Chinatsu había sido muy hospitalaria con la joven Ohmuro, tanto que ésta última sentía que su estómago iba a estallar en cualquier momento; hacía tiempo que no comía tan bien. Ya de mejor humor, se dispuso a volver a casa para pasar el resto de la tarde con su familia. El trayecto no era corto, precisamente, pero eso le daba unos minutos de tranquilidad y soledad para reflexionar sobre su actual situación. En realidad, cuando se encontró con Chinatsu, tenía muy claro que en cuanto pudiera volvería a Kanazawa y se olvidaría de todo, de nuevo. Sin embargo, después de la conversación mantenida con su amiga y, sobre todo, aquella última opinión que le dio, comenzó a dudar. ¿Acaso no sería más justo quedarse y luchar, por una vez? Qué locura, si su gran amor estaba a punto de casarse con otra persona. ¿Cómo se alcanza una flecha que ya ha sido disparada? ¿Cómo iba a alcanzar a Himawari?
Antes de dirigirse a la puerta de su hogar, se detuvo frente a la casa de su amiga de la infancia. Miró durante unos segundos la fachada, sin pensar en nada concreto. Tan solo permitió que los recuerdos acudieran a ella como una lluvia imparable de buenos y malos momentos. Recordó las palabras de Chinatsu, pero realmente no acertaba a comprender del todo su significado. Tenía ya 26 años, pero sentía que seguía siendo nueva en el juego del amor.
Cruzó la calle hacia su casa con paso tranquilo, el ambiente no era muy caluroso y la brisa fresca era muy agradable. Recordó entonces que no llevaba consigo las llaves de su casa de Takaoka, con lo que tuvo que tocar el timbre.
—Aquí estás —afirmó Hanako una vez que abrió la puerta y la vio. Se apartó a un lado para dejarla pasar—. Que sepas que Nadeshiko-onechan la ha dejado pasar antes de irse a trabajar, así que no la busques para quejarte.
—¿A quién ha dejado pasar?
Sakurako no necesitó respuesta a esa pregunta, pues al pasar al salón pudo ver a Himawari sentada en el sofá, la cual parecía bastante contrariada. Hanako quiso retirarse a su habitación para dejarlas conversar, aunque la mediana de las Ohmuro, por su parte, tan solo quería tirarse por la ventana y huir.
—Si has venido a explicarme lo de hace unas horas, quiero decirte que no hace falta. Ya me ha quedado bastante claro.
—¿Por qué te molesta tanto hablar conmigo? —preguntó Himawari, molesta—. Llevas años desaparecida de nuestras vidas, qué menos que darme una explicación.
—Solo me fui por trabajo. No se lo dije a nadie porque se me olvidó —dijo Sakurako, y se percató de que era la excusa más tonta que había dado nunca.
—Esto es increíble… —Himawari se llevó una de sus manos a la cabeza en señal de agotamiento—. ¿Cómo puede ser que hayas madurado tan poco en todos estos años?
—¡Mira quién habla de madurez, la que se va a casar este fin de semana con un desconocido!
—¿Qué sabrás tú de mi vida y de todo lo que me ha pasado en 6 años? Tú te fuiste sin decir nada, ni siquiera adónde te dirigiste. ¡Ni contestabas mis cartas! Tenía que dárselas a Nadeshiko para que ella te las enviara porque tú no querías que me enterara de dónde estabas.
Sakurako en términos generales entendía el enfado de su amiga, pero su propio orgullo le impedía dar su brazo a torcer, como siempre le ocurría. Tenía razón en que debería haberle dicho adónde se iba, pero ¿y si Himawari decidía ir a verla algún día? Y peor aún, ¿y si Himawari decidía ir a verla… con su nueva pareja? Solo le causaría más sufrimiento y le habría impedido aliviar sus males. No quería enemistarse con ella, pero tampoco quería dejar que se acercara y caer de nuevo en un enamoramiento sin remedio, volviendo a quedar herida.
—No pienso ir a tu boda, Himawari. —Sakurako vio cómo su compañera la miraba sorprendida—. Espero que lo entiendas.
Definitivamente no era el mejor momento para lanzar aquella afirmación, pues solo consiguió crear una atmósfera de crispación y vacío. Tras pocos segundos de silencio y miradas interrogantes, Himawari se dio por vencida en aquella conversación y sin mediar palabra alguna se dirigió hacia la puerta para marcharse. La chica castaña se mantuvo cabizbaja, sin querer alzar la vista.
—No voy a esperarte por siempre, Sakurako.
Al abrir Himawari la puerta de entrada se encontró con una curiosa Kyoko pegada a la puerta, esperando escuchar algo interesante mientras cuchicheaba con una Yui bastante molesta. La joven ignoró este hecho y cruzó el umbral para marcharse.
—El único cotilleo que vais a conseguir es que Sakurako sigue teniendo 13 años —dijo tajante antes de irse.
Tanto Kyoko como Yui pudieron notar que la conversación entre Sakurako y Himawari no había hecho más que distanciarlas aún más. El ver a la chica de pelo castaño en silencio, queriendo esconder su rostro, les dio a entender que la reconciliación estaba más lejos de lo que pensaban.
—Ella tiene razón —alzó la voz Sakurako, para sorpresa de sus nuevas invitadas—. Sigo siendo una adolescente.
Ambas amigas se miraron entre ellas, Kyoko entonces se atrevió a hablar.
—No te preocupes, Sakucchan. Las historias de amor siempre presentan obstáculos.
—¿De amor? —preguntó Sakurako, ya más irritada que sorprendida.
—¡Claro! La historia de amor entre Himacchan y tú… —respondió la chica rubia.
—¡Kyoko, cállate! —quiso detenerla Yui.
—Un momento… —interrumpió la castaña, sorprendiéndolas—. ¿Se puede saber cómo estáis enteradas de eso? ¡No hace ni un par de horas que se lo dije a Chinatsu-chan!
No había que meditar mucho sobre ello para encontrar una solución a tal enigma. Y es que Kyoko había decidido ese día pasar por el apartamento de Yui para comer, no solo por el beneficio de que ella le cocinara algo delicioso, sino también para preguntarle cómo habían ido esas citas que había tenido con Chinatsu los días anteriores. Kyoko siempre había sido muy curiosa desde su adolescencia, y que su mejor amiga comenzara a tener encuentros románticos con alguien era algo que no podía dejar pasar. Ya degustando su postre y viendo que Yui no soltaba ninguna noticia sobre ello, había decidido de forma impulsiva llamar a Chinatsu por teléfono y provocar el sonrojo de la chica morena mientras Kyoko hacía que la joven Yoshikawa contara entusiasmada las citas que habían tenido. Fue toda una sorpresa que, con la emoción del momento, a Chinatsu se le escapara que su alegría era aún mayor debido a que Sakurako estaba también tratando de conquistar a su amor adolescente.
—No puedo creer que lo haya soltado tan fácilmente… —se lamentaba Sakurako.
—Esta chica no sabe dónde está el límite —bromeó Kyoko.
—Pero si fuiste tú la que acabó sacándoselo —le reprochó Yui.
—¿Cuántas de nosotras lo saben ya? —preguntó temerosa la chica castaña.
—Pues… creo que solo lo sabemos nosotras tres; Kyoko, Chinatsu y yo.
—Ah, espera. Ayano también lo sabe —comentó Kyoko.
—¿Ya se lo has dicho? —preguntó sorprendida Yui.
—Aún no. —Las miradas irritadas de Sakurako y Yui la hicieron reír, más que intimidarla—. No puedo tener secretos con la que será mi futura esposa... algún día, supongo.
Ambas chicas dieron la batalla por perdida incluso antes de empezar. En cualquier caso, Sakurako sabía que, aunque su tan admirada senpai del instituto lo supiera, de ella no iba a salir ni el más leve comentario al respecto. Era alguien en quien podía confiar. Y, al fin y al cabo, todas, en mayor o menor medida, eran sus amigas. Si no confiaba en ellas para contarles sus problemas y preocupaciones, lo único que conseguiría sería sentirse más sola al enfrentarse a ellos.
—Por cierto… ¿para qué habíais venido? —preguntó la joven Ohmuro—. No creo que fuera solo para espiarnos a Himawari y a mí… ¿o sí?
—Bueno, la única que pensaba en espiar era Kyoko —afirmó Yui.
—Queríamos preguntarte si vendrás a la cena de esta noche. —Kyoko vio la curiosidad y la confusión en el rostro de Sakurako, por lo que entendió que aún no lo sabía—. Cuando nos enteramos de que Himawari se iba a casar, acordamos ir a cenar todas juntas algunos días antes de la boda… Y bueno, faltan… ¿4 días? Hoy es el día perfecto para ello.
—¿De verdad crees que a Himawari le gustará que yo aparezca en esa cena? —Sakurako no pudo evitar imaginarse a su amiga de la infancia con un enfado descomunal.
—Creo que podría ser una buena oportunidad para tratar de hablar con ella en un ambiente más relajado —aseguró Yui—. Y quizás… ¿decirle cómo te sientes?
—No lo sé. —Sakurako suspiró. Realmente no sabía cómo afrontar cada situación que se le presentaba con Himawari—. ¿A qué lugar debo ir para la cena de esta noche?
—No te preocupes, alguien pasará a recogerte —dijo Kyoko.
«¿Alguien?», pensó Sakurako de inmediato. «Pues espero que no sea Nishigaki-sensei, no quiero llegar aterrizando de una explosión».
…
Sakurako daba los últimos retoques a su cabello algo antes de la hora que le había fijado Kyoko aquella tarde. Le aseguró que a las nueve en punto un extraño chofer llegaría para recogerla y llevarla a la cena con suma discreción. Estaba tan nerviosa que incluso había conseguido arreglarse antes de tiempo, llevando puestos unos pantalones cortos color crema y una bonita blusa celeste. Aun así, se sorprendió al mirar por la ventana de su habitación y ver que un coche pequeño de color oscuro llegaba para aparcar justo delante de su casa. ¿Acaso sería el chofer misterioso? Parecía que había leído el pensamiento de Sakurako, llegando a recogerla también antes de tiempo.
Sakurako se dio prisa en salir a la puerta de su casa para asegurarse. Fue entonces cuando oyó cómo el conductor de aquel vehículo hacía sonar el claxon para llamar su atención; tenía que ser él, ese chofer del que le habló Kyoko. Se acercó caminando hacia el automóvil y se inclinó levemente para vislumbrar de una vez por todas al misterioso conductor.
—Debía haberlo imaginado… solo tú llegarías antes de la hora fijada—dijo la chica castaña—. Hola, Akari-chan.
—¡Hola, Sakurako-chan! ¡Sube, sube! —Akari, quien llevaba para la ocasión un vestido bastante colorido y largo, se preparó para ponerse de nuevo en marcha mientras su amiga entraba en su vehículo—. Kyoko-chan me dijo hace unas horas que también venías a la cena de esta noche.
—Sí… aunque aún no sé si es buena idea que vaya…
Sakurako se fijó en que su querida amiga Akari circulaba bastante bien por las calles de Takaoka, lo que le hizo recordar que ella nunca había hecho siquiera el intento de ir a clases. «Tengo que pensar seriamente en obtener el permiso de conducir», pensó. Se percató también de que Akari no tenía toda la suerte del mundo en aquello del automovilismo, al igual que en la vida. Recordaba que pocas veces había sido afortunada; como cuando pidió aquel deseo y el viento se lo arrebató en aquella playa, o cuando Chitose le contó cómo se le había partido en dos un helado para después acabar en el suelo… Y en esta nueva disciplina no iba a ser menos. Observaba que siempre que llegaba a un paso de peatones era el momento en el que casualmente cruzaban toda clase de personas, incluso de movilidad reducida, haciendo que perdiera más tiempo. En las grandes avenidas los semáforos solían ponerse en rojo a su paso, y las glorietas fácilmente se convertían en una odisea.
—Qué bonito es conducir tu propio vehículo… —afirmó Akari con calma cuando el décimo tercer semáforo se puso en rojo a pocos metros de ella, aunque Sakurako estaba segura de haberla oído lloriquear un poco.
—La ciudad siempre tiene mucho tráfico, es normal… —trató de consolarla.
—¡Tienes razón, Sakurako-chan! —respondió como pudo la chica pelirroja, ignorando la mala suerte que le había perseguido desde que era una adolescente.
—¿Qué tal te va en la universidad? Me dijo Toshino-senpai que estabas terminando Veterinaria.
—¡Ah, cierto! —se percató Akari de que no le había hablado aún de lo que había hecho aquellos años atrás—. Fue un poco triste al principio, echaba de menos a las chicas, pero me acostumbré.
—¿Y tus compañeros de clase son agradables? —preguntó seguidamente Sakurako.
—¡Sí! Siempre me han ayudado mucho. Un día, caí por las escaleras cuando llevaba todas las prácticas de laboratorio y nadie se molestó conmigo, solo me animaron a hacerlo mejor la próxima vez.
—Algo me dice que han tenido que animarte más de una vez… —Sakurako comprendía lo desastrosa que podía llegar a ser la existencia alrededor de Akaza Akari, siempre le ocurrían desgracias en su vida diaria.
—Eh… sí… ¡Pero no pasa nada! Todos en la universidad me conocen por ese tipo de sucesos. Algunos me llaman «La Diosa de la Adversidad».
«Prefiere tener presencia a tener buena suerte», confirmó Sakurako en sus pensamientos. Acto seguido, el vehículo de Akari se detuvo frente a un elegante restaurante italiano, el «Benvenuto». La joven Ohmuro entendió entonces que habían llegado a su destino y que era el momento de enfrentar una vez más a Himawari y a sus propios sentimientos. Ambas salieron del automóvil y Sakurako quedó fascinada por la elegante decoración de la entrada, completamente en madera, muy bien cuidada y acompañada de ramos de rosas blancas. También podía detectar desde la calle el delicioso olor que desprendía la cocina de aquel local.
—¿Entramos? —sugirió Akari.
Sakurako miró a su compañera y asintió algo temerosa, preparada para lo que sería una cena con todas sus amigas y, quizás, una posible oportunidad de disculparse con Himawari por las groserías de aquella tarde. Cuanto más lo pensaba, más nauseas le provocaba. ¿Quién habría dicho que la cercana y extrovertida Ohmuro Sakurako sentiría pavor ante un evento social tan cotidiano? No podía negar que desde que confirmó seis años atrás su irremediable enamoramiento por su amiga de la infancia, apenas se reconocía a sí misma en algunos aspectos. Siempre había disfrutado de todas esas quedadas, fuera en el lugar que fuese. Sin embargo, ahora estaba hecha un manojo de nervios. Aquellos seis años habían sido como un agujero negro en su propia vida; se fue de Takaoka con el alma rota, y volvía sin conocerse a sí misma. Sakurako trató de recordar una vez más aquellos tiempos de adolescencia con Himawari, antes de separarse de ella, y se preguntó si realmente había cambiado o simplemente estaba, al fin, dejando que se liberara todo su ser.
«¿Quién era yo antes de que me rompieran el corazón?»
Otro capítulo más para este yuri SakuHima. No puedo terminar sin antes agradecer las visitas a este fic en concreto a pesar de la publicación tan irregular que está teniendo. Ya he comentado en la página de Facebook este tema, pero simplemente quería transmitir aquí también mi más sincero agradecimiento. Fanfiction es cuna de grandes historias y lectores, y para mí es un honor pertenecer a este mundillo. Nos vemos en el siguiente!
Kyomori.
