Sumario: Levi y Hanji son abogados penalistas y están a cargo del divorcio de Mikasa y Eren. Tienen experiencia en ello, después de todo, así comenzó el final de su propia historia.

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Portada: Esme Rosas


Capítulo 08: Justicia de sangre


Zeke se lanzó con brusquedad en su asiento ejecutivo mientras dejaba caer los papeles de renuncia que había traído el área de Recursos Humanos del Hospital Kusavā.

Su Jefe de Admisión y la secretaria.

No era que no las pudiera reemplazar en un dos por tres, pero le punzaba lo de "incompatibilidad de moralidad" que Ral había colocado como motivo de renuncia.

El hospital Kusavā no era inmoral.
...

Bueno, él no lo era. Solo lanzaba propuestas a mujeres hermosas y quedaba en ellas permitir que todo siga. Él no está para rogarle afecto a nadie.

De manera inconsciente miró su celular, en el cual estaba de fondo de pantalla su hermano menor.

Chasqueó la lengua con cierto fastidio porque en las redes sociales que encontró de Eren, jamás tenía una foto a solas, siempre estaba con su esposa o aquel bastardo imbécil que le robó el puesto de hermano.

Ni todo el poder social ni económico logró atraer a Eren. Lo cual en cierta medida lo llenaba de orgullo, pero al mismo tiempo lo irritaba.

Con fastidio colocó su firma y estampó el sello de autorizado en las renuncias de las dos mujeres, llamó a su asistente personal, una abogada que está para revisar y asesorar cada tema, y le ordenó que devolviera esos papeles a Recursos Humanos.

—De paso me traes melocotones en almíbar.— agregó de último momento.

La otra no dio signo alguno de protesta por el requerimiento repentino.

Zeke estaba casi seguro que, si le pedía que le bailara desnuda, ella lo haría sin chistar. Y alguien tan dócil y complaciente no le atrae en lo absoluto. Seguro es un asco como abogada y pierde todos sus casos, por eso debe conformarse con ser prácticamente una secretaria de directiva.

Sus pensamientos volvieron a sus temas pendientes y, como todos los días, Zeke le remitió un mensaje de saludo a Eren, pues con algo de suerte su hermano menor le contestará y entonces lo invitará a comer.

En la rutina diaria de sus actividades, Zeke atendía a sus pacientes, seguía lanzando pequeños anzuelos, en otras ocasiones pasaba por quirófano para casos de emergencia y el resto de la jornada laboral se la pasaba en trámites administrativos que, en ocasiones lo aburría, por lo cual solía escapar hacia la terraza e incumplía una de las primeras leyes de los establecimientos sanitarios, encendiendo un cigarrillo mientras leía los casos que requerían de mayor concentración.

Chasqueó la lengua, considerando qué tan factible era fusionar el área de sistemas con el de admisiones, porque no estaba viendo que el Hospital se cayera ante la ausencia de Ral, pero no le gustaba la forma de trabajar de Bott Marco, más rígido que Ral, pero al menos con ella podía deleitarse la vista y le dejaba pasar algunos desacatos de órdenes directas. En cambio Marco, además de ser experto en su rama, no le veía otra utilidad.

Otro podría hacer su trabajo.

Consideró llamar a su ex para preguntarle si su noviecito ya consiguió empleo, quizá pudiera ofrecerle un puesto, claro está que la oferta era válida si ella esté disponible para recordar los viejos tiempos.

Los días transcurrían en esa aburrida vida, con el esquivo de Eren sin responderle los mensajes.

En el fondo Zeke deseó que algo ocurriera y lo sacara del hastío. Quizá, si hubiera sabido lo que se avecinaba, Zeke hubiera rogado a todas las divinidades seguir para siempre en la aburrida rutina.

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Annie no era fanática de estar observándose en cada espejo que encontrara, así que tuvo que fingir que sí había cambiado en eso al notar por el reflejo de la entrada al cine la inconfundible altura de Bertold. Aún se preguntaba cómo pudo salir con alguien tan alto, cuando definitivamente no era un rasgo que le llamara la atención.

Tuvo que disimular arreglarse los mechones de su cabello bajo su capucha, deseando que no la notara pero parecía que él tenía un radar cuando se trataba de ella. Notó cómo pareció congelarse en su sitio y luego miraba a todos lados, quizá buscando (y deseando no encontrar) la presencia de Armin.

Aún le dolía, y Annie no se refería al golpe de Mikasa, sino cómo Bertold engañó a Armin. Por suerte no pasó a mayores. O quizá no fue suerte, sino la agudeza mental de Armin que no se dejó llevar por los mismos turbios pensamientos de Mikasa. La rubia inconscientemente se mordió el labio inferior, sabiendo que aquella cualidad era una de las tantas que le atraía de él.

Casi suelta un suspiro y fue mejor que lo contuviera, porque repentinamente Bertold estaba detrás de ella.

—Annie...— Bertold sí suspiró su nombre. —Me costó reconocerte... estás diferente.

Maquillada, pensó para sí misma para disimular la herida hecha por Mikasa, aunque eso atrajera justamente ese tipo de comentarios.

—Ah... — respondió ella, tratando de ocultar su incomodidad. Pero Bertold parecía que aprendió a leerla más ahora que cuando eran pareja.

—¿Te sientes bien?— preguntó con cierta ansiedad. Pareciera que no fuera la pregunta que deseaba formular. —Sabes que cuentas conmigo para todo.

—Uh... pues...—divagó unos instantes, cuando la idea llegó a su mente como un rayo y pensó en aplicarla sobre la marcha. —Sí... He estado bajo tratamiento... Es que hay algo que jamás te confesé...— lo veía a la expectativa, como si deseara que dijera que lo extrañó o algo así. Maldito imbécil. —Verás... sucede que desde siempre he sufrido de nictofobia... Lo bueno es que he buscado ayuda en un... especialista— se apresuró a agregar al verlo con claras intenciones de ofrecer su ayuda, o enaltecerse por "haberlo sospechado" —Y ahora estoy en tratamiento...

—Yo siempre estaré...

—Gracias por la espera, Annie— la voz susurrante pero firme de Armin la envolvió, así como su gabardina. —Empieza a bajar las temperaturas, cuidado te vayas a resfriar... Ah, hola, Bertold, ¡Qué gran coincidencia encontrarnos!

—Uhm... Hola, Armin...— respondió el otro entre dientes. Era increíble cómo alguien tan pequeño (en comparativa a él) pudiera tener ese aire de seguridad y grandeza. En sus pensamientos Bertold maldijo a Armin y también a sí mismo por haber puesto, sin desearlo, en sobreaviso sobre un temor de Annie. Le había dado una poderosa arma para fortalecer la relación al ser Armin quien la apoyara en esa etapa.

—Le estaba comentando a Bertold sobre mi nictofobia, ya sabes, no puedo negar más que tengo un problema, es parte del proceso de superación...— dijo Annie. Bertold se incomodó al ver cómo Armin posaba sus labios en la rubia cabellera de Annie, en señal de silencioso apoyo. Y ella... ella no rehuía al contacto. —Uh... creo que estoy lista para que vayamos a ver aquella película.

—Listo, vayamos por los boletos.— reafirmó Armin y dirigió brevemente su atención al otro para dar por terminado aquel encuentro. —Fue un gusto verte, Bertold. Gracias por todo.

Bertold apenas tartamudeó una rápida respuesta que no fue comprensible.

Ya en las boleterías, Annie se disculpó por aquella improvisada escena.

—Si no quieres entrar a la función... siempre podemos hacer otra cosa— sugirió ella, notando el cansancio en los ojos de su novio.

—Si me quedo dormido, luego me cuentas la película.— replicó Armin, cancelando los valores de los boletos. —Lo que quiero es sentir tu presencia.

—Si roncas, te desconoceré.— respondió ella, deseando que no se notara cómo el sonrojo cubría su rostro.

Armin le pasó la mano por el hombro, sin poder evitar recordar los detalles suscitados en el último caso de su trabajo.

En alguna ocasión le preguntaron a Armin por qué se decidió a ejercer leyes, entre tantas carreras a las que están disponibles. Él respondió, sin duda alguna, que creía en la legislación para que todo el peso de la ley cayera en los criminales. Y aquellas palabras habían sido escritas en piedra para él... hasta que tuvo en sus manos el expediente de Ackerman Kenny.

Algo dentro de Armin gritaba que, a pesar de ser un asesino sentenciado y su expresión sombría prometía una muerte lenta y dolososa, Kenny era inocente.

Si era cierta la hipótesis de Sannes, siendo el verdadero culpable de la muerte de los Ackerman y acusando falsamente a Kenny por aquellos crímenes, eso significaba que la justicia está manipulada y se mueve conforme lo quiere Sannes.

A fin de evitar cualquier vacío legal que los abogados de Sannes interpusieran, Armin optó por no usar un allanamiento de emergencia y, con bastante esfuerzos y trabas, logró ingresar una solicitud de orden judicial para el Hospital Kusavā.

Ahora tenía el tiempo corriendo a su favor, podía permitirse un momento de relax.

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Pasillos impecables, vigilancia completa, enfermeras pulcramente vestidas, médicos revisando historias clínicas y prescribiendo medicamentos o exámenes, pacientes siendo atendidos y algunos recibiendo visitas de sus familiares.

Lo que parecía un sábado matutino de rutina en el hospital Kusavā se volvió repentinamente tenso cuando un grupo de personas no pudieron acceder al último piso porque pedía un código de acceso.

—Debimos traer a Kirschtein— dijo uno de ellos entre dientes, su voz baja y tensa delataba ansiedad.

—No— replicó otro, más sereno y analítico, tomando fotografías. —Esto más bien es una prueba de secuestro. Mínimo debería existir un letrero de área restringida y las razones técnicas por las cuales se prohibe el acceso.

—Entonces...— la fémina habló, bajando en el piso anterior. —Tenemos que buscar otra forma de llegar.

Ella salió del ascensor y los otros empezaron a seguirla. Ella observó los pasillos, notando que nadie les prestaba verdadera atención. Los ojos castaños, detrás de las gafas, se deslizaron por todas las señaléticas hasta encontrar la que buscaba.

Salida de emergencia.

Se dirigió hacia allá, seguida de los dos hombres y usaron las escaleras para avanzar al siguiente piso, el cual parecía un escenario de policías custodiando al más peligroso criminal.

Tres hombres se interpusieron de inmediato en el camino de los otros.

—¡Esta es un área prohibida! ¡Retírense!

Armin tomó su celular y empezó a grabar.

—Como constancia de lo sucedido informo que estamos siendo grabados con transmisión en vivo, para realizar el correspondiente cotejo con las cámaras de seguridad que están establecidas alrededor de este piso.— Uno de los hombres trató de arrebatarle el celular pero el rubio se movió y con la otra mano enseñó su credencial. —Arlet Armin, Abogado especialista en Derecho Familiar. Y tengo una orden judicial.

Otro soltó un sonido burlesco y trató de rodear al rubio, pero Levi se interpuso. Aquello le provocó una risa sarcástica que dejó escapar antes de golpear a Levi en el rostro. Los otros dos también se abalazaron contra él

Hanji deslizó sus ojos por el pasillo. Un total de diez guardias custodiaban la zona y parecian no portar armas, así que era probable que utilizaran más los puños.

—Que conste que ustedes comenzaron con la agresión física.— comentó ella.

Al poco cada uno de los tres agresores cayeron adoloridos a los pies de Levi quien empezó a acomodar su ropa y verificaba el estado de sus propios malestares. Levi pensó que Kenny, aún con su edad, podría golpear más fuerte que estos tres matones.

Los siete restantes empezaron a mirarse entre sí. Uno de ellos al parecer trató de comunicarse con alguien y no recibió respuesta. Aquello inquietó a los vigilantes, pues las órdenes habían sido claras en su totalidad, sin autorización nadie podía acercarse, pero incluso el líder de los guardas había sido derrotado y el responsable se veía listo para ponerlos a todos en la misma situación.

La puerta del ascensor se abrió y por la misma aparecieron un médico y una enfermera transportando lo que parecían algunos medicamentos.

—Señores...— saludó el galeno con una reverencia. Si encontró extraño que tres hombres estuvieran inconscientes en el piso, lo disimuló bastante bien. —Como saben, tengo la autorización correspondiente...

—Nosotros también.— argumentó Armin, volviendo a mostrar el documento legal.

El galeno tomó el documento y lo leyó rápidamente. De haber parpadeado, Armin se hubiera perdido el destello en la mirada del hombre que, en tono neutral, indicó a los guardias que los visitantes iban a pasar con él.

—Sabe bien que tenemos órdenes irrefutables...— insistió uno de los vigilantes.

El doctor dejó a un lado su expresión fría y mostró en contraste una de fastidio.

—Yo asumiré las consecuencias.— replicó mientras sacaba un juego de llaves, hacía ruidos absurdos buscando la llave correcta y, al abrir la puerta, con un gesto indicó a los visitantes para que lo siguieran.

Levi fue el primero en ingresar a la habitación, seguido por Hanji y Armin, después la enfermera con el transporte de medicamentos y al final el galeno.

La habitación era absurdamente amplia para tener una sola cama rodeada de cortinas gruesas. El sonido de los signos vitales, constantes y sin alteraciones, era lo único perfectamente audible.

—Ackerman Levi.— expresó el hombre haciendo que el aludido girara hacia él. El asombro ya visible en la mirada del hombre que había jurado proteger vidas al escoger su profesión. —Esto es... increíble.

Se pasó la mano por los cabellos observando a los ojos azul gris, tan parecido a los de ella, ignorarlo y escanear la habitación con cierta ansiedad.

Hanji, por su parte, estuvo mirando el carro de medicamentos, notando que, aparte de medicamentos para inducir al sueño, el resto eran las vitaminas que leyeron en el expediente clínico.

—Brossard-sensei— observó ella, haciendo que el galeno la mirara.

Levi comprendió que aquel médico era el que estuvo atendiendo por tantos años a su madre.

—No tenemos mucho tiempo.— replicó él. Cuando se enteró, por medio de su hijo, que Petra había renunciado al haberse enterado de la existencia de la Sala Privada, había deseado poder hacer lo mismo, pero él tenía una vida que cuidar. Y cada segundo es vital. —Llenaré un formulario de emergencia de derivación para hemodinamia, aprovechando que el cirujano cardiólogo se encuentra de vacaciones. Ese documento lo presentarán ante los guardias. Pero para el expediente interno, señor Ackerman, deberá firmarme como su familiar que acepta el alta médica.

Miró a la enfermera quien asintió mientras buscaba en uno de los archivadores los formularios que el médico había indicado y empezó a llenar los mismos.

—¿Dónde está mi madre?— preguntó Levi con tensa voz.

El galeno le indicó la zona más apartada de la habitación.

—No va a despertar, está sedada. Pero le juro que no corre peligro.— él miró a Levi, su voz cambiando a una más esperanzadora. —No cuando está aquí el hijo por el cual tanto estuvo llorando.

Levi y Hanji intercambiaron unas miradas y ella asintió. Lo vio ir hacia el fondo de la habitación y traspasar las gruesas cortinas.

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Levi había sido un adolescente cuando creyó haber perdido a sus padres y tíos. Obligado a madurar prontamente, estuvo pendiente de Mikasa y de la familia que la estaba cuidando, buscó salir adelante y se formó como un hombre que cree en la justicia.

Pero, al ver a su madre en la camilla, y no a través de fotos, deseaba tener al bastardo de Sannes a su alcance y degollarlo él mismo.

Ignoró el vibrar de su celular, concentrándose en ver la piel pálida de tantos años sin recibir adecuadamente la luz solar, notando una delgadez que jamás había visto en ella, parecía una muñeca de porcelana cuidada apenas lo suficiente para no terminar de romperse.

Levi no pudo mantenerse más y se quebró en un llanto silencioso mientras sus manos tocaban la mano que reposaba sobre su vientre que subía y bajaba delatando un respirar lento y constante.

Su madre estaba tibia. Y viva.

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Hanji sintió su celular vibrar y observó un número desconocido, estando a nada de ignorarlo, pero tuvo un extraño presentimiento y contestó, bajando lo más posible la voz.

—¿Está Levi contigo?— preguntó la tensa voz de Kenny.

—Sí, pero no puede contestar ahora.

—¡Que deje de hacer lo que sea que esté haciendo y venga de inmediato!— la voz irritada de Kenny indicaba problemas, pero Hanji estaba segura que él jamás le pediría a Levi dejar a un lado el rescate de Kuchel, así estuviera ardiendo el mundo. —Mataré a ese hijo de perra...

—Iremos a la brevedad posible.— respondió ella, preocupándose por las últimas palabras.

El médico esperó a que ella terminara la llamada y le presentó los documentos que necesitaba la firma de Levi.

—Disculpe... señor...ita...— indicó él dudativo.

—Ackerman Hanji— se presentó ella, leyendo los formularios, sin encontrar algo adicional a lo que anteriormente había indicado el doctor Brossard. —Soy la esposa de Levi.

Devolvió los documentos al médico quien procedió a firmarlos. Iba a guardar su bolígrafo cuando vio a Levi acercarse, su rostro parecía no mostrar alguna expresion, cualquier emoción perfectamente camuflada.

Levi sacó su propio bolígrafo y le dio una mirada hacia Hanji, quien asintió levemente, entonces firmó la solicitud de alta médica y la de traslado, dejando esta última encima de la otra.

Hubiera bastado cinco minutos más y hubieran estado rumbo al departamento de Levi y Hanji. O yendo hacia el departamento de Kenny, pero con Kuchel a salvo.

Pero en cambio la puerta se abrió y por la misma ingresó el Gerente del Hospital Kusavā.

Era obvio que los guardias no se habían quedado quietos.

—¿Qué está sucediendo aquí?— preguntó Zeke, con expresión de fastidio.

Levi rodó los ojos azul gris, su mirada terminando en Hanji, notándola tensa.

—Señor Gerente— indicó el médico. —La paciente ha presentado anomalías, sugerí un hemodinamista pero no tenemos...

—Lo único que no tenemos en este prestigioso hospital es escuchar las absurdas deducciones de un simple psiquiatra. Mínimo que revise un cirujano y no un clínico.— refutó Zeke con voz autoritaria. Decían que Zeke solia tener bastante mal humor cuando lo despiertan y la llamada de esos imbéciles e inútiles guardias definitivamente había reafirmado aquel rumor. Le quitó los papeles a Brossard y revisó la primera página, notando que era un formulario de derivación, soltó un chasquido y los rompió. —Desde este momento queda terminantemente prohibido que haga cualquier diagnóstico o que firme cualquier documento de este hospital excepto su liquidación ¡Está despedido!

—¡Qué terrible espectáculo!— observó Hanji, cruzándose de brazos, luego hizo un movimiento de su mano derecha, como si estuviera dándole vuelta a una página. Zeke reparó entonces en la presencia de la fémina y no pudo ocultar una mirada apreciativa. —Pero... usted es un cirujano, además del Gerente, y podría firmar el traslado de la paciente... La enfermera puede llenar los mismos formularios.

La aludida asintió nerviosamente y con celeridad empezó a buscar los formularios, afortunadamente para los presentes la arrogancia de Zeke evitaba que él estuviera pendiente de los demás.

—Podría, pero debo verificarla...— replicó Zeke, sus ojos sin despegarse de Hanji, no sabiendo si hablaba de Kuchel o de ella.

Hanji prefirió creer que se refería a su suegra.

—...y cada minuto cuenta, así que su traslado es...

—Este asunto... estoy más que dispuesto a hablarlo en mi oficina.— Zeke puso una seductora sonrisa.

Armin notó que Levi estaba a nada de golpear a Zeke, y la enfermera aún escribía aceleradamente así que necesitaría unos instantes más para terminar los documentos.

Y faltaba aún conseguir la firma de Zeke, el arrogante hermano mayor de Eren que nunca ha disimulado su fastidio por el rubio, como si hubiera sido culpa de Armin alejar a los hermanos de sangre para usurpar el papel de hermano querido.

—Ah... su... oficina— repitió Hanji suavemente, no trataba de sonar seductora sino de darle tiempo a la enfermera, quien la miró, asintiendo. —Claro... Ahí... podemos... hablar... más... adecuadamente. Pero... Puede... firmar... los... documentos.

Zeke arqueó una ceja en señal de extrañeza.

—No he prometido autorizar la derivación.

Armin decidió que era hora de intervenir, así que tomó los papeles de las temblorosas manos de la enfermera y se los pasó a Zeke.

—Pero sí es altamente conocida la reputación del Hospital Kusavā, optimización de procesos, celeridad en trámites, priorizando la vida de los pacientes.— Armin notó la mirada furiosa de Zeke sobre él. El hermano mayor de Eren definitivamente cambia de emociones en cada respiración. —Es lo que Eren me ha comentado.

Aquello no suavizó la expresión en el otro.

—Has hablado con Eren.— sentenció amargamente leyendo la primera página de la derivación a otra clínica. De manera automática levantó la página para leer la segunda página.

—Eren ha estado muy ocupado.— se apresuró a hablar Armin, sabiendo de antemano que Zeke estaba desesperado por cualquier migaja de información. —Con ese proyecto del Centro de Datos... o algo así, no entiendo bien... en fin, ha estado tan ocupado que no atiende a nadie.

Hanji notó que Zeke estampaba su firma en ambos documentos de manera automática mientras parecía que su cerebro grababa la información recibida. Así mismo a ella le asombraba la ágil mente de Armin y cómo descaradamente mentía sobre Eren. Bueno, verdades a medias porque era cierto que Eren había estado ocupado en su trabajo y aquello resintió en su matrimonio.

—Bueno... eso explica el por qué...— Zeke pareció convencerse a sí mismo, luego extendió los documentos hacia Hanji quien los tomó, sin embargo tuvo que forcejear ligeramente porque Zeke no soltó los documentos. —Aún tenemos la plática pendiente en mi oficina. Y nadie se va de aquí hasta que yo lo diga expresamente.

Fueron dos segundos de absoluta tensión antes que Hanji sonriera.

—Entendido— respondió ella manteniendo su expresión, haciendo que Zeke soltara los documentos.

Zeke se volteó, abriendo la puerta y saliendo por la misma.

—Nadie sale de esta habitación hasta que yo lo ordene.— expresó Zeke. —Estaré en mi oficina en una reunión y no quiero interrupciones.

Adentro de la habitación Levi estuvo a nada de salir a enfrentarse a todos los guardias, pero Hanji le sostuvo la mano con la que no tenía los documentos.

—No vas a...

—Zeke quiere una reunión o no dejará salir a tu madre. Eso fue lo que él dijo y no se comprometió a más.— dijo ella, entregando los papeles a Armin. Una vez libre su otra mano la unió a la primera, entrelazando con firmeza el tenso puño de Levi. —Yo tampoco me comprometí a reunirme a solas con él. Irás conmigo, pero debes prometerme que no lo golpearás por las estupideces que ha insinuado aquí. Necesitamos salir lo más calmado de este sitio para evitar persecusiones innecesarias.

Levi asimiló las palabras de Hanji, el puño abriéndose para entrelazar sus dedos con los de ella.

—Prometo no golpearlo por las idioteces que acabó de decir ese maldito hijo de su puta madre.

Hanji abrió la boca, pero la cerró al momento. No iba a reprocharle a Levi por decir lo mismo que ella siente.

—Nos encargaremos de todo aquí— dijo Armin mirando a la enfermera y al doctor quienes asintieron. —Tendremos lista a Ackerman-san para partir de inmediato ante cualquier señal.

Levi y Hanji asintieron y procedieron a salir de la habitación, notando que todos los guardias estaban atentos a cualquier movimiento que consideraran extraño.

—Necesitamos ir a la oficina del Gerente.— dijo ella en tono neutral. —Como escucharon, tenemos una reunión.

Uno de los guardias señaló el final del pasillo.

—Hacia la derecha, la única oficina.

Ella agradeció, seguida por Levi quien los ignoró completamente. Igual, los guardias no estaban precisamente ansiosos por la atención de aquel que pudo con su líder. Solo si su Jefe lo ordenaba se aventurarían a irse contra aquel hombre sombrío.

Caminaron aceleradamente, en el fondo Hanji estaba agradecida que Kuchel realmente no necesitara cirugía o por el capricho de Zeke su vida hubiera estado en riesgo. Trató de contener su fastidio o Levi se sentiría más irritable aún y quizá no pueda (ni quiera) controlarlo.

No bromeaba cuando decía que lo que más debía evitarse era una persecusión. Su departamento no era precisamente el más seguro de Japón pero al menos sí podían tener a Kuchel a resguardo porque solo los residentes tenían acceso privado, y cualquier otro visitante debía pasar por guardianía así que si apareciera Sannes se enfrentaría a una buena seguridad.

Llegaron a la puerta cerrada de la oficina de Zeke. Levi golpeó con cierta brusquedad recibiendo un Adelante bastante sutil. Levi chasqueó entre dientes antes de abrir la puerta, dejando que Hanji pasara primero.

Los ojos azul gris de Levi escanearon rápidamente el lugar, sillones de cuero, mesa de vidrio, una hielera de cristal, libros, una licorera, una nevera, cuadros en la pared. Y un brillante piso que reflejaba la habitación. Había que caminar con cuidado y pasos firmes para evitar un resbalón.

No habían cámaras de seguridad, al menos no visibles. Levi no descartaba la presencia de micrófonos, ya sea por fetiche o seguridad propia.

—Ah... vinieron dos.— soltó Zeke dejando a un lado un vaso con una bebida alcohólica preparada mientras iba a su puesto y se sentaba, teniendo a su alcance otra bebida. —Esperaba solo a la dama.— soltó Zeke entre dientes.

No iba a darle más de cinco minutos a aquel tipejo. O se marchaba o no daba la orden para que la paciente de la Sala Privada abandonara el hospital.

—Oh... lo malentendimos— expresó Hanji, con una voz inocente. —Creímos que quería hablar con los familiares de la paciente... Ella es mi suegra.

—¿Sannes Kuchel es su suegra?— preguntó Zeke extrañado. No sabía que Djel Sannes tuviera hijos.

—Ackerman Kuchel.— corrigió Hanji. —Un error de registros pero legalmente se solventó.

—¿Qué mierda...?— Zeke no entendía lo que estaba ocurriendo. —¿Entonces eres...

—Ackerman Hanji.

Los ojos de Zeke se entrecerraron y una sonrisa malévola se mostró al recordarla.

—La del marido impotente.— soltó con sorna. —Si aún no cumple con su anhelo de ser madre...

—¿De esto es lo que quería hablar?— se escuchó la voz baja de Levi.

—No y no te importa.— replicó Zeke, mirando con fastidio al que lo interrumpió, creyéndolo un guardia o subalterno. —Es más, deberías largarte de mi oficina. No me interesa ni quiero tu presencia aquí.— agregó con claro fastidio.

—Nos interesa su autorización para poder salir con Ackerman Kuchel.— Hanji replicó sin pizca de amabilidad en sus palabras. —Sin más problemas, para que este Hospital no se vea involucrado en lo que Sannes Djel deberá enfrentar.

Zeke le dio vueltas a su bebida, analizando las palabras de ella, pero encaprichado en su postura de no volver a hablar hasta estar a solas con ella.

Ante el mutismo del tipo, Levi perdió la paciencia y se acercó a la hielera que estaba en la mesa, derramando el agua y haciendo que los cubos de hielo se esparcieran por el brillante piso.

—¿Qué demonios?— soltó irritado Zeke, creyendo que el tipo empezó a querer intimidarlo, acercándose para agarrarlo del hombro. Levi agarró el brazo de Zeke y lo lanzó de frente contra la mesa de vidrio, rompiéndola al instante. Zeke sintió que la sangre corrió a través de su rostro, ni siquiera pudo soltar un adecuado grito ante la sangre que salía de su boca.

Levi se acercó lo suficiente para que Zeke lo escuchara.

—Eso fue por mi esposa.— le susurró con tensa voz. Luego, lo tomó como una marioneta y lo levantó con brusquedad, golpeando la pierna, haciéndolo caer de espaldas sobre el desastre de vidrios rotos. —Y esto por mi madre. Ahora, da la maldita orden y no vuelvas a ordenar algo en nuestra contra o te mataré.

A pesar de la orden dada los guardias interrumpieron ante el escándalo ingresando abruptamente a la oficina, viendo a Levi extendiéndole una mano a un malherido Zeke quien lo evitaba efusivamente.

—Kusavā-sama... ¿qué ha pasado?— preguntó atónito uno de los tipos, colocándose en guardia.

—¡Estos pisos no son aptos para una oficina!— comentó Hanji llevándose una mano al pecho en señal de preocupación. —Zeke ha querido ofrecernos una bebida pero se le resbaló la hielera y con el piso mojado ha caído contra la mesa.

—¿Dos veces?— preguntó el guardia con suspicacia.

—¡Usted sabe cuán orgulloso es!— exclamó Hanji. —Incluso ahora se niega a que mi esposo lo ayude a levantarse.

El guardia entrecerró los ojos hacia Hanji, buscando detectar nerviosismo o algo que delate una mentira.

—Kusavā-sama— insistió el hombre.

—Que se vaya.. — medio pudo decir Zeke con una mano en la boca, evitando que saliera más sangre. Se levantó sin ayuda y, tambaleante, salió de su oficina. —¡Fuera! ¡Largo! ¡Todos!

Armin estaba atento, con Kuchel aún inconsciente y con el suero intravenoso aparentemente conectado. El rubio no hubiera esperado una señal tan fuerte y clara para salir que los gritos de Zeke aún así no le dio mayor importancia y sacó la camilla con Kuchel mientras la enfermera movía el porta suero.

—¿No debería ayudarlo?— preguntó uno de los guardias al psiquiatra que ni miraba al malherido hombre y se dirigía al ascensor.

—No puedo hacer nada.— respondió él indiferente. —Soy un simple clínico totalmente ignorante en el área de cirugía. Y aún en mi ignorancia se nota que necesitará puntos.

El ascensor llegó y aunque legalmente el psiquiatra ya no trabajaba ahí, aún podía hacer uso de la tarjeta para poder bajar. Levi aprovechó esos instantes para firmar los documentos que Armin le pasó.

Los momentos siguientes fueron tensos aunque trataban de actuar lo más natural posible. La enfermera le entregó el porta suero a Hanji, con el fin de apartarse del grupo.

Una vez en planta baja fueron hacia la salida pero el guardia principal les detuvo y Armin le entregó la hoja de derivación firmada por el Gerente del Hospital.

El hombre, sin entender adecuadamente la terminología médica, detuvo a una enfermera que pasaba, sin saber que era la misma que había llenado aquel formulario, y le consultó qué significaba aquello.

—Oh... es una orden de traslado a otra clínica.— ella evitó la mirada del guardia y la dirigió nerviosamente hacia los otros.— ¿La van a llevar por su cuenta o desean servicio de transporte?

—Nuestra cuenta— indicó Levi. —Agradecemos por su ofrecimiento.

El guardia, sin saber qué hacer con aquel documento, les dio paso y le entregó el formulario de derivación a la enfermera quien lo tomó y lo guardó en uno de sus bolsillos. Con lo que ha visto era cuestión de días para que el Hospital Kusavā se enfrente a un fuerte problema legal, por lo cual será mejor que vaya buscando otro lugar en el cual trabajar.

En el auto, ya de camino hacia su departamento, Levi miró a través del retrovisor que Armin revisaba la intravenosa de Kuchel.

—¿Sabes cómo quitarlo?— preguntó Levi, pensando si el rubio era multifacético.

—Para nada.— respondió Armin. —La enfermera lo dejó sacado y lo cubrió con algodón y cinta para simular que aún estaba puesta.

Levi asintió.

Hanji entonces recordó la llamada de Kenny y se lo hizo saber a Levi.

—Se lo escuchaba realmente enojado.— agregó ella. —Pero no le dije lo que estábamos haciendo por si no resultaba. Ya vimos lo complicado que estuvo todo.

Levi miró nuevamente por el retrovisor a su madre, analizando la situación.

—¿Kenny sufrirá un infarto si la llevamos a su departamento?

Hanji pensó unos segundos.

—Si muere al menos lo hará feliz.— observó ella.

Levi cambió el rumbo hacia el departamento de Kenny, esperando que cualquiera que fuera la mala noticia que su tío le tenía preparado sea nula ante el retorno anhelado de Kuchel. Miró nuevamente por el retrovisor aún sin poder creerse que Djel no se haya presentado ante el claro arrebato de Kuchel de la clínica donde la tuvo secuestrada por tantos años.

Definitivamente esto lo hará salir de donde demonios se encuentre.

Y Levi creía estar preparado para enfrentarlo, sin pensar adecuadamente que se enfrentaba a un experimentado asesino que logró meter a su tío preso por tantos años.

Ingenuo no era una palabra con la cual se describiría a Ackerman Levi, pero eso justamente estaba demostrado ser.

Un verdadero ingenuo si creía tener posibilidad alguna de enfrentar a Sannes.

Y muy pronto, de una dolorosa manera, Levi lo descubrirá.

Continuará...