Monólogo de un hombre enamorado.

Soy Genzo Wakabayashi y lo primero que la gente debe de saber de mí es que siempre obtengo lo que quiero.

Siempre, aun en esas ocasiones en las que pareciera que no voy a conseguirlo. Siempre, porque no hay nada que me detenga ni obstáculo que me resulte imposible de vencer cuando se trata de obtener lo que deseo. No importa si eso me hace un hombre presuntuoso, es la verdad y como tal debe de ser dicha. Me gusta exponer las cosas de frente, sin rodeos ni miramientos, no me gusta perder el tiempo en tonterías. Y por lo mismo, dado que no me gusta perder el tiempo en tonterías, la gente debería de tener presente que, lo que es mío no se puede tocar.

Desgraciadamente, esto no funciona al cien por ciento cuando lo que quiero obtener no es un objeto, sino una persona, más específicamente, una mujer. No cualquier mujer, sino una como pocas: inteligente, decidida, segura de sí misma, hermosa y, sobre todo, divertida. No sé qué tan importante sea esto para algunos, pero para mí sí lo es y mucho: ella me hace reír con sus comentarios y sus ocurrencias, tiene una lengua mordaz y un ingenio sarcástico que se acoplan muy bien con el mío. Ese humor es una de las cosas que me permite ser yo mismo con ella, puedo expresar lo que pienso sin temor a ofenderla porque, además de todo, ¡buena cosa! Si llegara a hacerlo, esa mujer se encargaría de ponerme en mi lugar. Y, por extraño que eso parezca, es una de las razones por las cuales la quiero para mí. Pero también es cierto que tiene un defecto muy grande: parece no darse por enterada de cuando alguien está interesado en ella. Y yo, que siempre consigo lo que quiero, no he podido tenerla a ella (no todavía), simplemente porque no se ha dado cuenta de que la quiero para mí.

Pero, ¿por qué he terminado hablando de ella, si lo que estaba haciendo es dejar bien establecido que a mí nada se me escapa? Sí, debe ser por eso, porque todo lo que ocurre con esa mujer es la primera situación que se sale de mi control en mi vida. Y eso es algo que me cuesta aceptar, no, es algo que no pienso aceptar, sin importar lo que suceda. Porque he decidido que Lily Del Valle va a ser mía, si es que no lo es ya.

Algunas personas me han dicho que es este comportamiento de macho (creo que se dice así) lo que ha ocasionado que Lily finja que lo que hay entre nosotros no existe, pero yo estoy seguro de que sólo estaba haciéndose la tonta. O eso creía hasta hace exactamente treinta y cinco minutos, cuando la vi en compañía de Thomas Braun, uno de los líberos del Bayern Múnich quien, para más señas de mi mala suerte, es uno de mis compañeros de equipo. Siempre he tenido la fuerte sospecha de que Braun también está interesado en mi doctora, pero siempre he pensado que ella no lo aceptaría. ¿Por qué, sabiendo que me tiene a mí cerca? Seguramente que cuando Braun al fin se decida a dar un paso hacia adelante, Lily dará dos pasos hacia atrás. Es lo más lógico, ¿cierto? Es así como debería de suceder.

Pues no, no lo es, nada de eso ha resultado ser como lo creí ya que, al parecer, he estado equivocado todo este tiempo al suponer que Lily no aceptaría los avances de Braun porque me quiere a mí. Y no es que esté mal que yo suponga que Lily me quiere, porque sé que es así, mi fallo estuvo en creer que ella sabría en qué momento alguien más le está coqueteando. Y esto ha sido un cálculo demasiado estúpido de mi parte, pues si Lily ni siquiera nota mis avances, es bastante claro que no va a notar los de alguien más. Sobre todo, si ese alguien más no le interesa.

Para dar un poco de contexto: la doctora Lily Del Valle es una de las médicas del Bayern Múnich, extranjera y muy joven comparada con sus compañeros, y se encarga de que las órdenes del Dr. Stein, el jefe del cuerpo médico, se cumplan a voluntad. Yo reconozco que he tenido choques con ella porque no soy de acatar indicaciones médicas y he de decir también que Lily me ha ganado en más ocasiones de las que me gustaría admitir. ¿Por qué? Quizás porque en el fondo sé que ella sabe lo que hace y porque lo que hace, lo hace por mi bienestar, pero eso no importa ahora. La cuestión es que, al ser joven, hermosa y extranjera, la ha vuelto apetecible para cualquier hombre que lleve sangre en las venas y Thomas Braun no ha sido la excepción. Él siempre busca cualquier pretexto para ir a verla y pedirle ayuda hasta por la cuestión más idiota, al grado de que hace saltar mis alarmas cuando lo veo rondando a mi doctora. Como hoy, por ejemplo, que estaba tranquilamente entrenando con una de las máquinas lanza pelotas y vi a Braun yendo tras de Lily como si fuera su sombra. ¿Qué hacían esos dos y a dónde se dirigían? Era algo que debía averiguar cuanto antes, pues ya sabía de sobra que él no tenía buenas intenciones. Así pues, apagué la máquina, me puse rápidamente el traje deportivo y los seguí por las instalaciones; Braun estaba tan idiotizado por Lily que ni siquiera notó que los seguía, mientras que ella… bueno, no puedo decir que haya estado idiotizada por él, pero no creo que se haya dado cuenta de mi presencia.

En cualquier caso, seguí a esos dos hasta uno de los almacenes de material médico del que disponen los doctores en las instalaciones; yo me quedé afuera, observando a través del cristal que cubre la mitad de la puerta, tratando de evitar que los otros me vieran. Lily buscaba algo en los estantes mientras Braun soltaba bromas idiotas para intentar hacerla reír. Y he de decir que algunas de esas bromas la hacían reír, ¡qué demonios! ¡Como si el tipo fuese realmente un cómico! Con cada comentario estúpido, ese imbécil de Thomas Braun iba acercándose cada vez más a mi doctora y tuve ganas de entrar y lanzarle un puñetazo, aunque yo hubiese quedado como un macho idiota cargado de testosterona, tal y como Lily lo ha expresado en más de una ocasión. ¿Pero qué más daba, de cualquier manera? Braun estaba a dos minutos de intentar besar a Lily y eso era algo que no iba a permitir.

Cualquiera podría decir que estoy actuando como un hombre celoso. No entiendo por qué esto debería de ser sorpresa, por supuesto que estoy actuando como hombre celoso, soy un hombre y estoy celoso, Lily es mía y no voy a dejar que otro hombre quiera quitármela. ¡Con un demonio, el amor es una cosa espantosa! Por algo me mantenía alejado de esa estupidez, pero esta mujer ha llegado a tumbarme todas mis ideas sobre el amor, sobre las ganas de compartir mi vida con alguien y sobre todas esas tonterías que dice la gente. Y yo, que al parecer soy más humano de lo que creía, no he tenido más opción que rendirme ante ella. ¿Qué más puedo hacer? Pero no hay tiempo para continuar quejándose, que Braun ha soltado un ataque directo: le ha preguntado a Lily por qué usa pestañas postizas. Porque claro, la chica tiene las pestañas muy largas y cualquiera pensaría que no son naturales, pero es claro que el comentario de Braun no es más que un vil truco. Sin embargo, para mi indignación total, ella le ha respondido, muy ofendida, que sus pestañas son naturales.

¡Pero vamos, Lily! ¿Vas a caer con eso? ¡Ése truco de las pestañas es muy viejo, hasta yo me lo sé! Como hombre le dices eso a una chica para que ella cierre los ojos y entonces tú puedas besarla. Se ha hecho desde hace años y se seguirá haciendo mientras haya mujeres ingenuas que se lo crean, ¡pero tú eres muy inteligente para caer con eso! Sin embargo, otra vez las cosas no están saliendo como las esperaba, pues Braun se ha dado cuenta de que Lily parece estar auténticamente indignada y, sin perder el tiempo, le ha dicho:

– ¿Ah, en verdad son naturales? Entonces cierra los ojos para que pueda comprobar que no son postizas.

– Velas todo lo que quieras –replicó Lily y acercó su cara a la de él, con una ingenuidad que no parece ser fingida–. Y te darás cuenta de que digo la verdad.

¡Maldición! ¿Por qué es tan inocente? Sé perfectamente que, en cuanto Lily cierre los ojos, Braun aprovechará para besarla, todo eso de que sus pestañas son falsas no es más que una jugarreta. ¿Es que en serio esta mujer no lo sabe? ¿O es que quiere que él la bese?

Este simple pensamiento me ha hecho hervir tanto la sangre que no me detuve y entré, empujando la puerta con fuerza, sin importarme que golpeara a Braun con ella; de hecho, eso era precisamente lo que esperaba, que él estuviese lo suficientemente cerca como para que la puerta lo golpeara y, para mi enorme satisfacción, tuve éxito. Esto hizo, por supuesto, Braun se separara de Lily y que ella abriera los ojos para mirarme con sorpresa. No esperaba verme ahí, quizás, o es que apenas se ha dado cuenta de que el otro intentaba besarla. Braun, por otro lado, quería asesinarme con la mirada por haberle cortado el juego. "No lo creo, amigo", pensé, mientras le sonreía con altanería. "No te vas a salir con la tuya".

– ¡Oye, ten cuidado! –protestó Braun, no sin antes soltar un grito de dolor–. Me lastimaste.

– No te pongas tan cerca de la puerta –repliqué, sin preocuparme ni un poco por él.

– ¡Genzo! –respingó Lily, asustada. Pude ver en su rostro que se sentía avergonzada, como si la hubiese descubierto haciendo algo indebido–. No te escuché llegar.

– ¿Qué se te perdió, Wakabayashi? –reclamó Braun, con actitud de pocos amigos–. Estamos ocupados.

– Vengo por la doctora –contesté, con frialdad–. El doctor Stein la busca.

Eso era mentira, pero, ¿a quién le importa?

– ¡Ah! –se sobresaltó ella–. ¿Qué es lo que necesita?

– No me lo dijo, sólo quiere que vayas con él –respondí y la tomé del brazo–. Vamos, te acompaño.

– Oye, que yo estaba con ella y… –comenzó a decir Braun, pero le lancé una mirada retadora antes de salir con Lily del almacén, dejando que la puerta se cerrara tras de nosotros.

Iba furioso y se me notaba, no lograba controlar mis emociones. Solté a Lily porque temí lastimarla sin querer y caminé rápidamente varios pasos sin mirarla ni hablarle, con los puños apretados. Obviamente, Lily se dio cuenta de que algo me pasaba y se apresuró en darme alcance y, a pesar de lo enojado que me sentía, disminuí la velocidad para emparejar su paso al de ella. ¡Quería saber qué tenía que decirme con respecto a lo que acababa de pasar!

– ¿De verdad no te dijo el doctor Stein para qué me busca? –preguntó Lily, muy cautelosa.

– No –negué, secamente–. Ya lo averiguarás tú sola.

– Oye, no tienes por qué contestarme así –reclamó ella–. Si no lo sabes, basta con que me lo digas y ya.

– Sólo te estoy diciendo que no sé nada –repliqué–. Además, da lo mismo para qué te quiere, de todas maneras tienes que ir. ¿O esperabas pasar toda la tarde con Braun?

– Pues no, sólo me iba a ayudar a llevar al consultorio el material que necesito –negó Lily–. ¿A qué viene eso?

– A que más bien parecía que se fueron a encerrar al almacén para estar solos –bufé.

– ¿QUÉ? ¡Eso no es cierto! –exclamó Lily, con tal sinceridad que le creí–. Sólo fuimos por material de curación, de verdad.

– Tal vez tú ibas con esa intención, pero él no –insistí y apreté tanto los puños que sentí que la sangre se me iba de ellos–. Es seguro que Braun buscaba otra cosa de ti.

– ¿Cómo qué? ¿Incapacidades gratis? –preguntó Lily, con sarcasmo– ¿O acaso quería convencerme de que lo dejara jugar lesionado? Ah, no, que eso es algo que sólo haces tú.

Golpe bajo, doctora, bien jugado.

– Además, no entiendo por qué eso te molesta tanto –continuó Lily, quien no tenía idea de qué estaba yo pensando en esos momentos–. Que yo haya estado con Thomas no te afecta en lo más mínimo.

– ¿Ah, eso crees? –exclamé–. ¿De verdad piensas que no tengo razones para estar enojado?

– No, no las tienes –aseguró ella–. ¿Qué carajos pasa contigo?

– ¿De verdad no lo sabes o simplemente haces como que no lo sabes? –repetí una vez más, celoso como estaba.

– ¡Claro que no lo sé! ¡Deja de tratarme como si fuese culpable de algo! –exclamó Lily, enojándose también–. ¡En serio que no entiendo por qué estás tan enojado!

– ¡Porque él iba a besarte! –respondí, furioso.

– ¡No iba a hacerlo! –se defendió Lily, avergonzándose–. ¿Qué te hace pensarlo?

– ¡Que ese truco de las pestañas falsas es una jugarreta de hombres para besar a la que nos gusta! –bufé.

– ¿Qué? ¿Nos estabas escuchando? –Lily se veía indignada.

– ¿Eso es lo que realmente te importa y no el truco de las pestañas? –protesté–. ¿O es que sí querías que él te besara?

– ¡Me importa que nos hayas escuchado porque no tienes derecho a espiar lo que hago! –replicó ella, muy molesta, y después añadió, con duda–: ¿Pero es cierto lo de las pestañas falsas?

– ¡Sí! –asentí–. ¿Qué no lo sabes?

– No –aseguró ella–. No tenía idea, pero tampoco creo que ésa haya sido su intención. Y aunque haya sido así, ¿cuál es el problema si Thomas quería besarme? Sigo sin entender por qué eso debería de molest…

No la dejé terminar, ya había tenido suficiente de esta tontería. Antes de que me diera cuenta de lo que hacía, ya la había tomado entre mis brazos y la besé como si la vida me dependiera de ello, empujándola contra la pared más cercana para no darle la oportunidad de escapar. La besé con tanta intensidad que Lily jadeó, pero no me detuve ni me contuve. Una vez que toqué sus labios, perdí la concentración y dejé de ser yo mismo. No tenía idea de que un simple beso pudiera tener ese poder, me sentí poderoso y al mismo tiempo muy débil, como si nadie fuese capaz de destruirme, pero al mismo tiempo como si Lily fuera la única que pudiese hacerlo, aunque sabía que nunca lo haría. Ella me correspondió y yo la atraje contra mí con fuerza, quería sentir su cuerpo contra el mío, estrecharla entre mis brazos y dejar que mi boca y mi lengua hicieran el resto. Con una de mis manos acaricié su nuca, el nacimiento de su cabello y el mismo cabello, cuya suavidad me hizo estremecer. Estreché su cintura y percibí el calor de su piel bajo la ropa, la firmeza de su cuerpo y el ligero estremecimiento que recorría su columna vertebral. Aspiré el aroma de su cabello, saboreé sus labios y su lengua, la sentí suspirar y bajar todas sus defensas. Aunque, para ser honesto, yo también bajé mucho las mías y supe que estaba perdido cuando sus manos acariciaron mi cuello y el borde de mi mandíbula, sentí la sangre agolpándose en mi vientre y el deseo me golpeó con mucha fuerza. Me entregué tanto en ese beso que temí que no hubiera marcha atrás, aun cuando ya supiese que desde hace mucho que había pasado el punto sin retorno.

Para ser el primer beso que le daba a Lily, he de decir que no estuvo nada mal. No, estoy siendo injusto, ha sido el mejor beso que he recibido hasta el momento. Pero todo en este mundo acaba y yo tuve que soltar a Lily, simplemente porque me había quedado sin aire y creo que ella también. En cuanto me separé, ella se sostuvo contra la pared, resbalando ligeramente por la falta de apoyo.

– Seguramente no sabes por qué estoy tan enojado, ¿no? –le dije, jadeando por la falta de oxígeno–. Seguramente no sabes que estoy loco por ti.

Me di la media vuelta y me fui, sin darle la oportunidad de contestar aunque, a juzgar por la expresión perdida que tenía, dudo que Lily hubiese podido decir algo. Y yo me marché con una sensación de triunfo que no había experimentado nunca, a pesar de las muchas victorias que he conseguido en mi vida. No es lo más idiota que he hecho, pero sí lo más satisfactorio. No miré hacia atrás ni una sola vez, porque la felicidad no me cabía en el pecho y sabía que estaba sonriendo como imbécil y que eso Lily podría malinterpretarlo. Ya tendría tiempo después para pedirle que estuviésemos juntos de manera oficial y que dejara de lado a los imbéciles Thomas Braun que la andan rondando. ¡No puedo sentirme más eufórico en este momento!

Soy Genzo Wakabayashi y lo primero que la gente debe de saber de mí es que siempre obtengo lo que quiero. Siempre. Aunque me tarde en conseguirlo. Aun cuando haya situaciones en las que parezca que no.

Fin.


Notas:

– Los personajes de Captain Tsubasa fueron creados y pertenecen a Yoichi Takahashi y Shueisha ©.

– Lily Del Valle y Thomas Braun son personajes creados por Lily de Wakabayashi.

– Si bien puse que escribí esto como fic de San Valentín de este año, lo cierto es que no lo hice con esas intenciones y por lo mismo no me presioné a terminarlo para el día 14, simplemente fue algo que empecé a escribir en un golpe de inspiración. De cualquier manera, lo dejo para la ocasión aprovechando la cercanía de la fecha.