo con Kuchel?
Con recelo Jean se puso a revisar la portátil notando que está conectada por lo cual se mantiene encendida 24-7, notando que las cámaras están conectadas en algún otro sitio. Se preguntó si era acaso un nuevo departamento de Mikasa porque lo ve más amplio.
Jean soltó un chasquido entre dientes.
Hasta una cama más amplia tiene el maldito suertudo de Eren, con la cual puede darse el gusto de poseer a Mikasa de todas las formas posibles.
Transcurrieron algunos minutos de total calma cuando de pronto se detectó movimiento en la habitación, notando a dos apasionados amantes que parecían no poder o querer despegarse del otro.
Jean tuvo en claro dos detalles que no sabía si deseaba haber descubierto.
Uno, los Ackerman aman el sexo oral.
Dos, el bastardo de Sannes es un maldito voyerista.
Jean se quitó los auriculares y estuvo a nada de bajar la pantalla de la laptop pero se detuvo a tiempo puesto que no sabe si el equipo tiene clave.
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Hanji se deslizó por la amplia cama. Tuvo una punzada de dolor a la altura del corazón porque, al haberse separado de Levi, había adquirido una cama pequeña para no sentir su ausencia al dormir. Sintió la mano de él deslizarse por su empapada mejilla, haciéndola consciente que había soltado algunas lágrimas.
—¿Fui muy brusco?— preguntó Levi, extrañado de verla llorar. Hanji suspiró profundamente, su pecho sudado subiendo al compás de su respiración. Sostuvo la mano de él contra ella mientras negaba en silencio.
—Te extrañé tanto.— agregó a su respuesta. —Y nunca sentí cuánto fue como en este momento.
La desventaja de la palidez de Levi era que fácilmente se notaba cuando se sonrojaba, aunque no era algo que ocurriera a menudo. Aquello le sacó una risa que delataba cómo Hanji pasaba por un sinfin de emociones a causa del hombre que estaba en su recién estrenada cama.
—Falta aún que pruebes lo que te tengo de comida.— dijo Levi intentando que su voz sonara despreocupada.
—Pensé que ya me habías dado de tu...—se detuvo en sus palabras al ver los ojos azules volverse más oscuros ante el recordatorio de lo acontecido hace unos minutos atrás. —...Levi...
—No quiero que se estropee la comida.— dijo él, en voz baja, deslizando un dedo por la clavícula, siguiendo el camino de su desnuda piel y marcando una ruta que llegó hasta el espacio entre sus senos. —Vamos a darnos una ducha.
Ella arqueó una ceja y dejó una sonrisa a medias en su rostro.
—Pensé que querías comer, pero si vamos a la ducha...
Levi no la dejó terminar de hablar y la tomó entre sus brazos. Ella aprovechaba la posición para dejarle besos en el rostro mientras reía, como una adolescente enamorada.
Continuará...
Notas de autora: Seré honesta, la historia iba a ser cortita, básicamente eran malentendidos pero luego la mente empezó a armar tramas más complejas y he aquí el resultado. Igual no creo extenderme demasiado en el fict 3.
