Seis de la mañana en la casa Loud, y mientras la mayoría de sus habitantes descansaban pacíficamente en la comodidad de sus apacibles camas, varios de sus integrantes se despiertan al unísono con el agudo sonido del reloj; para tratar de aprovechar al máximo el inicio del fin de semana.
DIA DE RITA:
—Muy bien, —realiza una corta pausa para suspirar—. Luna necesita su permiso firmado, Lynn tiene práctica de soccer, las clases de teatro de Luan se pasaron para las 10 de la mañana. Alimentar a las mascotas, luego a los humanos; y hacer que todos salgan.
Como casi todos los días, Rita Loud se levantaba bien temprano, con una expresión agobiada en su cansado rostro; dispuesta a poner en marcha los distintos compromisos que tenían sus hijos. Y ese día en particular, no era para nada la excepción.
Después de revisar los numerosos memos que permanecían pegados a un lado de su cama, y tras proceder a vestirse con una gran velocidad, la matriarca de los Loud se acerca lentamente hasta las escaleras de la sala; y procede a gritarle a todos con aparatosa convicción:
—Vamos chicos, quiero oír sus pies en el piso... ¡Tú también Lincoln!
A pesar de ser sábado en la mañana y de no tener escuela, la mayoría de los integrantes de la casa tenían toda clase de deberes previamente establecidos; por lo que tenían que estar listos en la mesa del comedor, antes de que cada uno tomase su propio camino.
Fue así como con el pasar de los minutos, lentamente fueron bajando cada uno de sus adormilados hijos; hasta quedar todos reunidos, y mucho más que dispuestos para empezar a desayunar.
Eran un poco más de las 8:15 am, y de entre la multitud de limitados bostezos e inmuebles estirones prolongados, resaltaban tanto Lori, Leni, Luan y Lucy; quienes permanecían de lo más arregladas posible, a la espera de poder salir de la casa temprano.
Luego de un par de apresurados minutos, y tras proceder a desayunar con impresionante rapidez, la primogénita de la familia se acerca con total cuidado hasta el lugar en donde se encontraba su madre; y tras lanzarle una corta sonrisa ligeramente forzada, se dirige a esta con inusitada suavidad:
—¡Hola mamá! —exclamó Lori con bastante delicadeza—. Necesito que me prestes a camionzilla temprano. Le dije a Whitney que la recogería para ir de compras al centro comercial, y no quisiera llegar tarde.
Al contemplar el claro pedido de su inquieta hija, y tras darse cuenta de que estaba lista para partir, Rita desvía la mirada levemente hacia un costado; y le responde con bastante extenuación:
—Ay, lo siento mucho cariño, pero hoy no se va a poder. Tus hermanas tienen cosas que hacer en la mañana, y cuentan conmigo para poder llegar a tiempo. Además, tengo que ir al trabajo a terminar unos artículos que tengo pendientes; y si llego a salir temprano, quedé en que ayudaría a tu padre con las cosas del restaurante.
Después de percibir su clara negativa, Lori arruga el rostro con un poco de impotencia, y tras mirar a sus hermanos con un ligero toque de desprecio; se retira velozmente de la mesa, atropellando a Lola en su camino hacia su habitación.
Con una de sus hijas lejos del comedor, siguió el turno de la escalofriante Lucy; quien de un instante al otro se materializó de manera espontánea al lado de su distraída progenitora, para preguntarle a esta con inconfundible seriedad:
—Disculpa madre, sé que debes de estar muy ocupada. Pero te quería recordar que hoy viene Sasha a la casa, para que le ayudes con unas dudas que tiene sobre la última clase del club de lectura.
—¿Eso era hoy? —sollozó ligeramente apenada—. Lo lamento mucho cariño. Pero como le acabé de decir a tu hermana, mi mañana ya está comprometida.
—No te preocupes mamá. ¡Suspiro! Lo entiendo perfectamente. Trataré de ayudarle a Sasha con las dudas que tenga, para no tener que postergar su visita.
Al cabo de varios minutos del más intenso alboroto, el comedor fue quedando sumergido en el más llamativo de los silencios; por lo que llena de una gran intranquilidad, Rita les grita a todos con enorme fortaleza:
—¡Atentas chicas! Vayan a arreglarse si necesitan que las lleve. Dense prisa que en un rato nos vamos.
Luego de emitir tan enérgico llamado, esta se dirige con total sosiego hacia su propia habitación; completamente dispuesta a esperar el momento de partir.
Con el paso de los días, la rutina de Rita la fue conduciendo hacia una espiral única de auténtica agonía; que la mantenía completamente estresada, y llena de un cansancio sin igual. Aunque a pesar de sus pronunciados lamentos, siempre tenía razones para querer continuar.
Una vez que estuvo dentro de su recamara, su mirada se dirige hacia el lugar en donde se encontraba su esposo; quien en ese instante en particular, se mantenía sentado en un extremo de la cama.
Al darse cuenta de que estaban a solas, Rita le lanza una clara sonrisa cargada de complicidad. Y tras asegurar la puerta con candado, y aproximar su cuerpo al suyo; le susurra con notable ligereza:
—¡Ay, cariño! Todo este ajetreo con los niños me tiene cada vez más agotada. Hace mucho que no tenemos tiempo para estar a solas, y me muero de ganas de escapar de toda esta locura.
A medida que decía esas palabras, Rita empieza a acomodar su cuerpo sobre su espaciosa cama matrimonial; y una vez que estuvo tendida sobre la misma, le dice a su pareja con enorme agitación:
—¡Lynn! Los niños están arriba arreglándose para salir, así que tenemos unos 40 minutos para hacer lo que queramos.
—Qué bueno que lo mencionas, querida. —respondió con tranquilidad—. Así tengo tiempo para revisar los menús que vamos a utilizar en el restaurante.
Luego de escuchar tan insólita respuesta, Rita arrugó su rostro con gran perturbación, y procedió a morderse la parte baja de sus labios; en señal clara de protesta.
No era la primera vez que su pareja prefería pasar el tiempo con sus cosas del trabajo, que en lugar de estar con ella. Pero a diferencia de otras ocasiones en las que terminaba siempre muy frustrada, y con el ánimo por el piso, no iba a dejar pasar este breve lapso de tiempo sin sus hijos.
Impulsada por la terrible calentura en sus entrañas, y por su maltratado orgullo de mujer; Rita sentía la imperiosa necesidad de conseguir una pequeña victoria... ¡Aunque fuese por corto tiempo!
Fue así como de un instante al otro, y sin siquiera detenerse a meditar, la decidida mujer inclina abiertamente toda su voluptuosa figura hacia adelante; hasta quedar en cuatro patas sobre la cama.
Tan pronto como estuvo en posición, empieza a acercarse muy lentamente hasta el lugar en donde se encontraba su esposo; mientras batía sus nalgas con enorme prontitud, como si fuese una gata en época de celo.
Una vez que estuvo a su lado, procede a enredar sus brazos sobre el reducido cuello del padre de sus hijos, y comienza a besuquear su tensionado rostro con inmensa alteración; para intentar sacarlo del prolongado trance en el que se encontraba.
Al darse cuenta de los apasionados besos que iban a parar una y otra vez sobre su agobiado rostro, Lynn padre hace una pausa a lo que estaba realizando; y le dice a su esposa con llamativa seriedad:
—¡Detente Rita! No tenemos tiempo para estas cosas. Aún me falta por revisar la sección de los postres, y no puedo hacerlo contigo pegada a mi espalda.
Llena de impotencia, Rita posa su mirada sobre la de su quejumbroso amante; y tras observarlo levemente con un poco de enojo, le dice con la voz cargada de una gran melancolía:
—¡Que nos está pasando Lynn! Hace meses que ni siquiera me tocas, y me muero de ganas de sentirte como antes.
Luego de notar la sorpresiva decepción que había en su voz, Lynn padre extiende una mano hacia la cabeza de su esposa; y tras acariciarla con ternura, le replica suavemente:
—No digas esas cosas, querida. Tú sabes muy bien que he estado trabajando mucho para lograr abrir nuestro propio restaurante, y poderles dar la vida que todos se merecen. Se que es algo duro por el momento, pero tenemos que hacer nuestros propios sacrificios.
—Descuida cariño. Se que tienes razón. —esbozó muy suavemente Rita, con un extraño brillo en sus expresivos ojos—. ¡Ehm! Pero ya que estamos a solas, por qué no aprovechar la ocasión para que te relajes un poco
Fue así como de un instante al otro Rita se baja rápidamente del borde de la cama, y procede a ubicarse de rodillas en todo el frente de su confundido esposo. Y tras bajar su cremallera y tomar su polla entre sus manos, procede a estimularla de manera suave y decidida; mientras le deslizaba su ansiosa lengua por los costados.
Una vez que su flácida polla estuvo al descubierto, Rita la comienza a succionar con auténtica determinación y rabia, deslizando su afiebrada lengua desde la base misma de sus peludas bolas; hasta conseguir devorar su esponjosa punta con glotonería.
A pesar de las múltiples chupadas que se mantenía recibiendo, y de las visibles ansias de su esposa por hacerlo estremecer, la polla de Lynn se mantenía de lo más adormilada posible; y sin intensiones aparentes de querer despertar.
En ese instante se podía percibir la inmensa frustración que mantenía consigo la exaltada jefa de la familia, al darse cuenta del elevado trabajo que le estaba costando despertar la semierecta verga de su distraído amante.
Con la mente puesta en su lasciva meta, la decidida mujer continuó estimulando fervientemente la enrojecida polla que tenía en su poder; hasta conseguir notar con una pizca de complacencia, la limitada manera en la que empezaba a erguirse entre sus pequeñas manos.
Al darse cuenta del sorpresivo tiempo que le había tomado levantar el adormilado miembro de su esposo, la frustrada rubia pegó sus labios en todo el centro de su esponjoso glande. Y tras comprobar de reojo la incomprensible manera en la que este continuaba revisando sus papeles sin ningún tipo de perturbación, empezó a aumentar el ritmo de sus exaltados lametazos; hasta conseguir estrellar la punta contra su garganta.
Completamente afiebrada, Rita desabotonó uno a uno los reducidos botones de su camisa. Y tras respirar con ansias hasta llenar de aire sus pulmones, desplazó su sujetador poco a poco hacia arriba; hasta dejar sus enormes tetas al descubierto.
Después de estar acomodada, intensificó de manera enérgica los exaltados movimientos realizados con su boca; mientras estrujaba sin contemplación alguna, cada uno de sus inflamados pechos.
A medida que desaparecía el semierecto pene de su esposo una y otra vez en todo el centro de sus brillantes labios, no podía dejar de recordar todas esas noches alocadas en su época de juventud, en las que bastaba con dejar expuesto el sutil elástico presente en su ropa interior, para que su enloquecido amante la penetrase desesperadamente durante horas, hasta hacerle perder el sentido.
Con la mente puesta en su lujurioso objetivo, Rita continuó estimulando el semirigido pene que se mantenía entre sus labios, adentrándose de lleno en una efusiva ráfaga de veloces lengüetazos; que terminaron de humedecer su temblorosa entrepierna.
Tras una serie de electrizantes minutos contenidos, los sentidos de la rubia se agudizaron con gran perturbación, luego de percibir un ahogado gemido de lo más agazapado; qué le hizo estremecer su cuerpo con vibrante exaltación.
Totalmente eufórica por lo que percibía, Rita dirige su mirada hacia el replegado rostro de su concentrado marido; percibiendo la manera en la que continuaba trabajando con absoluta seriedad, y sin prestarle atención a ninguna de sus caricias.
Cada vez más acostumbrada a sus continuos desplantes, Rita intensifica sus esfuerzos con notoria agitación; deslizando su atrevida lengua sobre la esponjosa verga de su inexpresivo acompañante, para alcanzar su objetivo a como diera lugar.
Luego de una sería de eclipsantes intervalos prolongados, y cuando finalmente estaba alcanzado el máximo compás de sus animadas sacudidas, un par de sonoros impactos la sacaron nuevamente de su letargo; haciéndole disminuir la velocidad de sus agitados movimientos descompensados:
—¡Mamá, mamá! Ya estamos listas para irnos. —indicó muy suavemente Luan desde el otro lado de la puerta.
Con la boca aún repleta con la verga de su esposo, la frustrada mujer se inclina levemente para atrás; y tras liberar sus labios de muy mala gana, les dice a sus hijas con evidente afán:
—¡U-Un momento chicas! Necesito 10 minutos más para terminar de arreglarme. E-Espérenme en el auto.
Fue así como al terminar la oración, y aún sin creer todo el tiempo que había transcurrido, Rita intensifica sus embates de manera mucho más que pronunciada; haciendo estremecer a su dubitativo esposo, con cada uno de sus salvajes lametazos.
—¡Ohh, querida! Dale más despacio que no me dejas concentrar.
Sin importarle en lo más mínimo las inauditas palabras que escuchaba, Rita incrementó el veloz ritmo de los desmedidos movimientos de sus labios; hasta conseguir que, por primera vez en toda la mañana, Lynn posase la mirada directamente sobre la suya.
Una vez que consiguió adueñarse por completo de su perturbada atención —y tras empezar a apretar sus huevos con su otra mano—, la indomable rubia intensificó una última vez cada una de sus sistemáticas sacudidas; hasta conseguir notar como su sudorosa pareja, empezaba a retorcer su cuerpo con gran alteración.
En ese instante se sentía tan llena de entusiasmo, que no tardó en deslizar su mano por debajo de su delgado pantalón; evidenciando perfectamente la manera en la que sus ansiosos dedos, se perdían una y otra vez en todo el centro de su abultada entrepierna.
A medida que le exprimía la polla, y se introducía los dedos en lo más profundo de su aceitada vagina, Rita empezó a batir sus curvas con mayor intensidad; llenando la alcoba de innumerables jadeos entrecortados.
En ese instante se podían percibir los desaforados alaridos que eran emitidos de manera contundente por el consternado hombre de la casa, así como los prolongados movimientos de cintura, que eran realizados por su acalorada acompañante.
Cuando Rita estaba a punto de estallar, se volvieron a escuchar un par de leves golpes en la entrada; que la obligaron a reprimirse de manera involuntaria.
—Date prisa mamá. Voy a llegar tarde al basurero. —exclamó Lana con bastante apuro.
Fue así como lamentándose una vez más por tan mala suerte, y haciendo a un lado el electrificado par de dedos que escarbaban en su coño; no tuvo más remedio que ponerse nuevamente de pie, para terminar de arreglarse antes de salir.
Cuando el reloj marcaba las 9:45 de la mañana, Rita salió disparada hacia la entrada de la casa. Y al ver a la mayoría de sus hijas acomodadas en el auto, se subió sin perder prisa en su interior; y se marchó poco a poco de la casa, para tratar de reponer el tiempo que había desperdiciado.
A medida que iba conduciendo, podía escuchar los constantes quejidos emitidos por Luan, Luna, Lana, Leni y Lynn; quienes no dejaban de mencionar con bastante ofuscación, que llegarían tarde por culpa de su madre.
Con la cabeza aun dándole vueltas por lo acontecido con su esposo, y una ligera sensación de cosquilleo alojada en su entrepierna, Rita continuó conduciendo con bastante prisa; para poder dejar a sus hijas dentro del tiempo.
La primera en llegar a su destino fue Luna, quien tenía prácticas de la banda en una plaza del centro de la ciudad. Y un par de manzanas más adelante le tocó el turno a la impaciente Lynn, quien estaba como loca y con el rostro ligeramente enrojecido; de tan solo pensar que llegaría tarde a su entrenamiento matutino de soccer.
A medida que se iba liberando de cada una de sus escandalosas hijas, el rostro de Rita se fue llenando de una llamativa sensación de relajación; que le permitió estar más atenta a lo que decían el resto de las chicas.
Fue en ese momento cuando sus sentidos de madre protectora se alertaron plenamente, luego de escuchar una conversación telefónica de su hija Luan; que puso a la comediante de muy mal humor.
—Cuantas veces te lo tengo que repetir. —sollozó repetidamente la alterada chica de abundantes frenos, mientras luchaba por mantener la compostura—. Estamos ensayando Romeo y Julieta, y es un simple beso lo que culmina la historia.
—Que ocurre Luan. ¿Problemas con la obra? —preguntó muy calmadamente la expectante madre, tratando de disimular su elevado interés.
—Nada de eso mamá. —respondió con ofuscación—. Es sólo un simple mal entendido con una de las escenas del final del tercer acto, que espero resolver en el ensayo del día de hoy.
En ese momento no pudo evitar notar, la deslumbrante manera en la que su intranquila hija le regalaba una sonrisa completamente fingida, que le hacían pensar con gran perturbación; que le estaba escondiendo algún secreto.
Al cabo de unos cuantos minutos más, y tras ir dejando una a una al resto de las chicas en el camino, la camioneta fue quedando completamente vacía; lo cual le permitió a la estresada mujer de melena acortada, enfocarse en los pendientes que tenía en el trabajo.
A medida que la jornada transcurría sin mayores complicaciones, Rita aprovechó su espacio para lograr culminar con éxito un artículo muy importante, en el que había estado trabajando durante las últimas semanas.
Llena de felicidad, —y de una extraordinaria sensación orgullo en todo su pecho—, procedió a imprimir el artículo con bastante rapidez; para poder llevarlo directamente a la oficina de su nueva jefa.
Colmada de emoción, no podía dejar de pensar en que, si todo salía de acuerdo a lo esperado, este sería su trabajo periodístico más ovacionado.
Cuando había dado la orden de imprimir los documentos, ingresa a su discreta oficina la señorita Jesse Hiller; quien se había convertido desde hace un par de meses, en su nueva jefa.
Una vez que logró ingresar, y al darse cuenta de que su nueva empleada continuaba en la oficina; procede a decirle toda llena de alivio:
—¡Ay, Rita! Como me alegro de que aún no te hayas ido. Necesito que vigiles a los hijos de una buena amiga, mientras revisamos unos papeles que nos trajo el abogado.
—Eh... ¡Seguro jefa! —exclamó Rita con un poco de incomodidad.
—Normalmente le pediría este favor a mi asistente, pero por más que la he buscado, no consigo encontrarla. ¡Mmm! Y es raro, ya que se fue sin llevarse su bolso. En fin... ¡Necesito que cuides a sus 5 hijos!
—¿Cinco hijos? —replicó llena de sorpresa.
—Si, cinco. Son los quintillizos Fox. Y bueno... Como tienes 11 hijos, creo que no hay nadie mejor tu para que los vigile durante un rato.
—Claro que si jefa. ¡Cuente conmigo!
Luego de recibir el tan esperado "si" como respuesta, la jefa de Rita procede a abrir la puerta con bastante lentitud; y tras empezar a realizar un par de rápidas señas con las manos, llama a sus queridísimos angelitos con dulzura, para que ingresasen a la oficina.
Una vez estuvieron en su interior, la señorita Hiller salió disparada hacia su propio despacho; dejando a los niños a un lado de la entrada, para que fuesen atendidos por su improvisada niñera.
Tan pronto estuvieron todos adentro, no tardaron en posicionarse sobre cada rincón de tan pequeño lugar. Hasta abarcar los puntos estratégicos de la apartada oficina.
Al darse cuenta de la manera en la que los pequeños niños permanecían totalmente dispersos en tan reducido espacio, Rita les pregunta con bastante sutileza:
—Ya que estamos solos, ¿les gustaría ponerse a pintar? Acá tengo papel y marcadores.
—¡No somos niños, señora! —protestó rápidamente uno de los chicos, con enorme desazón.
—¡¿Y entonces?! ¿Qué les gustaría hacer para pasar el rato?
Fue en ese momento cuando cada uno de los cinco chicos empezaron a mirarse lentamente a sus caras, para luego salir uno de ellos, y expresar de manera cortante:
—¡Hmm! De hecho, si hay algo que nos gustaría hacer a todos. Pero para poder lograrlo, necesitamos de su completa cooperación.
Llena de incomparables dudas, Rita empieza a posar su mirada en cada uno de los cinco niños. Y mientras lo hacía, no tardó en percatarse de la manera en la que dos de ellos se acercaban poco a poco hacia el lugar en donde esta se encontraba; casi al tiempo en que el resto se dirigía hacia la puerta principal.
Fue en ese momento cuando uno de los inquietos chicos pusó su maletín naranja por encima de la congestionada mesa, para luego sacar con rapidez un par de esposas de policía.
Al darse cuenta de sus extrañas intenciones, Rita intentó ponerse de pie con grandiosa velocidad, aunque fue detenida por dos de los ansiosos pequeños; quienes se abalanzaron deliberadamente sobre ella, para impedir que se alejarse de su lado.
Fue ahí cuando la sincronía de los quintillizos Fox entró en evidencia, atacando de manera coordinada a la asustada mujer; hasta dejarla indefensa sobre la ajustada silla de metal.
A medida que esposaban sus temblorosos brazos con habilidad, los otros chicos aseguraron la puerta con candado, y cerraron las persianas en un santiamén; hasta dejar atrapada a la asustada rubia.
Una vez que estuvo anclada sobre su puesto, Rita mira fijamente a uno de ellos; y le reprocha con bastante desazón:
—¡¿Pero que rayos?! Suéltenme de una buena vez pequeños rufianes. Estos no son juegos.
Con una enorme sonrisa en sus complacidas facciones, interviene velozmente otro de ellos; para tratar de dejar las cosas bastante claras.
—¡Guarde silencio señora! No creo que le convenga hacer un escándalo en esta oficina. A menos de que quiera atraer la atención de todos los demás.
Visiblemente afectada, Rita guardó silencio durante unos pocos segundos más; hasta que, llevada por su mal humor, les volvió a exigir con bastante firmeza:
—Ya está bueno niños, ya se divirtieron. Suéltenme de una buena vez, que tengo muchas cosas por hacer.
—Pero, ¿por qué la vamos a soltar, si todavía no hemos empezado a divertirnos?
Luego de esbozar tan confusas palabras, el chico extiende una de sus manos hacia la ajustada camisa de su asustada presa, y sin siquiera inmutarse, empieza a desabrochar uno a uno sus redondeados botones blancos; hasta dejar a la vista su aclarado sujetador.
—¡Detente niño! ¡¿Pero qué crees que haces?! No me obligues a llamar a tu mamá.
Sin prestarle la más mínima atención a sus palabras, el sonriente muchacho comienza a acariciar su busto sin ninguna clase de recato; haciéndola oscilar con gran perturbación.
—No... ¡Espera! ¡¿Pero qué crees que haces?! ¡Deja de tocarme ahí!
Mientras Rita se estremecía sobre su rechinante silla, el resto de los chicos se abalanzaron directamente sobre ella; manoseando sus voluminosas tetas por todos lados.
Antes de lograr darse cuenta, Rita tenía sus senos completamente al descubierto; por lo que llena de una inmensa rabia, intentó volver a colocarse de pie.
En ese preciso momento, y a pesar del interminable esfuerzo que ejercía, la desesperada rubia no era capaz de apartarse de la temblorosa silla; y todo en gran medida, debido a que los 5 chicos se abalanzaron directamente sobre su acolchado cuerpo, hasta conseguir limitar sus enardecidos movimientos.
—Ya verán cuando me libere. Esto lo va a saber su madre.
—No nos intimida señora. Nosotros siempre nos salimos con la nuestra, ¿o por qué cree que renunció la anterior mujer que trabajaba en este lugar?
—Oh, si... ¡Michelle! —señaló abiertamente uno de muchachos—. Esa señora sí que era hermosa. Aunque sus tetas no eran tan grandes como las suyas.
Llena de intranquilidad, Rita intentó mantener la calma durante varios minutos más; mientras encontraba la manera de lograr escapar de sus captores.
Fue así como girando el rostro hacia todos lados, Rita posa la mirada sobre la única chica que se divisaba en el lugar; y tras sonreírle con un poco de dulzura, procede a decirle a esta con deslumbrante calma:
—¡Oh, Cariño! El juego de tus hermanos ya ha ido demasiado lejos, así que, por favor convencerlos para que me dejen ir. Si lo hacen, te aseguro que olvidaré todo lo sucedido. Que dices, ¿eh?
Luego de contemplar las animadas palabras de auxilio emitidas por su rehén, la calmada chica da un par de pasos hacia la mesa; y tras tumbar al suelo la mayoría de los papeles y cosas que se encontraban sobre esta, empieza a decirle con sorprendente brusquedad:
—¡Cállese señora! Usted a mí no me manda.
Completamente aturdida por su más reciente actitud, Rita la observa con llamativa impresión; y le replica con la voz entrecortada:
—¡Pe-Pero que dices, cariño! Si tu más que nadie deberías entender lo que estoy sintiendo en estos momentos. A-Además... Esta clase de juegos no son para las niñas lindas.
—¡Le dije que cierre la boca! —exclamó llena de rabia—. Si no lo hace por las buenas, nos veremos obligados a cerrársela por las malas.
Colmada de un tormentoso asombro, la ofuscada mujer decide permanecer en silencio por voluntad propia; mientras veía la manera en la que la pequeña chica de cabello castaño, empezaba a sonreír con total malicia.
—¡Veo qué aprende rápido señora! —esbozó con un tono de voz bastante mordaz—. Y para que lo sepa, la idea de mantenerla atada fue enteramente mía.
Al terminar de emitir tan impactante oración, la pequeña muchacha se acerca sigilosamente hasta el costado derecho de la aterrada mujer; y tras posar su calmado rostro frente al suyo, empieza a decirle con llamativa prontitud:
—¡Así es señora! Yo soy quien da las ordenes en este grupo.
Totalmente sin palabras, Rita no hacía otra cosa más que mirar a cada uno de sus captores; como tratando de entender de una buena vez por todas, que rayos era lo que estaba pasando.
De un momento al otro, sus limitados pensamientos fueron interrumpas por las manos inquietas de uno de los airados chicos; quien cargado de un inigualable frenesí, comenzó a estrujar con ansias los endurecidos pezones de la rubia.
Como si se tratase de un cardumen de pirañas cuando sentían sangre, el resto de los chicos rápidamente se abalanzó sobre la expuesta milf; apretando y chupeteando cada una de sus gloriosas tetas, hasta hacerle temblar con nerviosismo.
Cuando la agitada dama estaba a punto de protestar, fue interrumpida de manera certera por la sonriente Pam; quien le cubrió la boca con ambas manos, para tratar de contener sus reiterados alegatos.
Completamente dominada, Rita no tuvo más opción que dejarse echar mano; mientras la mayoría de los precoces muchachos, mordisqueaban sus tersos senos a placer.
Era la primera vez en toda su vida que se sentía tan humillada, y el hecho de que tan solo fuesen unos niños quienes la tenían tan sometida; tan solo incrementaba más su impensado agravio.
Rita se sentía muy ofendida, y con ganas visibles de querer llorar; pero a pesar de lo mucho que le molestaba, poco a poco se había empezado a calentar.
Después de una prolongada serie de tenaces apretones descarados, los chicos fueron descendiendo lentamente; hasta conseguir posar sus diminutas manos, sobre cada uno de sus voluminosos muslos.
Mientras dos de los chicos continuaban mordisqueando sus endurecidos pezones, los otros dos empezaron a separar sus gruesas piernas hacia cada lado, para poder tener acceso a su preciada intimidad; aunque por más que lo intentaban, no eran capaces de conseguirlo.
En ese instante Rita estaba plenamente determinada a no dejarlos avanzar, pero a medida que estimulaban sus blancas tetas, y deslizaban sus pequeños dedos por encima de sus regordetes muslos; menores eran sus ganas de querer resistirse.
Si este ataque hubiese sucedido en cualquier otra época del año, de seguro les habría propinado una gran lección a cada uno de sus atrevidos agresores. Pero con lo sensible que se encontraba, y las enormes ganas de atención que le pedía su cuerpo; continuó luchando con menor tenacidad, hasta permitirle a sus captores lograr su objetivo.
Fue así como después de un largo acecho, y un implacable trabajo en equipo, dos de los quintillizos lograron separarle bien las piernas, —aunque con la ayuda misma de su excitada rehén—. Dejándole la vía libre a otro más de sus acalorados hermanos. Quien sin perder ni un solo instante, le empezó a desabrochar poco a poco el pantalón; hasta conseguir dejar expuesta su llamativa ropa interior.
Una vez que pudieron divisar sus delicadas prendas íntimas, el más osado de los quintillizos comenzó a deslizar sus dedos sobre la comisura misma de sus inflamados labios vaginales; haciéndola jadear con cada uno de sus tenaces movimientos.
Por fortuna Pam continuaba aprisionando hasta el más débil de sus extasiados suspiros, por lo que podía delirar con gusto sin tener que disimular.
Rita estaba cada vez más excitada, y en ese punto, ya ni siquiera era capaz de continuar resistiéndose.
Con cada uno de sus cortos roces, el coño de Rita se fue tornando cada vez más humedecido, llamando la atención del pequeño muchacho que estimulaba ansiosamente sus delicadas partes; hasta hacerle articular con gran agitación:
—¡Está toda mojada aquí abajo! ¡¿Acaso se hizo pipí?!
—Noo, ¡tonto! —intervino Pam con bastante seriedad—. Ya les había dicho que eso le pasa a las mujeres cuando les tocan sus partecitas. ¿O acaso ya se les olvidó lo agitada que estaba la otra señora cuando la toqueteamos bajo la falda?
Luego de escuchar la notable explicación de la líder de su grupo, el animado muchacho continuó desplazando sus dedos por la poblada zanja que se le dibujaba a Rita entre las piernas; hasta hacerla estremecer con mayor rudeza.
—¡Mmm, Mmmh... Mmghh!
Completamente emocionado, el pequeño chico deslizó sus dedos dentro del gastado elástico de su ropa interior. Y tras posar la mirada sobre la de su atenta hermana, se mantuvo quieto durante varios segundos más; mientras esperaba su permiso para poder continuar.
Una vez que la calmada niña le dio su visto bueno, el hábil chico introdujo sus dedos por debajo de su aclarada pantaleta, separando los tupidos vellos mojados que se cruzaban a su paso; hasta encajar sus afanosos dedos en la abertura misma de su aceitada entrepierna.
Tan pronto sintió la atrevida manera en la que sus reducidas falanges se abrían paso entre su expuesto sexo, Rita sufrió una fuerte descarga eléctrica cargada de intensidad, que le hizo estremecer gran parte de su sudada silueta; hasta hacerle agitar la silla entera.
Al darse cuenta de lo terriblemente ofuscada que se mantenía su prisionera, volvieron a abalanzarse sobre esta con magnífica exaltación; hasta conseguir domarla por completo.
Al cabo de un corto rato, y con el semblante de Rita mucho más que resignado, volvieron los toqueteos sobre su zona erógena más privada; pero esta vez, sin ningún tipo de miramientos.
Fue en ese momento cuando el ansioso quintillizo, comenzó a desplazar sus dedos sobre el notable montículo de carne que se alzaba en la parte alta de su dilatada hendidura; arrancándole un sinfín de murmullos acalorados en el proceso.
Luego de un aparatoso recorrido, —en el que por instantes la agobiada rubia apretaba fuertemente sus piernas para tratar de impedirle el paso—, el inquieto chiquillo logró introducirle el dedo en su sofocante vagina; haciéndole retorcer los ojos con inusitado estrés.
Una vez que consiguió apoderarse de su dilatada abertura, empezó a desaparecer su dedo una y otra vez justo en medio de sus exuberantes piernas; sintiendo la manera en la que sus diminutas falanges, eran comprimidas con gran fiereza.
El coño de Rita estaba hecho un mar de espesados fluidos aclarados, por lo que no le costó demasiado al extasiado muchacho, el deslizar sus dedos por dentro de su entibiecido conducto.
A medida que escarbaban en su ensanchado orificio, su mirada se fue tornando cada vez más apagada; llegando a separar sus muslos de manera ampliamente instintiva, para permitirle al ingenuo chico que la taladrase con mayor profundidad.
Con la mayoría de los dorados vellos de su cuerpo totalmente desafiantes, y gran parte de su transpirado rostro mucho más que enrojecido, la extenuada madura comenzó a entregarse de lleno a los implacables roces que eran ejercidos sobre su frágil concha; anhelando con mayores ganas, el que le metieran sus pequeñas pollas sin vacilar.
Después de varios minutos del más intenso manoseo, su encharcado coño fue testigo de la inclemente manera en la que el joven chico le fue adentrando cada uno de sus esbeltos dedos; hasta casi introducirle la mano completa.
Al ver lo bien que la estaba pasando su hermano, otro de los chicos interviene con velocidad:
—Date prisa hermano. Yo también quiero jugar con ella. —señaló el agitado quintillizo, a medida que se rascaba la polla sobre el pantalón.
Fue así como de manera casi repentina, saca sus mojados dedos del ensanchado coño que se mantenía estimulando. Y tras hacerle un par de señas a sus otros hermanos, se dispusieron a intentar bajarle el pantalón entre todos.
Colmada de un aparatoso malestar en todo el cuerpo, Rita intentó resistirse a los atrevidos ataques generados por sus excitados captores; pero a pesar de sus prolongados forcejeos, no tardó en volver a ser presa de su sofocante calentura.
Tras fingir que estaba agotada, se dejó bajar el pantalón sin mayores contratiempos; hasta conseguir tenerlos por debajo de las rodillas.
Al ver a la intranquila mujer tan solo cubierta por su ropa interior, los cuatro chicos se mantuvieron ampliamente paralizados y en absoluto silencio; mientras veían con inusual encanto, la maravillosa silueta semidesnuda que aparecía frente a ellos.
Al darse cuenta de lo lejos que habían llegado, tres de los muchachos enfilaron sus ataques contra la delgada ropa interior que cubría su enigmático sexo; y tras mirarse a los ojos con total complicidad, procedieron a bajársela hasta dejarla desnuda.
Una vez que la pequeña prenda se apartó de su vagina, un extraño silencio se apoderó de todo el lugar, dejando a los cinco hermanos totalmente deslumbrados; mientras le veían la entrepierna con gran exaltación.
Así permanecieron durante un corto rato más, hasta que llevados por el intenso morbo que sentían en sus pequeñas figuras, empezaron a acariciar su sexo y a separar ligeramente sus carnosos labios; hasta conseguir dejar expuesto, el llamativo tono rosa que se vislumbraba en su interior.
Era la primera vez en toda su vida que veían un coño con tanto detalle, dejando atrás los numerosos intentos fallidos, que consiguieron tener con las distintas mujeres que los cuidaban.
Tener el sexo de Rita completamente a su merced, los llenaba de un nuevo aire de ansiedad; el cual rápidamente los condujo, a explorar sus partes con total soltura.
Mientras unos jugueteaban con sus dilatados pliegues vaginales, separándoselos una y otra vez, los otros aprovechaban la cercanía para deslizar sus dedos sobre el contorno mismo de sus relucientes labios; estimulando su sensitivo clítoris sin darse cuenta.
Una vez que estuvieron más distendidos, empezaron a adentrar sus dedos en lo más profundo de su resbaladiza abertura; hasta conseguir lograr que la ofuscada madura, batiese su figura bajo el afanoso ritmo de sus impertinentes movimientos descontrolados.
De ese modo fueron rotando los cuatro primeros quintillizos, permitiéndole notar a su abrumada retenida, la manera en la que unos le tocaban el coño con bastante brusquedad; y otros con total delicadeza.
Así transcurrió un largo rato de la tarde, hasta que finalmente llegó el turno de la única chica de la pandilla; quien, a pesar de ser mujer, no se quería perder la oportunidad única de poder juguetear con el dulce coño que se alzaba frente a sus ojos.
Sin molestarse por dejar a Rita con la boca descubierta, Pam se arrodilla en todo el centro de sus esponjosas piernas, y tras acomodar su cuerpo con gran velocidad, empieza a acercar su rostro hacia su pronunciada abertura; hasta conseguir posar su lengua sobre su poblado monte de venus.
En ese instante estaba tan pegada, que podía sentir el embriagante aroma a sexo que brotaba de entre sus piernas.
—¡E-Espera niña! ¡¿Pero qué crees que estás haciendo?! —susurró una asustada Rita con gran intermitencia—. Aleja ya tu rostro de mi entrepierna.
A medida que la concentrada chica desplazaba sus delgados dedos por la comisura misma de tan atrapante intimidad, aprovechaba la cercanía para comenzar a degustar de manera directa, el dulce néctar que le brotaba a la rubia de entre sus gruesos labios.
Al ver el modo en el que la inquietante niña le había empezado a succionar su frágil coño, Rita se queda ligeramente paralizada; para luego empezar a esbozar con gran alteración:
—¡De-Detente niña! Esto ya ha ido demasiado lejos.
—Deje de exaltarse señora. A menos de que quiera tener de público al resto de la oficina.
Totalmente adueñada de la situación, Pam retoma sus embates sobre la aceitada vagina que yacían ante ella; entreabriendo sus hinchados labios con ambas manos, para luego introducirle su pequeña lengua con gran suavidad.
—¡No, no! ¡Espera cariño! Deja de frotarme ahí abajo. ¡Ohh, Oohh... Mmghh! E-Esto no está bien. ¡Oohh! ¡Nnghh!
Sin importarle sus más continuos reclamos, Pam continuó desplazándole sus dedos sobre el contorno mismo de su mojada abertura; separando con notorio agrado, la dorada pelambrera que cubría su intimidad.
Una vez que tuvo su sensible coño al descubierto, enfiló sus ataques contra el descolorido dobladillo superior que se asomaba en la parte más alta de su humedecida gruta; haciéndola temblar con mayor intermitencia.
—No, no... ¡Espera! ¡Ooghh! Deja de tocarme ahí.
Sin tener muy claro como una niña tan pequeña podía ser tan buena, Rita se fue entregando de lleno a cada uno de sus insistentes roces; hasta limitarse a jadear de manera disimulada.
A medida que la inquieta chiquilla jugueteaba reiteradamente con el inflamado clítoris que palpitaba frente a esta, tres de sus hermanos se divertían estirándole los pezones a su jadeante presa; mientras el último y más reservado de ellos, se limitaba a rascarse la polla por encima de la ropa.
Por más que intentase negarlo, el cuerpo de Rita se encontraba cada vez más afligido. Llegando a calentarse de manera inevitable, ante el más mínimo roce efectuado entre sus piernas.
Mientras más le hacían batir la lengua entre sus poblados pliegues superiores, mayores eran las ansias que tenía de correrse. Por lo que luego de maldecir con vehemencia a su descuidando esposo, Rita se dispuso a separar cada una de sus pronunciadas piernas, para facilitarle la labor a su atrevida captora.
Atrás quedaron las fugaces ganas que tenía de alejarse, ya que lo único que quería en ese momento, era sentir los vivarachos labios de la animada pequeña; hasta lograr alcanzar su tan anhelada corrida.
Con la mayoría de sus extremidades cada vez más enrojecidas, Rita posó la mirada sobre Pam, quien se mantenía deslizando su lengua sobre cada uno de los temblorosos bordes de su coño; mientras le metía uno de sus dedos en el interior.
"Ya casi, ya casi". Eran las palabras que se repetía Rita una y otra vez en su cabeza, a medida que la traviesa quintilliza, le hacía desaparecer su lengua en todo el centro de sus brillantes labios.
Con su raja emanando cada vez más líquidos, y el ritmo de su respiración a punto de colapsar, el cuerpo de Rita se fue tornando mucho más que tensionado; como muestra clara de lo cerca que estaba de su deseado final.
Así continuaron durante varios suspiros más. Hasta que de manera casi repentina Pam aparta su rostro hacia un costado, posando la vista sobre el más replegado de sus atentos hermanos; quien se había empezado a quitar el pantalón.
—¡Hey Steve! ¡¿Pero que rayos haces?! —señaló rápidamente uno de sus asombrados muchachos, con la mirada puesta sobre su ropa interior.
—¡Lo siento! No puedo evitarlo. Es que me pica muchísimo la puntita de mi pipí.
—Si, pero... ¡¿Y por qué te bajas el pantalón?!
—E-Es que por más que me lo rasque, no consigo aliviar la terrible comezón que estoy sintiendo.
A medida que el confundido chico se frotaba insistentemente la polla sobre sus coloridos calzoncillos de Ace Savvy, el resto de sus hermanos lo veían de manera atenta; sin llegar a apartar los ojos de su lado.
Al ver como Pam se había alejado de su coño, Rita se mordió los labios con total perturbación, al no poder decirle a la niña de manera directa; que volviera a retomar sus atrevidos embates.
Llena de una gran frustración, Rita posa su vista sobre la de la asombrada niña; viendo la manera en la que esta le pedía a su confundido hermano pequeño, qué se acercase rápidamente hacia su lado.
Una vez que el inquieto chiquillo estuvo en posición, Pam lo mira directamente los ojos, y sin siquiera sonrojarse en lo más mínimo, extiende sus manos hacia su holgada ropa interior; y se la baja de un solo movimiento.
Tan pronto como el perplejo chico, se quedó sin la gastada prenda íntima que cubría sus preciadas partes; todos en el recinto se quedaron absolutamente congelados, al lograr intuir a que se debía tan severa comezón.
Y es que, a pesar de ser pequeño, Steve tenía la polla ligeramente empinada; siendo el vestigio de una notable primera erección, que se manifestaba sobre su tierna silueta.
Luego de comprobar que las ideas en su cabeza eran correctas, Pam junta sus manos con rapidez; y exclama al aire con gran satisfacción:
—¡Lo sabía! Sabía que debía tener su cosa dura.
—¿Y cómo rayos sabías eso? —preguntó otro de sus confusos hermanos, sin apartar los ojos de la arrugada polla que se erguía ante él.
—Para mí fue muy fácil descubrirlo después de ver los cientos de videos sucios que tenía la entrenadora en su teléfono.
¡¿La entrenadora?! ¿Pero quién rayos podría ser esa? Se preguntó con reiteradas ansias Rita, a medida que escuchaba concentradamente la conversación. ¿Acaso ella era la culpable de haber estado corrompiendo a estos niños?
Mientras trataba de encontrar las respuestas a sus múltiples interrogantes, Rita fue traída de vuelta por una impensada conversación; que le hizo erizar hasta el último tramo de su saturada existencia.
—¡¿Estás segura de eso?! —preguntó muy tímidamente el inquieto Steve, con su pequeña polla rebotando de un lado al otro.
—¡Claro que lo estoy! —respondió la sonriente niña con seguridad—. La entrenadora me dijo que a muchos chicos se les para su cosita, cuando ven a alguna chica con poca ropa encima.
—¡¿En verdad?! ¿Y te dijo como hacerla volver a como estaba antes?
—¡Seguro! Ella me dijo que para aliviar su comezón, los chicos se la metían a sus novias entre las piernas.
—¿Novia? ¡Pero sin yo no tengo novia! —señaló el muchacho con ligera repulsión.
—Pero para que quieres una novia cuando tienes a esta señora lista para ayudarte.
Tan pronto como escuchó la desmedida conclusión de la extasiada chiquilla, Rita interviene con gran enojo; dispuesta a ponerle un alto a sus posibles acciones.
—No, no... ¡Eso sí que no! —replicó con malestar. Ni se les ocurra hacer lo que están pensando.
Después de percibir tan sentidas palabras los chicos se miraron los unos a los otros, luego de lo cual, se abalanzaron directamente sobre la aterrada mujer; hasta conseguir tomarla por cada una de sus extremidades.
Con la mayoría de su cuerpo bien sujeto, separaron sus muslos con total agilidad; hasta conseguir dejar los dorados vellos de su vagina, expuestos ante la vista de todos.
—N-No, no niños... ¿Qué rayos hacen? Déjense ya de bromas pesadas, y déjenme en libertad.
—Lo haremos cuando nuestro hermano calme su comezón. —afirmó muy seriamente uno de ellos.
—¡Pe-Pero qué están diciendo! Si hay otras formas de hacer qué eso ocurra.
Luego de escuchar sus improvisados alegatos, Pam recoge del suelo el colorido calzoncillo de su hermano, y se lo introduce dentro de su temblorosa boca; hasta dejarla totalmente callada.
—¡Se lo había advertido señora! —sollozó la pequeña chica con alteración—. Si no guardaba silencio a las buenas, la haríamos callar a las malas.
Una vez que las palabras Rita fueron sofocadas, y sus blancas piernas estuvieron bien abiertas, el nervioso quintillizo fue acercando su miembro con bastante lentitud; hasta conseguir posarlo en todo el frente de sus hinchados labios.
Sin tiempo que perder, Pam entreabrió sus pliegues vaginales con ambas manos; hasta conseguir dejar su sonrosado conducto, totalmente al descubierto.
Fue así como impulsando por las palabras de ánimo de todos sus hermanos, el pequeño Steve comenzó a acercar su pene hacia el extremo mismo de aquel ensanchado orificio. Y tras respirar profundo para aplacar sus notables miedos, comenzó a inclinar sus reducidas caderas decididamente hacia adelante; hasta lograr convertirse en todo un hombre.
En ese preciso instante, el lujurioso cuerpo de Rita empezó a ser víctima de una extraña mezcla de contradictorias sensaciones, que la tenían completamente alterada; y con los gruesos pliegues de su terso coño, palpitando como nunca antes.
Una vez que su arrugado pene estuvo en su interior, el electrificado quintillizo empezó a realizar un instintivo mete y saca de lo más acelerado; que los hizo jadear a ambos con limitada ofuscación.
Era la primera vez en mucho tiempo en el que una polla distinta a la de su propio marido, se abría camino entre sus gruesas piernas, —o al menos eso era lo que ella pensaba—. Por lo que sentir a tan endeble muchacho, quien por primera vez en su vida disfrutaba de una buena cogida, no hacía otra cosa más que calentarle la sangre; hasta hacerla balbucear con descontrol.
Y es que el estar teniendo sexo con un ingenuo chiquillo, quien podría tener la misma edad de su propio hijo, no solo era una experiencia única para ella; sino que a diferencia de como pensaba en un principio, le resultaba de lo más estimulante.
En ese momento Rita se sentía como una sucia y vulgar pervertida, pero eso le había empezado a encantar.
A medida que el jadeante muchacho intensificaba los acelerados roces que le ejercía en su espaciosa vagina, no dejaba de batir su pecho con notable extenuación; como intentando controlar de una vez por todas, el despiadado placer que revoloteaba en sus entrañas.
Al ver lo exaltado que se encontraba su hermano, y darse cuenta de la inaudita velocidad que le mantenía imprimiendo a cada uno de sus briosos movimientos de cintura; no tardaron en preguntarle:
—Que se siente, que se siente... ¡Vamos Steve! ¡Dimos qué se siente!
Sin prestarle el mínimo caso a lo que escuchaba, el agitado muchacho empezó a entregarse de lleno a las formidables embestidas qué se mantenía realizando justo en medio de las sudorosas piernas de su amante; hasta que de un instante al otro, comenzó a gemir con copiosa alteración:
—Siento cosquillas... ¡Siento muchas cosquillas!
De ese modo, continuó intensificando frenéticamente cada uno de sus desmedidas estocadas; mientras trataba de respirar con la boca bien abierta.
Aunque su polla en realidad era bastante pequeña, para Rita era muchísimo más que suficiente para hacerle perder el control sobre sus actos. La falta de sexo, y las prolongadas horas dedicadas a sus 11 hijos dieron como resultado una mujer ampliamente insatisfecha; y con ganas de sentirse deseada.
A pesar de no estar experimentando todo ese placer al que se sentía tan acostumbrada, si era una sensación muchísimo más lasciva y maternal; que la tenía con la vagina cada vez más encharcada, y con unas amplias ganas de querer sollozar.
Con el cuerpo cargado de una inigualable calentura, Rita empezó a sacudir muy fuertemente cada una de sus extremidades, alcanzando a golpear la mesa con una de sus robustas piernas; hasta mandar a dar al piso, una de las pequeñas maletas que los quintillizos habían traído consigo.
Rita estaba cada vez más excitada, y aunque por momentos lo trataba de disimular, no pudo continuar soportando los continuos corrientazos prolongados qué sacudían abiertamente sus extasiadas entrañas; por lo que luego de acomodar su cuerpo con gran precisión, empezó a batir sus caderas una y otra vez, de abajo hacia arriba; ordeñando la polla del ingenuo chiquillo, sin que llegara a darse cuenta.
A medida que batía su coño con gran exaltación, mientras fingía qué trataba de alejarse de su lado, Rita empezó a ser víctima de toda una serie de elevados retortijones en su abdomen; que la conducían hacia su propia corrida.
¡Esta vez sí! ¡Esta vez sí! –se repetía una y otra vez en su delirante cabeza.
Pero con lo que la jadeante madura no contaba, era con la resistencia de su extenuado y nuevo amante. Ya que tan pronto sintió la vibrante exprimida a la que había sido expuesto, comenzó a ser víctima de toda una serie de desalmadas contracciones en su silueta; que lo llevaron a exclamar con gran alboroto:
—¡Ay, ay! No aguanto... ¡Mmm, Mmgh! ¡No aguanto más! —se mantenía alegando con los ojos bien cerrados—. Perdóneme señora... ¡Creo que estoy a punto de hacerme pís!
Totalmente ofuscado, el nervioso quintillizo empezó a temblar con feroz intensidad; penetrando a la impactada rubia con una furia insospechada.
Al no poder hablar, la pobre Rita no tuvo más alternativa que acoplar sus movimientos de cintura a los de su sofocada pareja, para tratar de obtener todo el limitado placer que le fuera posible; mientras aún tuviese la oportunidad.
Por desgracia para ella no fue por mucho tiempo, ya que al ser presa de sus sistemáticos meneos consumados, el pobre chiquillo sufrió un nuevo calambre en la base misma de sus diminutas bolas; qué le hizo apretar los ojos con mayor ferocidad, mientras empezaba a ser víctima su primera corrida.
Al darse cuenta de la descomunal manera en la que el colorado pequeño estaba a punto de eyacular, la triste rubia no tuvo más remedio que tensionar todo su cuerpo con enormes ansias; mientras le gritaba en sus pensamientos qué no lo hiciera.
Bastaron un par de suaves roces en la comisura misma de su poblado coño, para que Steve dejase salir toda esa fulgurante calentura que se reprimía en sus inquietas bolas, logrando disparar un par de potentes chorros en todo su interior; para luego terminar de correrse sobre el grueso muslo de su pierna izquierda.
Está de más decir que tras su fulminante primera venida, a Steve no le quedaron fuerzas para continuar manteniéndose de pie, por lo que se desplomó directamente en todo el piso; mientras batía su pecho de forma acelerada.
En ese instante Rita estaba absolutamente furiosa con el muchacho, destilando un fuerte odio en cada una de sus miradas. Aunque no quedaba para nada claro si era por haberse corrido en su interior; o por haberla dejado insatisfecha. En cualquier caso, tenía otro tipo de preocupaciones en su mente.
Con el cuerpo sudoroso y las entrañas mucho más que burbujeantes, la extenuada mujer posó sus ojos sobre su todavía electrificada entrepierna; llevándose una enorme sorpresa de lo más inesperada, al lograr evidenciar la llamativa corrida que yacía sobre esta.
El precoz quintillizo había bañado gran parte de sus piernas, con una extraña solución transparentada y ligeramente espesa; que daba más la sensación de ser orina, qué una ferviente muestra de una intensa corrida.
A pesar de haber logrado experimentar su primera eyaculación, el ingenuo chico aún era demasiado joven como para llegar producir sus primeros espermatozoides; liberando un fluido viscoso y demasiado inmaduro para su edad.
Mucho más que estupefactos, la mayoría de sus hermanos permanecieron ampliamente asombrados; al ver la manera en la que se había desplomado sobre el piso. Salvo por Pam, quien de un modo muy discreto, unto uno de sus dedos con la aclarada leche que había frente a esta; y bajo la atenta mirada de Rita se la llevó hacia su boca. Llevándola a pensar, que esa calmada niña... ¡En realidad era de cuidado!
Un par se segundos más tarde, y al ver a sus hermanos totalmente distraídos, Pam enfoca sus ojos sobre el vistoso maletín naranja qué permanecía sobre el piso; acercándose con total cuidado hasta el lugar en donde este se encontraba.
De un momento al otro Pam decide levantar el pequeño maletín de Nylon que se había caído al suelo, y una vez que lo consigue, recoge también la placa que identificaba a la dueña de la oficina; pegando un corto grito cargado de intranquilidad.
Con la mayoría de su cuerpo cada vez más tembloroso, y la vista de todos sus hermanos puesta sobre suya; Pam mira fijamente a su trastornada rehén, y le pregunta con bastante alteración:
—Su, su... ¡¿Su nombre es Rita Loud?!
Luego de escuchar sus sutiles palabras, el resto de los chicos se comenzaron a mirar las caras con gran preocupación. Y de manera casi repentina, dieron un par de pasos para atrás; dejando a su sollozante prisionera, mucho más que confundida.
Todo vino a cobrar sentido un par de segundos después, cuando el más callado de los cinco chicos, le pregunta a Rita con evidente preocupación:
—¡¿U-Usted es la madre de Lynn Loud?!
Luego de asentir con la cabeza de manera afirmativa, los cinco menores entraron en pánico, agarrándose la cabeza y comenzando a dar vueltas por toda la oficina; mientras arrugaban cada vez más sus aterrados rostros, en señal de lo mal que la estaban pasando.
—¡Oh, rayos! Pero que hemos hecho. Suéltenla... ¡Suéltenla de una buena vez! —exclamó la pequeña Pam con gran preocupación, a medida que se jalaba el cabello con ambas manos.
Al ver lo terriblemente asustados que en ese instante se encontraban, Rita se los queda mirando de manera muy atenta; hasta que uno de los chicos rompe el silencio, y se dirige a esta de forma alterada:
—Lo, lo... ¡Lo sentimos mucho! No sabíamos que usted era la mamá de nuestra entrenadora.
—¡¿Entrenadora?! —replicó muy suavemente Rita, plagada de innumerables dudas.
—¡Eh! S-Si, si... ¡Entrenadora! —atinó a decir Pam, con la cabeza gacha de la vergüenza—. Su hija Lynn es quien nos ha estado cuidando cuando nuestros padres salen a divertirse, y aprovecha ese tiempo para enseñarnos boxeo, lucha libre, tácticas de defensa personal y todo tipo de cosas geniales.
—¡Yujuú! ¡Siiií! ¡La mejor... niñera... del mundo! —exclamó uno de los replegados muchachos con gran algarabía.
—¿E-Enserió? ¿Lynn? —exclamó llena de sorpresa—. Si tenía claro que había estado trabajando de niñera, pero jamás me imaginé que fuese con ustedes.
—Lo, lo sentimos mucho señora Loud. —señalo muy suavemente una nerviosa Pam, con su pequeña cabeza todavía inclinada—. Por favor no le diga nada de lo sucedido a la entrenadora. Si se llega a enterar no solo dejarían de cuidarnos, sino que nos daría una fuerte paliza hasta mandarnos al hospital.
Ya con el cuerpo liberado, y aún sin salir de su pronunciado letargo, Rita se acomoda de manera inconsciente sobre la silla; mientras pensaba con profundidad:
¡¿La entrenadora de estos rufianes era Lynn?! Cuando vuelva a ver a esa chica, definitivamente la voy a tener que castigar
Aun sin tener claro lo sucedido, Rita se dirige a todos con bastante suavidad; mientras aparentaba sentirse más tranquila:
—No... No lo entiendo niños, ¿por qué me atacaron de esa manera, si yo ni siquiera los conocía? ¡¿Que rayos ganaban con eso?!
Al darse cuenta de su tensionada expresión, los cinco chicos se miraron a las caras; y no tuvieron más alternativa que brindarle una clara explicación.
—Para hacerlo corto, señora... Todo esto pasó porque no nos gusta venir a este lugar. —señaló rápidamente uno de los alterados chicos, tratando de mantener la calma.
—¡Así es! —afirmó Pam con exaltación—. Hoy es sábado y deberíamos de estar jugando en casa, o en algún otro lugar divertido; no en esta aburrida pocilga.
—Pero si no les gusta venir, ¿por qué no se lo dicen a sus padres y ya?
—¡Ya lo hicimos señora! Y varias veces. Pero mamá no nos escucha, y nos trae a la fuerza para poder ayudar a la tía Jesse con su trabajo.
—¿Pero porqué rayos me atacaron?
—Es que le dijimos a muestra entrenadora lo que nos estaba pasando, y nos respondió que éramos unos cobardes; y que deberíamos de atacar con todo lo que teníamos, si pretendíamos ganar el partido.
—Si, ¡exacto! Eso fue lo que dijo. Aunque con muchas más groserías. Y aunque en un principio no entendimos nada de lo que nos quería decir, decidimos atacar a cada una de las personas que nos pretendían cuidar, para que al final mamá no tuviese otra alternativa que llamar a la entrenadora; si su intención era la de ir a trabajar.
Luego de escuchar las desmesuradas confesiones de los niños, el rostro de Rita se llenó de un terrible malestar; tras lo cual, les dice con seriedad:
—Está más qué claro que mi hija es una mala influencia para ustedes. —sollozó de manera involuntaria—. Pero si hicieron todo esto para estar con ella, algo bueno tiene que tener.
—¿E-Entonces no le dirá nada, y dejará que nos siga cuidando? —exclamó uno de los muchachos con bastante alegría.
—¡Eso aún no lo decido! Así que más les vale comenzar a portarse bien, si quieren volver a verla.
Después de percibir cada una de sus reconfortantes palabras, los cinco chicos entraron en júbilo; prometiendo hacerle caso a cualquier cosa que les pidieran.
Cuando la jefa de Rita finalmente regresó, su rostro se llenó de una basta sorpresa, luego de presenciar con lujo de detalles, la forma en la que sus queridos angelitos permanecían sentados junto al escritorio principal; mientras pintaban tranquilos y en completo silencio.
El resto de la tarde transcurrió sin mayores complicaciones, permitiéndole aplacar de manera momentánea; las desaforadas sacudidas de su inquieta silueta.
Pasadas las 5:30 de la tarde, Rita vuelve completamente agotada a su estresante morada, y al abrir la puerta de la entrada con inusitada calma, consiguió notar como la mayoría de la misma; permanecía sumergida bajo un tensionante silencio de lo más abrumador. ¿Es que acaso no había nadie más en casa?
Con las pocas fuerzas que aún le quedaban subió las escaleras con extrema lentitud, y al llegar al segundo piso se dispuso a entreabrir algunas de las puertas de los cuartos de sus hijas; para tratar de comprobar si alguna de ellas estaba en casa.
Al darse cuenta de que la mayoría de las habitaciones estaban desocupadas, dirigió su vista hacia la pequeña luz que se demarcaba con prudencia bajo la alejada puerta de su único hijo varón; por lo que decidió caminar directamente hasta ese lugar, para ver si encontraba a alguien.
Con el cuerpo aún cansado, y unas inmensas ganas de irse a descansar, Rita abrió la puerta de la entrada con elevado sigilo, consiguiendo observar una escena de lo más perturbadora; que le hizo quitar el sueño de manera inmediata.
Y es que, al abrir una rendija en la alcoba de su hijo, consiguió notar como este permanecía parado a un lado de la entrada; mientras se secaba la cabeza con una toalla.
Normalmente esta escena no le resultaría para nada llamativa, de no ser por el hecho de que el único de sus retoños de sexo masculino, estaba completamente desnudo. ¡Y no sólo eso! sino que mantenía una punzante erección que apuntaba sin recato alguno hacia su asombrada madre; lo cual fue mucho más que suficiente para hacerle perder la calma.
Habían pasado un par de años, desde la última vez que la jefa de la familia consiguió ver a su pequeño hijo desnudo. Y aunque parezca un simple accidente de lo más fortuito, no podía haber llegado en peor momento, ya que desde el mismísimo instante en el que la asustada rubia vio estremecer tan desafiante garrote, su cuerpo entero se estremecido con un delirante corrientazo; que le hizo cerrar la puerta para evitar ser descubierta.
¡Rayos! Eso me pasa por entrar sin tocar. —pensó velozmente la alterada milf, sin ser capaz de apartar ni por un solo instante de su mente, el imponente miembro erguido de su único retoño varón.
En cualquier otra ocasión, este simple recuerdo se convertiría en una más de las cientos de anécdota graciosa que tenía Rita para contar. Pero por más que intentase ignorarlo, esta vez era algo diferente; y todo en gran medida, debido a la difícil situación sexual por la que había estado atravesando.
Con las manos sumergidas bajo una incesante oscilación, Rita apartó su cuerpo como pudo, y se marchó del lugar con extrema lentitud; sin atreverse a voltear la vista para algún otro lado.
Una vez que estuvo segura dentro de su propia habitación, la tensionada mujer se echó rápidamente sobre la cama; y sin entender lo que estaba pasando, empezó a toquetearse la entrepierna por encima del pantalón.
Al cabo de unos cuantos segundos de intenso toqueteo, y como si hubiese estado sumergida en el más profundo de los trances, Rita volvió levemente en sí; y se le salieron un par de lágrimas de la impresión.
¿Pero que rayos estoy haciendo? ¿Por qué no puedo dejar de pensar en la polla de mi hijo? ¡¿Será acaso que me he vuelto una pervertida?! —tanto esos, como muchos otros cuestionamientos, comenzaron a deambular por la confundida cabeza de la alterada mujer; sin ser capaz de responder a ninguno de ellos.
Estaba más que claro que quería a todos sus hijos, sin importar lo molestos, asquerosos, gritones o insoportables que por momentos pudiesen resultar. Aun así, no dejaba de pensar en la fascinante hombría del pequeño albino.
Con el paso de los minutos, y sin dejar de deslizar sus dedos por encima de su encharcada pantaleta, Rita empezó a ser víctima de una asfixiante excitación de lo más abrumadora; que le hizo cerrar los ojos con evidente afán, y entregarse de lleno a lo que estaba experimentando.
¡Ya no podía más! Ella siempre había sido una mujer correcta y centrada, pero por más que se lo propusiera, no era capaz de socavar su elevada calentura.
Fue en ese momento cuando Rita se intentó convencer a sí misma, de que no había nada de malo en liberar las elevadas tensiones que se mantenían acumuladas en su interior; siempre y cuando no pasasen de una simple fantasía. Por lo que quitándose la ropa con llamativa calma, —y tras empezar a buscar en un compartimento oculto que tenía en su closet—, se volvió a acomodar en el extremo mismo de su gigantesca cama matrimonial; para intentar saciar todas esas inusitadas ganas que le corría desesperadamente por sus acaloradas venas.
Sin atreverse a pensar demasiado, tomó con firmeza un delgado dildo que le habían regalado sus amigas a manera de broma para que dejase de tener tantos hijos; y se lo comenzó a deslizar por la comisura misma de sus humedecidos labios inflamados, hasta conseguir temblar con mayor fortaleza.
Estaba más que claro que la matriarca de los Loud no solo era una mujer hermosa, sino que también era capaz de luchar por las cosas que quería; sin importarle demasiado lo que pensasen los demás.
Con el dildo abriéndose camino en todo el centro de sus dilatados labios, no tardó en introducirlo con agobiante lentitud, —arqueando las caderas sistemáticamente en el proceso—; hasta conseguir alojar la rugosa punta en lo más profundo de su espacioso vientre.
Por algo había tenido tantos hijos, y es que por más que lo intentase ocultar, Rita era una mujer extremadamente sexual; a quien siempre le había encantado recibir una buena cogida. Por lo que no le sorprendía para nada, el estar teniendo esa clase de lascivas fantasías.
Una vez que tuvo la polla de caucho alojada en lo más profundo de su vibrante coño, Rita se relamió los labios con desbordante excitación. Y tras cerrar los ojos plenamente, empezó a deslizar su apasionante juguete una y otra vez, de adentro hacia afuera; hasta conseguir percibir un lascivo chapoteo en medio de sus robustas piernas, que la impulsaba a mover su mano con mayor velocidad.
–¡Oh, Lynn! ¡Oh, Lynn! —exclamaba con el rostro claramente enrojecido.
A pesar de sus notables dudas, no era capaz de separar el endurecido dildo que escarbaba abiertamente entre sus sensibles partes. Y a medida que incrementaba el vertiginoso ritmo de sus tenaces movimientos, no tardó en perder el limitado control sobre sus acalorados actos; hasta empezar a pronunciar con enorme excitación:
–¡Lynn! ¡Lynn! ¡Lyiin...coln! ¡Oh, Lincoln!
En ese punto poco le importó el estar dándose placer a costas de su único hijo, y aunque momentáneamente llegó a pensar en su propio marido; ya no le causaba revuelo el estarle siendo infiel, aunque fuese en pensamientos.
A medida que se introducía la polla, no dejaba de repetirse una y otra vez en su cabeza, que el culpable de todo este bochornoso acontecimiento no era otro más que su querido y torpe esposo; por no atenderla como ella se merecía.
Sin mayores pesares en su cabeza, tomó el dildo con elevada determinación, y tras apretar los ojos con cierta rabia, se dispuso a incrementar sus acelerados movimientos masturbatorios; llegando a pensar de manera directa, en la erguida intimidad de su querido retoño.
—¡Oh, Lincoln! ¡Ooh, Lincoln! —jadeaba cada vez más rápido la enloquecida mujer, teniendo cuidado de no alzar mucho la voz.
Con el pasar de los minutos, y un creciente aroma a sexo atiborrando completamente la alcoba, Rita continuó penetrándose con una gran rebeldía; hasta empezar a acercarse a su tan anhelado orgasmo.
—¡Ay, ay! ¡Que rico, siií! Mas fuerte... ¡Dame fuerte!
¡Ya no le importaba nada! Le había visto la polla en todo su esplendor al único de sus hijos, y eso no hacía más que calentarla. Y aunque por instantes la moralidad en su cabeza hacia de las suyas, tan solo tuvo que recordar todo el tiempo que invirtió para conseguir levantar la polla de su marido; cuando en épocas de antaño, tan solo bastaba con soplarle un poco de aire al oído, para que estuviese punzante y lista para la batalla.
Completamente convencida de que ella era la víctima, no tardó en imaginar el inexperto pene de su hijo abriéndose camino en todo el centro de sus hambrientos labios; totalmente dispuesto a acribillar su reluciente abertura, hasta altas horas de la madrugada.
—¡Ay, ay! ¡Así, así! —resoplaba con la boca bien abierta—. Eso es Lincoln. ¡Dale más duro a mami!
Ya sin ningún tipo de dudas en su cabeza, empezó a imaginar que se mantenía saltando sobre la aclarada polla del perverso muchacho. Hasta que impulsada por la reprimida pasión que retenía en sus entrañas, estalló en un brioso júbilo de lo más insospechado, que la hizo liberar diversos chorros de sus más ligeros flujos; mientras batía sus enormes caderas furiosamente sobre la cama.
—¡Así, así! Métemela más al fondo. ¡Vamos, cariño! ¡Dale más fuerte a mami!
Totalmente desesperada, Rita incrementó aún más el salvaje ritmo de sus briosas sacudidas; llegando a faltarle el aire que necesitaba para respirar.
—¡Oh, Ohh! ¡Así, así! Vamos Lincoln, tú sabes cómo es que me gusta. Que esperas cariño... ¡Dale más duro a mami!
A medida que se iba entregando al goce, tuvo que tapar su rostro con una de sus esponjosas almohadas; para evitar reverberar sus exaltados alaridos por toda la casa.
Sumamente agotada, y con la mayoría de su cuerpo bañado en sudor, permaneció de lo más inamovible posible; mientras era víctima de inclementes descargas de incestuoso placer.
Desde hacía ya muchos años que no experimentaba una corrida semejante, y al ir disminuyendo su desaforada calentura, se engañó a sí misma repitiéndose una y otra vez que todo esto era fruto de la prolongada excitación; y que nunca más volvería a suceder... ¡Aunque ella sabía que estaba mintiendo!
Al cabo de un silencioso rato, en el cual no pudo evitar desplomarse sobre su lado de la cama; Rita permaneció jadeante y completamente satisfecha. Hasta que, de forma casi repentina, empezó a escuchar una serie de ruidos provenientes de la sala de estar; que anunciaban con recelo que alguien más estaba cerca.
Con el cuerpo aún sensitivo tras su última corrida, no tardó en vestirse bajo una gran lentitud; teniendo que cambiar sus aclaradas pantaletas blancas, debido a lo mojadas que las había dejado.
Caminando bien despacio para no desplomarse, Rita abrió la puerta de su reservada habitación; consiguiendo evidenciar con muchísimo detalle, la manera en la que su inquieta hija Lola y su extraña amiga Meli, permanecían sentadas en todo el frente del televisor.
Al darse cuenta de que su agitada madre estaba cerca, Lola se dirige hacia su lado y le da un certero abrazo con bastante fortaleza; mientras observaba con recelo dentro de la penumbrosa habitación.
Luego de comprobar que su lascivo hermano no estaba cerca, Lola empieza a olfatear el sudoroso cuerpo al que se mantenía aferrada, llegando a arrugar su rostro con ligera discreción; al lograr intuir lo que su inquieta madre había estado realizando.
Una vez que logró reincorporarse, Rita se aparta con cuidado de la abrumada princesa; y se dirige a esta con desmedida suavidad:
—Dime algo cariño. ¿Ustedes son las únicas que están en la casa?
—No, mamá. Creo que Lily está durmiendo en su cuna, y Lincoln debe estar en su cuarto.
—¡¿Y Lucy?! —preguntó con inquietud.
—A Lucy no la veo desde esta mañana. Aunque conociéndola, ¡puede estar en cualquier lugar!
Luego de escuchar su despreocupada respuesta, —y aun impulsada por su prolongada calentura—, Rita empieza a imaginarse toda clase de escenarios lascivos en lo más profundo de su mente; que comenzaron a llenar su cuerpo de una inusitada ansiedad.
A medida que la oscuridad de la noche se hacía cada vez más evidente, Rita no podía dejar de pensar en su aterradora hija Lucy; ni en lo que en ese instante podría estar haciendo. Es por ello que, impulsada por un extraño presentimiento en todo su cuerpo, decidió emprender su búsqueda por gran parte de la casa; para tratar de dar con su paradero.
En ese instante la propia Rita se sentía tan ampliamente desconcertada, que no dejaba de apretar sus dientes con bastante fortaleza; ante la latente posibilidad de que su querido retoño de cabello blanco, estuviese encerrado con su tétrica hija del flequillo largo.
Habían pasado años desde la última vez que llegó a sentir algo de celos, y que en esta ocasión los estuviese experimentando a costas de sus propios hijos; tan solo incrementaba el reiterado temblor que había en su vientre.
Totalmente enceguecida por la situación, Rita apretó la bata que cubría su cuerpo; y le dice a Lola con un poco de intranquilidad:
—Ay cariño, estoy muy preocupada por no saber en donde se encuentra Lucy. Creo que voy a ir a buscarla.
Al ver la manera en la que su nerviosa madre estremecía su sudorosa silueta, Lola le hace señas a su replegada amiga; y se van detrás de ella sin hacer mucho ruido.
Con la mayoría de su cuerpo cada vez más electrizado, Rita echa un vistazo ligeramente en la cocina; para luego dirigirse de manera directa, a la melancólica habitación de la inexpresiva chica gótica.
Al darse cuenta de que estaba vacía, Rita se dirige con total apuro hacia la pequeña recamara al final del corredor; llegando a experimentar un salvaje escalofrío en todo el cuerpo, de tan solo recordar lo que había observado minutos antes.
Tan pronto estuvo frente a la entrada, Rita toma aire con relativa tranquilidad; y sin dejar de pensar en la polla su hijo, comienza a impactar la puerta con bastante agitación.
Después de varios golpazos reiterados, y al darse cuenta de que no le abrían; procede a decirle a su hijo con bastante frustración:
—Lincoln, cariño. ¡Soy mamá! Ábreme la puerta que necesito preguntarte algo.
Con el pasar de los segundos, y la desesperación en su cuerpo tornándose cada vez más evidente; empieza a ver como de a poco, la hoja de la puerta se comienza a entreabrir.
Al darse cuenta de que tenía el camino libre, Rita ingresa a la recamara con muchísimo afán; y le pregunta a su hijo de forma acelerada:
—¿Por qué tardaste tanto en abrir?
—Lo siento mucho mamá. Me puse a leer uno de mis cómics sobre la cama y me quedé dormido.
A medida que escuchaba sus palabras, Rita entra a la recamara con total alteración. Siendo seguida muy de cerca tanto por Lola, como por una nerviosa Meli; quien no tenía para nada claro por qué la habían seguido hasta ese lugar.
Una vez que estuvo en su interior, y al darse cuenta de que su único hijo varón estaba solo, Rita se tranquiliza de sobremanera; y se dirige a este con la voz cada vez más apagada:
—Ay, ¡cariño! Lamento mucho haberte despertado, pero es que estamos buscando a Lucy; y quería saber si la habías visto.
Luego de escuchar su aguda voz, y de asentir con la cabeza de manera negativa, Lincoln se sienta poco a poco sobre el borde de la cama, recibiendo de lleno la mirada de su madre; quien no era capaz de apartar de sus ojos, la prolongada carpa que se le alzaba entre las piernas.
De un instante al otro, Lincoln se percata de la inusual manera en la que una asustadiza Meli, permanecía con el rostro todo colorado. Por lo que, al divisar su silueta de reojo, consiguió darse cuenta con auténtico terror, de la forma en la que esta se mantenía ocultando algo bajo sus pies.
Afortunadamente para Lincoln su madre no se llegó a percatar, ya que permanecía con la mirada perdida y en el más absoluto de los silencios; viendo el marcado bulto que se le dibujaba bajo sus prendas.
Al ver a su hijo con tan poca ropa encima, y con la mayoría de su cuerpo bañado en sudor, Rita no pudo evitar sentir un cálido corrientazo a la altura de su vientre, que la hizo apretar las piernas con grandísima vehemencia; para tratar de esconderle a todos los presentes, las prolongadas secuelas de su terrible excitación.
Así se mantuvieron todos durante varios segundos más. Hasta que forma totalmente inesperada, un ruidoso bullicio los hizo voltear a todos hacia el pasillo. Consiguiendo evidenciar con total asombro, la forma en la que Lucy y Sasha permanecían tiradas sobre la gruesa alfombra del pasillo; después de haber caído por sorpresa por la ajustada escalera de madera que conducía al ático.
Pero, ¿Que rayos hacían Lucy y su amiga subidas en ese lugar? ¿Qué era lo que Meli mantenía oculto bajo sus pies? ¿Y por qué Lincoln se veía tan asustado?
Aunque para lograr entender lo que estaba pasando, y conseguir darle respuesta muchos otros interrogantes, tenemos que retroceder el reloj un par de horas atrás; hasta el inicio mismo de tan extraño día.
