CAPÍTULO 11

Regresaron al vehículo compartiendo el mismo pensamiento. No sólo había oscurecido, sino que la nieve en algunas zonas levantaba más de un palmo del suelo, y aún les quedaba un largo trayecto por delante. La edad y los problemas auditivos del testigo les habían retrasado y la consecuencia inmediata era que el trayecto de vuelta se iba a complicar.

Avanzaron durante casi media hora a través del sendero, que poco a poco iba desapareciendo bajo la nieve, hasta que finalmente Morgan detuvo el vehículo. Emily se volvió hacia él con gesto de interrogación.

— Apenas se ve el camino y de todas formas no podemos circular con tanta nieve. No lograremos llegar a la carretera principal— Explicó Morgan, y señaló hacia la derecha. Había una vieja cabaña que sin duda servía de refugio para los guardas forestales. La había visto al ascender por el sendero — Esa va a ser nuestra mejor opción. Está anocheciendo, y no tiene sentido que nadie se arriesgue a conducir hasta aquí para ayudarnos. Estamos a salvo.

Emily suspiró, resignada a que lo que había sido una simple broma se convirtiera en realidad, pero Morgan tenía razón, era demasiado peligroso continuar. Sacó el teléfono móvil del interior del chaquetón polar que llevaba y rezó para que hubiera cobertura. Si García no conseguía contactar con ellos, la analista entraría en pánico.

Por fortuna aún asomaban dos barras en el teléfono. García respondió rápidamente a la llamada, que Emily había dejado en manos libres.

— Queridos, ¿ya estáis de vuelta?— Preguntó animadamente. Como si fuera una mamá gallina ansiaba reunir de nuevo a sus polluelos en un sitio cálido y seguro.

Emily compartió una sonrisa cómplice con Morgan.

— Aún no — Le advirtió Morgan— No podemos continuar...—Antes de que García pudiera mostrar cualquier señal de alarma, Derek prosiguió— Pero cálmate, estamos bien, ¿de acuerdo? Supongo que no hay cerca ningún vehículo de emergencia que pueda acceder a la zona.

— ¡¿Cómo vais a estar bien en medio de la montaña?!— Chilló García— Creía que ya habíais llegado a la carretera principal... Esperad un momento...— Añadió, y durante unos segundos la escucharon teclear y hablar con alguien por la otra línea. Al cabo de un momento, regresó— Ha habido un desprendimiento, hasta mañana no podrán ir a buscaros... ¿Qué vais a hacer? ¿Lleváis suficiente abrigo?

"Bueno", pensó Emily. "Estaba claro que no estaban destinados a dormir en una cama caliente aquella noche".

— Estamos cerca de un refugio forestal— La tranquilizó Emily— Estoy segura de que Morgan será capaz de derribar la puerta de una patada si es necesario— Bromeó, ignorando la expresión atónita de éste— Así que todo irá bien... Lo único malo será tener que compartir habitación con él.

Sonrió al escuchar las risas de García al otro lado de la línea.

— Oh, créeme, Emily... Puedo imaginar cosas mucho peores que dormir con Derek...— Contestó García con convencimiento.

— Esa es mi chica... — Intervino Morgan, ufano— ¿Ves Emily? La mayor parte de las mujeres saben apreciar mis encantos...

— Bueno... — Apuntó García— Espero que tú y tus encantos sepan cuidar de Em... Devuélvemela sana y salva mañana.

Emily emitió un pequeño jadeo.

— Estoy aquí mismo, Pen... Y sé cuidarme sola...

— Ya claro...— Rumió García, ignorando su alarde de independencia— Morgan, lo dicho. Cuida de ella.

Derek se echó a reír.

— Te lo prometo, mamá...— Dijo antes de cortar la llamada.

Emily hizo un gesto de hastío.

— No sé por qué desde que he regresado todos tenéis esa necesidad de protegerme las veinticuatro horas como si tuviera cinco años.

Derek alzó una ceja.

— ¿No lo sabes?

Ella entornó los ojos. Sólo porque hubiera estado "muerta" durante meses no se había vuelto una total incompetente en cuanto a su propia seguridad. Cierto era que su muerte fingida había estado muy cerca de haber sido real, pero ese era un tema que prefería no volver a tocar por el momento.

— Lo que sea...— Acto seguido, abrió la puerta. Una ráfaga de aire frío llenó el pequeño habitáculo. Emily agradeció haber pedido prendas de abrigo para subir hasta allí— ¿Vamos?

Morgan la siguió a lo largo de los escasos metros que los separaban de la cabaña. Como era de esperar, la puerta estaba cerrada, y como era de esperar, a unos experimentados perfiladores como ellos no les resultó muy difícil encontrar la llave escondida en uno de los farolillos solares que colgaban del tejadillo.

Finalmente no había sido necesario que Morgan utilizara su técnica de tirar puertas a patadas.

Entraron en la cabaña. Aunque las ventanas estaban cubiertas con tablones de madera, aún había algo de luz que se colaba por la puerta, por lo que pudieron echar un primer vistazo al interior. Emily pulsó el interruptor que había junto a la entrada, pero la única bombilla que colgaba del techo no se encendió.

— Iré fuera. Seguramente hay un generador en la parte de atrás... Voy a mirar...— Dijo Morgan.

A solas en el interior, Emily recorrió el pequeño espacio. No era más que una habitación del tamaño suficiente como para albergar una cama, una mesa, una pequeña cocina de gas, y los enseres necesarios para pasar unos días. A un lado había una chimenea de leña, y junto a ella, troncos cortados. Al fondo, una única puerta que seguramente daría acceso al aseo. Por lo demás, todo estaba lleno de polvo. Dudaba que nadie hubiera pasado por allí en mucho tiempo. En realidad, parecía la guarida de un asesino en serie, incluso más que la casa del testigo.

— Qué romántico...— Murmuró Emily con ironía. Se detuvo frente a la chimenea, e introdujo algunos troncos en el interior. En ese momento, la bombilla se encendió y la estancia se iluminó con una luz mortecina. Poco después, Morgan entraba en la cabaña, cerrando la puerta detrás de él. Emily señaló hacia la bombilla— Sir Joseph Wilson Swan estaría orgulloso de ti.

Derek frunció el ceño.

— ¿Ese no fue Edison?— Preguntó mientras se acercaba a ella— ¿Hay cerillas?— Continuó. Esperaba no tener que hacer fuego con dos palos de madera, aunque estaba bastante seguro de que ser así, Emily posiblemente lo lograra sin problema.

Ella se agachó junto a la chimenea, y movió la leña. De pequeña, en más de una ocasión había ayudado a su abuelo a encenderla. Sabía que había que colocar los troncos de una determinada manera para que prendiera mejor.

— Edison sólo mejoró la bombilla, pero la inventó Swan...— Explicó al más puro estilo Reid— Y sí...— Le mostró la caja de cerillas que había encontrado junto a la chimenea— Hay cerillas...

Encendió una y con cuidado, la acercó a la leña. Morgan la observó, magnetizado, mientras ella se enfrascaba en conseguir una fuente de calor para pasar la noche. Finalmente, una cálida llama apareció.

— Estoy impresionado...

Emily se incorporó y sonrió.

— Y eso que no has visto nada...— Se burló haciéndole un guiño que Morgan no supo cómo interpretar. ¿Estaba flirteando? De inmediato descartó esa posibilidad. Emily había dejado muy claro que no podía haber nada entre ellos y Derek se había prometido a sí mismo respetarlo.

Sin esperar respuesta, Emily se dirigió a la cocina. Derek reprimió una sonrisa, y la siguió.

— ¿Qué más trucos te enseñó tu abuelo el ermitaño?

Estaba justo detrás de ella, observándola rebuscar entre los estantes.

Ella volvió el rostro hacia él, con sus labios formando una media sonrisa.

— Así que me prestas atención cuando hablo...Mmm... Ahora soy yo la que está impresionada...— Dijo antes de proseguir con su búsqueda. Comenzó a sacar cuencos y cubiertos que dejó sobre la diminuta encimera, y luego abrió uno de los estantes superiores. Arrugó el ceño, al percatarse del polvo que se acumulaba incluso en el interior. Recordó entonces que Morgan aún seguía esperando por su respuesta— Me enseñó a nadar, a orientarme por la noche, a esquivar un animal salvaje... En fin...— Suspiró melancólica. Echaba de menos aquellas semanas al año que pasaba con su abuelo, era el mejor modo de desconectar del estrés de su vida diaria— Supongo que me enseñó a sobrevivir y a no rendirme nunca.

No estaba segura de haber dado demasiada información sobre sí misma. Como si necesitara comprobar la reacción de Morgan, se dio la vuelta y se encontró con su mirada profunda. Parecía desconcertado, aunque posiblemente todo estuviera en su imaginación. Se dio cuenta de que prácticamente estaba atrapada entre él y la encimera, pero no se movió ni siquiera cuando Morgan se inclinó un poco sobre ella extendiendo el brazo hacia el estante que ahora se situaba a espaldas de la morena.

Se estremeció al notar el aliento de Derek junto a su mejilla. Por un instante temió que fuera a romper su pacto, pero todas sus dudas quedaron despejadas cuando Derek se apartó un poco y le mostró una lata de sopa instantánea.

No quería admitirlo, pero lo cierto era que en el fondo se sentía decepcionada.

— Salvo que salga de ahí un líquido verde, voy a comérmela— Bromeó Emily mirando la lata con una mezcla de desconfianza y de apetito.

Derek se echó a reír, y dando un paso atrás, limpió el polvo que cubría la lata hasta dar con la fecha de caducidad.

— Aún le falta casi un año...

— Bien, al menos no moriremos de botulismo...— Apuntó Emily con ironía, lo que hizo reír aún más a Morgan.

Mientras Emily se ocupaba de calentar la sopa, Morgan hurgó en el único armario desvencijado que había en la cabaña hasta dar con la suficiente ropa de cama como para improvisar con mantas y almohadas un lugar relativamente cómodo para dormir junto al fuego. Procuró extender varias para que Emily no se sintiera incómoda por una excesiva cercanía, y dejó otras cuantas más para cubrirse, aunque en realidad, gracias al fuego de la chimenea, comenzaba a hacer calor en el interior de la cabaña. Derek se desprendió de su chaqueta, al igual que había hecho Emily un momento antes.

— ¿Necesitas ayuda con eso?— Se ofreció Morgan.

— Ya termino...— Anunció Emily.

Así que Derek se sentó a esperarla hasta que Emily se reunió con él, portando sendos cuencos de sopa humeante. Le entregó uno a Morgan y luego tomó asiento junto a él. Miró a su alrededor, Derek había hecho un buen trabajo con la "cama" improvisada. Ambos habían estado de acuerdo en descartar la pequeña cama polvorienta en la que posiblemente estaría viviendo algún tipo de bicho indeseable.

Derek fue el primero que la probó, mientras Emily lo observaba con expresión cautelosa.

— Está comestible...— Dijo saboreándola. En realidad, podía afirmar que incomprensiblemente, la sopa estaba deliciosa.

Aquello la animó a degustarla, y pronto estuvo de acuerdo con Morgan en su veredicto.

No era mucho, pero al menos podrían cenar algo. Había algunas latas más, pero ambos prefirieron evitar riesgos.

Una vez cenaron, se acomodaron junto al fuego. Emily bocarriba, mirando hacia el techo lleno de telarañas, y Morgan recostado de lado, apoyando la cabeza en su mano, con sus ojos puestos en ella.

Permanecieron en un silencio sosegado, escuchando el sonido amortiguado de la tormenta en el exterior, y el crepitar del fuego en el interior.

Hasta que finalmente, Morgan habló.

— Aquel día, en el almacén, te rendiste...

Emily se sintió incapaz de mirarlo en un primer momento. Le costó un esfuerzo inimaginable enfrentar sus ojos, pero no podía simplemente ignorar sus palabras. Lo cierto era que los acontecimientos de aquella noche fatídica estaban borrosos en su mente, pero sí recordaba que le había pedido a Morgan que la dejara ir. Había pensado mucho en ello durante su estancia en París. Lamentaba que eso fuera lo último que Derek hubiera escuchado de sus labios. No había sido justo para él.

— Siento haberte dicho eso...— Confesó, arrepentida.

— ¿Querías morir?— La cuestionó Morgan, aunque Emily no notó ningún tipo de rencor en su pregunta, sólo decepción— ¿No encontrabas ningún motivo para luchar? ¿Ni siquiera Declan?

Ella permaneció en silencio, pensativa. Realmente, mientras se desangraba, había creído que moriría en el suelo de aquel almacén sucio y polvoriento. Recordaba el tacto de la mano de Morgan alrededor de la suya, y la desesperación en su mirada.

Lo recordaría para siempre.

— Me di por vencida...Estaba agotada y creo que perdí la esperanza— Admitió finalmente— No pensaba con demasiada claridad… Supongo…

Sus ojos se fijaron de nuevo en las vigas del techo, avergonzada de no poder controlar la incipiente humedad en sus ojos.

Derek fue muy consciente de que su respuesta había sido evasiva, como todo lo relativo al tema de Doyle y a las consecuencias de su trauma.

Sin embargo, prefirió no insistir.

Al contrario, en lugar de eso, rozó su rostro con la yema del pulgar, secando la lágrima que ella había estado tratando de ocultar.

— Llorar no es malo, Emily...

Ella contuvo el aliento, y se incorporó hasta quedarse sentada con las piernas semiflexionadas, mientras se secaba los ojos casi con rabia. Luego lo miró fijamente.

— No voy a llorar por él— Replicó, fríamente.

Derek asintió.

— Doyle está muerto... No puede hacerte daño.

Emily sonrió con amargura y enterró su rostro entre sus manos, sobre sus rodillas. Sí, Doyle había muerto, pero antes se había asegurado de que lo siguiera recordando cada día de su vida.

— No es tan sencillo...— Murmuró ella.

Notó la mano de Derek sobre su espalda, reconfortándola.

— Em...

Ella alzó los ojos hacia él. Morgan reconoció de inmediato el pozo oscuro del trauma. Dudaba que Emily fuera consciente de lo que su mirada era capaz de transmitir. Su capacidad de compartimentación tenía en sus ojos su punto débil.

Y Emily se sintió traspasada. No se sentía a gusto cuando alguien podía percibir su vulnerabilidad, ni siquiera si ese alguien era Derek Morgan, a quien habría confiado su vida y por quien la habría dado, sin dudarlo. Al mismo tiempo, el odio hacia Doyle la invadió. Podía negarse a llorar por él, pero aún lo sentía en su interior como si fuera un parásito que estuviera soldado a su existencia. Por más que lo intentaba, no podía desprenderse de él. Era desesperante, frustrante y terriblemente doloroso. Necesitaba apagar aquel sufrimiento, y en la calidez de aquella cabaña aislada, esa desesperación tomó la decisión por ella sin importarle que, apenas un par de horas antes ella misma le había pedido que no le hablara de sus sentimientos.

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