Epílogo
En casa
Climatológicamente, pocos días al año se contaban como "no-perfectos" en Konoha. Pocos días el cielo estaba nublado en señales de tormenta, tampoco había días en que el sol se empeñara en calcinar cualquier forma de vida sobre la gran aldea ninja. Pocas veces los gritos entusiastas de los niños llegaban a molestar a los habitantes, totalmente acostumbrados incluso a ver animales de colosales proporciones asomándose por encima del follaje de los árboles del bosque que los rodeaba. Y sin duda, ese día no sería una excepción.
Ni siquiera los gritos de Tsunade y las astillas de su escritorio volando por toda la habitación podrían arruinar la maravillosa sensación de estar vivos y en casa.
El ermitaño solo había estado unos momentos sentado en el marco de la ventana, pero cuando Aoba comentaba sobre un desafortunado deslave en la montaña que no pudieron controlar, la punta de su larga cabellera blanca fue lo único que vieron. El hombre tenía curiosidad por tener detalles, pero podía simplemente esperar a leer el reporte oficial y de esa manera no comprometer su seguridad.
Al llegar a Konoha, como era ya obligatorio desde que una kunoichi médico asumió el mando, en primera instancia y si no había riesgos de que estallara una guerra, debían ir al hospital donde se habían encargado de coserlos, vendarlos y enyesarlos, la medicina ninja era avanzada, pero milagros no hacía.
Y con altas posibilidades, ahí mismo iban a regresar luego de que llegara la carta de reclamo del señor feudal. NI la misión oficial ni la que los encubría había sido exitosa. Sin embargo, ya que no tenía dónde recargar los codos, Tsunade se limitó a acomodarse en la silla y escuchar lo que tenían que decir, palabra por palabra. Con suerte y tras lo ocurrido, ese punto en el mapa dejaba de ser donde aliados y enemigos hacían una carnicería.
Aoba, jōnin líder de la misión, estaba en muletas y con un brazo inmovilizado, relató lo acontecido sin omitir siquiera los detalles sobre lo que había escuchado sin que nadie lo dijera mediante su resplandor, revelando entonces, que la rubia estaba al tanto de la habilidad del shinobi. Izumo, rígido en la silla de ruedas por la escayola alrededor de sus costillas rotas y el rostro aún inflamado por los golpes, solo agregaba los detalles que presenció, pero Kotetsu, estaba en silencio con la cabeza baja.
Tsunade dio una mirada rápida y cerró los ojos para calmar el tic que tenía en la sien. No podía dejar de pensar en cuántas cifras tendría el reclamo, estaba convencida de que, de alguna forma inverosímil, le iban a cobrar incluso la montaña.
—Vete, Aoba.
Él parecía querer oponerse, pero al final, obedeció.
La quinta bufó, y miró a los dos chūnin.
—¿Cuánto tiempo te dieron de incapacidad, Izumo?
—Un mes sin esfuerzo extremo, pero al menos seis sin servicio.
—Vete a casa.
Dudando un poco, obedeció ayudado por Shizune, consciente de que la orden no incluía a Kotetsu.
—Tsunade-sama, yo... creo que es más que evidente que ni siquiera tengo derecho a conservar mi banda...—dijo quedamente al verse solo ante la mujer, quien no decía nada, seguía con los ojos cerrados como meditando sus palabras.
.
A esas horas ya había bastante gente en el bar, el ambiente se animaba y aligeraba con las risas cantarinas de unas chicas que celebraban algo en el otro lado.
—¿Entonces? —preguntó Izumo consiguiendo con mucho trabajo alcanzar el plato de botanas.
—Me entregó las llaves de un amplio departamento en el centro donde me aguarda una preciosa —Kotetsu hizo una seña con los brazos para representar altura, sus compañeros lo miraban con las cejas levantadas incrédulos por lo que escuchaban y pintaba como premio —… pila de solicitudes de información de todos los departamentos de contabilidad y administración sobre el manejo de recursos de la torre.
Izumo soltó una carcajada, haciendo casi inmediatamente gestos de dolor que lo obligaron a calmarse, pero los demás chicos no se ocuparon de él.
—Las engrapadoras los extrañaban —dijo Genma, quitándole el plato de botanas a Izumo.
—Claro… yo también quería tomarme un trago con ustedes.
Raidō movió la cabeza de un lado a otro.
—Bueno, yo salgo mañana temprano, así que los dejo.
Dejo su parte de la cuenta y Genma súbitamente reacciono al ver una larga cabellera castaña no muy lejos de ahí, así que los dos chūnin quedaron solos en la barra.
—Tsunade-sama no me dejó renunciar —susurró Kotetsu tímidamente. Realmente no había podido hablar con Izumo porque durante el viaje, él estuvo encerrado dentro del sapo, y en el hospital los separaron.
—Por favor, todo está tan bien cubierto como un accidente natural. Tsunade-sama exagera, no nos van a cobrar por eso, es problema de la aseguradora.
Kotetsu apretó los labios.
—No es por eso.
Izumo dejó de insistir con la bandeja de botanas y se limitó a suspirar.
—Cada cosa que dije, cada cosa que pensé... realmente las había pensado antes. De alguna manera.
Su voz, temblorosa, hacía parecer que iba a llorar.
—Esa cosa solo tomó al más frustrado, al más... débil.
Kotetsu dejó de mirar a la nada, bajando el rostro para encarar Izumo.
—Eres mi mejor amigo. Ni siquiera me imagino cómo habría podido soportar estos años sin ti, y creo que eso es lo peor, sé que serías jōnin, tendrías un equipo para entrenar, misiones fuera de la aldea...
Izumo esbozó una sonrisa.
—Sé que es difícil de creer —dijo —, pero en realidad a mí no me molesta el trabajo de oficina. A veces, he pensado que podría ir al colegio de contadores, cambiar el uniforme por algún traje aburrido.
Intentó reírse de nuevo, algo difícil por el dolor de sus costillas.
—Pero luego pienso en las cosas divertidas que nos pasan, de lo que me perdería. Nosotros nunca seremos héroes de leyenda, pero estoy bien con eso. Hago las cosas tan bien como puedo —se encogió de hombros —, especialmente porque no puedo cambiar el pasado. Nuestra compañera de equipo está muerta. Nosotros la matamos, la confundimos con un enemigo y la destrozamos. ¿Sabes? Me costó mucho trabajo asimilarlo, pero al final no me quedó más que enfrentar ese hecho... y lo siento por eso.
—¿Por qué?
—Nunca te pregunté cómo lo estabas llevando tú. Todos estos años lo has guardado, y la cosa esa de la montaña se aprovechó. No creo que te haya elegido porque hayas sido el más débil, creo que te escogió porque eres el más herido. Y eso no es debilidad.
Kotetsu volvió a inclinar la cabeza.
—Además, al final terminaste ayudándome a alcanzar los pozos de agua y ni hablar de cómo te dejaste la cara —dijo sacando un kunai que le dio los tres centímetros de largo que le faltaban para alcanzar una salchicha botanera bañada con salsa barbacue.
—Así que te diste cuenta.
—Cuando dejaste de pelear por el control de tu cuerpo y Aoba debió lanzarse para sujetar esa cosa que manejaba tu cuerpo, lo que hiciste fue ayudarme a llegar, sí, me di cuenta.
—Te dije que esa técnica era ridícula, no todos tus enemigos son montañas con mantos acuíferos subterráneos.
—No tanto como una ostra que se rehúsa a obedecer.
—¡Claro que obedece! ¡Yo la estaba controlando! ¡Por eso terminó des invocándose! ¡La confundía demasiado entre el "ataca" y el "no lo hagas"!
—Mira quién llegó —señaló Izumo hacia la puerta por donde entraba Aoba. Kotetsu levantó la mano para invitarle, a lo que el otro avanzó evadiendo gente desconsiderada con las muletas. Alcanzando un banco libre el jōnin se sentó con ellos soltando un suspiro.
—Creo que te debo una disculpa —dijo Kotetsu.
—¿Crees? Me rompiste el brazo y una pierna.
—La pierna no fui yo, y no lo dije por eso…
"Por juzgarte sin conocerte."
Aoba se pidió un trago y sacó los antiinflamatorios que le habían prescrito ante la mirada atónita de los otros dos.
—Sabes que el medicamento y el alcohol no se combinan, ¿verdad?
El jōnin los miro.
—¿No?
—Eres un idiota, olvida lo que te iba a decir.
Pero el ninja de los lentes no le dio importancia, ya lo había escuchado y con una copa de sake se tragó las dos pastillas.
"Sin rencores."
Y los tres solo pudieron asentir.
—Ya me voy, a mí no me dieron incapacidad y tengo mucho trabajo que hacer—se quejó Kotetsu.
—La alergia a los mariscos es una cosa seria, deberías ir por algo más seguro —dijo Aoba, haciendo que el chūnin se sonrojara.
—Tú nunca sabes de qué te hablan, ¿verdad? — preguntó Genma, acercándose a ellos luego de que descubriera que la chica que le llamó la atención era casada.
Izumo rio un poco, recordando vagamente que Shizune era alérgica y entendiendo porqué la chica había pedido un momento a Kotetsu antes de que dejaran la torre.
—Yo creo que sí.
Pero Kotetsu ya había salido corriendo, estaba a dos minutos de llegar tarde a su cita.
Comentarios y aclaraciones:
NOTA DE LA EDICIÓN 2023: este fic lo escribí originalmente en 2014, y deben saber que tiempo después se hizo canon que Aoba sí tiene la habilidad de leer la mente, lo hizo con Kisame.
De todas las cosas raras que he hecho, esta era a la que menos fe le tenía de que hiciera un respaldo oficial.
¡Gracias por leer!
¡Y nos vemos en la siguiente función! Recuerden que es cine permanencia voluntaria, empezaremos una película nueva.
