«Give me back my choice.
Let me listen to a quiet voice right now.
The noise…»
[Devuélveme mi elección. Déjame escuchar una voz tranquila ahora mismo. El ruido…]
Miller-Heidke K. (2020) en "A Quiet Voice" [Una voz tranquila]
•
—Me veo ridículo —pensó en voz alta, dándole palabras a todo lo pasado en la última media hora.
Ridículo te verías si salieras por las puertas de la mansión.
Lo sintió en la parte posterior de sus orejas más fuerte de lo que creía posible, pero al mismo tiempo de forma tan distante y mínima. Félix miró con pánico al espejo de cuerpo entero frente al cual se había plantado, asombrado y cauteloso, registrando con mayor atención su nuevo atuendo. Bajó la cabeza en dirección a sus pies enfundados en largas "botas" que se confundían con el resto de su vestimenta más similar a un disfraz y que él sabía que eran unos dibujos con solo haber tocado por simple curiosidad donde supuestamente terminaban de proteger sus piernas. Luego desvió la atención hacia el cinturón que daba vuelta por su cintura dos veces y se mantenía apretado por una especie de hebilla plateada que brillaba en reconocimiento. Sobretodo vio sus manos cual garras que acunaban la dorada campana que le generaba incomodidad, le recordaba cómo había llegado a esta situación y le daba una apariencia de... gato de circo. Seguidamente fijó en sus orejas ahora negras y más grandes que sobresalían entre sus más despeinadas hebras, tristemente libres y más amarillas que nunca. Y finalizó su evaluación en sus ojos de pupilas verdes y forma más gatuna de lo que ya había visto.
¿Vas a continuar con esto otros cinco minutos o ya podemos ir a ayudar a tu compañera, reina drama?
Félix apretó los dientes superiores contra los inferiores sintiendo una leve irritación; los presionó más al descubrir unos nuevos colmillos que terminaban de deshumanizarlo.
•
El viento cortaba. Tenía también un sabor a miseria y frescura.
Chat Noir corría a cuatro patas por los techos, saltando de uno en uno e incluso capturando unas tejas entre sus garras una vez, cosa que interrumpió su carrera y lo instó a observar con detenimiento su entorno, de cuclillas y preparado para saltar en defensa. Pues todavía no hallaba aquello de lo que Plagg tanto había hablado y se estaba empezando a preguntar si después de todo esto realmente era un sueño del que se despertaría con el sonido de su cascabel, con la voz de su padre muerto y con diez años una vez más.
No obstante los segundos pasaron y solo algo rojo, vertiginoso y ruidoso salió volando en su dirección.
Debido a la frustrante curiosidad él no pudo esquivarlo.
Ella gritó de nuevo.
—¡Perdón! ¡Perdón, perdón, PERDÓN! Yo también soy nueva en esto y solo estoy aprendiendo a vo... a volar. Perdón... —Su susurro final desgarró el aire, empero todas sus palabras lo ahogaron.
Tampoco fue como si pudiera haber dicho algo cuando vio aproximarse un gran cascote gris. Chat Noir simplemente agarró a esta compañera por los brazos y saltó con una agilidad que no conocía hacia la izquierda, en dirección al edificio de al lado, donde ambos aterrizaron sobre sus costados y con las miradas conmocionadas enfrentadas.
La chica chilló.
Él desvió la mirada, un poco incómodo, frustrado y básicamente sobrepasado por todo lo que no quería en su vida.
No quería una responsabilidad tan grande, villanos que derrotar, chicas tan perdidas como él o kwamis en su día a día. Sin embargo, se había colocado un maldito anillo ordinario que había incumplido toda regla de la lógica en la que había logrado pensar en aquellos instantes tan inolvidables.
Hubiera querido leer más de su interminable biblioteca, pero el anillo no había salido de su dedo.
No había salido y, justo cuando estaba pensando en probar a sacarlo más tarde, una plaga andante había surgido de la joya cual genio travieso y se había burlado de su resistencia tan humanamente patética.
«Si no fueras tan infeliz no hubieras mirado dos veces a esta hermosa joya... como cada gatito anterior —sonrió con malicia y algo parecido a la lástima: mofa.»
Chat se levantó, y furioso corrió como humano hacia el desastre inminente.
Apenas reflexionó sobre la vara que tenía sobre su cinturón, la cual apuntó y alargó y acortó tantas veces que perdió la cuenta, alejándose de su compañera.
«•»
«¿Qué le pasa a este gato?» Esa fue la primera impresión que tuvo Bridgette sobre él.
Un poco desconcertada, instintivamente doblando las alas y agarrando un yoyó recién hecho físico, Ladybug confió en este para manejarse por el aire. Tuvo que esquivar personas, vehículos y edificios, pero alcanzó al chico de negro cuando este ya estaba peleando a los pies de la torre Eiffel contra una gran figura de piedra.
La ferocidad que mostraba en cada movimiento de ataque o defensa era lo más destacable en este sujeto. A Ladybug no le molestaría su presencia en las batallas que seguirían, asentía algo admirada por su energía.
Porque la pregunta era el cómo: ¿cómo había aceptado con rapidez su nuevo papel?
Ella tragó saliva antes de reunir el poco coraje que pudo e intervenir a favor de su compañero. Ladybug lanzó su yoyó hacia la criatura de roca.
•
«Este conjunto de rocas solo se volvió más grande. Como antes, cuando intenté golpearlo con la vara.»
—¿¡Pero qué hiciste, Mademoiselle!?
—¡Oye, solo trataba de ayudar, chico gato!
«•»
Fue comprensiva. Después de todo, no podía esperar que él tuviera un humor tan positivo como su valentía en un día de locos.
Al ver cómo el monstruo se agrandaba un poco, Ladybug le prestó más atención mientras esquivaba sus intentos de arremeter.
•
Simplemente quería terminar con esto.
—¡Golpearlo solo lo hace más grande! —respondió entre ágiles saltos. Trataba de treparse a la figura, pero por el momento no dejaba de moverse.
«•»
—¡Mi kwami dijo que debíamos conseguir algo que tuviera el villano!
También había algo en este chico gato que Ladybug presentía que ayudaría. Era como un instinto...
No me digas "gracias", Bridgette.
•
Escuchó Chat Noir desde algún lugar de su derecha.
—Creo que este tiene algo en su puño de roca. Nunca lo abre.
En respuesta, Chat aceleró su estrategia de trepar y llegó a colgarse del puño en cuestión. Se las arregló para usar su vara para abrirlo y allí encontró a una adolescente desmayada y un papel arrugado.
I
Félix
Una capa inhibidora envolvió al muchacho. Bloqueó la vista, el sonido y básicamente los sentimientos. Y duró unas horas; no obstante, estas formaron el rato más aterrador que había pasado Félix en sus diez años de vida. Más horrible, incluso, que la muerte de su padre, que había ocurrido el día anterior y trataba de penetrar en los hilos de sus pensamientos hechos un remolino.
La novedad lo golpeó, lo interrumpió con fuerza y lo quebró sin respeto, robándose llantos y gravedades. Madre lo estrechaba entre sus brazos y él una que otra vez salía de ellos durante las siguientes semanas, tan aturdido y entumecido como se sentía.
•
Su vida cambió, por unos años, pero para siempre. La palabra «compañeros» ya no tenía cabida. «Particular» pasó a tener un nuevo significado. Era fácil, era simple y era mejor entre la cacofonía de «está muerto, está muerto»; y «la, lala, la, lala, la, la» y «la, lala, la, lala, la, la» que venía del piano y rebotaba en cada pared, llegando al punto en el que se convertía en un ruido sordo.
Cuando lo notó Nathalie, la antigua asistente de su padre en estos días pronto a convertirse en administradora de la casa, no le dio opción más que volver a terminar el último año de la escuela primaria entre compañeros de clase que le traerían más bruma.
•
Se levantaba temprano, salía con un propósito, el aire fresco enrojecía su nariz y despeinaba sus cabellos… Su semblante se tensaba, él se escondía en sí mismo.
•
Después, en períodos cortos cambiaba de institución educativa, viajaba de un lugar a otro sin encontrarse a sí mismo en otras personas.
Bajo la crianza de una madre con preferencia a las notas musicales y una "asistente" menos que profesional y más que única… Quizá todavía todos debían acostumbrarse.
Al menos, cada medio ciclo escolar podía ir de un Lycée a otro sin muchos problemas. Él no soportaba más que eso y, de esa manera, lograba no acostumbrarse ni apegarse a la rutina (a las ocasionales horas en las que su madre desaparecía bajo la melodía de piano que invadía la casa hasta que Nathalie se hartaba e iba a despertarla una vez más).
II
Sus nuevos compañeros de clase lo conocieron como el chico con un libro en la mano y sin sonrisa en el rostro. Él era algo así como imperturbable, intocable excepto por quizás Chloe, quien definitivamente era capaz de irritar hasta a Félix. Aquel era el único momento del día en que lo veían haciendo algo más que meter la nariz en un libro e ignorarlos a ellos y al profesor de turno. En cierta manera era un alivio que se defendiera de las burlas de la rubia de cabellos ondulados y dientuda sonrisa en vez de hacer el trato del silencio. Sospechaban que era por eso que los profesores no hacían más que vislumbrarlo, a diferencia de ellos que ansiaban darle la buena bienvenida —redundante como sonaba—, pero no sabían cómo.
—...y júntense de a dos con el compañero de banco…
Nino Lahiffe
Nino, un chico de tez oscura y anteojos redondos, se sentaba en el primer escritorio a la derecha del pizarrón con la inteligente idea de tardar menos en salir del aula, pese a terminar destacándose ante el profesor y estar solo —si no contaba a Chloe y a Sabrina que se ubicaban en el primer escritorio a la izquierda, es decir, justo cruzando el pasillo que dividía los lugares de la clase.
Le encantaba la música y las películas. E incluso en el colegio casi no podía hacer nada más que disfrutarlas, analizarlas y formar nuevas canciones instrumentales.
•
Nino no había tenido un buen comienzo con el chico nuevo. Un día en la segunda mitad de año lo había vislumbrado con sus dientes apretados al lado de la profesora de química, que lo mantenía en el lugar a su izquierda con una mano en su hombro y una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—Este es su nuevo compañero, Félix. Ya tiene dieciséis, como la mayoría de ustedes.
De cabellos y ropas que pertenecían a los colores blancos y negros de las películas viejas, de boca prácticamente invisible y ojos celestes casi grisáceos, el aludido hizo un gesto de reconocimiento con la cabeza y se deslizó en el asiento de la izquierda de Nino, dejó su libro en el escritorio que compartían y Nino casi creyó ver sus dedos largos extenderse hacia su tapa. No obstante, el rubio giró su cabeza y extendió su mano derecha hacia su persona, que aún no había cesado su escrutinio.
Curioso. Su tensos rasgos lo decían todo, por lo cual el de anteojos dejó de darle vueltas y le estrechó la mano.
—Nino. Aficionado a las películas y a la música.
El chico nuevo solo asintió y volvió la mirada al frente. Pareció como si unas partículas de polvo cayeran sobre los brazos blancos de su camisa. Brillaron, se asentaron ante la rigidez al tiempo que el amarillo opaco las camuflaba y oscurecía sus facciones.
Nino lo miró con el ceño fruncido.
•
Había decidido restarle importancia y ponerse sus audífonos en su presencia. La interacción estrictamente necesaria era una excelente elección.
Mirar adelante también funcionaría, pues no había cabezas que les taparan el pizarrón y destacaría tanto ante los profesores… Quizá aquello ayudaría con sus calificaciones de química.
•
Sin embargo, luego de un par de días, durante el primer recreo del jueves, Nino demoraba en incorporarse de su asiento mientras buscaba una canción que quería escuchar. Y entendía que esto le diera oportunidad a Kim para molestar, realmente.
Creía que él ya se llevaba bien con Ivan; aunque tampoco había que descartar su afinidad con Chloe.
—Hola, Kim.
Nino echó un vistazo a su alrededor antes de resignadamente seguirlo al patio: el chico nuevo se había ido —de seguro a la biblioteca, donde en una ocasión lo había avistado cuando había ido a dejar un libro al que se había aferrado para poder seguir el ritmo de Mendeleiev— y Juleka, Rose, Bridgette, Alix y Max arrastraban los pies detrás del deportista.
—Te sentás con Félix, ¿no? El chico nuevo —dijo Rose, siendo para nada sutil y recontra obvia en intenciones.
—¿Sabés que me siento con Nathaniel? ¡No, nada malo Nathaniel! —aclaró rápidamente en dirección al mencionado, que justo estaba sentado cerca, en el césped, con una libreta y un lápiz en la mano. Se encogió un poco e hizo una mueca ante sus palabras al principio irónicas, pero no replicó o al menos el de gorra roja no lo notó. Él seguía caminando con sus seis compañeros hacia un lugar un poco apartado, y Alix le daba un puñetazo débil en su hombro (lo que significaba que en realidad era normal).
—Es muy… serio.
—Y callado y frío —completó Nino, sin cambiar su postura expectante y paciente.
—Pero tenemos ganas de hablarle —expresó Bridgette, un poco alzando la voz.
—Suerte con eso.
—¿Ni siquiera lo has llegado a conocer un poquito?
—Sé que al menos tiene decencia para dar los buenos días con la cabeza, pero no va más allá. Ni siquiera lo he escuchado hablar.
—Quizá es tímido o está nervioso por ser el nuevo —especuló Rose.
Nino solo los miró. Pensó más en la canción que podría estar disfrutando que en esta especie de cotilleo en la que estaba metido. Juleka, como siempre, casi no decía una palabra. Y suponía que Max, Kim y Alix ya habían opinado en las charlas que habían tenido entre sí en días anteriores.
—Bueno, yo ya me voy yendo… —empezó sin intenciones de terminar. Su tono cantarín, su media vuelta a medio hacer estaba cuando Kim lo agarró por el hombro.
—Queremos que se sienta parte de nuestro grupo.
—Nathaniel se la pasa solo y no los veo hablándole.
—Tenemos buena onda, nos llevamos bien e intercambiamos palabras como los compañeros que somos. Y con Félix todavía ni nos llevamos y ni siquiera lo conocemos.
«Y ahí dicen…»
—Va a ser más fácil que te acerques vos que nosotros.
•
Rose era una persona dulce que contagiaba a Juleka sus ganas de hacer feliz a la gente. Kim podía querer conocer al nuevo chico del grupo, porque así era: él conocía. Alix y Max quizá solo eran los amigos del grupo a los que no les parecía una pérdida de tiempo su idea.
Y, por otra parte, no conocía la razón por la que a Bridgette, una persona naturalmente prejuiciosa que le costaba desestimar las primeras impresiones, le interesaría llevarse bien con Félix… Aunque ella no tenía amistades significativas: solo Mylène —a quien había ayudado a juntarse con Ivan.
Quizás era eso.
Y Nino, encima, era el obligado a llevar a cabo la idea del grupo.
•
Se le dio la oportunidad una hora después del recreo durante una actividad que había que hacer en parejas. Consistía en contestar dos preguntas y resumir por escrito cómo habían llegado a acordar las respuestas.
—Estoy de acuerdo —admitió Félix, y Nino asimiló durante toda la réplica que no iba a ser el único que hablaría, pues por primera vez estaba escuchando la voz del rubio. Era un poco alta y quebrada, pero tenía un tinte grave que armonizaba y juntaba un poco las grietas. Nino presentía que representaba la importancia de sus palabras, fueran pocas o no—, pero creo que no se resume a eso. Porque es propio del humano, no solo de los seres vivos en general. Es más complejo y tiene más reflexiones o razones que…, que "nos agrupamos porque confiábamos en lo que se nos parecía". Se llegó a un extremo en el que desconfiábamos, por lo tanto por nuestra propia cuenta nos perjudicábamos entre todos, porque vemos más de lo que ven los animales: sospechamos, guardamos rencor y queremos más cosas buenas. Y-y no tuvimos más remedio que unirnos y de algún modo garantizar nuestra vida.
—Es convincente —contestó casi por inercia—, aunque deberíamos consultar con el profesor antes de anotar eso.
—Esto lo aprendí de un libro —confesó, ahora casi deteniéndose en cada palabra como si no estuviera seguro si debería soltarlas: un cambio extraño y curioso—. El profesor debería saber cuál… si le preguntás…
Nino arrugó la nariz, pero obedeció la indirecta solicitud. Este les dijo que sí y los felicitó por relacionar la respuesta con un tema que recién trabajarían dentro de un par de clases. El de anteojos se horrorizó —y aún más al percibir una tensión en la mejilla del rubio, como si este quisiera sonreír: lo último que le faltaba hoy para desequilibrarlo.
Así que escribieron las respuestas.
Encima, al final no terminó pareciéndole tan tedioso hacer el trabajo en pareja.
III
Félix
El viernes había sido un día particularmente inusual para Félix. Parecía tenerle algo planeado. Porque pese a su sentido de responsabilidad hoy había resultado ser uno de aquellos días en que nada era pasable: no había sido capaz de encontrar la fuerza para levantarse temprano. E incluso estando con retraso para llegar a clases, Nathalie insistió en que por lo menos terminara el té del desayuno y se llevara unos croissants para comer en el camino.
El chófer de confianza de su madre lo había dejado a salvo en la entrada del Lycée y se había marchado sin ver cómo los pies del rubio hoy advertían que querían rendirse. Caminando, él tropezó y cayó sobre sus manos rodillas y de suerte no rasgó su pantalón negro, aunque sintió líquido bajar por su rodilla izquierda y pegar la prenda a su piel, inmaculada en la superficie. Examinó la palma marrón y raspada de su mano izquierda, la mano con la que escribía.
El dolor lo pinchó, no obstante otro ruido lo distrajo.
Había un palo alargado a su lado derecho. Félix lo agarró y lo usó para ayudarse a incorporarse. No tardó en percatarse del anciano, también sobre el suelo, pero no gracias a sus pies.
El adolescente enseguida lo ayudó a pararse y le tendió lo que debía ser su bastón.
—Muy amable de su parte, joven. Tenga un buen día.
—Igualmente —contestó con rigidez y tensión.
Después de todo, tenía que ir a la enfermería.
•
—Ah, Félix. Por poco llegás tarde —le saludó Nino, desde su propio asiento viendo la venda en su mano—. ¿Estás bien?
—Tuve que ir a la enfermería a que me desinfectaran unas heridas que me hice en la rodilla y en la mano al caerme en la entrada del Lycée —soltó, incómodo. Pues no tenía ganas de leer, la cabeza le dolía, la rodilla le latía y sentía que tenía que comunicar a alguien lo que le había ocurrido. Claramente, ni Nathalie ni su madre estarían como opción hasta que volviera a su casa y este Nino era su compañero de escritorio, bien podría armar una conversación para distraerse.
—Al menos recién tendremos gimnasia el martes —respondió Nino, encogiéndose de hombros y un poco pensativo sobre sus palabras.
—Sí… —Decididamente posó sus ojos sobre el pizarrón blanco, anticipándose más que nunca—: ¿Cómo estás?
•
Hoy había un acuerdo inconsciente.
—Muy buenos días a todos.
La docena de alumnos fijaba su vista a la figura al lado de la profesora Bustier quien, esbozando una sonrisa cálida, posaba su mirada en cada uno ellos —siendo esta pensativa hacia el rubio y tranquilizadora hacia la figura.
Madame Bustier
—Hoy… —Casi esperaba un alboroto, una interrupción, pero la inusual quietud recibió la palabra sin nada más que expectación y curiosidad—. Hoy se nos une una nueva compañera… y parece que también tenemos otra cara nueva —observó, y contempló, los rasgos bastante trazados y definidos del adolescente aludido debido a la pose que este tenía: la nariz apuntaba ligeramente por encima de su altura, las arrugas formaban su ceño fruncido y por labios tenía una línea casi marcada con regla, se atrevería a decirle—. Comenzaste el lunes con Mendeleiv, ¿correcto? Cambiá esa cara un poco, que nadie acá muerde.
Un par se rieron… Chloe miró inspirada al nuevo.
Bustier mantuvo su cálido semblante.
«Mm…»
—¿Cómo te llamas?
—Félix Graham de Vanily.
—Bueno…, un placer. Espero que te sientas cómodo. —Su sonrisa ya no era la misma bajo sus ojos levemente ensombrecidos. Se había comentado sobre Félix. No esperaba tenerlo en su clase. Aunque solo le quedaba tratar con él, ¿o no?
Caline dirigió la atención hacia la otra persona de cabello rubio que se uniría a esta clase. ¿Era ella o había muchos rubios este año?
—Ahora, Allegra, ¿te gustaría decir algo sobre vos?
Casi cerró los ojos ante su voz melodiosa. No obstante, se obligó a mantener la compostura y centrarse en conocer a su nueva alumna.
—Bueno, soy Allegra Melis, tengo quince años y soy de Italia. Viví un tiempo con mi familia en Francia hace tres años, porque mi mamá es francesa. Estaba muy contenta de conocer Parigi .
Se le notaba su acento por la tonada en su voz y la pronunciación que tenía sobre algunas letras, pero este no estaba tan marcado como se esperaría, aparte de la doble ele, la cu, la ce y la doble vocal. La profesora identificaba deslices hacia el acento francés. Nada mal.
Ella la invitó a sentarse con Bridgette.
Juleka Couffaine
Una estudiante de largos y oscuros cabellos miró preocupada a otra una cabeza más baja, de pelo corto y rubio y vestimenta rosada como su personalidad. Su flequillo de puntas violetas cubría su ojo izquierdo, pero este peinado no daba una apariencia de intimidación. Quien bien conociera un poco a Juleka sabría que solo era callada y retraída. Alguien que la conociera más, como Rose, sabría que con ella no vacilaba en decirle las cosas… mas cuando se trataba de su bienestar.
—Rose, está claro que Iván solo tuvo un mal día. Podríamos… —La de cabellos negros se encogió ante la mirada de curiosidad que le dirigió de forma repentina la de cabellos rubios, porque hoy ella estaba con la atención en ese desafortunado problema y no esperaba otra cosa de su parte por un rato.
De seguro, Rose no debía imaginar que ella y Juleka se enfrentarían a su corpulento compañero sin que la chica más alta estuviera dos prudentes pasos más alejada y con la atención en la seguridad de su amiga más que en la charla.
—Podrías hablar con él mañana una vez que se haya calmado. —Desvió la mirada hacia el suelo, nerviosa.
No obstante, la sombra de su mejor amiga se hizo más prominente y Juleka recibió con una tímida sonrisa los brazos que rodearon hasta los suyos tan firmemente que la dejaron un poco más segura y receptiva.
—No deberíamos tenerle miedo solo porque Mylène se asustó de su voz —habló en voz baja—. Debió tener un mal día.
—¿No viste a Kim, hoy?
Pensó en la manera invasiva con la que el chico atlético había abordado la actitud sospechosamente susceptible de Iván.
—Sabemos que él solo estaba curioso por lo que Iván ocultaba.
Juleka no dudaba de que Chloe había tenido algo que ver con eso. Después de todo, en ocasiones ella podía ser cruel y hacer comentarios que no tenían lugar; pero en otras… ¿recurría a su tonto enamorado para no sobrepasarse? ¿para no arriesgarse? Ahí ella dejaba de intentar entender a la rubia altiva.
—Voy a hablar con Mylène, Juleka. Ella podrá acercarse a Iván.
Juleka siguió a Rose.
Bridgette
En uno de los bancos del patio del colegio Françoise Dupont, Mylène lloraba abrazada a una Bridgette un poco incómoda. A la chica más alta, de cabellos azabaches atados en dos coletas, no se le daba muy bien servir de consuelo; sin embargo, lo hacía como mejor podía. Había encontrado los auriculares de la chica de rastas y se los había colocado con cuidado, preguntando en voz baja si le permitía buscar en su celular canciones que sabía que le gustaban. Agradeció la presencia de Allegra, una persona mucho más simpática y mejor con las palabras que ella.
También sentada en el mismo banco, pero más alejada, la de trenza rubia había inclinado un poco su cuerpo en dirección a Mylène, no lo suficiente para intimidarla.
—Yo creo que este chico… —comenzó Allegra.
—Iván —corrigió sin malas intenciones la azabache.
—Creo que Iván quería decirte algo importante —dijo en un tono suave—. No parecía amenazador ni agresivo.
Bueno, quizás Allegra no sabía todo; aunque ciertamente eso era suficiente para que Mylène reaccionara. Ella querría dejar la situación en claro para ser comprendida por la chica nueva.
—¡Ese es el punto! —ahogó sus palabras sobre el pecho de Bridgette para luego apartar la cara de ahí y mirar a su compañera de clases— Me sobresalto por todo, Alis… eh, Allegra. Solo sé huir y ahora él se debe sentir mal.
—Eso no es cierto, Mylène… —negó Bridgette, ahora colocando sus manos sobre los hombros de su amiga, pero sin moverla ni hacer nada más.
En este momento, no era importante que la viera.
—¿No te acordás cuando vos solita te declaraste a Iván?
Mylène agachó la cabeza.
—Pero vos me ayudaste a encontrar mi valentía, Brid —susurró.
Bridgette rio levemente, apenada.
—Y terminaste declarándote por tu cuenta.
Allegra les dedicó una mirada dubitativa, empero un poco aliviada cuando Mylène terminó riendo un poco también.
Justo llegaron Juleka y Rose, la última a un paso más rápido y con un rostro dolido y preocupado.
—Mylène —no tardó en decir—, creo que deberías ir a hablar con Iván. Hace un ratito él quería darte algo lindo y…
Bridgette y Allegra esperaron con cautela la reacción de la mencionada, sorprendiéndose al ver que se limpiaba las lágrimas y desconectaba sus auriculares del celular de la azabache, a la cual se lo devolvió antes de desprenderse de sus brazos e incorporarse.
—Tengo que hablar con él.
IV
Alya Césaire
«—Soy Alya, soy una persona lógica a la que le gusta ir al grano, así que voy a ser investigadora o reportera… a-aún no me decido.»
Antes de entrar a su salón de clases, Alya se asomó con discreción por una de sus ventanas para echar un vistazo a sus compañeros. Sus apariencias y atuendos generales ciertamente habían tenido un cambio respecto del trimestre anterior, pues pasar de los catorce a los quince años era algo grande todavía.
Sin reconocer a nadie nuevo, se ajustó por quinta ocasión sus lentes redondos y se adentró con la mirada enfocada en su asiento de siempre de los dos grupos de dos que se ubicaban al frente, y se sentó en la fila derecha, del lado del pasillo.
—¡Alya! —Escuchó mientras sacaba sus útiles escolares— Qué gusto volver a verte.
Con vacilación, la mencionada redirigió su atención a una chica de cabello negro corto y vestimenta negra y marrón que le sonreía como si no hubiera visto algo más hermoso que esto, cosa que confirmó todo lo que Alya había esperado.
—Hola, Perle —respondió entre dientes—. No puedo decir lo mismo.
—Ja, ja, ja —rió con letras—. Qué graciosa. Seguís siendo la misma de siempre.
—Sí, andá a contárselo a todos, ¿dale? Veo que tampoco cambiaron en estos dos años.
—Sos vos quien no entiende las reglas sociales. Te veo más tarde, señorita reportera —Y se retiró. Su grupo de amigos la esperaba.
Alya agachó la cabeza en dirección a su escritorio. Sería lo más fácil hasta que sonara el timbre.
Sacó su celular para informarse sobre el rumor más difundido hasta el momento y más que confirmado con videos enviados a los noticieros de la ciudad y sus propias grabaciones. Ninguna grabación mostraba nada más que figuras corriendo sobre tejados y otra monstruosa que (esto sí lo habían tomado de cerca) volvía de piedra a los ciudadanos… como unas réplicas de sí mismo.
Félix
Cuando había visto al gigante de roca, Chat no esperaba que de él solo quedase un adolescente común. Se atrevería a suponer que de su propia clase. Este se derrumbó en el suelo, desorientado por unos notables segundos; pero siguió sus instintos echando a correr cuando se vio ubicado en un lugar drásticamente distinto de aquel en el que antes se había hallado.
Las rocas habían caído cuando había desgarrado el papel y atrapado a la parisina desmayada. Ambos héroes vieron cómo estas temblaban sin desaparecer del todo, cómo volaba alrededor una mariposa negra e inocente a primera vista.
—¿Son estos los superhéroes que se atreven a desafiarme?
La voz los sobresaltó. Él y su compañera buscaron su procedencia. Imaginar que se trataba de la mariposa tenía más sentido. Pues no se iba volando lejos como para no saberlo nunca.
Se acercaba con cada aleteo.
—¡Mirense, si no dejan de temblar como los niñatos que son!
Burlona, grave, adulta, masculina. ¿Era posible el uso de magia para controlar eso al propio antojo?
Su compañera se atrevió a acercarse al bicho con el extraño yoyó moteado que tenía por arma mientras Félix reforzaba su agarre sobre la parisina en sus brazos.
—Los compadezco, niños, pero no saben utilizar un Miraculous. Déjenle la responsabilidad a un adulto.
—¿Y permitir que vuelvas a hacer lo que le hiciste a estos otros niños que salvamos? —contestó ella. Chat no sabría describir en estos instantes el tono de su voz, hallando surrealista todo lo sucedido en estos largos minutos.
—Ay, ay —se burló una vez más—. Tan crédulos… No será lo último que oirán de mí.
Antes de que la niña pudiera hacer algún movimiento con su arma, la mariposa se alejó a una gran velocidad y desapareció de la vista.
IV
Bridgette
Al día siguiente, al final de las clases, Mylène ya había sido el centro de atención lo suficiente. Se veía notablemente agotada cuando le había contado en privado de su sincera charla con su novio. Ella le había pedido disculpas a Iván, asegurándole que trabajaría en esta especie de miedo que la seguía con persistencia.
—Iván no tiene nada de qué culparse —afirmaba no por primera vez—. Aunque admito que no sé qué pensar del monstruo de ayer.
—Es seguro decir que parecía otra persona. Como el caso del Dr Jekyll y Hyde, ¿te acordás?
A Allegra no se la veía por ningún lado; ya ella se había despedido y la verían mañana.
—No sé… Las noticias no mostraron mucho. Los dos héroes me dejaron con las autoridades y dijeron que "habían derrotado al villano". Iván no es ningún villano.
—Quizás se referían al monstruo —dijo, con un tono enfático—, no a él. Nadie llama villano a un adolescente.
Mylène pareció relajarse un poco; sin embargo, había algo en el aire que no estaba antes. Qué le dijeran loca, pero Bridgette no vio que su amiga hubiera reaccionado. Y sus sospechas se confirmaron cuando una chica de camisa rojiza pasó corriendo y rodeó el colegio, no sin antes exclamar algo sobre "otro monstruo" y buscar a "los héroes".
—Será mejor que te escondas, Mylène. Yo iré a detener a esta chica.
Ella asintió y volvió a entrar al edificio, Bridgette creía que buscando un aula o baño donde esconderse. No la envidiaba mientras la urgencia de la situación le llegaba en forma de repetidos golpecitos contra su cintura, desde el interior de un bolsillo, donde Tikki estaba oculta.
Félix
En otro lado, Félix ya se había transformado debido a que había estado más cerca de Iván cuando Kim lo estaba molestando por lo sucedido el día anterior. El muchacho no parecía demasiado molesto, pero algo así debió sentirse porque una mariposa se acercó al mismo papel que ayer llevaba en sus manos de piedra y hoy volvía a llevar, quizá en un simple estado pensativo cuando el de vestimenta roja lo había confrontado en su asiento. El rubio enseguida había salido del aula en la que se había entretenido hablando con Nino y no había encontrado mejor lugar para transformarse que un baño… No se había atrevido a averiguar de qué sexo.
Encontró a Iván fuera del colegio, casi por las escaleras de la entrada. Vio a una chica con el teléfono en mano y los lentes torcidos a la que no le prestó atención. Quería terminar con este villano.
Sabía bien qué buscar, y lo estaba rompiendo cuando llegó su compañera. Ella le asintió con determinación y Chat Noir soltó el papel roto al tiempo que el yoyó de ella atrapaba a la mariposa que del objeto había salido.
No obstante, oh, por… el bicho violeta se había dividido.
•
Y luego había una, tres, diez mariposas... La multiplicación era una opción que no le agradaba nada. No podía ser peor todo lo relacionado con el monstruo de piedra.
Su compañera instó al ex villano a correr, atrapando y tendiéndole rápidamente el papel para espantarlo. Y se fijó en la chica.
—¡Vete de aquí, no es seguro!
—París debe ver esto —Chat creyó oírla murmurar. Ni él ni la chica de rojo podían alejarse de los bichos que se multiplicaban y formaban una nube cada vez más grande.
Se acordó de su bastón y lo agarró: corrió hacia la nube casi gris y no entendió cómo fue que supo dividir el arma en dos.
Y empezó. Un, dos, tres, cuatro. Y solo había daño, mas no menos bichos que antes. La idea de que se dispersaran y llegasen a la chica, a cualquiera, lo instaba a continuar en un frenesí y con una energía que sentía desde lo más profundo de los huesos. Pero los bichos se defendían, y llegó un punto en que su arma dividida cayó de sus garras y rodó lejos.
Ahora solo tenía sus garras.
Bridgette
Ladybug se colocó en una posición defensiva, girando el yoyó en diagonal, como separando a la chica y a ella de aquellos insectos a los que su compañero no llegaba a combatir y que plausiblemente podrían abalanzarse hacia ambas.
—Váyanse —masculló ella—. ¡Déjennos!
Movió la cuerda del yoyó en un amague hacia la nube cada pocos segundos un poco más grande.
No retrocedió. Varias de las mariposas se distribuyeron hacia arriba formando una forma extraña hasta que ambas reconocieron una cara. Inclusive, los insectos volaban representando las emociones y acciones de esta.
¿Qué más le había dicho la… Tikki? Cuando las mariposas infectaban debían romper el objeto infectado; cuando estaban libres y contaminadas había que purificadas, ahora lo sabía.
Eran muchas, pero Bridgette debía hacerlo. No creía que una por una fuera lo más sabio, así que atraparlas todas sería lo ideal, siempre que lo hiciera antes de que la última se dividiera en dos y generara problemas nuevamente.
Rápido, Bridgette.
Alya
—Entreguen sus miraculous y esto puede terminar. No querrán poner en peligro la vida de todo París como la última vez.
Apenas la escuchó, la voz pareció provenir de la nube de insectos que la tenía a ella y la nueva heroína arrinconadas, pero era como si se trataran de múltiples voces, todas masculinas, que concentradas en este sector se alejaban de ambas chicas —dirigiéndose al héroe de negro— y se cernían. Se oponían mutuamente, generando un vago e ignorable desconcierto justamente porque Alya sabía que provenían de cientos de mariposas y dos nubes de ellas.
—Eso no fue nuestra culpa, eso… —dijo vacilante la chica de traje rojo, de la esperaba tener pronto un nombre que ponerle, al igual que al de apariencia felina—. Sí, nos equivocamos, pero mi superpoder me permite arreglar todo. Y ciertamente puedo devolver a los parisinos afectados a la normalidad.
Fue lo primero que oirían los parisinos de la boca de sus nuevos héroes por parte de la que al final de ese día se llamaría a sí misma Ladybug, acompañada de aquel otro que poco habían podido ver debido al ángulo de la cámara del celular de aquella civil que, sentía, acababa de empezar una aventura lejos de ser fantasiosa.
Piano: Amélie Theme (Comptine D'un Autre Été, L'Aprés-Midi) - Brooklyn Duo.
Referencia a: Leviatán, de Thomas Hobbes.
Allegra=Alegre. Mellis=Miel.
Este es el primer capítulo de un fanfic largo, originalmente estaba dividido en tres porque pensaba que sería un fanfic corto en lo referente a palabras. Pero ahora, meses después, me di cuenta de que estas partes quedaban mejor como un solo capítulo.
Creo que los capítulos serás más extensos y mejor planeados a pesar de que había dicho que esto era un borrador corregible. Lo sigue siendo. Pero no quiero andar teniendo que juntar capítulos dándome cuenta después de publicarlos que deberían contarse de manera distinta. Prefiero dejar para corregir los errores de coherencia y ortografía.
