ACTO I: INFANCIA
Escena 4: Fueron almas hechas de lo mismo.
Ler creyó que solo fue cosa de ella, se juró a si misma que fue pura casualidad que los ojos oscuros del niño se abriesen confundidos y algo asustados cuando se miraron por primera vez -en esa vida-. Tenía que ser eso, una simple casualidad porque era imposible que a ambos les doliese el corazón como lo hizo cuando sus ojitos conectaron. A ella se le llenaron de lágrimas, no por ese dolor que solo duró un instante, si no porque sentía que...que todo estaba bien.
El le contaría un día lo que sintió tambien, pero no sería en ese momento, no cuando el tampoco entendía que estaba pasando y porque tenía ganas de llorar y aferrase a la niña.
Ler se sintió viva por primera vez y el sintió que se moría.
Esos ojos, ¿ En dónde fue que los vió?
¿Cuándo?
¿Porque sentía que los conocía de siempre...Y siempre los había amado?
" -Esta podría ser la última vez...-las respiraciones de ambos se confundían al tener sus frentes unidas, cada una perlada con un poco de sudor por el continuo movimiento de sus cuerpos.
Para ella habría sido imposible besar al joven que se encontraba de pie sosteniendola, pues este le sacaba más de una cabeza, pero sus piernas estaban firmemente aferradas a la cadera desnuda del moreno.
-Nunca lo es- respondió el chico tras un silencio, empujando suavemente a su acompañante contra la pared, tomando sus piernas con mayor firmeza y acercandola más a sí mismo, mientras suspiros de placer salían de sus bocas.
-Pero debería...-repuso la joven ahogando sus gritos, creyendo perder la fuerza cuando con un cambio de ritmo el cosquilleo conocido empezó a formarse en su vientre y sus manos se juntaron tras el cuello del hombre, tratando de mantenerse en la misma posición.
El joven abrió más las piernas de su amante y aumentó la velocidad en el que su cuerpos se golpeaban, cerrando los ojos mientras sentía como el interior de la chica se contraia alrededor su miembro. Ella se aferró a su cabello con desesperación, el la miro con la promesa de no dejarla caer.
-Ah...-la mano del chico se estrelló contra la pared, hundiendo la estructura un poco. El cansancio y la desesperación por la cercanía del otro les hacía querer gritar como locos y olvidarse de todo.
-Déjate llevar- rogó la voz masculina cuando sintió mayor dificultad para mantener el ritmo.
Buscaron sus bocas como si no hubiese mañana, deseando quedarse con una parte del otro para la eternidad.
Entonces se miraron y ella se maravilló con sus ojos.
Nunca se detuvo a pensar en lo bonitos que eran sus ojos hasta aquel instante en que lo miró, con la intensidad desbordante que le golpeó el cuerpo y el corazón. No pudo sostenerla por mas tiempo y agacho la cabeza.
-Dios...- los dioses probablemente se regocijaban de su debilidad, burlándose de las fuerzas que había perdido tratando de aferrarse a los hombros del moreno al sentirse caer, al dejarse llevar.
Nunca había sentido la necesidad absurda que sentía ahora de comprender lo que increíble significaba realmente, pero quizá era la única palabra que, aunque de lejos, podría describirle.
El era increíble.
La puerta se abrió y la espalda del moreno se tensó, abrazando de manera protectora a la chica para tapar su desnudez aunque era inevitable no darse cuenta que estaba pasando en aquella habitación...Sagrada.
-Urano va a volverse loco si no vuelven- la chica extendió un poco su cuello en contra de la voluntad de la firme roca que le protegía, fijándose en la presencia de la persona que habia detenido por un instante el latido de su corazón.
Era el guardián de aquel templo el que los miraba, la miraba.
Oh...
¿En que estaba pensando? No lo sabía porque se le olvidó todo, hasta las manos que la sostenían y los ojos que antes miraba porque esta mirada era...
Era...¿Existían palabras para ello?
No, y no pudo formular un solo pensamiento coherente porque el recién llegado habló:
-Pero no le he dicho que se encuentran fornicando. "
Era la misma mirada, los mismos ojos que la habían atravesado en su recuerdo estaban frente a ella, reflejados en un rostro infatil con la dificultad para procesar todo lo que su mente había conseguido conocer en aquel instante en que se habían chocado. El tiempo pareció detenerse y la tensión había hecho el ambiente sofocante.
Shanks se alarmó pero no debía hacerlo, no cuando eran emocionas buenas y no malas las que los envolvían a ambos, al menos en ese momento.
El corazón de Ler saltaba feliz por volver a verle sin saber que ya le había visto, pero en un punto más profundo también se preguntaba porque había tardado tanto en llegar.
Siempre alguno de ellos llegaría tarde...Y siempre el otro esperaría.
Porque nadie podía reemplazar esa alma que conectaba de forma única con la suyas...
Como Ler, que tuvo, tenía y siempre tendría problemas paternales. ¿Y cómo no, si el primer hombre que debía amarla y protegerla le hizo tanto daño? Todo ello tuvo como consecuencia ese trauma y problema que nunca admitiría en voz alta ni hasta el día de su muerte, pero le llevaría a tomar demasiadas malas decisiones, gravitando estupidamente y por instinto hacia la atención masculina de hombres que...- y Doflamingo se aprovecharia de ello- le hacían daño.
Todos excepto uno.
Él.
A quien Ler amó mas que a ninguno.
Y quien la amó mas que ninguno igual.
Quiza por eso sentian ganas de vomitar. Y por eso sentían que no podían respirar.
Porque era la primera vez en - esa- sus vidas que se encontraban y su corazones estaban apunto de explotar.
El niño reponiendose un poco más rápido que ella.
Shanks no entendió lo que pasaba y se regresó corriendo a la entrada, dejando su botella de sake recién servida -más bien, que había sido arrebatada a uno de sus tripulantes- al ver a la niña asi de descolocada, fuera del estoicismo que usaba de fachada ante las situaciones duras que enfrentaba.
Todo se habría vuelto mas incómodo y el podría haber creido que el niño le estaba haciendo daño a Ler si no fuese solo un niño descuidado y flacucho, porque entonces se lo habría quitado de encima a golpes, pero dada las circunstancias y aún aunque la mirada de Ler le había advertido no acercarse, tomó a cada uno del brazo y los levantó.
-¡Que tonta!- exclamó el niño, saliendo de su letargo mental mientras se agarraba el estomago y se echaba a reír con fuerza frente al rostro de la niña, olvidando el mal trago que acaban de pasar porque su cerebro de infante no procesaba la magnitud de sus sentimientos.
-Creo que...Me has roto el bra...zo- ella acusó al pirata con resentimiento al sentir su pequeña extremidad un poco extraña e ignoró el insulto del niño, pues este definitivamente no daba señales de inteligencia.
-Shahahahahaha- rió también el hombre y como de costumbre, le dio una palmada en el hombro que la mando hacía adelante, golpeandose nuevamente con el chico que no dejaba de reír. Pero respetó sus deseos...Akagami No Shanks dió un paso atrás antes de retirarse al interior del bar una vez mas, apenas dandole una mirada a su pequeña y al otro engendro.
¿ Su qué? Se interrogó el hombre a si mismo mientras se alejaba...
Ler estaba agradecida con el Capitán y la tripulación, pero hasta ella sabía cuan terrible era la idea de que ellos cuidasen de ella siendo tan...Ellos. Carecían de verguenza y valores, y aunque eran agradables, simplemente no les entendía. Y aunque ella estaba un poco loca, ellos no estaban mejor.
-Oye...- el niño la empujó nuevamente hacia Shanks, que se alejaba en dirección al sake de manera despreocupada - ¡ Deja de empujarme !
Click.
Ler se giró cual exorcista, de esa manera que hacía gritar a Rockstar porque no era humanamente posible, y miró al niño como poseída por algo realmente no humano.
- Yo no te em-puje- exclamó molesta, y como las malas mañas se pegan, ella empujó al niño con fuerza mientras le fruncia el ceño, olvidando sus cavilaciones iniciales respecto a el- eso es un em-pu-jon.
Benn hizo una mueca por el pobre niño. Ler era bastante tranquila y apartada porque tenía mal -horrible- carácter y ella lo sabía. Ese carácter digno de un dragón. Y aunque los demás no sabían de su naturaleza y linaje, si sabían cuan irritable era a veces.
- Y antes te ca-iste tu solito.
-¡No me habría caído si no hubieses estado tirada en el suelo!- respondió el, cruzandose de brazos y mirando a la niña como un enemigo potencial.
Benn se alejó un poco más de los niños porque luego le echarían la culpa a el. Ya se imaginaba por donde iba la cosa al ver el color de Ler subir unos cuantos tonos.
Los dragones no podían esconder que eran puro fuego cuando se imponían ante ellos, incluso aquellos cuyas escamas lucian dóciles como las de Ler.
- No te habrías caído si...te fijaras un poco más...al ca-minar.
El resto de mayores miraban la escena con diversión, alternando su vista entre las graciosas acusaciones del niño y la molestia de la niña. Era evidente por sus posturas y tonos que trataban de intimidar al otro sin ningún éxito. Aunque la vibra era un poco...pesada.
Demasiado.
A Benn no le divertía ni un poquito sabiendo cuan dudosa era la salud mental de Ler.
- ¡Ni siquiera puedes hablar!- rabió el niño empujando a su contrincante otra vez, sin saber que había encendido una parte en ella que no debía tocar.
Toda la tripulación abrió la boca y se quedó en silencio. La niña con cabeza de pollo y cara de leche agria se sentía terrible cuando no podía hablar bien y habían notado lo mucho que le afectaba que se lo señalaran, por lo que dejó de ser divertido cuando se dieron cuenta de la posibilidad de que se pusiera a llorar.
Pero Ler no quería llorar esta vez.
Estaba sensible pero estaba aún mas enojada porque ese niño estaba haciendo reaccionar esa vibra oculta dentro de ella, esa maldición que no podría sacarse de encima nunca.
Click.
Ler tenía los vellos de punta porque ahora que su mente no proyectaba su historia pasada -de otra vida- su sangre estaba ardiendo por estar frente a su enemigo natural. Al salir de su ensoñación, algo en su cabeza e instintos hizo click porque los dragones podían percibir a sus enemigos fácilmente, con la vista, con el olfato...Los hacían sentir naturalmente violentos.
Y después de la calma inicial que sintió por el, ahora solo veía rojo.
Nunca había tenido la necesidad de actuar de manera violenta contra alguien y tampoco es que hubiese una posibilidad de defenderse de algún atacante, ya que encerrada entre las paredes lujosas de su residencia no existía nadie que pudiese hacerle daño -excepto su padre o alguien por orden del mismo- o que pudiese hacerle reaccionar asi .
Pero este niño provocó en ella una reacción inesperada por cualquiera, excepto por su padre.
Y es que Ler no sabía en ese momento que jamás escapó de las garras de su padre, que jamás le llevó ventaja. No cuando todo estaba planeado para que fuese así...
Para que reaccionara, para probar que el..
Ler sentía que estaba perdiendo la cabeza porque sus pesamientos eran retorcidos, oscuros y feos. Quiso estrellar esa misma cabeza en el suelo porque no los soportaba.
Ella no quería...Nadie entendería que en realidad no fueron las circunstancias, fue su sangre y el sujeto frente a ella lo que la llevó a saltar hecha una furia sobre el y lanzarlo al piso mientras le daba un puñetazo.
Pero el niño también reaccionó y de otro puñetazo se la quitó de encima, porque su instinto también reconoció la maldad en su enemigo natural.
Aunque nadie, ni ellos, entendía nada.
Yasopp dudó un instante si era prudente o no acercarse para ayudar a Ler, que se había visto sometida en un instante por el chico porque no sabía pelear, pero se regresó sobre sus pasos porque despues de todo, Ler estaba un nivel muy superior a la molestia y le devolvió con aun más fuerza el puñetazo al otro. La niña se posicionó encima y extendió sus manos para ahorcar al niño.
- Eh, Capitán...- llamó Rockstar a Shanks, pero este estaba muy concentrado coqueteando con Makino.
- Vice...- Hongo tocó el hombro de Benn pero este no quiso ni mirar mientras se acababa su cigarrillo.
El resto de la tripulación se miró entre si en silencio.
-Idi-o-ta - y es que cuando se molestaba tartamudeaba más.
-¡Lo...ca!- respondió el, estirando su puño hacia ella para tomarle del pelo con una mano mientras arañaba las manos que le ahorcaban.
Ler apenas tenía el cabello en crecimiento y el niño ya le había arranco un puñado de el y sus ganchitos en forma de cereza -comprados por Lucky Roo-.
Makino, al notar que no había mas ruido en el bar que el que causaban dos voces agudas diciendo insultos cada vez mas fuertes, volteó hacia la entrada y se llevó la mano al pecho de la impresión. Quiso salir de la barra e ir hacia allá pero una mano más grande que la suya le tomó la que tenía libre y la detuvo.
-Makino, ¿Acaso soy tan aburrido que decides ignorarme? - la joven volteó su rostro preocupado en dirección al capitán del grupo de piratas que se encontraban celebrando en su bar.
- Eh no, no, disculpe. Es que...-intentó apuntar alarmada hacia la puerta cuando la niña le arañó la cara al niño y este le dio una bofetada- oh dios...
Pero Shanks le tomó la otra mano también y la jaló un poco para que lo viese al rostro.
- ¿Entonces?...- el pelirrojo le sonrió de medio lado, de esa forma que sabía funcionaba en cualquier mujer porque el era demasiado atractivo y atrayente para cualquiera, hombre o mujer, adulto o niño.
- Yo...- la peliverde tartamudeo, el alzo la ceja- es que...
- Otra botella por favor, Makino-san- pidió con voz amable y un toque de picardía escondida- y acompañeme con un poco esta vez, por favor.
Makino echó otro vistazo a la situación, viéndose envuelta en emociones contrariadas al observar como el pequeño se lanzaba sobre el estomago de la niña, dejándole sin aire un instante, mientras ella extendía su codo derecho y lo enterraba en el rostro de el.
-Pero...- la angustia brilló en sus ojos e hizo amago de deshacer el agarre del pelirrojo, pero este le sonrió de manera tranquilizadora, como si dijera con su mirada que todo estaría bien entre ellos.
Makino era una mujer sencilla y de pueblo y no pudo evitar perder.
Y no es que a Shanks no le preocupase el estado de la pequeña, pero ella merecía vivir.
Ler debía reír, llorar, pelear y ser feliz por si misma, lejos de una tripulación de hombres que ya habían vivido lo suficiente. Ella debía vivir sus aventuras y tragedias y contarselas un día a sus viejos amigos, cuando se juntasen nuevamente.
También influía el hecho de que estaba de espaldas a la reyerta, con una mujer bonita al frente y poco consiente de que los niños no estaban jugando, no era consiente de que se reconocían instintivamente como enemigos y las cosas podían ir muy, muy mal.
Aunque ya iban bastante terrible.
Ler no podía respirar y sentía que devolvería todo el desayuno que le hizo Lucky Roo esa mañana, pero no iba a rendirse.
"Los dragones somos orgullosos..."
-¡Ay!- gritó el pequeño cuando Ler se montó en sus hombros y le mordió la oreja, desestabilizando su cuerpo- ¡Bájate!- siguió mientras se volvía a tirar al piso para aplastar a la niña con su cuerpo.
El bar ahora pasó del silencio a los murmullos.
- ¡Apuestas, apuestas!- Rockstar intentó animar el asunto- hagan sus apuestas!
-Yo digo que Ler esta a punto de vomitar en el suelo- contestó una voz ofreciendo su dinero al actual director de apuestas en la pelea. Otra vez hubo una serie de murmullos mientras miraban a Ler apoyarse sobre sus rodillas y con una mano en la boca.
Pero si el vice y el capitan no parecian preocupados, no debía intervenir, ¿No?
La niña contuvo las ganas de vomitar, pero al ver como el niño ya no se acercaba a ella y se posicionaba de manera orgullosa, alzando la barbilla, con la espalda recta y formando una seña victoriosa con su mano izquierda en dirección a la tripulación, Makino...Y al Capitan, se contuvo.
-Pues ya, ganó el pequeño. Suelten el dinero- suspiró Rockstar mas tranquilo, con un rostro de felicidad. Todos estaban visiblemente menos tensos aunque parecían algo decaídos por la derrota de la pequeña, que al viajar con ellos era como una miembro de la tripulación, por lo que se sentía como una derrota general.
Pero era un juego, ¿No? Solo una broma entre niños...
Los piratas no sabían que ninguno de esos niños tomaba al otro como broma. No sabían que se habían reconocido como enemigos en el calor del momento.
Ni antes, ni después, dejarían de ser el asunto más delicado de tratar para el otro.
-Bueno, es que Ler tiene mal carácter pero es buena niña...- el hombre que hablaba se calló en un instante cuando una corriente de sake fue a parar a su cara. Y en un momento, la tripulación se encontró escupiendo el contenido de sus bocas, mientras que los que comían, se atragantaron con sus alimentos.
Ler se había puesto de pie a toda velocidad y se había lanzado en contra del niño, sacándole junto con ella fuera del bar.
Lo había tacleado.
Habian roto las puertas.
-¿¡Pero que mierda le pasa a estos niños!?- gritó Yasopp corriendo hacia fuera, con la mayor parte de sus nakamas pisandole los talones.
-Entonces esta noche...- Benn tomó del cuello a Shanks y lo arrastró fuera mientras la camarera salía corriendo hacia el exterior también.
El pelirrojo suspiró y cuando Benn lo soltó notó la cara roja, hinchada y llena de sangre de ambos niños. Abrió la boca y no supo que decir mientras miraba a su segundo al mando, pues no esperaba que los niños llegasen a tal extremo, pero entonces una risa lo hizo voltear hacia ellos otra vez.
El pequeño reía, reía con fuerza aunque Ler seguramente era la causante de la falta de uno de sus dientes. Y Ler, con la nariz llena de sangre y rostro rojo, ya no de ira si no por aguantar la risa, se rió también.
Y ninguno entendió.
Pero es que ninguno era como ellos.
Nacieron como dioses y dragones en esa vida, en los cuerpos de dos enemigos naturales...Pero con las almas de dos amigos eternos que se habían extrañado demasiado.
Somos almas hechas de lo mismo...
-Debe-rías ver tu rostro- Ler apuntó al niño cuando el la ayudaba a levantarse del suelo riendo. El vestido que Benn le había comprado recién estaba roto y sucio por todas partes, mientras que sus rodillas estaban llenas de raspones y polvo, y le costaba mucho moverse por el dolor en sus costillas.
- ¡El tuyo esa peor!- rió el tambien, ignorando su nariz roja y su ojo derecho que comenzaba a hincharse- además, Makino va a curarme.
-A mi me cura-rá el médico de la tripul-ación.
El niño abrió los ojos sorprendido, admirando la pose triunfal de la chica y reparando por primera vez en que ella venía con la legión de hombres que se encontraban riendose de ellos a sus espaldas, incluso Makino, que tenía una mano sobre su boca para no reír -de nervios, de alivio, quien sabe- .
-¿Quien eres?- preguntó el con curiosidad, con su mente siendo atravesada por un millón de aventuras fantásticas que el creía, la niña había vivido.
Aunque Ler no había vivido tantas porque la tripulación no lo permitía ya que tenía tendencias suicidas o una mala suerte acumulada de diez vidas.
-Ler- sonrio de forma brillante, de aquella forma que se volvería exclusiva para el y solo para el en un futuro, una que no le había mostrado ni al Capitán. Extendió su mano hacia el niño, que la miró confundido hasta tomarla con la misma- ¿Y tu?
-Luffy.
Te extrañé.
