La verdad es que aquel incidente en el pub favorito de Kyoko, el llamado «A tu nombre», causó un gran revuelo en toda la avenida. Sakurako aún podía recordar aquellos momentos de tensión con Emiri, la dueña del local, que se entrelazaban con los comentarios cómicos de la propia Kyoko, y a los que se les añadía la incomodidad entre ella y Himawari, presente desde que tuvieron que tomarse de las manos por aquel extraño juego que la chica rubia inventó. Al final, todo era un cúmulo de emociones que amenazaban con estallar en cualquier momento.
—¡Hay mucha sangre! ¡Que alguien llame a una ambulancia! —gritaba Emiri. La joven mujer de pelo castaño no conocía la «faceta sangrienta» de Chitose, por lo que se asustó bastante.
Muy lejos de calmar el ambiente, todas las clientas y camareras se habían puesto aún más nerviosas, corriendo de un lado para otro buscando cobertura para llamar por teléfono a los servicios de emergencia. En menos de diez minutos, una ambulancia pudo llegar hasta allí y se llevaron apresuradamente a Chitose al hospital. Ayano se fue con ella, pues estaba preocupada por la salud de su amiga. Sakurako recordaba que la chica albina seguía con una sonrisa bobalicona en la cara mientras se la llevaban en camilla.
—¡Era la única manera de detenerla! —discutía Kyoko fuera del pub con las camareras.
—¡Toshino! —llegó también la dueña, más enfadada que Nishigaki Nana en un experimento sin explosiones—. ¡Siempre que apareces por aquí ocurre algo!
Mientras Kyoko discutía con toda la que se le acercaba, Sakurako dedicó unos segundos a observar a Himawari. Parecía tranquila, y no le extrañaba, pues un suceso así con aquellas chicas era casi tan cotidiano como ir a clase en la universidad. También, veía en su rostro cierta preocupación cuando la discusión entre la dueña del local y Kyoko iba subiendo de tono, tanto que daba la sensación de que iban a empezar a golpearse. ¿Habría algo más en aquellos ojos, aparte de lo de siempre?, ¿algo que desde allí no era capaz de distinguir?
—Ha ido bien —declaró Kyoko, acercándose de nuevo a sus amigas una vez que Emiri se había cansado de gritarle.
—Kyoko, nos han echado del local —comentó Yui.
Aun así, la chica rubia afirmaba que aquella noche había sido increíblemente divertida. Sakurako no podía creerlo. Chinatsu, por su parte, solo quería olvidar ese mal rato y regresar a su casa. Yui se ofreció para llevarla en su vehículo.
—Sakurako —la llamó Himawari mientras se aproximaba a ella. Cada vez que oía su nombre salir de aquellos labios, se sobresaltaba—, yo ya me marcho. Es tarde y mañana tengo bastantes cosas que hacer.
«Es increíble los ojos tan hermosos que tiene, la muy pechugona», pensó Sakurako al poder mirarla en ese momento más de cerca. Con cada minuto que pasaba de aquella semana, estaba más convencida de que nunca había dejado de estar enamorada de ella. Quizás, jamás podría arrancarse ese gran amor que sentía del alma, y que cada día iba a ir incrementándose esa fascinación que tenía por cada detalle de su rostro y de su forma de ser.
—Yo... —trató de decir—. Espero verte pronto, supongo.
—Claro, sí, igualmente —respondió Himawari con cierto titubeo.
—Lo he pasado bien... a pesar del incidente.
—Sí, yo también.
—Genial. —A Sakurako se le acabaron las ideas para seguir con aquella conversación—. Bien, entonces... ¿ya nos veremos?
—¿Quieres que te lleve a casa? —se apresuró en preguntar Himawari.
Desde luego, aquella pregunta la pilló totalmente desprevenida, tanto que, al cabo de unos segundos de silencio, Himawari tuvo que volver a preguntar para asegurarse de que la había escuchado. Lamentablemente, Sakurako no llegó a responder.
—Sakurako-chan, deberíamos irnos ya. Es tarde —le dijo Akari cuando se acercó. Pudo sentir esa oleada de frío en el ambiente, pues ambas chicas parecían haberse quedado congeladas.
—Ah... ¿la llevabas tú a casa, Akaza-san?
—Sí, Kyoko-chan me lo pidió —dijo, mostrando una sonrisa amable.
—Está bien. —Himawari lo aceptó. Sonrió igualmente a ambas y procedió a despedirse—. Tened cuidado. Ya nos veremos otro día.
Sakurako, tirada en su cama y encerrada en su habitación, no paraba de darle vueltas a lo que sucedió la noche anterior. Viendo marchar a Himawari hacia su automóvil, sintió una lucha de sentimientos contradictorios; por un lado, temía quedarse a solas con ella, y por otro quería pasar todo el tiempo posible a su lado. Lo más complicado de todo era cómo iba a explicarle a Himawari lo que le ocurría, si ni ella misma lo entendía. Había estado horas en aquel cuarto, pensando en cómo se suponía que iba a quedarse y luchar por el amor de su vida si tampoco conocía realmente el significado de la palabra «amor». Lo que sí era cierto, y de eso se había dado cuenta al instante, era que tanto ella como Himawari tenían demasiadas conversaciones pendientes, tenían tantas verdades que decirse y, quizás, tantos sentimientos que liberar.
«Ya sé lo que haré». Sakurako sonrió triunfal, pues no era muy habilidosa con las palabras cara a cara, pero podría intentar escribirle una carta. De un salto se levantó de la cama y, tomando papel y lápiz, se sentó frente a su escritorio. Pero, a medida que pasaban los segundos, Sakurako dudaba hasta de cómo empezar. Un completo desastre.
«Hola, Himawari. Te escribo esta carta porque quiero decirte algo: ¿cenamos o qué?», trató de expresar. «No, parece que la estoy obligando...». Arrugó el papel tirándolo a basura y lo intentó de nuevo: «Hey, Himawari. Como sé que esos pechos seguirán creciendo como dos globos, ¿cenamos juntas? Así crecen sanos y fuertes...». Y volvió a arrugar el papel para tirarlo. «¡¿Cómo puedo ser tan torpe en estas cosas?!», pensó.
«¿Y si me imagino que no es una carta para Himawari? ¿Y si pienso que es para alguien como Toshino-senpai? Podría funcionar...». Sakurako tomó otro papel y comenzó a escribir: «¡Hey, Himawari! ¡Anoche lo pasé genial en tu pub favorito! Esa Emiri no tiene ni idea de lo que es la diversión. Por cierto, ¿cenamos juntas esta noche? ¡Me encantaría que me hablaras sobre tu carrera como mangaka!». Y al verlo, Sakurako volvió a sonreír triunfal, pues, a diferencia del resto del mundo, ella sí quedó satisfecha con su último intento de carta. Le pidió a la propia Kyoko entregarle la carta a Himawari en su nombre, ya que no se atrevía a hacerlo por sí misma, y tan solo media hora después recibía en su casa la llamada de la susodicha.
—Viniendo de ti, esa carta es hasta normal...
—¡No te quejes, me costó mucho escribirla para ti!
—Lo único que tiene para mí es que lleva escrito mi nombre, el resto es para Toshino-senpai. —Himawari suspiró a través del teléfono.
—¡Está bien! Entonces, ¿cenamos o qué? —Sakurako pateó frustrada con el teléfono en la mano —. ¡Maldición, se supone que no iba a decir eso!
—Bueno, esta noche no puedo quedar a cenar...
—¡No es obligación! ¡Olvida lo de «cenamos o qué»!
—No es eso, es solo que mañana debo madrugar mucho. Preferiría verte por la tarde.
—¡Ah, de acuerdo!
Sakurako pudo respirar aliviada al fin. A pesar de sus dificultades, había conseguido algo de tiempo para estar con Himawari a solas. Acordaron entonces encontrarse frente a su casa y pasear hasta el frondoso bosque que se hallaba tras su antiguo instituto. Era un camino que ambas conocían y habían recorrido ya juntas en el pasado. Sakurako estaba convencida de que era una excelente idea para hacer florecer viejos recuerdos, y quizás también para que le fuera más fácil hablar con sinceridad.
Pero, llegada la hora, la joven de pelo castaño no podía estar más inquieta. Con notables temblores a causa de los nervios, y sentada en el salón de su casa, esperaba por la llegada de Himawari mientras infinidad de dudas circulaban por su cabeza. ¿Debía intentar ser cordial y no preguntar algo indebido, o dejarse de ocultismos y poner todas las cartas sobre la mesa? El oír el sonido del timbre al cabo de unos minutos interrumpió cualquier respuesta que se pudiera dar a sí misma, pues rápidamente se puso en pie y corrió hacia la puerta.
—¿Vamos? —preguntó una alegre Himawari, mostrando una gran sonrisa. Sakurako, en parte, se sintió más segura.
Se dirigieron primeramente al comienzo del camino que se adentraba al bosque. Al principio, mientras caminaban por las calles de Takaoka, las conversaciones no parecían surgir con demasiada naturalidad. Pero, llegando al bosque, el ambiente se volvía más acogedor; el sonido de las hojas danzando suavemente con el viento o el ruido del agua del río correr en la lejanía hizo que los intervalos de silencio dejaran de ser incómodos.
—¿En qué piensas, Sakurako? —la sorprendió de repente Himawari mientras caminaban—. Después de haber vuelto y ver todo lo que ha ocurrido aquí mientras no estabas.
—Hm... No sabría decir... Siento como si esto fuera un mundo diferente al que yo conocía. Todas habéis madurado tanto...
—¿No crees que tú hayas madurado en estos años?
—Creo que en algunos aspectos sigo siendo una niña.
Siguieron el sendero hasta llegar al río. El agua seguía su curso con cierta rapidez, pero el sonido no resultaba desagradable en absoluto. Decidieron entonces descender por las laderas y sentarse cerca de la orilla. Sakurako, que había ya conseguido calmar su nerviosismo casi al completo, sentía la necesidad de preguntar tantas cosas... pero no sabía por dónde empezar. No obstante, de nuevo ahí estaba Himawari para decir lo que ella no se atrevía.
—Dime, Sakurako, ¿qué hizo que te marcharas de Takaoka?
En realidad, lo tenía claro, sabía que para hablar de lo que ocurría en el presente, debían remontarse al pasado. Sakurako se demoró unos segundos en responder, pues trataba de ordenar las palabras en su mente lo más adecuadamente posible.
—Bueno, digamos que no me sentía muy cómoda aquí y quería un cambio.
—Pensé... Pensé que podía haber sido mi culpa, recuerdo que estuvimos enfadadas...
—Bueno, sí, eso —dijo Sakurako—. ¡Siéntete culpable! —bromeó. Himawari le sonrió.
—Entiendo que pudieras sentirte algo desplazada en ese entonces. Los estudios, los preparativos para la universidad...
—¿Qué me dices de aquella chica de la universidad? —Sakurako pretendía que ella misma sacara el tema de su antigua pareja, aquella por la que ambas se alejaron más, pero viendo que no había forma, dio ella el primer paso. Vio el rostro sorprendido de Himawari—. Sí, aquella con la que salías. Shiori se llamaba, ¿no?
—Solo fue una tontería de universitarias. Tampoco tiene mucha importancia ahora —le restó relevancia Himawari mientras reía.
Pero, ¿qué diablos? ¿Acaso aceptar salir con aquella chica fue una tontería sin importancia? Pero si aquello acabó desencadenándolo todo; su gran enfado, el distanciamiento y, finalmente, su huida de su tierra natal. ¿Es que todo lo que ocurrió fue provocado por una tonta decisión sin meditar?
—¿Estás diciendo que me precipité en todo desde hace seis años?
—¿A qué te refieres, Sakurako?
—Pues que yo... me fui por todo lo que ocurrió, Himawari. —Sakurako hablaba esta vez cabizbaja, sin querer mirar a su compañera—. No podía soportar que nuestra amistad se hubiera roto.
—¿Lo dices en serio...? —Himawari parecía perpleja.
—¿Nunca lo habías imaginado?
—No... Quizás me hicieron creer lo contrario. Shiori siempre me dijo que te marchaste porque la universidad no era lo tuyo y querías empezar a trabajar.
«¡Esa maldita Shiori! ¡Aunque suena como algo que yo haría, no fue la verdad!», pensó Sakurako.
—Lo siento, no debí creerme lo primero que escuché, pero tampoco estabas ya para preguntártelo. Te fuiste sin decirme nada. Entonces... ¿te marchaste porque pensaste que no podrías ser más mi amiga?
—Eh, bueno, verás...
—La verdad, podrías haberme dicho algo, hablar claro por una vez.
—Tú tampoco es que seas un libro abierto, Himawari. Hasta este momento pensaba que irme de Takaoka fue lo mejor, ¿y ahora me entero de que solo era cuestión de tiempo que cortaras con aquella chica?
—¡Vaya! Casualmente te veo muy interesada en hablar de ella ahora —observó Himawari, con leve molestia—. Nunca estuve enamorada de Shiori. Ella y yo compartíamos muchas aficiones, como la cocina. Me pidió que le diera una oportunidad como pareja, que saliéramos juntas. Dudé durante días.
—Pero al final le dijiste que sí —dijo Sakurako, para después soltar un bufido.
—Y aún me arrepiento de ello. No pensé que eso nos alejaría tanto que te irías.
—De acuerdo, Himawari. Si no la querías... ¿por qué le dijiste que sí?
Con aquella pregunta, Sakurako comprendió que estaba acercándose a una verdad que Himawari no parecía muy por la labor de compartir, ya que apartó la mirada y guardó silencio de forma repentina. Su sospecha de que sí existía algo oculto en el transcurso de aquellos seis años parecía tener sentido.
—¿Y esta vez, Himawari? ¿Esta vez es de verdad? ¿Es verdad que le dijiste al Michi ese que sí porque lo amas? —El brillo en la mirada de Sakurako al preguntar aquello denotaba esa pizca de esperanza que aún mantenía en lo más profundo de su corazón, pero Himawari no respondió. Solo tenía que dejarse de secretismos y contarle la verdad, pero parecía que se había quedado congelada y sin capacidad para hablar.
—Yo...
Fue en aquel instante cuando Sakurako supo que quizás era demasiado pronto para descubrir el secreto que guardaba Himawari, pues por sus mejillas vio caer algunas lágrimas. Jamás pensó que aquella pregunta, que parecía insignificante, pudiera provocarle algún daño. «¡Tranquila, no quería decir eso! ¡Olvídalo!», dijo para tratar de calmarla. Se asustó, sintió que la había hecho llorar al presionarla tanto. Se puso en pie rápidamente y la animó a que se marcharan de allí, que ya se estaba haciendo tarde. Himawari, que no había dicho una palabra más, se levantó igualmente y siguió a Sakurako a través del bosque, ya anocheciendo.
Hasta la salida, ambas caminaron en silencio. La joven de pelo castaño se culpaba una y otra vez por lo ocurrido. Todo había estado yendo de maravilla, incluso sincerándose poco a poco sobre el pasado, y había echado a perder la oportunidad.
—Himawari, lo siento si te he ofendido... No era mi intención.
—No es nada, de verdad. Te acompañaré a casa —dijo, alcanzándola mientras caminaban.
En cuestión de minutos llegaron a la puerta de la residencia Ohmuro. Himawari parecía más tranquila, gracias a que Sakurako la estuvo entreteniendo todo el camino contándole cómo era su trabajo de dependienta de librería en Kanazawa, aunque en realidad solo se quejaba de lo aburrido que era y de lo impertinentes que podían llegar a ser algunos clientes. A Himawari le resultaba divertido escucharla.
—Gracias por acompañarme, y me lo he pasado muy bien... a excepción de lo de hacerte llorar... —Sakurako aún parecía algo arrepentida.
—A veces no sé cómo sigues preocupándote por mí —respondió ella, mostrando una sonrisa que denotaba el agradecimiento en su rostro por no haber seguido presionándola.
—¿Cómo no iba a preocuparme?
—Siempre has sido una persona muy especial para mí, Sakurako —Himawari se acercó levemente para poder hablar en voz baja y que solo ella le oyera—. Y ni Shiori ni Michi tendrán jamás en mí el poder que tienes tú.
Sakurako sintió sus piernas temblar al escuchar aquello. Con Himawari tan cerca de ella y la noche ya aguardándolas, pensó que iba a desmayarse en cualquier momento. Sintió el escalofrío recorriendo su cuerpo, para después descubrir un calor abrumador que la hizo sonrojar. Nunca había siquiera imaginado que Himawari tenía tanta influencia en ella y en las sensaciones de su propio cuerpo. ¿Acaso se refería a ese poder?, ¿al poder de ser capaz de desarmar a alguien con solo decirle un par de palabras bonitas? Aguantó repentinamente la respiración en cuanto notó que la distancia entre ellas se acortaba aún más. Estaba a tan solo unos centímetros de besarla, pero no sabía qué hacer. ¿A qué estaba jugando? Está prometida, ¡se va a casar en cuestión de días!
—Espero verte pronto. Que duermas bien, Sakurako.
—¿Eh?
Sakurako, completamente perpleja, vio cómo su querida amiga de la infancia, y desde ese día su provocadora de infartos particular, se alejaba despacio de ella y con una sonrisa amable se despedía y se marchaba de allí, camino a la casa de su familia, justo en frente. La chica de pelo castaño permaneció allí, observándola en la lejanía, casi sin pestañear.
«¿Qué diablos acaba de pasar...?».
Lo que acaba de pasar, Sakurako, es que Himawari te va a volver más loca que un ratón en una tienda de quesos.
Nos vemos en el siguiente!
Kyomori.
