¿Cómo se mediría el amor? ¿Acaso hay alguna forma de saber cuánto se quiere a alguien? Podrían contarse la cantidad de disparates que se han cometido para conseguir el afecto de esa persona especial, las veces que se ha llorado por el daño recibido o la gran felicidad que han trasmitido los más simples detalles. Y es que esa emoción a la que llamamos «amor» es tan misteriosa como fascinante. No importa las veces que hayamos cometido un mismo error, pues podemos volver a cometerlo sin siquiera percatarnos. El amor no se aprende, se vive. Y nadie está a salvo.

Ohmuro Sakurako, quien se había marchado de Takaoka varios años atrás, sabía muy bien el precio a pagar por el error de la indecisión y el miedo. Pocas veces había tenido algo claro en su vida, teniendo que ser siempre guiada por alguien; su madre, sus hermanas o alguna amiga. El único impulso propio que había sentido fue, precisamente, el que la llevó a abandonar su ciudad natal e irse a vivir de forma independiente a Kanazawa, a algo más 50 kilómetros, lo suficientemente lejos como para intentar dejar su pasado en el olvido.

Pero era inevitable no pensar en ello a veces, sobre todo cuando no sabía qué habría ocurrido en su momento de haber actuado de forma diferente. ¿Acaso sus amigas lo habrían entendido? ¿Acaso Himawari habría cambiado de parecer? «Ni de broma», pensaba ella.

Era principios de septiembre y esa misma mañana Sakurako había recibido la llamada de su familia deseándole un feliz cumpleaños. Pensó entonces que salir a comprar algo dulce para comer esa misma tarde y celebrar sus 26 primaveras era lo idóneo, ya que no tendría que ir a la librería donde trabajaba como dependienta en todo el día. Así pues, se deshizo de su pijama para vestirse con ropa informal y caminar por las abarrotadas calles de aquella ciudad.

El ambiente era pacífico, pero Sakurako notaba algo distinto esa mañana. No sabía exactamente qué era, pero, mientras caminaba y observaba ligeramente los escaparates de las tiendas que encontraba a su paso, era consciente de que aquella mañana no era igual que las demás. Sentía la inquietud, esa que la alertaba de que se avecinaba algo que tampoco llegaba a comprender, y que podía suceder en cualquier momento. Algo angustiada, entró en la primera tienda de dulces que vio y permaneció en pie, ignorando incluso el saludo que recibió del dependiente de aquella pastelería. «¿Me habrá sentado mal algo que comí esta semana?», trataba de hacer memoria. «¡Si ni siquiera recuerdo lo que cené ayer!».

Pero sus intentos por recordar todo lo que había ingerido esa semana se vieron interrumpidos en cuanto escuchó hablar a dos mujeres en esa misma estancia. Reconocía esas voces, y estaba dispuesta a confirmar sus sospechas, pues aquellas se encontraban sentadas en una de las pocas mesas que había en el interior de la pastelería. Sakurako las miró impaciente, descubriendo que solo estaban entablando una animada conversación entre ellas mientras tomaban un par de cafés y algún dulce. No se habían percatado de su presencia aún. Se acercó insegura, aun queriendo creer que no fueran ellas, pero, con cada paso que daba hacia la mesa, se daba más por vencida. Una de las mujeres al fin se dio cuenta de que era Sakurako la que se aproximaba y mostró un gran asombro.

—¡Ohmuro-san!

Su acompañante se giró hacia Sakurako, sorprendiéndose de igual forma.

—¡Increíble! ¡Ha pasado tanto tiempo! —dijo con una gran sonrisa —. Por cierto, ¡feliz cumpleaños!

En cuanto Sakurako contempló aquellos rostros, supo que nada podría estropearle ese día, pues se alegraba enormemente de volver a ver a esas chicas que una vez fueron parte de su vida.

—Gracias, Sugiura-senpai, Toshino-senpai —pronunció sus nombres, y una extraña nostalgia la invadió de repente.

—¡Vamos, siéntate con nosotras! Jamás pensamos que nos encontraríamos contigo. —Kyoko separó ligeramente una de las sillas libres de la mesa, invitando a Sakurako a sentarse.

Era extraño para la chica de pelo castaño, tanto Kyoko como Ayano parecían no haber cambiado en absoluto; Kyoko tan alegre como siempre, desprendiendo aquella brillantez que la caracterizaba, y Ayano tan amable y educada. Sakurako sentía que aquella realidad que la envolvía no era totalmente real. Al parecer, habían llegado a Kanazawa el día anterior para hacer turismo y pasar unos días juntas. Hacía años desde que Ayano decidió revelarle sus auténticos sentimientos a Kyoko, y la verdad es que les había ido de maravilla. Incluso Sakurako, antes de marcharse, recordaba lo bien que se complementaban ambas.

—No nos veíamos desde hace… ¿seis años? —se aventuró Kyoko.

—Eso parece… —dijo tímidamente Sakurako.

—No sabíamos adónde te fuiste —comentó Ayano, sin dejar de sonreírle. Parecía que ni siquiera estaba enfadada por haberse ido de Takaoka sin decirles nada—. ¿Viniste aquí por trabajo?

—Más o menos…

Sakurako no pudo evitar reírse nerviosa, provocando un momento de silencio algo incómodo. Fue entonces cuando Ayano se percató de ello: su kouhai no parecía del todo cómoda en aquella conversación. Tenía sentido; si hubiera querido hablar de sus razones para abandonar Takaoka, no se habría ido sin avisar.

—Pues a Kyoko y a mí nos está encantando Kanazawa. Es un lugar precioso —respondió ella.

—¡Ayano, no cambies de tema! —replicó Kyoko—. Sakucchan iba a decirnos por qué se vino a vivir aquí.

—Ella no quiere hablar de ello, Kyoko —le dijo.

Sakurako en ese momento solo pudo pensar en si Ayano había estado estudiando últimamente para ser vidente o si a ella se le veía en la cara que no quería recordar aquello, siendo tan transparente como el agua. Kyoko dirigió entonces su mirada a la chica de pelo castaño, tratando de confirmar si aquello que decía Ayano era cierto.

—¡No, no es eso! —trató Sakurako de disimular, sin mucho éxito, pues las miradas de las otras dos chicas se tornaban cada vez más acusadoras—. ¡Dejen de mirarme así!

—¿Has vuelto a hablar con Hima-chan desde que viniste aquí? —preguntó Kyoko de pronto, sin intención de crear una atmósfera de comodidad alguna para que Sakurako pudiera responder con tranquilidad. Ayano se percató de ello y le dedicó una mirada desaprobadora a su pareja.

La joven de pelo castaño quedó sin habla, pues jamás imaginó que volvería a oír ese nombre, aquel que había evitado pronunciar a toda costa durante esos seis años que estuvo en Kanazawa. Bajó su mirada, lo que fue suficiente respuesta para Kyoko.

—Sé que algo ocurrió entre vosotras, ¡pero ni ella ni tú contasteis nada!

—Kyoko, no es asunto nuestro —dijo Ayano.

—Pero ella no es feliz, ¿no lo ves, Ayano? —respondió la chica rubia, señalando a Sakurako, la cual se sorprendió aún más—. Y Hima-chan tampoco lo es, tú me lo dijiste.

—Solo dije que me parecía que estaba comportándose de una manera no muy propia de ella, y que no la veía del todo feliz con las decisiones que estaba tomando —respondió ella.

—¿De qué hablan? ¿Algo le ha ocurrido a Himawari? —Aquello acabó por despertar la curiosidad de Sakurako, quien no pudo evitar preguntar. Kyoko sonrió triunfante al ver que había conseguido que colaborara, y Ayano solo pudo pensar que la chica rubia era una auténtica bocazas.

—Es un poco largo de contar… —dijo Kyoko, para después suspirar y aparentar desesperarse un poco más—. Se va a casar.

Los ojos de Sakurako se abrieron de puro asombro. ¿Acaso nadie pensó en llamarla y comentarle ese pequeño detalle? ¿De verdad hacía falta encontrarse por pura casualidad con Kyoko y Ayano y que se lo soltaran sin anestesia?

—Bueno, ¿y qué? —trató de restarle importancia—. Si se va a casar, pues muy bien. Estaba saliendo con alguien cuando me fui, ¿no?

—Ah, no, ya hacía mucho tiempo que no salía con nadie —comentó Kyoko, sacudiendo la cabeza en señal de negación—. La persona con la que se va a casar la conoció hace unos días.

«Ah, genial, otro chiste de Toshino-senpai», pensó Sakurako. «Himawari jamás actuaría así sabiendo lo planificadora que es para todo. Si incluso clasificaba mis insultos hacia ella por categorías…». Pero los rostros de sus amigas no mostraron señal alguna de que aquello fuera una broma, y fue precisamente el de Ayano el que la alertó; ella no permitiría que Kyoko mintiera con algo así, y sin embargo parecía querer decir lo mismo que su pareja: un «¿Y a ti qué te parece?» como una casa de grande.

Sakurako comprendió con gran espanto que Himawari, o al menos, la Himawari que ella conocía y tanto apreciaba, que nunca había dado un paso adelante sin meditarlo cuidadosamente antes, se había comprometido a la ligera con una persona que pudo conocer la semana anterior. ¡La semana anterior! Supo entonces la razón por la que nadie la había avisado, por la que nadie la había llamado aún para comentarle lo sorprendida que estaba de que su amiga de la infancia se hubiera aventurado de aquella manera. ¿Acaso lo sabía siquiera la familia de Sakurako?

—No puede ser cierto… ¡Himawari no es así! —se indignaba al fin Sakurako, dando un golpe en la mesa.

—Lo sabemos —contestó Kyoko—. Además, tampoco la vemos muy feliz con su futuro matrimonio.

—¿Entonces para qué se casa? ¡Diablos, esos malditos pechos la volvieron idiota! —Sakurako comenzaba realmente a molestarse por la situación. La confusión, y quizás los celos, se apoderaban de ella rápidamente.

—En unos días Kyoko y yo volveremos a Takaoka —intervino Ayano—, entonces hablaremos con Furutani-san para que nos explique qué está ocurriendo. Quizás la estén obligando a hacerlo.

—Sakucchan debería venir con nosotras —propuso Kyoko.

Sakurako sufrió tal sobresalto al escuchar aquello que el camarero que pasaba por su lado con un par de cafés se asustó y lanzó las tazas al aire.

—Mejor te contamos qué tal nos va… —terminó Ayano.

Pero Sakurako, en un arranque esporádico de autoconfianza, se dejó de titubeos y se levantó de golpe de la silla.

—¡Debo ir! —gritó.

Kyoko y Ayano quedaron perplejas.

—¿Cómo? —Ayano se mostraba algo confusa—. ¿Vas a volver a Takaoka con nosotras? ¿Después de años?

—¡Sí! Bueno, eso creo… Siento que tengo que ir, hablar con ella y saber lo que ha pasado.

La chica parecía estar segura, pero solo a medias, y es que la torpeza de la joven Sakurako solo era superada por su inseguridad e indecisión. Pero ya no era momento para echarse atrás, sobre todo porque no quería volver a provocar que el camarero tirara otra taza por los aires. Aunque no lo admitiera, llevaba meses deseando volver a su ciudad natal, saber qué había sido de sus amigas y, ahora, conocer el tan inesperado compromiso de Himawari, el cual le hacía sentir extrañeza a la vez que náuseas. Finalmente, acordó con sus amigas Kyoko y Ayano en encontrarse el día que volvieran a Takaoka e irse con ellas. Sakurako aprovecharía para visitar a su familia y se quedaría allí unos días, los necesarios para volver a encontrarse con su amiga de la infancia y pedir explicaciones. Himawari ya no parecía ser la misma de antes, y tenía que averiguar el porqué.

Después de haber pasado una tarde agradable con sus amigas recordando los buenos momentos del pasado, ya en la noche, Sakurako se despidió de ellas y regresó a su apartamento. Revisó el correo y se llevó una carta a casa, la única que había en el buzón. La observó levemente al cerrar la puerta tras de sí, pues ya esperaba una carta como aquella ese día. Fue hasta el pequeño salón, aún algo oscuro por no haber encendido ni una sola luz, y se sentó en el sofá.

«Una más…», pensó al abrirla y ver de nuevo ese «Feliz Cumpleaños» en un estampado floral. Se agachó para alcanzar con la mano un cajón bajo el sofá y ponerlo sobre su regazo. Abrió la caja y se encontró frente a cinco cartas más, todas iguales a la que había recibido, y firmadas a mano cada una de ellas. Metió la de ese día con las demás. «Quizás ya pueda darte las gracias por las de todos estos años», pensó. Permaneció unos segundos en silencio, observando aquellos trozos de papel. Entonces comprendió, con gran pesar, que todo lo ocurrido ese día era ese suceso inesperado que la aguardaba.

«Feliz Cumpleaños, Sakurako.

Espero que algún día puedas responderme estas cartas. Siempre le pido a Nadeshiko que te las haga llegar a tiempo. Ojalá vernos pronto. Te sigo echando de menos.

Himawari».


Hacía ya tiempo que no pasaba a publicar algo por aquí, y qué mejor día que este precioso domingo de septiembre. Esta vez, empezamos un fic SakuHima en el género del romance y la comedia. Es una pareja muy querida y no hay tantas historias de ellas dos, así que vamos a darles un poco de protagonismo también. Nos vemos en el siguiente!

Kyomori.