Siempre pensó que esas cosas se hacían visibles después de un gran evento. Te lastimabas realmente mal y de pronto te dabas cuenta de que estabas en una relación conflictiva, pero mentiría si no dijera que siempre lo supo.
Que vio cada señal desde el inicio y deliberadamente eligió continuar. Bakugou, con todo su egocentrismo, señales confusas, demostraciones de afecto vagas y contradicciones, había sido el único que le tendió la mano cuando estaba en el piso y si de alguna forma lucia la verdadera amistad, tenía que ser esa, o al menos así se sentía.
Existía cuando estaba bajo la luz de sus ojos y desaparecía cuando lo abandonaba.
Era una forma estresante de vida, pero era la única confiable que conocía. Eso se dijo por mucho tiempo, pero sus mentiras se caían a montones y ya no podía sostenerlas todas.
Tenía compañeros, un círculo que lo escuchaba, maestros preocupados por su futuro y una familia que en la medida de lo posible trataba de apoyarlo. Tenía todo eso, pero ninguno de ellos parecía saber como salvarlo. Y es que, en la oscuridad más densa, lo único más estrepitoso que el miedo, era Bakugou.
Y podía ser que ya no hubiera enemigos reales acechando afuera o que finalmente hubiera aprendido ahuyentarlos solo, pero seguía asustado. Había cedido ante un nuevo miedo que ni siquiera sabía que tenía hasta que se visualizo por primera vez sin el rubio. Era una clase de soledad que oscurecía toda compañía, resaltaba sus flaquezas y lo aturdía cuando trataba de sanar haciéndolo volver una y otra vez al mismo lugar.
Respiró profundamente ante aquella puerta, apretó sus nudillos tratando de buscar autocontrol e igualmente terminó tocando.
Esperó en la oscuridad sin respuesta. Debían ser al menos las dos de la madrugada y se estaba congelando. Con esa determinación terminó por entrar. No le sorprendió que la manija estuviera abierta y tampoco que hubiera un espacio en la cama apartado para él.
El rubio jamás se disculpaba; él hacia cosas como esa. Pequeños gestos intensionales que negaría tajantemente, pero servían para apaciguarlo. Y aunque esperaría algo más en compensación por un ojo morado, luego de una discusión que se les salió un poco de las manos mientras entrenaban, las mantas suaves, el calor corporal y el ambiente familiar eran suficiente para convencerlo de que valía la pena perdonar.
Se acostó a su lado viendo el techo rígidamente. No podían seguir perdiendo el tiempo con peleas tontas cuando les quedaba poco menos de una semana juntos hasta la pasantía.
Lo vio con el seño fruncido. Ni siquiera recordaba por qué estaban discutiendo esta vez, pero lo que fuera, no valía la pena. Solo tenían que soportarse el resto de la semana y eso seria todo. Era tan triste, que la mitad del tiempo quería golpearlo y la otra mitad fundirse con él para que no se fuera.
Su pelea por la pasantía había sido solo la primera de muchas. La irritabilidad del rubio solo empeoró a medida que sus inseguridades crecieron y encontraron demasiado a menudo motivos para gritarse mutuamente, aunque era el rubio quien solía hacerlo más fuerte.
Había terminado cediendo en la mayoría de veces para evitar más peleas, empezando por su pasantía. Terminó siendo el quien se disculpó por todo y se las arregló para mantener el arreglo original. Y de la misma forma, se rindió e hizo lo que era mejor para mantener la paz una y otra vez, aunque no fuera lo mejor para él. Pero no siempre era suficiente.
Las reuniones en el pasillo por la madrugada se volvieron cotidianas gracias a eso. Habían empezado con Mina sentada a su lado cuando sentía que necesitaba un momento y eventualmente, Momo que podía escucharlo todo perfectamente desde su asiento en clase, se había unido. Luego apareció Jiro, que por simple cortesía había terminado tan involucrada, que incluso le había ofrecido su habitación para pasar la noche un par de veces.
El grupo había llegado al consenso de que estaba en una relación problemática y tuvo que aclarar que no eran así de cercanos, pero luego de docenas de discusiones, lo que él y el rubio tenían empezaba a sonar seriamente similar a lo que los libros de codependencia trataban de erradicar.
Había una enorme diferencia entre lo que tenían cuando todo empezó y lo que tenían ahora, Tal vez las cosas solo habían ido demasiado lejos, pero ¿Qué era cruzar la línea? ¿Qué hacían normalmente los amigos y cuando se convirtió en esto?
Recordaba un par de ocasiones, muy temprano en su relación, en las que se preguntó si estaba bien cruzar algunas barreras e igual lo hizo. Porque cuando se trataba de Bakugou, su sentido común dejaba de funcionar y no había límite que no quisiera pasar.
Ya fueran el del contacto físico o la convivencia cotidiana. Traspasar había sido tan sencillo y había una tan buena razón detrás, que nunca se detuvo a pensar si era lo mejor para ambos.
Bakugou parecía cómodo con su presencia en su habitación, con la atención extra y la ayuda en el entrenamiento. Luego, estuvo bien cuando compartieron ropa, lo mantuvo despierto hablándole hasta altas horas de la noche o lo convenció de hacer algo divertido para variar.
Eventualmente se coló en su cama, en su espacio personal y un par de veces en la ducha y tampoco dijo nada. Y si bien, sus rabietas y brusca forma de comunicarse hacían un poco complicado saber cuando realmente estaba molesto, solo asumió que mientras no le hiciera daño de verdad, significaba que lo toleraba.
De esa forma había ido moviéndose más y más cerca, a ese espacio intimo desconocido para los demás, donde el rubio, de hecho, era un sujeto agradable, concienzudo y algo tímido.
Una versión honesta que solo él conocía y ninguna de las chicas que le aconsejaba obtener un poco de independencia, había tenido el gusto de ver.
Ese "yo" oculto del resto era el que lo instaba a quedarse, soportar y anhelar que las cosas no terminaran con el año escolar. Porque si era completamente honesto, le gustaba tanto ese lado del rubio que incluso había empezado a gustar de las partes más cuestionables.
Sus rabietas, gritos sin sentido y violencia no eran tan malos cuando sabia que había algo más. Y ese mismo demonio despiadado que podía arremeter sin piedad contra en el entrenamiento, también podía verlo en silencio de manera enigmática cuando estaban solos. Se quejaba y trataba de escapar de su afecto, pero a penas un par de minutos después lucía a gusto entre sus brazos. Y a veces esos ojos ardientes lo miraban con tanta serenidad que sentía que había apaciguado a la bestia.
Recordaba a Mina riendo cuando trató de explicárselo, una de esas noches que eran los únicos en la escalera.
—No puedo creer que haya intentado confesarme después de notar como lo mirabas...
Dijo con diversión haciéndolo tomar un aire pensativo.
—Es admiración —debatió tratando de darle forma a las ideas en su cabeza—
—Midoriya lo admira, tiene un cuaderno sobre él y hace cosas raras, pero ni siquiera él esta tan obsesionado.
—Es un chico...
—¿Qué no se han tomado de la mano y compartido la cama?
Esa idea desdibujó los límites un poco. Sabía que sentía algo muy importante por el rubio y que probablemente la mayoría de amigos no se veían como el veía a Bakugou, pero nunca había intentado darle un nombre a sus sentimientos.
—Sabría si alguien me gusta de esa forma... —trató de justificar algo dudoso—
La chica le dio una mirada frustrada. No tenía idea de como iluminar lo que a todas luces parecía un amor unilateral y tampoco sabía si debía, después de todo, no estaban allí porque disfrutaran sentarse en la escalera fría a mitad de la noche. El rubio había echado a su amigo de la habitación otra vez.
—Es cierto, no podrías enamorarte de alguien que te trata de esa forma —se corrigió decidiendo que sería lo mejor— pero si lo hicieras... estaría mal porque es un imbécil, no porque sea un chico... —aclaró tratando de darle ánimos al menos sobre lo último—
Se despidieron cuando empezó a helar demasiado. El volvió a su propia habitación como prometió que haría, porque no podía dejar al rubio salirse con la suya siempre. Pero al cabo de un par de horas, cuando su teléfono no sonó y no hubo ninguna disculpa, sintió que el perdedor había sido él.
El rubio no mostró ningún indicio de culpa, ni siquiera le dirigió la mirada cuando llegó a la sala común, pero ese duro golpe en la puerta que lo había despertado justo a tiempo para no perderse el desayuno y ese asiento vacío junto al rubio en el comedor lucían completamente como una disculpa para él.
Se deslizó en la silla con ánimo renovado, parloteó sobre alguna tontería mañanera, esperó que su dinámica se reanudara y el ciclo volvió a empezar.
Pasarían el día tolerándose tan bien que a penas recordarían por qué pelearon en primer lugar, entrenarían, comerían juntos si se daba la oportunidad y luego todo sería tan cómodo, cotidiano y confortable que empezaría a sentirse inseguro y desesperado por retenerlo, lo que los haría pelear otra vez.
Ahora solo faltaban un par de días para terminar la semana e iniciar la pasantía y el ambiente general estaba cargado con expectación.
Estaba sentado en la sala común, esperando al rubio. El ruido era tan alto que a penas escuchaba parte de lo que decía Uraraka, pero de cualquier forma lucía emocionada, así que debía ser algo bueno.
Todos estaban decididos a pasarla bien en su fiesta de despedida. Ya fuera porque el futuro era prometedor o porque finalmente iban a librarse de la vida académica. Y si bien no todos tenían un plan claro, y él era uno de esos que iba con sus mejores intensiones a tratar de averiguar que hacer en la marcha, era igualmente el inicio de algo y suponía que debía celebrarlo.
Incluso si Bakugou decidía no aparecer, pese a que el mismo se armó de valor para asistir nuevamente a una reunión, la ocasión merecía el intento.
Habló con cuanta alma se le puso en frente, participó en lo sosos juegos de retos que había preparado Denki e incluso bebió. Todo logrado exitosamente pese a que se suponía que Aizawa estaba vigilando.
No había visto al hombre en las ultimas dos horas y dudaba que a este punto siquiera a alguien le importara si aparecía y empezaba a repartir expulsiones. La mayoría había tomado lo suficiente para que las cosas se empezaban realmente a animar.
Habían bailes, risas estridentes y algunas clandestinas botellas pasando de un lado a otro sin ningún cuidado. El mismo había estado volviendo más veces de las planeadas a una y era divertido.
Se la estaba pasando tan bien que se sentía eufórico, pero de alguna manera eso se multiplicó cuando vio aparecer a Bakugou por las escaleras.
Lucía malhumorado y cansado. Seguramente había intentado irse a la cama a la hora de siempre y el ruido no lo dejó. Así que ahí estaba, un poco más devastado que la gente que realmente había estado en la fiesta, pero un tanto curioso por lo que pasaba.
Era un panorama extraño si no habías estado ahí a medida que las cosas escalaban. Las personas que normalmente no hablaban tanto habían entrado ya a una faceta extrovertida y quienes si lo hacían no estaban exactamente en su momento más lúcido.
Mina, por ejemplo, había empezado a repartir afecto melancólico cuando se suponía que sería el alma de la fiesta. Midoriya hablaba y reía tan estrepitosamente que fueron sus gritos los que sacaron al rubio de la cama y Iida lucía demasiado frenético acerca de un juego de mesa.
Alcanzó al rubio casi saltando entre los presentes para invitarlo a unirse a la diversión. Quería que se la pasara tan bien como él y mostrarle todas esas cosas nuevas y geniales que había descubierto. Quizás debía guardarse la parte del alcohol, pero su aliento ligeramente dulce a vino barato lo había delatado.
El chico lo vio entre incrédulo y divertido. Quizás estaba tambaleándose y hablando entre balbuceos más de lo que creía, pero mientras al rubio le pareciera gracioso estaba perfectamente bien con hacer el ridículo.
Iba a arrastrarlo al verdad o reto en el que se había intoxicado tanto, cuando una ola de risas y gritos felices hizo a la mayoría fijarse en el circulo que se había armado en torno a la cocina. Denki acababa de besar a Jiro.
Sonrió feliz por ellos, no le sorprendería que toda esa fiesta la hubiera planeado el chico eléctrico paso a paso solo para tener esa oportunidad. Y su hazaña animó bastante las cosas. Luego de eso, los retos empezaron a sonar ligeramente más bochornosos. Lo que era una lástima, porque realmente deseaba ver a Bakugou borracho y no iba a conseguirlo si todos estaban más dispuestos a cooperar que a beber.
Pese a eso se quedó al rededor del circulo, riendo atontado y feliz de que el rubio se hubiera visto arrastrado a quedarse.
Ya la mayoría había tenido la oportunidad de hacer el ridículo a ese punto. Mina había terminado besando a la mayoría de las chicas y ni siquiera tuvieron que retarla. Uraraka básicamente se había confesado, Todoroki era incapaz de ver alguien a los ojos luego de que más de la mitad de la clase admitió haber estado enamorada de él en algún momento y Tokoyami había admitido un secreto bastante turbio.
Cuando alguien lo retó a besar a la persona más atractiva en la habitación de pronto su propia audacia no lucía tan descabellada. Tenía que ser el alcohol, porque estaba seguro que en otras circunstancias, besar a su mejor amigo delante de una habitación llena, habría sido una idea que al menos se debía considerar, pero estaba tan jodidamente seguro cuando decidió que Bakugou era el más atractivo allí, que no fue difícil girarse y estampar sus labios húmedamente contra los de muchacho ante la mirada perpleja de todos.
El ruido inteligible que estalló en el fondo fue a penas parte del impacto que le recorrió el cuerpo. Ese toque breve, descuidado y repentino llegó a todos sus sentidos tan nítidamente que se sintió sobrio de golpe, justo a tiempo para ver el rostro descompuesto de su amigo.
No estaba molesto ni asqueado, era una expresión que no había visto nunca. Había tanta confusión en su rostro que empezó a sentirse de la misma forma hasta caer en la realización de que había cometido un error.
No podía leer el ambiente. Habían voces alegres por todas partes, pero también murmullos. Alguien le palmeaba la espalda por su hazaña, pero al mismo tiempo Momo trataba de acallar los comentario desagradables de Mineta.
Entonces el rostro de Bakugu se aclaro un poco, parecía que había llegado a entender algo y lucía molesto. Creyó que iba a golpearlo, pero en cambio apretó los puños y le dio la espalda.
No sabía siquiera si debía seguirlo. Tenía la certeza de que había hecho algo que no tenía arreglo y lo asustaba comprobarlo.
La fiesta fue en declive luego de eso. Quienes ya sabían sobre su situación se mostraron solidarios. Momo incluso supo como calmar el ambiente y llevarlo a otro lugar.
Terminó afuera del edificio, en uno de esos corredores largos y pobremente iluminados. Momo y Mina habían empezado a discutir sobre si debía ir a hablar con Bakugou, sin que les hubiera pedido ningún consejo y aunque tenían las mejores intensiones, terminaron por derrumbar su quebradizo estado emocional.
Jiro, que parecía la única persona razonable presente, soltó un suspiro frustrado cuando lo vio lagrimear, se alejó de la discusión y se apresuró a darle un trozo de servilleta.
—Como la otra persona que fue besada esta noche, puedo asegurar que si Bakugou lo hubiera odiado tanto como todos creen, como mínimo tendrías la nariz rota —empezó de manera sensata— no creo que sea irreparable, pero deberías aclarar tus ideas antes ir a hablar con él.
Las otras dos chicas recibieron su mirada acusadora con resignación. Había sido una larga noche y sin duda habían muchos puntos de vista respecto a su relación con Katsuki, que era más de lo que él mismo tenía. Ni siquiera estaba seguro de por qué lo había besado.
La duda seguía haciendo estragos en su estómago cuando se levanto en la mañana. También tenía resaca y dolor de espalda por la incómoda postura que adoptó para dormir en el pequeño espacio libre que él y Mina habían compartido en el piso de Sero.
Se levantó cuidadosamente para no despertar a la pelirosa. Si bien tanto ella como Sero habían resultado ser una buena compañía para un corazón roto, su postura seguía siendo que no era buena idea hablar de sentimientos con Bakugou. Así que sin su bendición se fue tan sigilosamente como pudo a la habitación del rubio.
Como esperó, el pasillo estaba vacío y la puerta medio abierta. No tenían clase hasta el medio día y la mayor tarea pendiente sería probablemente empacar, así que nadie estaba de pie aun.
Empujó la puerta suavemente y se deslizó a la oscuridad tenue. Era temprano incluso para el rubio, que descansaba de espaldas a la puerta casi atrincherado en sus mantas.
Se acostó junto a el observando cuidadosamente su perfil. Siempre le había gustado verlo dormir. Sus facciones relajadas dejaban a la vista un rostro bonito.
Hasta ahora nunca se había detenido a revisar sus ideas sobre el amor, pese a lo mucho que sus amigos tenían que decir al respecto. Creía que estar enamorado tenía que ser obvio, incontrolable y deslumbrante, que un día la revelación venía de manera arrolladora, pero quizás era más como esto...
Algo lento, cotidiano y confortante. Un sentimiento de cocción lenta que a veces lo hacía desesperar, pero otras se volvía un anhelo acogedor, como el que le causaba verlo dormir. ¿Tenía sentido eso? no lo sabía, pero necesitaba alguna respuesta.
—Creí que había cerrado la puerta —mintió el rubio con voz áspera cuando la sensación de su mirada finalmente lo despertó—
—Perdón por lo de anoche, no quería avergonzarte —fue directo al grano irguiéndose para seguir su camino perezoso fuera de la cama— debió ser extraño.
—Estabas borracho... —resolvió dejándolo sin mucho que decir—
Parecía el argumento que se había dado a sí mismo para decidir no golpearlo y pasar de página tan pronto como fuera posible.
El pelirrojo sopesó los pros y los contras. Bakugou estaba dispuesto a olvidarlo e ir a través de este último día con la mayor normalidad posible, pero probablemente no tendría otra oportunidad para entender mejor el cosquilleo que le picoteaba el estómago y no estaba de ánimo para dejar las cosas a medias.
—¿Me golpearías si estuviera sobrio?
El rubio se detuvo en seco con las manos en su armario, estaba dándole la espalda, pero podía percibir la tensión en sus hombros.
—¿Por qué lo harías?
Él tampoco estaba muy seguro. No iba por ahí con la necesidad de besar a sus amigos, ni siquiera cuando había sido Mina quien lo inició. No sabía que quería conseguir con eso, pero si tenía que ir hasta lo más sencillo, la razón sería:
—Porque se sintió bien...
El rubio parecía dudoso, y no lo culpaba, este era un territorio desconocido al que había que ser muy valiente o despreocupado para aventurarse.
Sabía que dos chicos no tenían mucho que hacer juntos ante los ojos de los demás. Nunca había considerado la idea antes de todo esto y tampoco se había topado con las opiniones cruzadas que había al respecto.
Estaba la gente como Momo, Mina o Jiro, que parecían completamente cómodas al respecto, pero también estaba la gente como Mineta, que se sentía asqueada. El mismo no sabía a que lado pertenecía, pero su corazón latía tan fuerte que no creía que fuera capaz de detenerse ahora. Necesitaba saber si Bakugou se sentía de la misma forma.
Se había acercado cuidadosamente, seguro de haber dejado todas sus defensas bajas para darle al rubio la libertad de actuar. Ya fuera que quisiera escapar, atacarlo o detenerlo, todo era bienvenido en la tarea de asegurarse que los dos quisieran lo que pasara luego.
El chico no hizo nada de eso. Ahí estaba esa mirada enigmática de nuevo. Un aura tranquila, abierta y tímida que lo hacia sentir ansioso por más. Que lo armó de valor para buscar más intimidad.
Sus ojos carmesí chispeaban en la penumbra y su calor ardía quemando todas las fibras de su cuerpo con anticipación. El miedo bailaba en su estómago, pero parecía que si había un momento perfecto para dejarse llevar, era este.
Se acercó impulsivamente tratando de alcanzar sus labios, con tanta adrenalina y necesidad que su aliento se entrecortó necesitado cuando el rubio giró el rostro.
El frio le recorrió el cuerpo con tanta rapidez que se habría tambaleado si una mano no se hubiera posado en su pecho haciéndolo a un lado.
Esa era su respuesta; había arruinado su relación por nada.
