Disclaimer: Los personajes de Supernatural no me pertenecen sino a Eric Kripke.
Beta: Andridia
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Capítulo 1
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Siendo realista, Sam sabía que él era inteligente, pero nunca guardó la esperanza de recibir alguna contestación de las universidades a las que había aplicado y mucho menos su favorita, Stanford.
Por esa misma razón ahora no puede creérselo, en sus manos se encuentra su boleto para dejar esa sentencia de muerte que día a día le quita una parte de su humanidad, podría salir de la vida de moteles y noches de sangre y muerte sin importar en qué forma se presentase el mal. No podía dejar de sentirse un poco culpable, no todos piden ser lo que por maldición les tocó nacer. Tan rápido como la ilusión llega, le toca aterrizar y tocar el suelo preguntándose ¿cómo le contará a su familia? Él no podía nada más irse y abandonar a su hermano y por supuesto que Dean jamás dejaría a su padre para irse con él. Dicen que si quieres hacer algo bueno con tu futuro debes dejar atrás todo lo que te ate a tu antigua vida. A diferencia de ese decir, él no sólo romperá un simple nudo, sino un corazón y de paso el suyo también.
Tales eran sus conflictos internos que no escuchó la puerta del motel abrirse y mucho menos a su padre entrar sin darle tiempo de esconder la carta.
—Tu hermano anda comprando la cena. ¿Qué tienes ahí? —preguntó arrebatándole la carta de sus manos—. ¿Me quieres explicar qué demonios significa esto? —dijo mientras ondeaba la carta en el aire.
—Al parecer una de mis solicitudes fue aceptada y me estoy marchando mañana por la noche —habló tentativo, esperando que su padre fuese comprensivo o quizás que se dignase a fingir indiferencia, pero el fuego en la mirada de su padre hacía que sus esperanzas se fuesen a la basura.
—¿Con el permiso de quién te largas? —bramó el patriarca.
—No necesito el permiso de nadie para perseguir mis sueños, y para tu información dentro de un mes cumpliré dieciocho.
—Después de todo este tiempo sabía que el gatito algún día sacaría las garras —ironizó John—. Si tanto es tu afán por largarte de esta familia, ¿por qué no te largas hoy mismo y nos libras de tu gran vida que no encaja con un montón de ignorantes cazadores?
—Papá, no quiero pelear, yo solo quiero que comprendas…
—¿Comprender qué? Que eres un maldito egoísta —rugió el patriarca.
—¿Egoísta? Por Dios papá, no me hagas reír. Tú sacrificaste nuestra infancia y nos convertiste en tus malditos soldados, cumpliendo cada una de tus malditas órdenes y te atreves a llamarme egoísta. —Sam estaba cansado de la actitud de mártir que su padre siempre tomaba.
—Dean es mi soldado perfecto, en cambio tú eres sólo carne de cañón. No te creas tanto, chico —se burló sin importarle cuánto daño causaba con sus palabras.
Aunque John no lo admitiese, él siempre culpó a Sam de la muerte de Mary. El demonio de ojos amarillos iba tras el pequeño Sam, pero todo salió mal y Mary pagó las consecuencias. Y aun así el chico se atrevía a soñar con una vida propia lejos de la caza, cuando su amada no tuvo ninguna opción sobre si quería vivir o no. Su vida fue apagada abruptamente al tratar de salvar a un hijo egoísta que sólo quiere salir de ellos y olvidarse del por qué sus vidas fueron destruidas.
—¿Sabes qué? Me largo. —Sin querer demostrar que las palabras de su padre habían calado en lo profundo de su corazón, decidió darle la espalda para empezar a recoger sus pocas pertenencias. Con un leve movimiento se limpió con el dorso de la mano una lágrima traicionera.
Cuando Sam recibió la carta de aceptación en Stanford, primero pensó que su familia se enfadaría un poco y luego lo aceptarían, o que simplemente les tocaría tomar el camino de la resignación, pero lo que nunca imaginó fue esta reacción por parte de su padre. John no estaba disgustado, estaba enloquecido.
—Si sales por esa puerta, olvídate de que tienes una familia o un hogar a donde volver —gritó John, de pie junto a la puerta como si quisiera poner peso a sus palabras.
—¿Hogar? ¿A esta mierda de motel le dices hogar? —Increíble, sólo su padre podía salir con algo así.
—¿Qué, es muy poca cosa para ti? ¿Acaso te crees mejor que nosotros?
—Nunca dije eso...
—Pero es lo que nos demuestras viniendo aquí y restregándonos tu maldita carta como si fuese la gran cosa en vez de una pérdida de tiempo.
—Papá, eso no es así, yo pensé que…
—¿Pensaste que yo te felicitaría y celebraríamos tu maldito acto egoísta? —se burló—. Deshonras a esta familia. Y saber que tu madre se sacrificó para salvar tu vida.
—Entonces eso es todo, eso es lo único que me dirás: "¿Te quedas o te vas?" —Podía sentir su voz flaqueando, pero por primera vez en su vida no dejaría que su padre le controlase y mucho menos su futuro.
—Si piensas que te rogaré para que no te vayas, estas equivocado.
—Sólo esperaba que por una vez en la vida te comportases como un padre —confesó deseando que fuese así. Al menos Dean había conocido a un hombre totalmente diferente, en cambio a él le tocó un hombre cambiado por la pérdida de su amada y lleno de años de odio.
—¡Maldita sea, Sam! Deja de hacerme perder el tiempo y ponte a investigar, que tenemos otra cacería —comentó como si no hubiese escuchado nada de lo dicho anteriormente.
—¡¿Eres estúpido o qué?! —gritó enojado sin saber en qué momento la situación se había salido de control.
De pronto la habitación quedó en silencio para luego escucharse el estallido de un golpe contra la piel.
—Soy tu padre y me respetas. —John nunca había levantado la mano a su hijo menor pero más de una vez lo había deseado hacer, y ahora que había tenido la oportunidad, tenía que admitir que se sentía bien. Ya era hora de que alguien pusiera en cintura al chico.
—No, tú eres un idiota más. —Sin mirar atrás, Sam salió por la puerta y se dirigió hacia la estación de buses más cercana. Para su desgracia, Dean había salido a conseguir la cena y, conociéndolo como lo hacía, sabía que su hermano se tomaría su tiempo para ligar con la camarera de turno, y si tenía suerte duraría por lo mínimo una hora en regresar. Ya podría llamarlo cuando se hubiera instalado en los dormitorios del campus.
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Cuando Dean regresó al motel fue para darse cuenta de que se encontraba solo. No había rastro de su padre o de Sam por ningún lado, lo cual era extraño ya que ellos estarían esperando a que él regresara con la comida. ¿Habrían ido a buscarlo? Pero si no duró mucho tiempo, quizás veinte minutos. Al parecer todo parecía completamente normal hasta que Dean notó que faltaban las cosas de Sam.
¿Qué diablos?, pensó. Rápidamente se apresuró a llamar a su padre mientras maldecía que Sammy no tuviese un celular, el último había terminado destrozado cuando el chico había saltado por los aires en una caza de un maldito Wendigo.
Una hora había pasado. John no respondía al teléfono y no se había puesto a buscar a Sam porque no tenía ni idea de por dónde comenzar, era como buscar una aguja en un pajar. Justo cuando estaba a punto de salir o preguntar en cada maldita esquina si alguien había visto a su hermano menor, su padre entró tambaleándose por la puerta. El hombre estaba como una cuba.
—Papá, Sammy no está y sus cosas tampoco, tenemos que salir a buscarlo.
—Déjalo Dean, deja al maldito bastardo. —Las palabras se escuchaban arrastradas y con un ligero tono de rabia en ellas.
—Disculpa, ¿qué has dicho? —Debía ser el alcohol el que hablaba y no su padre.
—Lo que has oído, ese maldito bastardo egoísta nos ha dejado —rugió, tambaleándose hacia la cama que hace unas pocas horas pertenecía a su hijo menor. No, Sam ya no era un Winchester, no merecía llevar ese apellido—. Al parecer somos muy poca cosa para su vida.
—No te entiendo. ¿Cómo nos ha dejado y a dónde se fue? —Todo era tan confuso, y el estado de su padre no ayudaba a la situación.
—Vino aquí diciendo que había recibido una carta y que su maldito futuro estaba por cambiar. Él recibió una carta de aceptación y se largó.
—¿Sammy nos abandonó por la universidad? Es que... wow, me es un poco imposible creer que el chico se haya ido así sin más, sin despedirse o siquiera dar la cara.
—Ya ves, como el perro que muerde la mano de quien lo alimenta —despotricó, largándose a dormir.
Esa noche, por primera vez en su vida, Dean se fue a dormir sin probar bocado. Sentía que un nudo apretaba su garganta obstruyéndole el aire lentamente. Su mente seguía girando en torno a lo que su padre había dicho. Maldita sea, Sammy, todo un chico de universidad. ¿Pero por qué mantenérselo callado? ¿O por qué salir sin ni siquiera decir adiós? ¿Y si era como su padre decía y Sam los veía como poca cosa? No, eso no podía ser verdad.
Dos meses después de la partida de Sam, Dean se encontraba cerca de Sioux Falls, decidiendo hacerle una visita al chatarrero. Sólo esperaba que se encontrase en casa.
Bobby se encontraba traduciendo un exorcismo en latín, cuando escuchó un auto detenerse frente a su casa y el ladrido del perro.
—¡Hey Bobby! —gritó Dean mientras tocaba ruidosamente la puerta.
—Diablos chico, no me destroces la puerta —gritó al abrir la puerta—. ¿Cómo han estado, Dean?
—Papá y yo nos separamos, así que ahora trabajo solo —agregó con gran orgullo—. Veo que Proteína sigue igual de cascarrabias, me recuerda a ti, Bobby —dijo haciendo referencia al perro, que le gruñía simplemente por hacerlo ya que lo conocía de hacía tres años y era imposible que el chucho no lo reconociera.
—Proteo, idiota —gruñó Bobby— Anda, pasa.
—Veo que no pierdes el tiempo, Bobby —dijo, señalando la mesa que estaba atestada de libros y documentos viejos sobre la mesa del comedor.
—El mal no descansa, ¿por qué habría de hacerlo yo? —bufó el chatarrero mientras sacaba de la nevera un par de cervezas.
—Oye Bobby, creo que te estás oxidando —sonrió, hacía tiempo que no molestaba a Bobby y ya le hacía falta—. Ya no tiras agua bendita o me haces sangrar, creo que estás envejeciendo rápidamente.
—Yo diría que me actualizo, idiota —mencionó mientras mostraba su mano con un anillo a lo que Dean suponía era de plata—. Y he inyectado agua bendita a todas las cervezas de la casa.
—Maldita sea —elogió al ver la chapa de la cerveza, perfectamente tenía un minúsculo agujero en el centro, pasando totalmente desapercibido—. Me asustas, Bobby. ¿No serás de esa gente que droga las bebidas de los demás y luego hacen cosas raras con ellos? —bromeó, fingiendo asombro de su conclusión.
—No te ilusiones chico, que tú no me servirías ni para la venta de órganos en el mercado negro —atacó con un comentario inteligente—. Estás echado a perder.
—¿Disculpa? Yo estoy muy sano, muchas gracias —bufó indignado.
—Ajá. Para cuando llegues a los veintiséis ya no tendrás hígado, y si llegas con tu hígado intacto, habrás contraído alguna ETS.
—Lo de ser puritano es de Sam, no mío. —Eso era cierto, Sammy era tan malditamente puritano que el chico apenas bebía, siempre era para satisfacer su gusto, y si tomaba nunca se pasaba de dos cervezas.
—Por eso siempre he dicho que él es el inteligente de la familia —dijo dándole un largo trago a su cerveza.
—Sí, y por eso se largó —comentó con amargura.
Bobby sabía que ese era un tema delicado, pero era hora de que el chico sacara la cabeza de su trasero y reaccionara de una vez por todas.
—Tu historia es tan triste que me parte el corazón. —Había sólo ironía en su voz—. ¿Alguna vez te has puesto a pensar que el chico lo debe estar pasando peor que tú?
—Pero si fue él el que se…
—Sí, sí, sí, ya sé lo que dirás. —Bobby lo cortó a mitad de su protesta—. Él se fue con solo su bolsa a la espalda, está en un lugar que no conoce, no tiene a nadie y apuesto a que su hermano ni siquiera tuvo gracia en acordarse de su cumpleaños. Vaya manera de cumplir dieciocho —bufó.
El rostro de Dean mostraba arrepentimiento y también parecía que sólo había dormido lo esencial para mantenerse en pie.
Dean suspiró pesadamente, pasándose las manos por su cabello.
—Bobby, soy un asco de hermano. ¿Cómo pude olvidarme del cumpleaños de Sammy? —Diablos, si tan solo no estuviese tan ocupado cazando cada monstruo para sobrellevar el dolor que causaba la ausencia de su hermanito.
—Mira chico, no es algo que no pueda arreglarse. Simplemente toma tu maldito teléfono, llama a la universidad y dices que es una emergencia de vida o muerte o algo así, y dejas tu número. Luego suplicas perdón al niño y le dices que has estado siendo un idiota todo este tiempo.
—Eso me suena como un buen plan, pero entre mi enojo y todo lo que papá me dijo, yo cambié de número y no tengo ni idea de en dónde está estudiando Sammy.
—Bolas, en serio que eres idiota —murmuró diciendo uno que otro insulto hacia el Winchester frente a él—. No te preocupes que yo te consigo la ubicación del chico. ¿Y qué te dijo tu padre? —Bobby sospechaba que John no había sido el mejor para aconsejar a su hijo mayor. Él temía siquiera pensar qué montón de cucarachas le habría metido en la cabeza. Desde hace algunos años, Bobby sospechaba que John tenía cierto resentimiento contra su hijo menor, y el trato que el ex-marine les daba a sus hijos era totalmente diferente; a Dean lo alababa en cada acción que realizaba, pero a Sam apenas lo trataba y se notaba a leguas que lo hacía más por obligación que por amor. Lo peor de todo era que Sam era consciente de la realidad, y por ese motivo Bobby no podía juzgar al chico por salir de esa vida del infierno, aunque Dean se viese afectado en esa onda explosiva.
—Realmente aprecio la ayuda Bobby. Y respecto a papá, él dijo un poco de todo, ya sabes cómo es el viejo. Así que, ¿no me piensas ofrecer algo de comer? Y no me importaría si lo haces con agua bendita —cambió de tema, no queriendo decirle a Bobby lo que su padre había dicho, ya lo verificaría cuando volviese a ver a su hermano. Pero, por el momento, sólo quería relajarse y quizás olvidarse de todo durante un tiempo. No es como si Sam estuviese gravemente herido; le daría tiempo para disfrutar de su sana y aburrida vida universitaria.
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Gracias por leer.
