Capítulo 25

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La noticia sobre el repentino incendio en la casa del oficial Wilson se corrió casi más rápido que el fuego por cada habitación de la casa. Era un completo misterio el cómo había sucedido tal tragedia y lo peor para dicho pueblo era que el oficial Wilson seguía desaparecido.

No mucho después un sobre sería entregado en la estación de policía. La primera tanda de fotografías dejaría a los oficiales jurando venganza en nombre de su colega caído. La tortura mostrada en cada foto figuraba que Barry había sufrido hasta su último aliento. También en el reverso del sobre figuraba la dirección de donde se podrían encontrar los restos calcinados y enterrados.

La segunda tanda dejaría helados y nauseabundos a los mismos oficiales que minutos antes habían jurado venganza por su colega. Las fotografías mostraban a unos cuantos chicos atados, inconscientes, abusados de más de una manera, esos chicos bien podrían ser sus propios hijos, sobrinos, primos u hermanos menores. En algunas fotos se podía apreciar a Barry luciendo feliz mientras se fotografiaba a si mismo sonriente con sus pobres víctimas de fondo.

Ese mismo día el contenido de dicho sobre se difundió como pólvora por todo el pueblo. Nadie movió un dedo para buscar a los responsables de la desaparición del oficial Barry Wilson, pero si movieron cielo y tierra para encontrar los restos de esos desafortunados chicos y devolverles un poco de paz a esas familias para darles un cierre a su interminable dolor.

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Parecía un poco surrealista para Sam que todo hubiese acabado. Barry se había ido, las drogas habían estado fuera de su sistema por meses, y por primera vez en mucho tiempo los antojos habían desaparecido y ya no ansiaba arruinar su vida con una fina aguja. Hasta las ganas de vivir habían ido ganando una importante posición en su día a día. Claro que no podía decir que nunca volvería ese sentimiento de desesperanza, pero por el momento tenía sus medicamentos, a Bobby y a su hermano y con eso era más que suficiente.

Tres días después de haber atendido el asunto del oficial Wilson, Dean había dado por terminada su estancia en la cabaña y era hora de volver a la casa del chatarrero. Sam había estado más que de acuerdo.

La charla sucedió dos noches después de haber llegado a Sioux Falls, Sam daba vueltas en su cama sin poder dormir y fue la voz de su hermano la que rompió esa penumbra en la que se encontraba deambulando.

—¿Quieres volver a la universidad? —preguntó Dean.

Dean tuvo que tener mucha fuerza de voluntad para realizar tal propuesta a su hermano, pero no podría permitir que dejase atrás sus sueños y metas de vida solo por permanecer a su lado. Dean no quiere ser la razón por la que su hermano se deprima nuevamente. Pero, sobre todo, Dean no quiere repetir los mismos errores de John Winchester.

La voz del mayor de los Winchester sacó a Sam de su miseria, por un momento creyó que había estado soñando despierto. La pregunta fue nuevamente formulada.

—¿Qué? —Sam esperó cualquier charla motivacional a las once de la noche, pero nunca una pregunta así.

—La cacería nunca fue realmente lo tuyo, Sammy. Eres uno de los mejores cazadores que conozco, pero cazar nunca te hizo feliz. Me encantaría que te quedaras para siempre, pero no soportaría ver cómo te extingues —no fue hasta ese momento que Dean se dio cuenta que había estado guardando esas palabras desde que Sam pudo sostener un arma en sus manos.

—No creo que pueda volver, Dean. Destruí todo lo que había construido allá. Además… —Sam suspiró con pesar—, No quiero abandonarte, no otra vez.

—Sammy, tú nunca me has abandonado. Fui yo quien se sintió herido por tu partida y no quiso buscarte. Si ambos hubiésemos hecho las cosas distintas, quizás nada de esto hubiese sucedido o quizás si —Dean agradeció que la luz estuviese apagada porque si no ya estarían en un auténtico y patentado momento de chicas—. Además, olvidas que tenemos un as bajo la manga llamado Bobby Singer.

—¿Bobby? —inquirió el castaño.

—Exacto. Debo confesar que esta parte la había adelantado con Bobby en caso de que quisieras volver a la universidad. Como bien sabes Bobby es todo un experto en salvar vidas y cobrar favores cuando los necesite y en este momento es requerido uno de esos grandes favores.

—¿De qué estás hablando, Dean? —habló con duda y una pizca de esperanza en su voz.

Sam no se podía permitir ilusionarse en vano, tantas malas decisiones le habían arruinado, ya no se atrevía a soñar despierto.

Dean suspiró con fuerza, como cuando estaba a punto de echar a correr tras el monstruo y salvar a un inocente. Estirando su brazo encendió la luz de la mesita de noche, luego sacó sus pies de la cama y se sentó quedando de frente a su hermano, quien no dudó en imitar sus movimientos.

—¿Quieres volver a la universidad? — Dean repitió la pregunta, esta vez aventurándose a sostenerle la mirada.

Gran parte de Sam ansiaba volver a Palo Alto, pero otra parte, la parte herida y aterrorizada tenía miedo de volver, de darse cuenta que no podía continuar su vida donde la había pausado tan abruptamente.

—Me gustaría volver, pero… —su voz se adelgazó hasta desaparecer.

—Vamos, Samantha, suéltalo —la broma estaba allí para ayudarle a ambos a no flaquear todavía.

—Me da miedo volver —soltó de sopetón—. ¿Si no puedo continuar? Hay muchos recuerdos malos allá, Dean.

—También están los buenos recuerdos, o te olvidas que llegaste a Stanford por tus propios méritos a pesar de que la vida que llevaste no te permitía soñar fuera de una venganza impuesta. Conociste a un gran chico, fuiste Sam Winchester el universitario no Sam Winchester el hermano menor de Dean. No te enfoques solamente en lo malo o nunca podrás seguir adelante.

Sam sabía que Dean tenía razón. Si seguía revolcándose en su miseria y malos recuerdos nunca sacaría la cabeza del lodo. Necesitaba salir nuevamente al mundo real y esta vez no repetir los mismos errores. Además, estaba seguro de que Dean estaría a un tono de distancia.

Si lo intentaba y fracasaba ¿qué podía perder que no hubiese perdido ya?

Dean esperó pacientemente a que Sam terminase la batalla que estaba teniendo en su interior.

—Sí, quiero volver —y no solo se refería a la universidad sino a su vida, a su antiguo yo.

Las palabras estaban de más cuando la sonrisa de Dean lo decía todo, el orgullo abarcaba cada recodo de su rostro.

Sam decidió que desde ese momento en adelante trataría de hacer las cosas bien por la relación recién restaurada con su pequeña familia.

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Sam no iba a mentir diciendo que las pesadillas se habían esfumado como por arte de magia, las pesadillas aún continuaban solo que con menos frecuencia y ya era más fácil recuperarse después de despertar, quizás el saber que Barry estaba muerto y su cadáver salado y quemado ayudaba mucho.

Dos semanas transcurrieron de que ambos hermanos tuviesen la charla de la universidad. Dos semanas en las que tanto Sam como Dean tuvieron que asimilar que muy pronto se tendrían que separar, pero muy contraria a la vez pasada. Esta vez harían las cosas como tuvieron que ser desde un principio.

Dean seguiría cazando y de vez en cuando se daría una vuelta para visitar a su hermano, y Sam trataría de no salirse de la senda del bien, de demostrarles a los demás y a si mismo que lo antes sucedido solo había sido un tropiezo muy grande, pero eso no determinaba su futuro.

Claramente Sam era consciente de que al volver al campus se toparía con todo tipo de miradas y susurros por donde sea que vaya. Al menos se consolaba de no tener que recibir las condolencias de víctima de abuso sexual sino si creía que podría volverse loco.

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Tal y como Dean había dicho, tener un Bobby Singer como as bajo la manga era la llave a muchas puertas. Sam no sólo había sido aceptado nuevamente en la universidad, también se le había reanudado la beca.

Esa tarde después de recibir la noticia Sam pensó que deberle un favor a Bobby podría ser algo bueno o una maldición.

Tanto Dean como Bobby habían expresado alegría y orgullo al darle la noticia al menor de los hermanos. Por su parte Sam se esforzó en poner una sonrisa en su rostro, tantos meses de ser un farsante de categoría mayor le había dejado caras preparadas para ocasiones como esas.

—No sé cómo agradecerte todo lo que has hecho, Bobby —comentó Sam con genuina gratitud.

—Yo si se, chico —Bobby se acercó, colocando una pesada mano sobre el delgado hombro del chico—. Aprovecha esta segunda oportunidad.

—Puedes apostar que lo haré —comentó, recibiendo un asentimiento de Dean.

No le alcanzaría la vida para agradecerle a Bobby por todo el apoyo que le había brindado, ni mucho menos para reparar todo el daño que había causado con sus palabras y acciones. La mejor manera de enmendar sus errores con las personas a las cuales dañó era demostrarles que puede ser digno de la confianza que ponen sobre sus hombros.

La noche antes de que se fuese a Stanford, Sam se resignó a mantenerse despierto ante el cúmulo de pensamientos que azoraban su mente. Sintiéndose frustrado se levantó en silencio y salió al patio trasero del depósito.

Era una noche cálida con un cielo estrellado. Cuando había recibido la carta de aceptación había sido plenamente feliz de irse, aunque las cosas no habían salido como esperaba. Pero esa carta significaba una salida de esa vida, de su padre, de los moteles y las muertes sin sentido. Estaba de más decir que nunca la vio como una salida de Dean, como realmente había terminado siendo. Esta vez Sam estaba de todo menos feliz de partir.

Dejar a Dean nuevamente se sentía mal, pero tampoco podía llevárselo consigo e instalarlo en su nuevo apartamento. Sam necesitaba soltar lazos, necesitaba verse solo y afrontar la vida por su propia cuenta, necesitaba caerse y levantarse por sus propios medios sin esperar a que Dean hiciese su heroica entrada y le salve.

Estaba tan malditamente asustado de no poder controlar sus demonios, de verse sometido por el miedo a estar solo, a recaer en las drogas, a no poder volver a ser parte de la sociedad. Había estado tanto tiempo escondido del mundo que absurdamente temía que al poner un pie fuera del depósito de chatarra todo el mundo sabría su pasado, como si de su pecho colgase un letrero con luces de neón.

Tanto la mañana como su hermano lo encontraron sentado sobre el capote del Impala, viendo los colores del cielo arremolinarse ante la previa salida del sol.

—Dime que no pasaste toda la noche aquí afuera —Dean gimoteó con sueño en su voz.

—No pase toda la noche sentado aquí afuera. Lo siento —agregó al ver la mueca de preocupación invadiendo las facciones de Dean—. No podía dormir.

—Y viste que era mejor quedarte despierto a la intemperie que en tu cálida y segura cama —bufó con ironía.

Sam bien podía oír entre líneas el "preferiste quedarte afuera que al lado mío". Quizás era tiempo de dejar de huir de la verdad y soltar el feo, pero tranquilizador hábito de abrazarse a las mentiras, esas que le hacían sentir seguro en el momento, pero que a futuro le iban agujereando el camino.

—La habitación se hacía pequeña con tantos pensamientos en mi cabeza —se movió a un lado, dándole espacio a su hermano en el capote.

—¿La universidad? —más que una pregunta era una afirmación, pero quería oírlo de la boca de su hermano.

—Sí —soltó la palabra como un golpe en seco.

—Supongo que tiene que ser paralizante dejar tu zona segura para ir aún sitió que por muy conocido que sea para ti representa muchas malas experiencias. Además, irte significaría alejarte de tus seres queridos y la seguridad que tienes aquí se derrumbaría como un castillo de naip… —se detuvo abruptamente cuando sintió un codazo en sus costillas.

—¿Se supone que eso me haga sentir mejor? —Sam no sabía si sentirse indignado u asustado de la realidad que pintaba Dean, realidad que estaba a un día de viaje a hacerse verdadera.

—Si tan solo me dejaras terminar, Samantha, siempre tan desesperada —Dean bufó con sorna.

—Ok, ok, dejo que los mayores hablen —ante la sonrisa de su hermano, Sam supo que había dicho lo correcto.

—Diría que sé lo que sientes y que te entiendo, pero eso sería mentir. Yo no puedo saber lo que estas pasando, nunca he salido de esta vida de cazador y no me arrepiento porque amo lo que hago —comentó en un murmullo suave, sabiendo que estaba siendo escuchado atentamente—. En cambio, tú no eres feliz siendo un cazador, si te quedas aquí serás infeliz y llegarás a viejo para darte cuenta que nunca hiciste nada con tu vida por miedo a fracasar, pero el mayor fracaso es no intentarlo.

Sam amaba a su hermano, con pasión y sencillez. Adoraba a ese loco amante de la música rock, la comida chatarra y los autos viejos. Dean era tan malditamente inteligente solo que muchas veces lo eclipsaba con su personalidad bromista y despreocupada, pero Dean era un sabio y Sam partiría la cara de cada persona que dijese lo contrario.

El miedo de lo que estuviese por venir aun seguiría allí, pero ante las palabras de su hermano sentía que podía enfrentarse contra el mundo, pero no importaría porque sabía que no estaría solo. Desde el momento en que había decidido encerrarse en su apartamento en Palo Alto había estado fracasando, le había dado el triunfo a Barry todo ese tiempo, aun después de muerto le seguía cortando su libertad.

—Gracias —quizás fuesen muy escuetas las palabras, pero sentía que si intentaba decir más terminaría llorando en el hombro de su hermano ante un amanecer.

—Todo está bien ahora, Sammy. Todo estará bien —sonrió, chocando hombros.

El silencio reinó en el aire, mas no hacía falta decir nada más. Ambos estaban con la vista en el mañana, por primera vez y sin saber que estaban pensando lo mismo ambos decidieron no mirar atrás sino nunca podrían avanzar.

Desde la cocina se podía escuchar al chatarrero trasteando para preparar un café. Una que otra maldición salía de su boca con referencia a los malditos Winchester que no eran capaces de levantarse y preparar un café.

Ambos sonriendo porque por primera vez todo apuntaba a ir bien.

Se suponía que esa misma mañana se tenían que dirigir a Palo Alto, pero Sam quiso esperar un día más. Sam intentó ignorar la mirada de sospecha de Dean, como si estuviese a punto de fugarse por la puerta trasera e ir a buscar consuelo al final de una aguja. Ya tendría que acostumbrarse a que esa parte de su pasado lo persiguiese y asomase su fea cabeza. Su intención no era retrasar su partida por miedo, no, el miedo ya lo tenía y seguiría adelante sin importar lo que le cueste, pero en todo ese tiempo se había comportado como un despreciable malagradecido con Bobby y no quería irse sin compartir un día sin cambios de humor, berrinches o palabras hirientes con el chatarrero.

Irremediablemente el día llegó a su fin y la noche cayó, esta vez Sam pudo dormir sin tanto caos mental. La mañana llegó tan rápido que antes de darse cuenta ya estaban en el patio de la casa con el coche cargado y listos para partir.

—Hasta pronto, Bobby —Dean le dio una palmada en la espalda al chatarrero—. Solo abandonaré su trasero en Palo Alto y volveré.

—¿Acaso crees que esto es un maldito motel? —refunfuñó el viejo cazador.

Tanto Bobby como Sam sabían que Dean no solo iría a botar su trasero a la universidad, sino que también se quedaría allí hasta que su hermano menor estuviese seguro y bien establecido. Sería un paso difícil que dar para Sam, pero también lo sería para sus seres queridos.

Sam observó con diversión y cariño como Dean y el chatarrero intercambiaban insultos. Extrañaría esa imagen en su día a día.

—De acuerdo, muchacho. Creo que es hora de que te lleves a tu loco hermano y me den un maldito minuto de paz —todos sabían que esa era su forma de mostrar aprecio sin dejar su fachada de rudo cazador.

—Claro, Bobby. Ahora si podrás dormir en paz sin ser despertado por nuestras charlas de chicas —Sam sonrió, sintiendo como una pelota se alojaba en su interior—. Gracias por todo y ya sabes, lamento haberme comportado como un idiota contigo.

—No tienes que disculparte por nada, chico, para eso está la familia.

Después de lo ocurrido con Barry, Sam se había vuelto recio ante el contacto, permitiendo ocasionalmente el toque de su hermano. Barry le había quitado tanto que sería un largo camino por reparar. Sin pensarlo mucho se plantó frente a Bobby y envolvió sus brazos en el chatarrero, sintiendo como el gesto era devuelto al instante.

—En serio, Bobby, gracias por todo. Sin ti no hubiese podido sacar la cabeza de mi trasero —susurró en el oído de Bobby, sintiendo como los brazos se apretaban aún más entorno a su flaco marco.

Ambos compartían un secreto que quedaría entre ellos, ya que, si algún día Dean se enterase que Bobby le ofreció un vial al menor en su ausencia los guindaría a ambos.

El abrazo terminó y Bobby no aceptaría ni bajo tortura que su pecho se estrujó y sus ojos se calentaron. Demonios, oficialmente era un maldito padre orgulloso de su retoño.

—Espero verte más seguido, chico —Bobby carraspeó para aclararse la garganta llena de emociones.

—Vendré en las vacaciones —prometió.

—Mas te vale. Si no se largan ahora nos terminaremos trenzando el cabello —añadió Bobby.

Tanto Dean como Sam bufaron. En efecto, era hora de partir. Ambos se montaron en el Impala, dejando atrás el depósito de chatarra en una nube de polvo.

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Era como en los viejos tiempos, ellos dos tras el volante, música y nada más que kilometros de carretera por recorrer.

El calor de la mañana había obligado al menor de los hermanos a deshacerse de su sudadera para quedar con una camisa manga corta. Semanas atrás Dean hubiese hecho todo lo posible para evitar mirar las pálidas cicatrices que ahora adornaban las muñecas de su hermano. Ahora cada vez que Dean viese esas cicatrices las vería con el aprecio que pensó que nunca les tendría, esas marcas eran un recordatorio de lo cerca que estuvo de perder a Sam.

—Hey, Samantha. Vamos a hacer una pequeña parada para reponer energías —dijo en voz alta, apagando la radio.

—¿Qué?

—Dios, aun sigues dormido —bufó con diversión—. Dije que vamos a hacer una parada para comer y estirar las piernas.

—No tengo hambre —murmuró, mientras procedía a acurrucarse nuevamente contra la puerta del auto.

—Oh no, nada de eso. Tú también vas a bajar y vas a comer —viendo como la boca de Sam se abría para protestar agregó rápidamente—: Una última comida juntos antes de que te vayas de mi lado.

Sam bufó queriendo hacerse el indignado, pero rápidamente la risa pudo con él.

—Y te atreves a llamarme dramático. Ambos sabemos que te vas a quedar en Palo Alto al menos hasta que tenga unas dos semanas de estar establecido.

—Cierto —Dean rio suavemente, mientras estacionaba a un costado de un restaurante—. Quizás tengas razón cuando dices que soy como una madre preocupada, solo quiero que duermas y comas más, y me preocupa saber que cuando estés solo nuevamente no te vas a cuidar y yo no voy a estar allí para recordártelo. Me cuesta cortar el cordón, Sammy.

Sam escuchó atentamente la cruda sinceridad en las palabras de Dean, el también temía pensar en cómo haría para vivir su día a día sin que su hermano estuviese allí para recordarle las cosas más sencillas, pero ambos necesitaban probarle el uno al otro que podían estar separados sin morir por la falta de una comida o una hora menos de sueño. Pero aún les quedaba mucho camino por recorrer y varios días para que se separasen, así que, Sam decidió que no perdía nada con darle el gusto a Dean de verlo comiendo y durmiendo más, por lo menos en su presencia. Ya se las arreglaría a solas como pudiese.

Con una sonrisa entusiasta Sam asintió.

Sam se sentó en una mesita de picnic a que Dean volviese con el pedido de ambos. Muchas cosas habían cambiado en tan poco tiempo, él mismo había cambiado. Sentía que poco a poco conseguía recuperar viejos retazos de quien era antes, pero resultaba tan difícil resucitar algo que había estado muerto por un buen tiempo.

—¿Quieres que te saque esa tristeza a patadas? —soltó Dean, volviendo con las manos ocupadas con una bandeja llena de comida.

—Idiota.

—Perra.

Ambos compartieron una sonrisa para luego concentrarse en sus respectivos aperitivos.

—Oye, Sammy —comentó Dean mientras ponía la bandeja vacía a un lado de la mesa.

Sam tarareó con la boca llena de su ultimo bocado. Dean miró con aprobación el plato vacío de su hermano. El apetito del menor quizás no había ido en crecimiento, pero si se había mantenido y eso era mejor que tener el estómago vacío todo el día.

—Sé muy bien que de nada sirve lamentarse por lo ocurrido, pero realmente hubiese querido estar allí cuando recibiste tu carta de aceptación y acompañarte al campus la primera vez. Lamento como resultaron las cosas, y no haber estado allí para ti cuando más me necesitabas —Dean tomó el silencio de Sam como señal para continuar—. Como dije, sé que de nada sirve lamentarse por lo sucedido, pero solo quiero que sepas que lo siento mucho.

Si tales palabras fuesen dichas por otra persona, Sam hubiese escuchado la lástima y pena en ellas. Pero ese era su hermano mayor, la única persona en la que confiaría su vida. La única persona que realmente sufriría por sus tragedias y se alegraría por sus triunfos.

—Yo también hubiese querido que las cosas fuesen diferentes. Quizás la primera vez no salió como quería, pero aquí estamos, intentándolo nuevamente. Eso tiene que contar ¿no? —Sam se sorprendió a si mismo al darse cuenta que esas eran quizás las palabras más optimistas que había dicho desde que se había dado el primer pinchazo de morfina.

—Cuentan, claro que sí, Sammy —Dean sacó algo del bolsillo de su chaqueta y se lo tendió sobre la mesa a Sam—. Quería darte esto.

La culpa inundó rápidamente a Sam por ver la cuchilla que su hermano le había regalado y por el uso tan ofensivo que le había dado.

—¿Estás seguro?

—Dado el historial de este país con las armas de fuego en los centros educativos no creo que te permitan llevar un arma, pero una cuchilla es más fácil de ocultar. Ya sabes para protección personal.

—¿No te da miedo que la use nuevamente?

Sam sabía que no necesitaba especificar sus palabras, el semblante de su hermano le hizo querer patearse.

—No, porque sé que me llamarás si sientes la necesidad —comentó recuperándose rápidamente ante el recuerdo de la cama llena de sangre—. Confió que sabes que sin importar la hora o el lugar en donde me encuentre vendré a ti.

—Sí, claro. Lo siento —comentó, arrepintiéndose por abrir esa lata de gusanos.

—Lo digo en serio, Sam. Siempre estaré allí para ti. Una llamada, Sammy, una llamada y dejaré todo tirado y correré a ti.

Sam sabía que Dean hablaba en serio, y sabía que por muy enojado y decepcionado que Dean hubiese estado en el pasado hubiese corrido ante su llamada.

—Lo prometo. Si alguna vez siento que por mi mente corren pensamientos de peligro mi primera opción serás tu y no las drogas, ni esto —señaló la cuchilla, aceptando la rama de olivo que Dean le estaba dando en confianza.

—¿Continuamos? —Dean preguntó con seriedad.

Sam sonrió mientras asentía. El doble sentido de esa pregunta era el avanzar de su vida y si, él estaba más que dispuesto a avanzar con su vida, o por lo menos intentarlo. Esta vez no caería sin antes hacer la lucha.

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Los hermanos Winchester ya llevaban un mes en Palo Alto. Sam ya estaba más que acomodado en su nuevo apartamento y las clases las empezaría en los próximos cinco días.

Ambos sabían que el momento de separarse iba a llegar, solo que aún no estaban preparados. Sino hubiese sido por la llamada del Pastor Jim solicitando ayuda ambos se hubiesen seguido haciendo los tontos y posponiendo más el momento.

El día de la partida había llegado. Las cosas de Dean se encontraban en la cajuela del Impala, tan solo había regresado al interior a despedirse de Sam.

—Bueno, ha llegado el momento de que continúes solo, hermanito. Espero y puedas vivir sin mí, que no llores en la ducha mi ausencia y que por las noches mi imagen no sea lo último que nuble tu mente —comentó Dean a modo de broma.

Toda la tristeza y añoranza que Sam empezaba a sentir se disiparon por las palabras de Dean. Sam sentía que no podía dejar de reír, Dean también se había contagiado y ahora parecían dos idiotas batallando por dejar entrar aire a sus pulmones mientas se carcajeaban.

—Vas a hacer que moje mis pantalones, Sammy —Dean trastabilló con sus palabras.

—Ahora es mi culpa —Sam bufó sin aliento, secándose las lágrimas.

Fue en ese preciso momento en el que se dio cuenta que era la primera vez en meses que sus lágrimas no eran de dolor. Hacía tanto tiempo que no se detenía a reírse de algo absurdo que había olvidado su capacidad para hacerlo. Era tan triste saber todo el tiempo que había perdido y que no volvería.

—Hey, sea lo que sea que estés pensando te recomiendo que pares —Dean interrumpió el caos que notablemente nublaba la mirada de su hermano—. No puedo irme sin saber que no vas a estar bien.

—No es nada. Lo juro, estoy bien por el momento —agregó al ver lo lejos que había llegado después del infierno que había pasado.

Ambos recuperaron el aliento y se miraron, dejando que sus sonrisas se extendieran silenciosamente, el momento de decir adiós había llegado y ambos lo sabían. Sin nada más que agregar para posponer el momento, Dean se acercó a Sam y lo envolvió en un fuerte abrazo, de esos que decían más que mil palabras.

Sam se aferró con la misma fiereza que se había aferrado la mañana en la que su alijo de cosas buenas había sido descubierto y se le había dado a elegir entre la droga o su hermano. Esa vez no estaba tan seguro y decidió jugársela eligiendo a los dos, ahora ya sabía lo que estaba en juego y no se atrevería a arriesgar esa confianza nuevamente.

Sam pensó que podría vivir por siempre en ese momento donde los brazos de su hermano lo protegían del mundo, pero, era tiempo de crecer y enfrentar sus propias batallas, era hora de juntar los pedazos de su antiguo yo.

Los minutos pasaron y Sam seguía de pie en el centro de la pequeña sala de estar. Dean se había marchado hace ya buenos quince minutos. Despertando de su ensueño se movió hacia la barra americana donde tenía su computadora abierta y con un proyecto a medio terminar que tenía que presentar en su vuelta a las aulas.

No podía perder más tiempo, ya había perdido el suficiente.

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FIN.

Gracias por leer.

NA 1: Costó llegar hasta el final, no pensé que me llevaría tanto tiempo terminar esta historia, pero según revisé la fecha de publicación fue en el 2017 (casi 7 años). Me disculpo encarecidamente por la demora y les agradezco de corazón a los que se quedaron hasta el final. Agradezco mucho por su tiempo, votos y bellos comentarios que alientan a escribir más.

NA 2: Falta el epílogo que lo subiré mañana.

Saludos y feliz año nuevo. Nos leemos más adelante 3