La Kestrel Nova salió del hiperespacio, revelando al enorme planeta desértico de Tatooine. Un lugar peligroso, controlado por las bandas criminales y el brutal régimen de Jabba el Hott, un ser vil y despiadado, que disfrutaba ver a sus víctimas ser despedazados por su mascota en su imponente palacio.
Tatooine no tenía un control fronterizo, ni mucho menos una guardia que asegurase tu estadía en el planeta. Todos los que iban a Tatooine sabían perfectamente que el Hott no restringía las entradas a su dominio, pero si metías las narices en donde no debías, podrías desaparecer en el interminable mar de dunas.
La Kestrel Nova se adentró en la atmósfera de Tatooine y se dirigió a un terreno arenoso a las afueras de Mos Eisley, la ciudad más grande del planeta. Su llegada no pasó desapercibida a los ojos de muchos, pero al ver un modelo de nave tan viejo no les causó el menor interés. Algunos incluso se burlaron junto a sus camaradas, tratando de adivinar que idiota volaría por la galaxia con una reliquia como esa.
El aterrizaje fue bastante tranquilo, a pesar de la leve disparidad del terreno. La rampa descendió desde la parte inferior de la nave, haciendo un leve contacto con la superficie arenosa, y desde el interior, salieron cuatro figuras encapuchadas, una más pequeña que las otras tres.
Era Ícaro, acompañado por Wag Too y los dos droides comando. Un equipo que pasaría lo más desapercibido posible, gracias a su forma humanoide y a algunos trucos bajo la manga que estos droides tenían incorporados. Pero los problemas no tardaron en llegar.
?: - Oye, amigo. No se si lo sabes pero, esa es mi "puerto de aterrizaje."
Ícaro volteó a la extraña voz y vió a una mujer que se acercaba mientras intentaba dar pasos certeros en la inestable arena. De unos treinta años de edad, tez blanca manchada por la arena, cabello castaño rizado y poco arreglado, vestía ropas de cuero similar a las que usaban algunos pilotos, y era seguida por una unidad droide Pit.
Image Ícaro: - Creía que era zona libre. - Dijo siguiéndole el juego, pero con una voz más orgánica.
Mujer: - Antes lo era. Pero ahora hago mis pequeños "trabajos de mecánico" allí. Debes mover esa cosa. A menos claro, que compense su estadía. -
Ícaro alzó la mirada y echó un vistazo alrededor. Pude ver una improvisada mesa metálica tapada vagamente por un pedazo de tela con un par de herramientas. Una tubería flexible que salía bajo tierra, seguro para combustible, y varias manchas de grasa sobre sus ropas parecían apoyar su coartada. Ícaro computaba que podría ser una estafa, y probablemente lo fuera, pero conocía cómo tratar a las personas como ella, así que decidió seguirle el juego. El droide, sacó la mano de su capucha un instante, y le lanzó una pequeña bolsa a la mujer.
Ícaro: - Creo que es suficiente. También échale combustible. -
La mujer abrió la bolsa y vió una buena cantidad de créditos. Sabía que era suficiente, pero quería ver cuánto podía sacar de estos "extraños invitados."
Mujer: - Me parece bien. Pero... mira esa cosa. - Señalando a la nave. - Está claro que necesita reparaciones. Yo puedo hacerlas, por el precio adecuado. Por supuesto. -
El droide lo pensó por un momento, y los argumentos de la mujer no carecían de razón. La Kestrel Nova necesitaba algo de mantenimiento, y su previo imprevisto en Agamar le había dejado ciertas secuelas.
Ícaro: - ¿Puedes conseguir partes? -
Mujer: - Dalo por hecho. Lo que necesites, no es un problema para la gran Peli Motto. -
Ícaro: - Muy bien. Te daré cuatro veces esa cantidad si consigues un generador de escudo de plasma y diez metros de aislante. Cinco si son nuevos. -
La mujer abrió los ojos de par en par, en su vida había visto un trato tan suculento.
Peli: - Dalo por hecho. -
Ícaro: - Bien. Regresaremos en un par de horas. -
El droide se dirigió a la ciudad, seguido por las unidades comando y Wag Too. Las capuchas cubrían completamente su cuerpo y su rostro, así que era imposible identificarlos a menos que se acercaran demasiado. Pero con tantos encapuchados en Mos Eisley, el cuarteto pasaba desapercibido a la perfección.
Wag Too: - No sabía que podías cambiar de voz. - Dijo algo sorprendido.
Ícaro: - Tanto yo como las unidades comando tenemos moduladores de voz. Así es más fácil mezclarnos sin llamar la atención. -
Wag Too: - Eso es genial. Y... ¿A dónde vamos? -
Ícaro: - Necesitamos provisiones para ti y para Tova. También necesito información acerca de lo que está sucediendo en la Galaxia. Nos dividiremos en dos grupos. Unidad... - Ícaro dudó por un momento, recordando lo que ocurrió en la bodega de carga de la Kestrel Nova horas antes. - Unidad Delta, id con Wat Too al mercado, comprad provisiones y regresad a la nave. Unidad Alfa. seguidme. -
Droides: - Enterado. - Dijeron con una voz más orgánica, pero se notaban levemente sus rasgos mecánicos.
Ícaro se dirigió a un lugar que parecía estar muy animado. El droide comando lo seguía de cerca, con el blaster E-5 bajo su capucha, listo para abrir fuego si pasaba algún imprevisto. El dúo se encontraba a las afueras de lo que parecía una cantina, o un centro de mercenarios, y en el interior se escuchaba una gran conmoción.
Al entrar, vieron a dos mercenarios luchando a puñetazos, de seguro se disputaban por un trabajo o algo similar. El resto de los presentes miraba con entusiasmo, haciendo apuestas y bebiendo hasta desfallecer. Incluso el dependiente miraba entretenido al par que disputaba, al parecer, eso era algo común en ese lugar.
Ícaro decidió ignorarlos y pasar de largo, y seguido por Delta, se acercaron a un pizarrón que mostraba decenas de trabajos para caza-recompensas. Había de todo, desde secuestros, asesinatos, sabotajes y robos. Muchos querían activos remanentes de la Alianza Separatista, y el Imperio ofertaba suculentas sumas de dinero por dar caza a "ciertos individuos" que se interponían a sus planes.
Ícaro mostró levemente su mano modificada y la conectó a la terminal del pizarrón. Comenzó a descargarlos todo, desde los trabajos ofrecidos hasta las noticias que se daban en Coruscant, incluso usando proxy y con su avanzada programación, logró acceder a secretos de estado imperiales y a cuentas bancarias de grupos criminales importantes como los Pike o los mismos Hutt. Pero antes de poder terminar con la descarga, los problemas llegaron.
?: - ¡Eh! "Amigo." No puedes tomar todos los trabajos. - Dijo una voz ronca a sus espaldas.
Ícaro solo giró perezosamente la cabeza, viendo a un rodiano de piel verde que se acercaba.
?: - Está claro que eres nuevo en esto. Así que déjame darte una " bienvenida" oficial. -
El rodiano traqueó los dedos de sus manos, en señal de desafío. El resto de mercenarios y cazarrecompensas miraba con interés, sus rostros mostraban cierta felicidad por lo que iba a suceder, incluso algunos ya comenzaron a apostar desde el otro lado de la cantina. El rodiano se seguía acercando, pero Ícaro simplemente se limitó a hacerle una seña a Delta.
El droide comando dió un paso al frente y sin previo aviso, el rodiano le lanzó un puñetazo al rostro. El droide cubría su rostro con la capucha, pero antes que el rodiano pudiera alcanzarlo, el droide se agachó levemente mientras ponía uno de sus pies tras el alien, y con su brazo derecho, tomó el rostro del rodiano y estrelló su cara contra el piso.
El golpe produjo un golpe seco, haciendo que el rodiano cayera inconsciente de inmediato, tomando a todos por sorpresa. El droide comando simplemente volvió a levantarse, y retroceder unos pasos junto a su comandante.
Un incómodo momento de silencio abrumó el ambiente del lugar. La tensión era perceptible, al percatarse como alguno de los caza-recompensas llevaban suavemente sus manos hacia sus blasters. Estaban dispuestos a acabar con los recién llegados, mientras miraban cómo el extraño encapuchado se alejaba del pizarrón.
Ícaro: - Vámonos. No hay nada que nos interese en este lugar. -
Y como mismo llegaron, el extraño dúo abandonó el lugar sin decir una palabra. Aquellos que se quedaron en la cantina no podían hacer más que sentir la impotencia en sus cuerpos. Sin saberlo, se habían quedado paralizados ante tal brutalidad, ya que, a sus ojos, no fueron capaces de ver lo que sucedió. Miraban como su camarada se acercaba, pero tras un parpadeo, el extraño ser ya lo había lanzado contra el suelo. ¿Quiénes eran esos sujetos?
Uno de los mercenarios se acercó al cuerpo que yacía sobre el suelo, y lo revisó levemente. Pero todos quedaron petrificados cuando lo escucharon decir. "Está muerto." Con una voz de asombro y terror.
Ícaro y Delta caminaban de regreso a la Kestrel Nova por las calles arenosas, tratando de llamar la menor cantidad de atención posible. Sabía que lo sucedido en la cantina podía atraer problemas, así que debían apresurarse a salir de la zona, pero al menos, la información recolectada había valido la pena. Pero entonces sucedió algo extraño.
Ícaro se detuvo de repente, sin razón aparente. Podía sentir algo, algo extraño. Algo que no era capaz de describir o computar. Su peculiar núcleo le estaba mandando unas señales extrañas, señales que no sabía que querían decir, pero que parecían apuntar en una dirección.
Delta: - ¿Comandante? - Le preguntó al ver que Ícaro dejó de moverse.
Ícaro: - Regresa a la nave. -
Delta: - Pero, comandante... -
Ícaro: - Es una orden. -
Delta: - Roger. Roger. -
Los dos droide tomaron caminos separados. Ícaro se dirigió a un extraño sector de la ciudad, con mucha gente y pequeños negocios. Un lugar que quería evitar a toda costa, pero que por algún motivo, no podía evitar seguir adelante. Su núcleo parecía estar guiándolo, cómo el impulso de un pirata a encontrar un tesoro enterrado bajo la arena, una sensación muy extraña.
Sus impulsos lo llevaron a una modesta cantina, donde decenas de comensales "disfrutaban" de las delicias locales sin prestarle la menor atención al recién llegado. Su núcleo lo había llevado a ese lugar pero ¿Por qué? ¿Qué había en ese lugar que era tan especial? Miró alrededor y no pudo ver nada claro. Solo decenas de ciudadanos que hacían lo posible por comer algo decente en ese planeta tan demacrado.
Miró a cada uno de los presentes cuidadosamente, haciendo contacto visual con algunos, que rápidamente bajaban la cabeza evitando buscar problemas. Estaba más que claro que no eran bandidos o caza-recompensas, sino personas humildes que hacían lo posible por sobrevivir en ese lugar. Alzó la mirada y vió al cocinero, quién le preguntó si iba a comer algo, pero él solamente negó, sabiendo que ese no era el motivo por el cual estaba allí. Entonces lo vió.
Un misterioso ser encapuchado, sentado de espaldas a la entrada, comiendo con gracia un pedazo de pan, un trozo de carne y una porción de sopa. Era claro que este individuo no era como los demás, pues sus gestos mostraban cierta elegancia, muy distintivos al resto de los presentes. Y para rematar las cosas, el núcleo de Ícaro comenzó a enviarle señales cuando sus sensores ópticos hicieron contacto con el extraño encapuchado.
Ícaro se acercó, sin saber por qué, y se sentó justo al frente del comensal, en la misma mesa. La capucha cubría la mayor parte de su rostro, pero el droide sentía una gran curiosidad por quién se encontraba justo frente a él. Bajo la capucha se podía apreciar una cuidada barba rubia con tonalidades marrones.
?: - ¿Desea algo? - Preguntó amablemente el extraño humano Ícaro: - ¿Qué eres? - Preguntó algo confundido.
El forajido dejó de comer por unos segundos, alzando la mirada hacia el droide quién cubría su rostro perfectamente. La capucha del humano escondía unos rasgos faciales bien definidos, aunque algo golpeados por el clima del lugar. Y dos enormes ojos azules, que formaban una extraña mirada triste, pero con una gran fuerza de voluntad en su interior.
Tatooine no tenía un control fronterizo, ni mucho menos una guardia que asegurase tu estadía en el planeta. Todos los que iban a Tatooine sabían perfectamente que el Hott no restringía las entradas a su dominio, pero si metías las narices en donde no debías, podrías desaparecer en el interminable mar de dunas.
La Kestrel Nova se adentró en la atmósfera de Tatooine y se dirigió a un terreno arenoso a las afueras de Mos Eisley, la ciudad más grande del planeta. Su llegada no pasó desapercibida a los ojos de muchos, pero al ver un modelo de nave tan viejo no les causó el menor interés. Algunos incluso se burlaron junto a sus camaradas, tratando de adivinar que idiota volaría por la galaxia con una reliquia como esa.
El aterrizaje fue bastante tranquilo, a pesar de la leve disparidad del terreno. La rampa descendió desde la parte inferior de la nave, haciendo un leve contacto con la superficie arenosa, y desde el interior, salieron cuatro figuras encapuchadas, una más pequeña que las otras tres.
Era Ícaro, acompañado por Wag Too y los dos droides comando. Un equipo que pasaría lo más desapercibido posible, gracias a su forma humanoide y a algunos trucos bajo la manga que estos droides tenían incorporados. Pero los problemas no tardaron en llegar.
?: - Oye, amigo. No se si lo sabes pero, esa es mi "puerto de aterrizaje."
Ícaro volteó a la extraña voz y vió a una mujer que se acercaba mientras intentaba dar pasos certeros en la inestable arena. De unos treinta años de edad, tez blanca manchada por la arena, cabello castaño rizado y poco arreglado, vestía ropas de cuero similar a las que usaban algunos pilotos, y era seguida por una unidad droide Pit.
Image Ícaro: - Creía que era zona libre. - Dijo siguiéndole el juego, pero con una voz más orgánica.
Mujer: - Antes lo era. Pero ahora hago mis pequeños "trabajos de mecánico" allí. Debes mover esa cosa. A menos claro, que compense su estadía. -
Ícaro alzó la mirada y echó un vistazo alrededor. Pude ver una improvisada mesa metálica tapada vagamente por un pedazo de tela con un par de herramientas. Una tubería flexible que salía bajo tierra, seguro para combustible, y varias manchas de grasa sobre sus ropas parecían apoyar su coartada. Ícaro computaba que podría ser una estafa, y probablemente lo fuera, pero conocía cómo tratar a las personas como ella, así que decidió seguirle el juego. El droide, sacó la mano de su capucha un instante, y le lanzó una pequeña bolsa a la mujer.
Ícaro: - Creo que es suficiente. También échale combustible. -
La mujer abrió la bolsa y vió una buena cantidad de créditos. Sabía que era suficiente, pero quería ver cuánto podía sacar de estos "extraños invitados."
Mujer: - Me parece bien. Pero... mira esa cosa. - Señalando a la nave. - Está claro que necesita reparaciones. Yo puedo hacerlas, por el precio adecuado. Por supuesto. -
El droide lo pensó por un momento, y los argumentos de la mujer no carecían de razón. La Kestrel Nova necesitaba algo de mantenimiento, y su previo imprevisto en Agamar le había dejado ciertas secuelas.
Ícaro: - ¿Puedes conseguir partes? -
Mujer: - Dalo por hecho. Lo que necesites, no es un problema para la gran Peli Motto. -
Ícaro: - Muy bien. Te daré cuatro veces esa cantidad si consigues un generador de escudo de plasma y diez metros de aislante. Cinco si son nuevos. -
La mujer abrió los ojos de par en par, en su vida había visto un trato tan suculento.
Peli: - Dalo por hecho. -
Ícaro: - Bien. Regresaremos en un par de horas. -
El droide se dirigió a la ciudad, seguido por las unidades comando y Wag Too. Las capuchas cubrían completamente su cuerpo y su rostro, así que era imposible identificarlos a menos que se acercaran demasiado. Pero con tantos encapuchados en Mos Eisley, el cuarteto pasaba desapercibido a la perfección.
Wag Too: - No sabía que podías cambiar de voz. - Dijo algo sorprendido.
Ícaro: - Tanto yo como las unidades comando tenemos moduladores de voz. Así es más fácil mezclarnos sin llamar la atención. -
Wag Too: - Eso es genial. Y... ¿A dónde vamos? -
Ícaro: - Necesitamos provisiones para ti y para Tova. También necesito información acerca de lo que está sucediendo en la Galaxia. Nos dividiremos en dos grupos. Unidad... - Ícaro dudó por un momento, recordando lo que ocurrió en la bodega de carga de la Kestrel Nova horas antes. - Unidad Delta, id con Wat Too al mercado, comprad provisiones y regresad a la nave. Unidad Alfa. seguidme. -
Droides: - Enterado. - Dijeron con una voz más orgánica, pero se notaban levemente sus rasgos mecánicos.
Ícaro se dirigió a un lugar que parecía estar muy animado. El droide comando lo seguía de cerca, con el blaster E-5 bajo su capucha, listo para abrir fuego si pasaba algún imprevisto. El dúo se encontraba a las afueras de lo que parecía una cantina, o un centro de mercenarios, y en el interior se escuchaba una gran conmoción.
Al entrar, vieron a dos mercenarios luchando a puñetazos, de seguro se disputaban por un trabajo o algo similar. El resto de los presentes miraba con entusiasmo, haciendo apuestas y bebiendo hasta desfallecer. Incluso el dependiente miraba entretenido al par que disputaba, al parecer, eso era algo común en ese lugar.
Ícaro decidió ignorarlos y pasar de largo, y seguido por Delta, se acercaron a un pizarrón que mostraba decenas de trabajos para caza-recompensas. Había de todo, desde secuestros, asesinatos, sabotajes y robos. Muchos querían activos remanentes de la Alianza Separatista, y el Imperio ofertaba suculentas sumas de dinero por dar caza a "ciertos individuos" que se interponían a sus planes.
Ícaro mostró levemente su mano modificada y la conectó a la terminal del pizarrón. Comenzó a descargarlos todo, desde los trabajos ofrecidos hasta las noticias que se daban en Coruscant, incluso usando proxy y con su avanzada programación, logró acceder a secretos de estado imperiales y a cuentas bancarias de grupos criminales importantes como los Pike o los mismos Hutt. Pero antes de poder terminar con la descarga, los problemas llegaron.
?: - ¡Eh! "Amigo." No puedes tomar todos los trabajos. - Dijo una voz ronca a sus espaldas.
Ícaro solo giró perezosamente la cabeza, viendo a un rodiano de piel verde que se acercaba.
?: - Está claro que eres nuevo en esto. Así que déjame darte una " bienvenida" oficial. -
El rodiano traqueó los dedos de sus manos, en señal de desafío. El resto de mercenarios y cazarrecompensas miraba con interés, sus rostros mostraban cierta felicidad por lo que iba a suceder, incluso algunos ya comenzaron a apostar desde el otro lado de la cantina. El rodiano se seguía acercando, pero Ícaro simplemente se limitó a hacerle una seña a Delta.
El droide comando dió un paso al frente y sin previo aviso, el rodiano le lanzó un puñetazo al rostro. El droide cubría su rostro con la capucha, pero antes que el rodiano pudiera alcanzarlo, el droide se agachó levemente mientras ponía uno de sus pies tras el alien, y con su brazo derecho, tomó el rostro del rodiano y estrelló su cara contra el piso.
El golpe produjo un golpe seco, haciendo que el rodiano cayera inconsciente de inmediato, tomando a todos por sorpresa. El droide comando simplemente volvió a levantarse, y retroceder unos pasos junto a su comandante.
Un incómodo momento de silencio abrumó el ambiente del lugar. La tensión era perceptible, al percatarse como alguno de los caza-recompensas llevaban suavemente sus manos hacia sus blasters. Estaban dispuestos a acabar con los recién llegados, mientras miraban cómo el extraño encapuchado se alejaba del pizarrón.
Ícaro: - Vámonos. No hay nada que nos interese en este lugar. -
Y como mismo llegaron, el extraño dúo abandonó el lugar sin decir una palabra. Aquellos que se quedaron en la cantina no podían hacer más que sentir la impotencia en sus cuerpos. Sin saberlo, se habían quedado paralizados ante tal brutalidad, ya que, a sus ojos, no fueron capaces de ver lo que sucedió. Miraban como su camarada se acercaba, pero tras un parpadeo, el extraño ser ya lo había lanzado contra el suelo. ¿Quiénes eran esos sujetos?
Uno de los mercenarios se acercó al cuerpo que yacía sobre el suelo, y lo revisó levemente. Pero todos quedaron petrificados cuando lo escucharon decir. "Está muerto." Con una voz de asombro y terror.
Ícaro y Delta caminaban de regreso a la Kestrel Nova por las calles arenosas, tratando de llamar la menor cantidad de atención posible. Sabía que lo sucedido en la cantina podía atraer problemas, así que debían apresurarse a salir de la zona, pero al menos, la información recolectada había valido la pena. Pero entonces sucedió algo extraño.
Ícaro se detuvo de repente, sin razón aparente. Podía sentir algo, algo extraño. Algo que no era capaz de describir o computar. Su peculiar núcleo le estaba mandando unas señales extrañas, señales que no sabía que querían decir, pero que parecían apuntar en una dirección.
Delta: - ¿Comandante? - Le preguntó al ver que Ícaro dejó de moverse.
Ícaro: - Regresa a la nave. -
Delta: - Pero, comandante... -
Ícaro: - Es una orden. -
Delta: - Roger. Roger. -
Los dos droide tomaron caminos separados. Ícaro se dirigió a un extraño sector de la ciudad, con mucha gente y pequeños negocios. Un lugar que quería evitar a toda costa, pero que por algún motivo, no podía evitar seguir adelante. Su núcleo parecía estar guiándolo, cómo el impulso de un pirata a encontrar un tesoro enterrado bajo la arena, una sensación muy extraña.
Sus impulsos lo llevaron a una modesta cantina, donde decenas de comensales "disfrutaban" de las delicias locales sin prestarle la menor atención al recién llegado. Su núcleo lo había llevado a ese lugar pero ¿Por qué? ¿Qué había en ese lugar que era tan especial? Miró alrededor y no pudo ver nada claro. Solo decenas de ciudadanos que hacían lo posible por comer algo decente en ese planeta tan demacrado.
Miró a cada uno de los presentes cuidadosamente, haciendo contacto visual con algunos, que rápidamente bajaban la cabeza evitando buscar problemas. Estaba más que claro que no eran bandidos o caza-recompensas, sino personas humildes que hacían lo posible por sobrevivir en ese lugar. Alzó la mirada y vió al cocinero, quién le preguntó si iba a comer algo, pero él solamente negó, sabiendo que ese no era el motivo por el cual estaba allí. Entonces lo vió.
Un misterioso ser encapuchado, sentado de espaldas a la entrada, comiendo con gracia un pedazo de pan, un trozo de carne y una porción de sopa. Era claro que este individuo no era como los demás, pues sus gestos mostraban cierta elegancia, muy distintivos al resto de los presentes. Y para rematar las cosas, el núcleo de Ícaro comenzó a enviarle señales cuando sus sensores ópticos hicieron contacto con el extraño encapuchado.
Ícaro se acercó, sin saber por qué, y se sentó justo al frente del comensal, en la misma mesa. La capucha cubría la mayor parte de su rostro, pero el droide sentía una gran curiosidad por quién se encontraba justo frente a él. Bajo la capucha se podía apreciar una cuidada barba rubia con tonalidades marrones.
?: - ¿Desea algo? - Preguntó amablemente el extraño humano Ícaro: - ¿Qué eres? - Preguntó algo confundido.
El forajido dejó de comer por unos segundos, alzando la mirada hacia el droide quién cubría su rostro perfectamente. La capucha del humano escondía unos rasgos faciales bien definidos, aunque algo golpeados por el clima del lugar. Y dos enormes ojos azules, que formaban una extraña mirada triste, pero con una gran fuerza de voluntad en su interior.
