Deseos reprimidos.

La brisa que picaba tu piel te hacía sentir libre, así que no podías parar de correr, jugueteando con algunos niños que te encontraste en tu paseo por el parque junto a tus hermanos adoptivos. Ellos te permitieron separarte para divertirte pero sabías que pronto iba ser hora de marchar. Mientras descansabas con las palmas en las rodillas para retomar tu carrera, miraste hacia una de las bancas, justo donde los habías dejado. Andrew continuaba leyendo el periódico con su expresión seria y Ashley miraba hacia ti, aprovechando que notaste su escrutinio para saludarte con alegría, correspondiste eufórico antes de echar a correr nuevamente. No te importó nada en el mundo durante un buen rato más, hasta que escuchaste la voz de Andrew llamarte. Y sin despedirte volviste con ellos que ya estaban preparados para irse; Andrew había enrollado el periódico de manera que pudiera usarlo para darte en la cabeza si tenías alguna objeción pero no la tenías.

—Vamos, Archie. Tenemos que descansar —te dijo Ashley con esa sonrisa que tanto te gustaba.

Los tres juntos volvieron a la habitación del motel donde se habían estado quedando toda esta semana, aparentemente la única que les había aceptado dinero en efectivo sin hacer demasiadas preguntas al respecto. En el camino a través del estacionamiento se encontraron con un cartel que al parecer hasta el momento Ashley había notado, por lo que de la nada hizo un comentario que atrajo la atención de ustedes dos.

—Oh, manzana con caramelo y canela. ¡Quiero probar eso!

—No podemos permitirnos ninguna tontería ahora mismo.

— ¡Oh, vamos! —se quejó ante la negativa de Andrew justo como una chiquilla, lo cual te hizo reír de nuevo. En ocasiones era tan infantil—. ¡Sólo son un par de dólares!

—Puedes tener eso o cena, es tu decisión.

—Agh, ¡esto apesta! —pataleó—. ¡Es de tiempo limitado! Tú también querrías uno, ¿verdad, Archie? Estoy segura que me apoyas, ayúdame a convencer a este tacaño.

—Dile adiós a la posibilidad de obtener soda por eso —gruñó Andrew. Te sentiste mal por Ashley con las palabras de tu hermano pero no tenías el valor de enfrentarte a él, así que lo dejaste ser.

— ¿¡Ehhh!? ¿¡Cómo puedes ser tan ruin, Andrew!?

—Es culpa tuya por intentar poner a Archie en mi contra.

Suspiraste cuando el intercambio continúo unos minutos, ignorando con tristeza la máquina expendedora que adornaba el muro de las habitaciones inferiores a su habitación ya que en realidad si tenías deseos de algo así. Recuerdas, mientras ascendían las escaleras que fue complicado obtener un sitio para dormir ya que en todos lados les exigían identificaciones a tus primos-hermanos, por suerte habían arribado a este barrio recóndito a último momento. Cruzaron la puerta y Andrew no perdió tiempo en apoderarse del sillón frente al televisor mientras que Ashley fue directo al closet para obtener el arma que le había robado al guardia del edificio en cuarentena, rápidamente adivinando que era el motivo principal por el que habían vuelto tan temprano, seguro fue una charla que tuvieron en tu ausencia.

En realidad comenzaba a oscurecer pero no es como si tu percepción del tiempo fuera estricto cuando se trataba de tirar energías divirtiéndote con extraños.

Pensaste en acomodarte sobre el sillón también pero Andrew había sintonizado un canal de noticias y no te apetecía aburrirte con los comerciales, por lo que preferiste tirarte en el suelo armando figuras de origami con el periódico viejo que adornaba la estancia. Viste a tu prima recoger la ropa sucia desperdigada para correr al cuarto donde estaba instalado el baño. Sin duda cuando acabara de lavar te pediría darte una ducha antes de acostarse ya que tenían planeado continuar su camino en la mañana. Tu paz habría continuado vigente de no ser porque cuando Ashley volvió de su tarea hogareña, se posó sobre el sillón con la intención de molestar a Andrew después de haberle bloqueado la vista hacia la pantalla.

—Todo hecho. De nada.

—Genial, gracias.

—Realmente soy un amor, ¿sabes? Tienes mucha suerte de tenerme.

—Sí, sí.

—Yo cocino, limpio y soy un festín para la vista. Mientras tanto, ¿tú qué haces? Miras la televisión todo el día como un tonto.

Rodaste los ojos tras notar cómo Andrew le daba un golpe a la mano de Ashley con la que le toqueteaba la cara, ya sabías lo que se avecinaba. Tal parecía que el pasatiempo favorito de tu hermana era provocar todo tipo de reacciones en tu primo. A veces desearías que te dejaran solo y se fueran a un motel para seguir sus rutinas de coqueteo. Espera, ya estaban en uno. Te reíste de tu propia broma y decidiste ignorarlos, ocupado en terminar tu obra de arte en papel.

—Tranquilo, no saldrás en las noticias, Andy.

Rompiste el cuadrado que habías estado preparando con dobleces cuando un frío te recorrió la espalda y alzaste la vista para darte cuenta que eso había vuelto a formar una nube negra en el semblante de Andrew. ¿No habían acordado dejar esos apodos atrás? ¿Ashley estaba loca? No era algo nuevo que rompiera sus promesas pero en muchas ocasiones te impresionaban las agallas que ella tenía para superar sus propios records, reglas y límites; comenzaste admirarla por ello pero creías que también era un peligro constante en su vida. Ella se dejó reír a carcajadas por la reacción que había obtenido de Andrew, así que como un animal cauteloso, dejaste tu propio entretenimiento en segundo plano para evaluar lo que sucedería.

—Debí haberlo sabido… —comentó tu hermano entre dientes.

—Aw, ¿y qué vas hacer al respecto, Andy? ¿Vas a ahorcarme otra vez? ¿Lo harás?

— ¿Quieres que lo haga?

—Estoy bromeando. Todo es por diversión.

—Pensé que estábamos bien. —De alguna manera Andrew lucía dolido, te intrigó.

—Lo estamos, sólo te estoy tomando el pelo. No es más que un apodo, supéralo.

—Es la única cosa que te he pedido y es simbólico, estúpida.

—Tú y tu romanticismo —espetó Ashley exasperada—, métetelo por el culo.

—Yo no sé qué estaba esperando —volvió a comentar Andrew para sí mismo, notaste.

—Escucha, me estoy comportando. ¿Qué más quieres que haga? Estoy siendo buena contigo.

— ¿Lo estás? Porque estoy empezando a tener la impresión opuesta aquí.

De un movimiento inesperado Ashley se subió al regazo de Andrew, no podías verlo directamente pero su figura estaba por encima de tu primo-hermano en ese momento, así que desviaste la mirada con incomodidad. Habías estado bromeando para ti mismo cuando describiste sus peleas como coqueteos pero nuevamente estaban haciéndote difícil no imaginarte resultados nada puros protagonizados por ellos dos. Estabas comenzando a odiar la pubertad. No podía pasar un segundo sin que tus hormonas trabajaran en traerte imágenes pervertidas que te volaban la cabeza en cuestión de microsegundos. ¡Y definitivamente ellos no ayudaban para que pensaras otra cosa cuando se acercaban de esa manera entre sí! Te esforzabas en mirar hacia otro lado pero tus ojos se sentían atraídos a la escena como si fuesen imanes.

—Sí, sí. Tú piensas que soy horrible, ¿uh? ¿Quieres ver cómo es cuando en verdad me porto mal? Podría ser mucho peor. ¿Debería mostrarte cuan horrible soy en realidad?

— ¡Atrévete! Aunque te advierto que me encontrarás mucho menos complaciente que Andy —declaró Andrew tomándola de la cara con genuina irritación, logrando imponerse por encima de ella como si quisiera tirarla al sillón, debajo de él donde pertenecía.

Y tú desearías tener la capacidad de borrarte del mapa. Sentías a tu cara muy caliente a causa de la vista y los miles de pensamientos que cruzaban tu cerebro. Por fortuna la voz del locutor logró llamar la atención de ambos, cuyo comunicado tenía que ver con su anterior departamento, también tú agudizaste el oído, curioso por el informe. Mencionaba que había ocurrido un incendio que devastó con toda la construcción y la vida que ahí habitaba, cosa que dudaste enseguida. Es decir, había muchas puertas tachadas donde no había respuesta por mucho que llamasen, cualquiera supondría que estaban deshabitados desde antes. ¿Qué estaba sucediendo? Seguramente Andrew tendría observaciones importantes al respecto y mucho más relevantes que las tuyas, él era muy inteligente después de todo. Que lastima que no pudieras leer mentes.

—Ese era nuestro departamento, ¿verdad? —confirmó Ashley.

—"Era" es el tiempo verbal correcto de hecho.

— ¿Dejaría el horno encendido?

—Han dicho que todos han muerto.

—Oh, eso es genial, ¿no crees? Ellos deben pensar que nosotros también hemos muerto y toda la evidencia de nuestro… escape, por decirlo así, ha sido incinerado.

—Me pregunto eso…

—Te dije que todo iba a salir bien.

—Eso todavía nos deja siendo vagabundos con unas pocas monedas.

—Como sea, las cosas se estarán arreglando poco a poco —dijo Ashley con alegría, procediendo a levantarse de su asiento—. Dormiré un rato, buenas noches.

—Yo me quedaré un rato más… quizás las noticias de la noche tengan más información sobre el fuego…

—Como quieras. —Ashley caminó hacia ti un tanto desganada por la densidad de su hermano mayor, desviándose a la cama del otro extremo—. ¿Qué hay de ti, Archie? ¿No te irás a dormir?

—No, yo estoy bien, no tengo sueño todavía y quiero terminar esto primero.

— ¿Qué hice para merecer estos hombres tan activos? —decía con tono recriminatorio mientras separaba las cobijas del colchón para envolver su cuerpo debajo de estas.

—Agradecida deberías de estar que te cuidamos mientras estás babeando en la almohada —se burló Andrew. Ella gimió ofendida pero tú te reíste cuando te miró en busca de apoyo.

—Lo siento, estoy con Andrew esta vez —dijiste travieso.

— ¡Víboras venenosas! —exclamó ella y no tardó en reír también, entonces acomodarse para dormir profundamente, después de todo ella nunca tuvo problemas en conciliar el sueño.

Una vez te contó que ella se compartimentalizaba. Al menos alguien en esa familia gozaba del beneficio, tú también habías empezado a dormir mal por culpa de los recientes acontecimientos en el edificio, pues no parecía que tu cerebro fuese aceptar pronto lo ocurrido. Te soñabas de vuelta al encierro de la cuarentena donde tratabas de alcanzar la salida que se alejaba sin que fueras capaz de alcanzarlo mientras un sinfín de cuchillas empapadas de sangre y carne fresca te perseguían; despertabas de madrugada gritando o llorando por imágenes de sangre y muerte repetitivas, todo para recibir consuelo de tus primos, quienes no volvían a su cama compartida hasta que consiguiesen tranquilizarte. Durante el día podías ocupar tu cabeza con cualquier burda actividad pero estabas seguro que siempre te aterraría ir a dormir y nada volvería a la normalidad para ti en ese aspecto; sin duda mal momento para quedarte solo en una cama. Pasó algún tiempo de que Ashley se durmiera cuando Andrew te llamó, sobresaltándote un poco.

—Archie.

— ¿Si?

—Ven acá. —Obedeciste, colocándote a un costado de donde yacía, recibiéndote con unas monedas que facilitó a tus manos (las cuales extendiste por reflejo), cosa que te confundió bastante. Sin embargo, él no perdió tiempo en darte una respuesta—. Tráele a Ashley ese refresco de manzana raro que quería probar y compra algo para ti.

— ¿De verdad? Creí que habías dicho…

—Sólo ve. No importa.

Andrew desvió la mirada ligeramente sonrojado y tú sonreíste. No describirías a tu primo-hermano como alguien vergonzoso pero sin duda poseía este lado que pocas veces emergía al exterior cuando se trataba de complacer a Ashley. Sin duda la quería mucho; a pesar de cuanto se peleaban, encontrabas enternecedor su singular conexión. Con un asentimiento te apresuraste a salir de la habitación. Normalmente Andrew o Ashley te vigilarían desde lo alto mientras tú bajabas las escaleras y te dirigías a la máquina expendedora pero no te molestó que tu primo te diera esa confianza quedándose en el interior. Sin admirar el paisaje o prestarle atención a nada, adquiriste las latas prometidas y regresaste con calma al cuarto.

No pretendías ser silencioso, mucho menos discreto pero tus movimientos debieron ser tan suaves que Andrew no notó cuando abriste la puerta. Ibas anunciar tu regreso con total normalidad pero te paralizaste cuando descubriste a Andrew sentado en la cama donde yacía tu prima-hermana, viéndolo apartar un mechón de cabello negro de la cara dormida de Ashley mientras él se inclinaba directo a sus labios donde permaneció suspendido respirando de su aliento, sólo para desviarse a último momento hacia su frente para darle un beso breve, más demasiado hambriento para poder ignorarlo. Sentiste a tu corazón latir enloquecido cuando por fin lograste registrar lo sucedido.

Sus ojos, la intensa emoción que se reflejó en sus pupilas por un instante podría haberte dejado traumatizado de por vida si no lo hubieses visto cortarle la garganta a alguien antes. Ciertamente no se asemejaba en nada a la noción tiñéndolas en tiempo real.

Cerraste la puerta con toda la delicadeza que lograste reunir para apaciguar la adrenalina acumulada en tu cuerpo y respiraste, trataste de recuperar el aliento. Desconocías lo que era el deseo, al menos no podías darle definición en tu cerebro a diferencia de tu cuerpo, pero reconocías el miedo y tal sentimiento fue el que te provocó ver a Andrew actuar de aquella forma, como si estuviera intentando romper su rol como hermano mayor, o tal vez resistiendo a la tentación de cruzar la línea. No lo sabías. Una vez te sentiste lo suficiente calmado, caminaste por el pequeño pasillo para simular que estabas volviendo de hacer tu compra, esta vez abriendo la puerta más ruidosamente para acceder; no pudiste evitar notar que Andrew ya no estaba en la cama con Ashley, sino de vuelta en el sillón frente al televisor.

—He traído lo que pediste.

—Bien, iré a comprar la cena. Cuida bien del fortín.

—Sabes que si —dijiste, nervioso—. No vayas a fumar mucho, a Ashley no le gusta-

—No me digas qué hacer, Archie —te interrumpió, de mal humor.

Con eso último salió del cuarto dejándote a solas con tu prima inconsciente en la cama. No resististe el impulso de sentarte a su lado todavía con las latas de refresco en mano, sintiéndote recrear las acciones de Andrew anteriormente, aunque tú no pensabas aprovecharte de Ashley, sólo querías escucharla respirar. Mirando a la nada divagaste en lo que sucedería si Andrew y Ashley terminaban juntos. Poseías importantes valores morales gracias a tu vida común, pues la única anormalidad en tu rutina fue tu constante convivencia con los Graves hasta el momento que tus padres te abandonaron bajo su tutela.

Sabías que era enfermizo que los hermanos se sintieran atraídos de manera romántica pero, ¿te correspondía a ti juzgar si tus primos se querían así? No estabas en sus lugares, no tenías idea de lo que pasaba dentro de sus cabezas.

Miraste a tu prima-hermana de reojo, aturdido con esas dudas. Siempre pensaste que Ashley era bonita pero su personalidad caótica destrozaba todo lo demás y eso a ella nunca le importó, sólo quería que Andrew estuviera a su lado, eligió ser un monstruo antes que una hipócrita, a diferencia de Andrew. Siempre notaste cómo él se perdía contemplándola a pesar de haber establecido alguna cierta distancia, la facilidad que tenía para tocarla, acariciarla alejado de lo fraternal, la forma en que sus manos formaban puños cuando cualquier otro (tú incluido) se acercaban o la miraban mucho. No era bueno, estaba jodidamente mal. Pero te diste cuenta que preferirías que no superaran ese complejo, que no avanzaran, pues no querías quedarte solo. Ya los habías visto en sus peores momentos y decidiste jamás delatarlos. ¿No sería genial que se convirtieran en tus padres oficialmente a cambio de tu silencio? Así los apoyarías sin sentir la más mínima culpa mientras toda la sociedad los repugnaba. Eso te daría un objetivo fijo, un motivo para estar vivo. Sería como protegerlos, devolverles el favor de haberse quedado a tu lado aun cuando tuvieron la oportunidad de deshacerse de ti.

—Mierda… —el quejido de Ashley te tensó. La viste estirarse y quedarse inerte mirando el techo un segundo antes de dirigirte una mirada y sonreírte—. Hola, dime que no es la noche de otro día.

—No lo es.

—Qué bueno, no quería oír los berridos de Andy por mi pereza natural.

—No creo que lo hiciera, no cuando ninguno de nosotros necesita ir a la escuela. —Sacudiste la cabeza—. Ha ido a comprar la cena —le informaste, procediendo a entregarle la lata de manzana caramelizada con canela que habías estado sosteniendo—. Y dijo que te diera esto.

Los ojos de tu prima se iluminaron, manteniendo una sonrisa ilusionada el tiempo que duró en sujetar la lata entre sus dedos, pues cuando la tuvo en su poder sonrió con picardía.

—Típico de él, ¿no crees? Negarse y negarse pero al final acceder, era así cuando éramos niños, ¿sabes? Siempre se quejaba de mis maravillosos planes pero a pesar de eso me seguía el juego. Yo amaba esa época. Probablemente tú no lo recuerdes, sólo eras un bebé entonces. Aunque hacía tiempo que no me complacía con algo como esto. Supongo que sólo es cuestión de tiempo para que Andy vuelva a unirse a mí, ¿eh?

—No entiendo…

—Pienso que está en una fase, es mi teoría. Causado por todos los roces inútiles que ha tenido con esas perras del mundo exterior. Eso que él llama "vida social". Pero tengo plena confianza de que volveremos a ser los mismos de siempre después de todo lo que pasó.

—Bueno, no podremos volver a nuestras anteriores vidas —recitaste las palabras que te dieron ya que no eran mentiras, eran sólo ustedes tres ahora. Eso era bueno, ¿no?—. Ashley…

—Llámame Leyley cuando estemos solos.

—Pero, ¿no le habías prometido dejar esos nombres atrás?

—Sólo es temporal, hasta que consiga convencerlo de nuevo. Será un trabajo arduo pero valdrá la pena. Estoy aburrida de esta fachada cautelosa suya. ¿Dónde queda la diversión en eso?

— ¿No sería peligroso? En verdad parece molestarle que lo llames Andy.

—Pero, bueno, Archie. ¿Estás conmigo o en mi contra? —te recriminó. Lo habrías tomado a juego si ella no hubiese literalmente lanzado las cobijas con los pies y golpeado un par de veces el colchón con las palmas.

—No se trata de eso. Quiero evitar que peleen de nuevo. Siento que si vuelvo a verlos como esa vez en el edificio… —Agitaste la cabeza con ansias, tratando de borrar el recuerdo—. No quiero, tengo miedo… miedo de que algo se rompa entre ustedes.

—Tú tranquilo, no volverá a pasar. Quiero decir, por supuesto que pelearé con él cuando no quiera hacerme caso pero creo que empiezo a entender cómo funciona su mente ahora, en cualquier momento lo haré ceder.

—No estaría tan seguro…

— ¿Desconfías de mi palabra? —Ashley hizo un puchero, y tú sonreíste.

—No eres la mejor manteniéndote fuera de los problemas.

—Y esa es mi mejor cualidad. Todo estará bien, ya verás. Tengo todo bajo control.

Por un momento te debatiste entre darle la razón o buscar convencerla de lo contrario. Sin embargo, en ese momento Andrew entró con un par de bolsas de plástico con lo que sugería ser la cena de esa noche. Ni lenta ni perezosa Ashley se levantó y corrió hasta él dando uso a un tono cantarín para pedirle permiso de probar su refresco. Cuando Andrew le preguntó por qué no lo había hecho ya, ella le aseguró haber pensado en agradecerle su acto aleatorio de bondad antes que nada. Destapó la lata y le dio un sorbo contemplativo; su expresión fue ilegible, ni Andrew o tú habrían podido leerla para verificar el sabor del líquido en cuestión.

— ¿Y bien? —quiso saber Andrew. Ashley le sonrió como si nada estuviera mal.

—Puedes tener el resto.

—Así que está pésima. Eso está genial —gruñó.

—Tiene el mismo sabor que el aroma del pintauñas.

Curioso con la descripción ofrecida, destapaste tu propia soda y la probaste. Contrario a Ashley, no habías escogido un sabor exótico, más bien estándar, pero comprobaste que a pesar de todo no era muy agradable, te dejó una sensación de picor muy extraña en la lengua. La dejaste afuera.

— ¡Que desperdicio de dinero!

—No del todo, mi curiosidad ha sido saciada. ¿Qué quieres a cambio? ¿Mi virginidad?

Casi te atragantaste cuando escuchaste a tu prima hacer esa pregunta y tosiste los restos que irritaban tu garganta. Alzaste la mirada y notaste que Andrew no le estaba yendo mejor ya que lucía más que nervioso si no es que aterrorizado, incluso se había dado la vuelta al no encontrar de qué manera abordar aquella destructora broma al momento. Quizás estabas imaginando cosas pero por un momento te pareció verlo sonrojarse mientras se mordía el labio inferior. Ashley mientras tanto había estado riendo divertida por las reacciones obtenidas.

— ¡Maldita sea! ¡Suficiente de esto!

—Quiero decir, si vas a un bar y un tipo te ofrece una bebida, ¿no es esa la conclusión lógica?

— ¿Qué clase de bar es ese? —Fue el turno de Andrew para sonreír con picardía, devolviéndole así la broma a Ashley—. Yo debería ir en algún momento.

—Aunque de hecho eso no tiene sentido, dudo mucho que las perras que van por los bares sean siquiera un poco virginales.

—Como te gusta juzgar a la gente.

— ¿Qué tal está la tuya, Archie? —inquirió tu prima girándose hacia ti. Te acercaste y le ofreciste, haciéndola formar una mueca nada complacida—. ¿Esto se supone que es naranja?

—Nunca he probado la pintura pero supongo que así sabe —comentaste con una sonrisa nerviosa ofreciéndole a Andrew, aunque rechazó tu oferta. Luego imitaste a Ashley en seguir bebiendo de tu lata como ella hizo con la suya.

—Ugh, está asquerosa.

—No tienes que terminártela, sólo tírala —comentó Andrew—. Lo mismo para ti, Archie. Hay un basurero por allá —agregó señalando dicho objeto con un dedo. Sin embargo, Ashley no tardó en replicar en contra de la mera sugerencia.

— ¡Jamás! ¡Fue un regalo!

Y continuó bebiéndola obstinadamente. Andrew se mostró feliz por ello a pesar de todo aunque tú decidiste beber de a poco tu refresco, tampoco querías arriesgarte a que te doliera el estómago, no estaban en condiciones para ir a un hospital; Andrew te lo había explicado en un principio. Y luego de comer los alimentos que tu hermano les había proporcionado se fueron todos a dormir.

.

Parpadeaste, mirando de izquierda a derecha la amplia zona por la que caminabas a tropezones, se trataba de un vecindario conocido, uno que podrías describir a la perfección en el presente. Entonces te percataste de esa pequeña espalda vestida con colores purpuras avanzando delante de ti, notando al fin que ese alguien te sujetaba de la mano y que halaba para que igualaras un poco el paso. Una figura más alta que tú pero incuestionablemente infantil. Era Leyley, quien a menudo volteaba para sonreírte de manera maliciosa, o quizás simplemente traviesa, no estuviste seguro en ese momento. Hacia dónde se dirigían sólo ella lo sabía, más no tardaste mucho en vislumbrar la silueta de Andy sentado al borde de la banqueta, pensativo con la vista perdida en el vacío, las ojeras en sus ojos acentuaban un aspecto derrotado. Comprendiste que eras todavía muy pequeño para articular frases coherentes o siquiera entendibles, así que no dijiste nada mientras llegaban.

— ¡Andy! ¡Mira quién vino a visitarnos! —anunció tu prima. No eran tus hermanos adoptivos aún.

—Hola, Archie —te saludó desganado, siquiera tomándose la molestia de inclinarse hacia ti para revolverte los cabellos de forma distraída, mostrándote lo poco que le importaba realmente.

—Si preguntas por los culpables de su nacimiento, están adentro.

— ¿Ellos no tienen otros parientes que molestar? Últimamente nos visitan seguido —dijo Andy con voz monótona, sin emociones. Si, recordabas esos tiempos, una época donde Andy parecía más un zombie que un niño.

—Como estos días has estado actuando como un fantasma, pensé que te gustaría tener más compañía, ya que tus amigos no parecen ser suficientes.

—Me sorprende que ella te haya dejado traerlo.

—Bueno, no le avisé. Prácticamente me lo robé cuando ninguno de ellos estaba viendo. La verdad no creo que les importe mucho. De hecho, pienso que Archie es un indeseado como yo. ¡Nuestra tía es la más joven y he escuchado a mamá decir que es una zorra de suelo! Seguro que Archie le estorba para revolcarse con todos esos hombres con los que engaña a su marido.

—Sabes que seré yo a quien regañen por haberlo arrastrado contigo, ¿verdad?

—Eso y más te mereces por haberme estado ignorando en la escuela.

—No hago eso, Leyley —espetó Andy aunque no concedió alguna explicación después de eso, lo que inspiró un gruñido por parte de la pequeña Ashley.

—Como sea, ¿qué hacemos con él hoy? Escuché que todavía no tiene la capacidad de almacenar muchos recuerdos, y lo mejor es que no sabe hablar, no podrá delatarnos si hacemos algo extremo.

—No quiero juegos extremos —declaró. Sabes que te habrías asustado de haber comprendido la gravedad implicada en ese mandato—. Ya tengo suficiente con lo que pasó el mes pasado.

—Aburrido.

—Si no quieres que te ignore en la escuela, obedéceme.

—Joo, ¿qué jugamos entonces? —inquirió tu prima inflando los mofletes.

—No sé, ¿qué quieres hacer, Leyley?

—Podemos jugar a lanzarle piedras a los pájaros, ¡o jugamos a cocinar insectos! Me gustaría ver cómo se retuercen las lombrices en el aceite caliente.

—Sí, eso estaría bien. Es mejor que jugar a cazar gatos.

— ¡Si! ¡El episodio de hoy se titula: "Andy y Leyley y el espectador silencioso. Parte cinco"!

Leyley sonrió y se rió con ganas, tomándote de tus delicadas manos de un momento a otro para girar junto contigo. Sólo pudiste ver su cara sonriente mientras el mundo entero a tu alrededor se convertía en un borrón sin sentido. Te mareabas pero correspondiste a la sonrisa de Leyley, hipnotizado por ella, una criatura angelical cuyas alas se han teñido de sangre y su aureola ha sido reemplazada por cuernos belicosos y puntiagudos. No, sólo aparentaba ser un ser divino, pues realmente su naturaleza estaba muy por encima de cualquier escala mortal. Solías preguntarte por qué Leyley te atraía a su luz mórbida como una polilla perdida que no sabe distinguir lo nutritivo de lo dañino. Quizás estaba en tu naturaleza también adorar engendros destructores.

.

Te despertó una sacudida violenta y un grito que te taladró los tímpanos sin clemencia. Sobresaltado abriste los ojos y con la respiración agitada, viendo a tu prima-hermana saltar de la cama; apenas fuiste capaz de registrar la silueta somnolienta de Andrew incorporándose del sillón con movimientos perezosos. Ashley siguió gritando que estaban a punto de ser asesinados y que debían marcharse de ahí cuanto antes. Sin saber lo que pasaba, tu cuerpo comenzó a sentirse pesado de nuevo, así que sólo te aferraste al brazo de tu mamá sustituta y te dejaste arrastrar fuera de la cama, hasta que tu papá sustituto tuvo la bondad de cargarte en su espalda mientras salían a toda prisa de la habitación del motel.