Otra vez no mucho SasuHina a pesar de que traigo un capítulo largo, ¡aun así, hay importantes revelaciones en la primera mitad!
(Pero prometo smut fuerte en el siguiente cap, y más confesiones entre ellos).
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—Dormiste de largo por más de un día, aun así la promesa de mi esposo sigue en pie, te llevará a la capital.
Temari mantuvo su cabeza girada a un lado para no observar a la joven que estaba curándola, procurando no dejar salir un siseo cuando una esterilizada aguja atravesó de nuevo la piel de la palma de su mano. Luego internamente agradeció el siguiente momento en que escuchó por fin una tijera cortando el hilo que estaba sujeto en la aguja.
En la nieve su instinto no la había dejado sentir lo cansada y maltratada que en realidad se encontraba luego de su involuntaria estadía en el Bosque Oscuro. Había pasado demasiado tiempo en aquel maldito lugar, y cuando por fin su cuerpo se había sentido en la seguridad de una casa, claramente había tomado ventaja de ello a pesar de las ganas de Temari por continuar su camino.
Seguidamente, por fin viendo a la joven que la había atendido, fue poco lo que Temari pudo sonreír como muestra de cordial gratitud.
—Gracias —dijo de todas formas, con sus claros ojos aún ubicados en una esquina vacía de la humilde propiedad. No obstante, cuando sintió que la otra joven cambiaba de posición, Temari pasó a observar ahora cómo Sakura, como la joven se había presentado antes, mojaba un paño en el agua de un recipiente sin soltar la muñeca de Temari, pronto pasando con suavidad la tela por los alrededores de la herida.
Temari recordaba muy bien cómo se la había hecho, irónicamente no gracias al mayor peligro que residía en el maldito bosque, sino por su propia afilada arma al cortar la endurecida piel de un ave que había atrapado. El frío al aparecer había evitado que se infectara más de lo que podría haber sido.
—Cualquier otra persona habría creído que estabas en coma, pero tan pronto ubiqué un incienso bajo tu nariz, supe que sólo estabas dormida. —La joven pelirrosa detuvo un momento su cuidado antes de continuar, y Temari pudo sentir sus ojos verdes ubicados con seriedad en ella—. Mi esposo, Lee, dijo que venías caminando desde la dirección en la que se encuentran las almas confinadas.
Claro, el Bosque Oscuro, el lugar al que todo pueblerino y campesino ahora evitaba acercarse.
Una mujer viniendo desde allí debía parecer una situación más que extraña, y Temari se preguntó internamente si las creencias y cuentos que aún se compartían entre la población de Konoha la señalarían como bruja. Además, era obvio que su aspecto se alejaba completamente de su superior estatus, así que seguramente cualquiera creería que era alguna clase de hechicera que hacía magia con sus palabras en lugar de creer que sólo había intentado realizar una expedición al Bosque Oscuro. Probablemente nadie creería en su fallido plan para encontrar los restos de su hermano.
Temari decidió ser apática con sus respuestas.
—Veo que sabes lo suficiente de medicina a pesar de vivir en el campo, y cualquiera pensaría que alguien como tú se abstendría de decir tales herejías, aún más teniendo en cuenta que la maldita bestia que vivía ahí murió por la espada del señor Madara Uchiha.
Ahí, ante sus palabras, la joven—que no podría tener más de la edad de Temari—, dejó caer el paño de su mano.
Temari arrugó el ceño, claramente entendiendo que sólo por suerte había tocado una sensible fibra. Sin duda, aquello resultaba curioso en alguien de quien Temari no creía que pudiese tener interés en políticos o en la historia del Palacio.
Aun así…
—Sabes bastante de medicina —presionó ella—. Eso es un poco incongruente con tu manera de vivir. Al menos podrías tener algo más de lujos si hubieses seguido como curandera. —Esto atrajo de nuevo la atención de la pelirrosa, sus ojos verdes ubicándose en los de Temari, y la rubia podía ver a través de aquellos ojos cómo los pensamientos de Sakura se reorganizaban en su mente, los engranajes de su mente decidiendo qué tanto o nada compartir.
Recogiendo la tela caída y apartándose a un rincón para lavarla, Temari observó cómo ella movía su cabeza de lado a lado levemente y dejaba escapar un pequeño suspiro.
—Mis padres trabajaron en la Cocina Real hace años —por fin dijo Sakura—. Mi madre en la cocción de alimentos, mi padre se encargaba de recibir y almacenar las carnes, verduras y frutos que llegaban desde afuera del Palacio. Estaban allí gracias al señor Hiashi Hyūga, y cuando él fue despojado de su cargo, bueno… mis padres y otros trabajadores y miembros de la Corte también tuvieron que salir de inmediato. —Sakura arrugó el ceño, claramente lo que relataba un tema lamentable de recordar—. Tenía catorce años entonces, mi familia socialmente perjudicada, y un amigo muerto a cuyo funeral no pude asistir.
»Pero antes de eso yo había sido una chica con el sueño de convertirme en médica de la Corte; le caía bien a uno de los Sanin, a Lady Tsunade, quien se encargaba originalmente de la salud de la Familia Real, y simplemente por cercanía y observación, aprendí todo lo que pude de ella. Y estaba enamorada del chico más guapo, soñando tener una vida junto a él, incluso aunque fuese algo imposible porque mi apellido no pertenece a ningún clan. No obstante, para ser sólo la niña de dos empleados de la Cocina, crecí bastante feliz en el Palacio. Luego…
—Todo se desmoronó —agregó por su parte Temari—, luego de que la Bestia arrebató la vida del Príncipe Naruto.
Esta vez Sakura movió con mayor fuerza su cabeza de lado a lado, negando lo último dicho.
—No creo en eso. En un inicio dijeron que nadie sabía cómo Naruto había llegado a ese lugar, antes de que los rumores de haber sido una orden de Hiashi Hyūga tomaran fuerza, simplemente porque faltaba una espada de la Guardia Real y a través de señalamientos sin base real. Pero eso no era lógico, y Sasuke… él no quiso decirme nada, pero... —A este punto la voz de ella se fue reduciendo, casi un murmuro ahora. Temari pudo observar cómo sus manos estaban apretadas ahora alrededor del húmedo paño, y trató de no mostrar sorpresa cuando de repente el rostro de la joven giró hacia ella y sus verdes ojos estaban más brillantes, reteniendo lágrimas—. Algunas personas empezaron a fallecer, y todo el clan Uchiha prácticamente desapareció. Personas como el señor Jiraiya fueron desterrados, y otros simplemente desaparecieron como Lady Tsunade. ¿Cómo algo así puede ocurrir si no es por una fuerza divina? ¿O fue sólo la ambición de los hombres?
—Pareces ser alguien inteligente. Seguramente sabrás cuál es la respuesta correcta —respondió Temari, no queriendo confesar nada de lo que sabía. Hasta llegar al Palacio no debía encontrarse con problemas, debía pasar desapercibida. Si contase que había más que una bestia en el Bosque Oscuro y que ésta estaba pidiendo por sangre, como muy seguramente había hecho en el pasado (precisamente durante esos días que Sakura relataba), ¿qué le aseguraba que sus palabras no llegarían a los oídos equivocados o que una espada no atravesara su pecho para silenciarla?
Era cierto lo que tantas veces Matsuri había pronunciado, casi con enojo y religiosa paranoia, de que a veces la ambición humana prevalecía sobre el poder de un dios. Pero también era cierto que los dioses eran mucho más ambiciosos que los humanos, y habiendo sido prisionera de una cruel diosa, Temari no tenía tiempo para consolar a otros. Ahora tenía un nuevo y único objetivo.
Con renovada fuerza, Temari se levantó de su sitio.
—¿Puede tu esposo llevarme ahora?
Sakura pareció ignorar su pregunta, aunque probablemente su respuesta habría sido «no» porque ya se estaba oscureciendo. Y porque no dejaría ir todavía a alguien evidentemente deshidratada aún.
—Escuché su voz —continuó la joven anfitriona–. Un día, cuando me acerqué lo suficiente a ese bosque, estoy segura de que escuché una voz y fue la de Naruto. Dicen que puede escucharse allí el llamado de seres queridos fallecidos. Bueno, un año después de su muerte, cuando entendí que Konoha había cambiado completamente para mí, cabalgué hasta ese bosque y escuché su voz. Estoy segura. Aun así, me asusté tanto que di media vuelta y no he vuelto a pasar cerca de allí.
Eso, sin duda alguna, había sido la voz de la diosa imitando al príncipe; no había sido nada más que el poder de una monstruosa araña usando los recuerdos que absorbía y atrayendo con su voz a cualquiera que estuviera cerca.
Temari sabía ahora que eso era lo que había ocurrido con algunos de los miembros del clan Uchiha: mientras algunos habían muerto bajo la daga de algún ladrón por estar en el lugar o momento equivocado, o por enfermedad —en realidad bajo órdenes de asesinato y envenenados sin que nadie se diese cuenta— otros familiares, en desdicha por la pérdida, habían sido convencidos de que volverían a escuchar la voz de sus fallecidos si simplemente visitaban ese bosque.
Temari sabía ahora también, luego de las últimas palabras dichas por la diosa en arrebatos de malhumor, que Madara Uchiha había tenido todo que ver en eso, que poco a poco, gradualmente, había entregado su clan a cambio de mantener el regalo de la inmortalidad. A su clan y a pueblerinos que fácilmente pudieron ser engañados.
Naruto simplemente había sido una muy afortunada ficha que Madara pudo utilizar. El hombre ni siquiera había tenido que decirle algo, la curiosidad de rubio habiéndolo llevado a un destino que no merecía y que el líder del clan Uchiha, en ese entonces ya físicamente invencible, supo aprovechar.
No era difícil conectar los puntos: en un Fortis Pugna —que Madara debió tener como objetivo por años hasta hacerlo realidad— no importaba quien fuese su contrincante, la diosa le había prometido que nadie nunca podría hacerle daño, que sólo podría morir bajo su propia herida inflingida, y Temari dudaba que algo como la falta de amor verdadero por parte de una mujer lo llevara al suicidio.
Madara Uchiha era de todas formas un personaje totalmente contrario a la figura histórica de El Gran Conquistador. Mientras éste último se había herido así mismo porque nunca podría sentirse realmente amado, porque según la promesa de la diosa el amor a veces hería, esa era una de las últimas preocupaciones de la actual mano derecha del Emperador.
«Pero él dejó de adorarme, de traer más personas, olvidándose de mí. ¡Cómo pudo atreverse!» recordaba Temari que había pronunciado la diosa. «Puedes salir de mi bosque ahora, niña, escupiré el cuerpo de tu hermano luego de que le hagas llegar este mensaje a Madara Uchiha y venga de nuevo a mí. Dile: "Recuerda que puedo hacer mucho más con el chasquido de mis dedos. Soy la única que mantiene en pie tu inmortalidad". No le digas, sin embargo, lo enojada que me encuentro con él».
Temari ahora, mientras en lentos pasos se acercaba a la dueña de esa pequeña pero acogedora cabaña y con delicadeza quitaba el paño húmedo de las paralizadas manos de Sakura, cambió notablemente su expresión a una de mayor empatía.
—Considero que escuchaste esa voz por lo estresada que seguramente estabas durante ese tiempo.
—¿Eso crees? —dijo suavemente Sakura—. Ese mismo día conocí a Lee, detuvo mi caballo cuando vio lo errático en que estaba cabalgando. Jé, él siempre ha vivido fuera de los límites de la ciudad principal, y creo que cuando te vio no se sorprendió tanto como lo habría hecho cualquier otro campesino: no eres la primera mujer que él ha visto venir desde la misma dirección en inusuales circunstancias. Y, puedo asegurarlo, ese día creo que podría haber caído a un precipicio sin siquiera darme cuenta… —Secándose las lágrimas con el dorso de su mano, la expresión de Sakura pasó a ser más calmada—. Por favor, no desprecies mi manera de vivir. Es todo lo que me ha hecho feliz durante los últimos años, vivir lejos de la capital.
—No fue mi intención ser grosera respecto a cómo vives, lamento si sonó así. ¿Pero sabes? Dicen que la verdad siempre sale a relucir, tarde o temprano, y algunos se quedan por siempre apegados a esa verdad. Por tanto, me alegra que, a pesar de que seas una total extraña para mí, de alguna forma has seguido adelante, que el pasado no arrebató tu futuro. —Y ese era todo el consuelo que Temari se permitiría dar ese día. No podía relajarse, no podía ceder a sus impulsos por dormir más—. Ahora, ¿puedes decirme cómo hacía tu padre para recibir carnes y cosechas en el Palacio? ¿Qué puerta se usaba para eso?
Temari, desde luego, no recibió una respuesta inmediata, y cuando observó la expresión de confusión en el rostro de la otra joven, sólo ladeó su rubia cabeza casi como un gesto inocente.
Esta vez trató de mantener una expresión neutral.
—¿Qué pasa? —preguntó otra vez a Sakura—. No creo que sientas algo de aprecio por ese lugar. Y puedo decirte algo por lo menos: tan pronto pueda atravesar una puerta del Palacio, los siguientes días del señor Madara Uchiha no serán más deslumbrantes.
Sakura sólo se quedó viéndola por un momento seriamente, sopesando sus opciones. Luego, asintiendo pero sin decir palabra alguna, buscó un pedazo de carbón para rayar la superficie de la mesa en donde su familia comía y hacer un mapa de lo que recordaba.
No obstante, pensó Temari, si quiero entrar así, oculta en alguna carreta de madera, tendré que esperar hasta la llegada de la primavera. Esperar a que pase toda una nueva estación…
Seguramente no era mucho lo que el Palacio dejaba pasar de esa manera cuando ya debían tener abundante comida almacenada, así que quizá tendría que pensar en alguna otra forma para entrar y lograr lo que tenía en mente.
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Fue extraño cuando ambos padres de Shikamaru aparecieron en su rango de visión justo cuando él iba a salir para encontrarse con Sasuke, Kiba y otros cuantos jóvenes más. Era extraño por las expresiones en sus rostros.
—Dile —mencionó entonces en un murmuro Shikaku ganándose una afilada mirada de Yoshino Nara.
—¿Qué es esa clase de tono conmigo? No puedo creer que, luego de largos años de matrimonio, sólo por decir algo que aún no entiendo qué importancia tiene, tú–
—Por favor, Yoshino —interrumpió el líder del clan Nara.
—¿Es esta una nueva forma de amargarme la vida? ¿Pelear enfrente mío? —Shikamaru había llevado dos dedos al puente de su nariz, mientras negaba levemente con la cabeza.
Su padre, no obstante, atrajo su total atención con unas pocas palabras:
—Estabas en lo cierto respecto a la señorita Temari —dijo él, recibiendo por parte de su hijo una silenciosa petición por continuar a qué se refería—. La señorita Temari, en compañía de sus dos ayudantes, estuvo en nuestra biblioteca sin vigilancia alguna; sin embargo, no se trató de un caso de infiltración de nuestra seguridad.
Luego de decir todo eso, Shikaku soltó un pesado suspiro.
—Lady Temari —añadió entonces Yoshino—, hasta donde yo sabía, podía ser bien recibida en esta casa mientras duró su estancia en Konoha. Un día vino, ninguno de ustedes estaba, y pidió ver los libros de plantas medicinales del clan Nara, curiosa por ese tema cuando le fue informada de que era algo que nuestro clan ha hecho por años. ¿Se supone que debí estar a su lado mientras leía? Siempre hay mucho que hacer en esta casa, ¿por qué me ocuparía de algo como eso?
Un fuerte dolor de cabeza estaba haciendo lugar en Shikamaru, igual a cómo se había sentido el día en que él le había confiado a su padre lo descubierto con el libro rojo, esa vez Shikaku repitiendo lo mismo que se estaba volviendo costumbre: algo sin duda inusual y, por tanto, a lo que tener en cuenta, pero no a lo que darle prioridad.
En parte, su padre tenía razón. Sin embargo, la cabeza de Shikamaru no había dejado de querer conectar toda clase de ideas sin resultado alguno. ¿Qué podría significar todo eso? ¿Que la embajadora de Suna creía en cuentos fantasiosos? ¿Qué había un interés religioso en leyendas por parte de la población de Suna, totalmente insignificante para los intereses de Konoha? ¿Que el abandonado hotel no había sido un centro de operaciones contra la seguridad de la capital, sino simplemente el temporal refugio de un culto? Todas esas preguntas terminaban teniendo algo en común: el Bosque Negro, y su repetición no podía ser marcada como una mera curiosidad, no cuando algo tan importante como la desaparición de Naruto había ocurrido tiempo atrás allí, ni cuando Konoha y Suna compartían al parecer el mismo espanto hacia ese lugar.
No obstante, quizá Temari no Sabaku estaba justo ahora en la comodidad que había podido heredar del pasado de su familia, redactando algún nuevo acuerdo comercial sin realmente preocuparse por posibles conflictos civiles que pudiesen surgir en Konoha, olvidando ahora por completo que había visitado la biblioteca Nara.
Quizá su tiempo en Konoha sólo había sido un equivalente a vacacionar en un lejano lugar, en un inicio curiosa de una oposición con la que pudo tener algo en común luego de pasar por un cambio de soberanía en su propio país, para más adelante simplemente perder el interés en ellos y pasar largos días disfrutando de los lujos de un lugar como el Palacio.
Y si bien Shikamaru reconocía que la mujer a la que había conocido era astuta y elocuente, quizá era él quien se había estado aferrando a comportarse de manera torpe y paranoide en cosas que no tenían realmente una base sólida. ¿Escritos en un libro que nadie tomaría de un estante y hojas arrancadas en otro? A lo mejor, las acompañantes de una embajadora tenían mucho tiempo para aburrirse.
Así, su padre no podía tener más razón y no había necesidad de analizar con el mismo nivel de seriedad tantos detalles en su cabeza.
Levantando su mirada para conectarla con Shikaku y sosteniéndola sin vacilación alguna, Shikamaru decidió en ese momento dejar de lado el misterio que era Temari.
—¿Saben? No creo que sea algo a lo que darle importancia.
No esperó por ninguna réplica, saliendo en dirección a ocuparse en cosas más importantes, a pesar de que el día anterior había caído la primera nevada y le tomaría el doble llegar a la propiedad Uchiha.
Esta vez serían los establos que Sasuke mantenía en perfecto estado y que Madara nunca visitaba, los que servirían como punto principal para almacenar armas y verificar su funcionamiento. Pensar en la logística de eso sin duda sería mejor que pensar en una sola mujer.
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Sasuke no era un buen hombre para Hinata.
El día anterior, curiosamente, había empezado el invierno con una brillante luna llena.
Lamentablemente no había podido verse con Hinata. Su esposa no había estado en la habitación de ella esperándolo sino, sin duda alguna, en los lujosos aposentos de otro hombre entregándose en brazos ajenos.
Sasuke tuvo un efímero deseo por destruir las cosas de la habitación de ella, de crear un gran ruido hasta hacer que el mismo Emperador tuviera que desprenderse del cuerpo de Hinata para ir a verificar qué era lo que pasaba. Lo único que lo detuvo fueron las aún susurrantes palabras muy atrás en su consciencia que le decían que en realidad no tenía derecho de proclamar a Hinata como suya cuando aún no le había confesado la culpabilidad que todavía tenía por haberle dado la espalda a un adolescente Naruto, y su subsiguiente silencio los días posteriores a eso. Lo que eso había significado para Hiashi Hyūga.
Sasuke necesitaba hacer algo respecto a eso. Él, quien supuestamente no quería secretos entre ellos y le había prometido tantas cosas.
Así, con esos pesados sentimientos y los abrumantes celos por tener que dejarla compartir cama con otro hombre, Sasuke ahora se encontraba al otro lado de la puerta oculta de la habitación de Hinata, claramente no en uno de los días prometidos de luna llena o nueva, escuchando a dos jóvenes sirvientas limpiar y acomodar la cama y muebles que estaban a disposición de Hinata a pesar de que la noble Favorita del Emperador no había estado allí desde la noche anterior.
—Escuché que el señor Madara Uchiha observó con lascivia a la señorita Hyūga.
La otra joven del aseo dejó soltar una risita cuando escuchó eso. Sasuke simplemente apretó su mandíbula desde el otro lado del oculto material. Y, bueno, ¿no era eso mismo una de las cosas que había pedido que Hinata lograra dentro del Palacio?
—¿Acaso habrá llegado a oídos del Emperador?
La otra mujer bajó evidentemente el volumen de su voz para responder, aun así Sasuke pudo escuchar sus palabras.
—Me atrevería a decir que sí, es la primera vez que ha mantenido a su Favorita por tres días seguidos en sus aposentos.
Sasuke no debería estar ahí. Debería estar en los establos de su propiedad, acordando fechas y horarios con Shikamaru y otros. No debería estar sintiendo inmensas ganas de atravesar los pasillos del Palacio hasta llegar a los aposentos de Minato Namikaze.
Así, antes de cometer una barbarie que en lugar de causar la destrucción del Palacio le trajese grandes inconvenientes a la oposición, giró y se prometió volver la noche siguiente. Evitaría a toda costa cualquier interrogación de Shikamaru o las indirectas preguntas de la anciana Chiyo.
La siguiente luna nueva parecía demasiado tiempo para esperar.
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La siguiente noche, cuando por fin volvió a verla, a Sasuke únicamente le importó la existencia de ella y de nadie más. Su mente entró en un estado de absoluta adoración hacia su esposa durante esos primeros segundos antes de besarla con posesión.
Hinata lo dejó, dejando de lado la sorpresa de verlo ahí con ella, dejándose arrastrar a la oscuridad detrás de la puerta corrediza por la que él había entrado, cerciorándose en cerrar cualquier pequeño atisbo de nuevo y ocultándose ambos allí para poder besarse con fervor. Hinata podía sentir la fuerza con la que Sasuke la estaba agarrando detrás de su nuca y alrededor de su cintura, prácticamente queriendo hundirse en ella al mismo ritmo en que su conciencia desaparecía, concentrados ambos en mover sus labios contra los del otro, no esperando un segundo más para saborearse, abriendo sus bocas para que la lengua de Sasuke entrara con facilidad y deseo. Él la empujó contra una de las frías paredes, aun así inundándola de calor a través del experto ritmo con el que Sasuke volvía a reclamarla.
Hinata le correspondió sin inhibición alguna, sin importarle que poco antes sus labios se habían despedido de otros que no fueron los de su esposo, y sólo hasta que tuvieron que separarse para retomar la respiración, Hinata pudo percibir la ansiedad notablemente acumulada en la rigidez de los hombros de Sasuke, en su mandíbula ahora apretándose con fuerza. Así, ubicó sus manos en el pecho de él para evitar que volviera a inclinarse sobre su boca, empujándolo suavemente pero sin apartarlo.
—¿Q-qué sucede? ¿Pasa algo malo? —Hinata preguntó con preocupación, subiendo con cariño una de sus manos en medio de ambos hasta poder ubicarla con suavidad en la mejilla de él, pero antes de recibir cualquier gesto o palabra de Sasuke, una voz alcanzó a ser oída por ambos.
—¿Señorita Hinata? Voy a entrar, traigo su té para dormir. —Era Yūgao, y ambos pudieron imaginarse el rostro de sorpresa que debió formarse en la expresión de la joven dama del Palacio al encontrar la habitación vacía—. ¿Señorita Hinata? —repitió mientras leves pasos pasaron de un punto a otro sobre el piso de madera.
Yūgao susurró algo que ni Sasuke ni Hinata entendieron, y sólo soltaron su respiración contenida cuando la puerta volvió a cerrarse y el silencio dejó en claro que ya no había nadie más en el espacio donde debía estar la concubina del Emperador.
Sin decir palabra alguna, Hinata se separó de Sasuke con el menor ruido posible, volvió a abrir y cerrar con cuidado la secreta puerta, y arrodillándose en el suelo esperó a que Yūgao regresara, tratando de normalizar su respiración, de verificar que no había ningún encaje o botón de su vestimenta dañado.
Cinco minutos después, Yūgao hacía su aparición con otra joven más, esta vez sin avisar que entrarían, ambas sorprendiéndose cuando la figura de Hinata estaba en la usual posición en la que la encontraban cuando esperaba por su té.
—¡L-lo siento, señorita Hinata! —Yūgao dijo con una reverencia, haciendo que la otra joven hiciera lo mismo—. No la vi aquí hace un momento, pensé que estaría en el estudio, también pregunté... si aún estaba con Su Majestad en sus aposentos reales. Por favor, perdone la impertinencia.
—S-salí un momento, pero sólo fui para apreciar el paisaje de invierno desde el corredor sur —rápidamente inventó Hinata—. Por favor, no se lo digan a sus superiores, ¡no volverá a ocurrir! No las preocuparé más.
Era una arriesgada cosa que decir. Ir por el lado contrario al que se le tenía libremente permitido ir, o sola por los pasillos a través de los cuales siempre era guiada, podría generar una innecesaria alarma. Afortunadamente, no hubo necesidad de mentir con algo más.
—Está bien, no lo comentaré —respondió Yūgao con una expresión que cambió de preocupación a amabilidad, pero Hinata pudo ver que detrás de esa empatía había un inevitable señalamiento del cual Hinata no se sentía del todo orgullosa. «Estaba bien» porque cómo negárselo luego de cuatro días teniendo que entretener al Emperador. «Estaba bien» querer salir a ver la luna por un momento desde un rincón lejos de su habitación como un respiro de sus obligaciones.
Hinata, ahora experta en eso, le devolvió una cálida mirada a pesar de la turbulencia interna que sentía, especialmente con Sasuke a tan pocos pasos de ella.
—Gracias —terminó por decir con calmada voz, y cayendo en cuenta que Yūgao había dejado el té en la baja mesita a su lado, Hinata se lo tomó frente a ellas con la lentitud que siempre hacía, a pesar del nervioso cosquilleo en su vientre ante el conocimiento de que Sasuke debía estar aún detrás de la oculta puerta, esperándola.
Cuando volvió a dejar su taza vacía en la bandeja, la más joven de las sirvientas la levantó, haciendo una nueva reverencia y saliendo sin decir palabra alguna de la habitación. Yūgao también hizo una leve reverencia, pero esta vez para ayudar a ponerse la ropa de dormir a Hinata, y cerciorarse de que todo estaba correcto con su cama.
Sólo hasta que Hinata estuvo bajo las sábanas, Yūgao hizo una leve inclinación a manera de despedida.
—Que tenga una agradable noche, mañana la despertaré y traeré su desayuno.
Así, sin la presencia de nadie más, Hinata sólo esperó por un minuto más antes de levantarse de su sitio y volver a Sasuke.
—Sé que no debería haber venido –empezó él a decir—. Pero ayer vine, igual que el día anterior, y…
—Shh —lo cayó suavemente ella—. Pensé en ti durante la luna llena. He pensado en ti siempre.
Estaban hablando, por supuesto, en susurros. En medio de la oscuridad y aún esperando que ningún otro ruido alarmante los tuviese que separar.
Poco después fue ella quien lo obligó a inclinarse sobre ella y besarlo.
Entendía a la perfección que algo estaba mal con él. Más allá de los celos que ya sabía él debía tener luego de haberla visto tan cerca del Emperador ese día en la propiedad Nara, y ahora con la afirmación de que había pasado tiempo íntimo con el Emperador en lugar de estar disponible para él.
—Sasuke, dime —animó ella.
—No quiero tener secretos contigo —murmuró él—. Hay algo que he querido decirte. Que debo decirte.
Sasuke la besó primero en una larga caricia antes de pegar sus frentes y decirle lo que quizá podría hacer que lo odiara un poco.
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Fun fact: Sakura iba a aparecer desde casi el inicio en otro papel, pero a la hora de escribir las cosas que había planeado con ella terminaban recayendo en otros personajes (Shikamaru, Matsuri…). Creo que usarla ahora da otra perspectiva de qué tanto impactaron las acciones de Madara y la existencia del Bosque Negro.
Espero que para ustedes como lectores algunas cosas hayan quedado más claras. Lo que queda en los siguientes capítulos es cómo Sasuke y Hinata se van a enterar de estas cosas y sus acciones ante eso (que Madara es inmortal gracias a la poderosa criatura del Bosque Negro, que la desaparición del clan Uchiha fue un sacrificio hecho por él para obtener dicho poder, que quizá el real peligro no sea el Palacio sino ese bosque).
También espero les hayan surgido más preguntas xD
