Azrael observó detenidamente el cuerpo desmembrado de su hermano menor, el que más amaba, Nuriel, a través de la barrera transparente; Sera había levantado esa misma para evitar que el ángel herido se lastimase aún más.
En ese momento, Nuriel yacía en una cama de sábanas blancas impolutas, en una vieja edificación que no se había usado desde mucho antes de la caída. En la época de la gran guerra.
Sera y un grupo de serafines fueron los que se habían encargado de cortar las partes de Nuriel que habían sido contaminadas, dejándolo con casi la mitad de torso incompleto.
También le faltaban dos alas.
—"Podemos reconstruir su cuerpo, aunque su alma perdió bastante. Y todavía no sabemos si la corrupción ha tomado su mente."
Nuriel nunca peleó contra los inefables. Él nunca supo cómo evitar ser corroído por ellos y su locura.
Él había sido creado después de la derrota de los durmientes. En el júbilo de la victoria, para ejecutar los nuevos designios del señor.
Nuriel no era un guerrero.
Había sido tonto de su parte enfrentarse a ese clérigo de los inefables. A juzgar por el poder, tal vez incluso fuese un profeta, aunque no se sentía especialmente corrupto.
¿Tal vez habían aprendido a camuflarse entre los humanos normales?
No, eso sería terriblemente catastrófico si fuese cierto.
Afortunadamente, aquel corrupto era sólo un humano.
Los humanos morían fácilmente, y luego su alma podría ser purgada.
Los humanos no duraban mucho tiempo en la tierra.
Lucifer podría encargarse de él si las cosas se escapaban del control angelical.
Azrael habían visto la ejecución de los poderes del tentativo profeta de los inefables; la corrupción que podía desprender a voluntad era bastante fuerte.
Era peligroso.
Y lo más importante de todo, la casa que eso estaba protegiendo rebosaba de poder de almas humanas.
Azrael sólo pudo mirarla un breve instante, a la barrera viciosa y corrupta que envolvía esa edificación humana; estaba hecha con cientos de almas humanas, de eso no le quedaba duda.
¿Qué es lo que ese ser resguardaba tan celosamente?
Sólo Nuriel lo sabía.
Se supone que el asunto de la presencia símil a Lucifer en la tierra ya habíamos sido solucionado, que aquello había sido un error que se había rectificado y Lucifer mismo había enviado sus más "sinceras" disculpas porque su hija se había salido de control y había poseído a alguien en el mundo humano.
No hubo muchas consecuencias al respecto, simplemente se llegó al acuerdo de que ella debía ser castigada con severidad hasta que el día en que ella se uniera al plan del creador.
Lo de la desaparición de almas era un asunto aparte, del cuál se supone que Lucifer no sabía nada.
Pero… ¿realmente no sabía?
Azrael no podía asegurar que aquella casa amenazante que protegía el profeta de los inefables tuviese algo que ver con Lucifer en primera instancia.
Suspiró y volvió a mirar a Nuriel.
El ángel tendido en el camastro de sábanas blancas se veía ciertamente mal; sus heridas cubiertas por vendajes salpicados de su dorada sangre, y su rostro deformado por el envenenamiento de la corrupción lo hacían parecer otra persona.
No sabía si se podría recuperar, si podría asimilar que ya nunca más sería el mismo.
Si podría salir de las garras de la intoxicación de la locura de los inefables.
Azrael oró, oró desde el fondo de su corazón para que su hermano se recuperase y pudiese explicar cómo terminó luchando contra un seguidor de los durmientes.
Sobre todo ante uno tan peligroso.
Incluso para Azrael, escapar había sido complicado. Siendo atacado por todos lados mientras luchaba contra la locura terrorífica.
En la asamblea a la que fue convocado después de que Nuriel fue atendido, debía explicar lo que había sucedido, pero ¿exactamente qué debía decir? ¿Que algo semejante a un humano los había atacado mientras protegía su territorio? Ni siquiera le había visto, sólo sintió el terror de sus poderes y logró captar a duras penas una sombra silenciosa entre la oscuridad.
Pero sí olía a humano.
Azrael se frotó el puente de la nariz, agobiado.
—"¿Qué, por todos los cielos, está pasando en verdad en la tierra?"
†*****†
Alastor nunca había sido seducido por las necesidades de sus partes bajas. Realmente, ni siquiera se le había cruzado por la cabeza intercambiar fluidos corporales con absolutamente nadie.
Por supuesto, él había experimentado algunas cosas de adolescente, por mera y simple curiosidad y porque eso se esperaba de él. Uno o dos besos con alguna jovencita de su edad. Nada más, y siempre lo sintió falso, desconectado.
Realmente a él le emocionaba más aprender de Rosie que buscar chicas.
Aunque, por supuesto, nunca las tuvo que buscar. Siempre había una alegre amiga que terminaba enamorada de él, y por supuesto que Alastor nunca correspondía.
Sólo una vez lo intentó y no terminó muy bien, acusado de frío y distante. Aunque nunca trató de serlo, de hecho; su madre lo había educado para ser todo un caballero, pero parecía que en las relaciones interpersonales amorosas los besos húmedos y chocantes, las hormonas y el manoseo más allá de las muestras galantes eran lo esperado.
Con esa poca experiencia, pensó que tal vez era mejor no involucrarse; las mujeres le agradaban y eran realmente muy buenas amigas, pero nunca encontró a nadie entre ellas que le removiera las entrañas como Charlie lo había hecho.
Y entonces ahí estaba ahora, sin saber exactamente qué era lo que ella esperaba.
Por supuesto, ellos habían tenido relaciones sexuales. Alastor obviamente no era tonto. Sabía dónde y cómo poner cada cosa en su lugar y disfrutó grandemente ver a su amada retozando entre sus brazos, a pesar de la incomodidad de la liberación de su propia semilla.
El problema es que él no estaba seguro si aquel acto entre dos amantes era algo… cotidiano.
Entonces, él se encontró en la puerta de la habitación de Charlie, deseando las buenas noches y besando su frente con adoración.
Pero ella lo había sostenido de la manga de su camisa antes siquiera de despedirse.
¡Por supuesto que sabía que las parejas dormían juntas! Pero… Si dormían juntos esa noche, ¿debía cumplir sus obligaciones amorosas con ella? O, ¿Charlie simplemente querría la protección de su abrazo?
Las interrogantes no dejaban de bailar en su cabeza al son de los susurros que también añadían cosecha propia al respecto de amarla eternamente, como siempre lo hacían.
Toda la diatriba interna en su cabeza lo tenía ciertamente mareado y más confundido que nunca, sumiéndolo en una catatonía bastante rara en él.
Charlie lo miró con ojos de ciervo, esos ojos llorosos, grandes y pesados que parecían hipnotizarlo cada vez que se perdía en ellos; Alastor no hacía más que sonreír disociado, huyendo hacia sus pensamientos tratando de averiguar qué se supone que debía hacer.
—"Al… ¿Puedes quedarte conmigo?" —Las palabras de ella eran más un susurro que una petición. A ella no le gustaba suplicar de esa manera, le traía recuerdos dolorosos de un hombre que claramente no era Alastor pero que no podía olvidar tan pronto.
Recuerdos de días tristes, atada a los designios de una persona que la obligaba a aparentar mientras se divertía con ella de formas crueles.
Las imágenes de Seviathan trayendo pecadores ante ella, para obligarla a dañarlos con sus ansias por energía le llenaron la cabeza.
La manera en la que él la atormentaba hasta que su naturaleza de súcubo ganaba el control de su cuerpo y ella… y ella… no quería pensar en eso.
Por supuesto, Charlie quería olvidar. Quería dejar ese pasado tormentoso detrás con la misma voluntad que el día que había decidido romper su compromiso.
Pensó que tal vez Alastor la ayudaría a olvidar; que tal vez el toque del hombre sonriente y caballeroso pero mordazmente honesto borraría el tormento de sus malas experiencias previas.
Tan sólo habían compartido una noche, no obstante la relación que habían construido ella y él previamente en poco más de un año no se trataba sólo de sexo burdo. Al menos, él tenía sentimientos bastante honestos para con ella; habían sido amigos, habían compartido impresiones de libros humanos, él la había educado en las normas sociales de este mundo, la había salvado varias veces de caer en las trampas sociales de la gente que la rodeaba. Por todos los infiernos, Alastor la había apoyado bastante en sus proyectos mientras balanceaba su vida trabajando para herr Wirth y encima tranquilizaba a su padre, el mismísimo Lucifer…
Él ya había demostrado qué tan fiable y qué tanto podría hacer por ella de muchas maneras.
Y eso la hacía sentir una completa mierda, porque parecía que solo lo estaba utilizando.
Charlie no amaba a Alastor, cierto era.
Sentía cosas por él, podría incluso llegar a enamorarse, si no ya estaba en la fase previa.
Pero existía dentro de ella un miedo que le impedía terminar de sentir algo más completo por él.
Y eso la hacía pensar que solo estaba usándolo.
Dentro de sí, Charlie empezaba a odiar el hecho de que estaba usando a Alastor para su propio bienestar. Su bienestar físico y emocional.
—"Soy una mala persona…" —Se dijo a sí misma, no obstante, no lo soltó.
Alastor salió de su estupor, decidido a hacer lo que ella quisiera. Si bien, él no estaba ansioso por practicar las artes de alcoba que normalmente las parejas compartían, se sentía extasiado simplemente con ver cómo se retorcía ante su toque y repetía su nombre como si el mundo se fuese a terminar.
Además, no es que desconociera las consecuencias de no liberar su semilla periódicamente; muchas veces había maldecido a la biología sobre el hecho de experimentar los sueños húmedos y las erecciones involuntarias debido al celibato. Si comparaba la incomodidad de ambas situaciones a lo que experimentaba durante el acto sexual, preferiría lo último.
Si su madre le había enseñado a ser un caballero, el tío de Alastor le había mostrado lo necesario para ser un varón satisfactorio; Alastor había aprendido cómo tocarse y tocar a una mujer, al menos en la teoría. También le había dado dinero para poner en práctica lo aprendido, pero él simplemente guardó el dinero.
A Alastor nunca le había interesado esa parte de su naturaleza humana, y sentía que ya tenía suficiente entre manos lidiando con los susurros al borde de la locura como para que sus manos fuesen acaparadas con temas mundanos sin prioridad y sin un propósito real.
Hasta que llegó Charlie y sus anhelos criminales y sentimentales se fusionaron en una amalgama de locura que lo llevó al éxtasis de la apreciación del regocijo de la hermosa demonio.
Porque Charlie susurrando su nombre, sumida en el clamor del deseo, reclamándola para sí, acaparándola y sosteniéndola mientras lo miraba con sus ojos llorosos era lo que más le gustaba. Era una delicia que minimizaba el vacío y la consternación que le abordaba al reconocer la desconexión extraña que sentía sobre su biología masculina y el regocijo muerto y llano de la liberación de su esencia.
Y la observó, llorosa e intranquila por algo que él desconocía, dubitativa. A Alastor no le gustaba cuando ella se mostraba de esa manera; prefería a la Charlie alegre y optimista, y claro, a la Charlie que lloraba su nombre e incluso a la que le miraba ansiosa a la espera de algo de parte de él.
Pero definitivamente no le gustaba esa Charlie que se le presentó en ese momento, como si temiera hacer algo mal. Cómo si cargara con una culpa profunda sobre algo que él desconocía.
—"Let's misbehave, darling…" —Le susurró al oído mientras tocaba su dorado cabello con adoración. Pronto, sus labios recorrieron su mejilla, rozándola lentamente hasta llegar a sus labios.
Alastor quería que ella se regocijara, que olvidase cualquier cosa que la hiciera hacer tal cara que mostró momentos antes. Ya tendría tiempo de investigar el por qué de esas reacciones que hacía la Demon Belle que le recordaban a las veces que su madre le hablaba sobre su vida en la ciudad, hasta que de pronto recordaba algo que la hacía sonreír tristemente y con culpabilidad. Esas reacciones que alguien como Charlie, al igual que la fallecida madre de Alastor, no debían tener.
Charlie no estaba hecha para la tristeza ni para las lágrimas. Mostrarse con un ápice de desánimo, depresión o culpabilidad aplastante apagaba su hermoso brillo.
Un suave beso abrió los labios oscuros de la princesa, un toque suave y cariñoso viajó por su cabello hasta llegar a su nuca.
Una caricia amorosa resbaló por su mejilla. Charlie sintió cada movimiento lento y lleno de sentimientos de parte de Alastor, conmovida, receptiva, anhelante.
El wendigo la tomó de la mano entonces, y la guió hacia dentro de la habitación.
Charlie todavía se sentía reticente, marcada por la sensación de estar usando a Alastor. Llena de angustia y temor a lastimarlo. Aún así, lo siguió como si no tuviera voluntad para hacer algo más, con sus anhelos punzantes en el centro de su deseo de ser amada y alimentada.
El hombre sonriente se sentó entonces a la orilla de la cama, todavía con la mano de Charlie en la suya propia. La miró desde su posición, imaginando la belleza demoníaca de la princesa en su verdadera forma ya sin las ataduras de la falta de energía, y se estremeció, anhelando ver a Charlie, si Charlie en pleno poder, hermosa y majestuosa.
Alastor jaló a la demonio que amaba lentamente, guiándola hacia sí mismo y haciéndola sentarse sobre sus piernas, mirándose cara a cara.
La mano libre del hijo del vacío subió a la frente blanca de la princesa y la acarició con el dedo pulgar tranquilamente. Los ojos rojizos todavía por la influencia de su naturaleza no quitaban la vista de aquella demonio preciosa.
Los labios sonrientes que escondían los colmillos recién adquiridos de Alastor se entreabrieron, exhalando el aliento con olor a café y ginebra que Charlie empezó a guardar como cotidiano.
—"Eres tan hermosa, chèrie." —Dijo, con la voz baja y oscura, cubierta del anhelo a acapararla para sí. Su anhelo de que ella lo amara a él y solo a él. De que ella lo reconfortase y mimara como a un gato casero.
Desdeñó sus pensamientos caóticos que mostraban sus deseos más puros, estupideces, pero algo aceptaba y era que quería quedarse con ella. Amarla para siempre, no como los durmientes aman, encerrando a sus amados en su propia alma, condenándolos al encierro y la locura eterna.
Alastor amaba a la Charlie viva. Sonriente. Ingenua. Libre.
Los ojos de Charlie empezaron a mutar a un color rojizo, apenas el eco de su verdadera forma. Ella estaba ansiosa y excitada, y todavía culpable. Y todavía arrepentida de algo que aún no ocurría y tal vez nunca sucedería.
Porque Alastor estaba feliz por estar con ella así fuese como una herramienta o un medio para un fin.
Él anhelaba ser amado por ella, no obstante, aceptaría cualquier cosa con tal de no irse de su lado. Con tal de quedarse para siempre con ella.
Incluso haría cosas que no le agradaban, sólo por ella.
Sintió como el cuerpo de su amada empezó a moverse rítmicamente; la miró a los ojos, a esos ojos que cambiaron radicalmente de ser una mirada de cierva a una depredadora. Amaba esos ojos tan expresivos y cambiantes. Poderosos o ingenuos, los amaba.
El rubor característico del rostro de la princesa había aumentado, y su expresión tormentosa cuando él sintió que su parte íntima tomaba vida propia bajo su peso fue simplemente encantadora.
La miró por un rato, extasiado en su lasciva brillantez, satisfecho de que la sombra de la culpa se esfumara, al menos momentáneamente. Tomándola por el mentón y acercando sus labios a los suyos, depositó un beso que inició suave y empezó a subir de intensidad.
Su sabor empezó a volverlo loco.
Devórala.
Poséela.
Ábrela en canal.
Consume su corazón.
Báñate en su sangre.
Los susurros también aumentaron su intensidad al ritmo del beso, de las caricias que nacieron por la urgencia de ella y de él.
Conviértanse en un solo ser.
Las astas de Alastor crecieron nuevamente. Las manos mutaron a garras.
Y Charlie lo miraba con deseo. Con ansiedad.
Las manos prestas de la súcubo superior liberaron el objeto del deseo que el wendigo guardaba entre sus piernas.
Su miembro ya no era del todo humano tampoco, pero eso, lejos de incomodar o molestar a Charlie, la excitó más.
Él era como ella.
Él no era humano. Él estaría bien con ella.
Él y ella podrían amarse suavemente en la cotidianidad, y explorarse salvajemente en la alcoba.
Ya no tenía por qué estar atada a la violencia emocional de un imbécil sólo porque no había nadie más.
Ahora tenía a Alastor, y como él lo había dicho, nació para conocerla.
La lujuria de Charlie, para ese momento, la hizo pensar tan egoístamente como nunca lo había hecho antes.
Alastor nació para amarla. Para hacerla feliz.
No importaba si ella lo amara como se supone que alguien ama al amor de su vida. Ella estaba satisfecha.
Porque había encontrado a alguien que la adoraba y la cuidaba lo suficiente emocionalmente. Porque él tenía todo lo que ella siempre había deseado en una pareja.
Ella acarició el miembro de Alastor con experticia mientras se arrojaba a sus labios con pasión. Charlie anhelaba ser adorada y mimada por Alastor. Lo necesitaba para no sentirse vacía, para no sentirse sola ni culpable.
Lo empujó hacia la cama lentamente, marcando ella el ritmo, encaramada sobre su cuerpo cambiante que mostraba signos antropomórficos ya.
Con el deseo a flor de piel, ella se arrancó el vestido que había usado durante el día, dejándola solo en ropa interior; su cabello rubio y alborotado cayó sobre sus pechos todavía cubiertos por el sostén, y ella guío las garras de su amante hacia ellos, invitándolo a liberarlos.
Pronto, las garras del wendigo rasgaron la tela y la prenda voló hacia la esquina de la habitación con ayuda de Charlie.
Alastor sonreía con satisfacción; había un algo en él que enloquecía al dejar que ella mantuviera el control. Empujó las voces que lo invitaban a la masacre y la culminación de sus anhelos más torcidos para con ella, y se arrojó a la voluntad de Charlie.
Observó como el éxtasis le cubría el rostro mientras le acariciaba los pechos, mientas sus garras delineaban la forma de la clavícula, dejando una pequeña línea de sangre a su paso.
—"¡Oh! Moun amour, tu sangre me vuelve loco…" —confesó, ebrio de deseo por lamer las pequeñas gotas carmesí que sus garras habían pintado en su nívea piel.
Ella soltó un jadeo, ansiosa por sentir la longitud de Alastor dentro suyo. Se frotó aún más rápido en contra del miembro endurecido, deseando más y más, centrándose en la placentera sensación de su clítoris siendo estimulado con su propio ritmo.
Alastor no pudo más, cerró sus garras en el cuello delicado de su princesa, tomando ahora el control, arrojándola ahora de espaldas con un simple giro.
—"Mas… Al… necesito más…"
Lo entendía, sin duda. Alastor se despojó de su ropa lo más rápido que pudo mientras ella hacía lo mismo con la tela que cubría sus partes íntimas; las mostró orgullosa, con las piernas abiertas, invitando al wendigo, deseando sentirlo completamente.
La ansiedad de Alastor no estaba precisamente en la invitación de las partes bajas de su amada, no, estaba más allá. Anhelaba beber su sangre y sus jugos, escuchar su nombre, sentir sus latidos internos sobre sus dedos.
Se arrojó sobre la fuente de la miel de Charlie y chupó ávido, como el preámbulo al plato principal. Sus garras recorrieron las caderas de la rubia que apenas si podía hilar una palabra, arrojando el nombre de Alastor entre suspiros mientras la lengua del wendigo escarbaba más allá de lo que una común podría hacerlo.
Chupaba, lamía y mordisqueaba lo que tenía en frente, bebiendo cada gota del éxtasis de su preciosa posesión.
—"Alas… Alastor… más, más por favor…" —La cabeza de Charlie apenas podía mantenerse cuerda, sosteniéndola con sus manos, como si temiera enloquecer, se retorcía bajo la boca de Alastor, sumiéndola en una vorágine de placer electrizante que le cubría todo el cuerpo, hasta que ya no pudo más, hasta que sus jugos explotaron en la lengua y los labios del hijo del vacío que ahora la ahogaba bajo su poder.
—"Dámelo… por favor, Alastor." —El resplandor carmesí que cubría las mejillas de Charlie y su figura derruida en placer fueron un regalo maravilloso para su vista. Él sentía como su virilidad latía con fuerza y anhelo, aunque no comprendía la urgencia. Alastor deseaba mirar un poco más el cuadro patético y hermoso de la belleza profanada de Charlie. —"Dámelo…" —Rogó otra vez.
Abruptamente, Alastor la tomó por la cintura e ingresó toda su longitud de un golpe, haciéndola gritar. Soltó una risa de satisfacción.
—"Te amo, Charlie." —Susurró con urgencia antes de que ella se quejara, acercando su rostro a los labios oscuros de la princesa, rozándolos con los propios y viajando hacia su cuello, dónde una de sus garras rasgó la piel y dejó otro camino carmesí a su paso. —"¿Me amas? Dime que me amas, chèrie."
Alastor olfateó la sangre fresca que brotó del pequeño corte, intoxicándose con ello, a la espera de la respuesta anhelada.
—"Al… Al… yo…" —Él embistió con fuerza una vez, haciéndola dar un grito de placer. —"Yo… yo… no sé… ahh…"
Dio otra embestida, todavía con más fuerza.
—"Dime que me amas, chèrie…"
Él estaba siendo irracional mientras se deleitaba lamiendo la poca sangre que había obtenido. Quería escucharlo aunque fuese mentira. Quería escucharlo mientras probaba su precioso y delicioso líquido rojo, mientras ella suspiraba y él caía un poco en la locura de su amor por ella.
"Una mentira puede hacerse realidad si se repite muchas veces."
—"Miénteme, Charlie, moun amour. Házlo. Sólo dime que me amas… Por favor…" —Suplicó, enterrado en su cuello, buscando el lugar perfecto para beber de su sangre, buscando el momento perfecto para morder su suave carne y liberar el objeto de su deseo, llenar su boca. Marcarla para siempre como suya.
Alastor volvió a embestir con fuerza, ahora con movimientos más seguidos.
—"Por favor… Al… dame más…"
—"Dímelo, chèrie. Y te daré todo, absolutamente todo." —Él paró, enloqueciéndola. Sentía como su cuello estaba siendo mordido suavemente por los colmillos de su pareja, y cómo sus propias entrañas protestaban por más, necesitaban la esencia del wendigo y se retorcían demandando, anhelando.
Si cerebro la empujó y la empujó por la embriaguez del deseo, y la lujuria desinhibió su reticencia.
Necesitaba que él la llenara, que la hiciera temblar de gozo y dolor, que la asfixiara con su peso sobre ella y la destrozara hasta que no quedara nada más que ella en el limbo de la inconsciencia.
—"Te amo… Alastor. Te amo pero por favor… sigue… Por favor…" —Su súplica llegó a los oídos del wendigo, cuyas astas crecieron con el sonido de la voz de su amada confesando su amor, aunque haya sido una mentira sabida.
El ritmo de sus embestidas volvió, más salvaje, más posesivo.
—"Repítelo, Charlie… ¡Oh! Chèrie. My dear, repítelo. Quiero oírlo de tu maravillosa voz hasta que te quedes sin aliento."
Ella obedeció. Repitió como un mantra al ritmo de las embestidas aquella mentira descarada.
Repitió la mentira sin parar incluso cuando él abrió su carne del hombro con sus colmillos afilados, cuando se pegó como una sanguijuela extasiada por el néctar de su víctima.
Ella repitió la mentira en sus oídos, intoxicado por su deseo enfermo y azuzado por los susurros, tratando de mantenerlos a raya.
Ella gritó su mentira a todo pulmón mientras él se extasiada de ella, mientras los golpes a las entrañas de Charlie aumentaban con cada palabra que salía de su garganta.
Mientras ella sentía que el mundo se cernía sobre sí y la liberación de su deseo la hizo temblar, mientras él liberaba su semilla dentro de ella y se deleitaba con su sangre y su voz, con su falso amor que tanto anhelaba.
Mientras ella cubría su rostro con el color de la lujuria y la depravación, mientras la profanaba con su existencia inhumana e inefable llenándose de gozo al saberla suya, solamente suya.
Mientras ella caía lánguida, en sus brazos y él se apartaba de la fuente de su depravación. Mientras él la reclamaba para sí en su mente y en su espíritu, y soñaba el momento en que la mentira que lo llevó al éxtasis verdadero de su anhelo por ella fuese real.
Mientras ella lo miraba con sus ojos bovinos y suaves, avergonzada, y él se cercioraba que las marcas permanecieran allí hasta que esa y otra y miles de sus vidas se extinguieran con el pasar de los eones.
†******†
Alastor abrió los ojos en Shath'Yar; no era la primera vez que él acudía al lugar voluntariamente, pero siempre que pasaba sentía una pesadez en su cerebro casi dolorosa.
La habitación donde había aparecido, llena de sigilos en Aklo y cubierta con los estandartes del caos reptante, estaba hecha de tejido rojizo, enfermo, como el de una colmena de avispas carnívoras.
En ese lugar se sentía más completo, más monstruoso y más confundido. El enjambre de voces ahora era casi incapaz de ser ignorado; la locura se podía oler en todo el recinto.
Antes de siquiera salir de la habitación, Norgath se presentó.
La criatura de muchos ojos con apariencia champimorfa y boca dentada de pez parecía intranquilo. Era de esperarse, Alastor sólo se presentaba por voluntad propia cuando un nuevo hijo del caos reptante había sido concebido. Normalmente él iba y los consumía, extinguiendo la larva que sería un ente como él.
—"Hoq aN'qov huqth erh'ongg thoq shanDai h'lwn, Alastor, Nyarlathotep iiyoq raz'tal'vsak…" —Le dio la bienvenida; el wendigo lo miró, sonriente y despreciable.
—"Llévame con él." —Dijo, impaciente, con una sonrisa enferma como el ambiente corrupto del planeta, Shath'Yar, el lugar donde nadie deja de reír.
Norgath se arrastró con sus tentáculos como si nadara, guiándolo por los laberínticos pasillos del palacio del caos reptante; más seres como él se arrastraban a otros lugares, erráticos en sus movimientos, pero con un motivo en concreto. Alastor podía escuchar los cantos de los fieles a su padre, entonando una cacofonía de sonidos incomprensibles.
Llegó a una cámara de adoración; cuerpos de seres más grandes que Norgath, de una especie claramente diferente pero que cabían en la misma clasificación, estaban apilados alrededor del altar.
Los cuerpos apilados desaparecieron en una mancha rojiza que engulló todo a su paso y se convirtió en humo, y luego en una figura humanoide.
Nyarlathotep sonrió con su rostro pálido humano; uno de sus ojos era tono carmesí como su cabello. El otro era dorado como la ropa estilo Luis XIV que vestía.
Al caos reptante le gustaba cambiar de formas; nunca era el mismo rostro, la misma bestia o siquiera la misma masa informe.
Ahora mismo, tenía un parecido extraordinario al sombrero loco de Alicia en el país de las maravillas; con todo y un sombrero incluido, dorado también.
La sonrisa enferma y perturbadora era la misma, siempre la misma. Era la única cosa que Alastor podía reconocer como el caos reptante.
—"¡Alastor!" —Saludó efusivamente. Parecía bastante de buen humor en ese momento.
Tal vez era porque acababa de recibir las libaciones de sus seguidores. O tal vez porque sospechaba a qué había ido.
—"Padre" —La insanidad mental que rodeaba al caos reptante obligó a Alastor a actuar más efusivamente de lo que realmente se sentía. Los susurros ahí ya no podían ser callados. Apenas si podía mantener el hilo de sus pensamientos a flote.
—"No esperaba recibir noticias tuyas tan pronto." —Susurró el caos reptante; su voz era diferente a la última vez que estuvo ahí, pero seguía pareciendo una serpiente que se arrastraba por sus oídos; acosador, aplastante por si sólo.
—"He preparado todo. Te daré lo que has solicitado."
Nyarlathotep miró a su hijo con una alegría insana; sus ojos brillaron mientras se acercaba cada vez más hasta el wendigo de pelaje rojo y rostro de hueso y carne corrupta que era su hijo. Su hijo predilecto.
—"Demasiado fácil viniendo de ti, hijo mio."
El caos reptante acarició el rostro de Alastor con amor; podría decirse que parecía realmente un padre advocado a su hijo.
—"La amo. Es todo. La deseo, la necesito. Y deseo que ella sea mía sin compartirla con otros, ni con la locura, ni con el caos, ni con su gente. Es mía… mía, mía…"
Nyarlathotep soltó una carcajada; la sonrisa en las fauces de Alastor también se volvió un eco de risa enfermiza bañada en obsesión. Allí todo se sentía más corroído e intenso.
—"Cuando tu hijo sea concebido, y sus latidos corran por el vientre de su madre, ven aquí. Te daré independencia, querido hijo. Te daré el poder de mantenerla para ti. Te daré el poder de convertirte en mí…. Ya quiero saber lo que harás."
†*****†
Notas de autor:
Omg
Esto fue pesado.
Es complicado hablar de la asexualidad en las relaciones amorosas desde un punto de vista de alguien del sexo opuesto.
Creo que plasmé un poco cómo me siento al respecto (soy demi con cierto repudio a los fluidos corporales xD) y ojalá no haya quedado raro.
Aquí exploramos un poco de como se siente Charlie al respecto de su relación. Fue un caos bastante divertido de escribir.
Nos vemos en el siguiente.
