Disclaimer: Ni Evangelion ni sus personajes me pertenecen.
Un extraño en su propio planeta
Solitario, como siempre se ha sentido desde que tenía memoria, Shinji, quien se adentraba sin compañía en la estación de trenes frente a él, detuvo su andar de repente para voltearse hacia atrás creyendo que sus tíos, antes de emprender su largo viaje hacia la capital, aún estarían allí dándole un último adiós. Sin embargo, llevándose otro golpe de realidad, ambos se marcharon tan pronto como él se bajó del coche.
Así pues, observando el automóvil de sus tíos encogerse cada vez más al alejarse de él, Shinji, apretando las asas de sus maletas, decidió retomar su andar ingresando en aquel lugar a la espera de la llegada del tren que lo llevará de vuelta con su padre. En sus alrededores, sin que nadie le prestase atención, la demás gente iba y venía enfocándose en sus propios asuntos sin importarle nada más que sí mismos.
Por ello, tratándolos con la misma desidia que recibía de ellos, Shinji se apartó lo más que pudo de la muchedumbre poniéndose cómodo en una banca vacía a unos metros de distancia. Allí, posando sus valijas junto a él, sumergido en sus pensamientos, Shinji clavó su vista en las vías ferroviarias que se extendían paralelamente las unas con las otras, al interconectar, por varios kilómetros, a todo Japón.
Irónicamente, convirtiéndose en el símbolo de la separación de su familia, esas mismas vías férreas fueron las que lo condujeron hasta ahí, al ser, exactamente, el sitio donde su padre lo abandonó.
– Por favor, encárguense de él. Les enviaré mensualmente un cheque para cubrir todos sus gastos hasta que pueda hacerme cargo de él yo mismo.
Siendo muy poco usual que su padre se inclinase e hiciese una reverencia hacia otras personas, máxime al considerar su carácter arrogante y egocéntrico, para Shinji esa imagen de falsa humildad se quedó grabada en su mente, sin que nada, ni siquiera el tiempo, pudiese borrarla. Igualmente, las expresiones faciales de sus tíos, no ofreciéndole una cálida bienvenida, fueron el preludio de su indiferencia hacia él.
Antes de llegar con ellos, Shinji, no conociendo a nadie más en el mundo que a sus padres, jamás había oído mencionar nada al respecto sobre aquellos parientes suyos, los cuales, todavía impactados y consternados por la repentina muerte de Yui, no veían con buenos ojos a Gendo Ikari. Y a pesar de su desconfianza y desagrado por él, al ser Shinji el hijo de Yui, no tuvieron más opción que aceptarlo.
– ¡No quiero quedarme aquí! –Shinji, escuchando sus propios gritos mezclados con llanto reverberando en sus recuerdos, se vio a él mismo corriendo detrás de su padre quien se marchaba de allí– ¡No me dejes, padre!
– ¡No es el momento para tus caprichos! –Gendo, volteándose al revelar su verdadera personalidad, lo reprendió al alzarle la voz– ¡No nos veremos por algún tiempo, así que no causes problemas mientras te quedas con tus tíos!
Afligido, Shinji hubiese seguido con sus súplicas de no haber sido por su tía, quien; aunque era la hermana de Yui, su ceño fruncido al estar harta de sus lloriqueos, distaba mucho de la sonrisa amable y llena de amor que su madre solía tener para él. Ante esto, siéndole imposible no poder dejar de llorar, Shinji vio a su padre entrar en el ferrocarril que lo borró de su vida, o al menos, por unos cuantos años.
Hasta que volviesen a verse algún día en el futuro, empezando a acostumbrarse al ambiente poco acogedor que lo envolvía, Shinji, volviéndose en un habitante más de aquella ciudad llamada Ube, fue dándole forma a la actitud distante, silenciosa y ensimismada que lo irá destrozando desde adentro, al sentirse, literalmente, como un completo extraño al no encajar en el planeta que lo vio nacer.
Así pues, habiéndose convertido las semanas en largos meses, Shinji, quien prefería quedarse encerrado en su habitación al carecer de esa alegría característica de la niñez por querer conocer el mundo, encontraba un poco de consuelo al entretenerse con libros y juguetes viejos desechados por su mordaz primo, que sus tíos, para no gastar dinero en nuevos, le daban para mantenerlo ocupado y lejos de ellos.
– Oye, Shinji…–Su primo, quien parecía no poder dejarlo en paz, asomándose por la puerta de su dormitorio, le habló al verlo distraerse con un libro infantil para colorear– ¿Es cierto que tu papá mató a tu mamá en uno de sus experimentos de científico loco? Mi mamá dice que eso fue lo que pasó.
Entretanto en el presente continuaba aguardando por el tren, Shinji, evocando aquella hiriente mofa de su primo en su contra, apretó sus puños con la misma rabia que experimentó en aquel entonces al oírlo. Incluso hoy en día; pese a que sabía que sus actos le trajeron graves consecuencias, Shinji, sin arrepentirse ni un ápice, no olvidaba lo bien que se sintió al expulsar una pizca de su dolor.
Por ende, con una rapidez que dejó impresionado a su primo, Shinji, impulsado y motivado por una volátil combinación de emociones reprimidas, se abalanzó contra él provocando que cayese al suelo sonoramente. Allí, presionándolo y acorralándolo contra el piso, Shinji, sollozando en silencio, empezó a azotar a su primo con reiterados y punzantes puñetazos al rostro causando que él gritase por ayuda.
Deseoso de venganza ante los frecuentes comentarios malintencionados que recibía de su primo, Shinji, poseído por una cólera endemoniada, pronto se dio cuenta que aquel otro niño no era más que una molestia menor. Su padre, de quien no tenía noticias en casi un año, apareciéndose mentalmente frente a él en su imaginación, era el auténtico motivo de sus pesares, tragedias y crecientes amarguras.
El Shinji de aquella época no lo entendió, todavía era demasiado pequeño para hacerlo, pero la violencia, manifestándose ante él como una aliada, le prometió que cada vez que lo necesitase podía contar con ella para aplacar su sufrimiento al exorcizar los demonios que se nutrían de él. Por lo tanto, enojado con su padre y extrañando a su madre, Shinji no se detuvo ni cuando la sangre se hizo notar.
– ¿Qué está sucediendo aquí? –Su tía, quien se vio forzada a detener sus quehaceres domésticos a raíz de los gritos de su hijo, cruzó la puerta del recinto quedándose pasmada ante la pelea que se producía frente a sus ojos– ¡Detente ahora mismo, maldito mocoso!
Con la sangrante nariz rota de su primo impregnando sus nudillos, Shinji, cegado por el enojo, en un principio no les prestó atención a las órdenes de su tía quien forcejeaba con él para inmovilizarlo; empero, regresando a la realidad en menos de un santiamén debido a una potente cachetada, no tuvo más alternativa que tranquilizarse al volverse el receptor de una contundente lluvia de bofetones.
Si bien su primer gran arrebato de ira se vio interrumpido, habiendo abierto una puerta que ya no podrá cerrar, otros más vendrán en el futuro al hacerse más y más grande su frustración contra su padre.
– ¿Hasta cuándo seguiremos haciéndonos cargo de este niño? –Horas más tarde, escuchando a su tío quejarse por su presencia al enterarse de lo ocurrido más temprano, Shinji continuaba frotándose las mejillas al espiarlos desde un rincón– ¿Por cuánto tiempo más tendremos que seguir cuidándolo?
– Mientras su padre continúe enviándonos un cheque cada mes para cubrir sus gastos, no tenemos más opción que seguir cuidándolo. Además, él es el hijo de mi difunta hermana, no puedo tirarlo a la calle por más que me desagrade–su tía, respondiendo a las preguntas de su marido, no imaginaba que Shinji los estaba oyendo desde las sombras– ¿Qué pensarían nuestros vecinos si se enteraran que nos deshicimos de él? Tenemos que cuidar nuestra imagen y reputación.
– Aunque no me guste admitirlo, tienes razón.
– Nunca entenderé cómo fue posible que mi hermana, que era una chica tan lista y brillante, terminó casándose con un sujeto tan repugnante como Gendo–volviendo a plantearse esa misma interrogante, para la hermana de Yui era incomprensible que ella se haya involucrado románticamente con alguien como el padre de Shinji–ese niño se parece demasiado a su padre, siempre tiene una mirada rebelde y pensativa que me hace desconfiar de él. Y con lo que pasó hoy, no creo que sea prudente que siga viviendo dentro de la casa.
– Podemos trasladarlo a la vieja bodega que está en el patio trasero de la casa, ahí no debería causarnos problemas.
– Es buena idea, mañana mismo llevaremos su cama y demás cosas a la bodega. No olvides que pronto debemos inscribirlo en la escuela primaria, así que al estar ocupado con sus estudios no debería darnos más dolores de cabeza.
Shinji, quien mantenía su cabeza agachada en todo momento, se apresuró a huir de ahí al oír que sus tíos se dirigían a la salida del aposento donde se hallaban. Asimismo, esa noche fue la última vez que durmió dentro de la casa de sus tíos, ya que, después de que sus cosas fueron llevadas a la pequeña bodega donde su tío guardaba su cortadora de césped, fue más prisionero de su soledad que nunca.
No obstante, al verse relegado a tan angosto cobertizo, Shinji, avergonzado por lo ocurrido con su primo, les ofreció una disculpa a sus tíos quienes se limitaron a mirarlo sin tomarlo en serio al no creer sus palabras. Así pues, como lo dijo su tía, al llegar a la edad adecuada para que iniciase con su educación escolar, Shinji fue inscrito en una escuela primaria que no se situaba muy lejos de su hogar.
Su tío, habiéndole mostrado en sus primeros días la ruta que debía recorrer, dejó de acompañarlo para que Shinji empezase a viajar por su cuenta sin que le preocupase si se extraviaba o sufría un accidente. Por ello, aprendiendo a valerse por sí mismo ante la frialdad que sus parientes más cercanos le brindaban, Shinji, con apatía, descubrió que afuera de las paredes de su cuarto nada era diferente.
– ¿Ese es el niño?
– Sí, es él. Pobre niño, su padre es un monstruo espantoso.
Para sorpresa de Shinji, al caminar a la escuela, oyó los murmullos de algunas personas que él ni remotamente conocía; empero, por alguna razón que le era desconocida, ellos sí lo conocían a él. Aún así, ya estando más que habituado a escuchar que otros hablasen de él a sus espaldas, Shinji, quien avanzaba lentamente, ni siquiera intentó apresurar sus pasos para dejar atrás aquellas habladurías.
– Me dijeron que su padre dirige una especie de laboratorio secreto donde realizan experimentos extraños, y su esposa, hace unos pocos años, murió en uno de esos experimentos.
– ¡Es un hombre horrendo! ¡Usó a su propia esposa para uno de sus infernales experimentos!
– ¡Pero eso no es lo peor! ¡Abandonó a su hijo luego de la muerte de su esposa y nunca se ha hecho cargo de él!
Finalmente, al haberse alejado lo suficiente de aquellas mujeres que hablaban de él, Shinji, entrando en la escuela, no tuvo el interés de levantar la mirada en tanto se dirigió a su salón para ocupar su asiento. De esa forma, al dedicarse a aprender el complicado sistema de escritura japonés, para Shinji la vida transcurría en una monótona repetición que volvía los días indistinguibles los unos de los otros.
Con dicho sentir ya arraigado en su alma, sin que volviese a saber algo sobre su padre quien jamás le telefoneaba para hablar con él, Shinji fue viviendo su vida al sentirse como si estuviese en piloto automático: asistía a sus clases todas las semanas, realizaba sus deberes académicos, y también, al sacarle provecho a sus manos, su tía le asignaba algunas tareas domésticas como cocinar y limpiar.
Pero sintiéndose vacío e inerte por dentro, casi como si fuese un robot que sólo cumplía las órdenes que le eran dadas ya sea por sus tíos o por sus maestros, Shinji no se percataba de la habilidad innata que poseía para elaborar platillos con buen aroma y sabor. Viéndose como alguien sin valor alguno, carente de cualquier importancia, nada que hiciese bien y de modo extraordinario era notado por él mismo.
Por otra parte, a diferencia de otros chicos que no se demoraban ni un segundo en hacer amigos con quienes pasar sus ratos libres, Shinji, alejando a sus compañeros con su reiterada negativa a no relacionarse con nadie, se empeñaba en rechazar las escasas invitaciones de unirse a los demás que se le presentaban, al temer, en su interior, que al acercarse demasiado a ellos terminase lastimado.
– ¿En cuánto tiempo llegará el tren?
– No debe de tardar mucho, llegará en cualquier momento.
A pesar que Shinji tomó asiento en una banca apartada de los otros pasajeros que esperaban el tren, al irse llenando la estación con el pasar de los minutos, más personas fueron acercándose al área donde él se localizaba, interrumpiendo, con sus voces, sus pensamientos. Ante esto, moviéndose luego de lo que le pareció una eternidad, Shinji miró en la distancia a un niño que viajaba en bicicleta junto a otros más.
Haber visto a esos niños, sin que lo quisiese, le hizo verse a sí mismo de nuevo en el pasado, cuando una vez años atrás, al salir de clases, se divirtió con una bicicleta por unos breves instantes. Como era normal en ese entonces, su camino de vuelta a casa al volver de la escuela lo hacía pasar al lado de un pequeño arroyo situado en la base de una colina que, al no ser muy profunda, se hallaba a unos pocos metros.
Sin embargo, en esa ocasión, observando más que los típicos peses y rocas que acostumbraba mirar en el agua, Shinji, sobresaliendo en la corriente, alcanzó a percibir un brillo metálico que reflejaba la luz del anaranjado atardecer que, al descender rumbo al anochecer, dibujaba el disco solar en el horizonte. Al pestañear, mirando con más atención, Shinji descubrió que tal fulgor provenía de una bicicleta en el río.
El Shinji de siempre, que se limitaba a viajar en línea recta de un punto a otro, no se hubiese detenido ni un segundo al no poseer ni experimentar ninguna sensación que lo obligase a detenerse; empero, en ese momento, por primera vez en su gris niñez, algo tan común como un juguete que solamente había contemplado a otros disfrutar, tuvo la fuerza suficiente para sacarlo de su caparazón por un santiamén.
Por ende, comprobando que nadie se encontraba cerca de él mirándolo, Shinji, sacándole provecho a su habitual soledad, se desvió de su ruta bajando por la ladera en dirección al riachuelo. Habiéndose aproximado hasta la orilla, verificando que sus ojos no estuviesen mintiéndole, Shinji pudo constatar que efectivamente aquel objeto brillante que veía era una bicicleta que lucía en buen estado.
Así pues, no sabiendo lo que se sentía subirse a una y viajar en ella, Shinji, con una genuina felicidad que no era propia de él, se dispuso a sacarla de ahí. Pero, deteniéndose antes de tocar la diáfana superficie del arroyo, Shinji, no queriendo que sus zapatos se mojasen, lo cual, haría que su tía lo reprendiera, dejó su mochila escolar a un costado para luego agacharse y soltar las agujetas de sus zapatillas.
Quedándose descalzo, con sus calcetines guardados en los bolsillos de sus pantalones, Shinji sumergió su pie derecho que pronto se congeló por la baja temperatura de la corriente; aún así, deseoso de rescatar aquel tesoro, no dudó en continuar avanzando al sortear las piedras afiladas que veía en sus alrededores. Así, con el lodo del fondo metiéndose entre sus dedos, Shinji se paró frente a su botín.
Más allá de estar empapada y ligeramente sucia al verse cubierta de fango, la bicicleta, para fortuna de Shinji, no mostraba ningún daño o descompostura que le impidiera utilizarla y conducirla. Ante tan buena suerte, Shinji la levantó y la hizo rodar hasta regresar a tierra firme. En su inocencia, no preguntándose cómo llegó hasta ahí aquella bicicleta, Shinji solamente pensaba en aprender a usarla.
Minutos más tarde, de regreso en la calle que lo llevará hacia la casa de sus tíos, Shinji se preparó para subirse en la bicicleta e intentar conducirla. Si bien no lo había hecho con anterioridad, sabiendo cómo funcionaba gracias a haber observado a otros hacerlo, Shinji se olvidó de su padre y se aventuró a posar sus pies en los pedales, los cuales, ya protegidos por su calzado, fueron moviéndose para impulsarse.
Pese a que se tambaleó varias veces temiendo con caerse al asfalto, sumado al hecho de que el sistema de cadena le ofrecía resistencia ante la falta de lubricación, Shinji, quien una hora antes no se imaginó a él mismo haciendo algo así, se asombró al ver que lograba mantenerse equilibrado al ir ganando velocidad paulatinamente. Aquello, sin duda alguna, será un hito personal que recordará por siempre.
– ¡Oye tú, niño! ¡Detente y quédate quieto justo ahí!
Habiendo recorrido la mitad del trayecto hacia su hogar, Shinji, quien pedaleaba con más rapidez al ir ganando confianza, vio obstruido su viaje cuando una voz masculina, acompañada por un silbato, le ordenó que se detuviera de inmediato. Shinji, apretando los frenos, casi cayéndose al desequilibrarse, se volteó hacia la fuente de dicha voz, descubriendo, con sorpresa, que se trataba de un oficial de policía.
Siendo esa la primera vez que hablaba con un policía, Shinji, sin que lo quisiese, no pudo evitar ponerse nervioso ante un adulto de tanta autoridad. Desgraciadamente para él, tal nerviosismo, haciéndose evidente a simple vista, acabará jugándole en contra en unos pocos minutos, terminando, en la comisaría de la ciudad, a la espera de la llegada de sus tíos quienes se enfurecerán con él.
– ¿Niño, esa bicicleta te pertenece? –Caminando hacia Shinji, inspeccionándolo de pies a cabeza, aquel uniformado le cuestionó.
– Sí…no, pero la encontré abandonada en un río cercano.
– Una bicicleta fue reportada como robada de una tienda hace unas horas, la descripción coincide con la que tienes. Tendrás que acompañarme a la comisaría, ahí explicarás con detalle cómo la obtuviste.
Acorralado por las circunstancias; a pesar de no haber cometido ningún delito, Shinji se vio forzado a acatar las órdenes de aquel policía quien lo guio hasta la delegación policial. Una vez ahí, entregando su declaración de los hechos al narrarlos, Shinji halló en aquella situación una oportunidad inesperada para ponerse en contacto con su padre, al creer que, tal vez así, pudiese volver a hablar con él de nuevo.
Al momento de identificarse, Shinji, proporcionando el nombre completo de su padre, confió en que la policía se comunicaría con Gendo, lo cual, en consecuencia, haría que Gendo hablara con él al enterarse de lo sucedido. No obstante, al pasar las horas, con el velo nocturno cubierto de estrellas llenando el cielo de la urbe, fue haciéndose obvio que el plan de Shinji no acabó resultando como él lo esperaba.
– ¿Qué fue lo que hiciste, Shinji? –Su tía, sobresaltándolo al aparecer de repente, caminó con prisa hacia él mientras su marido guardaba su enojo para cuando regresasen a casa– ¡Si querías una bicicleta, solamente debías decírnoslo! ¡Tu padre nos paga muy bien para cubrir tus gastos!
Shinji, regresando a su habitual tristeza, sin que quedase ni un mísero vestigio del entusiasmo que sintió al viajar en bicicleta, prefirió guardar silencio al ser escoltado por sus tíos de vuelta a casa. Una vez allí, su tío, quien ignoraba, deliberadamente, que Shinji no hizo nada malo, lo reprendió por poner en riesgo la honorabilidad de su familia al preocuparle más lo que dijesen sus vecinos si supiesen lo que pasó.
Empero, no prestándole ninguna atención a los regaños de su tío, Shinji, con la mirada agachada en tanto su primo disimulaba su sórdida y burlona sonrisa, volvía a decepcionarse de su padre quien no hizo acto de presencia para ir a buscarlo, mucho menos, para comunicarse con él por teléfono. Fue allí, al mirar el suelo, que Shinji se preguntó cómo hubiera actuado su madre de haber seguido con vida.
Si bien poseía muy escasas memorias de su madre, Shinji, aún pudiendo sentir el calor de sus brazos la última vez que ella lo abrazó, sabía que ella jamás lo abandonaría como lo hizo su padre. Sin más, siendo castigado con irse a dormir sin cenar esa noche, Shinji, al ya contar con un poco más de racionamiento, se volcó a cuestionarse no por lo que haría su madre de seguir viva, sino por lo que ya hizo su padre.
Así pues, escuchando a su estómago gruñir de hambre, al yacer en su cama, el enojo de Shinji contra su padre lo condujo a revivir la única conversación civilizada que tuvo con él antes de que fuese llevado a la casa de sus tíos. De tal modo, tanto en el presente como en el pasado, Shinji se vio en un enorme cementerio donde solamente resaltaron las siluetas de su padre y la suya entre las numerosas tumbas.
– ¿Padre, por qué estamos aquí?
– Shinji, esta es la tumba de tu madre.
– ¿Tumba? –Incluso doliéndole en la actualidad el simple hecho de recordar aquella charla, para Shinji era más sorprendente cómo su yo de antaño pudo comprender el concepto de muerte con tanta claridad a pesar de su corta edad– ¿Mamá murió?
– Ella desapareció, su cuerpo no está sepultado aquí. Tal vez para los demás ella esté muerta, pero yo me niego a aceptar eso. ¡Sé que yo puedo traerla de vuelta!
No pudiendo decir ni una palabra más, como si haber dicho lo anterior le hubiese arrebatado todas sus energías, Gendo Ikari cayó de rodillas ante la lápida de su esposa llorando desconsolado frente a Shinji, quien, sin pestañear, le miraba con total sorpresa al verlo actuar así. Shinji no lo sabía en ese momento, ni siquiera era capaz de imaginarlo, pero su padre ya había tomado la decisión de separarse de él.
Las razones puntuales de su separación seguían y seguirán rondando en la cabeza de Shinji por más tiempo, a veces se sentirá responsable creyendo que fue su culpa, en otras, cuando su latente cólera tomase el control, culpará a su padre reprochándole todo el dolor que ha sufrido al sentirse solo. Sin embargo, debajo de aquellas pesadas losas de rencor, Shinji continuaba deseando reconciliarse con él.
– Shinji, nunca trates de buscarme.
Percatándose que, metafóricamente, se desnudó ante su hijo al mostrar su verdadero ser al sollozar por su esposa, Gendo, secando sus lágrimas lejos de la vista de Shinji, puso en acción los primeros movimientos de su jugada para anticipar a su inevitable distanciamiento. Shinji, quien no llegó a entenderle, no pudo hacer más que verlo ponerse de pie en tanto prosiguió con su monólogo.
– Jamás trates de creer que tú y yo podremos entendernos algún día–Gendo, habiendo recuperado la compostura, queriendo dejar una amarga impresión en la mente de su hijo que perdurara por muchos años, se giró hacia él para hablarle con la seriedad y dureza que empleaba a diario para esconder su agonía por perder a Yui–los seres humanos, estúpidamente, piensan que pueden entenderse los unos a los otros, pero recuerda esto muy bien: eso no es posible.
Por ende, en una inaudita triple sincronización en épocas distintas, el Shinji pequeño que acompañó a su padre a aquel cementerio, el Shinji que se moría de hambre en su cama y el Shinji que aguardaba por la llegada del tren, apuntaron sus miradas hacia el frente al oír el breve discurso de su padre.
– Los seres humanos son criaturas tristes, están condenados a jamás comprenderse ni un poco. Vive tu vida por tu cuenta, Shinji. No esperes nada de mí.
Con esa frase haciendo eco en Shinji en diversos y cruciales instantes de su vida, los años, acumulándose uno después del otro, fueron llevando a Shinji a la etapa más convulsiva de su crecimiento como individuo; una etapa que le dará forma definitiva a su adultez: la adolescencia. Y en tanto otros jóvenes reafirmaban su seguridad y convicción, Shinji meramente ratificaba su indiferencia hacia sí mismo.
Así, cansado de seguir esperando, Shinji consultó la hora en uno de los varios relojes que colgaban en los muros de la estación, gracias a lo cual, al leer la ubicación de las manecillas, pudo darse cuenta que las clases en la que fue su escuela por varios años ya debían haber iniciado hace mucho. Ante tal detalle, pensando en sus excompañeros de salón, Shinji no sintió ninguna tristeza por no volver a verlos más.
Desde que su padre lo dejó a cargo de sus tíos, más allá de estar acompañado por su primo, el cual, continuaba marginándolo por no tener madre, Shinji optó por mantenerse aislado por más que dicha soledad le doliese. Tal decisión, haciéndose más notoria cuando se hallaba en la escuela, lo empujaba a arrinconarse a una esquina de su aula sin que mirase o hablase con nadie por voluntad propia.
Los demás alumnos, notando, con prontitud, que su comportamiento no era nada común, no vacilaban en murmurar y especular sobre él sin importarles que Shinji los oyese; no obstante, estando más que acostumbrado a oír lo que la gente pensaba de él, a Shinji lo tenían sin cuidado sus habladurías. En cuanto a lo académico, estudiando por obligación y no por gusto, era un estudiante promedio.
– ¿Ya terminaste de escribir tu ensayo, Ikari? –Su profesor, aproximándose a su escritorio, enfocó sus ojos en Shinji quien habituaba sentarse en el fondo del salón–eres el único que no lo ha presentado, los demás ya lo terminaron.
Al escuchar el eco las pisadas de quienes también esperaban el tren junto a él, Shinji, observándose a él mismo una semana atrás, recordó su absoluta incapacidad para redactar un simple ensayo escolar que le fue asignado casi una hora antes. Tratándose de un escrito titulado "Mis sueños para el futuro", Shinji, al no tener ninguno, simplemente miraba la hoja de papel frente a él sin saber qué escribir en ella.
Afortunadamente para él, habiéndose acabado la jornada de esa tarde, la campana de salida le permitió a todo el estudiantado que guardasen sus pertenencias y pudiesen marcharse a casa. Tal sonido era sinónimo de libertad y alegría para aquellos que deseaban regresar a sus hogares; empero, para Shinji, quien veía cada día igual que el anterior, dicho ruido no representaba ninguna salvación ni liberación.
– Te daré la oportunidad de presentarme tu ensayo la próxima semana, pero será mejor que lo tomes con seriedad, Ikari–luego de haberle dado un vistazo a la hoja en blanco que Shinji sostenía en sus manos, su profesor, sin saber que esa era la última vez que ambos se verán, fue indulgente con él al saber que era un chico bastante extraño.
Shinji, quien no sospechaba que sus tíos lo esperaban con ansias para darle grandes noticias, únicamente asintió en silencio. Enseguida, tomando sus libros y cuadernos para depositarlos en el interior de su mochila, Shinji emprendió la larga caminata que debía atravesar para estar de regreso en su morada. Entretanto, oscureciendo el firmamento, varias nubes de tormenta se veían por doquier.
– ¡Oye, Ikari!
Sin que lo esperase, poco después de haber salido de la escuela, la voz de uno de sus compañeros de salón se escuchó detrás de él al llamar su atención. Aquello, al tratarse de un suceso casi milagroso, provocó que Shinji se detuviese y se girase para descubrir a varios integrantes de su salón no muy lejos de él. Uno de ellos, el mismo que le habló, cuyo nombre Shinji no recordaba, se le aproximó.
– Ya que es viernes, pensamos ir a la nueva sala de videojuegos que abrieron en el centro comercial. ¿Quieres venir con nosotros?
Una parte de Shinji, aquella que sufría al someterse a sí mismo a un aislamiento sobrehumano, vio en esa inesperada invitación una posible ruta de escape para romper sus grilletes; sin embargo, aquel maldito discurso que su padre le dio ante la tumba de su madre, repitiéndose en su mente, alimentó su temor de ser traicionado y nuevamente abandonado si accedía a desarrollar vínculos con otros.
– No gracias, no me interesan los videojuegos. No me gusta perder el tiempo con esas tonterías.
Saboteándose a sí mismo por millonésima vez, volviendo a destruir una de las ínfimas oportunidades que la vida le ofrecía para que saliese del agujero donde yacía, Shinji la pisoteó al rechazar la invitación. Asimismo, al no tener ni el más mínimo tacto, su desidia por cualquier cosa le hizo sonar con un tono altanero que, enfureciendo al chico frente a él, causó que éste le mirase con un merecido disgusto.
– ¿Cuál es tu maldito problema, Ikari? –Molesto, reduciendo a la mitad la distancia entre él y Shinji, aquel chico le apuntó con un dedo al señalarlo–desde que te vi por primera vez, nunca has hablado con nadie. Eres un lunático; estás mal de la cabeza, tal vez deberías saltar de un puente para que no tengamos que volver a verte jamás.
Mirando a aquel chico alejarse de él con sus amigos en tanto lo insultaban, Shinji, por mucho que odiase a su padre, no pudo evitar susurrar que él tenía toda la razón. Los seres humanos se engañaban los unos a los otros con falsas amabilidades, pero con rapidez, mostraban su incompatibilidad al lastimarse con palabras y acciones. Así pues, oyendo los truenos rugiendo sobre la ciudad, Shinji retomó su andar.
Gradualmente, comenzando a fortalecerse ante sus pies, una sucesión cada vez más deprisa de gotas de agua fue cayendo en el suelo al ser el comienzo de una copiosa lluvia que se adueñará de la ciudad por varias horas. Mientras muchos corrían buscando refugio y otros se cubrían con un paraguas, Shinji, indiferente y despreocupado, siguió caminando mojándose inevitablemente al no detenerse.
No obstante, por más que el aguacero lo estuviese azotando al empaparlo, sin olvidarse de lo dicho por aquel compañero suyo de la escuela, para Shinji aquella sugerencia de saltar de un puente empezaba a sonar tentadora y cautivante. Tanto así que, al avistar uno a unas pocas cuadras más adelante, Shinji, sin titubear, apretó el paso al encaminarse directamente hacia él sin que fuese consciente de ello.
Si volvía con sus tíos, como era habitual en ellos, ninguno le daría una cálida bienvenida que lo hiciese sentirse en casa. Su primo, siempre burlándose de él, tampoco lo trataría con cordialidad al no haber aprendido la lección luego de la golpiza que Shinji le dio de niño. Su padre, a cientos de kilómetros y sin saber absolutamente nada de él, había dejado muy en claro que no poseía el deseo de estar junto a él.
¿Qué sentido tenía entonces continuar viviendo?
¿Qué sentido tenía entonces continuar atrapado en esa asfixiante monotonía?
¿Qué sentido tenía entonces continuar por aquel sendero si sabía que nada cambiará al día siguiente?
– ¿Tienes calor?
Al llegar al borde de la barandilla del puente que contempló unos minutos antes, Shinji, viendo el agitado río que viajaba a varios metros por debajo de él, se vio súbitamente visitado por el último recuerdo que conservaba intacto de su madre. Su voz, haciéndolo ignorar el frío de la lluvia que seguía mojándolo, le evocó la calurosa y soleada tarde que ambos compartieron hacía una década atrás.
Sacándole provecho a que su esposo se hallaba muy ocupado con su trabajo, Yui, queriendo invertir su tiempo libre en Shinji, decidió salir con él a dar un paseo por la ciudad entrando en un parque que se encontraba despejado y casi vacío. Asimismo, cubriéndola tanto a ella misma como a Shinji, Yui reclinaba sobre su hombro una sombrilla que les brindaba a ambos un fresco refugio del intenso calor.
– Sí.
Oyéndose a él mismo respondiéndole, Shinji, apretando su agarre sobre la baranda del puente, logró oír la risa de su madre, quien, como si fuese un ángel, resplandecía gracias a la blancura del vestido que llevó puesto aquel día.
– Ven aquí.
Yui, haciendo un alto en el camino, se arrodilló para tomar a Shinji y cargarlo en sus brazos al apretarlo contra su pecho. Shinji, por su parte, no demorándose en sujetarse de su madre al rodearla del cuello, sintió un poco de alivio cuando una tenue brisa se estrelló contra él.
– Ahora ya es normal escuchar el canto de las cigarras durante todo el año, pero antes de tú nacieras, Shinji, el año se dividía en cuatro estaciones.
– ¿Estaciones? –Shinji, no comprendiendo a qué se refería con eso, le preguntó a su madre quien continuó con la caminata.
– Así es, este intenso calor que estamos sintiendo corresponde al verano. En primavera, por ejemplo, los cerezos florecían por doquier decorando los alrededores con sus flores–Yui, contestándole, intentó ser lo más clara posible para él, lamentando, con gran tristeza, que Shinji no pudiese vivir algo que solía darse por sentado en otra época–y cuando llegaba el otoño, las copas de los árboles se teñían de muchos colores. Al final, siendo la última estación, el invierno hacía su aparición.
El Shinji de aquel entonces, tratando de imaginar todo aquello que su madre le contaba, fue reconstruyendo en su mente un mundo que ya no existía más.
– En el invierno, cayendo por todas partes, la nieve pintaba de blanco cualquier cosa que tocase.
– ¿Nieve? –Shinji, intrigado por la descripción de su madre sobre la nieve, no era capaz de creer que algo así haya existido.
– Sí, nieve. En invierno hacía muchísimo frío, tanto que la lluvia se congelaba y caía en forma de nieve. La nieve continuaba cayendo y se acumulaba con rapidez, la ciudad entera se tornaba completamente blanca–Shinji no lo sabía, pero su madre haría lo que fuese con tal de que él viese la nieve con sus propios ojos–las casas, los edificios, los árboles y el mundo entero se volvían blancos.
– ¿Y los autos también?
– Sí, los autos también–Yui, girándose para que ambos pudiesen verse, le sonrió al responderle–la nieve era muy hermosa, la extraño mucho. Me gustaría poder mostrártela algún día, Shinji.
Encontrándose debajo de la sombra de dos frondosos árboles, Yui, deteniéndose, bajó a Shinji con cuidado hasta que él pudiese sostenerse erguido con sus propios pies. Shinji, quien vio cómo su madre lo tomaba de sus pequeñas manos con las suyas, se sintió inmensamente feliz y amado cuando ella le obsequió una gran sonrisa al estar de cuclillas frente a él para mantenerse a su mismo nivel.
Esa sonrisa, siendo la última que alguien le brindó con honestidad y amor incondicional, se anidó en lo más recóndito de su memoria, pero en especial, en su corazón. Unas semanas después de aquel paseo por la ciudad, su madre, por razones que incluso hasta la actualidad seguían siendo un misterio para él, falleció repentinamente sin que Shinji no se percatase de su muerte hasta varios días más tarde.
Así pues, al acabarse aquel recuerdo que lo hizo sentirse arropado por ella, el frío de la lluvia, que no dejaba de caerle encima con ímpetu, lo consumió por completo llevándolo al extremo de temblar. Shinji, cansado de vivir día tras día en un sitio donde a nadie realmente le importaba, deseoso de encontrar a su madre en dónde sea que estuviese, levantó una pierna al comenzar a escalar la barandilla del puente.
De dicho modo, sin que algún transeúnte se percatase de lo que hacía, Shinji, al estar totalmente empapado por el aguacero que rugía arriba de él, al cabo de unos segundos, logró pararse sobre el borde del puente en tanto conservaba los ojos cerrados. A duras penas manteniéndose equilibrado, necesitando de un leve empujón para caer al vacío, Shinji se atrevió a mirar sus alrededores.
¿Su padre sentiría algo si se enteraba de su suicidio?
¿Sus tíos rezarían alguna plegaría por su alma cuando supiesen de su muerte?
¿Sus compañeros de clase lamentarían su fallecimiento cuando se enteraran de la noticia?
Convencido de saber las respuestas a esas preguntas, Shinji, escuchando la ruidosa corriente del río que le esperaba cincuenta metros más abajo, pensaba que no. Su padre no sentirá nada por él cuando le dijesen que se suicidó, sus tíos únicamente se lamentarán por ya no recibir más cheques como pago por sus servicios y sus compañeros de salón se alegrarán por no tener que volver a verlo nunca más.
Jamás fue parte de aquel planeta; jamás hubo espacio para él, la única persona que lo llevó a sentir lo contrario ya no existía más. Por ende, incitado por un autodestructivo afán, Shinji se dispuso a tomar impulso para arrojarse al agua no sin antes mirar hacia el punto exacto donde caería, y al hacerlo, observando con atención la enorme distancia que viajaría al caer, algo inesperado para él ocurrió.
Su instinto de supervivencia, imponiéndose sobre cualquier noción e idea suicida que rondase en su cabeza, fue el responsable de asustarlo al darse cuenta de dónde estaba parado. Por ello, sin que Shinji pudiese controlarlos, sus brazos se sujetaron de una de las columnas del puente, al demostrarle, por más difícil que le pareciese, que una ínfima parte de su ser deseaba seguir viviendo pese a todo lo malo.
Aterrado por la altura a la que se ubicaba, olvidándose, por completo, de sus numerosos pesares, Shinji se giró de inmediato de regreso a la acera cayendo duramente al piso en tanto recuperaba el aliento. Si bien le gustaría morir para liberarse de sus problemas, dándose cuenta, con amargura, que no tenía el valor para acabar con su propia vida, Shinji se insultó a sí mismo al tacharse de cobarde e inútil.
Sin más, resignándose a seguir atrapado en un plano existencial donde a nadie le importase su bienestar, Shinji, escurriendo una infinidad de gotas de agua, salió corriendo a gran velocidad en dirección hacia la casa de sus tíos. Ni remotamente imaginaba que su destino cambiará cuando llegase, ya que ellos, habiendo leído una carta dirigida a él, lo harán emprender un repentino viaje sin retorno.
– ¡Al fin llegó el tren, ya era hora!
Oyendo a una de las varias personas que aguardaba junto a él por la llegada del tren, Shinji, liberándose de aquella laberíntica maraña de recuerdos para regresar al presente, también captó con sus oídos el característico silbato del ferrocarril al irse aproximando al andén. Ante esto, tomando sus maletas con sus pocas posesiones, Shinji se puso de pie al ver al tren reducir su velocidad hasta detenerse frente a él.
De tal modo, ingresando en el vagón junto a los demás pasajeros allí reunidos, Shinji se puso cómodo en uno de los asientos desocupados al fondo justo al lado de una ventana. Allí, reclinando su barbilla en una mano, Shinji sintió como aquella locomotora empezaba a moverse en lo que será un recorrido que lo llevará hasta la capital del país, donde su padre, sin que supiese sus motivos, esperaba por su arribo.
Sus tíos, quienes no esperaron por saber su opinión al respecto, tuvieron el atrevimiento de preparar su equipaje al no disimular sus deseos por librarse de él. Así, pasando por alto que llegó de la escuela mojado de pies a cabeza, le explicaron con brevedad y con falsas sonrisas, que su padre, luego de una década, finalmente quería que ambos volviesen a verse sin detallar su repentino interés en reunirse.
Por más que su odio contra su padre continuaba anidado en lo profundo de su espíritu, Shinji, como si fuese un niño pequeño de nuevo, no pudo negar que una inaudita esperanza por ser aceptado por su padre resplandeció en su interior al enterarse al respecto. Por ello; aunque estuviese lleno de dudas y que un mal augurio le aseguraba que su padre no le traerá nada bueno, no se opuso a marcharse.
Pero antes de descubrir el impensable papel que su padre tenía planeado para él, Shinji, buscando entre sus pertenencias, sacó la fotografía de una mujer nada discreta que, con unos cuantos garabatos, le prometía que estará esperando por él. Por ende, memorizando el nombre de Misato Katsuragi, Shinji miró el rostro de aquella mujer que le guiñaba un ojo antes de volver a guardar su retrato en su valija.
Así, viendo por última vez el paisaje urbano de la ciudad de Ube, Shinji contempló las altas y delgadas chimeneas de las fábricas cercanas enfocándose en el brillante sol en la lejanía. Nada de lo que pudiese pensar e imaginar en ese instante podrá prepararlo para los desafíos y sorpresas que Tokio-3 tenía especialmente reservados para él; empero, sin dar marcha a atrás, Shinji lo superará a todos ellos.
Y algún día, en el lejano futuro, cumpliéndose los anhelos de su madre, Shinji, habiendo renacido al exorcizar sus demonios, dejará sus huellas marcadas al avanzar por un camino cubierto de nieve.
Fin
Hola, les agradezco por haber leído esta historia. Cuando comencé a escribir fanfics de Evangelion hace ya varios años, mi primer fic se basó en el capítulo final del manga, después usé la serie original y Rebuild como fuente de inspiración, pero ahora, luego de mucho tiempo, quise volver al manga para buscar ideas. Aunque el manga no es igual a la serie, tiene momentos geniales para explorar.
Y uno de esos momentos es el pasado de Shinji. En la serie sólo nos dicen que Gendo lo dejó a cargo de un tutor, sin dar detalles puntuales; sin embargo, en el manga, Shinji es dejado al cuidado de sus tíos maternos quienes lo ven como una molestia. Por otro lado, el Shinji del anime es más melancólico mientras que su contraparte del manga puede llegar a ser mucho más agresivo al desahogar su dolor.
Como en el manga no se menciona el nombre de la ciudad donde Shinji vivía con sus tíos antes de viajar a Tokio-3, o al menos, yo no lo vi mencionado en ninguna parte mientras lo leía, decidí ambientar la historia en la ciudad de Ube; la misma que es la ciudad natal de Hideaki Anno en la vida real. Esta es la misma ciudad que vemos al final de la película Evangelion 3.0+1.0: Thrice Upon a Time.
Ya para terminar por hoy, como siempre acostumbro hacerlo cuando trabajo en un fic, estuve escuchando un poco de las distintas bandas sonoras de películas que colecciono y sentí que una canción en especial se compaginó perfecto con el fic. Si alguno de ustedes quiere oír la canción de la que estoy hablando, búsquenla en You Tube con este nombre: Joker Soundtrack - Call Me Joker.
Muchas gracias por leer y hasta la próxima.
