Habían pasado ya dos meses desde que su estadía temporal se convirtió en algo indefinido y sus cosas habían encontrado su propio lugar en la habitación de Bakugou.
Tenía su propio cajón, un espacio en el estante del baño y un área de trabajo perfectamente ordenada junto al escritorio del rubio. Por supuesto, eso no había pasado de la noche a la mañana, los cambios ocurrieron de manera gradual sin que ninguno lo notara, como si hubiera sido fácil ignorar las pequeñas concesiones que se requirieron para hacer de ese lugar lo suficientemente espacioso para ambos y finalmente todo hubiera tomado su lugar. Tan tácito y cómodo que incluso Bakugou estaba bien compartiendo su espacio, resolviendo las dificultades que suponía compartir y cediendo a cosas que estaba seguro de que no habría aceptado en primer lugar, como dejarlo usar su cama, prestarle ropa o ayudarlo a teñirse el cabello; incluso luchar por horas con la esponja para limpiar el tinte rojo de la cerámica del baño.
Bakugou tenía una forma poco emotiva y sencilla de expresar su apoyo. Si lo que necesitaba era un espacio seguro donde descansar, se lo iba a dar sin mostrarse especialmente amable por eso y era todo lo que había necesitado en los últimos meses cuando todo parecía venirse abajo.
El chico había sido un ancla a la que no dudó en aferrarse. Le debía todo y no era un decir; su respaldo había hecho posible aclarar un sinfín de malentendidos. Desde el incidente con Mai, hasta los rumores sobre su pelea en los dormitorios y sin bien algunas relaciones eran imposibles de recuperar, poder interactuar con sus compañeros de manera normal había hecho todo infinitamente más fácil.
Nada volvería a ser igual y tal vez nunca volvería a confiar en los demás como solía hacerlo, pero no se sentía mal por eso, los espacios vacíos que dejó el acoso en su vida se llenaron casi por completo con la presencia constante y confiable de Katsuki. Él era el eje que mantenía todo funcionando y no necesitaba nada más.
Como consecuencia, él, que siempre fue un chico sociable y hablador, pasó repentinamente a centrar toda su atención en una sola persona. Bakugou se convirtió en su único amigo. Dormía junto a él, lo seguía a todas partes, hacía lo que le decía, incluso se había quedado alguna que otra vez sentado afuera de los vestidores esperando que el chico terminara de cambiarse porque no quería volver a clases solo.
Se había vuelto bastante dependiente de su figura como apoyo emocional, era consciente de eso, pero no era como su psicóloga de la escuela lo pintaba, no había nada de dañino en su relación; solía debatir cuando las sesiones tomaban un rumbo que amenazaba con hacerlo incomodar.
Su vida no giraba en torno a él. Después de todo hablaba con otras personas, tenía sus propios pasatiempos y veces incluso le llevaba la contraria.
Si, podía ser que hubiera dejado de hacer muchas cosas que antes disfrutaba para pasar más tiempo con él, que se hubiera alejado por completo de su antiguo círculo de amigos, que ya no dispusiera de su propio tiempo o que la mayoría de sus actividades dependieran de lo que el rubio quería hacer, pero estar con él se sentía tan bien que no podía importarle menos.
Lo que tenía con él era la cosa más maravillosa que le había pasado en años y nadie pudo convencerlo de lo contrario.
Confiaba en el rubio de manera tan ciega que prefería consultar con él sus problemas antes que con un profesional o sus padres. Ellos podían amarlo o tener un título, pero Bakugou era quien realmente lo había escuchado.
Se sentía seguro confiándole sus decisiones cuando no podía tomarlas. Desde que debería comer hasta su cercana aplicación a la universidad, si Bakugou decidía que la mejor forma de averiguarlo era lanzando dardos en una ruleta, él lo haría sin dudarlo. No había nada que el rubio no pudiera solucionar. Ya fueran sus problemas de confianza o su desempeño académico, él lo tenía todo resulto y ni siquiera había hecho nada extraordinario.
Con simplemente estar ahí, escucharlo y darle tutorías ocasionales había hecho más por él que toda la terapia, clases extra, acompañamiento profesional y reformas escolares juntos.
Su agradecimiento y profundo deseo de permanecer a su lado no eran poca cosa. Ansiaba tan desesperadamente ser reconocido que sus esfuerzos iniciales por no ser una molestia rápidamente se habían convertido en pasos firmes hacia un objetivo claro y sentía muy orgulloso de eso.
Se había vuelto capaz de hacer cosas que jamás hubiera imaginado. Había conseguido buenos comentarios, estaba sobresaliendo en sus entrenamientos, sus calificaciones eran buenas, sus padres tenían buenas expectativas sobre su futuro profesional e incluso sus relaciones estaban mejorando.
Se sentía tan bien que parecía que el camino desde allí seguía en línea recta hacia un brillante futuro, pero estaba equivocado.
Un día Bakugou se ausentó por un breve momento y como si todo lo que había construido tuviera la firmeza de una torre de cartas, el progreso se vino abajo con el primer viento de la mañana.
Esa angustiante situación llegó un lunes. El rubio asistió temprano y sin previo a una diligencia, y desde el momento en el que se plantó solo en la habitación, tuvo que vestirse y salir a entrenar por su cuenta, supo que las cosas no iban tan bien como parecían.
Un terrible vacío lo asoló y se volvió tan denso a medida que avanzo la mañana, que apenas supo cómo lidiar con su rutina. Las cosas simples que había estado haciendo todos los días lo sacudieron de tal forma que se preguntó cómo fue capaz alguna vez de sobrevivir al mundo sin Katsuki. No lo recordaba. Había pasado tanto tiempo valiéndose de él, que, al ver atrás, no había recuerdos claros sobre cómo era todo antes.
Llevaban un tiempo relativamente corto viviendo juntos en comparación a los casi tres años que habían pasado en la academia, pero no se sentía así. Ese par de meses de convivencia habían saciado sus necesidades afectivas de tal forma que además de Katsuki no había ningún amigo confiable con el que pudiera contar.
Caminar por los pasillos sin tener a quien soltarle sus pensamientos y sus bromas era solitario.
Las cosas cotidianas que daba por sentadas, como decidir que preparar de desayuno, encontrar un asiento vacío o simplemente sentarse y escuchar, se volvieron complicadas. Tenía la sensación constante de que algo faltaba y aunque había asistido a clases, cumplido con todos los puntos de su agenda y gastado bastante energía socializando para evitar la soledad, al final del día; luego de haber hecho todo lo que pudo para sobrellevarlo, el sentimiento seguía ahí y era peor que antes.
Se sentó en la sala común buscando el bullicio de fondo y escribió sobre su día. Corrigió y releyó un par de veces un mensaje largo que aún no estaba seguro de querer enviar y termino sentado allí por un par de horas sonriéndole a quien se acercara y mirando el techo.
Nunca había caído en cuenta de lo difícil que era estar solo en una habitación hasta esa tarde. Las palpitaciones, los pensamientos intrusivos y lo mucho que su miraba se aferraba a la puerta esperando la salvación aparecer a través de ella, habían sido suficiente para sacarlo despavorido de allí y buscar algo de ruido.
Había una especie de hueco que punzaba de maneras variadas en su pecho. Haciéndolo desear la compañía, la calidez, la charla cotidiana y la seguridad que al parecer solo encontraba en Bakugou. Incluso si todo funcionaba, si el mundo se movía y la rutina no cambiaba, había algo que no lo dejaba respirar con normalidad.
La ansiedad lo mantuvo despierto hasta que ya la mayoría se había ido a su habitación, las luces se habían apagado y lo único para ver era la repetición del programa de variedades que Midoriya sintonizó en la tarde.
Fue hasta ese momento, mientras se preguntaba hecho un ovillo en el sillón, si lo suyo era el miedo a la oscuridad o a estar solo, que le envió el mensaje al rubio.
El muchacho no contestó, tampoco leyó el mensaje y el apenas logro dormir acurrucado en el pequeño sofá hasta que la ronda de limpieza matutina lo hecho de allí.
Subió simplemente para cambiarse y ducharse, revisó su teléfono unas cuantas docenas de veces más y se preparó para tratar de llevar el día con normalidad.
Su desempeño no había sido malo, su habilidad para entablar conversaciones con extraños lo había mantenido a salvo de estar a solas consigo mismo la mayor parte del día y su repentina necesidad por completar todas las tareas de la semana había servido para rellenar el tiempo extra, pero llegada la noche, aun sin respuesta de Bakugou, la ansiedad realmente se estaba haciendo notar.
Aún estaba en su uniforme cuando llegó a la sala común y se acomodó en el sofá, tenía la clara intención de pasar de nuevo allí la noche y aunque evitó compartir detalles sobre la noche anterior, quienes estaban en la ronda de limpieza de esa mañana sabían que haber estado tan cansado para quedarse dormido en cualquier lugar, no era su mejor mentira, pero ninguno de ellos trató de hacerlo hablar cuando se enfrascó en evitarlos.
Aun meses después del incidente y pese a su gran mejoría, la mayoría de la clase todavía lo trataba con cuidado y evitaba presionarlo. Había una distancia prudente en sus interacciones que hacía que el pelirrojo se sintiera como un niño a veces, pero era más seguro mantener esa distancia.
No se sentía especialmente abierto a interactuar esa noche, solo esperaba el momento de quedarse a solas el ruido del televisor de fondo y la pantalla de su celular. Su atención seguía pegada a la conversación con Bakugou sin ningún sentido. Mendigando cualquier mínima respuesta como un perro y se sentía profundamente miserable por eso.
No había nada que lo angustiara más que esa respuesta que parecía nunca llegar. Estaba desesperado por deshacerse de la necesidad de atención y el terrible miedo a estar siendo ignorado. Tal vez fue eso lo que lo hizo aceptar tan fácilmente a Mina, que apreció poco después de las once, con dos frazadas y comida.
Su relación con ella aún era distante. Su lado más herido y temeroso aun no acababa de perdonarla, pero reconocía su empeño y lo buena que era haciendo fluir la conversación. Podía no estar del todo cómodo a su lado, pero ver la televisión en la oscuridad, acurrucarse bajo la misma manta y hablar seguía siendo tan agradable como antes. Por unas buenas dos horas no pensó demasiado en el rubio o en la forma en la que lo había estado ignorando, tampoco se preocupó acerca del significado de la compañía de la chica.
Simplemente se dejó llevar por la conversación, lo buena que estaba la comida y lo natural que le salía la risa cada que la pelirosa bromeaba. Era nostálgico, lo llevaba de vuelta a aquellos días en los que todo era sencillo y colarse de noche en la habitación de Sero acompañado por Mina, era habitual. Solían ver películas, molestar a Kaminari o nada en particular. Y al igual que en aquellos días, el silencio llego eventualmente. Solía tomarlo como señal para volver a su propio cuarto, pero a diferencia suya, la chica no se movió.
Se quedó allí, sin decir nada, simplemente viendo la pantalla hasta que el sonido de la televisión ya era indistinguible en el fondo y el cabeceaba yendo y viniendo del sueño esperanzado por la respuesta del rubio, que estaba en línea desde hace ya unos quince minutos. Fue entonces cuando la muchacha se acurrucó sobre su hombro, dejó salir un suspiro y empezó a hablar.
No parecía nada que no hubiera escuchado ya. Sus disculpas eran bastante habituales y no diferían mucho una de otra, pero de pronto el guion cambio y lo que decía empezó a sonar muy personal. Ya no era remordimiento, aparentemente estaba diciéndole la verdad. Una que no sabía que existía hasta que lo hizo tensarse y salir de debajo de la cálida manta para verla asombrado.
Escuchó, con una sensación extraña creciendo en la parte alta de su estómago, como la muchacha había estado enamorada de él, como nunca encontró el momento de decirle, como los ratos que pasaban a solas la hicieron sentir extraña, como la cercanía física la confundió y la hizo experimentar sensaciones que no conocía, como empezó a desear y preguntarse cosas y no pudo mantener la boca cerrada.
—Lo siento... —La escucho decir por lo bajo luego de un largo silencio al final de la historia—
Se forzó a levantar la mirada. La chica lucia avergonzada, probablemente había sido difícil admitir en voz alta el tipo de ideas que le habían pasado por la cabeza en aquel entonces y no podía culparla del todo por cómo las cosas se habían salido de control, pero era confuso entender que una chica, que Mina, en especial, lo hubiera llegado a desear de manera sexual sin que eso conllevara humillación, dolor o castigo, lo había visto como un hombre antes de toda esa pesadilla y no sabía cómo sentirse al respecto.
—Éramos amigos y no debí verte de esa forma —continúo haciendo el corazón de Kirishima estrujarse— Soy tan asquerosa…
—¡No lo eres! —La detuvo sacudiéndola un poco— Todos tenemos ese tipo de pensamientos, solo… no suelen acabar así… pero no tiene nada que ver con las cosas que sentías.
Los ojos rosa lo vieron grandes y acuosos por un momento y lo convencieron de que recibir un abrazo estaba bien. La apretó sin fuerza tratando de acostumbrarse a la cercanía. No fue un momento tan largo, pero calmó las lágrimas de la chica y eso lo hizo sentir aliviado.
No pudo evitar sonreírle, brillante y amplio como solía hacerlo. El ambiente se había aligerado bastante, de hecho, finalmente se sentía como si hubieran hecho los pases. Y allí, en la oscuridad y privacidad de la noche, sin más malos sentimientos de por medio, compartiendo la risa y una frazada, todo se hizo demasiado íntimo. No fue sino el toque de sus labios sobre los suyos el que le advirtió que quizás no habían llegado a la misma resolución.
Su corazón se había disparado en pánico de tal forma, que a penas noto cuando puso una enorme distancia de por medio.
Vio la confusión en el rostro de la chica, sintió el vértigo en el estómago y el miedo mientras balbuceaba buscando alguna explicación. Su mirada apenada vago evitando encararla hasta que diviso la pantalla encendida de su celular; vibrando junto a su mano con el mensaje que tanto espero.
La respuesta de Bakugou llego en el momento justo, como una salvación. Y una simple oración lo arreglo todo.
La incomodidad, la confusión y el miedo desaparecieron tan rápido como llegaron apenas leyó lo que dejaba ver su pantalla. Como un golpe, su cuerpo, frio por el nerviosismo, se llenó de adrenalina y cosas extrañas mientras se paraba a tropezones tomando sus cosas.
—¡Lo siento, tengo que irme…—le dejo saber brevemente mientras escapaba hacia las escaleras— ¡Bakugou volvió!
Corrió los primeros escalones con el pulso acelerado y una sonrisa nerviosa titubeando. No tenía idea sobre como describir lo que sentía. Es decir, una chica lo había besarlo y él la había dejado allí sin más, por la simple posibilidad de abrir la puerta y ver a Katsuki del otro lado.
Su estómago cosquilleaba, sus extremidades se sentían ligeras y su pecho rebozaba de emociones extrañas. No se había sentido de esa forma desde que fue admitido en UA.
Quizás era el efecto de la adrenalina, pero al atravesar la puerta y toparse finalmente con ese rubio cruel que había extrañado tanto, su arruinada percepción del contacto físico dejo de importar. Todo lo que quería era abrazarlo y estrujarlo hasta sentirse lleno. Como si fuera el premio por soportar tanta soledad.
Lo sintió resistirse y revolverse incomodo. La cercanía física no era común en su relación, de hecho, era casi un tabú para el pelirrojo, que recién empezaba a definir los limites correctos con sus compañeros. No había estado tan cerca de él desde la noche del incidente y no tenía idea de cuanto lo necesitaba hasta el calor ajeno lo lleno de calma.
El cuerpo de Bakugou no era para nada como el de Mina, no había nada suave ni pequeño en la tensa masa de músculos que apretaba contra su pecho como si pudiera escapársele en cualquier momento; y eso lo hacía sentir seguro. Y aunque una ligera angustia flotaba en su pecho y le advertía que no debía aferrarse tanto, no fue capaz de escuchar nada más que el latido de su corazón y su respiración agitada al toque brusco de una mano sobre su espalda que le dio una pequeña palmada y despertó cierta esperanza que ni siquiera sabía que albergaba.
Notas de la autora:
La historia actualmente esta terminada y la voy actualizando semanalmente. Gracias por el apoyo y la paciencia.
