2. Mercenarios.
Irán — Golfo Pérsico
En medio de un grupo de frondosos árboles, tres hombres armados vigilaban con atención un navío en el muelle. El mayor de cabellos azules y mirada profunda esperaba pacientemente para ordenar el ataque, sin embargo, su gemelo se veía ansioso, por lo que Saga deseaba que su hermano no cometiera alguna impertinencia. Por su parte Aldebarán, el más alto de los tres, pero el más joven también, se divertía con las discusiones de ambos muchachos de procedencia griega.
—¡Saga! —chilló Kanon—. ¿Cuánto tiempo tenemos que esperar? ¿Acaso estás esperando a que empiecen a matar a los rehenes?
—No estoy esperando tal cosa —contestó el mayor molesto, la actitud de su hermano lo sacaba de quicio—. Si no tenemos cuidado pondremos en riesgo la vida de los civiles, no voy a exponerme a tal cosa.
—Pues si seguimos acá, primero nos congelaremos el culo y luego veremos como esos malditos matan a los rehenes.
—Ya cálmate, Kanon, los planes de tu hermano son los más precisos. De vez en cuando obedécele.
Kanon bufó molesto, odiaba que Aldebarán se pusiera del lado de Saga, ¿por qué no le apoyaba a él de vez en cuando? Sus planes eran iguales o mejor que los de su hermano.
Saga continuó hacia adelante esperando el momento propicio para atacar, pero Kanon no estaba dispuesto a esperar ni un minuto, por lo que aprovechó que el mayor se encontraba distraído calculando la situación y se escabulló entre los árboles, cuando Saga quiso dar la orden de avanzar ya estaba su gemelo generando un gran alboroto en el interior del barco.
Saga maldijo internamente, no podían esperar por culpa de Kanon y lo primordial en ese momento era salvar a cuantos rehenes pudieran. La batalla tomó un poco más de una hora, se requirió de muchas municiones donde varios hombres cayeron, entre esos el líder de la banda y debido a una granada, la mitad del buque había quedado completamente destruido, finalmente, y aunque eran sólo tres se habían hecho con la victoria.
—Todos los rehenes están vivos —comentó Kanon apresando a uno de los secuestradores.
—Sí, y no gracias a ti —contestó Saga analizando todo el desastre, con la explosión perdían información importante para encontrar a la banda entera—. Smith estará furioso con la muerte de Saleh, hemos perdido todo el rastro sin contar con todo lo que había en el buque: el dinero, información, todo, todo se perdió.
—No te alteres, hermano, seguro Smith y los otros lograrán sacarle información a este par que apresamos, algo deberán saber.
—Espero que así sea. —Saga suspiró derrotado, anhelando que el viaje a Estados Unidos fuera lo suficientemente largo para calmar la rabia del señor Smith.
Estados Unidos – Empresa Militar Privada Smith
Smith era un hombre cano de estómago grande y cara redonda y estaba a punto de un colapso nervioso; sus tres mejores mercenarios estaban destruyendo su empresa de a pocos, y cuando los vio cruzar la puerta de su despacho no pudo evitar el desagrado y la rabia que llevaba acumulada desde que se enteró de los informes en la misión en Irán.
—¡Ustedes tres son una desgracia! —bramó con voz potente donde los muchachos empezaron a tomar asiento con la cabeza agacha—. ¡Maldigo el día en que se me aparecieron!
—Señor —tomó la palabra Saga antes de que su hermano abriera la boca para hacer enojar más al otro—. Fue algo que se nos salió de las manos…
—Smith —interrumpió Kanon con gesto divertido haciendo que los otros dos mercenarios rodaran los ojos y empezaran a buscar una salida—. Si no hubiésemos intervenido de la forma en que lo hicimos, tendríamos a unos delincuentes huyendo y a treinta rehenes muertos.
—¡Kanon, no quiero escucharte! —volvió a gritar Smith con el rostro enrojecido—. ¡De todos eres el peor! Mataron a Saleh, la única pista que teníamos para llegar al fondo de todo y no contentos con eso, hundieron 100 millones de dólares. Nuestro cliente no está satisfecho.
—Pero salvamos a su hija —habló con tranquilidad Aldebarán en lo que Smith relajaba su rostro recargándose en la silla.
—A Dibar no le interesa su hija, le interesa el dinero —dijo el hombre cano tomando un puro para luego llevárselo a la boca—. Al hijo de puta sólo le interesan dos cosas en la vida: El oro y el dinero, el resto son apariencias. La niña era una excusa, nada más. Señores —suspiró poniéndose de pie para observar por el gran ventanal—, lárguense de aquí, no quiero saber de ustedes en un largo tiempo. Sé que tienen una boda en Londres, espero que allí causen menos desastres.
—No prometemos nada —contestó Kanon divertido saliendo antes que los otros para evitar la mirada furiosa de su jefe.
Saga marchó tras su hermano propinándole un empujón y mirándolo con enojo.
—¿Alde, tú que vas a hacer durante este tiempo? —quiso saber el gemelo mayor caminando junto a los otros hasta el estacionamiento.
El grandote se sonrojó un poco y con gesto tímido contestó:
—Yuri viene de visita. Se quedará unos días.
—¿Tu chica misteriosa? —preguntó amablemente Saga.
—¿En realidad existe esa tal Yuri? —comentó Kanon ganándose una nueva mirada molesta por parte de su gemelo—. ¿Qué? Nunca la hemos visto.
—Claro que existe, Kanon —contestó el brasileño enfadado—. Ya les dije que vive muy ocupada.
—¡Claro! —contestaron los gemelos en unísono, y aunque a Saga no le gustaba jugarle bromas a Aldebarán, todo el tema de Yuri lo hacía dudar de la existencia de ésta.
—En fin —acotó el grandote derrotado—. Espero que les vaya muy bien en la boda. Yo esperaré a mi novia. Que tengan una linda noche.
—Gracias, Alde —ofreció Saga viendo al brasileño caminar hasta su auto para después perderse en éste—. ¿Vas para tu apartamento? —le preguntó a Kanon, quien negó con la cabeza.
—Muero de hambre, ¿me invitas a cenar?
—Yo de verdad, de verdad quiero ir a casa. —Saga estaba afanado buscando la forma de deshacerse de su hermano—. Yo… estoy agotado. Llegamos directamente del aeropuerto con Smith y en serio necesito descansar. ir a un restaurante ahora…
—Vamos a tu casa —ofreció el menor sin esperar una respuesta y sumergiéndose en el auto de su gemelo—. Vamos.
Saga suspiró apesadumbrado. ¿Qué más podía hacer? Era su hermanito, un demonio de hermano, pero su hermano al fin de al cabo, aunque su novia no iba a estar muy contenta, tres meses en el extranjero y cuando por fin vuelves, vuelves con Kanon, y Kanon y Sarah no se llevaban nada bien.
Treinta minutos después los dos hombres estaban en el apartamento de Saga, éste estaba en un edificio alto, y con buena iluminación y acceso desde el ascensor. Saga apreció el olor de la comida y el aroma de las flores que le gustaban tanto a Sarah.
—Hola amor —exclamó con voz serena dejando las maletas a un lado y retirando su chaqueta en lo que Kanon hacía lo mismo.
—¡Amor! —Una linda estadounidense de mediana estatura, piel morena, ojos grises y cabello azabache se arrojó encima del mayor al salir de la cocina propinándole un tremendo beso en los labios, tan absorta estaba que no había notado a Kanon—. ¿Qué hace esa cosa aquí? —preguntó ofuscada al verlo.
—Creo que vive aquí y que prepara la comida —dijo el menor de los gemelos con tono jovial y caminando hasta la sala para echarse en el sofá.
—Vino a cenar —contestó Saga con su mejor sonrisa, Sarah suspiró molesta, pero no protestó.
—No sabía que vendrías —comentó ella caminando hasta la cocina—. Espero haber preparado lo suficiente para todos.
—O podríamos pedir un domicilio —ofreció Kanon con el teléfono en la mano logrando que los otros dos echaran chispas por los ojos—. Es una sugerencia nada más. Llamaré a Silvia.
—No entiendo por qué no te fuiste con ella —musitó Saga, en lo que Sarah desaparecía rápidamente de la habitación.
—La llamé desde la oficina, pero no contestó. No sé qué turno tenga esta semana, seguro estaba durmiendo, pero tal vez a esta hora ya esté disponible.
—De acuerdo. —Saga se sobó la cabeza—. Voy a entrar las maletas, ya vuelvo contigo. No hagas enojar a Sarah.
—Sí, porque tu noviecita es tan dulce.
—Kanon…
—Sí ya.
Saga caminó por el apartamento para tomar el equipaje y desaparecer en una de las habitaciones, por su parte Kanon empezó oprimir las teclas del teléfono marcando el número del Silvia, al no recibir respuesta arrojó el aparato lejos haciéndolo estallar contra la pared.
—¡Maldita sea, Kanon, ¿quieres destruir mi casa?! —preguntó la estadounidense saliendo enojada con una cuchara de palo en la mano.
La pobre de Sarah había estado todo el día esperando la llegada de su novio, pero tratar con Kanon era una pesadilla, si no era porque adoraba a Saga de seguro lo habría mandado al carajo hace mucho tiempo con su gemelo, y se preguntó: 'Por qué Kanon no podía ser como Mu', aunque el menor no se parecía nada a los gemelos, el siempre y amable Mu era reconfortante y decente a comparación de Kanon.
—¿Cuánto te debo por el teléfono? —preguntó ofuscado. Saga quien había escuchado el escándalo salió furioso a la sala justo en el momento en que su hermano hacía ese comentario.
—Ese no es el punto —indicó Saga tratando de mantenerse sereno—. ¿Qué diablos pasa contigo?
—Silvia no me contesta. No lo hace.
Saga bufó molesto, Silvia, maldita era la hora en la que Silvia había aparecido en la vida de su hermano, de por sí, ella y Kanon mantenían una relación sin sentido. Cada vez que Kanon salía a una misión, cuando regresaba, Silvia ya no quería saber nada de él.
Sarah suspiró profundo y se dispuso a hablar:
—Kanon, Silvia estuvo aquí hace unos días…
—¿Y qué le dijiste? ¿La convenciste de algo?
—¡Kanon, deja hablar a Sarah!
El menor apenas hizo un puchero y le cedió la palabra a la chica:
—Silvia, vino a dejar tus cosas, y me pidió que te dijera…
Sarah dudó por un momento, no le caía bien el hermano de su novio, y sabía que el hombre era un impulsivo que podría terminar derrumbando su apartamento, sin embargo, entendía lo mucho que Kanon podía querer a Silvia, y eso le partía el corazón.
—Me pidió que te dijera, que no la volvieras a buscar.
Kanon observó con detenimiento a la bella pelinegra intentando asumir cada una de las palabras que ella decía. Siempre pasaba lo mismo con Silvia, cuando él volvía de alguna misión, la chica manifestaba que no quería seguir estando sola, porque él la hacía sentir sola, pero Kanon la llenaba de detalles y la elogiaba lo suficiente logrando que cayera nuevamente entre sus brazos, no obstante, era la primera vez que Silvia no contestaba sus llamadas. ¿Qué estaba pasando? ¿Era una perversa broma de Sarah? ¿Sarah bromearía con algo así? Sí, Sarah lo odiaba, pero no tanto para inventar esas cosas.
Sarah no jugaría con él de esa forma.
Se dirigió a la salida dispuesto a buscar a su chica, Silvia debía decirle eso mismo en su cara y no por medio de un intermediario.
—¿Me prestas tu auto, Saga?
—Kanon, ¿estás bien?
—Estoy bien —contestó sin mirarlo—. Me llevaré tu auto, te lo traigo en un momento, ¿sí?
—Sí.
El menor de los gemelos salió del apartamento con mil cosas danzando en su cabeza. Amaba a Silvia, adoraba a esa mujer, sufría en cada misión porque sabía lo que le esperaba al llegar a casa y temía que alguna de esas ocasiones la perdiera para siempre, ahora, aquello a lo que tanto le temía, estaba pasando.
El camino no fue largo, apenas media hora le tomó llegar hasta la casa de su novia, una casa de solo un piso, con algunas ventanas en el frente y un pórtico descuidado. Kanon intentó calmarse antes de llamar a la puerta, adentro estaba completamente oscuro, podrían ser alrededor de las nueve de la noche, a Silvia no le gustaban mucho las visitas a esas horas ya que trabajaba en un bar para poder pagar su carrera.
Silvia era de nacionalidad argentina y había cursado varias carreras en su país, pero jamás se sintió conforme, el señor López, su padre, le había impuesto estudiar lo que él quería, algo que le sirviera a su hija en un futuro, pero ella rebelde desde cuna, apenas encontró la oportunidad se marchó a México donde conoció a un hombre que la maltrató durante muchos años. Silvia no tenía mucha suerte en la vida, tampoco en el amor, cuando tuvo lo suficiente escapó a Estados Unidos, encontró un trabajo decente y se dedicó al arte, a sus 37 años, por fin era libre, sin duda era una mujer fuerte, dispuesta a lograr sus metas.
Pero Kanon, era parte de su mala racha en el amor.
El gemelo apartó todos sus pensamientos y con gran ímpetu golpeó fuerte la puerta, tan fuerte que los perros de las casas vecinas empezaron a ladrar. Una hermosa chica de cabellos negros y ondulados de piel trigueña, curvas definidas, senos voluptuosos, y labios carnosos se ubicó en el umbral, sus ojos oscuros irradiaban una rabia incontenible.
Odiaba que la despertaran de esa manera, y más si era Kanon quien lo hacía
—¿Estás demente, Kanon? ¿Cómo se te ocurre venir a esta ahora? Manejo horarios muy apretados y estoy exhausta. Tú lo sabes.
—¿Es verdad que no quieres volver a verme?
Silvia resopló y con gesto endurecido observó al gemelo.
—Te agradezco mucho por cumplir con mis deseos —aclaró con sarcasmo—. Pero es cierto, no quiero volver a verte. ¿Puedes irte ya? Mañana tengo un horario muy apretado.
—¿Por qué tienes que complicar todo, Silvia? Sé que nuestra relación no ha sido sencilla, pero esto es absurdo. Realmente absurdo.
—Te lo he dicho muchas veces, no puedo con el sosiego de que un día lo que reciba de ti sea tu cadáver en un ataúd. En esas misiones arriesgas tu vida y yo… yo no puedo con...
—Pero Sarah y mi hermano...
—No nos compares con ellos, Sarah es muy diferente a mí y tú a pesar de compartir la misma sangre que Saga eres muy distinto a él, así que no nos compares.
—¡Silvia! —llamó una voz robusta desde adentro de la casa. Un hombre alto, calvo, mucho mayor que Silvia y mucho mayor que Kanon sonrió con cinismo al pararse en el umbral—. ¿Qué es todo esto Silvia? ¿Quién es este tipo?
—Es Kanon —contestó ella bajando la mirada, la argentina tenía el extrañó don de meterse con hombres conflictivos, el tipo en el umbral y Kanon no eran la excepción.
—Ya perdiste, niño —bufó el hombre sacando pecho—. Silvia ya no te ama, me ama a mí.
—¿Por esto me estás dejando? —preguntó el griego viendo al hombre con desdén—. ¿En serio?
Silvia no contestó mirando suplicante al gemelo, no quería que iniciara una pelea justamente ahí en su recinto, su casera era muy estricta, llevaba dos meses sin poder pagar la renta, una pelea y daños a su casa no le caerían en gracia a la dueña que seguro la correría. Kanon por su parte entendió el gesto de la chica, conocía su situación, sabía que no podía traerle problemas con la señora Dora, para Silvia era muy difícil poder vivir donde vivía, así que sólo se limitó a dejarla.
—Que tengas mucha suerte en tus proyectos, Silvia, es una pena que lo nuestro… ya no importa. Ten una linda noche.
Silvia soltó una sutil sonrisa, y siendo empujada por el hombre se perdió en la oscuridad de su casa en lo Kanon regresaba al coche para volver al apartamento de su hermano, cuando llegó al lugar eran casi las once de la noche.
—¿Estás bien? —preguntó Saga quien lo estaba esperando en la puerta, ante el semblante de su gemelo se sintió estúpido, era evidente que Kanon no estaba bien.
—Estoy bien —contestó recostándose en el marco para luego encender un cigarrillo.
—¿Está con otro?
—¿Sarah lo sabía?
—No —suspiró Saga, pero ya esperaba algo así, no había otra explicación para que en esa ocasión Silvia decidiera marcharse del todo—. Es obvio que está con otro. ¿Te lo esperabas?
La pregunta pareció tonta, pero ante la serenidad del menor Saga no podía evitar cuestionar todo.
—La verdad sí. Creo que se tomó su tiempo —contestó Kanon—. Pero ese otro tipo. ¿Sabes? Pensé que se conseguiría alguien mejor que yo. Si hubieras visto a ese hombre. Era… asqueroso.
—Lo más decente que ha tenido Silvia has sido tú. Ella es conflictiva, no cualquiera estaría dispuesto a estar a su lado. Hiciste todo cuanto pudiste por ella.
—Ya no importa, hermano. Ella es feliz como es.
—¿Irás a la boda?
—¿Bromeas? —sonrió balanceando el cigarrillo en su mano—. Donde no vaya tendré que soportar los lloriqueos de Aioros. Habra que decirle que iremos con una persona menos.
—Tal vez no vayamos con menos personas —comentó inquieto Saga haciendo que Kanon levantará la ceja.
—No me digas que Sarah llevará a su horrible amiga que se la pasa acosándome.
—No es tan horrible —aclaró, la mujer en cuestión era muy atractiva, pero tenía una odiosa personalidad—. Sólo en el interior, pero no se trata de ella, es alguien mucho mejor y te va a encantar.
—No me consigas una novia, ¿quieres hermanito?
—Es mucho mejor que una novia. —El gemelo mayor sonrió travieso, pero a Kanon esa risa no le gustó, ¿que estaba planeando Saga ahora? —. Aldebarán.
—¿Qué pasa con él?
—El pobre me llamó hace una hora, me dijo que su chica misteriosa no podía viajar y que iba a estar muy solo. Me dio una pena oírlo así. Es nuestro grandote preferido. Y ya que Silvia no va a ir con nosotros a la boda, ¿qué te pareces si vamos con Aldebarán?
Kanon suspiró resignado, qué más daba, su vida parecía girar en torno a esos dos.
—De acuerdo, vamos con el grandote —aceptó derrotado—. Sigo sin entender por qué Aioros nos invita a la boda de su hermano.
—¿Qué tiene de malo?
—Es la boda de Aioria, de su hermano, que por cierto no nos quiere mucho. Nunca he entendido su marcado odio hacia nosotros dos, con Mu no es así. ¿Acaso tú le hiciste algo? ¿Fue por emborrachar a Aioros y hacerlo saltar desde el balcón en la universidad?
—El pobre no volvió a ser el mismo de antes —sonrió Saga recordando ese momento—. Pero no creo que sea eso. Tal vez en otra vida le fastidie la existencia. No lo sé, Aioria es un tipo rencoroso.
—El hecho es que, no somos amigos de Aioria, y Aioros debería ser un invitado más. ¿Por qué invita gente como si fuera su boda?
—Según me dijo Mu, Aioria le dio completa libertad a Aioros arrepintiéndose después porque Aioros es la persona más popular del mundo entero. Seguro más de la mitad de los invitados a la boda deben ser amigos y conocidos de Aioros.
—Sí. Eso es obvio. Aioria no debe tener amigos. Con ese orgullo que lo caracteriza. Es un milagro que se vaya a casar, pobre de su prometida… ¿Crees que la amenazó para que se casará con él?
—Kanon, no seas tonto. ¿Cómo se te ocurre eso? Sí, el pequeño león es difícil, pero tampoco.
—¿Hablaste con Mu?
—¿Sobre qué?
—Él debe estar esperando a Silvia, y en su lugar va Alde. ¿Tendrá espacio para Alde?
—¡Diablos! Bueno, puedes compartir la habitación con él, igual la ibas a compartir con Silvia.
—Muy gracioso.
—Vale, vale. Mañana hablamos con Mu para ver que podemos solucionar. Quédate esta noche acá, ya está muy tarde para que te vayas a tu casa.
La invitación no era apropiada teniendo en cuenta el carácter de Sarah, pero temiendo por el estado de ánimo de Kanon, Saga no quería que su hermano se quedará solo, por su lado Kanon comprendió la jugarreta, pero sí lo analizaba con mesura él tampoco quería pasar la noche a solas.
—De acuerdo —aceptó sin discusión.
Continuará…
