El día de la tragedia quedó grabado para siempre en los hermanos Kurogami, toda su vida como la conocían se vino abajo en cuestión de segundos.

Estaban jugando en el comedor con los juguetes de Sota cuando sin previo aviso el piso comenzó a sacudirse, las cosas caerse y romperse en el proceso y las luces a fallar. Daina no dudó un segundo en tomar a su hermanito y ocultarse con él debajo de la mesa y protegerlo en un abrazo, por si algo del techo se caía y aplastaba la mesa con ellos ahí.

Milagrosamente la mesa soportó los golpes y pronto pudieron salir y ser atendidos por unos médicos y rescatistas, en busca de heridas.

—Hermano —le llamó Sota— ¿Dónde están mamá y papá?

Daina se quedó mudo y abrió mucho los ojos mientras veía entre los escombros de su antigua casa a los rescatistas sacar los cuerpos sin vida de sus padres. Al verlo sintió que el alma se le salía del cuerpo mientras Sota empezaba a llorar.

—¿Qué va a pasar? —sollozó.

En ese mismo momento, Daina supo que tenía que ser fuerte y obligarse a crecer con tal de que Sota, con tan solo cinco años, tuviera en quién apoyarse.

—Todo estará bien… —Lo abrazó e hizo el esfuerzo de no llorar— Me aseguraré de que no nos falte nada… —habló con un hilo de voz.

Julio, dos años después…
En aquel entonces apenas estaban saliendo los primeros beys single layer, por lo que Daina no tenía, ni casi nadie, un compañero definitivo; traía un recolor de Kerbeus.

—¡Ey, Daina! —escuchó a alguien con acento de la región de Kansai, lo que en otros países podría equivaler a un acento sureño.

Estaba adelantando sus tareas de matemáticas durante el recreo cuando Wakiya, con quien compartía salón, se le acercó en busca de lo que fuera que quisiera.

—Ah, Wakiya —Miró hacia él— ¿Qué quieres?

—Oh, no es nada —se sentó sobre el escritorio, se portaba como si fuera su casa—, solo quería saber si te gustaría tener un combate —Sacó su bey, un recolor de Spriggan.

Miraba con una sonrisa y cara que Daina identificó como un idiota con ganas de jugar al gato y el ratón, y estar buscando a quien hacer su ratoncito. De vez en cuando se hablaban y trabajaban juntos, pero no eran especialmente cercanos.

—Ese chico está perdido, es demasiado fuerte.

—Dicen que Wakiya entrena con pesas enormes y hasta puede levantar a una persona.

—Yo escuché que lo vieron cargando un chaleco repleto de pesas.

—¿En serio van a combatir?

Antes de que pudiera contestar, ya había chicos que detuvieron lo que estaban haciendo para comentar sobre la posible batalla.

—Como quieras —Se puso de pie—, acepto tu reto.

Partieron al gimnasio juntos y algunos compañeros los seguían. Al parecer la noticia corrió más rápido que un suspiro. Allí los esperaba Hoji con un estadio apartado para ellos.

—Bien —Daina tomó el bey en sus manos—, estoy listo cuando quie…-

—¡¿Hermano?! —escuchó de repente cuando se dispuso a prepararse.

—¿Eh? —Volteó enseguida.

—¿Vas a tener una batalla contra Wakiya? —preguntó impresionado— ¿El más fuerte de la escuela?

—Así es —Sonrió un poco.

Daina no podía negarlo, sabía que Wakiya era muy fuerte y entrenaba más duro que nadie, sintió una presión en el pecho y más aún al saber que Sota estaría observando. Y podría apostar a que Wakiya podía detectar el miedo, porque lo siguiente que dijo fue:

—Vamos, no voy a ser tan duro contigo —Llevó sus manos a su cintura—. Me aseguraré de no humillarte… demasiado.

—¡Él no te tiene miedo! —exclamó Sota, algo molesto por las palabras de Wakiya— ¡No le teme a nada y va a hacerte estallar!

Todo esto junto hizo liberar un lado más rudo en Daina, pero más que todo, la idea de que Sota llegara a verlo derrotado después de defenderlo.

—Veremos si tu hermano tiene las agallas —contestó con esa sonrisa presumida y confiada.

—Oh, vamos —soltó Daina de repente—, no me da miedo perder contra un niño rico mimado.

—¡¿Cómo me llamaste?! —Saltó.

Si debemos señalar un instante donde comenzó a jugar con la mente de sus oponentes, y a provocarlos para que perdieran el control, este sería el punto de partida. Algo hizo clic en su cabeza, justo en ese instante, y solo pudo pensar en buscar una forma de defenderse de las provocaciones de Wakiya.

—Quizá solo eres fuerte porque tus nanas te dejan ganar.

—¡Estás a punto de descubrirlo —gritó y apretó los puños como si quisiera golpearlo—, pequeña sabandija!

—Ese chico ya está muerto —murmuró alguien.

—Como quieras —Sonrió Daina con malicia.

—¡Oooh! —Wakiya frunció el ceño—. Ya sé lo que intentas, no va a funcionar —Señaló con un dedo acusador.

—Lo averiguaremos.

—Hoji hará de árbitro —Señaló con una mano—, si no te importa.

—¿Tu perrito faldero? —continuó— ¿No puede ser alguien más imparcial?

—Yo no soy parcial… —murmuró Hoji.

—¡Hoji no es ningún perro! —Wakiya apretó de nuevo los puños y tomó aire—. Bien —accedió a regañadientes y volteó hacia los demás— ¡Oigan! ¡¿Alguien quiere hacer de árbitro?!

—¿Qué tal ese chico del otro curso, Rantaro? —preguntó uno de sus compañeros.

—Quien sea, pero que venga aquí ahora —pidió irritado.

Daina no prestó mucha atención a Wakiya y a Hoji en esos momentos, en su lugar se concentró más en Sota, en busca de un poco de calma.

—¡Estoy seguro de que lo harás estallar! —exclamó.

—Sabes muy bien que nadie se puede meter con tu hermano —Sonrió.

—¡Eres el Señor Invencible! —Alzó las manos.

—solo espera y lo verás.

En unos momentos más, llegó Rantaro con algunas revistas Coro Coro que iba repartiendo conforme pasaba.

—Son los chicos de ahí —Señaló alguien.

—¡Ah! El niño rico y el enano gótico —Miró hacia ellos.

—¿Tenías que mencionar mi estatura? —murmuró Daina.

—¡Muy bien, todos! —Rantaro tomó posición—. Será una batalla a dos puntos. Los finales por salida y por supervivencia valen un punto y un final explosivo vale dos puntos —Expandió su abanico—. Inspeccionen el bey del oponente.

Kerbeus Wind Fusion contra un Spriggan Heavy Defense.

—Nada mal, Tinkerbell —Daina regresó el bey.

—Creo que podrías llegar a entretenerme con tus trucos, perrito —Regresó el bey con desdén.

—Listos y… ¡Duelo! —Rantaro alzó su abanico.

—¡Tres… dos… uno…! ¡Let it… rip!

Ambos beys comenzaron a chocar entre sí para apoderarse del centro. De Spriggan era de esperarse, pero Kerbeus actuaba como un tipo defensa buscando ser agresivo al mismo tiempo. En algún punto, Spriggan golpeó con una de sus hachas y envió el bey a volar pero, por el retroceso, también fue despedido del estadio.

—¡¿Quién ganó?! —Wakiya y Daina voltearon hacia Rantaro.

—Mmm… —Rantaro cerró los ojos y se retiró la paleta de la boca.

—¡No me digas que no lo viste! —insistió Wakiya.

—¡Final por salida simultáneo, empate! —Alzó el abanico.

—Parece que este cachorrito no muerde tanto como ladra —burló.

—Debes sentirte muy presionado, ¿no crees? —intentó jugar con la mente de Wakiya un poco más, a modo de venganza—. Un niño rico con un gran legado cuya imagen debe mantener a toda costa, empresarial o… como un blader fuerte. Como sea debes defender tu nombre a toda costa.

—¡No necesito nada de eso para ser más fuerte! —gritó, aunque en el fondo sabía que sí dependía de todo su equipo y estaba invirtiendo dinero en el beyblade.

—Entonces demuéstralo y gana —Sonrió.

—¡Ya verás que te regresaré a la perrera!

—O yo te devolveré al bosque de cuentos de hadas del que saliste.

—¡Dejen de pelear! —intervino Rantaro—. Ahora prepárense para el siguiente encuentro.

Volvieron a lanzar y esta vez Kerbeus fue más rápido y tomó el centro. Spriggan atacó una y otra vez en busca de empujar a su oponente.

—¡Mándalo a volar! —exclamó Wakiya.

Spriggan logró sacar a Kerbeus, pero este, gracias a Fusion, regresó al ataque con un patrón de flor.

—¡Envíalo al inframundo! —gritó Daina.

Kerbeus atacó con tal fuerza que Spriggan voló y explotó en el aire.

—¡E… Esto es imposible…! —tartamudeó Wakiya boquiabierto.

—¡Kerbeus con un final explosivo! —Rantaro apuntó con el abanico— ¡El ganador es Daina Kurogami!

De inmediato Sota corrió con él a felicitarlo por su victoria, lo que le trajo una mayor satisfacción a Daina. Mientras tanto la gente comenzaba a dispersarse.

—¡Estuviste increíble!

—Te lo dije, nada puede con tu hermano —Sonrió y dejó los dientes a la vista.

Wakiya recogió sus piezas y miró hacia Hoji, este último lo miró fijo solo para asentir, como si tuvieran algún acuerdo.

—Oye —Wakiya llamó su atención.

—¿Qué quieres? —Levantó la vista hacia él.

—Tienes agallas —admitió— ¿No quieres entrenar conmigo y con Hoji?

—¿Cómo? —parpadeó.

—¡Hazlo! —animó Sota sonriente y con los ojos echando chispas— Serías mucho más fuerte.

—No sé si más fuerte que yo —habló Wakiya—, pero desde luego podrás contra todos.

—¿Y por qué haría eso? —cuestionó.

—Wakiya y yo estábamos buscando a alguien que quisiera unirse a nosotros para entrenar y jugar beyblade —habló Hoji—, así que decidimos ponerte a prueba...

Uno de esos días, mientras iniciaba el beyblade, el padre de Wakiya buscaba entre sus empleados otros padres con algún hijo que le gustara el beyblade para que Wakiya tuviera con quien jugar y no solo estar lanzando su bey en solitario mientras recibía aplausos de sus nanas. Su hijo no tardó mucho en hacerse amigo cercano de Hoji y pronto sintieron que les vendría bien uno más para su grupo.

—¿No conoces a otro? —Wakiya se limpió el sudor con una toalla.

—¿Qué tal ese chico gótico de tu clase? —Hoji hizo un lanzamiento para probar el patrón de su bey—. Dicen que es bueno.

—¿El huérfano? —Miró hacia el vacío—. Podría ponerlo a prueba —Miró su Spriggan verde—, a veces juega en el parque y no es tan malo, cuanto menos será divertido.

—Sí… —Parpadeó— ¿Volviste a modificar tu bey? —Notó algunas piezas diferentes.

—Sí, no encuentro nada que se ajuste a mí.

—Hay rumores de que en septiembre saldrá un bey con temática de dragón —Hoji recogió su bey del estadio.

—¿Un dragón dices? —Levantó la mirada hacia él.

—Y además morado.

«El color de la realeza… Me agrada.» pensó Wakiya.

—Podría considerarlo. Pero ahora vamos a ver si Daina tiene lo necesario.

Daina guardó silencio mientras meditaba la propuesta de Wakiya. No jugaba en equipo, pero Sota estaba muy feliz de verlo ganar y hacía tiempo que no lo veía así de entusiasmado, así que no veía por qué no considerarlo si eso significaba alegrar a su hermanito.

—Bien, acepto —se llevó las manos a los bolsillos de su chaqueta.

—Bienvenido a bordo —Sonrió Wakiya—. Será mejor que te prepares porque mi entrenamiento es muy duro.

—Ahí voy a estar.

Ese mismo día, más tarde, Daina estaba recogiendo sus cosas ahora que habían finalizado las clases por el resto de la semana.

—Oye, Daina —escuchó que lo llamaba su compañero a la izquierda, Wakiya.

—¿Qué pasa?

—¿No piensas comprarte un bey más acorde a ti? —Llevó a su hombro su mochila—. Creo que un recolor de Kerbeus no te sienta bien. Y Daina no empieza con K.

—¿Por qué? Si está relacionado con la muerte y mi apellido —respondió mientras salían del salón—. Además, tú también tienes un recolor de Spriggan, no te van las hadas y vas vestido con un dragón —contraatacó.

Wakiya tuvo un tic en el ojo al recibir esa respuesta.

—Sí —reconoció— pero no pienso en un perro cuando te imagino. En cuanto a mí —siguió—, solo estoy esperando el bey ideal, y crear el mejor combo que pueda comprar.

«¿Por qué no me sorprende? Te sobra el dinero.»

—¿Qué sugieres? —Movió los ojos hacia arriba por un momento.

—¿Qué tal ese Deathscyther? —Alzó un dedo al aire—. Dicen que su estructura lo hará de los más competitivos hasta ahora.

—No estaría mal —admitió— ¿Cuándo saldrá?

—El ocho de agosto.

Daina hizo silencio mientras sacaba los cálculos a toda velocidad.

—Si ahorro un poco en las compras de este mes, podría conseguirlo apenas salga.

—¿No vas a buscar un trabajo de medio tiempo en vez de seguir cobrando esa ayuda del gobierno? —Wakiya arqueó una ceja—. Sería más rápido.

—Si fuera por mí lo haría —Volteó hacia Wakiya y volvió a ver al frente—, pero no quiero dejar solo a Sota tanto tiempo.

—Entiendo —Miró hacia el frente y ambos giraron hacia las escaleras.

—Iré a dejar a Sota en casa y luego los alcanzo.

Ambos se separaron en la salida, Wakiya en su para nada modesta limusina y Daina a pie con Sota.

—Ya quiero ver lo fuerte que te vuelves con Wakiya —exclamó entusiasta.

—Si me creías fuerte, te aseguro que esto me hará imparable —Sonrió.

—¡Serás El Señor Invencible!

—Así es —Asintió.

En el fondo no estaba seguro de si empezar a juntarse con Wakiya sería buena idea, por sus actitudes tan pedantes, pero como ya habían trabajado juntos en clase alguna que otra vez lo conocía un poco, y de las pocas veces que habló con Hoji, este le decía que no era tan malo como aparentaba. Entre eso y la presión accidental que sufrió cuando Wakiya le ofreció entrenar con él, frente a su hermano, supuso que podía darle una oportunidad. Aunque tal vez esa presión no fue tan accidental, después de todo Wakiya era alguien que conseguía todo lo que quería.

—Y seguro ganarás en el torneo distrital dentro de unos meses —siguió Sota.

—Eso dalo por hecho —Sonrió otro poco—. Aunque seguro cambiaré de bey.

—¿Por qué? —parpadeó—. Si Kerbeus te va bien.

—Sí, pero no va con mi estilo de batalla —aclaró—, quiero algo más agresivo, un tipo ataque.

—¿Como cuál, Valkyrie? —Inclinó la cabeza.

—El nuevo Deathscyther del que tanto hablan.

—¿La parca? —Abrió más los ojos.

—Sí, además, no me digas que no iría bien conmigo.

—Si tú lo dices —regresó la vista al frente— ¿Y qué harás con Kerbeus?

—Podría regalártelo para que pruebes con otros tipos de bey y sigas practicando.

—¿Aunque no tengo edad para los torneos? —preguntó sorprendido.

—Sí, te vendrá muy bien. Luego puedes elegir a tu compañero definitivo.

—Suena bien —Sonrió.

—Hay comida para recalentar en el refrigerador, probablemente vuelva a las ocho —indicó mientras abría el departamento en cuanto llegaron—. No te quedes despierto hasta muy tarde.

—Sí, hermano —Asintió.

—Nos vemos luego.

Daina partió a la mansión Komurasaki donde lo esperaba una de las empleadas domésticas de la familia. Esta lo miró con extrañeza, por su llamativo aspecto.

—Daina Kurogami, ¿verdad? —dedujo, probablemente Wakiya tuvo que describirlo.

—Vine a entrenar con Wakiya —Asintió.

—Por aquí, jovencito.

La mujer lo guió por los pasillos decorados por algunos cuadros tradicionales japoneses hasta llegar al sótano donde Wakiya contaba con un gimnasio personal para jugar y entrenar a gusto. Daina sintió una presión en el pecho, sobraba decir que en su vida jamás había visto una casa tan grande y menos así de equipada, con tanto equipo para entrenar que tranquilamente podría pasar por el local de un gimnasio.

—Señorito Komurasaki —llamó la mujer—, ya llegó su amigo.

Wakiya giró hacia ellos. Llevaba un traje de licra gris con púrpura, con mangas cortas y un chaleco lastrado, una prenda que constaba de un montón de "bolsillos" donde contenía elementos pesados para trabajar la resistencia y el cardio.

—Gracias por traerlo —respondió—. Ya puedes retirarte.

—Bienvenido, Daina —saludó Hoji, quien tenía su ropa casual de siempre.

—Hola.

—Lamento si mi actitud te puso algo incómodo —Wakiya eligió tragarse su orgullo por un segundo, después de todo, si iba a volverlo su amigo, tenía que ser sincero—. Tengo una imagen que cuidar.

—Y yo no puedo permitir que crean que soy un dejado.

—Pude ver que tenías miedo de perder cuando viste a tu hermano ahí —Wakiya se preparó para lanzar.

—¿Tanto?

—Sí, pero lo disimulaste muy bien —Lanzó fuerte—. Sabes parecer un chico rudo.

—Gracias, supongo —Daina preparó su bey para lanzarlo en el estadio y comprobar su patrón de flor, luego de que Wakiya recogiera su bey.

—Y eres bueno en eso, hasta podrías facilitarte las cosas si sigues así.

—¿Qué? —Desvió la vista hacia Wakiya.

—Sabes cómo leer a la gente —reconoció—, podrías usar eso a tu favor.

—Yo… —vaciló y se encogió de hombros— No lo sé. ¿No estaría jugando sucio?

—No es trampa estudiar a tus oponentes —Sonrió con picardía.

—Wakiya… no lo presiones —habló Hoji.

—Bueno, bueno —cedió—. Pero nunca está demás poder analizar a tus oponentes.

—Supongo que por lo menos podría hacer eso —consideró.

—Anda, vamos a calentar con unas pesas, estás muy delgado —señaló Wakiya.