Comentarios Iniciales: Realmento no haber actualizado esta historia, pues he tenido varios problemas con el colegio y hasta hace poco salí de vacaciones. Aún así no he tenido una computadora para escribir así que esto lo escribo desde la app. Disculpen las molestias. Al no tener el separador en la app, los cambios de escena se realizarán con el siguiente ".u.u.u.u.u.". Sin más que añadir, disfruten.

Edit 2021: Esta historia está en reedición y ha sido reanudada, por lo que se se ha puesto correctamente el separador.


Capítulo: I

La princesa Zelda odiaba las mañanas.

No la malentiendan, no era de esas personas que odiaban las mañanas porque había que levantarse temprano y eso, las odiaba por el hecho de ir al salón real a desayunar.

Salió de la ducha ya con su uniforme puesto, que consistía en una falda gris que le causaba picazón junto con leotardos azul marino que le incomodaban, una camisa polo azul celeste y una chaqueta azul marino que le daba picazón. Salió de su habitación a paso ligero y no tardó en llegar al comedor real donde se encontró a su padre el rey tomando café mientras leía su periódico y a su madrastra comiendo en silencio.

Zelda suspiró y se sentó lo más lejos que pudo de aquella mujer, puesto que su presencia la ponía aparte de incómoda, histérica.

-Buenos días, Zelda.-dijo el rey levantando la vista del periódico y re acomodándose sus lentes.

-Buenos días.-murmuró la princesa mientras los sirvientes colocaban un plato de tostadas con jugo de naranja en frente de ella.

El rey Rhoam Bosphoramus era un hombre de unos cincuenta años un poco corpulento para su edad. Tenía barba y bigote blanco y su cabello corto blanco también debido a las canas. Tenía unas cuantas arrugas en la frente y por los ojos y sus manos eran el doble de grande de las princesas.

La princesa Zelda, una joven que acababa de cumplir hacía una semana diecisiete años, era más parecida a su difunta madre. Tenía el pelo rubio al igual que ella y esos ojos verde esmeralda. Sin embargo, había heredado las gruesas cejas de su padre haciendo que por las tontas "modas" y cánones de belleza se avergonzase un poco de ellas.

Mientras tanto, Cya De Loughrey era una ex súper modelo de unos veintidós años. Era una mujer con cabello platinado natural corto. Tenía una tez bronceada pues iba cada semana a sesiones de bronceado carísimas. Sus ojos eran de un color fucsia oscuro que parecían poder ver a través de tu alma. Su madrastra solía usar ropa muy escotada pues alegaba que tenía que lucir las "dos bendiciones" con las que las Diosas la habían premiado, algo muy tonto para Zelda a decir verdad.

-¿Cómo dormiste hoy princesa?-preguntó la reina con una falsa sonrisa, a lo cual no recibió comentario por parte de su hijastra.

-¡Zelda!-exclamó el rey furioso.-¡Contéstale a tu madre!

Zelda estaba cansada de la misma situación cada mañana. Normalmente ella pedía perdón pero ese día no había dormido bien por culpa de las pesadillas y lo último que necesitaba era que la molestasen más.

-No es mi madre.-dijo Zelda furiosa mientras se levantaba de la mesa.

La reina miró ofendida a su marido mientras éste gritaba el nombre de su hija, a lo que no recibía ninguna respuesta.

Zelda al llegar a su cuarto la cerró de un portazo para luego tirarse a la cama. ¿Qué fue lo que había pasado con su vida? Su madre murió cuando ella tenía diez años en un accidente automovilístico y eso la había dejado destrozada. A pesar de eso, supo superar la muerte de su madre y siguió su ejemplo para convertirse en una mujer fuerte y querida por todos los medios de comunicación, sus súbditos y por marcar la diferencia como alguien que puede.

Siempre creyó que su padre se quedaría viudo, pero enorme fue su sorpresa cuando hace un año él dijo que se casaría nuevamente. Zelda estaba en shock y aún más cuando conoció a su futura madrastra. Aquella súper modelo de veintidós años podría ser la hija de su padre cincuentón pero parecía que a nadie le importaba eso, incluso viendo a leguas que la mujer solo quería el dinero.

Zelda bufó solo con recordarlo y abrazó su almohada. Extrañaba a su madre con locura pues cpn ella aquí Zelda sabía que todo habría sido distinto, sin embargo sabía que las Diosas no le hacían la vida justa a nadie sin tener en cuenta el estatus social de la persona.

Sin ganas, se levantó de la cama y bajó escaleras abajo, donde vio a una mujer sheikah de unos treintaicinco años esperándola.

-Tu padre ya me contó lo de esta mañana.-dijo la mujer.

-No quiero hablar de ello, Impa.-murmuró la hyliana mientras salía del palacio junto con su nana.

Impa suspiró. Su protegida solía ser muy obstinada en cuanto a temas que involucrasen a su padre y a la actual reina.

-Mira, a mí tampoco me agrada Cya.-dijo Impa.

Ambas salieron del edificio donde había una limusina negra con las banderas del reino en la parte superior. El chofer rápidamente les abrió la puerta a ambas.

-Muchas gracias, Marcus.-dijo la princesa con una sonrisa sincera, haciendo que el chofer sonriese.

La sheikah y la hyliana entraron al auto, segundos después Marcus cerró la puerta de la zona de pasajeros y encendió el motor para conducir hacia la escuela privada a la que iba su alteza.

-Si no te agrada entonces no veo por qué la defiendes.-bufó Zelda mirando a su nana.

-Porque es la actual reina y la mujer de tu padre.-respondió Impa cruzándose de brazos.-Sabes que yo era buena amiga de Lady Diane y por eso me dejó a tu cuidado y después de haber estado con una mujer como ella no sé como tu padre se buscó a alguien como Cya, sin embargo ya no hay nada que hacer y por más que te moleste, debes ignorarlo.

Zelda suspiró, sabiendo que su nana tenía toda la razón del mundo aunque no quisiese admitirlo. No todo era culpa de Cya, es solo que Zelda no soportaba la idea de una mujer como ella casada de su padre.

-Si me permite decirlo, alteza.-dijo el chofer haciendo contacto visual por el retrovisor.-Su madre fue la mejor reina que hemos tenido y créame que el pueblo no la ha olvidado.

-Muchas gracias, Marcus.-dijo ella con una sonrisa, haciendo que su viejo chofer sonriese también con sus arrugados ojos.

No tardaron en llegar al colegio privado donde estudiaba la princesa. Se caracterizaba por ser un colegio internacional y moderno donde los niños aprendían varias artes y solo la crème de la crème estudiaba allí. Zelda suspiró mientras abría la puerta de la limusina y miraba su alrededor. El ambiente era el mismo del de todos los días y eso la agobiaba un poco pero no tenía ni voz ni voto en el tema.

-Gracias por traerme, Marcus.-dijo la princesa con una sonrisa.

-No hay de qué, alteza.-dijo el hombre con una sonrisa.-Volveré a por usted a las cinco de la tarde.

Zelda sonrió y salió del vehículo con su mochila colgando de un hombro. Suspiró y volvió a poner su falsa y tranquila sonrisa que la caracterizaba desde que había llegado a ese colegio.

-¡Zelda!-escuchó detrás de ella y bufó internamente al saber de quién era esa voz.

Una chica de la misma edad que la princesa con cabello rubio y ojos azules se acercó a ella y la abrazó.

-Buenos días, Styla.-suspiró cansada la princesa sin corresponder el abrazo.

-¡No me escribiste durante todo el fin de semana!-reclamó la hija del famoso diseñador de modas.

-He estado ocupada.-se excusó la princesa mientras las dos entraban al edificio.

Aunque a Zelda a veces le fastidiaba la actitud de Styla, la chica obsesionada era su mejor amiga pues supo ver lo que había dentro de la princesa y no se acercó a ella por su título. Era raro que Zelda tuviese un amigo de verdad, así que cuando conoció a Styla y se convirtieron en mejores amigas sintió que podía compartir el peso de sus angustias con alguien que no fuese su nana Impa.

-Mi padre me llevó a un desfile de modas en Hytopia.-exclamó ella emocionada.-Fue increíble y muchos diseñadores amigos de mi padre dijeron que tenía cuerpo de modelo.

Zelda suspiró cansada, pues sabía que su amiga nunca cambiaría con respecto a la moda.

-Mejor entremos a clase, el timbre no ha de tardar en sonar y tengo que hacer la oración de la semana.

Styla asintió con una sonrisa y tomó a su amiga de la mano, entrando al edificio corriendo.


-¡Hermano!-exclamó una niña rubia de casi siete años.-¡Despierta!

Pero ni caso. Link se encontraba dormido y babeando la almohada debajo de todas aquellas sábanas de color verde.

Aryll se estaba impacientando. Sabía de sobra que su hermano era un dormilón que podía dormirse en cualquier sitio que encontrase, hasta se había quedado dormido una vez mientras estaba castigado fuera de clase. Ya cansada de tener que gritarle y sin ganas de quedarse afónica, se encaminó al baño con un vaso de agua y luego entró corriendo derramando el contenido del interior del vaso en la cara de su hermano mayor.

-¡Aryll!-exclamó el hyliano furioso levantándose de la cama.

La niña gritó corriendo por toda la casa yendo escaleras abajo donde se encontraban sus abuelos desayunando. La abuela se encontraba cocinando unas tortitas mientras su marido intentaba leer tranquilamente el periódico y tomar café a la vez.

-¡Abuela!-gritó Ayll mientras se escondía detrás de las faldas de su abuela.

En menos de cinco segundos apareció el adolescente furioso por haber sido despertado de esa cruel manera. Su cabello estaba mojado junto con su rostro y buscaba con la mirada a su pequeña hermana menor con las intenciones de matarla con un ataque de cosquillas.

-Siéntate hijo, en media hora debes ir a clase.-dijo el abuelo.

Link suspiró y se sentó en su sitio de siempre de aquella pequeña mesita redonda de madera. Su hermana no tardo en hacer lo mismo mientras hablaba de algún extraño sueño que tuvo donde estaba en la playa y unas gaviotas se robaban su emparedado de mantequilla de cacahuete con mermelada de fresa. Eso hizo sonreír a Link quien seguía medio dormido. Últimamente el había tenido sueños donde una chica rubia gritaba su nombre entre sollozos, pero no sabía quién era ni sabía por qué lloraba pues en su sueño no pasaba nada aparte de eso.

La abuela le dio a sus dos nietos un plato con dos tortitas y un vaso de leche a cada uno. Link no tardó en comerse todo aquello, pues él era siempre el glotón de la familia.

-Ya te he dicho que debes masticar bien la comida, jovencito.-dijo su abuela con los brazos cruzados mientras veía a su nieto tragarse todo el vaso de leche de un solo.-¡Link!

-¡Voy tarde a la escuela!-contestó el muchacho mientras corría escaleras arriba saltándose hasta tres escalones.

La abuela suspiró y miró a su linda nieta todavía desayunando y sonrió.

-Ese muchacho no tiene remedio.-añadió el abuelo mientras pasaba la página de su periódico.

Link salió rápidamente de su habitación ya vestido con unos vaqueros desgastados, una camiseta blanca y su típica chaqueta verde con gorrito.

-¡Aryll vámonos!-exclamó Link al ver a su hermana salir del baño del piso de abajo.

-Ya voy, ya voy.-suspiró la menor agarrando su mochila.

-No te has peinado, jovencito.-le reclamó su abuela.

Link suspiró y se miró en el pequeño espejo que había en el recibidor. Se lamió la palma de su mano para luego pasársela por el pelo. Abrió la puerta mientras agarraba su juego de llaves y colocaba su mochila en uno de sus hombros.

-¡Adiós los quiero mucho!-exclamó mientras salía corriendo con su hermana.

La abuela suspiró al ver a sus dos nietos salir por la puerta y al ver la puerta siendo azotada por el mayor al ir con prisa.

-Te lo dije, ese muchacho no tiene remedio.-volvió a decir su esposo mientras se levantaba de la mesa dispuesto a ir a trabajar. Ella solo suspiró rezándole a las Diosas que sus nietos tuviesen un buen día.


Link iba sentado en su vieja bicicleta de color verde pedaleando lo más rápido que podía mientras su hermana iba sentada en el manubrio. No tardaron más de dos minutos en llegar a la escuela pública que encontraba al centro de la ciudad de Ordón. Se bajó de la bicicleta y ayudó a bajar a su hermana, suspirando al ver que habían llegado antes de que el timbre tocase.

-Pórtate bien en clases, ¿sí?-dijo Link a lo que su hermana asintió.-Te quiero, moco.-le besó la frente a su pequeña hermana y ésta se fue corriendo al ver a una de sus amigas.

Link suspiró y ató su bicicleta con el candado a la barra de hierro del aparcamiento de bicicletas para que no se la robasen. Al acabar, suspiró y agarró su mochila para entrar al viejo edificio que apestaba a humedad.

-¡Link!

Link se dio la vuelta al escuchar ese grito y vio a su amigo Pipit junto con su novio Karane. El rubio sonrió al ver al moreno y a la pelirroja y ambos se acercaron a él.

-¡Pero qué ven mis ojos!-exclamó Karane sorprendida.-¡Link ha llegado a tiempo a clase!

-No digas eso Karane, Link sufre mucho cuando se separa de su novia la almohada.

La pareja empezó a reírse mientras el rubio suspiraba.

-No sé para qué los ayudé a salir juntos, mira como me fue.

-No seas así, hermano.-dijo Pipit revolviéndole el pelo a su amigo.-En el fondo nos adoras.

Link, con una pequeña sonrisa en el rostro, se quitó la mano de su amigo de la cabeza y le sacó la lengua.

-Será mejor que entremos, no quiero que el guardia me deje afuera de nuevo.

Los tres rieron al recordar ese día en el que Link llegó un segundo después de que el guardia cerrase el portón, dejándole fuera y haciendo que el rubio gritase. Karane tuvo que distraer al guardia mientras Pipit intentaba quitarle las llaves para que al final el viejo hombre les descubriese y les echase una fuerte regañada a los tres jóvenes.

Los tres entraron al edificio donde lo único que se podían ver eran a adolescentes En plena pubertad dejándose llevar por sus hormonas o por la estupidez que había en sus cerebros, lo primero que pasase.

Pipit esnifó fuertemente y miró a sus dos amigos.

-¿Oléis eso?-preguntó y tanto Karane como Link negaron.-Es el olor a sobaco apestoso junto con el olor a humedad de que el techo se va a caer.

Los tres soltaron una leve carcajada atrayendo la mirada de algunos de sus compañeros que los quedaron viendo raro. Los tres siguieron avanzando por el pasillo hasta que Link se chocó con alguien más alto y corpulento que él. Al ver quién era, bufó y se propuso a seguir por su camino.

-¡Enclenque!-exclamó Groose.

-No tengo tiempo para tus tonterías, Groose.-suspiró Link.-Así que si me disculpas…

Lo último que Link escuchó fue el sonido de su cabeza chocar contra uno de los casilleros del pasillo.

Y así era como empezaba el día para Link. Suerte para él, le era fácil escabullirse de situaciones así y no tardó en plantarle un puñetazo en el estómago al mayor. No le gustaba la violencia física, pero solo así se aseguraba de que Groose le dejase tranquilo el resto del día.

-¿Estás bien?-preguntó Karane asustada al ver a su amigo.

-Sí.-respondió él con una pequeña sonrisa.-Vayamos a clase, no tengo ganas de seguir aquí.

Karane y Pipit asintieron y los tres siguieron caminando hacia sus respectivas clases, hablando de cosas mundanas sin importancia. Link se sentó en una mesa al fondo de la clase mientras miraba por la ventana y Karane y Pipit hablaban de lo que podían hacer esa tarde.

-¿Por qué no te vienes Link?-preguntó Karane con una sonrisa.

-Ya cometí ese error una vez.-dijo Link.-Y no quiero volver a ser la tercera rueda así que no gracias.

Karane hizo un leve puchero aburrida y después de tirarle una bolita de papel a su amigo, que se quejó y le dedicó una mirada asesina, siguió platicando con su novio.


Comentarios Finales: ¿Cómo creen que se conocerán Zelda y Link y sabrán su destino? Misterio~

A pesar de que parece que a Zelda no le agrada Styla, la quiere mucho por las razones que dije antes. Sin embargo, le molesta que piensa siempre en la moda y no se de cuenta de las cosas que de verdad importan.

La trama, a pesar de que menciono a Aryll y a la abuela de Link, transcurre en la rama del héroe ha triunfado, esto es por si las dudas.

Bueno sin nada más que añadir, les invito a dejar un review, darle a favorite a follow.

¡Que la Trifuerza les acompañe!