Capítulo 1.
Se sentía nervioso. Eran las 5:56 am y él estaba afuera del portón de su casa, con su rompe vientos empapado de la neblina matutina que todavía se negaba a disiparse. Sobraba decir que iba desvelado. No sólo porque tuvo que disimular después de que la maestra fuego pidió un conductor por aplicación y se fue, si no porque ante lo ocurrido, ya no se permitió beber y divertirse. Pretendiendo que todo seguía igual y nada pasaba. Fingió ser un joven adulto responsable, aunque igual siguió bailando y complaciendo a su novia lo mejor que pudo en todas sus demandas… No dejaba de sentirse culpable. Pero esta vez no por lo pasado, si no por la mentira. Por haber accedido a algo que posiblemente de salirse de sus manos, haría que las cosas se volvieran complicadas. Anoche simplemente se sintió intimidado, pero ahora pensándolo a mayor resolución y con mejor claridad, no es como qué hubiera hecho algo malo en verdad. Es decir, ¡sí, besó a una chica en medio de la oscuridad, que sólo por estúpido y ebrio no se percató no era su novia! Pero ¿en verdad eso era tan malo como parecía? Un error puede cometerlo cualquiera… Más en ese estado. Como sea, hoy solamente estaba ahí para hacer frente a sus acciones y aclararle a Azula que daría de baja su trato. Después, cuando Suki despertara, porque sí, ella se había ido a su departamento derribada de tanto bailar; le explicaría lo ocurrido. De como nada de esto fue intencional y que esperaba no fuera motivo de contienda entre ambos. Después de todo, conocía bien a su novia y sabía lo suficientemente madura que podía ser. Probablemente sólo lo llamaría idiota y se burlaría de él, le contaría a todos, por lo que pasaría a ser la broma y cotilleo de sus amigos por un tiempo, una semana tal vez... Después, todo quedaría en el pasado. ¡Claro que sí! Estaba seguro. ¡Esto era lo mejor!
Pobre iluso.
Llamó a su celular; número que consiguió revisando el grupo que habían formado en una aplicación. Por ahí todos se mantenían en contacto, y recientemente, Zuko añadió a Azula.
El número comenzaba a sonar… Contestó.
– ¿Diga? –
– ¿Azula? Soy yo, Sokka. Estoy afuera de tu casa y…–
– ¿Sokka? – Interrumpió. – ¿Sabes cuánto tiempo tengo esperándote? ¡¿Y quién te dio mi número?! –
– Ah…– El moreno vaciló, notando la hora en su teléfono primero, 6:02 am. – Azula, llegué aquí más temprano, y no sabía sí tocar el timbre o esperar a que salieras, así que te llamé. Tu número lo saqué del grupo que tenemos en conjunto. Zuko te añadió hace una semana. – Explicaba.
Increíblemente, Zuko todavía no llegaba, pues había ido a dejar a Mai a su casa. Y honestamente, así era mejor para él. No sabría qué decirle a su amigo por estar ahí después de haber ido de fiesta toda la noche, y buscar a su hermana en la mañana.
– Uhm…con que eso era. – sentenció, denotando más para sí misma.
– ¿Vas a dejarme pasar? – El otro se notó exasperado. Tenía frío y estaba cansado, y quería acabar con todo esto cuanto antes.
– Por su puesto. –
El portón metálico se abrió. Dando acceso automático para que entrara.
– Gracias. –
Esta solo le colgó.
Pasados unos cuantos minutos de ir caminando por el amplio y largo jardín hacia la entrada. Azula lo esperaba adentro; recibiéndolo en silencio. Esto es extraño… Pensaba. Pues comenzaba a sentir un ambiente hostil, al apenas cruzar el marco de la puerta. Divisando todas esas reliquias familiares y adornos ostentosos decorando la estancia.
– ¿Y dime, por qué estoy aquí? – Empezaba. – Sé que anoche dijiste que me reportara contigo a primera hora, pero yo he venido a decirte lo contrario. – Declaraba justo lo que había pensado, mientras todavía tenía frescas todas esas cavilaciones en su cabeza. Observando a la par, cada uno de los objetos a su alrededor. Distraído. – Realmente espero que esto no sea un inconveniente para ti, pues yo he venido para…–
Sin creerlo, sin preverlo, sin siquiera imaginarlo. La maestra fuego se lanzaba sobre él, llenando por completo y de nuevo sus labios. Dejando al de la Tribu Agua con una expresión tan desconcertado, que seguramente sus ojos se saldrían de sus cuencas de la impresión. No en sentido figurado.
– ¡¿Pero qué crees que haces?! – La empujó.
– Ahora ya estamos a mano, payaso. – sentenció con esa pose segura y soberbia, cruzada de brazos. Sin retractarse ni un poco.
– ¡Ja! ¿Esa es tu excusa? – Estaba indignado. – ¿Pero que te pasa? Yo tengo novia, y lo de ayer fue un accidente. Te lo dije. –
– Pues eso no me pareció. ¿Quién podría ser tan imbécil como para no reconocer a su propia novia en la oscuridad? –
– ¡Estaba alcoholizado! Cualquiera podría cometer un error tan grande, y de haber sabido que eras tú, jamás te hubiera besado. – El moreno declaraba colérico. La maestra fuego se quedó mirándolo... Ambos seguían de frente. – Llamaré a Zuko para decirle lo que pasó y tus acciones. – Declaraba, comenzando a marcar al número en su celular. Denotando un aire mayor, mucho más cuerdo y maduro, de lo que había demostrado ayer. – Esto no es gracioso, Azula. De seguro cuando se lo cuente no estará contento, pero eso no importa si te enseña…–
Dejó de hablar, al empezar a contemplar, la escena que la chica figuraba.
Estaba ahí, de pie, callada y retraída. Permaneciendo en esa pose cruzada de brazos, con un gesto dolida. Haciendo como un puchero, que muchos en su familia reconocerían como genuino de angustia y molestia… Ese mismo, que poseía Ursa; su madre.
Pasó saliva, colgando a la llamada en el aparato que colocaba en su oído. La maestra no decía nada.
– Oye…– No pudo evitarlo. Sí, estaba molesto; sí, era un idiota. Y probablemente podía tratarse de un juego mental de la astuta chica. Pero algo en su cabeza le decía, que ese expresión en su cara era verdad. – No voy a contarle nada a Zuko. Pero por favor, solo olvida lo pasado y no vuelvas a traerlo a cuentas. Y aunque lo hicieras no me importa, igual le contaré a Suki lo que pasó, sé que ella sabrá digerirlo. – Aclaró ante cualquier cosa. – Lamento haberte incomodado y meterte en este lio. En serio, no tienes idea de cómo me arrepiento. Es más, prometo que jamás volveré a embriagarme por lo que me reste de vida. O accionar dando las cosas por sentado. – La joven permanecía sin hablar. Comenzando a hacerlo sentir más incómodo e inseguro. Por su actuar. – En verdad lo lamento, Azula. – Le tomó del hombro.
¡Ante esto!
– ¡Jamás, en toda tu maldita y patética vida te atrevas a volver a tocarme, a hablarme o ha volver a entrar a mi casa! – Denotó sumamente furiosa, quitándole la mano de su hombro y haciéndole una llave a su muñeca para que se apartara. Y funcionó.
– ¡Argh! – el moreno se quejaba.
– ¡No quiero volver a verte con esa boba y patética sonrisa! Porque en cuanto lo hagas, lo lamentarás. – Lo soltó; sentenciando realmente seria. El guerrero sólo pudo desconcertarse aún más, sobando su entumida muñeca. – ¡Ahora lárgate!, ya sabes donde está la puerta. – La joven se marchaba de la estancia, subiendo por las escaleras de mármol hasta su habitación.
Sokka solamente se quedó ahí… Contemplando por un segundo la escena de la maestra que ahora desaparecía de su vista, subiendo por esos amplios escalones.
– ¡Pff! – bufó derrotado. Saliendo de la casa y dirigiéndose al portón. Ahí un guardia le ayudó a salir y ya solo tomó un taxi hacia su casa.
…
A los pocos días, la maestra fuego simplemente borró todos sus contactos y salió de los grupos en donde el Gaang figuraba. Comenzó a andar sola por la universidad; y aunque su hermano, amigas de la infancia y demás individuos procuraban saludarla, esta solo los ignoraba. Por obvias razones el de la Tribu Agua no había hecho ni el más mínimo esfuerzo por hacerlo. Cada que pudieran coincidir le sacaba la vuelta, cambiaba de rumbo o simplemente se marchaba. Ni una sola sonrisa o risa denotaba en su presencia, y mucho menos se atrevía a mirarla directo a los ojos.
Pero un día, todo eso cambiaría.
– Viejo, ¿por qué tu hermana siempre está tan molesta? – Caminaban por el campus al tener una hora libre. Y su pregunta salió a partir de haberla visto desempeñarse en el pasado juego de voleibol. No había podido hacer caso a su advertencia, ya que todos en la universidad asistieron al partido. Realmente Azula era muy buena jugadora, y eso la volvía una rival aterradora, pero formidable.
– ¿Por qué preguntas de mi hermana? – El otro solo se notó desconcertado.
– No lo sé, hermano. A ella parece irle bien en todo lo que hace. En la escuela, los deportes, las tareas. Ella hace que todo esfuerzo se vea patético a su lado. – Explicaba.
– Gracias, imbécil. Eso es justo lo que quería escuchar ahora mismo. Que sonaras igual que mi padre. – Recalcó denotando un leve entrecejo.
– ¡Ja!, lo lamento. – Declaró ligeramente apenado. Sabía que el insulto venía de broma. Tenía tiempo que todo había cambiado entre ellos. Y Zuzu, como solía llamarlo Azula, ya no era el mismo de antes. Ya no se molestaba con tanta facilidad y parecía ser un poco más pacífico. Quizá talento acuñado por el calvo y hábido monje. Pues ahora hasta hablar y bromear con sus traumas del pasado, parecía no inquietarle. – A lo que me refiero – continuó. – Es que a pesar de todo, nunca parece contenta. Siempre está gritando o insultando a alguien. –
– Eso suena mucho a otra maestra que conozco. – sentenció el mayor, gracioso.
– ¡Jaja! Sí, solo que Toph no lo hace porque esté de mal humor, ella lo hace por diversión y porque le encanta alardear de su talento. –
El mayor solo se sonrió a eso, dando la razón. Aunque ahora también pensaba un poco ante lo dicho.
– Realmente no lo sé, hermano. De lo que puedo recordar desde niños, es a mi hermana corriendo y haciendo juegos donde involucraba el poner a todos y a todo en peligro. – confesaba. – No era exactamente divertido estar cerca el uno del otro, pero nos reíamos. Y Azula de alguna manera, era feliz… No fue hasta el divorcio de mis padres, que ella no comenzó a ser hostil. Cambió su forma de ser, y pronto ya no podía distinguir cuando estaba mintiendo a cuando decía la verdad. – suspiró un tanto resignado. El moreno solo lo miraba. – Creo que con el tiempo ha ido soltando todo eso. – Para Zuko también había sido difícil el proceso de separación. Demasiada discordia presenciada, para un par de hermanos de apenas seis y ocho años. – Se ha suavizado poco a poco, y hacer deportes le viene bien. Aunque siga siendo una pesada como capitana, ha llevado a su equipo a la victoria durante las últimas dos temporadas… Realmente creí que se acoplaría más al socializar con ustedes, pero parece que no funcionó. – Declaró pareciendo derrotado. Quizá porque en el fondo, quería ver a su hermana completamente renovada.
El guerrero hizo gesto, evaluando. Pues antes ya había escuchado una que otra historia, directamente de Zuko o en algunas de sus reuniones, de cómo habían vivido un trágico pasado. Al igual que todos. Pues de algún modo, todos lograban conectar por compartir de las heridas y cicatrices, hechas por sí mismos o por terceros, que los volvía quiénes son.
Al final, la conversación acabó por sólo hacerlo sentir mal. Se podía decir, que él ahora formaba parte de ese amplio fracaso, por hacer a Azula socializar.
…
Esperaba afuera del gimnasio, recargado en la pared denotando una pose en descanso. Se escuchaba estridente, pese a él permanecer afuera, atravesando incluso el ruido por aquellas gruesas puertas metálicas. Daba órdenes de ejecutar movimientos precisos, a la hora de contraatacar.
Pronto el entrenamiento terminó y ella se fue hacia las duchas, hizo lo correspondiente y se cambió. Dejando otro cambio deportivo, completamente limpio y fresco, denotando suma pulcritud en cada parte de su atuendo y su cabello. Destacando más su porte y admirable belleza...
Salía de ahí.
– Oye, ¿podemos hablar? – Se escuchó de repente. Dejándola con su facción desconcertada, que después se tornó en amplia molestia. Su ceño se frunció.
– ¿No te quedó claro, payaso? No quiero volver a verte. Te dije que sí te acercabas otra vez lo lamentarías. – Avanzaba hacia él peligrosamente amenazante.
– Azula, ¿por qué me besaste? – El moreno no retrocedió ni dio un paso. Ante esto la oji-avellana se sorprendió. ¡¿Qué demonios le estaba preguntando?! – Ese día cuando fui a tu casa, jamás me aclaraste lo que querías cuando asistí ahí. Y después simplemente me besaste. – Relataba los hechos como exponiéndolos sobre una mesa, para poder hilar conjeturas y así obtener más respuestas. Más que por sentimentalismos, el guerrero quería figurar algo en su cabeza, algo que le hiciera creer que entablar un amistad con Azula, podría ser bueno y genuino. Algo que le mostrara lo contrario a la chica que siempre solía ser. Una soberbia, mandona, déspota y hasta clasista. Algo verdadero, como lo que presenció aquel día al verla hacer ese puchero. Aunque en realidad, ¿qué quería como respuesta? Era estúpido. Ella solo quería vengarse.
¿No es verdad?
La maestra continuó mirándolo, como si no supiera qué contestar, ¡¿pero como?! Ella siempre sabía qué hacer y cómo actuar. Comenzaba a verse un tanto turbada, pero luego, tan sólo cerró sus ojos por un segundo y respiró.
– ¡Ja! En verdad eres patético, campesino. ¿En serio crees que habría una razón por la cual querría hacerlo? – Sentenció con su característico tono. Intimidante. – Eres repugnante. Repugnante y patético al creer que…–
Sin embargo, sobre toda respuesta el no maestro nuevamente se acercó, y le plantó otro beso. Guiado por la ciencia o la locura. No lo sé, pero lo hizo. Al terminar de besarla, se quedó observándola, como si esperara alguna reacción, alguna mirada. Otro gesto que le demostrara lo contrario.
Su mirada se turbó aún más y frunció grandemente su ceño. Creyó que incluso sus párpados colapsarían y dejarían salir una lágrima o fuego, pero;
– ¡Eres un cerdo doble moral! – Lo alejó; y su tono de voz sonó extrañamente diferente. – No creas que esto se quedará así, me encargaré que no sólo tu novia, ¡que toda la escuela se entere de lo que hiciste! ¡Eres un maldito cerdo! Un maldito…– comenzaba a alejarse alterada, sin embargo, sus lágrimas comenzaron a correr.
Y fue sólo ante esto, que el moreno pareció reaccionar.
– Azula, lo lamento. Yo sólo quería saberlo. Tenía mis dudas al respecto de todo, desde que entré y salí de tu casa, desde que por accidente te besé… No he dejado de sentirme extraño e inseguro. – Confesaba.
Pareciendo no poder divisar el inmenso tormento que ante sus palabras se avecinaba.
– ¡¿Qué?! – se volvía a escuchar. Esta vez rompiéndose por completo, pues ya no sabría si lo que escuchaba era verdad o una alucinación... De nuevo pareció molestarse. – ¿Cómo podrías estar inseguro? – Regresaba a ese tono soberbia. – ¿Qué clase de estúpido eres, si no sabes si sientes algo por mí o por tu novia? – Aunque pareciera una locura, Azula lo estaba procesando, aceptando lo dicho; a su manera.
– Ese es el problema, Azula. Yo amo a Suki. Pero tengo que aceptar, que desde ese día no he dejado de pensarte. Ya sea por molestia, angustia o propia indecisión. Eres como la piedra en mi zapato, que no logro sacar. – Declaraba.
La maestra fuego se mostró impresionada. O quizá aterrorizada. ¡¿Por qué este sujeto podía hablarle de aquella forma con tal seguridad, divisándose tan tranquilo ante semejante barbaridad y estupidez de palabra? ¿Qué acaso no le temía, no tenía miedo de todo lo que esto representaba, de lo que ella podía hacerle?!
– Lo lamento, Azula. – otra vez sentenció – Por favor, permíteme solucionarlo. Y si aún te parece correcto, podríamos entablar una amistad. –
– ¡Ja! ¡Jajaja! Sí que eres descarado, campesino. – Este pasó saliva pesado, tras su trágica sonrisa; aparentando. – No querría nada contigo ni aunque mi vida dependiera de ello. Preferiría morir ahogada a tener que cruzar si quiera una nueva palabra contigo. No tienes ni el más mínimo interés de decoro hacia una dama. – Por fin se vió mejorada; recuperándose de su trastabilleo. Se dio la media vuelta. – Saluda a la aludida de mi parte. Realmente la consuelo. –
Con esto, la maestra se marchó.
…
Llegó tarde a su casa. Dejando la mochila y comenzando a quitarse, y a tirar su uniforme en el suelo… Empezaba a marcar su número.
– Hola, cielo ~ se escuchó la voz muy animada de la peli-cobriza. – ¿Dónde habías estado? – Continuó a pesar de no escuchar una respuesta.
El moreno lo pensaba.
"¿Qué clase de estúpido eres, si no sabes si sientes algo por mí o por tu novia?" Resonó nuevamente en su cabeza.
– Suki, tenemos que hablar. –
