Feliz 2024 a todos. Aquí llega el siguiente episodio.
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Episodio 11. Caos en el festival (4ª parte)
Raiha se encontraba en compañía de Yotsuba, Itsuki y Mutsumi. Llevaban un rato mirando por los alrededores y no habían sido capaces de encontrar a Fuutaro ni a las hermanas faltantes.
La niña miraba al cielo, donde la cantidad de fuegos artificiales lanzados iba disminuyendo gradualmente. Empezó a preocuparse.
–Yotsuba-san, los fuegos están próximos a terminar –le dijo a la hermana que tenía más cerca.
–No te preocupes –la hermana del lazo en la cabeza la tranquilizó con una sonrisa–. Las seis tenemos diferentes gustos en ropa o colores, pero al final siempre sentimos lo mismo. Es por eso que sé que veremos los fuegos artificiales juntas.
Raiha sonrió. Pese a que apenas acababa de conocerla, le gustaba estar en compañía de Yotsuba. Siempre encaraba las dificultades con una sonrisa.
–Avisé a Nino, pero los demás siguen sin aparecer –anunció Mutsumi–. Ella tampoco ha conseguido contactar con ellos.
–No podemos rendirnos –dijo Itsuki–. Voy a llamar a Miku, a ver si la localizo.
–Yo haré lo mismo con Ichika –dijo Mutsumi.
Ambas hermanas estaban preocupadas. Pero confiaban en que todas pudieran volver a reunirse antes que se acabara el tiempo.
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Fuutaro no salía de su asombro.
–¿Ichika es una actriz? –preguntó.
Pero el hombre del bigote no prestó atención a su requerimiento. En su lugar, se volvió y empezó a alejarse junto con la (verdadera) hermana mayor.
–Vámonos, Ichika. Tenemos que ir a trabajar.
–¡Esperad! –exigió Fuutaro.
El tipo se detuvo.
–No podemos esperar –argumentó mientras se volvía para mirarle–. Lamento haberme equivocado de persona. Pero Ichika tiene que presentarse a un casting muy importante esta noche.
Fuutaro se sorprendió por aquello. Pero necesitaba aclaraciones. Encaró a aquel hombre.
–Ya, y resulta que le ha salido así de repente, ¿no? Pues resulta que ya teníamos otros planes.
Pero el tipo tampoco pareció ceder. Se volvió hacia la pelirrosa.
–Ichika… –dijo–. ¿No te importa perderte los fuegos artificiales?
La chica seguía dándole la espalda al tutor.
–Id a verlos sin mí –dijo volviendo ligeramente la cara a Fuutaro y exhibiendo una sonrisa–. Saluda a las demás de mi parte.
Fuutaro vio esa cara. Adoptó una expresión de seriedad.
–Tenemos que darnos prisa, Ichika –dijo el hombre–. El sitio está cerca, si vamos en mi coche llegaremos a tiempo.
Ambos comenzaron a alejarse. Fuutaro se irritó.
–Pero será…
–Fuutaro –le dijo Miku.
Se volvió para mirarla. Esto le hizo relajar el gesto.
–Mi pie me sigue molestando. No puedo correr más. Ve por ella.
Fuutaro miró a Miku con gesto comprensivo. Probablemente no podría volver a moverse con normalidad hasta dentro de un día o dos. La caminata mientras era arrastrada por aquel tipo debía haberle supuesto un esfuerzo considerable. Así era imposible que estuviera en condiciones de acompañarle en busca de Ichika.
–Iría, pero no puedo dejarte aquí sola –objetó.
Ella le miró sonriente y con un ligero enrojecimiento en sus mejillas.
–No debes preocuparte por mi –le dijo–. Estaré bien.
Esa expresión le hizo verla adorable. ¿Otra vez estaba sintiendo esto? No, no era el momento de pensar en eso. Ella le había pedido que fuera tras la otra hermana. Pero aunque le dijera lo contrario, sentía que no debía abandonarla.
Aun así, tenía que cumplir con lo que le prometió a Nino. Miró el reloj de la torre. Faltaban diez minutos para que finalizaran los fuegos. Tenía que hacer algo, pero… ¿qué?
–Parece que tenéis problemas… –dijo una voz.
–¡Así que escuchad nuestro lema! –gritó otra voz.
Fuutaro y Miku miraron a las personas dueñas de esas voces. El tutor sonrió. Ahora sí sabía exactamente qué hacer.
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Había mucha gente por los alrededores. Fuutaro no dejaba de correr. Estaba seguro que había sido por esta dirección.
Entonces llegó al comienzo de unas escaleras que descendían.
–¡Ichika! –gritó.
Al final de las escaleras, junto a una carretera, se encontraba la hermana mayor sola. Al escuchar que la llamaban, se volvió para mirarle.
–Fuutaro-kun –dijo sorprendida.
–¿Dónde está el tipo del bigote? –preguntó mientras bajaba las escaleras.
–Fue a buscar el coche.
–¿No vas a replanteártelo, ni siquiera?
Por toda respuesta, Ichika solo sonrió.
–Fuutaro, voy a preguntártelo de nuevo –dijo mirándole–. Solo eres nuestro tutor. ¿Por qué te preocupas tanto por nosotras?
El la miró con firmeza.
–Porque tú y yo somos compañeros. Tenemos una relación de cooperación mutua –respondió mirándola fijamente.
Ichika no dejó de sonreír. Acto seguido le tendió una tablet.
El tutor leyó el texto que había en la pantalla del dispositivo. ¿Era un guion?
–Hace medio año, mi jefe, presidente de una agencia, me descubrió. Gracias a él conseguí este trabajo –explicó–. Desde ese momento, he estado interpretando papeles de poca importancia. Pero hace un momento me ofreció la oportunidad de participar en un casting para elegir a la actriz en una película importante.
Fuutaro estaba sorprendido de saber todo eso.
–Esto significa que es posible que debute de verdad dentro de poco –dijo ilusionada la pelirrosa.
–¿Es esto lo que quieres hacer? –le preguntó él mientras miraba nuevamente el guion.
–¡Exacto! Y ya que estás aquí, ¿puedo practicar contigo? Tú serás este personaje –dijo animada mientras señalaba una línea del guion.
–Yo… yo paso… –dijo con nerviosismo.
No era que no quisiera, sino que se sentía avergonzado. Nunca antes había participado ni siquiera en una obra de teatro, y no se sentía preparado para representar un papel, aunque fuera para que Ichika practicara sus líneas.
–¿No has dicho que tenemos una "relación de cooperación mutua"? –preguntó con una sonrisa traviesa.
Fuutaro no tenía contestación para eso. Le había pillado. Por mucho que le costara, sabía que debía ayudar a Ichika.
–Está bien, pero lo leeré sin entonación –matizó.
–¡Me sirve! ¡Gracias! –Ichika sonrió.
Ella corrió hasta situarse a unos metros de distancia. Mientras, el tutor dedicó unos segundos a leer aquel guion.
–Empiezo –avisó una vez estuvo listo, aunque sus mejillas estaban ligeramente enrojecidas.
–Cuando quieras.
–Fe… Felicidades por tu graduación –leyó el tutor tras aclararse la garganta.
–Gracias por todo, sensei.
Estaban ensayando una escena de una película sobre estudiantes de instituto. La escena era sobre el día de la graduación. La escena más emotiva de la película.
–Me alegro… Me alegro de que haya sido mi profesor. Y también me alegro de haber sido su alumna.
Fuutaro abrió mucho los ojos con gesto de sorpresa. Bajó la mirada guardando silencio mientras se echaba una mano a la cara.
–¿En serio? –preguntó sonriente Ichika al notar su silencio–. ¡No me digas que he logrado emocionarte!
–Ha sido al oír de tu boca eso de "Me alegro de que haya sido mi profesor" –explicó algo emocionado–. Nunca pensé que te oiría decirlo.
–Ah, ¿era por eso? –preguntó sorprendida la pelirrosa.
De repente se vio un coche de alta gama con los faros encendidos acercarse. Se detuvo a unos metros por delante de ellos.
–¡Ah! El coche del jefe –observó Ichika, mientras recuperaba la tablet de manos de Fuutaro–. Nos vemos.
–¿No debes ensayar más?
–No. ¡Estoy segura que voy a conseguir el papel!
Sin embargo, Fuutaro adoptó un gesto sombrío.
–¡Eh! –la llamó.
Ichika se detuvo y le miró. Sin mediar palabra, Fuutaro se acercó a ella y puso sus manos a ambos lados de su cabeza.
Ella empezó a sonrojarse. Su corazón estaba latiendo rápidamente. ¿Por qué el tutor estaba actuando así de repente?
Entonces él dio ligeros tirones en las mejillas, como si estuviera reprendiendo por su mal comportamiento a una niña pequeña.
–Deja de poner esa sonrisa falsa –ordenó mientras la miraba fijamente.
Soltó sus mejillas y ella dio un par de pasos hacia atrás.
–¡Ja, ja, ja! –rio–. ¿De qué hablas?
–Siempre estás escondiendo tus verdaderas intenciones tras una sonrisa en los momentos importantes –dijo el tutor seriamente–. Y eso me molesta. Antes he dicho que éramos compañeros, ¿verdad?
Ella le miró sin entender. Fuutaro prosiguió.
–En mi casa, estamos endeudados. Estoy trabajando como vuestro tutor para pagar las deudas. Pero no sé qué hacer con vosotras. Me estáis volviendo loco –explicó con cierto tono de frustración–. Al final he cobrado mi primer sueldo sin haber conseguido resultados, y eso no me gusta.
Ichika le miró sorprendida. Ella no conocía la situación de Fuutaro. Intuía que no tenían una buena situación económica, dado que ni su hermana ni él llevaban yukatas para aquel festival. Pero no se imaginó que estuviesen endeudados. Por un momento se sintió mal por haberle hecho perder el tiempo en los dos días que fue a darles clase.
–Quiero cumplir mi deber para, al menos, merecerme el dinero que gano –aseveró el tutor–. ¡Esas son mis verdaderas intenciones! ¡Nada más!
Ichika siguió en silencio, incapaz de articular respuesta ante las palabras de Fuutaro.
–Y ahora, ¿qué me dices de ti? –preguntó él–. Finges estar tranquila… ¡pero cuando me abrazaste, te pusiste a temblar!
Ichika entrecerró los ojos. Parecía que había sido descubierta. Decidió ser sincera.
–Pensaba que con un trabajo como este, podría sentirme orgullosa de ser la hermana mayor –explicó–. Decidí no contarle nada a mis hermanas hasta haberme hecho un nombre en este mundillo. Y he guardado silencio hasta el final, sacrificando incluso la promesa de ver juntas los fuegos artificiales.
Ichika se volvió para mirar los fuegos en el cielo, que estaban próximos a terminar.
–Si, a pesar de esto, no consigo pasar el casting… no sé como podré mirarlas a la cara –dijo afligida mientras elevaba su cabeza–. Están a punto de terminar… –se volvió entonces hacia el tutor–. Nunca pensé que llegarías a darte cuenta de un detalle tan insignificante como la sonrisa. ¡Me has sorprendido!
Fuutaro puso una sonrisa confiada.
–¿De verdad te he dado la impresión de ser intuitivo? –preguntó.
–Si dices eso, es que no lo eres, ¿verdad?
Fuutaro habló con firmeza.
–Nunca antes me había dado cuenta de un detalle así. Solo me pareció que tu sonrisa era diferente a la de tus hermanas.
Ichika se sorprendió. Se acercó al tutor mientras sonreía.
–Lo que faltaba… Si no he conseguido ni engañarte a ti, entonces estoy perdida.
–A lo mejor es que no tienes talento –expresó él sin titubeos.
–¡No te pases! –exclamó ella mostrando las palmas de las manos con una sonrisa incómoda.
–¡Eso me vendría estupendamente! –exclamó Fuutaro con una sonrisa maliciosa–. ¡Así dejarías de distraerte y podrías dedicarte por completo a tus estudios!
–¡No es una distracción! –se defendió Ichika–. ¡Este es el camino que he elegido!
Ambos estaban muy cerca el uno del otro, mirándose fijamente, como si ninguno de los dos quisiera ceder. De repente, el sonido de un claxon interrumpió su discusión.
–¿Qué estás haciendo, Ichika-chan? –preguntó el hombre del bigote, que estaba al volante del coche–. ¡Sube rápido!
–¡Ya voy! –respondió ella mientras daba la espalda a su tutor.
–En fin… –dijo Fuutaro mirando al cielo–. No puedo detenerte, así que cuando vayas a pedirle perdón a tus hermanas, iré contigo. Es lo que hacen los compañeros.
Ichika sonrió mientras subían los colores a sus mejillas. Al menos ya tendría un apoyo para cuando tuviera que hacer frente a las demás.
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Ichika se subió al coche, el cual se fue alejando. Pese a todo, Fuutaro sentía que debía hacer algo. Tomó su teléfono y marcó el número de Raiha. Dio un par de tonos hasta que alguien contestó al otro lado de la línea.
–Hola, ¿Raiha? Sí, estoy bien, no te preocupes. Escucha –dijo–. Necesito que me pases a Yotsuba. Es importante.
Después de unos segundos de silencio, Fuutaro tuvo al otro lado de la línea a la cuarta de las hermanas, a la que expuso su idea. Asintió ante la respuesta de la interlocutora.
Una vez hecho esto, colgó el teléfono. Había un lugar al que debía dirigirse en este momento. Sería mejor que se diera prisa.
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Nino miraba con impaciencia los fuegos artificiales. El espectáculo estaba por terminarse, y ya se convenció de que nadie más aparecería en aquella azotea.
Gruñó. No debía haberse fiado de Fuutaro. Quizá lo mejor hubiese sido que ella sola se hubiera encargado de encontrar al resto de sus hermanas en lugar de quedarse allí parada sin hacer nada.
Mutsumi acababa de llamarla para contarle que algunas de ellas estaban reunidas. Quizá fuese mejor que en lugar de esperar inútilmente allí, bajara para que se encontraran. Al menos no se sentiría tan sola.
Sin dudarlo, bajó las escaleras hacia la calle. Tenía ante sí a bastante gente, pero no le importó. Tan solo esperaba no llevarse otro empujón.
Su mente entonces recordó el momento en que había estado a punto de caer al suelo. Así habría pasado si no hubiese intervenido Fuutaro. Esto hizo que se molestara. ¿Por qué ese inútil tenía que haberla ayudado? Igual ahora se lo echaría en cara en cada ocasión que tuviera.
Decidió no pensar más en eso por el momento. Lo prioritario era encontrar a sus hermanas. Según recordaba, Yotsuba había estado junto a la torre del reloj, pero es probable que al encontrarse con Mutsumi y con Itsuki se hubieran movido de sitio. Por eso decidió empezar su búsqueda por los alrededores de esa zona.
Por el camino había tratado de llamarlas, pero seguía habiendo problemas de cobertura. Lo seguiría intentando a ratos.
Mientras caminaba, no veía más que montones de gente. Muchos venían en pareja, y algunos en familia, como ellas. Eso le hizo tener un sentimiento de nostalgia, de cuando sus hermanas y ella eran pequeñas y acudían a este espectáculo junto a su madre. Cuando ella faltó, las hermanas siguieron repitiendo la tradición de acudir un año tras otro. Pero ahora… por primera vez las cosas no habían salido según lo planeado.
Ojalá fuese posible rebobinar el tiempo y haberse tomado de las manos cuando empezó a acumularse la gente. Si así hubiera sido, habrían sido capaces de no separarse y en ese momento habrían estado disfrutando de los fuegos artificiales.
Pero no tenía forma de saber que iban a terminar separadas. Y tampoco podía cambiar lo que ya había pasado. Ahora solo le quedaba seguir adelante, y sacar lo mejor que pudiera de aquella situación.
Sus pensamientos quedaron interrumpidos por el sonido de su teléfono. Miró a quien la llamaba. Era Yotsuba.
–¿Yotsuba? ¿Dónde estáis? –preguntó–. He bajado para ver si nos encontramos y… ¿Cómo dices? ¿Que Uesugi qué?
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Más tarde, en un edificio, estaba teniendo lugar el casting para aquella película. Cinco personas estaban sentadas tras una larga mesa, tomando notas y evaluando las actuaciones de las aspirantes. Frente a ellos, varias chicas estaban tranquilamente sentadas en sillas, esperando que llegara su turno para actuar.
Ichika se encontraba sentada entre ellas, visiblemente nerviosa. Las demás chicas, de edades similares a la suya, se encontraban igual.
Miró a su izquierda. Una chica de pelo castaño, y de largo hasta el cuello movía sus manos con algo de nerviosismo. Ojos azules. Vestida con una camisa blanca con un lazo azul oscuro a la altura del cuello. Sobre la camisa llevaba una chaqueta rosa de manga larga, así como una falda azul oscuro, a juego con el lazo.
Se dio cuenta de que Ichika la estaba mirando.
–Es difícil concentrarse delante de tanta gente –explicó la chica.
–Lo puedo entender –dijo la pelirrosa con gesto comprensivo–. ¿Es la primera vez que haces un casting?
La castaña movió la cabeza con gesto afirmativo.
–En realidad, lo mío es la danza –explicó algo avergonzada–. Pero uno de mis amigos me convenció para que probara suerte.
Ichika se sorprendió un poco con aquellas palabras. Sin embargo, tanto la actuación como la danza eran disciplinas que requerían bastante dedicación, y a veces incluso estaban relacionadas, ya que había bastantes películas musicales conocidas. Supuso que esta chica quiso intentarlo para ampliar sus horizontes.
–Tranquila, sé que los primeros castings son los que más difíciles se hacen por eso de la novedad. A mí también me pasó.
Haciendo un poco de memoria, recordó el primer casting al que se presentó por sugerencia de su jefe. Estaba tan nerviosa que su cuerpo no dejó de temblar, e incluso durante su turno tartamudeó ligeramente en algunas frases.
La otra chica pareció mirarla un poco más relajada.
–Gracias, pero no sé si después de esto volveré a presentarme a uno. Al menos con la danza puedo moverme con más seguridad.
En ese momento, un hombre de pelo negro algo alborotado hizo un llamamiento.
–Anzu Mazaki.
La chica castaña se levantó.
–Es mi turno.
–Buena suerte –le deseó Ichika.
La vio moverse hacia quienes estaban tras la mesa y empezó a actuar.
–Se nota que es primeriza, se la ve algo nerviosa –dijo otra voz.
Ichika movió su cabeza. A su derecha, otra chica, de pelo castaño bastante largo y unos bonitos ojos castaños la miraba sonriendo. Iba vestida con una camiseta blanca con rayas horizontales negras, sobre la que llevaba una chaqueta marrón y una falda roja.
–Supongo que a todas nos pasa cuando participamos en un casting por primera vez –concedió Ichika–. ¿Tú también eres veterana?
–Podrías decir que sí –respondió la otra–. Ya me he presentado a varios casting, e incluso hice un papel secundario en una obra de teatro, La Princesa Garza.
Ichika pensó por un momento.
–No me suena el nombre, hasta ahora no me he actuado en obras teatrales. Lo siento.
–Descuida, no pasa nada –dijo la castaña–. ¿Y qué hay de ti?
–Yo he aparecido en varios papeles menores –dijo Ichika–. Hasta ahora nada significativo. Pero esta puede ser una gran oportunidad.
–En eso estamos de acuerdo –la castaña sonrió mientras veía a Anzu tartamudear en una de sus líneas–. Es un mundo complicado, donde cuesta abrirse camino. Compatibilizarlo con la universidad y mi… trabajo se hace difícil. Pero quiero darle una alegría a mi abuela.
Ichika se sorprendió. La mayoría de las chicas que estaban en el casting eran de su edad, pero era raro encontrarse con una chica universitaria. Sin embargo, por sus palabras se veía que ya era una veterana en esto de los casting, y hasta era probable que tuviese una gran rival para este papel.
–Yo también quiero llegar a darle una alegría a mis hermanas –dijo Ichika viendo como Anzu terminaba su actuación moviendo la cabeza de una forma algo exagerada–. Al principio, pensaba en escondérselo hasta que hubiera triunfado, pero… alguien me ha recordado lo que de verdad importa.
La castaña vio que las mejillas de Ichika se sonrojaron ligeramente, de modo que pareció entender las palabras de la pelirrosa, cosa que le hizo soltar una risita.
–Entiendo el sentimiento –le dijo sonriendo–. Yo tenía mis dudas de si realmente valía para la actuación, pero alguien muy cabezota me recordó que podía hacerlo.
En ese momento, el hombre de pelo desordenado hizo otro llamamiento.
–Chizuru Ichinose.
La castaña se levantó.
–Mi turno. Es hora de actuar.
–Suerte –dijo Ichika.
Mientras Chizuru se levantaba, Anzu regresaba a su silla. Tras sentarse, soltó un suspiro.
–Qué mal lo he pasado –dijo–. Creo que no debo salir de la danza. Esto ha sido un desastre.
–Hey, no lo has hecho tan mal –la animó–. No es lo más desastroso que he llegado a ver.
–Gracias –dijo Anzu esbozando una sonrisa–. Pero ya he visto que hay aspirantes de más nivel que yo. Al menos lo he intentado.
–Antes has dicho que uno de tus amigos te animó a presentarte. ¿Es alguien que actúa también? –preguntó Ichika con curiosidad.
–En realidad, no. Solo es un compañero de clase que por casualidad descubrió lo del casting. Normalmente vive casi obsesionado con los juegos de cartas. Sin embargo… –las mejillas de Anzu se sonrojaron ligeramente–. También es una persona maravillosa. Desde que le conocí mi vida ha cambiado bastante. Siempre ha sido un gran apoyo para que persiguiera mis sueños.
–Vaya, me alegro que tengas alguien así –dijo Ichika sonriendo.
–Conocerle es de lo mejor que me ha pasado. Sin embargo… tal vez no le pueda ver con un tiempo. Hay una importante academia de danza en Nueva York donde forman a quienes quieren dedicarse profesionalmente al baile. Y estoy dudando en si enviar la solicitud de ingreso para un programa de intercambio.
Esto llamó la atención de Ichika.
–¿Dudas? ¿Por qué? –preguntó.
Anzu solo miró al suelo.
–Bailar es lo que más me gusta. Y desde pequeña siempre he querido ser bailarina profesional, pero… si echara esa solicitud y fuera elegida, tal vez no vería a mis amigos por mucho tiempo, meses o años quizá. Estaría sola en un lugar que no conozco, y eso me causa algo de inquietud.
–Creo que me puedo hacer una idea –dijo Ichika mirando como Chizuru actuaba algo más segura–. Yo también he vivido esa situación. Hace no mucho me cambié de instituto y no conocía a nadie. Pero no estaba sola. Tenía a mis hermanas, y eso hizo que no me sintiera tan nerviosa.
Anzu no dijo nada por unos segundos. Solo miraba en dirección a Chizuru, que recitaba las frases de su papel con seguridad.
–Sin embargo, estoy segura que tus amigos no querrían que renunciaras a tus sueños por ellos –dijo la pelirrosa.
Anzu la miró, algo insegura.
–Aun no les he contado nada –dijo–. Si me aceptaran, aun tendría que esperar hasta después de graduarme para asistir, pero… no estoy segura de qué hacer.
Ichika le sonrió.
–Antes has dicho que tenías a quien te apoyaba en conseguir tus sueños. ¿No piensas que no serías honesta con esa persona si no le contaras que tienes esta oportunidad?
–Lo sé –dijo Anzu apretando los puños–. Pero…
–Sé que te preocupa estar alejada de esta persona tan especial y perder el contacto. Yo también viví una vez una situación así, hace años –Ichika puso una mirada algo nostálgica–. Pero por como lo has descrito, puedo decirte que si se lo cuentas, te animará más que nunca. Y estoy segura que no perderéis contacto.
Las palabras de Ichika parecieron obrar efecto. Anzu ya no se vio tan nerviosa.
–Gracias –le dijo–. Tienes razón, debo ser sincera.
Entonces llegó Chizuru a su asiento.
–Te he puesto el listón alto, espero que puedas superarme –dijo con una sonrisa.
Ichika sonrió. Entonces el hombre del pelo alborotado habló de nuevo.
–La última es Ichika Nakano.
–Sí. Gracias –dijo ella mientras se ponía en pie.
–Buena suerte –la animó Anzu.
–Adelante, haz tu mejor actuación –dijo Chizuru.
Una vez la pelirrosa estuvo ante la mesa, el hombre del pelo alborotado comenzó.
–Felicidades por tu graduación.
–Gracias por todo, profesor –siguió Ichika.
Ella estaba nerviosa. Mientras actuaba dudaba si estaba sonriendo bien. En ese momento, se preguntó cómo sonreirían sus hermanas en un momento como este. Yotsuba… Miku… Mutsumi… Itsuki… Nino…
En su mente apareció en ese momento Fuutaro. Se encontraba ante ella, sonriendo, como si le estuviera dando ánimos para seguir adelante. Trató de sentirse como momentos antes, cuando estuvo ensayando la actuación con él, imaginando que le tenía delante.
–Me alegro… Me alegro de que haya sido mi profesor. Y también me alegro de haber sido su alumna.
Esta última parte la hizo exhibiendo la mejor de las sonrisas, dejando impresionados a los que estaban tras la mesa.
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Fuutaro se encontraba sentado en una jardinera frente a aquel edificio. Supo de la dirección gracias a que estaba apuntada en el encabezado del guion que le había hecho leer Ichika. Aun estando en el exterior, pudo escuchar el llamamiento para la actuación, y aunque no pudo oír las palabras de Ichika, sí pudo escuchar las exclamaciones de asombro de los que la evaluaban, por lo que supuso que la actuación de la pelirrosa había sido buena.
No dejaba de pensar en las palabras que le dijo Ichika con anterioridad.
–¿Y tú para qué estudias, Fuutaro? ¿Qué quieres conseguir?
Le hubiera gustado darle en ese momento una respuesta, pero era… complicado de explicar. Sin embargo, ella tenía un sueño que había compartido con él. Aunque fuese su tutor y tal vez no estuviera muy de acuerdo, sabía que al menos debía darle su apoyo. Era lo que hacían los compañeros. Y tras haber visto su determinación, él deseaba que consiguiera obtener ese papel.
El silencio del interior había sido reemplazado por murmullos de los asistentes, por lo que eso debía significar que el casting había finalizado. Se levantó de donde estaba sentado. Supuso que ella no tardaría demasiado en salir, así que ahora solo le quedaba una cosa que hacer. Sacó nuevamente su teléfono, entró en la lista de contactos y pulsó para llamar al número de Raiha.
–Hola, ¿Uesugi-san? –respondió la voz de Yotsuba–. Aquí ya estamos listas.
El tutor sonrió. Parece que al final sí podría cumplir la promesa que le hizo a Nino.
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Hola de nuevo. Espero que os haya gustado este episodio, el primero de 2024.
En esta ocasión he hecho los cameos de Anzu Mazaki, de Yu-Gi-Oh! y Chizuru Ichinose, de Kanojo, Okarashimasu (Rent-a-Girlfriend).
El próximo episodio pondrá fin a este arco argumental. No os lo perdáis. Intentaré terminarlo lo antes que pueda.
