La joven no dijo nada más, no quería regresar la nostalgia y melancolía otra vez, aunque era inevitable. Todos ellos estaban atados a esos recuerdos del pasado que solamente hacían sumirse en otros días. Días que añoraban.

Choromatsu se quedó dormido en la camilla. Aoi y Todomatsu salieron un momento a dar una vuelta a la cafetería del hospital para poder platicar. Antes de siquiera poder hacerlo, un suspiro salió desde lo más profundo del muchacho.

—¿Qué opinas de mi hermano, Aoi-chan? ¿Crees que… estoy haciendo bien en quedarme aquí con él? Quizá le estoy dando falsas esperanzas…
—¡No! No digas eso. Eres un excelente hermano. Creo que es genial que estés con él a pesar de todo. Tus padres no pueden venir muy seguido, pero tú sigues aquí.
—Solo… mientras pueda. Y, quizá después, siga con mi vida.
—¿Mhm?
—Me volveré el mejor médico que pueda haber para ayudar a las personas que son como mi hermano. Haré… que sea posible que tengan un futuro. —Sus ojos se llenaron de lágrimas, las cuales limpio con su antebrazo una vez que comenzaron a recorrer su rostro—. No importa si me toma toda la vida… Eso es lo que quiero hacer. Quiero ser médico.
—Todomatsu-kun, hemos hablado ya de esto antes, ¿no? Estoy segura de que vas a poder lograrlo, sin importar el tiempo que te tome. Y confió en que podamos encontrarnos de nuevo y apoyarnos mutuamente para ese entonces, e incluso desde ahora. —Ella se acercó a su amigo y con la manga de su bata limpió una de las nuevas lagrimas que caían por su mejilla.
—Aoi-chan, gracias. Yo… no sé cómo…
—Shh, tranquilo. No hace falta que me agradezcas. No puedo decir que sé cómo te sientes. Lo que sí sé, es tu fuerte determinación para ayudar a los demás. Puedo decir que ambos somos iguales en ese aspecto, y por eso confío en ti. Anda, comamos algo y luego volvamos. Cuando Choromatsu-kun haya despertado de su siesta va a tener hambre y deberé ayudarlo. Te necesito fuerte también.

Ella volvió al trabajo. Lo dejó solo en el comedor. Deseaba poder hacerle compañía el resto del tiempo, pero no era Choromatsu su único paciente.

El tiempo pasó. Todo rastro del espíritu navideño quedó atrás. Ahora parecía que el edificio del hospital estaba vacío, vacío, vacío, pero no era así. Estaba repleto de pacientes, doctores y enfermeros, pero estaba silencioso, silencioso, silencioso.
Pasaron los días y la estancia de la nueva jefa de enfermeras hizo que los gemelos se sintieran protegidos. Todomatsu, aunque no podía evitarlo, había descuidado trabajo y estudios con tal de estar el tiempo suficiente con su hermano, había dejado de lado su vida personal. Todo lo que podía hacer era dedicarle su ser a su otra mitad. Llegado a un punto, el mayor de los gemelos ya no se daba cuenta de muchas cosas que lo rodeaban; a veces no notaba que su hermano se la pasaba casi todo el día en aquel frío piso de hospital durante el día, la tarde y la noche. Poco o nada le importaba al joven Todomatsu que su trabajo o escuela le exigieran demasiado, pues mientras su hermano siguiera con él, haría todo lo posible por ayudarle y estar a su lado.

De ninguna manera dejaba que aquella habitación de hospital se volviera fría, solitaria y triste. Aunque la situación no fuese la mejor de todas, deseaba que su hermano tuviera un lindo recuerdo, a medida de lo que se pudiera, de su nuevo hogar, aunque fuese cuatro paredes sencillas. Las fotografías de su familia y amigos seguían pegadas en la pared, en la pequeña mesita de noche y también había pilas de comics y libros, sin mencionar que había montones de VHS's con las películas favoritas de su hermano. Películas que no le había apetecido ver ya desde hace mucho.
La mayor parte del tiempo estuvo en el hospital, cuando no estaba con Atsushi, Ichimatsu, Jyushimatsu, Karamatsu u Osomatsu. Leía cuentos para su hermano, seguían con sus ejercicios para mejorar la lectura, jugaban juegos de mesa juntos y también miraban la televisión.

No solo habían dejado atrás los días en donde salir a pasear en la silla de ruedas era posible, sino que también los días en los que, al menos, el joven podría recibir visitas de vez en cuando.
Hubo una última ocasión en la que Ichimatsu, Karamatsu y Jyushimatsu acudieron al hospital para ver al muchacho, sin embargo, tristemente no fue como los otros días. No hubo tiempo de bromear, de reírse o de hablar tonterías. Por muy juguetones que todos habían sido, se dedicaron a hablar cosas serias. Querían saber más sobre el estado de Choromatsu, las opciones que tenía para volver a su vida normal y que es lo que haría durante los siguientes días. Cuando los muchachos oyeron por parte de su hermano que no volvería a salir del hospital, no pudo haber nada peor que imaginar a su amigo siempre tan alejado de ellos.

Una tarde, Choromatsu se encontraba inusualmente parlanchín. A pesar de tener la televisión encendida para distraerlo, no desviaba la atención de su hermano. No había estado así nunca, ni siquiera con Atsuko Aoi, a quien miraba más que a nadie. Lamentablemente, no estaba hablador de una manera positiva, sino que las palabras del joven eran tan pesimistas como nunca y expresadas con un tono neutro que ponía de nervios al joven Todomatsu.

—¿Tiene… algún sent-ido que… e-estés aquí, To…domatsu?
—¿A qué viene eso, hermano? —Se acercó más a Choromatsu para oírle más claro, pues hablaba en un tono bajo y ronco.
—Ya no puedo… hacer nada… por mí m-mismo. ¿Qué… sentido… tiene?
—Hermano, no te preguntes esas cosas. No te hace bien, sobrepensar es inapropiado. Mira, veamos la televisión.
A pesar de los intentos del menor para atraer la atención de su hermano, fue inútil.
—Cuando muera… me gustaría estar… rodeado de flores. Feliz… Por fin en paz…
—¡Choromatsu-niisan!
—Q-Quiero ver… a Kichiro-kun otra vez… y dis…culparme por no d-despedirme…
Choromatsu estaba hundido en sus pensamientos y emociones. No se encontraba deseos de buscar el optimismo. No se sentía con ánimos para pensar en nadie más que no fuera en sí mismo. En su situación, era comprensible. Ni la visita de sus amigos o sus padres podría evitar el dolor que sentía. Solo podía confiar en su otro yo: Todomatsu. El pobre Choromatsu estaba triste, pensativo, deprimido. No había algo que pudiera hacer para evitar el destino que le esperaba, y por ello quizá su mente le decía que debía hablar sobre todo aquello que le molestaba. Sus ojos se humedecieron y las espesas lágrimas empezaron a recorrer sus mejillas, empapando su cara poco a poco. Miró a su hermano, con esa mirada solitaria, suplicante de amor y atención.
—¿Hice…? ¿H-Hice algo mal?
—Hermano… —Los ojos de Todomatsu se llenaron de lágrimas también.
—S-Siempre me p-pregunto… si habré hecho algo… y p-por eso sucedió esto…
—¡Basta, Choromatsu-niisan! —Todomatsu envolvió en un abrazo a su hermano de inmediato. Lo abrazó tan fuerte que pudo sentir su corazón latir. Sus hipidos se ahogaron en su pecho, el temblor del cuerpo ajeno pegado al suyo lo puso triste, y sintió por un momento que esta vez era él quien protegía a su hermano mayor—. No digas esas cosas… No has hecho nada malo. Nada que podrías haber hecho pudo hacer que te condujera a esto. Ya no pienses más, no llores… —Estaba destrozado. No le gustaba ver a su hermano triste, asustado, derrotado. Continuó abrazando a Choromatsu y suplicándole que no llorara, aun cuando él mismo no podía detener su propio llanto—. ¡Ya no llores! Yo te cuido…
Estuvieron abrazados sin poder dejar de llorar por varios minutos. Cuando por fin pudieron desahogarse lo necesario, Choromatsu dijo casi en un susurro:
—G-Gracias… hermanito. Jamás… podría haber… llegado tan lejos s-sin ti.
Todomatsu lo abrazó fuerte.
—¡Claro que lo habrías hecho!

Dejaron de verse por unos días debido a que los padres de los chicos habían decidido pasar tiempo con su hijo, y, en cambio, Todomatsu trabajaría para poder pagar una parte de la cuota del hospital. Aquella vez fue la última ocasión en que los gemelos intercambiaron palabras.

Eventualmente, Choromatsu perdió por completo la capacidad de hablar.

Las únicas veces que Todomatsu pudo ver a su hermano otra vez solamente podía encontrarlo dormido. Rara vez podían verse a los ojos e interactuar. De vez en cuando encontraba a Aoi leyéndole un libro o platicándole algo mientras él estaba reposando en la cama con los ojos entrecerrados o de plano dormido. Era inútil tan siquiera intentar que todo fuera como antes. Tenía tan solo 20 años, pero ya llevaba una vida tan distinta al resto.
Cuando Todomatsu ingresaba a la habitación, el olor a flores le traía esos recuerdos dolorosos y antiguamente felices que lo ponían de los nervios. Ese aroma que le recordaba a su antiguo amigo y a los días cuando todo era más sencillo le enloquecía. Cuando no le apetecía ver más a su hermano dormir, se iba a dar una caminata a los pasillos o a los otros pisos del hospital. A veces ni siquiera quería ver a sus padres, amigos o a Aoi. Solo quería estar solo. Solo quería que su hermano despertara, le sonriera y le dijera algo. «Estoy bien, hermano». Palabras que deseaba oír.

Era la madrugada del sábado. Choromatsu estaba dormido. Atsuko Aoi le acariciaba los lacios cabellos castaños que caían por su frente mientras lo contemplaba en calma. Al ver entrar a Todomatsu a la habitación, le animó a irse para que también descansara un poco.

—¿Sigues despierto? Es casi la madrugada.
—Lo sé, Aoi-chan. Solo… quería saber que mi hermano estaba bien.
—Está tranquilo ahora. ¿Por qué no vuelves a casa? Te vendría bien descansar. El señor y la señora Matsuno estarán aquí todo el fin de semana.
—Sí, eso me dijeron. C-Creo… que me vendría bien. Podría confiar en papá y mamá por esta vez. Voy a volver a inicios de la semana.
—Ve, yo me encargo de hacerle compañía. —Ella sonrió.
—Te lo agradezco…
—Nos vemos hasta entonces.

Aquel fin de semana Todomatsu estuvo en casa solo. Únicamente él y la luna haciéndole compañía por las noches. Pensaba en su hermano, pensaba en sus padres y amigos. Se sentía hundido, solo, marginado. El día sábado estuvo ansioso, no obstante, tenía trabajo, por lo que acudir a su empleo le había ayudado a distraerse de esos momentos de estrés, aunque fuese solamente una ansiedad suplantando a la otra. Cuando volvió a casa estuvo el mayor tiempo posible viendo televisión o haciendo algo que le ayudara a distraerse, pero, ¿a quién podía engañar? De nada le servía "descansar" fuera del hospital si mentalmente jamás había salido de ahí. Era la tarde del domingo cuando aquel pensamiento llegó a él. Demasiado tarde como para actuar, pues no pensaba moverse en la noche. La ciudad quedaba algo retirada como para tomar el tren una vez más. Fue un fin de semana largo, largo, largo. Solo quería ver a su hermano…

Y, aunque parecía ser solamente parte de un mal sueño, era la realidad. Cuando el domingo había terminado y el lunes recién empezaba, en la madrugada, oyó su celular sonando con insistencia. No quería ni pensarlo, pero al ver el nombre de su madre en pantalla supo que algo no iba bien, no tendrían razón para buscarle si no era porque algo había sucedido con Choromatsu.
El corazón le latía a mil, no pudo hacer más que formar escenarios terribles en su cabeza. Pero debía hacer algo, y el teléfono ahí estaba, sonando todavía. Antes de contestar sintió que debía rendirse, pues, si mal no recordaba, aquella triste y desafortunada noche, ¿no había sucedido lo mismo con Kichiro?