No fue suficiente

Cámara de gravedad en la Corporación Capsula. Saga de Zamas

Vegeta entró en la cámara de gravedad y cerró la compuerta con seguro tras de sí, para enseguida bufar molesto mientras se cruzaba de brazos pensando en toda la información que acababan de recibir…

"Maldita sea… ¿Qué acaso Trunks no puede venir solo de visita? De un tiempo a esta parte cada vez que aparece no porta más que calamidades…"

-¡Demonios!

La noticia que le había traído su hijo del futuro lo había dejado totalmente consternado. Cerró sus ojos un momento y no pudo evitar volver a escuchar lo sentenciado por el joven.

"mi madre… ella… fue asesinada…"

Apretó sus labios en una mueca de fastidio, mientras veía hacia la nada. No por el hecho en sí, sino por lo que aquella simple oración significaba para él.

Con una calma que definitivamente no sentía ordenó a viva voz – Activar gravedad de inicio. 650 unidades. Activar robots. 30 unidades. Activar laser en nivel 5 al finalizar.

Expiró con fuerza al sentir la presión sobre su cuerpo y apretó sus puños con ansiedad. Aparecieron los robots y reunió su energía con un solo grito. De inmediato y con solo una descarga de ki lo hizo añicos a todos.

Estaba demasiado ansioso.

Ansiaba poder viajar al futuro. Ansiaba poder luchar con aquel sujeto, ansiaba partirle la cara y hacerlo suplicar por su vida antes de asesinarlo lenta y dolorosamente. Que fuera idéntico a Kakaroto era un bono extra.

Miró el desastre a su alrededor y sonrió al pensar en Bulma gritándole, sin embargo, pensar en ella le provocó un nudo en su garganta.

"Bulma…"

Se concentró en el extraño ki del sujeto, mientras ahora eran los láser quienes comenzaban a atacar. Giró en el aire y dio un par de golpes al aire, imaginando a aquel desgraciado frente a él. Luchó por horas, pensando en distintos escenarios en los cuales aporreaba a ese imbécil, desmembrándolo, desangrándolo, desfigurando su rostro hasta que quedaba irreconocible. Necesitaba sacar de su cuerpo toda la frustración que sentía. Sin embargo, cuando estaba por darle el golpe final, no era el rostro de Kakaroto el que veía… sino el propio.

Ya no soportó más y se dejó caer de rodillas, colocando sus manos sobre el frío acero. Gruesas gotas de sudor caían por su rostro, impidiéndole abrir sus ojos.

Gritó, lo más fuerte que pudo mientras golpeaba el suelo con sus puños

-AAAAHHHHHHHHHHHHHHH…..MALDICIOOOONNNN

Se quedó en esa posición, ya no era solo sudor el que le impedía abrir sus ojos. Gruesas lágrimas brotaban de sus ojos.

"¡Mierda!... ¿Cómo demonios pude dejar que todo eso pasara?"

Él sabía perfectamente como había dejado que pasara, ya que su alter del futuro era como él. Por lo que, sin importar lo que hiciera, no podía cambiar el hecho de sentirse como una mierda. Estaba consciente de que todo su esfuerzo no sería suficiente, porque, aunque se deshiciera del bastardo que asesinó a la mujer, las cosas no cambiarían en ese lejano tiempo alterno.

Así que se puso de pie y se exigió aún más. Su cuerpo casi no respondía, pero eso no era importante porque tenía el deber de volverse aún más fuerte. Tenía el deber de superar sus capacidades… Tenía el deber de vengar su muerte y en cierta forma redimirse con ello por el comportamiento de su otro yo.

"Bulma"

Continuó dando golpes contra su rival invisible, aumentando la fuerza y la velocidad de éstos. Sus brazos ya no tenían sensibilidad y sus piernas apenas soportaban su peso, pero debía continuar. Tenía que continuar.

"Fui un idiota..."

Resbaló con su propio sudor, quedando boca abajo. Le costaba respirar, sin embargo, su orgullo lo empujaba a continuar.

Sí, su orgullo. Aquel que lo hacía sentirse superior a todos los demás guerreros del universo, era el responsable de aquella muerte. Estaba absolutamente convencido de que era responsable de la muerte de la mujer. Directa o indirectamente. Si hubiera permanecido vivo en el futuro, ella seguiría con vida. Pero se conocía lo suficiente para saber que cualquiera hubiera sido el escenario, él terminaría jodiéndolo todo. Su estúpido orgullo y su necesidad de probar que era más fuerte de Kakaroto.

Lo que lo llevó a recordar aquella vez en que la terca de su mujer viajó al campo de batalla, acompañada de su hijo. Sabía que lo haría, ya que así era su mujer, intrépida e indomable, pero sobre todo le encantaba contradecirlo.

Aquella vez, su estúpido orgullo lo hizo quedarse en su lugar, como observador, solo por no demostrar ante los demás sus sentimientos. No, él debía mantener su fachada de tipo malvado e imperturbable. Pero terminó siendo patético, comportándose como un imbécil que renegaba de lo más importante en su vida, del motivo de su fuerza, de su razón de ser.

"… aquel maldito día…yo… yo debí ocuparme de ellos"

Se incorporó sintiendo su cuerpo completamente adolorido, pero, a pesar del dolor, se irguió en su lugar. Junto con el recuerdo de ese día, también había llegado a su mente la imagen del joven guerrero. De no ser por él, ese día hubiera perdido a su familia, posiblemente para siempre.

"Mirai"

Su pecho se llenó de orgullo, pero esta vez por aquel vástago, ahora huérfano. Él ya lo había adoptado como propio y, a pesar de no ser él quién lo entrenara, había resultado ser un guerrero realmente poderoso. Pero debía encontrar la manera de que su hijo se volviera aún más fuerte y seguro de sí mismo, para que nunca más regresase derrotado desde su mundo trayendo malas noticias.

-Hmn…- hizo, dando por finalizado su entrenamiento – Apagar protocolo de entrenamiento. Las luces se encendieron y Vegeta salió de la cámara con la idea en mente de descansar un poco antes de ir a enfrentar al muchacho – También es mi culpa por no haberle entrenado correctamente aquella vez… - comentó mientras iba por un poco de agua y una toalla para secar su sudor, pero entonces recordó aquella vez que entrenó con su hijo en la habitación del Templo Sagrado, tiempo que desperdició solo por ser demasiado orgulloso como para aceptar entrenar con el crío y que solamente lo consideró como oponente cuando ya quedaban solo pocos meses para salir de allí, pero que aun así no fue capaz de corregir las falencias técnicas del muchacho.

Sonrió con pesar y salió de la cámara, era momento de corregir sus errores pasados y enseñarle al muchacho que nunca debía confiarse de su fuerza y que, sin importar que tan fuerte fuese el enemigo que tuviera en frente, nunca debiese darse por vencido, no si quería que su mundo viviese en paz de ahora en adelante.

Fin.