Esa noche Samantha entrego su corazón en bandeja de plata, perdiendo cualquier rastro de miedo y duda ante el implacable amor que sentía por el hombre entre sus brazos, quien de la misma manera le dio las llaves del suyo permitiéndole que haga lo que quiera con él, dejándola entrar en las impenetrables barreras que lo custodiaban.

No había lugar en la tierra donde deseara estar en este momento que no fueran los brazos de su prometido. Dean dormía profundamente después de sus sesiones diarias de amor, esta noche particularmente larga y apasionada para compensar las semanas de separación por causa de sus misiones para la guerra. Admiraba embobada los rasgos perfilados del hermoso hombre que la acunaba entre sus brazos, iluminados por la pálida luz de luna aumentando su belleza arrebatándole el aliento, sintiéndose tan segura con su esencia y calor rodeándola como una gran manta, ahuyentando con su sola presencia las pesadillas que por tanto tiempo le asediaron; los remordimientos, culpas y temores se desvanecían con el viento cada vez que Dean le besaba con la pasión de un hombre enamorado, buscando devorarla, deshaciéndola con solo toques ardientes ante el contacto de sus pieles desnudas, lanzando plegarias agradecidas al cielo cada vez que volvían a ser uno cuando la distancia se volvía inevitable en sus vidas, sollozando de alegría al poder sentir los corazones acelerados del otro ante sus presencias unidas; la mayor prueba de que seguían juntos, con vida.

Se acurruco en el amplio pecho de Dean, siendo arrullada por el plácido latir de su corazón, sonriendo entre sueños al sentir como la atraía hacia él afianzando su abrazo, ambos suspirando felices al sentirse completamente envueltos en el otro.

Un ataque terrorista ocurrió en pleno New York, activando las alarmas del Ejército central ante el inminente y descarado ataque en pleno tiempos de paz, violando así el reciente acuerdo que firmaron las Potencias del Eje y Aliados de no violencia por tres años. Apenas paso uno.

Samantha se movía impaciente de un lado a otro, atenta a la televisión que mostraban las consecuencias del desastre, viendo la mayoría de ciudadanos normales el verdadero horror de la guerra.

El ataque fue cerca de Queens, a solo unos kilómetros del barrio donde se crió y donde vivía su familia. No podía sentarse y esperar a que den la lista de víctimas del atentado, no cuando un profundo pavor le recorría de pies a cabeza al reconocer el lugar como la catedral que su familia solía frecuentar, en especial en estos tiempos que los dos hijos mayores decidieron apoyar el conflicto bélico.

Su histeria estaba en su punto máximo, a punto de aventar la única mesa disponible en la sala de descanso privada de su escuadrón cuando todo se vino abajo.

'-No hay lamento más grande para mi ahora mismo que esto, hemos vivido estos años en la ignorancia de lo que ocurre allá afuera de nuestra burbuja, confiados a que seriamos inmunes de los efectos de la guerra que se está llevando a cabo ahora mismo, decidiendo ignorar y olvidar las miles de vidas jóvenes que partieron para proteger nuestros derechos y libertades, excusándonos con las familias de los soldados dando vuelta la cara ante su dolor. Lamento decir esto señoras y señores, pero hoy se nos ha abierto los ojos de golpe, viendo de primera mano lo que viven día tras día nuestros jóvenes soldados- imágenes en vivo del atentado grabado por las cámaras de seguridad y algunos transeúntes pasaban en el fondo de pantalla detrás de la reportera –Pido perdón a los soldados que están ahí afuera, le rezare a Dios todos los días para que puedan volver a casa. Ahora no tengo más palabras que dar, no existe consuelo para las familias de las víctimas de este vil atentado-'.

Empezaron a nombrar uno por uno los nombres de las víctimas, un total de 100 civiles muertos, más de 70 heridos y 30 desaparecidos que aún continúan con las búsquedas.

Su sangre se fue helando ante cada nombre conocido que oía salir de aquel listado; eran los nombres de las personas con las que se crió en aquel lugar, con quien jugó y charlo por horas, quienes la vieron crecer. Pero sintió como el mundo, su mundo, se vino abajo cuando escucho los nombres que más temía oír salir de los labios de la reportera.

'Claudia Palacios de Rodríguez, mujer, 57 años'

'Roberto Rodríguez, hombre, 59 años'

'Marcus Rodríguez, hombre, 17 años'

'Leonel Suarez, hombre, 59 años'

Aturdida tropezó para atrás, apenas afianzándose sobre el brazo del sillón, sus dedos blancos por la poderosa presión que ejercía sobre el inmueble. Jadeaba por aire, con el pecho comprimido sintiendo el mismo dolor que cuando la torturaron, incluso peor. Su visión borrosa ante las amargas lagrimas que dejo salir, llevando una mano a su pecho tratando de respirar.

Aturdida, con la mirada desenfocada, con torrentes de lágrimas cayendo de sus ojos opacos, así fue como la encontraron el General Johnson junto a Dean y Logan. No hubo saludos ni reconocimientos, no hubo tiempo de cortesía alguna cuando el rubio corrió a refugiarse en los brazos de la pelinegra, rompiéndose en mil pedazos bajo sus brazos, sollozando lastimeramente mientras se refugiaba en Samantha, la única familia que le quedaba.

Samantha tropezó, reconociendo al hombre entre sus brazos aun entre la bruma de su dolor, abrazándolo con fuerza, protegerlo su primer instinto; dejando que se descargue, dejando que maldijera a los cielos el cruel destino de su familia; tragándose las lágrimas, hundiendo su dolor en el fondo de su memoria al ver lo roto que estaba su hermano, haciendo lo imposible para salvaguardar el frágil corazón de Logan, aun si el suyo se fracturaba sin reparo alguno.

Un calor conocido le envolvió desde atrás, viéndose rodeada por la fresca brisa marina, las esencias de los hombres más importantes de su vida confortándola como nunca nadie pudo, la menta y el mar relajando un poco su adolorido ser.

Se apoyó en Dean sin soltar a Logan, sintiendo las grandes manos de su prometido tomar sus caderas con dulzura, besando sus sienes cuando levanto la mirada hacia él.

Por una semana entera los hermanos durmieron juntos, sosteniéndose en el abismo del dolor para evitar perderse sin retorno. Por una semana Samantha velo y cuido los sueños de Logan, atenta a cada pesadilla que tuviera, cantándole canciones mientras lo acunaba contra su pecho como cuando eran niños. Por una semana ambos fueron vistos al lado del otro, para todos siendo obvio mientras los veían organizar el funeral de sus padres con rostros estoicos y miradas opacas que solo eran dos jóvenes tratando de sostenerse mutuamente aun cuando ambos estaban al borde del precipicio.

La primera noche que Sam volvió a dormir con Dean basto estar entre sus brazos para romper todas sus defensas, dejando salir todo su sufrimiento en silenciosos sollozos, las frías lágrimas congelando sus mejillas ante su tristeza.

Dean estuvo toda la noche con ella, dejándola llorar lo que no pudo al obligarse ser el soporte de su hermano, quien al igual que ella perdió todo. Solo su prometido pudo calmar aquel agonizante vacío en su pecho, quedándose a su lado, besando las muestras de su tristeza con ternura, demostrándole todas las noches la profundidad de su amor mientras en el día la amaba frente a todos, siendo un sinvergüenza en sus descaradas muestras de amor para hacerle olvidar su pesar.

No podía amarlo más.

Admiraba con nostalgia el anillo con sus iniciales en su cuello, el peso del accesorio quemaba contra su piel constantemente, recordándole todo el tiempo la ausencia de su pequeño hermano, recordándole el peso de su error, de su incapacidad para proteger a los que ama.

-No vayas hacia allí Sam-

Salió abruptamente de sus lúgubres pensamientos, los ojos mieles recuperando su brillo habitual cuando se vio en el espejo de la habitación. El gran vestido blanco le envolvía con una gracia que realzaba sus curvas, su piel tostada resaltando sensualmente, la tela de encaje cubriendo las cicatrices en su piel de manera perfecta.

-¿Soy…yo?-

Una risita se oyó de fondo, el reflejo en el espejo mostrando claramente su incredulidad. Una mujer morena, con algunas canas sobresaliendo de su cabellera oscura denotando su edad se puso a su lado, viendo con una luz maternal a la joven a su lado.

-Eres hermosa Sam, tu prometido no podrá contenerse cuando te vea llegar al altar-

-¡Olivia!-

Ahora la mujer mayor rió en voz alta, pareciéndole completamente divertido la vergüenza de la joven a su lado. Sam la miró con cariño, sintiendo su corazón menos pesado al verla sonreír con soltura a pesar de la pérdida que sufrió hace años atrás, la muerte de Paul aun pesándole sobre sus cansados hombros.

-Hey, todo bien que se tomen su tiempo pero ya va ser hora de su cita con la manicuris…- Logan entró sin permiso al cuarto, sin importarle el estado de su hermana al conocerse hasta las mínimas cicatrices entre ellos, quedándose tontamente sin voz al verla con su vestido puesto -…ta-

Sam giró completamente, mostrándole así todos los detalles a su hermano, quien seguía paralizado en medio de la habitación.

-¿Y bien? ¿Qué piensas Caden?-

Llamarlo por su segundo nombre era la única manera que tenía para sacarlo de su estupor, sabiendo cuánto odia que lo llame así en público. El rubio parpadeó un par de veces, incluso restregando sus ojos como para confirmar lo que veía.

-Perdón, por un momento pensé que realmente me cayó mal la lasaña de anoche y por un error pase al cielo al encontrarme con tremendo ángel-

Sam se sonrojó profundamente, el rubor de sus mejillas extendiéndose hasta su cuello descubierto hasta casi llegar al valle de sus senos. Tapo su rostro con sus manos de la vergüenza, dándoles la espalda a todos para ocultar su pudor.

-Deja de mentir Logan, no estoy para tus bromas-

Escucho perfectamente las pisadas de su hermano acercarse hasta donde ella se encuentra, relajándose visiblemente cuando fue envuelta entre sus protectores brazos, inhalando su fresca pero picante esencia de menta y sándalo.

-No estoy mintiendo Sam, eres tan hermosa que justificó los celos de Dean, eres jodidamente perfecta con ese vestido que tengo que contenerme en secuestrarte y llevarte lejos del país para evitar que te cases y me dejes-

La pelinegra bajo las manos de su rostro, llevándolas a acunar el del rubio con cariño, sus ojos mieles encontrándose con unas perfectas esmeraldas cubiertas por una fina capa de humedad enterneciendo su corazón.

-Jamás voy a abandonarte Logan, eres todo lo que me queda, eres mi razón de seguir luchando, eres la luz de mis ojos y eres mi hermano, mi familia; no importa que diga la sangre ni la genética, tu eres mi hermano y no hay nada en esta vida que me haga cambiar de parecer ni que haga que te abandone-

Logan le abrazó con fuerza, ocultando su rostro lloroso en la curvatura de su cuello, ella misma devolviendo con fervor el gesto. Agradeció mentalmente a Olivia por dejarlos solos y cerrar la puerta, permitiéndoles este raro momento de debilidad y sentimentalismo entre ellos, sintiendo como sus propias lágrimas salían sin permiso de sus ojos.

-Te amo hermana-

-Te amo hermano-

-No puedo, Olivia no puedo hacerlo-

-Si puedes, lo amas con locura, amas al hombre que te está esperando detrás de estas puertas para uniros al fin-

-Pero… ¿Si se arrepiente? Digo, es lo más lógico sabiendo el desastre que soy…-

La mujer mayor chasqueo los labios enojada, tomando con la delicadeza necesaria el rostro de la joven para no arruinar las arduas horas de trabajo de la maquillista. Pudo ver en esos orbes mieles el miedo en carne viva, la inseguridad de perder a todos los que amas saliendo a la luz en este momento, socavando su enojo al empatizar con su temor.

-Dean te ama, tu lo amas, ambos están destinados a estar juntos- sacó con lentitud un pañuelo de su bolso, sus acciones siendo iguales como cuando tratas a un animal herido, su corazón latiendo dolorosamente al comparar a la poderosa mujer con una bestia salvaje, temeroso de salir dañado al confiar de nuevo; con ternura lo acercó al rostro de Sam, limpiando las lágrimas antes de que pudieran deslizarse y escapar –No pongas mas piedras en el camino, ambos cruzaron por el infierno para llegar a este momento, también merecen la felicidad, mereces ser feliz Sam-

La pelinegra abrazo con fuerza a la menuda mujer, agradeciéndole de todo corazón que la acompañara en tan importante momento en su vida, calmando así un poco el dolor abrasador que provoca en su alma saber que su familia no pudo estar.

(Porque un hijo de puta decidió destruirla por un poco de atención).

Dieron por terminado aquel emotivo abrazo cuando tres toques en la puerta les aviso que era hora. Samantha respiro profundo, tomando con fuerza el ramo de flores lilas entre sus manos sudorosas. Camino inestable hasta llegar a los grandes arcos de madera tallada, con el corazón en la garganta.

Logan le esperaba firme, aquellos ojos esmeraldas brillando de felicidad al verla llegar ataviada en aquel vestido blanco, limpiando disimuladamente las pequeñas lágrimas de alegría ( y nostalgia) que cayeron ante las memorias que les abrumaron, conectados hasta en los recuerdos.

-Te ves hermosa, hermana-

Samantha le abrazo, necesitando sentir el consuelo que solo su presencia le otorgaba, Logan correspondiendo con la misma intensidad. Se separaron lentamente, el mayor admirando de cerca a su más grande amiga, su hermana, su alma gemela; quien en unos minutos daría el paso más grande de su vida hacia la felicidad propia, llenando de dicha su ser al poder contar con alguien más para proteger a su mayor tesoro.

Con sus grandes manos alisó las arrugas invisibles del vestido en un intento de controlar la situación, tomando aquellas pequeñas pero mortales manos entre las suyas, masajeándolas en un intento de que dejaran de temblar. Poco a poco la estabilidad volvía a la mujer, sus nervios reduciéndose de una indomable tormenta a un tranquilo mar en su interior. Respiro profundamente, tomando del valor que su hermano le trasmitía con ese simple gesto.

Entrelazaron sus brazos, listos para encarar lo que la vida les pusiera por delante, juntos desde el principio.

-No me dejes caer hermano-

-Nunca-

La canción resonó por el lugar dando indicio de su entrada, avanzando con pasos lentos pero seguros con su amado hermano escoltándola hasta los brazos del amor de su vida, quien le miraba hipnotizado, embobado con la belleza que desprendía la mujer de su vida con aquel vestido blanco. Sonrió radiante ante su nuevo cuñado, completa y malditamente enamorado de la sonrisa tímida pero radiante de Samantha.

-Cuídala-

-Siempre-

Contesto seguro Dean, llevando aquellas manos que a cada segundo le demostraban amor con sus pequeños toques, besándolos con ternura infinita, sonriendo coqueto cuando las mejillas de su esposa se tiñeron de un adorable rojo. Fueron juntos al altar, siendoles imposible despegar la vista del otro; los zafiros brillando en amor puro cuando los ámbares se derritieron ante el amor que demostraban, incapaces de contenerlo al tenerse enfrente.

Dijeron sus votos sin despegar la mirada del otro, esperando ansiosos la frase que los terminara uniendo totalmente, en cuerpo y alma. Dean estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano en no saltar sobre la figura más pequeña y devorar aquellos carnosos labios tentadores, recordando como anoche hicieron el amor tan apasionadamente, con esos pecadores labios haciéndole soltar alabanzas ante cada eléctrico toque que ejercían en su piel.

Dijeron el si casi con desespero, cada uno llegando a su límite para unir sus labios en una apasionada danza, buscando aplacar las llamas de la pasión que vive dentro de ellos desde el día que se conocieron, comenzando como una pequeña yesca, hasta convertirse en un incendio que consumía todo a su paso.

-Entonces, puede besar a la novia-

Samantha casi se abalanzó contra Dean, el mayor recibiendo contento sus labios en un abrazador beso, casi deseando que todos desaparecieran de ahí para poder devorar por completo a su mujer; sus manos picando en necesidad de arrancar el vestido del cuerpo de la pelinegra, marcando toda la piel morena con marcas de amor como un artista sobre un lienzo blanco, remarcando que es suya, como él también es completamente suyo.

Los aplausos y silbidos les hicieron volver a la realidad, separándose con miradas oscurecidas por la lujuria, con una promesa de saciar esa hambre que poseían del otro cuando todo terminara.

Con las sonrisas más grandes y sinceras en sus rostros salieron del templo, tomados de la mano mientras recibían toda la alegría que sus seres queridos sentían por ellos, por su unión.

Caminaron juntos a la par, tomados de las manos, sabiendo desde lo más profundo de sus almas que al fin se encontraron, terminando con la soledad que las embargaba al no estar juntas.

Diez años, diez años trascurrieron como un borrón en el tiempo, desde el momento en que conoció al hombre que a pesar de todos estos años la admiraba como la más bella pieza de arte, quien ante sus demonios se convertía en un domador experto, amándola con cada célula de su ser.

Sintió su cuello crujir al estirarse un poco en su corta caminata, aun vistiendo el traje negro característico de su escuadrón. Ni bien bajo del camión blindado y despidiéndose entre chistes de su equipo decidió ir a la oficina del General, recordando que el mismo hombre solicitó su presencia ni bien dijeron que la misión fue un éxito en la vuelta a casa.

Una sensación extraña se instaló en sus entrañas, revolviendo su interior con una pesadez e incomodidad intolerable. Ralentizó sus pasos de forma inconsciente, sus más bajos instintos pidiendo a gritos huir de lo que sea que percibían. Llegó a la puerta de la oficina con el corazón retumbando en sus oídos, un sudor frío corriendo por su espalda. Tenía miedo, un miedo completamente irracional de abrir la puerta, de enfrentarse a lo que estuviese detrás; y no sabía por qué. Tomo aire, dándose valor con ese minúsculo gesto, exhalando con lentitud. Cerró los ojos por inercia al abrir sin titubear, solo para abrirlos en completa sorpresa cuando fue envuelta en un abrazo asfixiante de parte del General, tomándola con la guardia baja. Sin poder entender lo que sucedía solo atino a devolver el gesto al mayor al verlo tan abatido, sin poder creer lo que veían sus ojos del hombre a quien llegó considerar un padre.

- Lo siento tanto Sam, lo siento tanto… El escuadrón de Dean llegó hoy, habíamos recibido un pedido de auxilio de parte de uno de ellos, pidiendo con urgencias un equipo médico. Cuando los refuerzos llegaron ya era muy tarde, Dean había fallecido hace más de unas horas…Lo siento tanto Samantha, si hubiéramos llegado a tiempo tal vez hubiéramos…-

Su cuerpo se tenso al instante, con el corazón deteniéndose y la respiración pasando de ser normal a errática en segundos; el ruido desapareciendo de su alrededor reemplazado por pura estática ensordecedora. Rogo, suplico a lo que fuera que manejara el universo que lo que oyó fuera mentira, que nada de lo que salió de la boca del hombre fuera real. Frías lágrimas caían de sus ojos sin control, desconectándose de la realidad y de la cordura al repetir una y otra vez aquellas palabras que cada vez cortaban más profundamente su alma desgarrándola por completo.

``Dean está muerto…muerto…muerto. Dean está muerto. Muerto. Está muerto y no volverá a casa. No volverá. No volverá, está muerto…Muerto. Como mamá y papá, él se fue, no volverá. Muerto. Dean. Muerto´´

No pudo seguir consciente por más tiempo, el shock y el dolor desarmándola por completo, dejándola vacía y sin nada en el pecho, con el corazón arrancado y destruido dejando un hueco inmenso que lo consumía todo; susurrando una última súplica quebrada ante esta pesadilla, rogando que todo fuese un simple y mal sueño, que cuando despierte lo primero que vera serán los hermosos zafiros de su esposo recibiéndola con cariño, y que con un beso espantaría cualquier rastro de esta horrible tortura.

(Pero solo fue una estúpida ilusión, una tonta esperanza destruida ante la cruel y cruda realidad que pareciese gozaba al verla perder a todos los que ama)

-No…-

La oscuridad la reclamo.

.

Con pesar abrió sus ojos, opacos, sin ningún rastro de vida en ellos. Se movió incomoda, el vacío en su pecho congelando hasta lo más profundo de su ser, quemándola con el frío hasta sus huesos. Con dificultad se sentó en aquella dura cama de hospital, solo para ser envuelta en unos fuertes brazos que tan bien conocía.

No tenía fuerzas para corresponder.

No tenía fuerzas para nada.

Solo quería morir.

-Quiero verlo-

Brusco, sin tacto y congelado, así se sintió su voz al hablar, demostrando con esas simples y últimas palabras cómo se sentía por dentro, lo quebrada que estaba. Logan se separo lentamente, asintiendo ante su pedido mientras le ayudaba a ponerse en pie, no sabía cuánto tiempo estuvo inconsciente y ni le importaba.

A paso lento se dirigieron al final del pasillo del ala médica de la base, en una procesión sombría y silenciosa, pareciendo un hombre guiando a un alma en pena, con pocos cruzándose por su camino, todos mandando oraciones a sus dioses por la joven que perdió todo a manos de una injusta guerra entre los poderosos.

Logan fue lo suficientemente inteligente al quedarse atrás, conociendo en su totalidad a su hermana como para saber que ella lo único que deseaba era a estar a solas con los restos de su esposo. Solo le abrió la puerta a la fría habitación, la luz que desprendía la morgue burlándose de la oscuridad que amenazaba en consumir por completo al último remanente de su familia, quedándose atrás custodiando la puerta para que nadie interrumpiera el lamento de la mujer.

Con falsa firmeza avanzó por el lugar, la temperatura del lugar tan baja como para provocarles escalofríos en una respuesta física de su cuerpo, porque era incapaz de sentir algo. Se detuvo en la única mesa cubierta del lugar, ignorando por completo las demás, su alma guiándola al amor de su vida a pesar de todo. Con lentitud (con miedo) levanto la fina sábana del lecho del difunto, sofocando un grito ahogado cuando vislumbro al fin la cara de su esposo. Lágrimas sin control cayeron por sus mejillas, manchando las de su marido al unir sus frentes temblando del dolor en su corazón.

Acuno con ternura las pálidas y frías mejillas de Dean, acariciando con devoción los rasgos definidos del hombre, sollozando aun más fuerte al sentir la frialdad en sus labios, la quietud de su pecho.

-Dean, Dean, mi amor, mi vida, mi luz, vuelve, vuelve; te lo ruego mi corazón, por dios te lo ruego, vuelve-

Frases ahogadas en llanto, suplicando por todo lo que es bueno y santo, que le devuelvan al hombre de su vida, a su otra mitad. Prometiendo mil y unas, rogando por otra oportunidad, ofreciendo su alma a cualquier ser que la deseara mientras pudiera devolverle a Dean.

Lloro hasta secarse, grito hasta perder la voz, maldijo con todo su vacío a lo que sea que manejara la vida de los humanos, por quitarle todo lo que amaba. Su corazón dejó de latir, marchitándose ante cada segundo en que aquellos ojos azules se negaban abrirse, convirtiéndose en cenizas cuando en un último beso en vez de sentir el fuego abrasador que provocaba el hombre en ella con el mínimo contacto, solo recibió el frío de la muerte, congelando todo su ser, aumentando el vacío que consumió su corazón, yéndose al otro lado con su dueño al negarse vivir separado de él.

Lloro como nunca antes, gritó con todas sus fuerzas, maldijo con todo el dolor acumulado.

Nada sirvió, nada le devolvería a Dean. Nada.

La vida fue un borrón a partir de ese momento, convirtiéndose en simples destellos de memorias mal guardadas, alejándose de todo y todos, hundiéndose en la miseria absoluta.

El peso del cajón en sus hombros.

Los disparos protocolares.

La bandera doblada.

Palmadas consoladoras.

Palabras vacías.

Abandono.

Soledad.

Vacio.

Una pistola cargada, desechada al último minuto.

Colapso.

Casa.

Alcohol.

Olvidar.

Perder.

Odiar.

Parpadeo con lentitud, con el cuerpo letárgico aun intoxicado con el whisky barato que bebió anoche para dormir en paz unas cuantas putas horas. Apenas fue consciente del agarre de hierro en sus ropas, obligándola a levantarse del pasillo del comedor, estuvo tan alcoholizada anoche que ni pudo llegar a sus aposentos.

(A quien engañaba, desde que llegó se negó a dormir en la misma cama fría con la que por tantos años se amaron con Dean)

A duras penas logro enfocar la mirada, pudiendo al fin distinguir entre la neblina del alcohol a una brillante cabellera rubia, junto a unos furibundos ojos verdes.

``¿Logan?´´.

Cuando supo darse cuenta ya se hallaban muy lejos de su hogar, caminando por senderos deshabitados hace tiempo, descuidados después del primer atentado.

Fue lanzada con dureza, cayendo de culo al firme cemento, mirando con una chispa parecida al fastidio cruzando por sus inertes ojos al perturbador de su exilio.

-¡Mírate maldita sea! ¡Eres solo una pobre excusa de la mujer que fuiste alguna vez! ¿¡ Crees que él quería esto para ti!? ¿¡Que te dejaras morir ante la primera mala noticia!? ¡Eres una decepción!-

Las palabras iban y venían sin vueltas, sin peso ni valor para ella, levantándose a duras penas mientras gruñía por sus músculos adoloridos, ignorando por completo al rabioso hombre que le recriminaba al lado. Dio media vuelta para irse a la mierda de ahí, revisando en los bolsillos del pantalón si quedaban algunos dólares para comprar otra botella en la tienda de la esquina.

-¡Solo eres una puta cobarde! ¿¡Me oíste!? ¡Eres solo eso, una maldita y asquerosa cobarde!-

Detuvo su lento andar, sintiendo aquel viejo sentimiento brotar de su pecho, la ira e indignación pura corriendo por sus venas encendiendo un fuego casi extinto dentro de sí. Giro a gran velocidad, tomando por sorpresa a su contrincante al estampar con todas sus fuerzas su puño contra la mejilla, casi derribándolo de un solo golpe, solo para recibir uno a cambio con la misma fuerza, reventándole el labio inferior, salpicando sangre por el lugar.

Aquellos hermanos que tanto se aman se enfrascaron en una lucha completamente salvaje, bestial, como dos lobos rabiosos queriendo eliminar con saña a su enemigo. Las horas pasaron sin demoras, notándose en las respiraciones erráticas y golpes descuidados, cansinos.

Con una llave logró derribar al más alto, sentándose con furia sobre él evitando cualquier movimiento de su parte, dispuesta a acabar con tan absurda pelea de un solo golpe. Con el puño levantado a punto de marcar sentencia se detuvo, congelada ante el dulce gesto en su mejilla, viendo con ojos abiertos de la impresión la dulce sonrisa que le dedicó su amigo.

Algo dentro de ella se quebró irremediablemente ante aquella sonrisa, destruyendo su voluntad sin reparos. Dejó caer el puño con fuerza al lado del rostro magullado de su hermano, rompiendo aun más sus pobres nudillos. Tomó con fuerza la ropa de Logan, con el temor a flor de piel, con el miedo de alguien que lo perdió todo aferrándose a lo último que le quedaba con desesperación. Un único sollozo fue el impulso que necesitaron sus lagrimas para caer, mojando el rostro de su querido hermano, quien a pesar del dolor corriendo por su cuerpo acuno a la pobre alma en pena de su hermana, dejando que mostrara al fin todo el dolor que lleva acumulando por años.

Samantha grito, lloro y sollozo todo lo que su muerto corazón guardaba dentro, mostrándole al último remanente de su familia lo rota y quebrada que esta, lo vulnerable que era en realidad ante el agobiante peso de la realidad. Una única pregunta resonó por encima de sus sollozos, el único gran lamento que la consumía por completo.

-¿Por qué?-

`` ¿Por qué fue él? ¿Por qué tuvo que irse? ¿Por qué me dejó? ¿Por qué no cumplió con su palabra? ¿Por qué fueron ellos? ¿Por qué morían? ¿Por qué me abandonaban? ¿Por qué? ¿Por qué?´´

Su hermano, oh su santo y amado hermano se quedó con ella hasta el final, sosteniéndola con firmeza al borde del precipicio impidiéndole caer para siempre en el abismo. Se aferró a él, negándose a soltarlo de nuevo, sintiendo como algo del vacío que consumía su pecho empequeñecía, solo un poco, lo suficiente para recobrar la cordura.

-¿No hay nada que pueda hacer doctor?-

-Lamento decirte esto Samantha, pero el cáncer está en su punto máximo y necesitas la quimioterapia-

-Sabe que esa no es una opción-

-No puedo entender tu negativa a dejar el ejército pero respetaré tu decisión, ¿Deseas seguir con los tratamientos experimentales?-

-Gracias, y si, son las únicas pastillas que sirven para disminuir el dolor-

-Sentirás dolor lo que te resta de vida Samantha, la herida de metralla en tu cadera nunca dejaste que se recuperara por completo-

-Lo sé Doctor, lo sé, pero no me arrepiento de nada-

-Deberías decirle a tus superiores de esto-

-No, sabe muy bien porque-

-Espero que en un futuro no lamentes esto Samantha-

-No lo haré-

-¡TÚ NOS ABANDONASTE PRIMERO, ES TU CULPA QUE ELLOS ESTÉN MUERTOS!-

Sam apenas contenía sus emociones, aguantando admirablemente las ganas de llorar al ver a Marcus, su pequeño Marcus, frente a ella, respirando, vivo. Apenas se dio tiempo de respirar, debía llevarlo con ella a como dé lugar, si lo encontraban aquí sería calificado como traidor y ejecutado en el acto.

-¡JAMAS QUISE DEJARLOS!- con paso decidido avanzó hasta la figura encorvada del castaño, abrazándolo con fuerza a pesar de sus vagos intentos por escapar –Yo no quise dejarlos, jamás Marcus- susurro temblorosamente, sintiendo las lágrimas caer sin piedad, afianzado aun más su abrazo –Tuve que hacerlo, después de escapar con vida de nuestros enemigos juraron venganza, si llegaban a descubrirlos serían objetivos. No iba a permitir eso, por eso elimine cualquier rastro de ustedes que los relacionara conmigo, fue la única forma que tenía de protegerlos a costa de mi dolor-

El niño, no, el joven adulto se aferró con desespero a sus ropajes, temblando ante las discordantes emociones que lo abrumaban. No quería ceder, quería cumplir con sus deseos de venganza ante la mujer que los abandonó por la gloria, pero no podía. Estaba cansado, tan cansado. Cansado de la ira, del resentimiento nublando su vista, torciendo sus pasos. No pudo evitar apoyarse en aquel cálido cuerpo que tanto extraño a pesar de que lo negara hasta a sí mismo.

-¿Entonces porque atacaron la iglesia? ¿Por qué atacaron los del Eje si no fue por ti?-

La pelinegra se congeló en su lugar, sintiendo el frío calando sus huesos.

-¿…los del Eje? ¿Eso te dijeron?-

Afianzó el agarre con más fuerza, conteniendo como podía el odio y la rabia pulsante en su interior.

-¿Cómo me dijeron? ¡Eso fue lo que pasó!-

El joven se separó abruptamente, con ojos furibundos al pensar que se burlaba de él, sólo para detener en seco su arrebato al ver la oscura mirada de su hermana mayor, una mirada que jamás vio en aquel dulce rostro ensombreciendo el alma de su portadora.

-No fueron los del Eje quienes ejecutaron el atentado Marcus- inconscientemente buscó apoyo en su sangre, tomando las callosas manos del muchacho entre las suyas –Fueron los Hijos de la Libertad quienes ejecutaron el atentado múltiple, provocando varios al mismo tiempo en ambos países principales para seguir con la guerra y seguir obteniendo ganancias de esta-

-Mientes ¡Tú mientes!-

Marcus negó repetidamente con la cabeza lo dicho por la mayor, incrédulo de que aquel que le salvó la vida fuese el mismo que la destruyó.

-Marcus, mírame-

El muchacho respondió por instinto, encontrándose de lleno con aquellos orbes mieles, tan iguales pero tan distintos a como los recordaba, carentes de aquella chispa que los caracterizaba, reemplazados por unos sombríos pero sabios ojos que lo quemaban por dentro, leyéndolo como un libro abierto.

-Yo no miento, jamás lo he hecho, si necesitas pruebas las tenemos, por eso a pesar de los atentados el acuerdo se respeto, porque todas las investigaciones dieron el mismo resultado-

La mayor tomó con cariño la mejilla del menor, buscando con ese simple gesto calmar las tumultuosas tormentas en su interior, sonriendo minusculamente cuando el chico se apoyó en dicho toque.

-Ven conmigo hermano, te mostraré todo lo que necesites para que veas la verdad; haré todo lo que me pidas con tal de ganar tu perdón; venderé mi alma al diablo si con eso vuelves a casa, conmigo, juntos-

Ninguno de los dos era capaz de decir quien empezó a llorar primero, ni quien buscó refugiarse en los brazos del otro; lo que si eran capaces de contar era como un vínculo aparentemente roto por la muerte y la traición renació entre las cenizas para nunca más romperse.

Por primera vez en años la soledad no pesaba tanto.

-¿Cuándo… cuando murió Dean?-

-Hace dos años, en una misión-

-Lo siento-

-No fue tu culpa, no hay nada que disculpar-

El sobrecogedor silencio se apoderó del lugar, quietud solemne ante todas las tumbas que se alzaban con orgullo en aquel cementerio. La brisa movió las blancas rosas puestas en la lápida, simulando un simple roce humano ante la vista de los hermanos, la mayor estremeciéndose ante el frío que embargaba su ser desde hace un par de años. El menor se dio cuenta de esto, quitándose la negra bufanda para colocarla suavemente en el cuello de su hermana, provocándole una simple y pequeña sonrisa con el gesto. Tomó con cuidado su mano, esperando un rechazo que jamás llegó, relajándose al sentir la firmeza con la que lo sostenía.

-Lo amabas ¿Verdad?-

-Más que a nada en este mundo-

-¿Lo extrañas?-

-Siempre-

-No puedes seguir con esto Samantha, no puedes seguir negándote al tratamiento ni a la cirugía; las pastillas ya no provocan reacción en ti-

-Denme otras, cualesquiera, pero no empezaré con la quimioterapia-

-¡Pero…!-

-No Doctor, no quiero nada de eso, además… aun si accediera ya no hay solución para mi ¿Cierto?-

El silencio fue inmediato. Un suspiro cansino fue lo que lo quebró.

-No… aun si empezáramos inmediatamente el cáncer ya está muy avanzado, lo único que te daríamos son unos meses más de vida-

-Y quitándome la única oportunidad de acabar con este infierno-

-Solo te quedan días Samantha, semanas con suerte. Tu cuerpo apenas soporta el sostenerse por sí solo, lo único que te mantiene con vida es el suero, pero hasta eso se volverá contraproducente para ti-

-¿Cuántas dosis más me quedan?-

``¿Cuánto más podré resistir?´´.

-Solo tres-

-Suficientes para una sola misión-

-Y la última-

Una sonrisa amarga, cansada, fue la única respuesta que obtuvo.

Notas:

Oh mi pobre y dulce niña, quisiera decir que lamento lo que te paso pero fui yo quien lo provocó, así que no tengo derecho.

El próximo capítulo es el final de los recuerdos, donde veremos a detalles la muerte de nuestra protagonista y su decisión de seguir en su segunda vida o ceder ante sus deseos y reencontrarse con el amor de su vida.

Datos curiosos:

-Se lleva diez años con Marcus.

-Empezó a salir con Dean a los 23, se comprometieron a los 26 y a los 29 se casaron (recuerden que Dean es mayor a Sam por un año).

-Sus padres murieron cuando tenía 27, por eso retrasaron la boda.

-Dean murió a los 34 años, a solo dos semanas de que cumplieran el aniversario de 10 años juntos.

-Se enteró que tenía cáncer a los 35, dos años después de la muerte de Dean.

-Nadie sabe de su enfermedad, ni siquiera Logan; todo para evitar ser dada de baja del ejército.

-Pensó que Marcus murió junto a sus padres en el atentado, convenciéndose totalmente cuando le entregaron el anillo con sus iniciales que le dio a su hermanito para que lo cuidara y la recordara. Marcus fue rescatado por el líder de los mercenarios que causaron los atentados, siendo en total 6 en los distintos países involucrados en el tratado de paz.