Capitulo 4
—Así que, Bella —me dijo Rosalie un día en el laboratorio con una sonrisa cómplice.
—¿Qué pasa, Rose? —pregunté desinteresada, observando mis cultivos por el microscopio.
—En serio, ¿no pensabas decirme que tienes novio?
—¿Novio? —pregunté extrañada.
—Sí, novio. Ese chico lindo del bar.
—Edward. No es mi novio, solo hemos salido un par de veces a tomar café y eso —me encogí de hombros.
—Dios, Bella, eres tan ciega. Aquí en Francia, cuando sales más de 3 veces con el mismo chico, ya son novios.
—¿Qué? ¡Están locos! Seremos novios cuando él me pregunte y yo le diga que sí.
—Bueno, invítame a mí y a las chicas a ver a tu no—novio al bar.
—Claro, pueden venir a ver a Edward esta noche. Sabes, es su trabajo —dije sarcástica, volviendo a mi laboratorio.
La noche llegó, y el bar estaba lleno de la suave melodía de una chica castaña de cabello corto. Rosalie y las chicas estaban emocionadas, charlando y riendo mientras esperábamos que Edward subiera al escenario.
Finalmente, comenzó a tocar, y su mirada se encontró con la mía durante un momento, como si la música nos conectara de alguna manera especial. Después de la actuación, Edward se unió a nuestra mesa, saludando a las chicas con cortesía.
—Así que, tú debes de ser Edward, el no—novio de Bella —dijo Rosalie con una sonrisa pícara.
Edward rió.
—Bella y yo nos estamos conociendo, eso es todo.
—Bueno, deberías saber que en Francia, después de tres salidas, ya se consideran novios —comentó Vera una de las chicas.
—¿En serio? —preguntó Edward con sorpresa, mirándome.
—No les hagas caso, están exagerando —intervine, sintiendo el rubor en mis mejillas.
Rosalie y las chicas continuaron bromeando mientras Edward y yo compartimos una mirada cómplice. Aunque la etiqueta de —novios— aún no estaba en nuestras conversaciones, la conexión entre nosotros se profundizaba con cada encuentro. La noche continuó entre risas, música y complicidad.
—Así que, Bella, si no recuerdo mal, tú me prometiste un baile—, dijo Edward con su sonrisa maliciosa.
—No lo recuerdo—, traté de hacerme la tonta.
—Tienes suerte, porque yo sí
—¿Tiene que ser aquí?
—¿Qué tiene de malo el bar?— preguntó ofendido.
—Nada, es solo que está tan lleno de gente. Puedo imaginarme a todos riendo en cuanto te pise o me caiga—. dije con terror viendo al publico
—Eso no pasará, porque tu pareja no te dejará caer—.
—No estoy segura—.
—Vamos, me lo debes—.
—Está bien—, dije derrotada, vaciando mi copa. Necesitaría valor.
En cuanto nos acercamos a la pista, la chica castaña de pelo corto empezó a cantar —Sous le ciel de Paris— y le guiñó un ojo a Edward.
—Muy parisino—, comenté con alegría.
—Así es—. Edward me tomó de la cintura, y comenzamos a bailar. Se movía con elegancia, y me perdí en la melodía y sus brazos.
—Ves, estás bailando y bastante bien, en mi opinión—.
—Es porque tú estás haciendo todo el trabajo. Mis pies casi no tocan el piso—.
—Eres una bailarina magnífica, elegante, grácil, inteligente—.
—¿Inteligente? ¿Cómo lo saben las personas que lo soy al bailar?—
—Porque has elegido al mejor compañero—, dijo arrogante.
Cuando la canción estaba dando sus últimos acordes, Edward me reclinó para el gran final y, antes de besarme, susurró sobre mis labios:
—¿Quieres ser mi novia?—
—Sí—, contesté sin aliento, y entonces me besó. Podía escuchar los gritos de Rosalie sobre los de todo el bar.
Al ponerme de pie nuevamente, me sonrojé hasta donde estaba mi amiga.
—Entonces, ¿siguen siendo 'no novios'?— preguntó Vera, la amiga de Rose.
—Ahora somos solo novios—, dijo Edward, besando mi mano.
