✿ "The Shining". Stanley Kubrick (1980)

✿ "Naruto". Masashi Kishimoto (1999-2013)

✿ "Kotetsu, Izumo y Aoba". Fanart de Higurashi Workshop Studios (2021)

✿ Adaptación: "El resplandor". Kusubana Yoru (2014). Ultima edición, 2021

✿ Género: Suspenso, Terror.

✿ Reparto: Kotetsu Hagane, Izumo Kamizuki, Aoba Yamashiro.

✿ Sinopsis:

Izumo y Kotetsu se trasladan con Aoba a la impresionante casa del Daimyō en la frontera del País del Fuego con el País de la Lluvia, para encargarse del mantenimiento de las instalaciones durante la temporada invernal, al tiempo en que realizan la que posiblemente sea la misión más importante de sus carreras. Sin embargo, poco después de su llegada, al mismo tiempo que Kotetsu empieza a padecer inquietantes trastornos de personalidad, suceden extraños y espeluznantes fenómenos paranormales.

✿ Para ilustraciones varias, novedades de este y otros fics, comentarios extendidos y más, pueden visitar "El moleskine de Kusubana".


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El resplandor

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El invierno en Konoha era llevadero, raras veces nevaba, por lo general las temperaturas no llegaban a congelar el agua en las tuberías y nunca se contaba con pérdidas humanas por hipotermia, aunque se tratara de los guardias de la puerta, que tenían que llegar a su sitio con un mínimo de dos horas antes que sol se asomase, y marcharse de su puesto mucho después de que el astro rey se pusiera al otro lado de las montañas.

Pero Konoha no era el mundo entero, ni siquiera era todo el país del Fuego, por tanto, había que asumirse de manera correcta, que el invierno no azolaba igual en todos lados. Especialmente en algún punto perdido de la frontera del País del Fuego con el País de la Lluvia, ahí entre terreno fangoso, por tanta agua se propiciaba con mayor facilidad las heladas y crudos inviernos.

De hecho, según reportes climatológicos, el año pasado habían alcanzado en una sola noche los setenta y cinco centímetros de espesor en la nieve.

A Kotetsu le recorrió la espalda un escalofrío solo de imaginar su taza de café recién servida completamente congelada.

"¡Qué mujer tan cruel!" se decía mentalmente mientras seguía escuchando los detalles de la misión que tendrían que llevar a cabo en páramos tan inclementes como lo era Ame en esas fechas. No llevaría sandalias, eso era un hecho innegable, y no importaba que sus compañeros se burlaran de él: llevaría pijamas de franela, calcetines de lana y gorro tejido, su enmarañado cabello seguramente no sería suficiente para servirle de protección en la cabeza.

—… Como notarán es una misión de vital importancia para movimientos posteriores con respecto al poderío militar de Konoha, la revuelta civil en Ame parece no resolverse pronto y necesitamos confirmar que el bando vencedor no sea enemigo ideológico de la aldea oculta de la hoja… — seguía hablando Shizune en representación de Tsunade que solo los miraba alternadamente a él y a su inseparable compañero que, independientemente de lo que pasara por las cabezas de cada uno, en ese momento con las manos a la espalda en posición marcial, permanecían firmes.

De momento Shizune endureció su usualmente apacible semblante.

—Escuchen bien, es posible que pese a seguir en territorio del País del Fuego, tengan problemas con ninjas de Ame, Kusa e incluso de Iwa, realmente nada como un ataque propiamente, sería una absurda declaración de guerra, pero… el equipo que mandamos anteriormente… no sabemos exactamente lo que pasó, una mala jugada enemiga o simplemente equivoqué la elección de personal.

A la mujer se le complicaba bastante seguir, ladeo la vista con la palabra "culpa" reflejada en la expresión facial.

—El jōnin líder asesinó a sus compañeros y luego cometió suicidio —completó Tsunade al ver que Shizune seguiría dándole rodeos al asunto. Los dos chūnin en la oficina levantaron las cejas, incrédulos, incluso tensando un poco los músculos de la espalda.

Tsunade se enderezó, recargándose en el respaldo de su silla. Fue ella la que prosiguió.

—Cuando no recibimos noticias de ellos en dos meses, dejamos de adjudicarle causas al mal clima y mandamos a un segundo equipo a revisar, envié un médico de confianza por si acaso fueran víctimas de fiebres o hipotermias, pero encontraron a los dos chūnin muertos por armas de su líder, y a este con todo el procedimiento harakiri. No descartamos la posibilidad de la influencia de algún jutsu enemigo.

—Tsunade-sama —interrumpió Izumo haciendo de lado el sentido común que comprendía que interrumpir a la rubia no era en absoluto buena idea, pero ya lo había hecho así que no le quedaba más que seguir —Entonces, ¿no sería mejor enviar un grupo con nivel más… alto?

La rubia negó entrecerrando los ojos.

—Necesito gente capaz con perfil bajo, que pueda aparentar estar de misión casual. Además, podrían pasar ahí un año incluso más, solo observando y esperando a que todo termine.

Shizune había vuelto a alzar la vista y continuó explicando ante la señal de su maestra.

—No descartamos la posibilidad del jutsu enemigo, pero, a decir verdad, es más seguro que haya cometido un error al mandarlos a ellos, sus niveles eran altos por separado, pero nunca habían trabajado juntos. Más aún el jōnin, con él no habría sido el primer percance de conducta violenta que tenía y bien pudo ser lo que coloquialmente se llama "fiebre de encierro". ¿Conocen la expresión?

Los dos ninjas asintieron y quien habló fue Izumo nuevamente.

—Es como una reacción claustrofóbica ¿no? Básicamente la rutina te vuelve loco.

La joven asintió.

—Ese es el dictamen oficial de sus muertes, porque no se encontró nada que indicara infiltración enemiga ni anomalía alguna en los reportes médicos post mortem, incluso un genjutsu habría dejado señales en el cerebro.

—Entonces —intervino Izumo —, nos mandan a nosotros ¿porqué…?

—Su relación es estable, tienen experiencia en el área de manejo de información y su carácter no se altera en encierros prolongados. Ustedes estuvieron a cargo de la clasificación de expedientes de la bodega provisional después de la invasión de los ninjas del sonido y les tomó casi ocho meses el completarla.

Kotetsu rodó los ojos recordando las horas enteras que pasaron en medio de papeles mal acomodados tratando de descifrar los garabatos inentendibles de los reportes para llevarlos a su nueva ubicación una vez ordenados, engrapados, con fólder rotulado y dentro de cajas de archivo debidamente identificadas. Suspiró, cansado solo de verse en la misma situación. Acababa de decidir que a su maleta iría también un mazo de cartas y un tablero de shōgi para que finalmente pudiera enseñarle a su compañero cómo se jugaba, al fin y al cabo, esta vez no tendría hacia dónde huir. Pensándolo bien, todos los juegos de mesa de su departamento estaban ya dentro de su maleta imaginaria.

—Bien —continuó Tsunade, luego de que su asistente leyera innecesariamente el currículo de los dos y que ninguno de los tres estaba escuchando con absoluta atención, al fin y al cabo, Tsunade lo sabía porque ella los había asignado a más de la mitad y los otros simplemente porque lo habían hecho.

—Mantenernos al tanto de lo ocurrido en Ame será su verdadera misión, pero claro que, si alguien pregunta, por lógicas razones no dirán eso. Su fachada será esta —dijo tentando con la mano un largo cilindro de piel negra. Los dos se acercaron para abrirlo, dentro estaban los planos arquitectónicos, de instalaciones, estructuras y cimentaciones, de una casona con por lo menos unas cien habitaciones, más anexos como cocinas, salas, jardines y cuartos de juegos.

Eso era más considerado por parte de su líder, los juegos de mesa y la tienda de campaña con sus siete refuerzos térmicos salían de su maleta mental, entraba entonces solo otra capa de lana para moverse afuera.

Francamente, por solo unos momentos, creyó que los tendría acampando a la intemperie.

—Esta casa es propiedad del Daimyō del País del Fuego, en realidad no la ocupa más que un par de meses al año, y eso por el festival Tanabata de Amanogawa. El clima en esa frontera no es benevolente del todo, ustedes irán con el pretexto de cuidarla hasta que él y sus escoltas la habiten en julio.

—Asumo que si para julio no se ha resuelto lo de Ame nos retiramos, pero solo tomamos puesto en otro sitio

—Sí, dejarán la casa y recibirán nuevas indicaciones.

La rubia enrolló los pliegos de papel metiéndolos en su porta-planos nuevamente para después entregarlo a los otros dos.

—El que sea una misión de fachada no implica que no harán nada, nos dieron los planos para que le den el mantenimiento pertinente: mantener encendidas las calderas, quitar nieve de los tejados, vigilar que no entren alimañas en busca de refugio, lo usual en una misión de resguardo de propiedad.

Los otros presentes, incluida Shizune sintieron una gota de sudor resbalar por su sien, una tos de incomodidad se escuchó casi al tiempo en que Kotetsu se rascaba la cabeza.

—El Daimyō no sabe que se usará su casa como base de espionaje, ¿verdad? —preguntó Izumo ya suponiendo que de nuevo harían dos misiones al precio de una.

—Los políticos sirven para cobrar impuestos, no para otra cosa. Esa información no le es necesaria.

—¿Solo iremos nosotros dos?

Negó con la cabeza.

—Su líder regresará mañana, se reunirán con él en la puerta principal a las nueve de la mañana, tiene en su conocimiento algunos detalles más. No hablaran de la misión principal en el camino ¿Queda claro? Pueden retirarse —finalizó, sonriendo de medio lado con la espeluznante finura que solo ella podía dar.

Sin posibilidades reales de ganar algo benéfico discutiendo con la legendaria sannin, solo asintieron, tomaron los planos, los respectivos formatos de reporte para la misión de fachada y el pergamino de invocación para la mensajería.

—Tsunade-sama —habló Izumo antes de salir—. Sobreentendiendo que sería solo en caso de verdadera urgencia. ¿Estas águilas pasarían una tormenta de nieve?

Los ojos miel de la mujer le desafiaron unos momentos dejando muy explícito que no se trataba de mensajeros comunes. No hubo más palabras y los dos ninjas dejaron en la oficina a las mujeres.

—Sigo creyendo que no es buena idea mandarlos a ellos —comentó Shizune, preocupada.

—¿A quién sugieres? No mandaré a ningún genin, esta misión requiere de experiencia en terrenos políticos. Y no enviaré a ningún bruto que piense resolver a patadas el problema.

—El equipo diez no será muy buenos en combate, pero son especialistas tácticos y de infiltración.

—¿Sugieres mantener a Ino aislada por meses?

Shizune guardó silencio solo unos instantes.

—Y no contempla a ningún Hyūga por lo poco desapercibido que pasa el bȳakugan, ¿cierto? — preguntó empezando a comprender el razonamiento de su maestra al decidir enviar a dos chūnin liderados por un tokubetsu jōnin de dudoso sentido común.

—¡Hay que cambiar al menos al líder! Shikamaru tendría excelente desempeño, es afín a la materia y además no requiere de gran esfuerzo, aceptaría la misión son dudarlo —suplicó notoriamente alterada.

Tsunade giró la vista hacia la ventana por donde se veía al sol empezar a desaparecer.

—Los nueve novatos no son los únicos ninjas de la aldea, son jóvenes promesas que aún tienen mucho que aprender. Quizás estos ninjas que escogí no tengan técnicas impresionantes de clan, pero tienen experiencia, son leales, organizados y los más importante, también son ninjas de Konoha, no pasarán a la historia de la misma forma que Kakashi o Naruto, menos aún como alguno de los maestros Hokage, pero son las bases sobre las que se forjará la leyenda de esta villa. Ya verás que están de vuelta con la información que necesitamos.

Pero a Shizune seguía sin gustarle del todo, aunque la quinta tenía un buen punto, ¿quién más indicado para servir de espía con una fachada tan casual?

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La tarde terminó de caer, las luces de la villa se encendieron y las actividades lentamente cesaron. Konoha era apacible durante las noches, eso por no decir apática. Sin importar el día de la semana o del año, las festividades se llevaban a cabo con recato, corte tradicional que no ameritaba música a decibeles que causaran daños permanentes a los oídos y terminaban antes de las dos de la mañana. Si se prolongaban, particularmente con Tsunade y Jiraiya en compañía de algunos allegados que insistían en vaciar el alcohol incluso de las farmacias cuando fuera necesario, igualmente no pasaban a percances mayores.

Así que, por ese lado, no había mucho problema para deslindarse de la "sociedad".

Además, había que considerar que ellos dos llevaban siendo guardias en la puerta casi un año, mismo tiempo en que dejaron de ir a cualquier tipo de evento que los hiciera convivir con alguien además de ellos mismos y su sombra, a veces pensaban que bien podían ser contabilizados como mobiliario urbano más que como elementos ninja, por lo que ser llamados a una misión de espionaje tan crucial, podía hacerles recordar que no eran parte del inventario. Aun así, Kotetsu maldecía.

—Casi tres años sin misiones y nos manda justo a una en el fin del mundo —se quejaba a la vez que metía capas de viaje en una maleta verde musgo con olor a humedad.

Sacaba cosas del pequeño armario que vaciaba sobre la cama, lo mismo con los cajones que encontraba, escogiendo qué llevar y qué no, maldiciendo su suerte y de paso pensando a quién le encargaría su departamento. En uno de esos cajones se encontró con un pergamino arrinconado en medio de varios juegos de armas. El hallazgo no le causó sorpresa en absoluto, ni curiosidad de ningún tipo, sabía lo que era y porqué estaba ahí. Al final, solo dejó la orden de reubicación de labores que lo había condenado a la puerta a un lado del montón de cosas que no empacaría y sacó las reservas de armamento que habían estado rezagadas desde hacía largo rato.

Quizás recordaba demasiado bien ese día en que lo asignaron como guardia, lo recordaba más de los sanamente recomendable.

Kotetsu Hagane no destacaba mucho por encima de otros ninjas de la aldea; no tenía sharingan ni byakugan, no podía leer mentes ni controlar sombras, era un total y rotundo fracaso como médico. Tampoco era un enclenque incapaz de cuando menos hacer correctamente los sellos a una velocidad decente. Era bueno, no excelente, pero bueno. Por esa misma razón su confinamiento a la puerta le había herido el orgullo, considerando incluso que ser mensajero no era ni de broma su máxima aspiración en la vida, pero ¿vigilar la puerta? Ahí ya era otro asunto.

Terminar en la guardia de la puerta, en sí, había sido el desenlace de una serie de eventos desafortunados que podrían contarse desde que apenas era una clasificación especial de ninja, en términos del Hokage: "Unidad especial de reservas emergentes shinobi", coloquialmente y entre bromas de veteranos solo eran llamados "Graduados de guerra".

El segundo término dejaba más explícita su situación, en palabras simples y llanas un "Graduado de guerra" era aquel estudiante con buenas notas, que más que graduado, era sacado de la academia antes de que el curso terminara para ser usado como refuerzo militar durante, precisamente, la guerra. Sus labores no se parecían mucho a la de los genin en tiempos de paz, ellos venían haciendo misiones que corresponderían a un chūnin e incluso a un jōnin recién nombrado, pero que, a falta de elementos, llamaban a quienes formaban la inmensa mayoría del cuerpo militar pese a que se situaban en el escalón más bajo.

Como buen "graduado de guerra", se le sacó de la academia y se le asignó un equipo junto con un tutor chūnin, en ausencia de jōnin en disponibilidad de entrenar novatos, un par de misiones simples por mero protocolo y de ahí el gran salto a participantes activos de la guerra. Hasta la asignación de "esa" misión, tan solo llevaban cumplidas diez, y de los tres novatos que formaban el equipo, solo dos fueron de regreso a Konoha.

El tercer maestro Hokage, dados los resultados nada agradables, determinó que un par de niños -porque eso eran en aquellos años-, que habían matado a su compañera de equipo en un fatídico accidente, no eran aptos para avanzar el rango de sus misiones "por el momento".

Definitivamente Sandaime Hokage brillaba por lo blando de sus métodos. Ninjas morían todos los días, muchos perdían a sus compañeros y seguían adelante, Kakashi al mayor ejemplo.

"Pero su situación es diferente", le había argumentado el anciano ninja luego de una queja directa por falta de misiones.

Sin embargo, el "por el momento" se convirtió en años completos.

Habían permanecido desde entonces haciendo misiones internas mayoritariamente de mensajería, reconstrucción, apoyo, manejo de datos y por supuesto, orden de expedientes, que podría decirse era su especialidad. Si se alejaban más de veinte kilómetros de la muralla hacia el denso bosque ya podían decir que "salieron". Su mundo se componía de hojas de papel tamaño carta, pergaminos, olor a tinta con naftalina, grapas oxidadas y sin duda, lo más interesante que llegaba a ocurrirles: buscar a Kakashi, la única misión difícil que resolvían.

Tanto Izumo como él lo recordaban, les pesaba cargar con eso, aunque no vivieran encerrados en una celda oscura auto flagelándose. Consideraban entonces que, de igual forma, si no los ascendían a jōnin cuando menos era justo que se les tomara en cuenta para situaciones más importantes o se les dejara tiempo para entrenamiento, que necesitaban con urgencia, prueba de ello fue su fatídica actuación contra los Akatsuki, Hidan y Kakuzu, en la que perdieron a Asuma.

Y luego: la gran puerta de Konoha.

Terminaron apostados en la puerta solo porque hubo un imbécil que metió el tema del origen de sus males en sus tiempos de novatos, manchados con la sangre de su compañera en las manos, en mal momento, de mal modo. Mismo imbécil que acabó con el maxilar y un brazo roto. Ya en esas fechas Tsunade era Hokage y consideró inapropiada la conducta.

Kotetsu bufó cerrando la mochila, Sakura dejaba peor a Naruto. Quizás no tanto, pero si le daban sus arranques de furia violenta. ¿Él no podía tener uno?

Justo ese día, cuando de por sí era complicado verse a sí mismos en el pedestal jōnin, comprendió que en la puerta cualquier posibilidad, por bizarra que fuera, simplemente había desaparecido. E Izumo lo sabía, pero ocultando la mirada en el fleco, tomó su sitio sin reprochar absolutamente nada.

Había escuchado entre rumores, del tipo que casi siempre son ciertos, que antes de la invasión del sonido, y por ende antes de la muerte del tercer maestro Hokage, que el anciano shinobi planeaba ascender a Izumo asignándole un equipo Genin. Pero no a él, Kotetsu tendría nuevo compañero y seguiría de mensajero.

¿Por qué? Izumo tenía más temple, de no ser por él, el imbécil con el brazo y maxilar roto habría terminado muerto.

¿Por qué al final se quedó?

Los mismos rumores inquirieron que él se aferró a la idea de que mientras no fuera ascendido al mismo tiempo que su compañero, no tomaría el nombramiento.

Izumo era un imbécil, ya sería jōnin si no se tomara tan a pecho su "obligación" de amigo, porque ni de broma Tsunade les subiría el rango, ya lo había sentenciado: "realmente quisiera mantenerlos cerca, son gente de confianza".

Suspiró.

Había dos partes buenas en todo eso.

La primera, que al menos sí era una misión importante para meter en su currículo.

La segunda, que el sueldo realmente lo valía, tanto así que, de regresar vivo, vendiendo el piso que tenía ahora más lo que le correspondía de la paga y sus ahorros, se conseguiría una casa decente, y con un poco de suerte, se le declararía a una chica y lograría descendencia antes de morirse de insolación en la bendita puerta.

El cierre de la maleta se escuchó en la habitación, seguido de dos broches de seguridad. Ya tenía todo listo.

Antes de empacar se había bañado y cambiado, incluso había puesto la lavadora para no dejar nada sucio y se encargó de que nada comestible se quedara a criar moscas en su larga ausencia. Cerró el tanque de gas que le proveía combustible a su estufa y agua caliente a las cinco de la mañana. Todas las ventanas con seguros y sellos activados.

—Shiho —murmuró antes de salir a cenar —. Shiho cuidará el departamento —agregó, convencido de ir a visitar a su vecina de enfrente con un juego de llaves.

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La noche, la última que pasaría en Konoha, transcurrió sin novedad alguna. Quedó de verse con Izumo en un restaurante ajustado a su presupuesto, pero un poco más decoroso que algún puesto callejero o a la salida de bares de mala muerte. Sus órdenes servidas con ración doble de carne a petición de los interesados, humeaban tentadoramente frente a ellos. Algunos compañeros de trabajo ingresaban también al lugar, la mayoría regresando o yéndose de misión porque fuera de esas fechas, comer en otro sitio algo más elaborado que sobras recalentadas de lo cocinado una semana antes, era realmente lujo ocasional. Sentados, lado a lado, no conversaban mientras comían, era una costumbre más que antipatía real, pero hasta cierto punto resultaba algo molesto tener que atender un mínimo de diez veces la misma pregunta: "¿Qué no deberían estar en la puerta?"

—Nos vamos mañana de misión.

—No andes de broma — dijo uno con hiriente incredulidad —. Si se van, ¿quién va a registrar a los enemigos que lleguen?

Y el coro de risas, avivado con un poco de sake, se escuchó en el lugar.

Kotetsu se puso ligeramente rojo, con ganas de azotarle la cabeza sobre la reluciente barra de madera barnizada, mientras que Izumo se limitó a negar a la vez que sorbía un poco del caldo.

—Misión de resguardo de propiedad feudal —agregó con tranquilidad, terminando su bocado.

—¡Oh! ¡Los promovieron! ¡De recepcionistas a mayordomos!

Izumo rodó los ojos.

—¿Un chiste más forzado no pudiste hacer?

Pero forzado o no, el resto de los shinobi le encontraron gracia, a excepción por supuesto, de los dos aludidos, ya no serían "los chicos de los recados" o "los porteros marginados" o "los serenitos de Konoha", ese último era el que más odiaba Kotetsu.

Izumo pidió la cuenta y en un rápido movimiento devolvió al camarero el importe en su cartera negra, misma que al ser abierta por el chico y a juzgar por la expresión de este, no había propina. Ambos chūnin se pusieron de pie.

—Salimos temprano, nos vemos en un año aproximadamente —se despidió Kotetsu, caminando a la salida seguido de su compañero.

—Un año —repitió Izumo mirando el cielo—. De no ser porque de verdad nos conviene aceptar el trabajo, no lo tomaba.

Kotetsu giró a verle sin dejar de caminar entre las calles que empezaban a mostrarse solitarias.

—¿Y eso?

—Las casonas tienen mala fama, peor las casas de políticos.

—¿Y te crees todos esos cuentos?

Izumo se encogió de hombros.

—No me gustan las casas grandes y viejas, eso es todo, no me imagino meses ahí encerrado.

"Entonces no vengas"

Pensó Kotetsu sin animarse a expresarlo en voz alta, solo viendo la mano de su compañero agitándose al doblar en la esquina que lo conduciría a su departamento solo escuchando su despedida, como una frase perdida en una nebulosa rara que lo embargaba.

"Ya sería jōnin si no fuera por mí."

Tal vez sería cierto el ascenso o quizás solo palabrerías. Al final seguían juntos y quizás eso era lo único que importaba, al menos para él.


Comentarios y aclaraciones:

Sobre la chica, la del equipo de Izumo y Kotetsu, no es necesario, pero quizás pudieran pasar a dar una mirada a un fic que se llama "Equipos", también de su servidora, digo, por si tienen curiosidad de saber más al respecto.

¡Gracias por leer!