INUYASHA NO ME PERTENECE, PERO LA TRAMA SÍ.

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UN ERROR AGRIDULCE

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CAPITULO 17

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DEDICADO A PAULITA, espero que todo vaya mejor.

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Desde que supo su identidad ¿Qué noche no pasó en vela pensando en cómo sería aquel momento?

Lo imaginó de todas las formas posibles, pero hasta Kagome se sorprendió por la entereza con la que lo estaban tomando tanto Bankotsu como su madre, cuya llegada fue inesperada y en un momento clave.

Es por eso que Kagome observaba las reacciones de ambos con cuidado y cierta cautela. Hasta cierta sangre fría si hubiese necesidad de actuar, porque ella no iba a permitir que esos dos intentasen despreciar a los niños.

Tenía que ser clara con ellos, aunque no era el momento.

Bankotsu se veía conmocionado por haber sido tomado de sorpresa, pero cuando realmente se diera cuenta de lo que ocurría, allí se vería su auténtica reacción con la cabeza fría.

A Kagura no la conocía salvo su reputación feroz. Pero también tendría reservas con ella.

Cuando Jakotsu apareció preocupado con las noticias sobre la firma, Kagome supo que eso era prioritario. Con su experiencia, sabía que lo peor era perder algo en la cual se puso tanto empeño como una firma.

Cogió al niño de los brazos de Bankotsu.

―Lo mejor es que vayas a ver qué ocurre.

Él pareció sorprendido.

―Ella tiene razón ―agregó Kagura―. Hablaremos luego pero ahora alguien debe ir a plantar cara frente a los que pretender vender la firma en pedazos.

Bankotsu parecía indeciso pero ambas mujeres terminaron por convencerlo.

Miró una última vez a los chiquillos antes de hacerle un gesto a Jakotsu para que lo siguiera.

―Yo estaré con ella ―aseguró Kagura a su hijo.

Bankotsu se marchó sin volver la mirada, cuidando de no mirarla.

Kagome se dio perfecta cuenta de eso.

Él no se atrevía a sostenerle la mirada.

Sólo allí supo que las cosas no iban a ser tan sencillas.

Cuando el coche desapareció junto a sus ocupantes, Kagome, Sango y los niños quedaron solas con Kagura.

Sango miraba a la gran señora como si debía estar en guardia contra ella.

―Queridas, tomemos un té ¿les parece? ―ofreció repentinamente la dama

―Hay un buen café aquí a pocas cuadras…

―No ―negó Kagura―. Conozcamos donde viven los niños y además hay una conversación pendiente. Supongo que tú tienes mucho de qué hablar con mi hijo.

La mujer quería ver el piso donde ella vivía.

Al principio Kagome desconfió, pero aceptó.

Tenía que admitir que Kagura se veía mucho más amigable que el propio Bankotsu.

Kagome le indicó que entraran al edificio.

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Bankotsu se cambió la chaqueta en el pequeño vestidor que tenían en la recepción del despacho. Discutió con Jakotsu unos puntos antes de que éste volviese a su oficina.

Aun se hallaba conmocionado por la revelación de que era padre pero no iba a estar en paz consigo mismo hasta que arreglase los problemas de la firma.

Con su porte imponente y sin anunciarse previamente a la secretaria de Inuyasha, ingresó intempestivamente.

Inuyasha hablaba por teléfono y colgó al ver a Bankotsu.

―Disculpa ¿es que no viste a mi secretaria en la puerta?

― ¿Qué es esa estupidez de una reunión extraordinaria? Soy el socio director y no fui notificado.

Inuyasha sonrió.

―Justo pensaba llevarte el documento para notificarte ya que no estabas en el despacho pero que bueno que apareces para darte esto ―le entregó la notificación.

Bankotsu arrojó el papel a la basura.

―Maldita rata…Naraku Skadden no se hubiera atrevido a venir de no ser por alguna promesa tuya.

―Pediré tu remoción y tenemos los votos para ello.

―Compraron los votos…

―Eso no tiene importancia y eso es lo que pasa cuando tienes aliados poderosos ¿no crees? No les ofrecí nada que no quieran o que tú mismo no desees.

―Usaron el dinero de las cuentas de los clientes de Skadden que son las principales compañías farmacéuticas.

―No eres tan imbécil como creía ―Inuyasha se incorporó―. Sólo es un préstamo como anticipación a todo el dinero que ganaremos cuando las firmas se fusionen.

Inuyasha se veía extremadamente tranquilo. En su mente él iba ganando.

Bankotsu se sentó.

― ¿Y los socios saben que el cómplice de la demanda de Lippson fuiste tú? El que plantó la prueba pericial e hizo que todos perdiéramos dinero y el prestigio de Donovan estuviera en boca de todos.

Inuyasha abrió mucho los ojos al verse descubierto, pero imprimió calma a su rostro.

―Te sugiero que vayas a tu despacho ya que ninguna defensa te salvará de la remoción hoy y deja de difamarme o tendrás otra demanda.

―Usaste documentos escaneados para falsear mi firma y sello e ingresaste el documento falso en las cajas de los archivos para que lo encontráramos cuando Lippson nos demandó.

Inuyasha se mostraba sereno. Era un gran actor.

Bankotsu siguió con su alocución.

―Eres una puta decepción, mi madre te apadrinó cuando nadie te quería ¿Cuándo vas a ser consciente de que no eres de los nuestros? Nunca serás como yo, nunca serás un Donovan…y mi madre lo sabe. Te ve como a un inferior, como a un subalterno.

― ¡Cierra la boca! ―Inuyasha reaccionó tal como Bankotsu esperaba ya lo que lo más le molestaba es que le recordasen la razón de su envidia y su desquicio―. Esta firma será mía y ustedes serán historia ya que lo primero que haré cuando fusionemos será borrar ese apellido.

―Falsificando documentos y coludir para demandar a tu propia firma, sólo para sentirte superior a mí…esto es genial ―razonó Bankotsu, quien ahora era quien mantenía la calma.

―No importan los medios, sólo el fin ¡caíste en mi trampa y ahora vas a perder lo que más quieres! ¿Cómo veras los ojos de esa pomposa de Kagura? ¿sabes qué? Lo haría mil veces más, sólo por el simple placer de veros caer.

Bankotsu quería abofetearlo, pero se contuvo. Acomodó su saco y se levantó.

Inuyasha Miller estaba más loco que un cabro.

―Nos vemos en la junta.

La reunión era en menos de treinta minutos. Ya tenía lo que necesitaba.

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Kagura miraba a los niños dormir en la cuna como si quisiera bebérselos. Kagome la llevó al piso, tomaron un té y la mayor vio jugar a los chicos hasta que se cansaron.

No hizo ningún comentario despectivo o extraño, solo mutua compañía con Kagome.

Cuando durmieron los niños, Kagura volvió a llenar otra taza de té.

―Los criaste tan bien pese a todas las limitaciones…son niños hermosos y vigorosos.

―Mis hijos son lo más importante de mi vida ―añadió Kagome cautelosa

Kagura sonrió.

―Kikyo intentó engañarme con que tenía un nieto mío en su vientre, sabiendo mi debilidad por la familia. Y es algo que nunca le perdonaré…orillándome a cometer un acto horrible contigo siendo que tú si tienes a mis verdaderos nietos…los únicos que jamás tendré ―Kagura dijo eso limpiándose una lagrima―. Sé que no tengo derecho a opinar en nada y tú no confías en mí, pero déjame contarte algo.

―No es que no confíe…sólo que quiero dejar en claro que no voy contra vuestro patrimonio. Mis hijos tienen todo lo que necesitan ―se apresuró en aclarar la joven madre―. Hable, señora Donovan.

Kagura posó su mano sobre la de Kagome en un gesto maternal.

―Los padres que aman a sus hijos deben planear su futuro, así que déjate ayudar…querida ―razonó Kagura―. Yo fui madre soltera y aunque mis circunstancias no fueron de estrechez, no ha sido fácil por la decisión que tomé de que Bankotsu no conociera a su propio padre.

Con tamaña revelación y apertura de aquella gran señora, Kagome se sintió atraída de la curiosidad de saber más.

― ¿El padre de Bankotsu? ¿y cómo era él…?

―Pues era su padre―comentó Kagura con los ojos pensativos―. Yo era muy joven y mi propia familia me conminaba a terminar mis estudios. Lo vi a él como un obstáculo y decidí ocultar la verdad y criar sola a mi hijo…pero hay días en las que me arrepiento con ¿Qué hubiera pasado sí…? Una abogada tan exitosa y no supe arreglar ese problema. Y me toca arrepentirme al pensar demasiado en eso.

― ¿Y cómo está ahora?

―Yo soy feliz de tener un hijo como Bankotsu y él también de tenerme a mí, aunque siempre tendremos la sensación de no haberlo hecho todo y ahora con la aparición de estos niños, aunque repentino e inesperado…te aseguro que cuando acabe con lo de la firma, él regresará y caerá en cuenta de esta realidad.

Kagura era tan sensata y calmada.

Por un momento a Kagome le recordó a su propia madre.

Aquellas palabras casi llevadas por la decrepitud del tiempo.

―Entonces aguardaré por él. ―miró a sus hijos dormidos―. Aguardaremos por él.

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La sala de juntas estaba repleta con esta nueva sesión extraordinaria.

Inuyasha leía su carpeta, allí tenia apuntado datos de la futura sesión, así como un informe del monto que le prometió a cada socio a cambio del voto.

Él y Naraku firmaron un acuerdo previo y sólo faltaba finiquitar las cosas en esta junta.

La única que no se hallaba en la sala era Kikyo.

Esa ingrata llevaba desaparecida informando una enfermedad, pero mejor que no viniera, ya que estaba obsesionada con Bankotsu y ningún dinero del mundo le haría votar en contra de ese estúpido.

Hoy consumaba su plan más grande y acabaría con esos Donovan que dominaron el mundo legal en Manhattan por tantos años. Una hegemonía legendaria acababa hoy mismo.

Bankotsu fue el último en entrar dándose aires de socio director. El ultimo pataleo que daba antes de su aniquilación total.

¿Con que cara iría junto a la poderosa Kagura?

Se inició la sesión y como él era el proponente, comenzó a exponer.

―He solicitado esta junta extraordinaria para poner en conocimiento de la junta acerca de la oferta formal de fusión con Skadden ―mostró una carpeta―. Que como sabéis implicaría un aumento en las facturaciones y un posicionamiento imbatible dentro y fuera del estado.

Sonrió mirando a Bankotsu, quien estaba sentado en el centro.

―Pero viene con una condición ―advirtió Inuyasha―. Yo, Inuyasha Miller debo firmarla como socio director así que esta junta implica aceptar la oferta sino también poner en el tapete la remoción de Bankotsu Donovan como socio director y establecerme a mí en esa posición. Es un pedido de Naraku Skadden para no poner trabas a la fusión plena.

Inuyasha hizo lobby con todos, incluido con los cercanos de Bankotsu como Hiten Ross y otros. Nadie dejaría pasar tanto dinero, aunque probablemente Hiten se mantendría fiel.

Tenía los votos y nunca antes se había sentido tan cerca de ocupar el trono que siempre anheló.

Bankotsu levantó una mano.

― ¿Terminaste?

―Me temo que quien va a terminar es otro ―resonó Inuyasha―. Deberíamos iniciar la votación a voz alzada.

―Antes de eso me gustaría enseñar algo a la junta ―Bankotsu quitó una grabadora del bolsillo de su saco y apretó el botón.

No importan los medios, sólo el fin ¡caíste en mi trampa y ahora vas a perder lo que más quieres? ¿Cómo veras los ojos de esa pomposa de Kagura? ¿sabes qué? Lo haría mil veces más, sólo por el simple placer de veros caer.

La voz de Inuyasha proveniente de la maquina retumbó en la sala de juntas.

Un reguero de murmullos se instaló en el salón.

― ¿Qué hiciste? Con un demonio ―masculló Inuyasha levantándose.

Pero Bankotsu le ignoró.

―Es la prueba grabada donde Inuyasha admite haber coludido con Lippson para la demanda que recibió la firma hace unos meses. Él creó y plantó esa maldita prueba pericial. Perdimos dinero y prestigio por causa de eso…y de no ser por mi asistente, hubiéramos seguido en la oscuridad ―Bankotsu la mencionó para darle mérito al increíble trabajo que hizo ―. Tenéis la información de la prueba escaneada, así como grabaciones de que el señor Miller efectivamente hizo esos movimientos en vuestras tabletas.

Inuyasha vio con horror que todos los socios lo miraban como si fuera una escoria murmurando entre ellos, algunos incluso ya habían recibido adelantos muy generosos y esos capullos se permitían dudar.

Esa bestia de Bankotsu le grabó y le investigó.

Peor mencionó a esa estúpida asistente que le robó a él mismo.

Los socios miraban el correo en sus tabletas y los murmullos se hicieron mayores.

― ¿Por qué no proseguimos con la votación? Alce la mano quien decide por la propuesta de Inuyasha Miller ―anunció Bankotsu.

Inuyasha miró a todas partes, buscando alguna mano amiga.

Pero ninguno salvo él, alzó la mano.

Pocos minutos antes él era el dueño de esa junta.

―Fracasó el pedido de Inuyasha Miller ―cerró Bankotsu―. Pero a la luz de los recientes hechos y pruebas, es mi turno preguntaros ¿Quién está a favor del despido de Inuyasha Miller sin compensación alguna?

Fue como si aluvión preguntase.

― ¿Qué? ―Inuyasha se desesperó al verse acorralado.

Todos los socios levantaron la mano. El despido era unánime.

Bankotsu acomodó el botón de su chaqueta y se levantó.

―Inuyasha Miller, quedas formalmente despedido de esta firma…y a menos que firmes una cláusula de confidencialidad y de no competencia, yo mismo presentaré cargos contra ti en la oficina del Fiscal. Tómalo o déjalo.

Bankotsu lo amenazaba directamente con el exilio de Manhattan. Era eso o ir a prisión.

Su orgullo y rabia pisoteados debían decidir.

Se sentó eludiendo a la derrota.

―Firmaré…

Del otro lado un triunfante Bankotsu Donovan sonreía.

Acababa de sacarlo definitivamente del juego y sin posibilidad de hacer una reaparición.

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Bankotsu regresó triunfante a la oficina, preso de la adrenalina propia del gran logro que obtuvo.

Deshacerse de Inuyasha de forma definitiva y mejor aún, lograr sacarlo de Manhattan.

Pero hizo una mueca cuando se topó con Kikyo sentada en su oficina, esperándolo.

―Te perdiste la junta, Kikyo…

― ¿Con que rostro me voy a volver a presentar? Tu madre me dijo que no deseaba volver a ver mi cara ―ella lucía cansada como si hubiera estado llorando.

― ¿Y qué esperabas, Kikyo? ¿una fiesta? Todavía no puedo entender tamaña estupidez ¿Qué ibas a hacer cuando naciera tu hijo? Si yo no me hubiera hecho la vasectomía, le hubiera pedido un examen genético al niño. Por dios, no soy tan estúpido.

Aunque cuando mencionó lo del examen genético, automáticamente pensó en los niños que estuvieron en sus brazos más temprano. Como si hubiera hecho un calco de él y aunque dudara de su madre, él no tenía dudas de esos pequeños.

― ¡Sí que lo eres! ―Kikyo se levantó de la silla―. Lo tuyo con tu asistente no es normal ¿acaso olvidaste lo que tuvimos? ¿por ir tras una mujercita como ésa? ¡tú no compartes nada con ella, Bankotsu!

No compartes nada con ella.

Las palabras, la dureza de ellas comenzaban a cavar en Bankotsu.

―Te equivocas, Kikyo ―moduló su voz más baja―. Ella y yo tenemos dos hijos.

No era simplemente decírselo a una Kikyo que quedó boquiabierta, sino a sí mismo.

De pronto dejó de escuchar a aquella mujer, sus pensamientos fueron directamente a esa mujer y esos niños.

Sus ojos se pusieron vidriosos.

Debía irse de allí y aclarar esto con Kagome.

Cogió su chaqueta.

―Esta conversación se ha acabado, Kikyo…si quieres presentar tu carta de renuncia simplemente déjaselo a mi secretaria porque ambos sabemos que mi madre nunca te perdonará que hayas intentado engañarla. A mí me da igual pero no sé si sea conveniente que trabajes sabiendo eso.

Ella se levantó e intentó cogerle del saco, pero Bankotsu se desasió de su agarre.

Él no giró una sola vez a mirarla.

Kikyo quedó en el despacho, llorando y viéndolo partir.

Bankotsu abandonó el despacho, pero cuando subió al coche, no se atrevía a decirle a su chofer que lo llevara al Bronx.

―Vamos a casa ―ordenó.

Aun no se sentía con suficiente valor para encarar aquello que tanto temía.

Se sentía estúpido y un niñato.

Era un hombre de más de treinta años, un abogado implacable que no temía entrar en la batalla de grandes compañías de Wall Street haciéndolos trizas con sus estrategias legales.

El socio director de una firma legal. El más joven de la ciudad.

Sus ambiciones nunca tuvieron un límite y por ello, dentro de ese plan fue que decidió realizarse una vasectomía temiendo caer en algún enredo que le arruinara la carrera.

Y ahora tenía miedo de afrontar aquella verdad que le había saltado a la cara.

Encontró un mensaje de su madre en el móvil que le avisaba que ya había vuelto a su casa de los Hampton.

Primero debes arreglar ese problema latente que tienes con la madre.

Kagura como siempre era capaz de leer sus pensamientos sin que él dijese una sola palabra.

El rostro de Kagome y esos gemelos eran sumamente claros en su mente.

La de ella se confundía con aquel aspecto que tuvo aquella vez en ese bar cerca de Harvard donde comenzó todo.

Luego se mezclaba con la imagen actual de ella, un poco más ajada que esa vez, inclinada en su escritorio trabajando en algún informe ridículamente largo que él le encargó para ponerle a prueba o para simplemente deshacerse de ella.

Ella sorteó todos los obstáculos sin rechistar.

También fue quien le instó a seguir peleando por su inocencia en el caso de la denuncia falsa.

Él sabía que era por su propia triste experiencia. Una familia estafada y desmembrada que perdía sus bienes e incluso su vida a merced de parientes inescrupulosos.

Otro mensaje de su madre.

Aun no sé la historia completa, pero esa mujer ha sufrido mucho. Solo imagina el panorama de una madre soltera con dos niños. Si realmente esto hubiera sido una conjura para atraparte a ti y en especial a tu dinero, ella hubiera aparecido aquí hace tres años cuando quedó embarazada.

Bankotsu se apretó el puente de la nariz.

Su pecho amenazaba con estallar. Miró su reloj, eran casi las diez de la noche.

― ¿Seguimos a la casa o finalmente iremos a otro sitio, señor Donovan? ―preguntó su chofer dándole una significativa mirada desde el espejo.

Parecía como si hasta ese maldito se hubiese colado en su mente.

―He dicho que vamos a casa―ordenó―. ¿Cómo se te ocurre que vayamos a salir con este clima?

Porque sí, los cielos nublados comenzaban a despedir unos vibrantes relámpagos que iluminaban naturalmente como preludio de una tormenta.


CONTINUARÁ

¿Hermanitas queridas cómo van?

Aquí vienen mis saludos más afectuosos para todas AIDÉ, BENANI, SAONE, CONEJITA, MANU (¡perdón amigo!), LUCYP0411, LIN LU LO LI, IMAG04, CINDY OSORIO, ANNIE PEREZ, ABBY TAISHO Y NUESTRA VANEMAR.

Y un abrazo especial para Paulita que está pasando por un momento tan difícil, espero todo mejore. Tiene que hacerlo porque sos una persona tan linda y mereces lo bueno de la vida.

Sólo nos queda un capitulo y será bastante largo para no andar cortándola en dos.

A ver si realmente se quedan juntos o quedan como amigos esos dos. Veremos.

Los quiero mucho.

Paola.