Pues vi Vikings y el Alienista otra vez, y me releí Marriage of Convenience, y un pensamiento llevó al otro y no pude dejar de ver a mis dos hermosos personajes favoritos en una situación similar. No quisiera explayarme en la trama considerando que aún no he podido terminar Innocence y el trabajo agobia además de la salud (en este último aspecto el pronóstico no ha sido bueno...) por lo que la dejaré tentativamente como "terminada" asegurándome de que el fin de cada capi (si es que hay más) pueda ser conclusivo. Y quién sabe! Tal vez pronto pueda terminar con mis múltiples proyectos (mi novela de mi autoría cof, cof, cof) y al fin tener el suficiente sustento para dedicarme enteramente a escribir, porque deseo fervientemente poder dedicarme a ello de lleno.

Disclaimer: ¡La historia es mía! Los personajes son de Watsuki.


"Arreglo"

Los cuerpos estaban dispuestos a la entrada del castillo.

Seis hombres colgaban inertes de la estructura de la muralla.

Koishijiro lamentó el tener que ser partícipe de tal evento, mas siendo parte de la nobleza no podía zafarse con facilidad de tales deberes. Se mantuvo rígido con la mente lejos de lo que sus ojos veían, mientras su alma repudiaba aquella tragedia.

-¡Sean testigos de lo que ocurre a los rebeldes! -Exclamó el vocero, un miembro del consejo real y mano derecha del segundo príncipe, y quien además fungía de verdugo entonces-. ¡A los impuros! ¡A los cobardes que están en contra del imperio! ¡Que sirva de ejemplo las ejecuciones de hoy! ¡Y qué viva el príncipe de fuego!

-¡Qué viva el príncipe de fuego! -Exclamaron las voces del pueblo, una y otra vez.

Kamiya Koishijiro por su parte, se mantuvo regio y serio durante todo aquel show. De pie en lo alto de la muralla, compartiendo espacio con el séquito que entonces precidía aquellas ejecuciones; su mirada se clavó entonces en el segundo príncipe, aquel al que llamaban el "príncipe de fuego". Éste apenas y estaba por cumplir los catorce años y ya se había hecho influencia en el grupo de las capas rojas, aquella fuerza destinada para traer el orden a las calles del reino, pero principalmente a las de la capital que era donde residían. Un muchacho cuya sonrisa evidenciaba la maldad de su alma...

Era un hecho que pronto la aristocracia postraría sus ojos sobre el joven heredero, incluso si era el tercero en la lista tras la corona, en un instante la balanza del juego podía cambiar en cuestión de segundos si se tenía el apoyo correcto.

Koishijirou afiló la mirada. "No" Se dijo. "No puedo permitir que su fuerza siga creciendo."

Como parte de la nobleza, y como el dueño y líder de uno de los ducados más grandes y fuertes del imperio, su lealtad estaba de lleno con el emperador. Era por tanto conciente del constante cuidado que debía de poner en los miembros de la nobleza para impedir el que éstos se descarrilasen. Mas el joven frente a sus ojos escapaba de su alcance.

Y si los ojos del príncipe fuesen a fijarse en su clan...

Koishijiro ahogó un escalofrío, debía llevar su plan a cabo cuanto antes; incluso si debía dar por sentado algunas apuestas, no podía quedarse de brazos cruzados y caer presa del segundo príncipe y la aristocracia.


El vestido de Kaoru se había manchado de nuevo.

Tras haber saltado del árbol de donde había rescatado a un gato, había caído sobre uno de los charcos que se habían formado durante la noche; la tierra al llevar tanto tiempo estancada se había convertido en lodo, y todo el frente del vestido -así como los bordes- se había manchado hasta ocultar el color morado de la tela.

-Oh no. Mi hermana me fastidiará sin descanso -se quejó la niña, sus ojos azules brillaron con el reflejo de la luz reflejada en el agua; el único rasgo que resaltaba sin descanso aún cuando estuviese en sus peores atuendos.

-¿Es muy grave? -Cuestionó su compañera de juegos, Shura, una niña de la misma edad que Kaoru pero de ojos castaños.

-No -contestó Kaoru- supongo que puedo llegar y cambiarme antes de que se dé cuenta, pero tendré que lavar el vestido cuanto antes.

-Te ayudaré -le dijo Shura.

Estaban dispuestas a correr entonces por el borde del río hasta llegar al segundo acceso del castillo en donde vivía la familia de Kaoru, el clan Kamiya; cuando de repente llegó la comitiva de su padre y las niñas vieron el carruaje donde el líder del clan residía.

-¡Es mi padre! -Exclamó contenta Kaoru.

La pequeña iba a salir al encuentro cuando Shura -al darse cuenta de la velocidad con la que la comitiva avanzaba- la jaló hasta alejarla del camino.

-¡Cuidado, Kaoru!

Ambas niñas cayeron al suelo con un golpe.

-¿Estás bien? -cuestionó Shura.

-Lo estoy -asintió Kaoru -qué extraño. Normalmente siempre se detiene para buscarme.

-Quizá haya ocurrido algo grave -ofreció Shura.

-Tal vez... -Supuso Kaoru no muy convencida. -Será mejor que regrese ahora. Aprovecharé la llegada de papá para evitar a Megumi.

-Buena idea. Le diré a mi hermano que te preste su caballo.

-Te lo agradezco.

Aunque la distancia no era tan larga, el camino era pesado por la espesa yerba, por lo que aquel apoyo le sería de mucha ayuda para llegar a buen tiempo. Pronto Kaoru se alejó galopando, todavía preocupada por aquella rápida llegada de su progenitor y preguntándose qué podía tenerlo tan alterado.


-¡No puedes hablar en serio, padre!

Horas después, y tras de que el líder se permitiese el arreglarse en ropas más cómodas tras una ducha, Koishijiro se había dirigido hacia su oficina y hecho llamar a la mayor de sus hijas. Megumi había ido tan pronto se le llamó. Su padre había llegado como una tormenta y la mayor había estado a la espera de que éste le informara cuál era el problema, la nube negra que sin duda se cernía sobre el clan. Mas no había esperado la respuesta que su padre le había dado.

-No tenemos mejor opción Megumi -refutó el hombre, sentado a la mesa y con las manos unidas apoyadas sobre la superficie de madera, su rostro denotaba una seriedad abrumada por ansiedad-. Si consideramos nuestra posición, es la única manera de protegerla.

Megumi estuvo a punto de soltarle una bofetada, pero era su padre, se recordó.

-¿Protegerla? -Cuestionó con ironía-. ¿De quién exactamente? Vas a mandarla millas lejos de nosotros, de su hogar, al castillo de un hombre de dudoso linaje; sin mencionar que no tienes certeza de que vaya a heredar el ducado.

Su padre bufó.

-La guerra ya ha concluido, Megumi. -Le dijo-. Es más que obvio que será galardonado y reconocido dado su ejemplar desempeño en ésta. Una vez vuelva a la capital con la bandera de la victoria, el emperador no tendrá de otra más que premiarlo. Y seamos honestos, el chico se lo merece.

La joven apretó las manos en puño y rechinó los dientes.

-¡Eso no significa que se merezca a Kaoru! -Estalló. -¡Apenas si es una niña!

-No sería la primera novia infanta.

¡Crash!

El hombre apenas y tuvo tiempo de alejarse cuando su hija le había arrojado finalmente un objeto a la cara, el sello de obsidiana, marca del clan, que descansaba sobre el escritorio. Éste, al quedarse sin objetivo, había terminado atravesando la ventana.

-¡¿Cómo puedes ser tan insensible, padre!? -Reclamó la joven-. ¡Estás vendiendo a tu hija! ¡Las estás vendiendo a un hombre mayor!

-No es tan mayor -refutó su padre, pero su rostro estaba contrito y sus ojos miraban sin mirar un punto distante.

-¡No me importa! -Le cortó ella con emoción, a sus ojos se asomaban las lágrimas-. Convertirla en una novia infanta ya es de por sí horroroso. ¡Diez años debería de ser un crimen!

-Once -le interrumpió su padre, todavía seguía sin mirarla.

-¿Qué? -Gruñó ella.

-Según entiendo cumplió los diecinueve el día de la victoria, un regalo acorde a su proesa.

Megumi entonces ya no pudo contenerse.

La abofetada golpeó el rostro de su padre, y esta vez el hombre no le rehuyó.

-¡Ocho años! -Gritó. Las lágrimas corrían libres por sus mejillas; la rabia que sentía era inmensa. -¡Kaoru apenas tiene ocho años! -Sollozó-. Apenas y sabe lo que es ser una niña, y tú piensas quitarle eso tan sólo por formar alianzas que ni siquiera sabes si rendirán frutos... Si tanto la necesitas ofréceme a mí que ya tengo diecisiete años. Kaoru no tiene por qué sufrir.

Entonces su padre la miró al fin. Y en el filo de su mirada las palabras de la joven murieron.

-Aunque quisiera no puedo hacerlo. -Contestó firme-. Megumi, no es sólo el que busque hacerme de un nuevo aliado, uno además famoso entre el pueblo y la aristocracia, sino proteger a Kaoru de las manos del segundo príncipe.

Aquello dejó sin calor a la joven.

-¿El segundo príncipe? ¿No estarás insinuando...?

Su padre asintió.

-Si recibo la orden, no podré rehusarme -le dijo-. Pero si entonces el compañero de Kaoru ya ha sido decidido, ni siquiera el emperador podrá romper tal lazo. Entiende Megumi. Dices bien, por tu edad, en teoría estás libre de tal compromiso, pero Kaoru... Incluso cinco años no serán impedimento para cuando el príncipe cumpla la edad de formalizar un compromiso. Y dado nuestro linaje, Kaoru es la mejor compañera que podría conseguir. Entiende... No puedo entregársela a ese monstruo. -Sentenció con voz grave y desprecio en su mirada.

Megumi tembló sin poder contenerse.

-¿Y qué no te asegura el que la entregues a uno peor?

Koishijiro frunció el gesto.

-Es una apuesta que debo de hacer. Además, he investigado a Himura -confesó para sorpresa de la morena-. Incluso en mi desesperación, no me atrevería a hacer apuestas a ciegas. No. Himura necesita de nuestro apoyo económico más que de nuestro nombre, aunque esto último sin duda le abrirá muchas puertas; pero en su condición no podrá rehusarse, sin mencionar que el procurar nuestro favor asegurará la posición de Kaoru. Estoy seguro. Él cuidará de ella.

-Aún así... -refutó su hija-. No estoy de acuerdo con ésto. Pero...

Padre e hija fijaron la mirada en la del otro. En ese instante, Koishijiro respiró de alivio al ver cierta aceptación en los ojos de Megumi.

-Haré lo que me pides. -Cedió al fin, todavía temblaba y lloraba al mismo tiempo-. La preparé para su partida. ¿Cuánto tiempo tenemos?

Su padre suspiró.

-Mandé la misiva antes de partir hacia aquí. Considerando que el ejército viene ya en camino a la capital, será sólo cuestión de un par de meses, tres a lo mucho. Si Himura es como mis espías dicen, no tardará en contactarme tan pronto llegue a la capital.

Megumi asintió no muy convencida, y todavía deseando el que su padre se equivocará.

...

Lamentablemente, perdidos en el arrebato de su discusión y todo lo que ésta implicaba, ninguno de los dos sospechó siquiera la presencia de la pequeña Kaoru detrás de la puerta de aquella oficina. La niña había escuchado toda la conversación sin entender del todo cómo aquel acuerdo cambiaría su destino para siempre. ¿Debería llorar? ¿Debería de hacer un berrinche? ¿O debería de aceptar su deber como miembro del clan? No sabía con certeza qué sentir ni pensar. No entendía el desahogo de su hermana, después de todo, desde pequeñas se les había instruido su deber de casarse; pero tampoco entendía la premura y ansiedad de su padre...

Se fue a la cama con la mirada perdida en sus dudas e imaginaciones, sin poder borrar de su mente el nombre Himura.

-¿Será rojo como sugiere su nombre? -Se preguntó.

En el cielo las estrellas parpadearon como queriendo decirle que sí.


Sanosuke se dejó caer en la mullida cama tan pronto entró a la carpa. Para variar la cama no era suya. El dueña de ésta, sin embargo, apenas si notó su presencia.

-¿Cómo puedes seguir trabajando a pesar de haber viajado todo el día, Kenshin? -Cuestionó el castaño, todavía con los ojos cerrados y desparramado sobre el improvisado colchón.

-Este es el único momento que tengo para trabajar el papeleo, Sano -refutó su compañero. Su cabello escarlata estaba suelto, y le daba un aire de nobleza que se ausentaba cuando se encontraba en el campo de batalla.

-¿No podrías encargárselo a alguien más?

-Aunque quisiera sabes muy bien que no, -Contestó-. Mientras sigamos sin ser reconocidos no tengo los medios para costear sirvientes.

Sano abrió los ojos, una idea le había cruzado la mente.

-Pero éso está por cambiar, ¿o no? -Indagó-. Tan pronto recibas el nombramiento del emperador te entregarán tu título y tierras.

Kenshin arrugó el gesto.

-No es tan sencillo, Sano. Agradecería que no elevaras tanto tus esperanzas.

-Rayos Kenshin -Se quejó, sentándose al fin-. Entiendo el que quieras ser tan cuidadoso pero deberías de ser más ambicioso. Eres el héroe de la guerra, fácilmente podrías pedir por más.

La mirada del joven se afiló.

-Sano -le advirtió. Y en el profundo baritono de su voz se dejó entreveer su fuerza.

El castaño se rindió tras aquello.

-Está bien, está bien. Mantendré mi boca cerrada. Como sea sabes lo que pienso. -Dijo y se echó a dormir otra vez.

Kenshin entendía, por supuesto, de dónde venía la inconformidad de su mejor amigo y compañero; mas el joven líder sabía la facilidad con la que los títulos eran dados y arrebatados por igual. Si se dormía en sus laureles, su título sería uno solo de nombre. E incluso al jurar alianza al emperador y a los príncipes herederos no le daría el apoyo económico que necesitaba para sostener a su gente. Debía encontrar otro modo de subsanar la falta de ingresos una vez la paga de soldado dejase de llegar, pero ¿cómo?

Suspiró con cansancio, decidido a responder sólo una misiva más. Mirando con irritación la pila de cartas y documentos sobre la charola de plata a su izquierda, le llamó la atención un sombre con un sello azul

"Azul" Pensó. Su mente ya buscaba el clan con tal inusual color.

La realidad era que la cera que se usaba era siempre roja. Por lo que aquello sin duda había sido hecho a propósito, con la evidente intención de atrapar su atención. El pelirrojo sacó el sombre de entre el resto de papeles y al ver el sello el alma casi se le cae a los pies. Era del clan Kamiya, el clan más cercano y más leal al emperador. ¿Podría permitirse esperanzas? Se cuestionó y luego rompió el sello para leer la misiva adentro.

...

-¡Sanosuke!

El aludido despertó al instante, apenas había estado dormitando además, tras escuchar el tono en la voz de su general.

-¿Qué ocurre, Kenshin? ¿Nos atacan? -Cuestionó con aprehensión.

-¡Algo mejor! -Contestó el pelirrojo.

-¿Algo mejor? -Cuestionó Sano, totalmente confundido por la elección de palabras de su compañero.

-Pero primero necesito confirmarlo -continuó Kenshin.

-Más despacio, Kenshin. ¿Qué sucede?

Entonces el aludido le mostró la carta a su subordinado.

-¿Es esto cierto? -Cuestionó con incredulidad.

-Éso es lo que necesito confirmar -asintió Kenshin-. Pero de serlo, Sano... quizá hemos hallado la solución a nuestros problemas.

-Un matrimonio arreglado, quién lo diría -Silbó Sanosuke-. ¿Pero estás seguro, Kenshin? No conoces a esta joven.

Kenshin ya se había vuelto a sentar a su escritorio, recargando su rostro por la barbilla sobre el puño de su mano derecha, se dedicó a contemplar las posibilidades de tal arreglo y también los riesgos que dicha unión podría presentar.

-Decidiré eso una vez haya tenido la entrevista con Kamiya dono. -Concluyó-. Por ahora, encárgate de buscar a Aoshi y pedirle que confirme la veracidad de este trato.

-De inmediato -contestó Sano saliendo de la carpa al instante después.

Una vez solo kenshin se dejó caer sobre el respaldo de su silla, y suspiró.

-Mi padre tenía razón -dijo a nadie- acabaré vendiendo mi alma -dijo con una sonrisa amarga.

Sin embargo, entonces estaba dispuesto a hacer lo necesario por mantener vivo y a salvo a los miembros de su clan.

...

Grande sería su sorpresa, meses después, al descubrir que su novia elegida no había sido la hija mayor, sino la menor de los Kamiya. Apenas un botón que no daba señas de abrirse pronto.

"¿Eres tú mi futuro esposo?"


A/N: Por ahora será solo un oneshot... Y luego, quién sabe!