¡Pues nada, muchachada! ¡Ya se la saben, reviews!
Josezcri: ¡Me alegra mucho que la historia te haya hecho revalorizar a algunos personajes, Josezcri! Te voy a ser sincero, yo inicié esta historia siendo un enamorado del Pearlshipping, pero terminé siendo (estoy SEGURÍSIMO) uno de los mayores fans del Aurelia que esta tierra ha visto. ¡Lamento haber respondido con tanta seriedad lo de Kukui! A veces soy un poco obtuso y las cosas se me pasan. Aun así, siento que al menos me sirvió para excusarme un poco con respecto a por qué nunca lo voy a hacer jeje. Gracias a ti, Josezcri, por haberme dado un voto de confianza. Hubo muchas ocasiones en las que la cosa estuvo difícil para La Leyenda del Héroe, pero siempre supe salir adelante. Los hice esperar muchas veces, de eso no tengo duda, pero ustedes supieron esperarme y confiar en mí… ¡y por eso estamos aquí, a solo dos capítulos de terminar todo! ¡Dos pasos más, Josezcri! ¡Ya casi terminamos!
JottaCCGG: Bruh XD ¿Megalodón? Querrás decir Megamierdón.
Genesis 581: ¡Gracias, Genesis! ¡Un gustazo tenerte aquí! ¡Saludos!
Red dexholders: Así es el amor, Red. Algunos lo consiguen y otros no, pero no es culpa de nadie. El corazón es complicado y sus asuntos demasiado intrincados para relatarlos solo con palabras. Kazuya tiene que estar muy agradecido por el hecho de que sus hijos son unos seres humanos excepcionales, pero bueno… con una madre como Delia dando la cara por ellos en todo momento, ¿cómo no saldrían como salieron? ¡Gracias a ti por leer, Red! ¡Nos leemos en el próximo!
XtracJester68: Es un gustazo haber contado contigo durante una buena parte de esta travesía, Xtrac, pero ya te lo diré con más calma cuando todo termine, por el momento responderé tu review lo mejor que pueda. ¡Ya se están poniendo algunos ladrillos de aquello que vimos en la que por un tiempo fue nuestra realidad original! Lentamente el tiempo sabrá poner las cosas y las personas en su lugar, por lo que no se preocupen por Selene. Ella es fuerte y sabrá resolver todo lo que la aflige. Oh, Elio se sintió tonto sin duda XD. El tema del Alto Mando… ¡Bueno, ya lo iremos viendo! Y sí, Red tiene bastantes motivos para estar resentido con su padre biológico, pero es un alma tan noble que no puede ni ser cruel con aquel que tanto daño hizo a su familia. Como dije, el tiempo sabrá arreglar las cosas. Si Kazuya está dispuesto a cambiar, entonces quién sabe… ¡Gracias por la review, Xtrac! ¡Nos vemos en el 169! :D
Ultimate Blazer: ¡Como ya te dije, me es un absoluto gustazo tenerte de regreso, Ultimate! Leerte fue casi un puñetazo de nostalgia y, hablando de puñetazos, me alegra muchísimo que los combates finales de Gladio te hayan resultado tan satisfactorios. Eres un lector que estuvo aquí prácticamente desde los inicios, por lo que saber que la resolución de varias tramas te dejó satisfecho me deja a mí satisfecho. ¡Y supongo que tienes razón en cuanto a Selene! Jejeje. Yo tampoco me lo creo, Ultimate… ¿Quién nos lo habría dicho hace seis años?
¡Pero eso es todo! ¡Pasen a leer, por favor!
La Primera Liga Pokémon de Alola había terminado y, por lo mismo, era hora de regresar a casa. Los amigos de Ash partieron desde el aeropuerto de ciudad Malíe al igual que su familia. Los Capitanes regresaron a sus respectivas islas: Mina a Poni junto con Hapu; Lana, Mallow y Kiawe a Akala en compañía de Olivia; Chris y Acerola, así como Lario, se habían quedado en Ula-Ula y por último…
—Se ve realmente mal… —murmuró Burnet, viendo a través de una ventana.
—Sí. —Kukui, a su lado, sujetaba a Lei con firmeza—. Aunque es una suerte que la tormenta haya amainado para el final de la Liga.
—Sería malo si muchos turistas no pudieran volver a sus hogares por el clima —asintió Burnet.
La familia Sorba se encontraba a bordo de un ferry que surcaba las aguas entre Melemele y Ula-Ula. El mar estaba enturbiado y gruesas gotas de agua caían como balas sobre la cubierta del barco. Las ventanas se movían por el choque de las olas y el movimiento del viento. Aquel eterno mar grisáceo era el remanente de algo mucho mayor; una tormenta inexplicable que había tornado las paradisíacas aguas de Alola en un lugar inquietante para la vista. Los Sorba no eran los únicos que se encontraban en el barco, pues tampoco eran los únicos que tenían como objetivo la gloriosa Isla Amarilla. Junto a ellos iban Ash, Pikachu, Rotom, los Aether, Hobbes, los Mahalo, los Asutoro y Liam… aunque no gozando de un viaje precisamente tranquilo.
Aquellos que habían participado en la Liga se encontraban rodeados de un montón de público, especialmente Ash, Gladio y Hau. La atención se aglomeraba en tan pocas personas que los profesores pronto notaron el aire asfixiante a su alrededor. La fama ganada en años previos los entrenó a la perfección para lidiar con ese tipo de situaciones, aunque no podían evitar lucir levemente fatigados por toda la atención recibida. Hau y Liam eran los que lucían más tranquilos al respecto seguidos de Elio y Gladio. Ash, Lillie y Selene parecían un poco más perdidos con respecto a la manera en la que debían comportarse.
—¿Deberíamos hacer algo? —preguntó Burnet, risueña.
—Estoy seguro de que se las arreglarán —respondió Kukui, recargándose en su asiento y cerrando los ojos. Se puso a Lei en el pecho para luego darle caricias en la espalda.
Burnet simplemente se rio.
—¡Al fin en casa! —exclamó Hau, entrando por la puerta de su hogar con una sonrisa de oreja a oreja.
No había tenido oportunidad de pisarla antes de irse a la Liga, por lo que sintió una nostalgia terrible al volver a su hogar de toda la vida. Al igual que Malvácea, se quitó el impermeable que llevaba puesto y el calzado, dejando ambas cosas en la entrada de la puerta. La lluvia era, por una parte, una bendición, pues estaba tan cansado que no se sentía con ganas de que le dieran una bienvenida al estilo Iki.
—Deberías avisarle a Acerola de que llegamos —dijo su madre, secándose el cabello con una toalla cercana.
—Eso voy a hacer. —Alzó una ceja con curiosidad—. Por cierto, ¿qué hace una toalla en la entrada de la casa?
—Bueno, como he vivido sola por el último año, comencé a descararme un poco y a dejar mis cosas regadas por todo el lugar —rio, señalando hacia la mesita que había al centro de la sala—. ¿Ves?
Hau se encontró ahí el espejo que su madre usaba a veces para maquillarse, el cual nunca había visto fuera de su habitación.
—No esperaba encontrarme con el sitio hecho un desastre —bromeó Hau, siendo asaltado por la toalla con la que su madre se secaba el cabello. Las risas se cortaron de golpe—. ¡Mamá!
—Te convendría secarte también el cabello, hijo —dijo ella, caminando con una sonrisa triunfante hacia su habitación.
El joven príncipe dejó salir un suspiro y dejó la toalla a un lado, pues ya estaba húmeda. Recobró el buen humor cuando pensó en que podría volver a ver su cuarto, así que caminó hacia él apresuradamente. Abrió la puerta y sintió un golpe de nostalgia todavía mayor al anterior. Todas sus cosas estaban ahí, acomodadas como siempre. Las fotos sobre su mesita de noche, su lámpara, los posters de películas y dibujos animados que le gustaban cuando era un niño, el cojín de malasada que Ash le había regalado… Su cama. Caminó hacia su cama, se descolgó la mochila, y se dejó caer en ella. Aunque era tan cómoda como la recordaba, había un pequeño detalle que no pudo dejar pasar… sus pies sobresalían por el borde.
—Realmente crecí… —murmuró para sí mismo, cerrando apaciblemente los ojos.
Se quedó tendido en su cama por lo que se sintieron como horas, pero abrió los ojos abruptamente cuando recordó que todavía no le había enviado un mensaje a Acerola. Rápidamente se abalanzó sobre su mochila y sacó su teléfono celular. Lo encendió y notificaciones comenzaron a llegar.
«¿Ya estás en tu casa?», era el mensaje que le había enviado Rotom desde el teléfono de Ash.
«Avísanos cuando llegues», le había pedido Gladio.
«¿Llegaste bien?», preguntaba Selene.
«Mina y yo ya estamos en Poni, ¿todo bien allá?», era el mensaje de Hapu.
Respondió apresuradamente todos los mensajes y luego abrió el chat que tenía con Acerola. Pensó si debía llamarla o no, pero rápidamente descartó la idea. No sabía lo que su novia podría estar haciendo en ese momento… Su novia. Fue al repetirse esa palabra que una sonrisa tontorrona apareció en su rostro y comenzó a rodar en la cama que ahora le quedaba chica. No era ajeno al concepto de una pareja, pues ya había tenido una con anterioridad, pero esto era… completamente diferente. Estaba locamente enamorado de Acerola y por eso dejó salir un amargo suspiro.
Si bien la tradición aloliana no impedía que dos Kahuanas contrajeran matrimonio, los obstáculos y dificultades serían bastantes. Tenían un arduo camino frente a ellos, por lo que tendrían que luchar bastante más que una pareja común para superar cada desafío… siendo la distancia uno de los principales.
—Tendremos que tener dos hijos —dijo Hau en voz baja, terminando de enviar el mensaje—. El primogénito… ¿sería Malíe o Mahalo? Acerola va a ser la que dé a luz, así que si ella quisiera yo no tendría problema con que fuera Malíe…
Escuchó una risita desde el umbral, la cual lo sobresaltó. Enrojecido volteó a ver a su madre, que se encontraba recargada contra el marco de la puerta.
—Dos días como pareja y ya estás pensando en hijos. —Se llevó una mano al rostro—. Tu padre era exactamente igual.
Hau se llevó las manos al rostro, muerto de vergüenza, lo que le sacó una risita a Malvácea.
—¿Quieres comer algo, señor novio?
Él se puso de pie y asintió, caminando detrás de ella.
—¿H-habrá algo en la nevera?
—Tranquilo, fue lo primero que revisé. Tus abuelos trajeron algunas cosas antes de que la tormenta iniciara.
—Ya veo.
—Por el momento siéntate, ya veré que nos hago de comer —dijo Malvácea en cuanto llegaron a la cocina.
—No, quiero ayudarte —respondió determinadamente el moreno—. Aprendí muchas cosas durante mi viaje con Kalos. Te sorprendería lo bueno que me he hecho con el cuchillo.
—Oh, ¿en serio? —La señora Mahalo rio, intrigada—. Entonces sorpréndeme, chef cinco estrellas. Hoy el escenario es todo tuyo.
—Te estás aprovechando de mi bondad —bromeó el joven, abriendo la nevera. No se dio cuenta de lo bien que podía sentirse un gesto antaño cotidiano.
Malvácea simplemente se rio y tomó asiento a la mesa. Se quedó observando atentamente las ágiles manos de su hijo, que estaba preparando lo que parecía ser un sándwich.
—¿Esa es tu idea de comida sorprendente? —preguntó risueña.
—Oh, prepárate para deleitarte. No tengo el queso adecuado, pero puedo apañármelas con esto —dijo Hau, volteando a verla mientras sostenía un huevo en la mano izquierda y una espátula en la derecha.
La señora Mahalo dejó a su hijo cocinar. Los minutos pasaron con nada más que el ruido de los fogones y del aceite repiqueteando. Con añoranza, Malvácea vio la mesa en la que solo ella estaba sentada y luego a su hijo. Vio con tristeza la gran cantidad de asientos vacíos antes de finalmente cerrar los ojos y sonreír.
—¡Está listo! —exclamó Hau, acercándose a la mesa con un plato en cada mano. Dejó uno frente a su madre—. Te presento una de mis especialidades: ¡la croque-madame!
Ante Malvácea había… un sándwich. Un sándwich increíblemente apetitoso, eso sí. En su interior solo podía ver jamón, mientras que en el exterior encontró queso gratinado. Coronando el pan había un huevo perfectamente frito.
—Me habría gustado hacer una sala para acompañarlo, pero tendrá que ser para la próxima —dijo el moreno, sentándose a un lado de ella.
—Ulalá. Croque-madame… Acabas de sorprender a tu madre —rio Malvácea.
—Ahora pareces muy sabelotodo, mamá, pero apuesto a que no sabes por qué se llama así.
—Ilumíname, cariño.
—El huevo frito en la tapa. Parece un sombrero de mujer. Sin él, pasa a ser un croque-monsieur —explicó, reventando con un tenedor la yema del huevo de su madre.
—¡Oye!
Hau simplemente se rio. No pareció importarle mancharse las manos, pues rápidamente sujetó su sándwich y le dio un gran bocado. Malvácea se sintió tranquila al ver que su hijo seguía siendo el mismo, pero ella no estaba por la labor de ensuciarse demasiado y menos cuando su sándwich estaba lleno de yema de huevo. Tomó el tenedor que antes había usado Hau y, con un cuchillo cercano, comenzó a trozar el pan. Comieron en un silencio que era interrumpido por los sonidos de regusto de Hau, que se deleitaba con su propia creación.
Mientras comía, la señora Mahalo no podía evitar ver a su muchacho. Solo un vistazo le había bastado para darse cuenta de que Hau ya no cabía en su propia cama. Era inevitable; el niño que alguna vez había sido tendría que dejar atrás la cama individual. Sabía que, en unos pocos años, Hau dormiría en una cama matrimonial junto a su esposa e hijo. Le agradaba saber que seguramente dicha mujer sería Acerola.
—Cuando termine la tormenta —dijo Malvácea, atrayendo la atención de su hijo—, ¿deberíamos comprarte una cama más grande?
Hau terminó de masticar y asintió.
—Sería bueno —dijo tras tragar.
—Bien… E, hijo…
—¿Sí?
—El sándwich te quedó delicioso.
—¡Es un croque-monsieur!
—Hogar, dulce hogar… —murmuró Ash, dejándose caer bocabajo sobre su cama. Cambió de posición, pues sintió que podría quedarse dormido si no lo hacía.
Lillie dejó salir un bostezo. Entendía perfectamente los sentimientos de Ash en ese preciso momento, pues ella también estaba exhausta. Aún faltaba mucho para la noche, por lo que tenía que mantenerse despierta si no quería alterar su ciclo de sueño.
—¿No tienes hambre, Ash? Podemos hacer algo de comer —dijo, acercándose al lado de la cama del azabache.
Ketchum se le quedó viendo fijamente antes de sujetarla abruptamente por la cintura, haciéndola acostarse en la cama con ella. Lillie dejó salir un chillido de sorpresa pero rompió en carcajadas apenas tocó el colchón.
—Vamos a relajarnos un poco, ¿sí?
—Al menos deja que me quite los calcetines —rio la rubia.
Ash se quejó un poco, pero la soltó. Lillie mandó a volar ambos calcetines a un rincón de la habitación, al que siempre usaba como cesto de ropa sucia cuando estaba demasiado cansada como para ir al real. Tras hacer eso se acomodó al lado de su novio y gimió con satisfacción.
—¡Realmente… extrañaba nuestra cama! —dijo, desperezándose.
—Nada mejor que el hogar —asintió Ketchum, poniendo su brazo como almohada para su novia.
Lillie estuvo por darle la razón, pero reparó en cierto detalle.
—¿Te quito la prótesis? —le preguntó, señalando su pierna izquierda.
Ash alzó las cejas, viendo la zona en cuestión y rápidamente negó.
—Solo vamos a descansar un momento —rio—. ¿O quieres dormir?
—No, eso sería malo. Aunque la universidad está en paro por la tormenta, no sé cuándo podrían retomarse las clases —explicó, acomodando la cabeza en el brazo de Ash—. Lo último que quiero es arruinarme el horario de sueño.
—Entiendo, las últimas veces que te pasó fue algo bastante malo —recordó, comenzando a acariciarle el cabello—. Tenías unas ojeras terribles, Li.
Ella suspiró.
—Es porque tengo que quedarme despierta hasta la noche para arreglar el ciclo.
—Rotom se molesta mucho porque tomas bebidas energéticas cuando eso pasa. —Ash soltó una carcajada y Lillie volvió a suspirar.
—A veces envidio tanto a Decidueye, que puede quedarse dormido en cualquier lugar y cuando quiere. —Centró su mirada en Ash—. Hablando del equipo Campeón… ¿Tienes algún plan para esos muchachos? Con lo fuertes que son ahora, dudo que tengas que darles el mismo entrenamiento intensivo que les habías estado dando hasta ahora.
Ash lo reflexionó.
—¿Aunque realmente podemos parar? —preguntó—. Ahora somos Campeones de Alola. Ser fuertes ya dejó de ser una meta o un capricho, es una obligación. Si queremos estar a la altura de otros Campeones y superarlos, entonces no podemos bajar el ritmo.
Lillie asintió, sus ojos mostrando una pequeña melancolía que Ash no notó por lo efímera que fue.
—Entonces, ¿sigue en pie eso de ir a trabajar con el profesor Sakuragi? —interrogó de pronto.
—¡Por supuesto! Ese día me envió un mensaje para felicitarme y preguntarme si en serio quería trabajar con él considerando mi nuevo estatus y todo eso —rio, divertido por el recuerdo.
Lillie comenzó a recorrer con un dedo el pecho de Ash.
—Honestamente, ese suena como el trabajo perfecto para ti. Viajar de un lado a otro, conociendo todo tipo de Pokémon y fenómenos… —Frunció levemente el ceño y sonrió—. Voy a admitir que me da un poco de envidia.
Él resopló antes de que ensanchar su sonrisa. Lillie solo podía ver su perfil y, aun así, aquellos ojos soñadores no fallaron a la hora de decirle todo lo que necesitaba saber.
Qué bien, Ash, pensó, abrazándolo con fuerza.
—Se siente como si hubieran pasado años desde la última vez que estuvimos en casa, ¿no es cierto? —rio Ketchum, recibiendo un débil asentimiento por parte de Lillie.
—Fueron unos días realmente agitados —respondió ella, acariciándole los cabellos.
—Por cierto, ¿tus amigos de la universidad van a venir en estos días? No me han mandado ningún mensaje.
Lillie se rio por el desconcierto de Ash.
—Bueno, seguramente están demasiado intimidados para hacerlo —supuso—. Aunque estoy segura de que la primera en contactarte será Maley. En el tema de la iniciativa, ella me recuerda bastante a ti.
—A decir verdad, fue la que más me agradó de todos ellos —admitió Ketchum—. Digo, todos fueron muy agradables conmigo, pero ella… Es un poco como Omaha, ¿no crees?
—O sea que es como tú —repitió Lillie, carcajeándose.
—B-bueno… podríamos decir que sí.
—Aunque pienso igual que tú —dijo Aether tras dejar de reírse—. B.K. es la más inteligente de todos ellos, pero pienso que cuando llegue el momento de la verdad, será Maley quien se haga con las riendas de un proyecto o investigación. Es muy… resiliente.
—Solo si no estuvieras tú.
—¿Mhm?
—Maley solo sería la líder de una investigación si no estuvieras tú. No hay nadie tan inteligente y determinada como tú, Li.
La mano de Lillie bajó de los cabellos de Ash a su mejilla. Lo hizo mover la cara con delicadeza de forma que la mirara a ella y le plantó un beso en los labios.
—¿Era eso lo que querías conseguir al halagarme? —preguntó con las mejillas levemente enrojecidas.
—Sí. Era justo eso —murmuró Ketchum con ternura.
Los ojos de Ash se abrieron de golpe al escuchar el timbre de la casa, pero los suyos no fueron los únicos. Lillie, a su lado, se levantó violentamente. El cabello de la rubia estaba hecho un desastre, con mechones despeinados aquí y allá. Ambos voltearon a verse con rostros somnolientos antes de darse cuenta de que…
¡Nos quedamos dormidos!
Vieron hacia la ventana al mismo tiempo y supieron diferenciar la oscuridad de la noche de la producida por las nubes de tormenta. Ash se levantó, dejando salir un pequeño quejido y maldijo para sus adentros. Se había quedado dormido con la prótesis puesta.
—V-voy a ver quién es… —dijo, cojeando hasta la puerta.
Lillie asintió y se dirigió hacia el tocador, comenzando a peinarse.
Cuando salió a la sala se encontró con Pikachu y Rotom. Ambos estaban bien despiertos, por lo que Ash supuso que todavía no era tan tarde. Lo confirmó en cuanto vio que el reloj de la cocina marcaba las 7:32 p.m. Comenzó a tallarse los ojos y le dieron ganas de ir al baño, pero lo dejó para después.
—Te dije que se habían quedado dormidos, Pikachu. —Rotom volteó a ver al roedor con decepción.
—Pika… —aceptó, arrepentido de no haberle creído a Rotom.
El timbre volvió a sonar, sobresaltando a Pikachu y Ash.
—¡Ya voy! —exclamó, caminando hacia la puerta.
—Este hombre se quedó dormido con la prótesis, como no podía ser de otra manera… —suspiró la Pokédex.
Ash abrió la puerta rápidamente y ante él vio a cuatro conocidos. No hizo preguntas, sino que directamente los hizo pasar. Dejarlos bajo la lluvia aunque fuera un segundo era lo peor que podía hacer como anfitrión.
—Tengo agua hasta en las orejas —dijo Meowth, quitándose la capucha de su pequeño impermeable.
—James te dijo que te pusieras la capucha antes de salir del auto —lo reprendió Jessie, quitándose ella la suya. Tenía el cabello atado en un bollo, seguramente para que no se le mojara de más.
—Woooobbuffett. —A diferencia del de los demás, el impermeable de Wobbuffet era de un chillón amarillo patito.
—L-lamentamos venir tan repentinamente, Ash —dijo James, que traía entre las manos un objeto cubierto por una pequeña lona.
—No, no se preocupen, chicos. —El azabache se rascó la nuca—. En todo caso lamento haber tardado tanto en abrir la puerta. ¿Quieren sentarse?
—Olvídalo, vamos a llenar de agua este lugar si nos sentamos —suspiró Meowth.
—Entiendo. —Ash caminó hacia la cocina—. ¿Al menos les puedo ofrecer algo para tomar o comer? ¿Agua?
—De eso hay de sobra —murmuró Jessie.
—Estamos bien, Ash, gracias —dijo James con una sonrisa cordial.
Ketchum asintió, sirviéndose él mismo un vaso de agua.
—¿Y qué los trae por aquí, chicos?
—Pasábamos por el lugar y nos detuvimos al ver que las luces del patio estaban encendidas. Creímos que sería buena idea hablar sobre nuestros acuerdos comerciales —dijo Meowth sin vacilar.
—¿E-eh? —James vio a sus compañeros con estupor—. ¡C-creí que primero íbamos a…!
—¡Al final! —exclamaron Jessie y Meowth.
—¡Wobbuffett! —exclamó el tipo Psíquico, pero por motivos ajenos a la conversación. Estaba saludando a Pikachu y Rotom.
—¡Pika pika!
—También es bueno verte.
Ash no se sorprendió demasiado al enterarse del motivo. Se sonrió.
—No se preocupen, muchachos. Es cierto que algunas cosas han cambiado, pero nuestro acuerdo no. Seguiré trabajando con ustedes con las mismas condiciones y las mismas recompensas —aseguró, dándoles una sonrisa tranquilizadora.
James también sonrió, conmovido.
—Gracias, Ash, pero…
—Sí, no se siente bien —dijo Jessie, cruzándose de brazos—. Es como dar poco y recibir mucho a cambio.
—Puede que no lo sepas, pero desde que ganaste las acciones de Donas Cohete se han disparado como la espuma. Este boom es el que nos dará el paso a convertirnos en una cadena internacional —dijo Meowth, su voz exudando seriedad como pocas veces Ash había visto.
Lillie le había explicado unas cuantas cosas al respecto, pues ella era dueña de una buena parte de Donas Cohete. Se rio internamente ante la idea de que, al parecer, su salario nunca sería tan bueno como el de su novia. Pero por eso mismo…
—Por eso mismo no quiero cobrarles más —volvió a decir Ash—. Ustedes son mis amigos y Lillie mi pareja. Si les cobro más, entonces le estaría quitando más dinero a los cuatro.
—Yo estoy de acuerdo con ellos.
La puerta de su habitación se había abierto y de ella salió Aether. La rubia se dirigió hacia uno de los sofás, sentándose con una postura erguida y regia. Ash reconoció de inmediato que había entrado en su faceta de Negocillie.
—Cuadrilla Cohete. —Lillie dio un asentimiento hacia los invitados a modo de saludo.
—Jefa. —Los tres imitaron su gesto.
—Wobbuffett.
Ash dejó salir un suspiro y se rascó la cabeza.
—En serio, creo que dinero es lo que menos necesito ahora, chicos…
—Imaginaba que dirías eso. —Lillie volteó a verlo con ojos inflexibles—. Y dado que no quieres ese dinero para ti, ¿por qué no usarlo para otra cosa?
Ketchum parpadeó, intrigado. Lo pensó atentamente y a su cabeza llegó la conversación que había tenido un Ryuki.
—¡Claro! ¡Si es así, entonces estoy más que dispuesto! —exclamó Ash.
—Solo con verle la cara ya me imagino en lo que está pensando —rio Meowth.
—El mocoso siempre ha sido del tipo predecible —asintió Jessie.
—Sí, es tan típico de Ash —dijo James.
—¡Wooobbuffett!
—¡En fin! Eso debería dejarlo más o menos zanjado, ¿no? —preguntó Aether, retomando su expresión habitual. Les dio a los invitados una dulce sonrisa.
—Seh, podemos hablar de ello con mayor detalle cuando te pases por las oficinas —dijo Jessie, señalándola con un dedo acusatorio—. Has estado desaparecida por mucho tiempo, ¿sabes?
—De verdad, me estoy cansando de cubrirte —dijo Meowth, negando con la cabeza—. Te tenía por el tipo responsable.
Lillie rio, nerviosa, alzando ambas manos en el aire.
—L-lo siento, lo siento, estuve ocupada con la escuela y los preparativos para la Liga. Me pondré las pilas, se los aseguro.
—¡Más te vale! —exclamó Jessie.
—¡Humph! —dijo Meowth.
Ash, Rotom, Pikachu, James y Wobbuffet se rieron.
—Bueno, bueno, ahora que ya discutimos los asuntos profesionales, podemos dar paso a los personales.
En cuanto James dijo eso, Jessie y Meowth voltearon la cabeza hacia otro lado, avergonzados. El peliazul dio un paso al frente, quitándole la lona de encima a la que ahora se revelaba como una caja.
—Es un regalo —dijo, agitándolo un poco—. De nosotros para ti.
Rotom, Pikachu y Lillie vieron con una sonrisa la sorpresa en el rostro de Ash.
—Chicos… No se hubieran molestado, de verdad —dijo, caminando hacia ellos. Lucía conmovido y halagado por igual.
—V-vamos, solo ábrelo. —Meowth no volteó a verlo en ningún momento.
—Y más vale que te guste. Nos costó conseguirla porque ya no la fabricaban, así que tuvimos que mover algunos hilos —contó Jessie.
Eso solo incrementó la curiosidad de Ash. Tomó la caja de manos de James y retiró la tapa de la caja con entusiasmo. En cuanto vio el contenido se quedó en blanco. Su boca se distorsionó en una nostálgica sonrisa y sus ojos se llenaron de añoro. Con cuidado sacó su obsequio: una gorra roja con blanco, en cuyo frente podía verse una curiosa L verde, símbolo de la Liga Pokémon de hace varios años. La analizó con detalle antes de ponérsela. Volteó hacia su familia.
—¿Cómo me queda? —preguntó con una gigantesca sonrisa en el rostro.
Los ojos de Pikachu brillaron como linternas y, lleno de emoción, saltó al hombro de su entrenador. Era como si hubieran vuelto en el tiempo. Ambos se rieron juntos. Rotom y Lillie, por otra parte, solo habían visto aquella gorra en la casa de Delia así como mediante fotos que mostraban al pequeño Ash de diez y once años. Nunca pudieron conocer a esa versión de Ash y sabían que ya no existía, pues el hombre que había ante ellos estaba muy lejos de ser ese niño. Aun así todavía quedaban retazos de quien alguna vez fue, podían saberlo gracias a que en sus ojos podían ver lo mismo que en los de aquel soñador de hacía tantos años, que los miraba desde el marco de la fotografía: fe, esperanza e ilusión.
—Como anillo al dedo —dijo Lillie.
—Sí, mejor dicho imposible —secundó Rotom.
La cuadrilla Cohete veía con gran nostalgia aquella gorra, la que antaño había sido un símbolo de frustración y fallo… pero que ahora significaba amistad e inocencia. En aquel entonces no se habían llevado para nada bien y era correcto afirmar que la existencia del otro era un obstáculo en el camino a conseguir sus metas. Tuvieron que pasar muchos años antes de que pudieran sentarse a tener una conversación correcta y ahora estaban ahí, casi tres años después, siendo socios… pero más importante aún, amigos. ¿En qué momento aquel mocoso de diez años se había convertido en un hombre hecho y derecho? La respuesta se escapaba a su comprensión, pero estaban felices de haber estado ahí para verlo.
—Felicidades por ganar la Liga de Alola, Ash —dijo finalmente James.
—Y por convertirte en Campeón —añadió Meowth.
—Nada mal, mocoso —sonrió Jessie.
Ash volteó a verlos y se sujetó la visera de la gorra. Sonrió.
—Gracias, chicos.
De fondo solo podía escucharse el golpeteó de la lluvia contra el techo y las ventanas. Tras tanto tiempo viajando, volver a ese lugar tan silencioso y acogedor era extraño en muchos niveles. Los Asutoro se habían acostumbrado a estar tumbados con las estrellas como su único techo y el pasto como colchón. Sabían que las cosas habían cambiado. Ninguno de ellos eran iguales a la última vez que habían dormido en esa habitación, hacía poco más de una semana, ni los mismos que fueron la vez anterior a esa, hacía ya más de un año. Las cosas habían cambiado para bien y para mal.
—¿Hablaste con Hapu?
La voz de Selene rompió el silencio. Ella sabía que su hermano no podía estar dormido y también sabía que solo estaba esperando el momento adecuado. Antes de que llegaran a eso, quería dominar la conversación al menos por un momento… quería que hablaran de algo que los hiciera felices a ambos.
—Sí. Llegó a su casa como a las cuatro de la tarde —respondió Elio—. Me dijo que tuviera cuidado con la lluvia.
—¿No es eso dulce? —preguntó Selene risueña—. Se preocupa por su novio.
—Supongo que lo hace…
Podía escuchar la felicidad contenida en la voz de su gemelo. Verlo sonreír de la manera en la que lo hacía en los últimos días la llenaba de un regocijo inconmensurable y, por ello, siempre le agradecería a Hapu. Por mucho tiempo había tenido un poco de dudas con respecto a la persona que fuese la primera novia de Elio, pero si era ella, entonces nunca tendría que preocuparse.
—Debió haber sido duro para ti y para Hau. Separarse tan pronto de sus novias.
Elio suspiró, revolcándose en su cama.
—Lo fue… —murmuró—. Quería estar más tiempo con ella… Pero Poni está cerca. Iré a visitarla pronto, en cuanto termine esta maldita tormenta.
—Apuesto a que Hau debe estar pensando lo mismo que tú —rio ella.
—¿Maldita tormenta?
—En ir a ver a su novia apenas termine… aunque sí, seguramente también la está maldiciendo.
Ambos se rieron.
—Qué locura… ¿Quién me iba a decir a mí que Hau y yo conseguiríamos novia el mismo día? —Elio, con las manos haciéndole de cojín, clavó la mirada en el techo.
—Ahora el 18 de octubre es un día doblemente especial.
—Tanto como el 17.
—Tanto como el 17 —asintió Selene.
Ambos se quedaron callados por un momento. Selene fijó la mirada en la ventana de la habitación, notando la manera en la que se movía por culpa del viento. Eran movimientos bruscos y arrítmicos, preocupantes porque sentía que en cualquier momento romperían el vidrio. Era casi como…
—Después —dijo Elio de pronto, llamando su atención—. Dijiste que después, y ya es después. ¿Qué te pasó aquella vez, Selene?
Sabía que la cuestión llegaría y se había mentalizada para responderla. Lo haría corto, ahorrándose dramas innecesarios, y así lo hizo.
—Me le declaré a Gladio —respondió, sucinta— y me rechazó.
Escuchó el abrupto movimiento en la cama de su hermano, por lo que volteó a verlo. Elio estaba sentado y, aunque la habitación estaba a oscuras, casi podía ver con total claridad el gesto estupefacto de su hermano.
—Tú… ¿por qué no me lo dijiste?
—Te conozco, hermano. Sé que te habría arruinado el día… y a decir verdad, tampoco ahora quería decírtelo porque sé que posiblemente estarás pensando en algo como: «Mientras yo era feliz, Selene estaba sufriendo y no hice nada al respecto». —Dio en el clavo—. Pero, como te conozco, sabía que no podía mentirte.
Vio agacharse la cabeza de su hermano.
—Gladio… él… ¿qué fue lo que te dijo? ¿Te dio algún motivo? —preguntó en un murmuro, su voz sonando contenida.
Selene temió que su hermano se enojara con Gladio, por lo que quiso dar una respuesta que lo tranquilizara.
—No, al menos no directamente, ¿pero de verdad hace falta? Sabes que siempre me ha visto como a una hermana menor, y también sabes que… bueno, Gladio… tiene mucho en su plato con lo que lidiar.
—Mhm… —asintió Elio.
—Oye, hermano…
—¿Sí?
—Tú… no estás molesto con Gladio, ¿verdad? —preguntó con voz temerosa.
Era su mayor miedo. Temía que por ser incapaz de contener sus emociones, la buena relación entre Gladio y Elio se derrumbara, lo que podría afectar de gran manera al equipo S&M. Espero nerviosa la respuesta hasta que escuchó un suspiro.
—No. Gladio ahora mismo no está mentalmente en un lugar en el que pueda involucrarse emocionalmente con otra persona… no de la forma en la que sé que tú quisieras —admitió él—. Y aunque no fuera el caso… no podría enojarme porque respetara sus propios sentimientos. Al contrario, me enfurecería que aceptara salir contigo solo para no lastimarte.
Selene asintió, aunque supo que seguramente su hermano no había visto su gesto. Inhaló profundamente, tratando de contener el ardor en su garganta, nariz y ojos.
—Yo… lo siento, Selene. Te diría que voy a dejar de hablar de Hapu cuando esté contigo, pero sé que te enojarías y me dirías: «No quiero que mi tristeza eclipse tu felicidad». —Dio en el clavo—. Y aunque realmente, realmente, me gustaría poder hacer algo… Esta vez… no puedo. Por eso… lo siento mucho, Selene.
Varias lágrimas se escaparon de los ojos de la azabache, que simplemente las dejó caer.
—Está bien, hermano. Estaba mentalizada.
—Yo no puedo hacer nada —volvió a decir—, pero eso no quiere decir que tú no puedas. Dale tiempo, a él y a ti. No te digo que persigas algo imposible o que insistas hasta que se canse, solo… si lo quieres de esa forma, dale tiempo a ese amor y ¿quién sabe? Podría florecer. Y si no lo hace, bueno… Un girasol es tan lindo como una rosa, ¿no crees?
Ella se rio.
—Eres un poeta, hermano.
—Y tú una granuja —respondió, riéndose de vuelta. Se detuvo de golpe cuando escuchó los sollozos de su hermana menor.
En silencio, Elio se puso de pie para luego acuclillarse frente a la cama de Selene. Ella lo abrazó rápidamente sin mediar palabra.
Después de todo, eran gemelos.
Los bucólicos paisajes eran un manjar para la vista. A su alrededor todo era tan verdad y brillante; rebosante de vida y libertad. Las sedosas nubes tomaban todo tipo de formas, cubriendo la porción justa de cielo como para seguir apreciando aquella belleza cerúlea e infinita. Parado solo en aquella colina, sintió como los vientos del cambio mecían sus cabellos como una gentil mano amiga. Inhaló en sus pulmones aquella pureza.
—Es hora, hijo.
El viento dejó de ser el que alborotaba su cabello y, en su lugar, fue una mano cálida y gentil. Volteó la cabeza, encontrándose ahí el cariñoso rostro de su padre. Parpadeó, sorprendido, y notó que había desaparecido. Lo buscó desesperadamente, encontrándolo solo cuando subió la mirada hacia las alturas. Ahí, una de las cientos de nubes se había moldeado para darle remembranza a su imagen.
—Es tu turno, Hau.
Una voz retumbante y onírica llenó por completo aquel mundo que solo existía para él. El tono empleado era uno de orgullo sin límite, pero el significado de sus palabras era confuso.
—¿Mi turno?... ¡¿Mi turno de qué?! —preguntó con la esperanza de obtener una respuesta.
—Atiende a su llama; síguelo. Ahora todo está en tus manos.
No comprendía a qué se refería, y si creía hacerlo, no estaba seguro. ¿Por qué no podía estar ahí abajo con él, hablando cara a cara? No lo entendió… pero tampoco lo se lamentó. Así eran las cosas; su padre y él estaban en diferentes lugares, inaccesibles el uno para el otro. Tal vez no recibiría una respuesta, pero sintió que si podía hacer el intento, entonces lo haría.
—¡¿A quién debo seguir, papá?!
—A él.
Se despertó violentamente, el rostro empapado en sudor. Tenía la respiración agitada, como si el aire le hubiera sido arrebatado por una aspiradora. Al principio pensó que solo era un sueño… pero entonces sintió la imperiosa necesidad de dirigir su mirada hacia un punto específico de su habitación: su ventana… y ahí lo vio.
Parado en medio de la lluvia y el viento, justo ante el marco de su ventana, se encontraba el rostro inflexible y severo de Tapu Koko. Casi saltó y dejó salir un grito al verlo ahí, pero la razón superó a la emoción. El sueño; la aparición repentina… Antes de que pudiera seguir divagando al respecto, el Sagrado se alejó de su ventana y comenzó a adentrarse al bosque que se encontraba solo a pocos metros.
—¡Espe…! —Pero supo que gritar no haría nada.
Atiende a su llamada; síguelo.
Se levantó de su cama a toda prisa y tomó la primera Poké Ball que vio en su mesita de noche. No se molestó en ponerse zapatos ni nada que pudiera cubrirlo de la lluvia o el frío mejor que una sudadera. Abrió la ventana de golpe, saltando hacia el exterior. Sintió el barro en sus pies pero poco le importó. Dio rápidas zancadas, sabiendo que con cada segundo que pasaba Tapu Koko se alejaba más y más. Podía ver sus vibrantes colores cálidos a través de la oscuridad compuesta por marrones y verdes. Tuvo que apartarse los mechos de cabello que, mojados, se le pegaban a la cara.
Correr descalzó por el bosque era una idea bastante mala. Se encajó varias cosas en las plantas de los pies y se cortó al pasar por arbustos espinosos, pero no podía parar. Era como si en ese momento su sentido de la autoconservación se hubiese apagado por completo. Correr por tan dificultosos terreno, a través de los zigzagueos y pendientes, hacía perder el aliento hasta al más resistente, especialmente cuando se perseguía a un Pokémon con la velocidad del rayo; al más veloz de los Tapus.
Se detuvo abruptamente cuando el camino ante él se cortó de golpe. Delante solo había una caída calamitosa de varios metros hasta un embravecido río que conectaba directamente con el mar de Alola. Tapu Koko se encontraba al otro lado de aquel acantilado, viéndolo fijamente mientras se alejaba en silencio. Aunque la situación debía ser desoladora, para un habitante de Iki era todo lo contrario, pues aquel precipicio era un punto de referencia imperdible para todo niño, adulto y anciano del pueblo. Sabían que, indudablemente, había un puente cerca. Corrió hacia su izquierda, habiendo ubicado un árbol cercano en el que una pareja de hacía más de siete décadas había tallado sus iniciales.
El que se desplegaba hacia el otro lado del abismo no era el puente que había estado por años ahí; aquel por el que tantos otros habían transitado. Este puente era diferente; especial, pues había sido construido por el mismísimo Kahuna Hala Mahalo. Pisó los fuertes tablones que lo componían, sintiendo seguridad desde el primer momento. Con paso firme cruzó la pulida madera hasta llegar al otro lado donde lo esperaba aquel lugar que tantas veces había visitado en el pasado: las Ruinas de la Guerra… que ahora lucían completamente distintas. De ellas ya no manaba aquella aura de misticismo y aventura, sino una de respeto y majestuosidad.
Entró.
Ahí adentro las cosas eran diametralmente opuestas a las condiciones del exterior. Apenas puso un pie en el interior pudo sentir una agradable oleada de calor que lo hizo sentirse tranquilo, como si todo fuese a estar bien. Notó de inmediato a un montón de Pokémon pegados a las paredes, acurrucados con sus semejantes para ganar calor. Eso lo sorprendió en demasía, pues los Pokémon no acostumbraban a acercarse mucho a las Ruinas de la Guerra, mucho menos a meterse en su interior. Supuso que la desesperación de un refugio impulsaba a hacer cosas que no se solían hacer.
Se apartó el cabello de la cara y del cuello, sujetándolo todo entre ambas manos para después exprimirlo con fuerza. Un chorrito de agua cayó sobre la piedra labrada por la que comenzó a caminar. Solo entonces se permitió sentir el dolor de sus pies y se quejó, pero no dejó de avanzar. Vio atentamente las grandes paredes, así como la decoración tradicional y sagrada del lugar. Las gruesas líneas amarillas que significaban realeza; los triángulos que representaban estabilidad y las hojas de palma que simbolizaban la naturaleza. Todas cosas que había aprendido por su abuelo.
Las historias cuentan que, cuando Tapu Koko apareció por primera vez ante el pueblo de Melemele, nuestros antepasados construyeron para él un lugar en el que pudiera refugiarse de las inclemencias del tiempo y descansar de sus arduas labores como guardián, le había contado su abuelo aunque poca atención le puso en aquella ocasión.
—Fueron aquellos hombres y mujeres los que luego crearían pueblo Iki —repitió el final de la historia en un murmuro.
Tras caminar por el extenso pasillo de roca llegó a la entrada de la cámara principal. Atravesó el umbral con completa convicción, su mirada nunca descendiendo un solo centímetro. El suelo pasó a ser de madera y, ante él, una inmensa plataforma se erguía flanqueada por dos tramos de escaleras. Subió cada peldaño con paso firme, ignorando por completo el dolor de sus heridas, y se sentó sobre sus piernas en una postura de rezo apenas llegó a la cima de aquel altar. Cerró los ojos.
—Tapu Koko, mi venerado y poderoso señor, dígame… ¿por qué me ha convocado el día de hoy? ¿Qué he hecho yo para que usted se tomara la molestia de ir a visitar personalmente a tan humilde y diminuto servidor? Tapu Koko, espíritu guardián de Melemele por generaciones, ¿a qué debo el inmenso honor de verlo tras su larga ausencia? —preguntó no sumisa, sino devotamente. La línea entre ambas cosas era tan difusa que a veces eran inconfundibles, pero al oír a Hau hablar eran como el día y la noche.
No recibió respuesta, pero sintió algo en el aire, casi como una corriente recorriendo cada centímetro de su piel. Sabía que Tapu Koko estaba ahí, escondido entre las sombras, analizando atentamente su comportamiento. Abrió los ojos pero no con la intención de verlo. Lo hizo simplemente porque quiso.
—A veces, mi señor, me encuentro perdido —dijo, dejando la veneración a la divinidad para buscar en él la faceta más íntima atribuida a un dios: el confort—. Los mares me parecen infinitos y parezco haber perdido el norte. Es como si la brújula hubiese dejado de funcionar y las estrellas me negaran su brillo. La carga en mis hombros es aplastante, pero la soporto día a día con la esperanza de recibir una respuesta de su parte. Necesito saber que estoy haciendo las cosas bien: que estoy transitando la senda que usted ha trazado para mí. Quienes debían guiarme fueron arrebatados de mí lado por los más crueles de los seres, pero no tengo miedo, mi señor… —Subió la mirada— porque sé que usted está aquí.
Las sombras se deformaron a la imagen de Tapu Koko, que apareció ante los ojos fervientes de Hau. El espíritu guardián descendió lentamente hasta encontrarse a la altura del humano, sorprendiéndolo notoriamente. Cacareo Sagrado era un general; alguien a quien los Mahalo solo podían ver hacia arriba, nunca hacia el frente.
—Mi señor… —murmuró Hau, embelesado al verlo tan de cerca.
La piel oscura como la noche; aquella cresta regia y majestuosa parecida a una auténtica corona… esos ojos severos que podían anticiparse al movimiento de cualquier rival. Al tenerlo frente a él, Hau sintió su corazón llenarse de una devoción y amor sin límite. Su Dios, aquel al que le habían enseñado a venerar desde que era un bebé, estaba ante él, mirándolo fijamente a los ojos. La felicidad que sentía era tal que sus ojos pronto se llenaron de lágrimas de dicha. Sintió la necesidad de postrarse ante él, pero la pata en forma de pico de Tapu Koko se lo impidió. El Sagrado negó con la cabeza y, con la misma extremidad, hizo que Hau subiera el mentón. La incredulidad del moreno no hizo más que incrementar cuando aquella sensación chispeante se intensificó y, a su alrededor, todo se volvió amarillo. Era un amarillo tan brillante que pronto se confundió con un blanco impoluto e infinito.
—Electrogénesis… —murmuró Mahalo, anonadado por la belleza de su alrededor. La sorpresa estaba lejos de acabarse.
Abrió los ojos con fuerza cuando vio el blanco ganar color; colores cálidos y familiares. Vio, a su lado, a un hombre que conocía solo por fotos. Era Hala Mahalo, el adolescente… el joven príncipe de Melemele.
—Mi cuerpo y corazón son suyos, mi señor. Usted es mi guía y yo soy su fiel servidor. Vivo y respiro para aquellos que habitan la isla que con tanto esmero ha protegido a lo largo de los siglos. Imploro a usted, mi señor, mi maestro, una oportunidad para demostrarle que en mi alma solo poseo deseos de servirle a usted y a mi pueblo. Permítame relevar a mi padre en la sagrada labor que ha llevado diligentemente por años, así como su padre lo hizo antes que él. Elíjame, mi señor Tapu Koko, y prometo servir a esta tierra hasta el último de mis días.
Pero no era todo. A su lado no solo estaba Hala, pronto apareció un hombre al que reconocía únicamente por fotos incluso más antiguas que las de su abuelo. Aquella persona era a quien le debía su nombre: Hau Mahalo VI. Luego de eso apareció quien supuso era el abuelo de su abuelo: Hala Mahalo IV, seguido del bisabuelo de su abuelo: Hal Mahalo VIII y luego por la tatarabuela de su abuelo: Kaya Mahalo II. Al unísono, todas y cada una de las voces emitieron un único llamado.
—¡Mi señor!
Y ante él apareció Tapu Koko. El Sagrado siguió mirándolo directamente a los ojos antes de negar con parsimonia.
No… mi señor…
Hau sintió que el aliento se le escapaba al escuchar en su cabeza la voz de Tapu Koko. ¿Cómo…? No, dejó de preocuparse del cómo y se centró en el mensaje que la deidad quería transmitirle.
Mi señor no, repitió.
El pecho de Mahalo se agitó levemente cuando la pata de Tapu Koko tocó el lugar donde estaba su corazón. Sintió una calidez, como la del toque de un viejo amigo, que solo incrementó cuando vio que Tapu Koko se tocaba su propio corazón con la misma pata.
Mi señor no, volvió a decir. Unió ambas patas en lo que parecía ser un fuerte y estrecho apretón de manos. Mi señor nunca más. Amigos sí. Amigos siempre.
Su mundo estalló al entender las implicaciones de las palabras de Tapu Koko. A su alrededor los colores danzaron como los de un arcoíris, moviéndose en un dulce pero vívido compas que parecía desfilar únicamente para él. Las imágenes de sus antepasados se difuminaron y, a su alrededor, cientos de pequeñas nubes flotantes se encargaron de mostrarle lo que el espíritu guardián quería que viera.
Todos aquellos hombres alguna vez jóvenes cambiados, envejecidos por el paso de los años. Sus cabellos verdes ahora repletos de canas si es que no habían desaparecido ya. Las faces morenas, algunas de ellas blancas como la leche u oscuras como el ébano, pobladas por arrugas y/o cicatrices. Físicos admirables deteriorados por las inclemencias del tiempo. Ojos… firmes; llenos de convicción y amor. Las manecillas del reloj habían mermado sus cuerpos, pero jamás sus almas.
Familia de ti servir. Familia de ti proteger. Familia de ti fiel. Pero familia de ti mi señor no, mi señor nunca más. Familia de ti amigos presente… y siempre, dijo Tapu Koko de forma pausada. Mahalo ser gracias. Mahalo ser amigo. Mahalo y Cacareo amigos.
Los ojos de Hau se llenaron de lágrimas que fue incapaz de contener. Rompió en sollozos ante la mirada de Tapu Koko.
Triste no. Amigos bueno. Amigos no triste.
Hau dejó salir una risita que hizo a Cacareo alzar las cejas.
—No estoy triste, mi… —Negó con la cabeza—. No estoy triste. Estoy feliz. Tan feliz que no puedo evitar llorar. Estoy feliz porque quiera ser mi amigo, Tapu Koko.
El Sagrado asintió, luciendo… ¿satisfecho? Era como si estuviese contento de que Hau hubiese logrado captar su mensaje. Extendió una pata hacia él en un gesto que el príncipe reconoció. Con una gran sonrisa, Mahalo le dio la mano.
La unión de pata y mano se estrechó hasta que el humano sintió algo hundirse en su palma. Ambos retiraron sus extremidades al mismo tiempo, Hau asegurándose de que no se le cayera aquello que había sentido. Su corazón dio un vuelco y su estómago se hundió cuando vio en su palma el Tapistal Z. A base de pura fuerza de voluntad, Hau suprimió sus temblores. Vio a Tapu Koko directamente a los ojos, su mirada tan determinada como la de cualquier otro Kahuna que fue antes que él.
—Gracias, Tapu Koko. Juro por sobre mi propia vida y mi legado que no dejaré caer a esta isla ni a sus habitantes. Mi vida; la vida de los Mahalo, ha existido siempre para guiar y proteger, al igual que la tuya. —La convicción de sus ojos pasó a su sonrisa—. Así que ayudémonos. Busquemos juntos un mejor futuro para Melemele, para Alola y para todos aquellos que amamos. Gobernemos juntos como amigos.
Y, para sorpresa de Hau, Tapu Koko le devolvió la sonrisa pero no con su inexistente boca, sino con sus ojos. Boquiabierto, Mahalo vio como el Sagrado ascendía nuevamente.
Amigos. Cacareo y Mahalo amigos, dijo antes de desaparecer.
Entonces todo volvió a la normalidad. A su alrededor el paisaje era el de siempre; el mismo altar que había visto desde que era apenas un niño. Por un momento pensó que había tenido un sueño febril, pero se convenció de lo contrario cuando vio el Tapistal en su palma.
Se levantó en silencio, recorriendo con tranquilidad el camino de regreso a la salida. Notó que los Pokémon que antes habían guardado refugio en el lugar ya no estaban y no necesitaba ser un genio para descubrir por qué. La lluvia había amainado y el cielo despejado. El único remanente que demostraba que alguna vez había habido una tormenta era el suelo lodoso y los charcos en él.
—Qué dramático —rio Hau, caminando tranquilamente hacia el puente y cruzándolo.
Atravesó la Senda Mahalo con paso tranquilo, sintiendo con las plantas de sus pies cada fino detalle. Aquel era el recorrido que sus ancestros habían hecho miles de veces para ver a la deidad que ante él apareció. Sabía que, sin duda alguna, el mismo pedazo de tierra que sus pies pisaban había sido transitado con anterioridad por miles de alolianos que habían buscado a Tapu Koko. Miles de vidas; miles de historias, a lo largo de tantos cientos de años… Todas ellas concentradas en una sola: la suya.
Él era la respuesta del universo cambiante y azaroso. La probabilidad había creado una vida invaluable como todas las demás; una vida que era el resultado de millones de decisiones. Su existencia era un milagro y de él dependía aprovecharlo.
No se dio cuenta de la altura del sol hasta que salió del bosque. A juzgar por la posición del astro rey serían algo así como las diez de la mañana, tal vez once. ¿No había salido de su casa a mitad de la noche? Tocó su cabeza en un acto reflejo y alzó ambas cejas. ¿En qué momento se le había secado el cabello? ¿Y la ropa? Se sintió perdido, pero tampoco le dio demasiada importancia. El paso del tiempo, en ese momento, era lo menos impactante que le había sucedido.
Mientras caminaba de regreso a su casa se encontró con uno de los niños revoltosos del pueblo: Kaleo, que al verlo abrió los ojos de par en par antes de salir corriendo a toda prisa. Hau mostró confusión pero finalmente se rio. Debía de tener una pinta horrible y lo confirmó al ver sus pies y ropajes. Casi parecía un indigente.
Toda la sorpresa que no había sentido llegó a él cuando, frente a su casa, vio a todos sus amigos… bueno, no a todos, pero a una buena parte de ellos. Ahí, junto a su madre, estaban Ash, Lillie, Rotom, Gladio, Elio y Selene, todos ellos acompañados por al menos uno de sus Pokémon (excepto Rotom al ser él el Pokémon). Todas las miradas giraron abruptamente hacia él y pudo ver gestos de alivio y preocupación por igual. Algunos dejaron salir suspiros mientras que otros directamente gritaron su nombre, pero todos corrieron hacia él.
—¡Hijo! —Malvácea se abalanzó contra él, abrazándolo con fuerza—. ¡¿Dónde estabas, hijo?! ¡Yo…! ¡Fui a buscarte para que desayunáramos, pero tu ventana estaba abierta y tu cuarto hecho un desastre! ¡El solo pensar que algo pudo haberte pasado…! ¡No pude…!
—Nos contactó de inmediato y vinimos corriendo —explicó Rotom—. Te buscamos por los alrededores por horas pero no aparecías. El profesor Kukui incluso fue a la Ruta 3 y Liam a la Ruta 1.
—¿E-eh? —Hau se rascó una mejilla, confundido a más no poder—. Pero si estaba en las Ruinas de la Guerra.
—Imposible —aseguró Gladio—. Fui ahí y no te encontré. Entré hasta el altar y no había ni rastro de que alguien hubiera estado en el lugar.
—Pero… ¿y los Pokémon que estaban refugiados?...
—No lo sé. La tormenta amainó en la madrugada, así que si había Pokémon refugiados… supongo que tuvieron tiempo para irse —respondió Gladio—. Pero puedo asegurarte que no estabas ahí.
Vio los gestos preocupados de todos sus amigos y él mismo se sintió un poco consternado. ¿Al final todo había sido una alucinación?... No. Supo que no era el caso cuando apretó con fuerza aquello que se encontraba en su bolsillo derecho. Sonrió.
—Estaba en las Ruinas de la Guerra, puedo asegurarlo. —Les mostró lo que sujetaba en la mano—. ¿De qué otra forma tendría esto?
—Eso es…
La voz de Elio se cortó por la falta de palabras. Todos los ahí presentes vieron con sumo detalle el Tapistal Z que reposaba en la palma de su mano, emitiendo destellos citrinos. Bocas se abrieron y párpados se separaron. Todos pasaron su mirada del Cristal Z al príncipe… aunque llamarlo así era inexacto.
—Kahuna Hau Mahalo —Una sonrisa de oreja a oreja, acompañada de lágrimas dulces como la miel, apareció en su rostro—, presente.
Un solo grito, conformado por múltiples voces, resonó en el pequeño pueblo Iki. Con fuerza fue envuelto en afectuosos abrazos y bañado por las lágrimas de aquellos que lo amaban. Él mismo, mientras reía, intentaba cubrirlos a todos con sus propios brazos aunque sabía que no era posible.
La vida había puesto en su camino infinidad de obstáculos, intentando hacerlo caer con cada paso que daba, pero también lo había recompensado con creces. Eran pocos los hombres y mujeres que lograban, como Hau Mahalo, sentir una dicha tan grande en sus vidas. Había recorrido una senda peligrosa, y aprendido a agradecer cada uno de los baches en el camino.
El día veinte de octubre del año 2015, el príncipe de Melemele Hau Mahalo fue reconocido por Tapu Koko, espíritu guardián de la isla. Con Cristal Z en mano, el joven heredero podía por fin cambiar el título con el que se presentaba, pero sabía que debía hacerlo con humildad.
Su nombre era Hau Mahalo, y era el Rey de Melemele.
La noticia corrió como la pólvora, no solo por Alola, sino internacionalmente. No había canal de noticias que no estuviese informando del hecho en ese momento, tan pronto como se había emitido la exclusiva. Los ojos del mundo se habían vuelto a posar sobre el archipiélago arcoíris cuando apenas comenzaban a apartarse del mismo. Uno de los seis héroes de la humanidad acababa de lograr algo destacable, tan o más grande que convertirse en Campeón de Alola.
Toda la región se movilizó. Gente de otras islas volaban hacia Melemele para estar presentes en la pronta ceremonia de coronación que se estaba preparando en honor al nuevo Kahuna de la Isla Amarilla. Sabían que lo que estaban por presenciar era la transición a una nueva era en toda la extensión de la palabra. Los primeros en moverse fueron, por supuesto, aquellos que compartían una sangre tan importante como la suya.
Pueblo Iki había vivido, desde hace siglos, temporadas agitadas cada verano. No eran pocos los turistas que iban a deleitarse con sus festivales, ni aquellos peregrinos que pasaban por sus terrenos en un viaje a las Ruinas de la Guerra… pero esto… esto era distinto. La gente de ciudad Hau'oli normalmente no tenía ningún motivo para poner un pie en Iki, pero dado que el lugar era, desde tiempo inmemorables, el hogar de la familia Mahalo, entonces todos aquellos que quisieran ver la ceremonia estaban obligados a ir al lugar. Ese fue el motivo por el que la ruta 1 reverberó con el paso de miles de alolianos dispuestos a ver a su rey y salvador. Los cielos tampoco estaban precisamente despejados, pues decenas de Pokémon voladores descendían sobre el pueblito —todos ellos Charizard de Pokémonturas—.
De entre la multitud se destacó la cabellera amatista de Acerola, que se abría paso a toda prisa. Aunque había aterrizado a pocos metros de la casa de los Mahalo, el sitio estaba tan lleno que tuvo que luchar bastante para navegar por entre el mar de personas. Varios notaron su presencia —muchos, de hecho—, pero ninguno pudo detenerla o siquiera hacer el intento. Tras mucho esfuerzo llegó ante la puerta de la gran mansión, golpeándola con fuerza para hacerse oír. Una mano emergió de la nada, tirando de ella hacia el interior de la casa.
—¡M-me diste un susto de muerte, Lillie-tan! —exclamó Malíe con la faz ligeramente empalidecida.
—Lo siento. Con toda la gente alrededor, una tiene que ser rápida —rio Aether, aunque por dentro estaba un poco orgullosa de por fin haber podido asustar a su amiga. Supuso que la situación ya la tenía agitada de por sí.
Acerola asintió distraídamente. A su lado apareció Mimikins, atravesando la pared como quien pasa a través del viento.
—¡Oh! ¡Hola, Mimikins!
El fantasma respondió educadamente el saludo de Lillie.
—¿Y HauHau? —preguntó Acerola, viendo directamente a la rubia.
—A-ah, eso… —Lillie no parecía muy contenta de tener que responder esa pregunta—. Bueno… ¿Pasas y te lo explicamos?
Acerola alzó una ceja en señal de confusión, pero asintió. Caminó junto a Lillie hacia la sala donde había muchas otras personas esperando. Echando una vista rápida por el lugar, Malíe pudo ver que ahí se encontraban los abuelos maternos de Hau —pero no su madre—, el resto de los Aether, Hobbes, Wicke, los Asutoro —excepto el padre—, los Sorba, Lario, todos los Capitanes, Olivia y Hapu. No eran todos, por supuesto, pues identificó rápidamente a los demás miembros de las Familias Fundadoras, así como al resto de los Aina y los Umbría.
—¡Ah, Acerola! —Elio, al verla llegar, se apartó del lado de Hapu y Haua, avanzando hacia ella—. ¿Papá llegó a tiempo para recoger al señor Nanu?
Malíe asintió con fuerza y se reverenció ante el azabache.
—¡Muchísimas gracias, Eliombie! Me aseguraré de recompensar adecuadamente la ayuda del señor Tsukishima —dijo, sonando profundamente agradecida.
—No, qué va, qué va. Papá lo hace con gusto —rio el azabache, indicándole con las manos que levantara la cabeza.
Acerola se llevó una mano al pecho y sonrió. Ella se había adelantado por insistencia de su padre, pues había visto lo ansiosa que se encontraba por ver a Hau lo antes posible. El shock que habían sentido al recibir aquella llamada era demasiado como para poder describirlo en palabras, por lo que su primera reacción había sido buscar boletos de barco que zarparan cuanto antes. Y hablando de Hau…
—¿Dónde está?... —se preguntó en un murmuro. Iba a voltear a ver a Lillie, pero sintió unos toquecitos en las manos. Se encontró de frente con la abuela de Hau: Kiannah Malú.
—Hau ya nos lo contó todo —le dijo con una sonrisa—. En el fondo ya lo sabíamos, pero verlo hecho una realidad… Como abuelos, no hay mayor felicidad que ver al niño de nuestra niña crecer y formar su propia familia, especialmente si es con una niña tan buena como tú, Acerola.
—Abuela Kiannah… —murmuró ella, conmovida.
—Pensar que sería la niña de Nanu —rio Magnolio Malú, el abuelo de Hau—. Creo que ese hombre nunca ha sabido perdonarme lo que le hice a mi pobre yerno cuando nos conocimos, pero ahora tendrá que ser más blando conmigo considerando que somos familia.
Escuchar a los abuelos de Hau llamarla parte de su familia la llenó de una felicidad que casi la hizo flotar hasta tocar el techo. Estaba realmente halagada, pero esa emoción terminaba en cuanto entraba al terreno de las ansias. Quiso preguntar, pero su rostro era tan fácil de leer como un libro de cuentos infantiles.
—Lo siento, cariño. Sé que en este momento lo que más debes de querer es ver a Hau —Kiannah parecía resignada—, sin embargo, él no quiere que lo veamos hasta que llegue el momento de la ceremonia. Está en su cuarto y nos dijo que solo quería que su madre lo ayudara a prepararse.
La decepción en el rostro de Malíe no tardó en notarse, cosa que hizo suspirar a Magnolio.
—Mira que dejar fuera de algo tan importante a su novia…
Ella rápidamente negó.
—No, está bien. Es cierto que quiero verlo, pero en este momento los deseos de HauHau son lo más importante. Si no quiere que lo veamos hasta la ceremonia, entonces debe de tener sus motivos —dijo, luciendo una mirada comprensiva.
—Qué buena muchacha —dijo Kiannah, apretando con un poco más de fuerza sus manos.
—El pequeño Hau ahora es rey… —murmuró Hapu con una sonrisita en el rostro—. ¿Quién lo habría dicho?
—Cuestión de tiempo —dijo Haua—. Lo más sorprendente es que Tapu Koko le haya hecho una propuesta tan escandalosa… Un Sagrado pidiéndole amistad al Kahuna… Esto sí que no lo había escuchado, y eso que he visto a cinco generaciones de Kahunas.
—Los tiempos han cambiado mucho, señora Haua —aseguró Elio, viendo directamente a Hapu—. Supongo que eso lo sabe de sobra.
La Kahuna de Poni ocultó su sonrojo con una expresión orgullosa.
—No seas modesto, mozuelo. Dime abuela, o suegra si te parece mejor, considerando que mi hija es una desobligada.
Esta vez Hapu no fue capaz de esconder el fuego en sus mejillas.
—¡A-abuela! —reclamó, recibiendo una negativa.
—No me lo digas tú, que me lo diga él —dijo, dándole unos golpecitos en los tobillos con su bastón.
Elio asintió con fuerza y entusiasmo.
—¡Gracias por permitirme el honor, abuela! —exclamó, reverenciándose.
—Bueno, bueno, tampoco me adules, mozuelo —rio, alejándose lentamente de ellos—. Iré a hablar con tu madre mientras esperamos si no te importa. Ustedes charlen, que de seguro tienen bastante que discutir.
Honua y Asutoro vieron como las matriarcas de sus familias se encontraban. La emoción en el rostro de Asahi era incontenible, pues saludó enérgicamente a la que ella consideraba era su consuegra.
—La yaya sabe avergonzar a las personas —suspiró Hapu, pellizcándose el puente de la nariz.
—En ese sentido parece más tu madre que tu abuela —rio Elio con los brazos en jarra.
Hapu dejó salir otro suspiro antes de finalmente darle la razón. No parecía para nada disgustada con la afirmación de su pareja.
—Tienes toda la razón.
—¡La parejita!
Al mismo tiempo voltearon a ver a Olivia, que se acercaba a ellos con una gran sonrisa y ojos brillantes. Tenía un pronunciado sonrojo en el rostro.
—No me canso de verlos juntos, chicos —dijo, dejando salir un suspiro.
Elio rio halagado, mientras que Hapu parecía apenada. La Kahuna de Poni buscó desviar la atención.
—A mí me gustaba verte con ese amigote de Ash. Brock, ¿verdad? —Sonrió al ver como el rostro de Olivia enrojecía hasta las orejas—. ¿Qué pasó con él?
—O-oh, vamos, no puedo decírtelo… —murmuró Konikoni con ojos soñadores.
—Bueno, al menos sabemos que le gusta —le murmuró Elio a Hapu, ambos compartiendo una risa.
—Vamos, Olivia, eres la gran Kahuna de Akala. Al menos le habrás pedido el número. —Hapu se cruzó de brazos, satisfecha al saber que había dominado la conversación.
—¡C-claro que lo hice! ¡No soy tan novata en esto, ¿sabes?! —exclamó de forma apurada.
—Nunca ha tenido novio —le dijo Hapu a Elio con una expresión burlesca.
Asutoro no supo muy bien cómo reaccionar, por lo que rio nerviosamente. ¿Eran ellos quienes para burlarse de eso? Olivia pensó lo mismo, pues frunció el ceño y atrapó entre sus manos las mejillas de Hapu.
—¡T-te lo tienes demasiado creído solo porque conseguiste novio! —exclamó con el ceño fruncido, jaloneando sus mofletes—. ¡¿Debería contarle a Elio que no pudiste dormir en toda la noche porque te la pasaste pensando en él?!
Hapu ganó un color parecido al de su colega Kahuna y, nerviosamente, volteó a ver al azabache. Alzó la voz.
—¡Dijiste que no lo mencionarías! —exclamó lo mejor que pudo considerando que sus mejillas eran presa de Olivia.
Elio se llevó la mano a la boca, encorvándose. Estaba terriblemente feliz. La reacción de su novio solo hizo que Hapu se pusiera todavía más nerviosa, por lo que su "discusión" con Olivia se intensificó.
—Vistas así ni siquiera parecen las grandiosas reinas de Poni y Akala —rio Burnet con su hijo en brazos.
—Ni idea de cuándo se hizo Olivia tan débil al tema del romance. —Lario veía la escena entretenido.
Kukui dejó salir una carcajada.
—¿Verdad? Cuando éramos niños era todo lo opuesto. Tenía a decenas de niños detrás de ella haciéndole los mandados —recordó.
—Aunque tampoco es como que tuviera mucha opción —dijo Burnet, dejando salir un suspiro—. Precisamente por eso las demás niñas no querían acercársele, porque no era raro que los chicos de los que estaban enamoradas se enamoraran de ella.
—Visto así… —Lario se llevó una mano al mentón.
—Los niños son crueles… —murmuró Kukui, dejando salir un suspiro.
Tal vez estaban mejor viviendo en la ignorancia, pensó Burnet, sintiéndose ligeramente preocupada al ver las expresiones de ambos. Se distrajo al comenzar a jugar con su hijo.
El bullicio del exterior era tan fuerte como el del interior y así pasaron las horas. El sol no tardó en ponerse en el horizonte.
Lo único que mantenía a raya la oscuridad de pueblo Iki eran las decenas de antorchas ceremoniales que emitían su luz solemne sobre todos los presentes. Los braseros eran preciosos trípodes de madera pulida y ornamentada, firmes y recios como los habitantes de Alola. Las personas se maravillaban por la ambientación del lugar, la cual desprendía una atmósfera casi mística en la que lo importante era aquello que se encontraba a unos pasos de ti. Muchos trataban desesperadamente de conseguir una mejor visión del escenario principal, aquel campo de batalla tradicional frente a la casa de los Mahalo, el cual se encontraba rodeado por antorchas. Nuestros héroes no tenían la necesidad de pelear por lugares, pues estaban bien acomodados.
Una gran variedad de lujosos cojines bordados a mano se habían dispuesto para los miembros más importantes de cada Familia Fundadora (los Capitanes, Kahunas y la heredera de los Malíe), así como los familiares del foco de la celebración. El resto se encontraba un poco más atrás, en una zona bardeada y exclusiva. Los S&M, como la madre y abuelos de Hau, estaban incluidos en la familia del nuevo regente.
Tambores se escucharon. Golpes rítmicos y contundentes que resonaban por todo el pueblo eran usados como la señal para dar inicio a la ceremonia. A los costados del campo ceremonial se colocaron dos hileras de músicos, algunos con instrumentos y otros listos para hacer de coro. Gritos guturales comenzaron a escucharse, momento en el que al escenario subieron catorce bailarines masculinos dispuestos en un cuadro ordenado. Uno de los hombres, el que se encontraba en la parte frontal de la formación, comenzó a emitir poderosos gritos en un lenguaje que muy pocos entendieron: aloliano antiguo. A aquel hombre fueron sumándosele los demás bailarines de hula hasta que, finalmente, la formación se abrió y reveló a la estrella del momento. En el centro del ahora roto cuadrado se encontraba el quinceavo danzarín: Hau Mahalo.
Como todos los demás, Hau iba vestido con un taparrabos adornado con preciosas plumas arcoíris. Lo que lo diferenciaba del resto de bailarines era que, atado a la cintura, tenía un gran y abultado ornamento de tela que sobresalía casi como una faja de sumo. En su torso desnudo, dibujado con pintura blanca, había un intrincado patrón en el que se destacaban las franjas, figuras geométricas como el triángulo y el cuadrado, así como motivos alusivos a los Tapus, especialmente a Tapu Koko. En su frente había sido pintado un sol.
Apenas apareció, el público dejó salir suspiros y expresiones de emoción. Las manos comenzaron a señalar, los murmullos a circular y las cámaras a filmar. El Kahuna Mahalo no permitió que nada de eso lo perturbara, pues liberó un fuerte grito al unísono de su escolta. El ritmo de los tambores se intensificó mientras los quince hombres comenzaban a golpearse con fuerza el pecho, gritando y haciendo vigorosos movimientos con piernas y caderas. Finalmente el vehemente tamborileo terminó, solo para dar paso a uno más ligero y ameno. Fue entonces cuando todos los que se encontraban sobre la plataforma comenzaron a ejecutar una danza tan fluida como la corriente de un río, la cual se intensificaba por momentos dando la ilusión de que eran tripulantes de un barco jaloneando una red llena de pescados. El baile continuó con ocasionales gritos por parte de los bailarines, movimientos elegantes y en ocasiones poderosos, así como el sonido de los instrumentos y el coro de fondo.
Los Pokémon se vieron atraídos al lugar, aunque solo unos pocos. Aquellos que no se espantaban con los ruidos fuertes ni con el fuego estaban viendo atentamente la presentación, curiosos ante lo que sucedía. Fue así que los árboles se llenaron de Pikipek y Trumbeak, mientras que de entre los pastizales sobresalían las cabezas de uno que otro Pichu y Pikachu, además de Bonsly, Munchlax y Rockruff. Entre la multitud, acompañando a los humanos, podían verse especies mucho más variadas como Vulpix, Yungoos, Meowth, Wingull, Slowpoke, Zorua, Charjabug, Petilil, Magby, Growlithe, Drowzee y una lista larga como el monte Lanakila. Aunque no parecían entender muy bien lo que estaba sucediendo, se veían embelesados por los pasos de baile así como por los ondeantes movimientos de los taparrabos y adornos que llevaban los bailarines.
La presentación llegó a su fin cuando los otros catorce bailarines rompieron la formación para crear dos filas a los costados de Hau. Todos ellos se arrodillaron y solo Mahalo se puso de pie. En su muñeca izquierda se vio su Pulsera Z, la cual resplandeció con un fulgor mayor al de cualquier antorcha gracias a la presencia del Tapistal. Con un gesto solemne, Hau extendió los brazos hacia el frente y todos lo imitaron segundos después. Las manos de Hau formaron un corazón frente a su pecho, luego sus brazos subieron levemente y se flexionaron al tiempo que se paraba sobre un pie. La parte más sorprendente no fue el cegador brillo emitido por la Pulsera Z, sino que el mismísimo Tapu Koko descendió desde los cielos ante la anonadada vista de todos.
—¡Se ha puesto sobre mis hombros la responsabilidad de guiar a esta isla en los años venideros! —exclamó Hau con fuerza, imperturbable ante la visión de la deidad—. ¡Acepto con humildad mi labor y juro, ante mi pueblo y ante nuestro guardián, crear una época de paz y prosperidad para Melemele y Alola! ¡Ofrezco a mi nación un fragmento de mi alma como muestra de mi compromiso y devoción! ¡El día de hoy yo, Hau Mahalo VII, tomo el manto sagrado que mi familia ha portado por generaciones y lo vestiré con orgullo hasta que sea el turno de un nuevo Kahuna!
Tapu Koko asintió una sola vez, pero en ese gesto estaba la respuesta a todas las preguntas. Imitó con destreza los pasos que Hau anteriormente había ejecutado. Un aura brillante envolvió a ambos, Sagrado y Mahalo, manteniéndose activo por unos segundos antes de desaparecer como el sol poniente. El Tapu alzó la cabeza al aire, emitiendo un fuerte grito muy similar a un cacareo y emprendió el vuelo. Las sorpresas no parecían terminar, pues segundos después se escuchó un atronador rugido que sonó al mismo tiempo que uno melodioso. Esta vez Hau sí que mostró sorpresa.
La conmoción pasó en cuanto el primer aplauso se escuchó. Las fuertes palmadas de Malvácea fueron secundadas rápidamente por las de Acerola, Olivia y Hapu, creando así una oleada que hizo retumbar la totalidad de pueblo Iki. Vítores no tardaron en hacerse escuchar y, en una sola voz, la gente exclamó:
—¡LARGA VIDA AL REY HAU!
Aquella noche, ante la vista del mundo entero, Hau Mahalo tomó una antorcha que el mal no consiguió extinguir por mucho que intentó. Las llamas de un legado brillaban en su mano, más intensas que nunca. Mientras su corazón latiera, el vaivén de aquel fuego continuaría iluminando hasta el último rincón de oscuridad habido y por haber.
Era el Representante del Atardecer; aquel que daba paso del día más brillante a la noche más oscura. Suya era la última luz que consolaba al inconsolable y que guiaba al perdido. Suya también era la obligación de crear una Alola donde ésta siempre brillara.
—¡Hoy comemos como reyes! —gritó Hau en el interior de su casa. En la gran mesa frente a él estaban sentadas todas las personas que debían de estar en ese momento—. Aunque bueno, yo sí soy un rey.
Varios rieron ante el comentario de Hau, mientras que otros centraron sus miradas en los manjares que eran servidos ante ellos. Se sentaron alrededor de la mesa, todos con platos frente a ellos dispuestos a degustar uno de los mejores banquetes de sus vidas. Celebraron ante el festín de carnes, verduras, frutas, postres, lácteos, legumbres y tubérculos.
Los Pokémon tenían su propio banquete. Con la orientación de los Aina, se habían preparado platillos que eran ideales para la digestión de sus sistemas. Las maravilladas miradas de los Pokémon se enfocaban en el festín que había frente a sus narices, todos ellos con un espacio especial reservado para sí mismos.
El Kahuna Mahalo se encontraba sentado a la cabeza de la mesa humana, lugar que hacía tiempo le había correspondido a su predecesor. Como anfitrión de la fiesta, ese era su lugar de honor. Como era imposible que todas sus personas favoritas estuvieran cerca de él, quienes tenían el privilegio de estar más cerca de él eran sus familiares directos, así como Acerola, Nanu y las Kahunas Honua y Konikoni junto a sus familias.
—Estuviste increíble, HauHau —dijo Acerola con una sonrisa en el rostro.
—¿Tú crees? —rio Mahalo, apenado.
—El viejo te enseñó a bailar. —Nanu lo veía con un cierto destello de nostalgia y orgullo—. No estuvo nada mal.
—Estoy algo oxidado por falta de práctica, pero bailé bastante en su momento así que, bueno, todavía tengo la chispa en mí —aseguró el Kahuna—. ¿Hiciste algo parecido, tío Nanu?
Malíe dejó salir un suspiro.
—Considerando la relación que tienes con mi hija, es raro oírte llamarme de esa manera.
Hau se vio nervioso.
—¿D-debería dejar de hacerlo?
Nanu negó, sonriendo.
—De cierta forma ahora eres mi hijo —respondió—. Padre o suegro, llámame de la forma que gustes.
El rostro de Acerola enrojeció, pero en el de Hau apareció un gesto conmovido.
—¡T-todavía no estamos casados! —exclamó la princesa Malíe, apenada.
—¡Puedes llamarme madre o suegra también, Acerola! —dijo rápidamente Malvácea.
—¡¿P-puedo?! —En un instante Acerola ganó la misma expresión de Hau.
—¡Por supuesto!
Acerola y Hau intercambiaron una mirada. Ambos, rojos hasta las orejas, se sonrieron como niños pequeños. Estaban empezando a sentir que, de poco en poco, estaban creando su propia familia.
—Hace tantos años, ¿quién me habría dicho a mí que usted sería mi consuegro, tío Nanu? —rio Malvácea—. Hal habría estado extasiado.
El ex Kahuna se rio.
—Este es uno de los únicos momentos en los que agradezco que no estemos emparentados por sangre —dijo, sirviéndose en el plato—. De lo contrario, nuestro árbol genealógico sería un absoluto desastre… Mi hijo es mi consuegro y mi nieto es mi yerno, por Arceus…
Varios asientos más adelante, Kukui y Lario veían hacia donde la conversación se llevaba a cabo.
—¿Puedes creerlo? —Sorba tenía en su rostro una mirada nostálgica—. Aquel bebé arrugado como una pasa…
—Es ahora Kahuna de Melemele. Nuestro rey. —Lario parecía compartir la misma emoción que su mejor amigo—. Los señores Hala y Hal deben estar saltando de la felicidad ahora mismo.
El profesor Pokémon se retiró una lágrima del ojo. Burnet apretó su mano.
—Sí… Estoy seguro de que es el caso.
—Me estoy quedando tan atrás… —Suspiró Mallow, pegando el mentón contra la mesa.
Lana se rio.
—De repente todo el mundo consiguió pareja —dijo para luego comerse un huevo cocido de un solo bocado.
—Tú, Chris, Acerola, Mina, Hau, Hapu… ¡Todos! —Aina se llevó un pastelillo de crema a la boca. Sus ojos se abrieron por la sorpresa—. Cielos, esto está delicioso.
—Liam y Kiawe todavía están solteros —señaló Mina, el rostro ligeramente enrojecido—. Así que no estás sola, Mallow.
—Aunque creo que es más bien por elección —rio Chris.
—¡Yo también estoy soltera por elección! —exclamó rápidamente la morena.
—Eso seguro —asintió Lana—. Pretendientes es lo que menos te falta.
—¿Y si tanto quieres un novio por qué no sales con uno de ellos? —preguntó Kiawe con curiosidad.
—Vamos, solo estoy bromeando. —Mallow perdió su expresión dolida, ganando una sonrisa risueña—. No estoy desesperada por un novio ni nada de eso. Incluso si lo estuviera, nunca saldría con alguien que no me gusta.
—No hablemos de parejas frente a Kiawe —rio Lana burlonamente—. No entiende de esas cosas.
Wela se cruzó de brazos, inalterable ante la burla de Saltagua.
—Me parecen un quebradero de cabeza —admitió—. Nunca pensaría en eso de no ser porque necesito tener un heredero.
—Qué triste… —murmuró Chris, apenado.
—Vamos, vamos. —Liam alzó las manos para tranquilizarlos—. No todo el mundo le da el mismo peso al amor.
—¿Qué hay de ti, Liam? —preguntó rápidamente Mallow—. No te estás haciendo más joven.
—Mallow de verdad parece una tía solterona —señaló Mina, sacándole una carcajada a todos los Capitanes.
—¡V-vamos, chicos, solo estoy bromeando! —aclaró Aina, avergonzada. Volvió a apuntar el foco de la conversación a Liam—. ¡Vamos, no te librarás tan fácil!
—Estoy en las mismas que tú —respondió Sotobosque apaciblemente—. No ha llegado la persona correcta.
—Oh, así que era eso… —murmuró Mina, una mano en el mentón.
—¿Qué creías que era? —preguntó Liam, curioso.
—… Nada.
—Oye…
Los Capitanes se rieron con fuerza bajo una sola carcajada. Al final Mina y Liam se unieron a la risotada colectiva. Continuaron comiendo y bebiendo amenamente.
—¡Acérquense un poco más, un poco más!
Asahi, Tsukishima y Haua estaban sentados frente a Hapu y Elio. La señora Asutoro tenía el teléfono celular entre las manos, intentando tomar una foto de la pareja. Ambos se veían avergonzados pero por motivos diferentes.
—Basta, mamá… —dijo Elio, rojo hasta las orejas.
Hapu se rascaba la nuca y veía en otra dirección, apenada por la situación en general. Desde aquella ocasión estar con Elio la hacía sentirse más ligera, pero siempre que tenían que hacer algo relacionado a su noviazgo se sentía terriblemente agitada, como si una licuadora fuese encendida en su interior.
—Vamos, chiquilla, acércate un poco más y levanta el mentón —dijo Haua, viendo la pantalla del teléfono de Asahi—. Quiero enseñarle a tu yayo lo grande que te has puesto.
El ceño de la Kahuna se frunció un poco, lo que asustó a Elio pues creyó que se había enfadado, cuando en realidad solo estaba tomando fuerzas. Se movió en su asiento, pegando su hombro contra el de su novio.
—No tienes que forzarte tanto, Hapu —le murmuró con preocupación.
Ella se rio.
—P-parece que olvidas que estás hablando con la mismísima Kahuna de Poni, Elio Asutoro. —Lo vio directamente a los ojos, confiada—. Algo tan simple como posar en una foto con mi n-novio no representa un reto para mí. ¡Es más! Pasa tu mano por mis hombros.
Los ojos de Asutoro centellearon. No tuvieron que decírselo dos veces. Rápidamente y con una sonrisa monumental, abrazó a Hapu por el hombro. La Kahuna se sobresaltó, pues no esperaba que Elio lo hiciera tan pronto ni con tanta emoción. La convicción habitual en su mirada fue decreciendo hasta que solo quedó su ligero nerviosismo.
Considerando que creció con Mina, ni me sorprende que sea así, pensó Haua, divertida. Era la primera vez que veía a su nieta actuar como una persona de su edad, cosa que nunca antes había hecho. Se sintió feliz, pues por fin había algo en lo que Hapu no tenía que obligarse a madurar lo más pronto posible, sino que podía ir a su propio ritmo.
—¡Sonrían para la cámara! —dijo Tsukishima.
Elio sonrió de oreja a oreja, mientras que la de Hapu fue una sonrisa más reservada pero igualmente grande. Ambos tenían las mejillas sonrojadas.
—Parece que se están divirtiendo —rio Lillie.
—¿Puede alguien culpar a mi hermano? —preguntó Selene, viendo con ensoñación hacia su gemelo—. Estuvo detrás de ella por dos años, esperándola pacientemente.
—Lo entiendo tan bien. —La rubia ganó una mirada nostálgica—. Cuando Ash finalmente me dio el sí, me sentí como la persona más feliz de la tierra.
—Hablas como si te hubiera puesto un anillo en el dedo —dijo Rotom de forma burlona.
—Bueno, cuando ese día llegue volveré a ser la persona más feliz del mundo —respondió, inalterable. Vio de reojo al azabache—. ¿Verdad?
Ketchum apartó la cabeza de su plato, en su boca una pierna de pollo. Arrancó un pedazo de la carne, la masticó y se apresuró a tragar. Se rio.
—Aunque considerando nuestra relación, creo que soy yo quién va a recibir el anillo —bromeó, sacándole una carcajada a los que estaban cerca. Sus cabellos fueron alborotados por la mano de Lillie.
—No lo descarto —admitió ella, riéndose.
—Esto me recuerda a la forma en la que Kukui me pidió matrimonio —dijo Burnet con voz nostálgica. Una gran sonrisa apareció en su rostro.
—¡Oh, nunca he oído esa historia! —exclamó Ash.
—Yo tampoco —dijo Rotom.
—A mí me la contaron cuando apenas unos meses después de que los conocí, por lo que olvidé algunos detalles. Me encantaría volverla a oír —aseguró Lillie.
Ante la atenta mirada de aquellos a su alrededor inmediato, Burnet comenzó a contar la historia con ocasionales intervenciones de Kukui y Lei, éste último pidiendo que le dieran papilla. La charla se interrumpía ocasionalmente porque tenían que limpiarle la boca al niño. Lario fue el encargado de tan increíble labor. En el transcurso de la historia, hubo quienes dejaron de prestarle atención por un momento. Selene, en particular, vio de soslayo a Gladio y Wicke, que estaban sentados el uno al lado del otro.
—Supongo que las mujeres del mundo todavía no están listas para Gladio Aether —rio Wicke en voz baja.
El rubio se vio inmediatamente incómodo.
—No es eso… Es solo que…
—Lo sé, Gladio —interrumpió la Presidenta—. Lo sé mejor que nadie.
Selene vio fijamente la expresión en el rostro de Gladio, sintiendo un fuerte pinchazo en el pecho. Apartó la mirada tan discretamente como la había echado.
—Los percances de la juventud —suspiró Maile Konikoni, madre de Olivia—. ¿Esa incertidumbre no te trae recuerdos, Jasmine?
Jasmine Kauai lucía su habitual sonrisa, pero en ella había nostalgia.
—Unos muy bonitos y otros más vergonzosos —admitió, asintiendo con la cabeza—. Cada día era emocionante, pero cuando llegas a nuestra edad…
—Uno aprende a apreciar la calma —terminó de decir Maile, riéndose.
—Eso mismo —asintió Jasmine—. El tiempo es inclemente, pero sabe traer cosas buenas. A todos.
Maile recargó los codos sobre la mesa, luciendo un gesto ligeramente acongojado.
—¿Crees que él estará bien?
—Con la compañía adecuada, estoy segura de que las cosas se arreglarán.
—Siempre fuiste tan sabia, Jasmine… A veces hasta olvido que eres menor que yo.
La ex Capitana Kauai rio, halagada.
—¡J-jefe, le traigo noticias!
Las puertas de la gran mansión habían sido abiertas. Aunque en Melemele había cesado una tormenta, ésta nunca había dejado de caer sobre pueblo Po. El hombre que atravesó el umbral se encontraba empapado por culpa de la lluvia, pero poco parecía importarle. Lo que se veía en él era un apremio como pocas veces habían visto antes sus compañeros.
—Habla, Travis.
Sentado en mitad de las escaleras que conectaban el primer y el segundo piso estaba Guzma. El rey del lugar se encontraba rodeado por Francine, así como por otros de sus secuaces. Su expresión, serena, hizo que su subordinado se tranquilizara lo suficiente para dar la noticia.
—Uno de nuestros chicos que se encuentra en ciudad Malíe nos hizo llegar un mensaje. —Empezó a decir, parándose frente al primer escalón de las escaleras—-. Ese chico, Hau Mahalo… Ayer Tapu Koko lo hizo Kahuna…
De inmediato se creó un alboroto.
—¡¿El niño Mahalo?! ¡¿Kahuna?!
—¿En serio?... Pensar que hace como dos años tenía mi suela en su cara…
—Es fuerte, lo admito, pero no está al nivel de un Kahuna.
—Tapu Koko nunca ha sabido elegirlos…
—Veamos si lo hace tan mal como su abuelo.
—No entiendo la sorpresa. Esto iba a pasar tarde o temprano.
—Otro Mahalo al poder, ¿quién lo habría dicho?
—¡Silencio, bastardos! —exclamó Francine con fuerza, haciéndolos callar. Vio a Guzma de forma inquisitiva—. ¿Qué opinas, Guzma?
El Rey Calavera se arrellanó un poco más sobre el escalón en el que estaba sentado. Centró su atención en el techo de la mansión y se lo pensó a profundidad. Ese niño pequeño ahora era Rey de Melemele, mientras que él… Vio sus propias manos y las sintió vacías. Estaba vacío… pero no solo. Notó las miradas expectantes de todos sus súbditos y finalmente cerró los ojos.
—Estén tranquilos. Dudo mucho que el chico Mahalo nos cause problemas —dijo con seguridad, sacándoles un suspiro a todos los Skull.
Hala, Hal y Hau… Tres generaciones de un linaje que por un momento casi se había extinto. Se preguntó, con genuina curiosidad, qué le depararía al futuro de Alola con Hau Mahalo como Kahuna. ¿Llegaría una mejor época para los suyos? ¿O las cosas seguirían como siempre? No lo sabía, pero… quería tener esperanza. Quería creer que el nuevo regente había heredado de Hal algo más que solo la apariencia. Por una vez no pensó en el futuro con indiferencia… y por una vez no tomó sus decisiones en base al pasado. Estaba expectante a lo que el reinado del nuevo Kahuna Mahalo podría significar para Alola.
Cerró los ojos. Valía la pena echar a volar la imaginación.
Las estrellas del cielo nocturno brillaban sobre sus cabezas como millones de luciérnagas, cada una de ellas emitiendo una reconfortante luz plateada que parecía parpadear con la intención de dar un mensaje. Un cielo tan despejado como el de esa noche hacía casi imposible creer que una tormenta había azotado a Melemele por una semana.
—Siempre me gustó la vista desde aquí —dijo Olivia, recargada contra el barandal que separaba el gran patio trasero de la casa de los Mahalo de una caída de varios metros.
—No creo que debas estar tan cerca del precipicio, Olivia. —Hapu tenía una Poké Ball en la mano y un gesto desconfiado—. Si ya de por sí eres dada a las caídas, ahora bebida…
Hau y Acerola voltearon a verse, nerviosos. Ellos tampoco pensaban que fuera una buena idea.
—Tranquila. Estoy bien.
El tono de voz sereno de Konikoni, seguido de su mirada impasible, relajó los nervios de todos, aunque Hapu no guardó la Poké Ball.
—Entonces —Honua se giró de forma que podía ver a los otros tres—, ¿aprovechamos que los cuatro estamos reunidos bajo un mismo cielo?
Malíe y Mahalo lucieron repentinamente serios. Sabían que en ese momento no eran Acerola y Hau, sino la princesa de Ula-Ula y el rey de Melemele. Ambos asintieron.
—Sería una lástima dejar pasar esta oportunidad tan rara —dijo Hau con cierta solemnidad—. Y por lo que se ve, hay algo realmente importante de lo que quieren hablar.
—Sí, no me andaré por las ramas —dijo Olivia rápidamente—. Hay un tema de vital importancia que me gustaría hablar con ustedes, así que primero necesito que me respondan una pregunta. —Sus ojos se mostraron firmes como el tronco de una secuoya—. ¿Qué opinan de la industrialización?
—No me gusta —dijo rápidamente Hapu—. Contamina nuestras tierras, emponzoña nuestras aguas y envenena nuestro aire. Es bueno para el capital de Alola, pero no para su salud.
—Pienso lo mismo —secundó Acerola—. Nos debemos a nuestro turismo. La gente viene a Alola porque nuestra tierra es un paraíso en la tierra. Ninguna playa está tan limpia como las de aquí; ningún océano es tan claro como el de aquí. Las cosas ya son lo bastante malas con la planta de reciclaje funcionando apenas a un 75 por ciento de la capacidad que tenía antes.
—¿Hau? —Olivia volteó a verlo directamente.
Mahalo se cruzó de brazos y levantó la cabeza. Ante él el firmamento era infinito, sus colores desfilando y combinándose mejor de forma que ningún pintor podría imitar nunca su composición. Entrecerró los ojos, pues aquello que había dado por sentado durante toda su vida lentamente dejaba de existir en el resto del mundo.
—El turismo es importante para la región, y precisamente por eso es que el trabajo escasea en cuanto el verano termina. Muchas familias ven su economía parcialmente detenida, lo que afecta a la recaudación de impuestos y paraliza las obras públicas. Todavía no nos hemos recuperado de la guerra contra Necrozma y, aunque muchos gobiernos fueron generosos con nosotros, todavía necesitamos dinero para pagar la deuda de la región, que no es precisamente poca. —Frunció el ceño, viéndolas a todas—-. Alola necesita dinero, oportunidades y empleos. La industrialización ofrece eso… aunque tampoco me gusta.
—A ninguno, ¿eh? —Olivia suspiró, bajando la mirada por un segundo—. Pero creo que Hau tiene un buen punto. Poni tal vez no resintió tanto el golpe de la guerra, pero todas las demás islas sí. Los costos de reparación fueron astronómicos, tanto para ciudades como para pueblos.
—No solo Alola se endeudó, también su gente lo hizo. —Hapu habló—. Es cierto que Poni no se vio demasiado afectada por la guerra, pero sus habitantes sí. Muchos perdieron objetos personales durante el ataque de los Ultraentes. Con tanta masa cobrando sus seguros, las agencias fueron incapaces de dar abasto y tuvieron que recurrir a préstamos para reponer sus pertenencias personales. En la aldea Marina, por ejemplo, la gente tuvo que pedir préstamos enormes para reponer sus embarcaciones que son su medio de trabajo… y eso los que tenían un buen crédito.
—En Malíe pasó lo mismo. —Los párpados de Acerola cayeron levemente debido a la consternación—. La destrucción que hubo en las calles, sumado al centro cultural y la planta de reciclaje… No solo quebraron pequeños negocios, sino que mucha gente de a pie perdió sus empleos. Nos hemos recuperado un poco gracias al pasar de los años, pero estamos lejos de estar tan bien como antes de la guerra.
Hau se cruzó de brazos, reflexivo.
—La industrialización parece un paso casi inevitable.
—Uno que nuestros ancestros estuvieron evitando por décadas —añadió Olivia—, ¿pero qué podemos hacer? Alola jamás había vivido una época de tanta necesidad económica como la actual. La Liga avivó un poco el negocio y, siendo sinceros, nos dio unas cifras nunca antes vistas en cuanto a la temporada baja se refiere, pero no es suficiente.
Acerola se vio desanimada y Hapu dubitativa.
—Esta es una decisión terrible de tomar —suspiró Honua—. Reniego con todo mi corazón de las industrias y los contaminantes, pero lo innegable es innegable.
—Pienso igual…
—Imagino que la Liga y lo de la guerra atrajo la mirada del exterior hacia Alola —dijo Hau—. En un periodo de tanta necesidad, las empresas deben de creer que somos el blanco ideal para llevar acabo sus actividades por un bajo costo…
—Sí —asintió Olivia—. Si esta fuera una situación normal, dejaríamos que sucediera porque estaríamos desesperados.
—Estamos desesperados —corrigió Hapu.
—No. No lo estamos. Tenemos una oportunidad que nadie más en el planeta posee: un campo inexplorado que podría poner a Alola en el mapa de forma permanente. —Una gran sonrisa apareció en el rostro de Konikoni.
Tal vez fue porque él era quien más contacto había tenido con ellos, pues fue Hau el primero en descubrir lo que Olivia quería decir. Sus ojos se abrieron de par en par, recordando las palabras que había escuchado hacía tanto tiempo.
—La Unidad Ultra.
Hapu y Acerola cayeron en cuenta de inmediato.
—Claro, polainas… —murmuró Honua—. Por un momento olvidé que los de la Unidad Ultra nos deben una bien grande.
—¿Pero estarán dispuestos a…?
—Lo estarán —aseguró Olivia, interrumpiendo a Acerola—. Seamos honestos: ellos nos deben una. Necrozma era un peligro no solo para nuestra dimensión, sino también para todas las demás. Por eso, no creo que para ellos sea un intercambio descabellado ayudarnos a desarrollarnos tecnológicamente, no considerando que todos sus grandes salvadores viven en esta región.
Hau sintió la mirada de Olivia penetrar intensamente en él, por lo que suspiró.
—Entiendo lo que quieres decir —admitió, rascándose la nuca—. Podríamos aprovechar el sentimiento de empatía y agradecimiento que tienen hacia Alola, especialmente porque Lillie, Gladio y yo, el rey de una de las islas, somos habitantes de la región. Puede sonar frívolo, pero lo cierto es que puede ayudar bastante el hecho de que Ash esté saliendo con Lillie y, especialmente, que Elio esté junto a otra de las regentes de la nación.
Hapu frunció el ceño.
—«Ellos salvaron nuestro mundo, así que podemos ayudar a desarrollar sus tierras» —dijo, soltando un suspiro—. Aunque ya nos ayudaron con las reparaciones… —Se interrumpió a sí misma, abriendo los ojos con fuerza y llevándose una mano al mentón—. No. Está lo que dijo el comandante Siro…
—Lo recuerdas, ¿verdad, Hapu? —preguntó Hau con seriedad—. Él dijo que ni siquiera la ayuda con las reparaciones era considerado como suficiente recompensa.
—Es cierto… —murmuró Acerola, su rostro mostrado aflicción— Pero… esto… se siente como algo… sucio. Aprovecharnos de su ayuda sería…
—No vamos simplemente a tomar, chicuela —aseguró Hapu—. Vamos a cooperar, como en todo buen trato. Ojo por ojo. Ellos nos dan algo que queremos y nosotros les damos algo que quieren. ¿Crees que en su tierra existe fruta fresca? ¿Verduras o buenos lácteos? Se alimentan principalmente a base de comida sintética. Pero comida es solo una parte de lo que nuestra región puede ofrecer. Se trata de saber dar y saber recibir.
El semblante de Acerola mejoró considerablemente.
—En ese caso parece que tenemos un plan —dijo Olivia—. Tarde o temprano Alola tendrá que abrirle sus puertas a más industrias, pero nos prepararemos para cuando ese día llegue con nuevas tecnologías más limpias, seguras, eficientes y baratas.
—Hombre… pensar que Alola se volverá interdimensional antes que completamente internacional. —Hapu se llevó las manos a la cintura—. Es un pensamiento hilarante si se me permite decirlo.
—Yo me siento más tranquila sabiendo que podemos llegar a un buen trato donde todos ganemos —dijo Acerola.
Hau se rascó la cabeza y rio.
—Santo cielo… Tenías bien pensado todo este asunto, ¿no es así, Olivia?
—Un poco —admitió, risueña—. Burnet me dio la idea casi inconscientemente, pero fue la pierna de Ash la que me convenció de que tenía potencial. —Se desperezó, apartándose del barandal—. Aunque podemos discutir eso más tarde. Tu fiesta de coronación sucede solo una vez en la vida.
—Y debo decir que es mucho más grande que la que yo tuve —dijo Hapu, caminando hacia Hau y poniéndole una mano en la espalda.
—N-no me vas a pegar, ¿verdad?... —preguntó, lívido del miedo.
—Qué va, zagal. Estoy demasiado feliz como para poder hacerlo —respondió con una amplia sonrisa—. Solo quiero que recuerdes que me debes una copa.
—¡Dijimos que sería después de una batalla!
—Bueno, ya estoy prediciendo el resultado de antemano, así que…
—¡Sin batalla no hay copa!
Olivia, Hapu y Hau se rieron. Acerola los veía desde un poco más atrás. Las espaldas de esos tres parecían estar lejos de ella pese a estar tan cerca. Era la única de ellos que no sería reina por sangre, lo que la hacía sentirse un poco fuera de lugar, pero siempre que tenía pensamientos así recordaba las palabras de su padre.
La sangre de un rey es roja como la de cualquier otra persona de su reino. Lo único que lo diferencia de los demás, es que él fue criado para liderar y proteger.
Y ella tenía toda la disposición para hacer ambas cosas. Sonrió, caminando al lado de los Kahunas Konikoni, Honua y Mahalo. Tal vez no lo era todavía, pero en el futuro sabía que el mundo la llamaría con un título que antes solo era un sueño distante.
Kahuna Malíe.
Aunque para ello primero tenía que disfrutar el presente.
A su alrededor explotaron serpentinas, las cuales cayeron sobre su cabeza. Rio mientras aplaudía cual niña pequeña, pues la felicidad que sentía en ese momento merecía un gesto como ese.
—¡Feliz cumpleaños, Acerola! —gritaron las personas que se encontraban con ella.
Era sábado 31 de octubre del año 2015. Acerola Malíe cumplía dieciocho años y para celebrarlo se habían reunido en el departamento que alquilaba junto a su padre en ciudad Malíe. Debido a que la gente ya había retomado sus actividades cotidianas, no todo el mundo había podido ir, pero no por eso la lista de invitados era precisamente corta. Junto a ella estaban su padre, por supuesto; Hau; Malvácea; Lillie: Ash y Pikachu; Rotom; Gladio y los Asutoro, incluidos Asahi y Tsukishima.
—¡Aunque deberíamos estar ahí afuera! —exclamó Acerola, echando la mirada a través de la ventana del departamento—. ¡Hay todo un festival!
La tradicional celebración de Halloween de ciudad Malíe variaba en su temática. En ocasiones bebía de las raíces orientales que habían influenciado a la ciudad y a veces estaba más orientado al concepto occidental de la celebración. Desde el departamento de cultura se intentaba seguir una determinada temática cada año, pero también había ciertos barrios que organizaban la festividad como mejor les pareciera.
—Podemos hacerlo después —dijo Nanu—. El festival nunca termina temprano, y además insististe mucho por un pastel. Hay que cortarlo.
—¡Sí, no podemos irnos sin comer pastel! —exclamó Ash, limpiándose la comisura de los labios. Era como si aquel pastel de chocolate con motivos de Gengar le estuviera hechizando con la mirada.
—¡Y tienes que abrir los regalos! —añadió Hau, señalando hacia la mesa en la que los invitados habían puesto sus obsequios.
Acerola se sintió soñada. Su anterior cumpleaños lo había pasado solo con su padre, Malvácea, Lillie y Hapu, y el anterior a ese lo habían celebrado solo ella y Nanu. Era como si, con cada año, más y más gente se uniera a celebrar el día de su nacimiento. Estaba impaciente por saber cuánta gente asistiría a su próximo cumpleaños, pero dejó eso de lado para centrarse en el actual.
—Gracias, Lillie-tan —dijo, recibiendo de ella el cuchillo para cortar el pastel—. Entonces… ¡aquí voy!
El corte que hizo fue más bien… malo. Rotom, siendo el perfeccionista que era, sintió un escalofrío al ver que el pastel estaba muy lejos de estar partido a la mitad, pues más bien parecía como si estuviera partido en 3/5 partes.
—Uy… —dijo Acerola, viendo el error que había cometido. Inmediatamente recuperó la sonrisa—. Bueno, podemos dejar que HauHau y Ash se coman los pedazos más grandes.
Mahalo y Ketchum voltearon a verse con emoción para luego chocar con fuerza los cinco, cosa que hizo reír a los presentes.
—¡Yo quiero un pedazo grande también! —pidió Elio, acercando su plato.
—Yo uno más pequeño —dijo Selene.
Uno a uno, Acerola fue sirviendo el pastel en los platos de los invitados con tanta torpeza como con la que lo cortaba. Al final les sirvió a todos… menos a uno. Las miradas de todos los presentes se giraron hacia Gladio como una sola, provocando que el rubio se sintiera raro al convertirse repentinamente en el centro de atención.
—¿Qué hay de ti, Gladio-chi? ¿Grande o chico? —preguntó Acerola, alzando el cuchillo.
—No… estoy bien así —respondió—. No me gusta mucho el dulce.
—¡Vamos, hermano! ¡Al menos uno pequeño! —Lillie lo animó, tirando de su brazo para acercarlo al pastel.
—¡No seas aguafiestas, Gladio! —gritó Hau, dándole golpecitos con el codo.
—Está deliciosísimo, Gladio —aseguró Ash, con su rebanada ya a medio comer.
—¡Pika pika! —El roedor solo se había comido la baya que coronaba la rebanada.
—Si tú dices eso es porque debe de tener un montón de azúcar. —Gladio, que conocía bien el paladar de Ash, se sintió más inseguro al respecto.
—Vamos, chico, no te hagas de rogar —dijo Nanu, señalando luego a Acerola—. No irás a negar la petición de la cumpleañera, ¿o sí?
El rubio vio que Acerola estaba realmente ilusionada porque él también comiera del pastel. Se rascó la cabeza, conflictuado.
—Llegados a este punto, solo te queda hacerlo, ¿no? —Selene, a su lado, le sonrió—. ¿Qué es lo peor que podría pasar?
Gladio vio la brillante sonrisa de la Asutoro y suspiró.
—Si no me lo acabo, cuento contigo, Ash —dijo, acercando un plato a Acerola.
—¡Será un honor! —exclamó el azabache con los ojos brillándole como estrellas.
Ante la emoción de Acerola, Gladio simplemente suspiró y sonrió. Si le hace tanta ilusión…, pensó divertido. Captó a Hau con el rabillo del ojo, por lo que volteó a verlo. Mahalo le daba las gracias, pero él negó porque no había nada que agradecer.
—¡Disfrútalo, Gladio-chi! —exclamó Acerola.
Sintió las miradas expectantes de todos y, sin pensarlo demasiado, dio un bocado a su pastel. Alzó ambas cejas, pues estaba sorprendentemente bueno… aunque con tanta azúcar como imaginaba. Tras el tercer bocado se lo entregó a Ash, que procedió a devorarlo en cuestión de segundos.
Para las siete y media de la tarde, Acerola ya había abierto los regalos de todos sus invitados. Algunos le habían regalado cosas para su trabajo, como Ash y Elio que le habían obsequiado tazas; otros le regalaron ropa como Lillie, Malvácea, Selene y Asahi, y hubo quienes le dieron cosas referentes al cuidado de los Pokémon como Gladio y Hau. Mimikins asustó a todos al salir repentinamente del interior del regalo del moreno.
Ya a las ocho de la noche, cuando el sol tenía rato de haberse asentado, salieron a las calles de la ciudad. Todos ellos habían llevado disfraces que cubrían gran parte de sus rostros y rasgos más reconocibles, pues querían disfrutar del momento sin los inconvenientes de la fama. Nanu insistió en quedarse, pero Acerola no se lo permitió al usar el mismo argumento que él había empleado contra Gladio: «No irás a negar la petición de la cumpleañera, ¿o sí?». Al final el hombre cedió.
—Si nos quedamos en un grupo tan grande, llamaríamos demasiado la atención —dijo Acerola, notando que ya había varias miradas sobre ellos—. ¿Nos dispersamos un rato y luego nos reunimos?
Nadie objetó. Fue así que se dividieron en grupos: los Aether y Ketchum, los Mahalo y Malíe, y los Asutoro. Todos se fueron por su lado, prometiendo que volverían a encontrarse para la gran exhibición que tendría lugar diez minutos antes de la medianoche.
Moviéndose por las periferias del centro de Malíe estaba el primer grupo, aquel compuesto por Ash, Lillie, Pikachu, Rotom y Gladio. Ash tenía el cabello relamido para complementar su disfraz de vampiro; llevaba también lentes de contacto rojos y, con ayuda de Lillie, cubrió las características marcas de su rostro con maquillaje. La rubia, por otra parte, estaba disfrazada de una Yuki-onna, por lo que vestía un yukata blanco y una peluca negra que le cubría casi por completo la cara. Los disfraces más sencillos eran los de Gladio, que únicamente llevaba puesta una máscara de hombre lobo comprada en un centro comercial, y el de Rotom: una manta con dos agujeros para los ojos.
—Pensar que ya pasaron dos años desde aquella vez que nos volvimos a encontrar —recordó Lillie con una mano en la mejilla.
—Y de que nos enteramos de la leyenda de Solgaleo y Lunala —añadió Rotom.
—Alguien parece tener sus prioridades bien claras —rio Gladio.
—Bueno, históricamente ese fue un parte aguas para la humanidad —explicó la Pokédex—. Cuando escriba mi autobiografía, estoy seguro de que la gente le dará más atención a ese detalle que al hecho de que nos reencontramos.
—¿Vas a escribir una autobiografía, Rotom? —preguntó Ash, intrigado. Recordaba haber leído la del profesor Oak mucho tiempo atrás.
—Está entre mis planes. He tenido una vida muy intensa, ¿saben? —La Pokédex no parecía alterada al decir eso, como si para él fuera algo cotidiano.
—Nunca nos contaste sobre eso —dijo Lillie, alzando ambas cejas.
—A Pikachu sí.
—Pika —asintió el roedor.
—Estoy segura de que había muchas personas dispuestas a leer la autobiografía del escudero del mismísimo Ash Ketchum —añadió la rubia—. Con la buena memoria que tienes, no me sorprendería que… —Sus ojos se abrieron de par en par—. Hay cosas que absolutamente tienes que omitir, ¿me entiendes?
—El arte y la verdad no pueden ser coarta…
—¿Me entiendes? —Lillie se acercó peligrosamente a la Pokédex, sus ojos siendo un pozo sin fin de oscuridad. La peluca negra que ensombrecía su rostro hizo resaltar la profundidad de sus esmeraldas.
—Arceus… Te pasaré el borrador cuando lo tenga, ¿okey? —rezongó Rotom, apartándose de ella.
—Mucho mejor. —El semblante de Lillie adquirió una sonrisita y, con una vueltita, recuperó la marcha.
—Qué miedo —dijo Gladio, conmocionado.
—¿Verdad? —rio Ash, sudando profusamente—. Ni siquiera Rotom puede discutir con ella cuando se pone así.
—Pikachu —añadió el roedor, haciendo reír a su entrenador.
—Tampoco tú te salvas solo con tu lindura, amigo.
Gladio vio a Lillie, que caminaba frente a ellos, y luego volteó a ver a Ash. Las transitadas calles de Malíe, llenas de gente allá por donde vieras, eran hermosas por sí solas. El paisaje era majestuoso, salido de una historia de samuráis. Humanos y Pokémon convivían en plena armonía, ayudándose mutuamente en sus actividades o simplemente paseando juntos. El festival solo ayudaba a reforzar el ambiente onírico que se respiraba en el aire deliciosamente impregnado por el aroma de la comida de los puestos callejeros. Por eso, porque aquel era un paisaje de ensueño, se preguntó si…
—Ash, sé sincero conmigo —pidió, llamando la atención de su amigo—. ¿No preferirías pasear a solas con Lillie?
Ketchum sonrió, casi como si estuviese esperando esa pregunta. Gladio se sorprendió pues no era como que pudiera verle el rostro.
—Mírala, Gladio, ¿no parece la chica más feliz del mundo en este momento?
Hizo eso. La vio atentamente, notando sus pasos enérgicos, la ilusión en su mirada al ver cada puesto, decoración o disfraz y la gran sonrisa que no pegaba para nada con el ser del que ella misma se había disfrazado. Había que ser ciego para no ver la alegría en el rostro de su hermana.
—Lo parece —asintió y volvió a ver a Ash—, pero Ash… tú…
—Gladio, tú y yo prácticamente somos hermanos —dijo sin perder la sonrisa—. Me gusta estar a solas con Lillie, pero me gusta más cuando nos divertimos todos juntos. Antes de que el día llegue, quiero pasarla bien con todos.
—Entiendo. Entonces no diré nada más —dijo finalmente el rubio.
Nadie lo vio, pero sonrió por dentro de la máscara. Lillie le había dicho muchas veces lo agradecida que estaba por haber podido conocer a Ash, pero él nunca le reveló que sentía exactamente lo mismo. Nunca, en un millón de años, sería capaz de pagar la generosidad y afecto que Ash Ketchum le había brindado, y nada le daría más orgullo que, en un futuro, poder llamarlo hermano.
—Recuerdo la primera vez que Hal me trajo a ver el festival. Fue unos… ¿dos años antes de que tuviéramos a Hau?
—Tenían dieciséis —dijo Nanu, su mirada enfocada en la nada—. Fue la primera vez que Hal nos presentó; días después de que Magnolio le rompiera un palo de escoba en la espalda.
—Usted tampoco le ha perdonado eso a papá —rio Malvácea, empujando tranquilamente de la silla de ruedas de Nanu.
A diferencia de todos los demás, ellos dos no llevaban puesto un disfraz. Caminaban tranquilamente por el gran Parque de Malíe, deleitándose con las vistas de las altas callejuelas, los puentes, las pagodas y el bambú; disfrutando el sonido del río que se expandía por todo el terreno como una telaraña. Habían dejado atrás a la joven pareja, pero no demasiado pues insistían en que querían ir juntos.
Nanu cerró los ojos apaciblemente.
—Mi muchacho fue golpeado por amar, ¿qué padre no guardaría aunque sea un poco de rencor? —preguntó, tomando una amplia bocanada de aire.
—Recuerdo que no hablé con papá por semanas después de eso. —Ella rio—. Al final fue Hal quien me convenció de hacerlo.
—Siempre fue tuvo un corazón tan grande que no le cabía en el pecho —dijo con nostalgia contenida—. No guardaba rencor a quien había obrado mal contra él y era el primero en ofrecer una mano amiga. En ese sentido, tu niño salió idéntico a él, Ace.
—Creo que fueron muchos más, tío Nanu —aseguró ella, echando la mirada hacia atrás.
Hau y Acerola resaltaban de entre la multitud, pero no por quienes eran, sino por sus disfraces. El Kahuna tenía el cabello suelto e iba vestido como el asesino de una película que había visto hace tiempo llamada Fin de semana sangriento, solo que había incorporado una máscara de hockey que el personaje no portaba. La princesa, por otro lado, iba vestida de Caperucita Roja; llevaba una cesta a través de la que Mimikins asomaba la cabeza, pero la gente creía que era una parte del traje.
—¿Quieres, HauHau? —preguntó Acerola en un murmuro, acercando una brocheta al rostro del moreno.
—¿Puedo? —preguntó, su voz destilando emoción.
—¡Claro! Di «Ahhh».
Acerola pudo notar el leve enrojecimiento en las orejas de su novio. Él se subió un poco la máscara, lo suficiente para que su boca estuviese libre, y le dio un bocado a la brocheta de pescado que le era gentilmente cedida.
—¿Está rico? —preguntó Malíe con una sonrisa de oreja a oreja.
—Delicioso, especialmente cuando una chica guapa te da de comer.
Colorada, Acerola le dio un empujoncito juguetón y liberó una risita.
—La próxima vez me darás de comer tú, ¿de acuerdo?
—Ninguna queja de mi parte —dijo, también riéndose. Algo llamó su atención, pues volteó rápidamente la cabeza—. ¡Mira eso, Ace! ¡Una casa embrujada!
—¡¿Aquí?! —Acerola soltó un suspiro de emoción—. ¡Tenemos que ir! ¡Es la primera vez que la veo!
Ambos voltearon a ver hacia donde estaban sus padres, haciéndoles señas con las manos para indicarles que entrarían al lugar. Recibieron un asentimiento a lo lejos y dieron un paso al frente apresurado, lo que ocasionó que Hau chocara contra otra persona. Se disculpó rápidamente, agradecido porque el muchacho que había golpeado por accidente no se lo tomara a pecho. Dejó salir un suspiro, pues lo menos que quería era tener su identidad descubierta. Una mano apareció ante él.
—Mejor si no nos separamos, ¿verdad? —le preguntó Acerola, sonriéndole cariñosamente.
En ese momento le habría gustado no tener puesta la máscara, pues aquel gesto solo podía corresponderse con uno parecido. Frunció el ceño de manera imperceptible y tomó la mano de Acerola, tirando de ella. Cuando la tuvo lo suficientemente cerca, se levantó un poco la máscara y le plantó un rápido beso en los labios que la dejó en blanco.
—Sí. Mejor no separarnos —dijo, comenzando a caminar hacia la casa embrujada.
Acerola espabiló mientras caminaban. Sus ojos eran el infinito y en él solo podía verse un amor igual de interminable; la sonrisa en su rostro era tal que las mejillas pronto comenzaron a dolerle. Siguió a su novio sintiéndose como la protagonista de un cuento de hadas... una princesa bastante peculiar.
—Van a tenerlo difícil —dijo Malvácea, viéndolos perderse entre la multitud. Encaminó a Nanu hacia uno de los tantos miradores que daban vista de todo el parque.
—No sé de relaciones amorosas, pero estoy seguro de que será el caso —admitió, reposando tranquilamente en su silla—. El último precedente de una pareja de Kahunas fue hace trescientos años.
—Una Konikoni y un Malíe.
—Sí. Las fuentes históricas dicen que fue un matrimonio complejo —añadió, viendo la bóveda celeste sobre su cabeza.
—Pero fue un matrimonio que perduró hasta la muerte de ambos —dijo Malvácea con ensoñación—. Un amor eterno y fuerte que resistió todo obstáculo.
Nanu sonrió. Si eran ellos dos, entonces…
A veces no le gustaba pensarlo, porque lo consideraba un pensamiento ligeramente retorcido, pero así como estaba agradecido con Hala por haber tocado su puerta aquel día, estaba agradecido con Tapu Bulu por haber hecho posible que Acerola fuese su hija… aunque claro que no podía decirle eso a nadie, ¿cierto?
Once cincuenta de la noche. La mirada de todos los habitantes de ciudad Malíe estaba orientada hacia el centro de la gran ciudad, específicamente al techo del ayuntamiento; sobre él había un globo lo suficientemente grande como para cubrir la totalidad del edificio con su diámetro. Por lo inusual del momento, las calles estaban terriblemente congestionadas. Cualquiera diría que era imposible no perderse entre la multitud, y tendrían razón. Cada pequeño grupo era un mundo, donde todo lo demás importaba poco o nada; las personas estaban tan ensimismadas que lo único que les importaba era lo que hacía la persona a su lado… y solo si la conocían. Por ello Gladio se había apartado dos personas a la derecha de donde estaban Ash y Lillie. Vio con una sonrisa como su hermana abrazaba el brazo de Ketchum, ambos pegando sus cabezas mientras esperaban el espectáculo.
El amor era maravilloso. Volvía a uno valiente, daba alas a la esperanza y dotaba de una fuerza relatada solo en épicas y epopeyas hasta al más común de los hombres. Tan magnífico como era, también constituía una fuente de inseguridad, nervios y arrepentimientos. Se trataba de una batalla que se libraba entre dos; una que nunca podría ser ganada sin la plena cooperación de ambas partes. No era que las mujeres del mundo no estuviesen preparadas para Gladio Aether, era Gladio Aether quien no estaba preparado para el amor. A través de la máscara nadie pudo ver su gesto consternado, pero él sabía lo que sentía y sabía en quién pensaba.
—Bu.
Se giró al sentir un pinchacito en el brazo y ahí la vio. Vestida como Robín Hood, con un mostacho falso en el labio superior, estaba Selene Asutoro. Ella le daba una gran sonrisa que quiso corresponderle, pero que no pudo debido a la máscara.
—¿Te asusté? —preguntó risueña, colocándose a su lado.
—Me sobresaltaste —respondió él.
—Bueno, es una victoria al 75 por ciento —dijo con satisfacción—. ¿Los demás?
—Ash y Lillie por ahí. —Señaló hacia donde estaban los mencionados y luego volteó a verla—. ¿Tu familia?
—Elio vio algo de una tienda que quiere comprarle a Hapu. Papá y mamá se quedaron atrás porque vieron un puesto de takoyaki —explicó. Alzó ambas cejas en señal de confusión—. Siempre me he preguntado por qué la fiesta de Halloween de ciudad Malíe a veces parece tanto un festival veraniego de Kanto.
—Va con la temática del lugar y atrae turistas en temporada baja —dijo Gladio sucinto—. Me lo dijo Lillie.
—Tiene sentido —asintió Selene, una mano en el mentón.
Se le quedó viendo de soslayo antes de, repentinamente, golpear el hocico de su máscara que osciló como una rama al tirar de ella y luego liberarla. Liberó una pequeña risita.
—Lo siento. No puedo evitar pensar que tu máscara se ve algo tonta.
—Es tonta —admitió Gladio, riéndose—, pero también es conveniente.
—Al menos te evitó la parte de disfrazarte.
—Y eso es una gran ganancia para mí.
—Eres tan aguafiestas, Gladio. —Lo dijo, pero no parecía molesta ni mucho menos: se estaba riendo.
—A veces me lo dicen —contestó él, dejando salir una risita.
Selene iba a decir algo más, pero algo pasó. El gigantesco globo que se encontraba sobre el ayuntamiento de la ciudad comenzó a elevarse lenta pero constantemente. La gente fue rápida al comenzar a señalar hacia el cielo con emoción, expectantes por la sorpresa que había sido preparada. Tanto Gladio como Selene siguieron con la mirada la trayectoria del globo, ambos sorprendidos porque algo tan grande pudiese volar por sí solo.
—Es impresionante… —dijo Gladio por encima de los murmullos.
—Sí… ¿Qué crees que haya ahí adentro?
Aether se encogió de hombros en señal de desconocimiento.
El globo subió un minuto entero hasta que estuvo casi cien metros por encima de la ciudad. Solo entonces estalló. Un repentino estruendo estremeció a los presentes, que inmediatamente cambiaron el desconcierto por emoción al ver como cientos de proyectiles volaban desde el interior del globo hacia el cielo. Eran esferas amatista, cada una independiente de la otra, elevándose como los globos que las contenían. Solo tras unos segundos el público pudo ver de qué se trataba el asunto. Decenas, sino es que cientos, de tipo Fantasma comenzaron a sobrevolar la ciudad. Gastly, Hunter, Gengar, Phantump, Misdreavus, Mismagius, Duskull, Dusknoir, Shuppet, Banette, Yamask, Drifloon y Lampert. Los fantasmas utilizaban sus ataques para darles a los humanos un colorido espectáculo de vibrantes tonos morados. Había unos cuantos Pokémon que se ponían demasiado juguetones, pasando al ras de las cabezas del público, los que los obligaba a bajarlas rápidamente por temor a ser golpeados. Cuando la adrenalina inicial pasaba, rompían en carcajadas por el momento; tal fue el caso de Gladio y Selene.
—¡Mira ahí! —exclamó Asutoro con una gran sonrisa—. ¡Es un Phantump variocolor!
Gladio se fijó rápidamente y alcanzó a verlo. Aquel tronco plateado era terriblemente precioso, por lo que su atención se centró en el mismo. Observó con atención el recorrido de aquel raro Pokémon, el cual se encontró durante su vuelo con un Yamask. Ambos se sonrieron y navegaron por los aires junto a la horda de espíritus bromistas. Ante aquella imagen, Aether sintió una paz indescriptible, casi como si aquella fuese una imagen de lo más familiar; algo íntimo que existía solo para él… pero no era el caso.
—En el futuro —Selene habló, ganando la completa atención de su acompañante— veré cosas tan impresionantes como estas por todo el mundo. Culturas únicas; costumbres y tradiciones que jamás se me pasarían por la cabeza. Habrá todo tipo de locuras, experiencias y emociones.
Aether estuvo a punto de dar una cabeceada, pero la intensa mirada de Selene se enfocó en sus ojos. Incluso a través de la máscara, la cual dejaba poca visión, podía ver aquellos orbes refulgentes en determinación y coraje.
—Y tengo una petición irrazonable que hacerte —añadió, frunciendo levemente el ceño—. Llévame contigo, Gladio. Viajemos juntos.
Sus párpados se abrieron de par en par, conflicto bullendo en su estómago. Él… no podía tener acompañantes. Sus viajes eran demasiado peligrosos como para involucrar a una de las personas más importantes para él. No podía… y además… ¿ella querría eso? ¿Querría ella estar junto a él día a día? ¿A pesar de lo que había sucedido? ¿Eso no la lastimaría? Se sintió fatal, pues estaba dispuesto a rechazarla por segunda vez consecutiva… pero esta vez no pudo hacerlo. Vio el brío en su mirada y no encontró valor para negarle nada.
—Mis viajes están llenos de complicaciones —dijo con seriedad—. Tomo un montón de desvíos y a veces la búsqueda por la fuerza pasa a segundo plano. Las distracciones no son algo como ir a buscar una hierba rara; rastreo y cazo a aquellos que hacen el mal, todos ellos individuos peligrosos. ¿Estás segura de que…?
—Quiero —interrumpió Selene—. Mis padres no criaron a ninguna cobarde, Gladio. Comprendo los peligros de viajar contigo y comprendo las implicaciones de mi petición, pero aun así la hago. Lo diré otra vez y quiero escuchar una respuesta.
Sus ojos fueron como un gancho al mentón para Gladio. Aquella mirada… ¿cómo podía decirle que no a aquella pasión? Sintió como cada uno de los instintos primarios que había desarrollado al vivir del combate se activaba por culpa de esos penetrantes ojos metálicos.
—Llévame contigo, Gladio.
Y esta vez no pudo negarle nada.
—Está bien.
Apenas dijo esas palabras, la caballería fantasmal que cabalgaba sobre sus cabezas se dispersó y los movimientos Pokémon cesaron. El reloj del ayuntamiento se movió pesadamente, marcando la media noche. Solo entonces Gladio se quitó la máscara por un momento, pues quería verla directamente a la cara para decirle lo que necesitaba decirle.
—Feliz cumpleaños, Selene.
Con un sonrojo en el rostro y una gran sonrisa capaz de paralizar el corazón, la azabache rio.
—Gracias, Gladio.
En la madrugada del primero de noviembre del 2015, Selene y Elio Asutoro cumplían diecisiete años. Así mismo, un nuevo destino había sido decidido para uno de ellos. Selene no lo sabía en ese momento, pero ante ella se había abierto una puerta que la llevaría al viaje de su vida y, eventualmente, a consumar un amor tan fuerte que trascendería el mismísimo tiempo. Gladio tampoco era consciente de que aquel asentimiento cambiaría su vida por completo.
Pero esa es una historia para otro tiempo.
¡Se acabó! ¡Capítulo 168 terminado! Ahí tienes sus 20k palabrotas, la mayor parte del capítulo enfocado en Hau. Siendo sincero, quise que este capítulo fuera extra especial en ese sentido. Es el final de una época no solo para Hau, sino para Alola. Bueno… nuestro muchacho ya cumplió su sueño, pero no por ello su camino termina aquí. Ante él se extiende un infinito y el verdadero trabajo comienza.
Ay, mis queridos amigos y amigas… ¿Qué más puede contarles este humilde servidor? Seguro que un par de cosillas. Primero que nada, agradecerles desde el fondo de mi corazón por hacer que La Leyenda del Héroe se perfile como el fanfic de Pokémon en español más COMENTADO de la historia del sitio. Somos los números uno, mis muchachos, con nada más y nada menos que +2,400 reviews y estamos muy lejos de ser superados. Ustedes lograron lo imposible, chicos: poner en el top una historia enfocada en el Aureliashipping, un emparejamiento poco popular dentro de los muchos ships que hay en la comunidad. La comunidad que he creado con esta historia es una de mis mayores fuentes de orgullo, pero ya me detendré a agradecerles cuando lleguemos al final en unos días.
Con esto hemos concluido el capítulo 168. Oficialmente podríamos decir que es el penúltimo capítulo de la historia, pues el epílogo no contaría como el auténtico final, sino como un pequeño extra… así que… sí, muchachos, podemos decir que estamos a un pequeño paso del final. Esta larga escalera tuvo 169 escalones y un rellano, que es el 170, y hoy por fin pisamos y dejamos atrás el penúltimo peldaño. Así que, bueno… Supongo que aquí les van las fechas para los últimos dos capítulos… Hombre, se me aguaron los ojos al escribir eso. Ya me imagino como me pondré cuando todo acabe. ¡Pero al lío!
Capítulo 169: 22-25 de febrero.
Capítulo 170: 29 de febrero.
Mis queridos lectores, mientras escucho «My Way» de Frank Sinatra de fondo, permítanme presentarles el título del que es el último capítulo de esta historia. Con ustedes, el gran cierre:
Capítulo 169: Su nombre es Ash.
Eso sería todo de mi parte, chicos. ¡Tengo que ponerme a trabajar en el 169 si quiero cumplir con mi calendario! ¡Sabrán de mí en unos días, muchachos!
¡Nos leemos y Alola!
