La reunión en el pasillo de esa noche, fue la más silenciosa de todas. Sabía que había mucho que decir, pero nadie quería hacerlo aun más incómodo.

Lo que se comentaba desde la mañana, era que había sido rechazado, esa parte ya era dura. Luego estaba el detalle de que el rumor del momento era acerca de dos chicos. Estaba seguro de que ni siquiera cuando terminó internado la noticia se expandió tan rápido.

La tristeza y el duelo eran difíciles de gestionar cuando su mayor preocupación era como esos rumores pudieran afectar a Bakugou.

Pensó que lo mejor era mantenerse lejos para no incomodarlo, pero estaba lamentando esa decisión. Era su última noche como estudiante y estaba sentando en la escalera, robándole el tiempo a las pocas personas que no tenían algo hiriente que decir al respecto, cuando todo lo que quería era pasar la noche con el rubio y despedirse correctamente.

—Lo arruiné... —rompió finalmente, llamando a sus compañeras a opinar—

Sabía que Mina quería darle la razón. Era la menos partidaria sobre que siguiera intentando acercarse al rubio, pero se contuvo, porque estaba segura de que bastante gente se lo había hecho sentir ya hoy.

—Las señales pueden ser confusas... —dijo Momo con un tono dulce— fuiste muy valiente al intentarlo.

No se sentía valiente ni transgresor, como Sero lo había llamado por atreverse a hacer lo que hizo delante de todos. Se sentía herido, solo y estúpido.

En retrospectiva, Bakugou también había colaborado en hacerlo sentir de esa forma, pero si tenía que culpar a alguien, era a sí mismo, por ser tan impulsivo.

La amistad del rubio lo había hecho sentir cosas intensas, no parecidas a nada que hubiera experimentado antes, pero se preguntaba si todo este declive se debía a un error de interpretación suyo, a su debilidad o lo desesperado que estaba por aferrarse a alguien.

Katsuki era increíble y lo que hizo por él, era digno de un héroe, pero entre la admiración y el amor había líneas difusas que no sabía entender. Y su única certeza era, que fuera lo que fuera, dolía como nada que hubiera sentido antes.

Cuando las chicas se fueron se tomó buen momento para volver a su habitación. Mina le había ofrecido la suya, pero no tenía ánimo de hablar más.

Mentiría si dijera que no mantuvo la esperanza de que Bakugou apareciera en su puerta, golpeara la pared o le escribiera, hasta el último momento. Estuvo despierto la mayor parte de la noche viendo su pantalla hasta que su alarma sonó.

Se levantó con dificultad, sin ningún ánimo de terminar de empacar o subirse a un tren abarrotado. Había dejado todos los formularios y detalles para último momento simplemente porque todo estaba siendo abrumador, pero no podía decepcionar a quienes estaban apostando en él con esa pasantía.

Le tomo un momento ir y volver de las oficinas de la academia para pedir lo que necesitaba y no había sido el único. Varios de sus compañeros habían corrido entre sus propios horarios para lograr salir a tiempo. Los más organizados incluso ya se habían ido. Estaba seguro de que Bakugou era uno de ellos, porque no había escuchado nada en la habitación contigua en toda la mañana.

Esa certeza hizo tan sorpresivo verlo dejar el edificio en su camino de vuelta. Se congeló y no supo que decir. Había abierto la boca un par de veces sin llegar a completar nada, a lo que el rubio simplemente respondió con un breve gesto de despedida.

Debía tener bastante prisa, pensó desolado junto a la puerta con un nudo en la garganta y la mirada acuosa. Si su despedida iba a ser así de horrible hubiera preferido no tener ninguna.

No es como que nunca fueran a volver a verse. Aun debían asístir a la academia para algunas actividades y eventos extracurriculares. Pero este había sido el adiós de muchas formas. El momento que había temido tanto.

En sus predicciones más catastróficas se imaginó sintiéndose abandonado, pero la sensación que le quemaba el pecho y hacía un vacío en su estómago, era mucho peor.

Volvió a su habitación con la moral destrozada, preguntándose cómo se suponía que debía seguir adelante cuando parecía que algo dentro de él se estaba quebrando. Así debía sentirse la separación, pero la vida no terminó, como pensó que lo haría. El mundo allá afuera seguía moviéndose mientras él se desboronaba y eso era abrumador.

Se sentó débilmente en su cama sintiendo el aire ir y venir dificultosamente. Todo lo que quería era meterse en sus mantas, cerrar las cortinas y derrumbarse, pero no iba a concedérsele ese respiro. El reloj iba a marcar la hora límite pronto y de alguna forma, tenía que estar recompuesto y listo para partir.

La confianza que se había depositado en él respecto a esa pasantía, pesaba tanto que no había forma de escapar. Y podía estar desorientado, herido y buscando la forma de mantenerse en una pieza, pero de igual forma iba a tomar ese tren y más valía que al menos lo hiciera con dignidad.

Se limpió el rostro, se armó de valentía y salió ayudado por la falta de tiempo, a tomar todas las decisiones que no quería. Fue un viaje accidentado y amargo, pero llegó casi a tiempo al lugar acordado, entonces vinieron los recorridos, las presentaciones y las tareas nuevas. Tuvo tantas actividades una tras otra, que antes de darse cuenta, llevaba casi dos días sin haberse detenido a procesar lo que sea que amenazaba con hacerlo romper en llanto cada que recordaba al rubio.

Decir que estaba triste, fue una aproximación vaga cuando Fat Gum le preguntó si ocurría algo. El héroe, que conocía una versión alegre y optimista de él, debió ver una sombra desconocida en ese muchacho que ahora luchaba para recordar cada cosa que le decía.

Estaba disperso, torpe y menos hablador. Parecía cansado e incluso un poco más delgado, y eso hizo preocupar al héroe lo suficiente para cuidarlo de cerca luego de que aseguró que simplemente había peleado con un amigo.

No parecía gran cosa si lo decía de esa forma, pero seguía viendo su celular frecuentemente con la esperanza de salir de esa pesadilla, y siguió esperando por días hasta que averiguó que esperar un mensaje del rubio, era tan inútil como siempre.

Su relación con él, fuera cual fuera, parecía perdida. No importaba cuanto quisiera aferrarse a la idea de que volverían a estar juntos. Él no leía sus mensajes, había desaparecido de sus redes sociales y ninguno de sus compañeros sabía algo sobre él.

Luchó con la idea algunos días. Seguro de que el vínculo que tenían era más fuerte que cualquier cosa, pero acabó deprimido más a menudo de lo que podía manejar cuando estaba tratando de ser competente.

Fat Gum vio esto en silencio, jamás explicó mucho sobre cuanto entendía de su relación con el rubio, pero parecía tener alguna idea sobre el tipo de agujero en el que estaba. Cuando lo sacó de la cama antes de que saliera el sol para correr, lo incluyó en actividades de grupo y se aseguró de que siempre terminara su plato, intentaba hacerlo sentir mejor. Era sin duda algo que haría un héroe y trató de todo corazón de corresponder a sus intensiones, pero la tristeza nunca se iba del todo.

Poner su energía en ayudar a los demás, esforzarse para mejorar y crecer, ayudaron bastante. Uno que otro criminal de bajo rango lo hizo probarse que era capaz de ser útil y sus fortalezas solían brillar naturalmente cuando no lo pensaba tanto.

A veces podía sentir que era parte de algo grande y luego volvía a dudar. Era como estar en un constante sube y baja. No fue hasta un par de semanas de haber iniciado que el sentimiento logró quedarse en su pecho por primera vez.

Vino con palmadas, abrazos y vítores. Había sido una persecución complicada en la que hubo rehenes, amenazas con arma y varios héroes involucrados, pero fue su valentía la que salvó vidas.

La hazaña había sido tal que el héroe rubio lo había llevado a comer para celebrar y por primera vez en mucho tiempo sintió que lo estaba haciendo bien. Incluso pudo conservar un recuerdo. Algunos casquillos de bala y partes de un arma que destrozó con unbreakable terminaron en la repisa de su habitación de la academia, una semana después, cuando todos volvieron para su primer seguimiento.

Volver fue lúgubre y puso a prueba todo su autocontrol. Todo lo que quería estaba una puerta de distancia, pero acercarse era arriesgado.

Pasó la mayor parte del tiempo fuera o en compañía de Mina. Podía decirse que a este punto, su amistad había tomado bastante importancia, al igual que su inesperada armonía con el resto de las chicas.

Eso no ayudó mucho a su imagen, pero un par de bromas y murmullos sobre su orientación sexual no iban a derribarlo. Aunque vaya que escuchó muchos.

Su complicada relación con el rubio era un tema popular y aunque estaba seguro de que toda la academia ardería antes que alguien consiguiera siquiera rasguñar el autoestima del rubio, le preocupaba seriamente que la situación pudiera escalar si no era cuidadoso.

Que no coincidieran a menudo, le pareció sensato, tampoco se molestó porque sus mensajes nunca llegaran a ser respondidos. Bakugou parecía lo bastante ocupado.

Podía extrañarlo, albergar cierta esperanza dañina de que a él también le importara e incluso estar dispuesto a tirar a la basura su progreso de esas semanas si el mostraba un simple indicio de querer hablar, pero no era capaz de dar el primer paso cuando había tanto en juego.

Mono llamaba a la desolación que sentía, la pérdida del primer amor; él no sabía lo que era, pero dolía, lo apretaba y estrujaba tan fuerte que nunca pudo dejar de velar por el rubio a la distancia ni deshacerse de los recuerdos que habían hecho juntos, aunque se suponía que era el siguiente paso en su recuperación.

Parecía que solo quedaban días duros por delante, pero tener la agenda ocupada lo ayudaba a limitarse y aunque a menudo se encontró hablando de más y recordando lo grandioso que era el rubio, hizo un buen trabajo absteniéndose de llamarlo, hasta ese día.

Su primer impulso fue marcar el número de Bakugou. Había tanto ruido que tuvo que cubrirse los oídos para escuchar el tono y solo fue cuando el personal médico trató de revisarlo, que se rindió y en cambio llamó a Aizawa.

El estaba bien, le explicó ajetreadamente con los pocos detalles que venían a su cabeza. Quien no estaba nada bien, era el civil que trataba de ayudar cuando la situación se descontroló; el estaba de camino al hospital.

Había visto cosas duras en sus días de academia, pero allí afuera, en esa desafortunada serie de eventos que lo llevaron a ser la primera persona en la escena, lo ocurrido se sentía enteramente como su responsabilidad. Un héroe más experimentado o más ágil quizás habría logrado un resultado distinto, pero el no era ese héroe.

Sintió la mano de Fat Gum en su hombro mientras aun estaba al teléfono. Nadie lo culpaba, pero sentía tanto pesar y verguenza que no quería verlo a los ojos. Había fallado varias partes del protocolo, su respuesta no fue tan rápida como debió y ni si quiera se había quedado con la víctima durante el proceso. Todo fue tan abrumador y confuso, que a penas podía ordenar los hecho desde que llegó hasta que intentó dar su declaración. Y aunque el héroe rubio estuvo a su lado todo el tiempo, fue el más comprensivo y trató de darle animo, todo lo que quería era salir del ruido de las ambulancias, los gritos y las bocinas.

El protocolo de respuesta de la academia, lo dejó volver para dar su informe y recibir acciones de seguimiento.

Según le indicaron, tanto sus profesores como el héroe a su cargo, estaría de vuelta tan pronto como se sintiera bien para continuar. Era ese momento difícil en la vida de un héroe con el que tarde o temprano todos se tenían que enfrentar y aunque muchos de sus compañeros ya habían estado allí y era parte de la profesión, se sintió tan inadecuado y culpable que se preguntó si realmente era apto para ayudar alguien.

El camino de regreso a la academia fue como una marcha fúnebre.

Se sentía aturdido y mareado. Su mente no estaba donde debía, algo que Aizawa, pese a haber conducido bastante para recogerlo, respetó evitando hacer preguntas.

Llegaron a la academia casi al anochecer. Y aunque el viaje fue ajetreado, no se sentía con ánimos de comer, así que terminó yendo directo a su habitación. Era extraño que el edificio estuviera tan silencioso. Probablemente era el único en todo el piso.

Tragó pesadamente cuando finalmente se dejó caer en la orilla de su cama. Tenía la orden de descansar, pero se sentía demasiado disperso e inquieto. Marcó una vez más el número de Bakugou suplicando que lo escuchara y soltó un sonido de alivio cuando finalmente contestó. Hacía mucho que no hablaban, pero no se contuvo mientras contaba lo ocurrido y se excusaba por llamar tan tarde.

—¿Estas herido? —escuchó al rubio hablar sin rodeos, cuando terminó su desordenado relato. Podía escuchar el ajetreo de fondo y el ruido de la ciudad—

Respondió que si, pero no era su estado físico el que quería compartir. Realmente necesitaba decirle a alguien de confianza cómo se sentía. Pero no parecía el mejor momento. Las voces de fondo se intensificaban y parecía que el rubio estaba en medio de algo.

—Pareces ocupado ¿quizás pueda llamarte luego? —preguntó esperanzado—

—Bien, cuídate. Tengo que irme.

La llamada se cortó abruptamente. Sabía que no era culpa del rubio, pero se sintió tan solo y poco importante. Habían otras personas a las que podía llamar. Su profesor le había recomendado que lo hiciera, pero sentía que nadie podía ayudarlo y la única persona que era capaz de darle confort y comodidad, a penas hacía acto de presencia desde hace tanto que ya no sabía nada sobre él.

Siempre había estado a un mal día de derrumbare y aunque caer de vez en cuando era normal, la parte de levantarse aun dependía en gran parte de Katsuki.

Se sentó allí en la oscuridad sintiéndose miserable y vencido hasta que lo derrumbó el sueño. Se dijo que tal vez al siguiente día estaría mejor, pero cuando llegó la mañana se seguía incluso peor.

Sus padres le habían enviado mensajes de animo, Fat Gum le había confirmado casi al medio día que el afectado ahora lucía estable y todos esperaban tenerlo de vuelta pronto, pero estaba demasiado aterrado como para entusiasmarse.

Tal vez necesitaba tiempo, pero cada día fuera solo hacía el regreso más difícil y las inseguridades más profundas. Aizawa le había advertido de eso, pero ni con todo el miedo que le causaba faltar a sus responsabilidades, logró superar el de ser insuficiente.

Podía repetirse hasta el cansancio que podría lograrlo, pero sus piernas no se movían. Le faltaba el aire, le daban nauseas y cuando finalmente estaba lo suficientemente bien para ponerse de pie, había perdido un día entero solo tratando de salir de la cama.

Las cosas horribles de las que llevaba tanto tiempo huyendo volvieron a estar presentes. El miedo, las dudas, pero sobre todo el autodesprecio.

Necesitaba culpar a alguien y el más detestable siempre resultaba ser él. El que recaía, el que molestaba a los demás, el que arruinaba las oportunidades y el que decepcionaba a quienes admiraba. ¿Cómo convivir con ese desastre patético? Bakugou tenía razones para huir. Concluyó una de esas veces que todo lucía peor de lo que era.

Se hundió pensando en lo irreparable de su relación, odió cada cosa que dijo y cada pequeño error. Le dio vueltas y vueltas a todas las cosas malas que pudo recordar y finalmente se convenció de que era débil, no tenía esperanzas y merecía la soledad.

Para ese momento ya habían pasado cinco días. Había recibido ya un par de advertencias y sido citado a la oficina de la psicóloga de la escuela.

No quería volver allá afuera a fallar, tampoco quería quedarse ahí como un fracaso. Era como si ya no perteneciera a ningún lugar, ni hubiera nadie capaz de darle confort.

No quería mostrarle a nadie su tristeza, así que se aisló. Evitó la ayuda, mantuvo la situación lejos de sus compañeros y dudaba siquiera que Bakugou recordara que hablaron. Aun así, aquella última noche, cuando estaba más abajo y las cosas se veían más distorsionadas. No pudo evitar acudir a él de nuevo.

Le dejó un mensaje pidiendo ayuda entre líneas y hablando sobre cómo se sentía. Tenía la esperanza de que si había alguien allá afuera a quien le importara, tal vez podría ser el. Quería que fuera él.

Esperó, largo y amargo, pero la respuesta no llegó y finalmente estaba listo para aceptar que todo había terminado con Bakugou.