Al fin había sucedido, después de seis meses de insoportable y solitaria espera, Kazama había vuelto por ella tal como había prometido. Y vaya que aquel reencuentro, siendo besada en plena calle no una sino dos veces por él, como si el demonio rubio no hubiera sido capaz de esperar ni un minuto más tenerla entre sus brazos, además de sus dulces palabras que la derritieron por completo, compensaron bastante la dura espera.
Ni bien se separaron y Kazama la liberó de su cálido y fuerte abrazo, Chizuru sintió dos cosas al mismo tiempo: Un enorme peso siendo liberado de su pecho, trayéndole un indescriptible alivio, así como un gélido y repentino estremecimiento al volver a sentir la brisa invernal contra su cuerpo, en lugar de la confortable calidez de él que había disfrutado segundos antes. Cerró los ojos, tomándose unos segundos para absorber la nueva realidad que comenzaba a aflorar en su mente. Ya no estaría más sola, sino que los próximos pasos que daría estarían encaminándola a una nueva vida, un nuevo hogar, para convertirse próximamente en la esposa de Kazama Chikage, líder demonio del oeste, y vivir con él y todo su clan.
- ¿Qué tanto estás pensando? ¿Vas a hacerme perder más de mi valioso tiempo? –Protestó Kazama, con su usual tono petulante, dejando atrás el grave y aterciopelado tono con el que la había cautivado antes– Ya te dije que esperé más que suficiente. Apresúrate y vamos, tenemos un largo viaje por delante hasta llegar a mi aldea.
- ¡No puedo simplemente irme en este preciso instante de aquí! –Replicó ella– Necesito preparar las cosas que me llevaré, como ropa, libros...
- No necesitas esos viejos harapos, yo te regalaré kimonos y accesorios de la más exquisita calidad, dignos para la mujer demonio líder del clan Yukimura, y esposa mía.
- Kazama-san, entiende que necesito algo de ropa para el viaje, así como tú... –Recién en ese momento, se percató que él no llevaba ningún tipo de equipaje– ¿Dejaste tus cosas en una posada?
- No. Como dije, vine a buscarte, no iba a perder ni un día más en hacer una parada y hospedarme, tampoco lo necesito, mi stamina es más que suficiente para este viaje.
- ¿Puedo preguntarte cómo vamos a llegar a tu aldea? ¿A pie? –Dudaba que fueran a caballo, él vestía un muy elegante kimono de seda, inapropiado e incómodo para montar.
- Iremos caminando sólo hasta el puerto, allí nos espera mañana un barco para tomar, y luego tendremos otro tramo que caminar. No te preocupes, no será tan extenso como el que recorrimos juntos cuando fuimos tras los pasos del Shinsengumi dos años atrás, pero si te lo necesitas podemos hacer alguna parada a descansar.
- Ya veo. Pero nos tomará un par de días, ¿cierto? Así que preferiría llevar al menos un kimono para cambiarme, una yukata para dormir, y algunas pertenencias.
- Como gustes, pero apresúrate, y tampoco te cargues demasiado, ¿entendido?
Chizuru sonrió, recordando con nostalgia que pese a siempre dar órdenes y exigir que todo fuera acorde a sus demandas, Kazama solía ceder a los pedidos o sugerencias de ella, de una forma u otra intentando hacer parecer que era siempre ella la que aceptaba sus términos. Venciendo su timidez, y como agradecimiento, la joven lo tomó de la mano y lo guió a la entrada de la pequeña casa, invitándolo a pasar mientras ella preparaba las cosas para su partida.
- ¿Quieres que te prepare un té mientras, Kazama-san? –Ofreció, educada.
- No, preferiría que aproveches ese tiempo en alistarte.
Ante la inflexible respuesta, a la castaña no le quedó otra opción que hacer aquello. Sin embargo, era más fácil decirlo que hacerlo, no pudo evitar una amarga melancolía de saber que posiblemente sería la última vez que pisaría su hogar de toda la vida, dejando atrás innumerables recuerdos. Cuando una media hora después preparó las cosas y dejó ordenada un poco más la sala, se quedó quieta de pie, tratando de grabar esa imagen en su retina, sus ojos aguándose ligeramente.
Haciendo gala de su increíblemente sensible intuición con la que parecía poder leerle la mente, Kazama se paró detrás de ella, y la rodeó con ambos brazos en un delicado abrazo. El demonio agachó la cabeza para alcanzar a hablarle al oído, con una voz calma y confortante.
- Chizuru, te prometo que crearás nuevos y más felices recuerdos a mi lado, tantos que no sufrirás ni un solo día el anhelar regresar a los que viviste hasta ahora.
Los ojos cobrizos de la mujer brillaron ante el tierno consuelo, y subió una mano para apoyarla sobre una de las de él, sin decir una palabra ya que todavía pensaba que podría sollozar por las emociones encontradas de su corazón. En su lugar, se apoyó más sobre él, y dejó pasar unos segundos hasta que respiró profundo, sintiéndose finalmente lista.
- Sí, confío en que así será. Gracias, Kazama-san. Podemos irnos.
Ni bien tomó el paquete de tela que envolvía sus pertenencias, el rubio se lo quitó de su mano.
- Yo lo llevaré, vamos.
Sin una palabra más, Kazama dio la vuelta y salió de la casa. Chizuru sonrió una vez más, su corazón latiendo con calidez, adoraba lo atento que era y cuánto la cuidaba en todos los sentidos. Una vez cerró la puerta corrediza de su casa, se encontró con que él se había detenido, todavía de espaldas, sin mirar atrás, pero con su mano extendida hacia ella. Sin dudarlo, la tomó entrelazando sus dedos, tratando de ignorar el bochorno de pensar que algún vecino de seguro los podría ver así.
Pronto oscureció, dado que cuando se habían reencontrado era justo la hora del atardecer. En un poco más de la hora que habían caminado en silencio, Kazama no le había soltado la mano ni un solo momento. Recién en ese momento, fue que Chizuru empezó a preguntarse el porqué de tanto apuro en partir, si de igual forma iban a tener que hospedarse en algún lado para pasar la noche, dado que había entendido que el barco zarparía la mañana siguiente. Se guardó la duda, ya que de seguro su futuro esposo le reprocharía el cuestionamiento.
Media hora después llegaron al puerto, y tal como pensaba, fue guiada por él por una calle paralela al mar hasta detenerse frente a una bonita posada de tres pisos, en la que entraron y Kazama se anunció para reservar una habitación. No una cualquiera, sino que fue explícito con su autoritaria voz en exigir "la más cómoda habitación disponible con la mejor vista al mar". Una vez hecho el pago, fueron guiados por una amable señora hasta el tercer piso, donde entraron en una gran habitación preciosamente decorada, que tenía incluso un baño completo. La encargada preparó en silencio los dos futones en la sala que servía como dormitorio, y les preguntó si querían disfrutar de un baño caliente antes de traerles la cena, lo cual aceptaron.
- Báñate tú primero, Chizuru.
- ¿Seguro? Tú eres el que debe estar más cansado por viajar tanto, Kazama-sa...
- ¿No me oíste? Dije que tú lo hagas primero, no me hagas repetirme.
Sin desgastarse en contradecir al mandón demonio que, detrás de sus aparentes bruscas formas de expresarse, siempre priorizaba el bienestar de ella, asintió y se preparó para el baño. Se tomó un buen tiempo en disfrutarlo, mientras dejaba que el agua calentara y relajara sus músculos, y salió renovada, por supuesto dejándoselo limpio y listo nuevamente a Kazama. Él fue más breve, y reapareció un cuarto de hora después vistiendo su elegante yukata negra, cubriendo su cuerpo de una forma más relajada de lo usual. Chizuru lo siguió con la mirada, mientras él avanzaba con parsimonia hacia la ventana y preparaba su kiseru, antes de sentarse allí y abrirla un tanto para dejar escapar el humo del tabaco.
Por más que intentó, no pudo hacer a un lado la mirada, de pronto hipnotizada por la vista de ese más que atractivo y elegante hombre, el cabello húmedo que lo hacía ver incluso más guapo, y que sin darse cuenta estaba exponiendo un poco más de piel de lo normal. Se percató que él no llevaba puesto su característico grueso collar de metal negro y dorado con el cordón rojo y aquello, aunque era un pequeño detalle, exponía más su largo cuello y potenciaba el efecto de que pareciera mostrar más piel. No suficiente con aquello, Chizuru sintió cómo sus mejillas enrojecieron y un fuerte calor subió por su cuerpo hasta su rostro, cuando segundos después él distraídamente levantó una pierna para apoyarla en el alfeizar de la ventana, revelando bastante más de sus fuertes muslos al abrirse la yukata, en especial del que quedó flexionado. Honestamente, ese hermoso demonio parecía una obra de arte en carne y hueso, viéndose terriblemente sensual sin proponérselo, mientras fumaba y soltaba el humo fuera de la ventana, sus ojos carmesí relajados y contemplando la vista del oscuro mar iluminado por la tenue luz de la luna.
La joven no pudo más que quedársele viendo ligeramente boquiabierta, y sus ojos se detuvieron más de la cuenta en la provocativa vista que ofrecían parte de los pectorales y comienzos del marcado abdomen de él, así como sus largas y bien musculadas piernas. Si bien habían vivido juntos casi dos años, Chizuru nunca lo había visto vestido y posando tan relajado, seguramente Kazama había optado por lucir siempre recatado y decente ya que eran sólo "compañeros de viaje", y ella solía tener su guardia demasiado alta con él. Al parecer, eso estaba empezando a cambiar desde que se volvieron recientemente más íntimos, y la evidencia estaba justo en frente a sus ojos, quizás demasiado, aunque honestamente no podría decir que le desagradaba para nada la vista. Una parte de ella se preguntó si él no tenía frío estando vestido tan ligeramente en invierno, pero tampoco era como si tuviese la voluntad de sugerirle cubrirse.
Ni siquiera se percató de cuan fijo y largo se le había quedado mirando, hasta que los ojos rojos de pronto se posaron en ella, casi sin que él moviera la cabeza, y fue entonces que ella se sonrojó tanto o más que un tomate, atrapada en su indiscreta contemplación. En su mente comenzó a pensar en excusas para negar cualquier comentario provocador que seguramente Kazama iba a hacerle, pero en su lugar sólo una mínima y juguetona sonrisa asomó a sus labios, y unos interminables segundos después regresó su mirada a la ventana.
El corazón de Chizuru martilló con fuerza contra su pecho, totalmente avergonzada, pero sin atreverse a decir ni una palabra. No supo si agradecer a los dioses o qué, cuando segundos después oyó el suave llamado de la señora de la posada tras la puerta corrediza, preguntándoles si estaban listos para recibir la cena, a lo cual ella con un poco de torpeza agradeció y respondió que sí. En cuanto se dio la vuelta, se encontró con que Kazama había abandonado su lugar en la ventana, y se había acomodado mejor la ropa. La castaña se amonestó mentalmente al descubrir un sentimiento de desilusión ante eso, no quería asumirse como una criatura de pensamientos lujuriosos, aunque ciertamente había tenido un par de ellos.
Minutos después empezaron a cenar, uno al lado del otro, mayormente en silencio, y eso era debido a que Chizuru no podía levantar la vista de su bandeja, todavía avergonzada y prefiriendo evitar que el rubio hiciera algún comentario que la pusiera en evidencia. Sin embargo, no iba a tener indefinida suerte en aquello, ya que en cuanto vació su cuenco de comida, sintió unos dedos bajo su mentón, que con un toque tan firme como delicado le hicieron levantar la cabeza, hasta que sus ojos conectaron con los de él.
- ¿Se puede saber por qué mi futura esposa no se digna a mirarme ni dirigirme la palabra, pese a que es el primer día que compartimos juntos desde hace medio año? –Cuestionó, mirándola fijamente– ¿Acaso hay algo que te disguste de este alojamiento o de mis arreglos de viaje?
- N-no, no es nada de eso... Eeh... K-Kazama-san... Yo...
- Chikage.
- ¿Q-Qué?
- Aprecio tu educación y que te dirijas con respeto hacia mí, pero creo que ya va siendo hora que te acostumbres a llamarme por mi nombre, si estamos dando por hecho nuestro vínculo íntimo y próximamente familiar ¿O acaso ignoras que yo te llamo "Chizuru", sin honoríficos ni nada que ponga distancia entre nosotros, hace tiempo ya? Deberías sentirte honrada y corresponderme de una vez.
- Oh... Hmmm... –Una vez más, se sonrojó hasta las orejas, mientras pensaba qué contestar. Kazama la estaba acorralando, como solía hacer.
- Además, comparado con la forma en que te quedaste mirándome antes como si quisieses otro tipo de cercanía más palpable entre nosotros, no debería ser muy difícil empezar por llamarme por mi nombre, ¿no lo crees?
Ante aquella directa provocación y exposición, Chizuru quedó boquiabierta y con los ojos abiertos como platos, mientras sentía su rostro humear. Por supuesto, Kazama sólo la miraba con su excesiva y arrogante confianza de siempre, incluso gozando sin disimulo de haberla atrapado infraganti. Sin poder salir del shock, no alcanzó a moverse ni un milímetro cuando él acercó su rostro al de ella, quedando a escasos centímetros antes de seguir hablándole.
- No me malinterpretes, esposa mía, me halaga y me siento muy satisfecho de ver al fin tal deseo hacia mí en tus ojos, no tiene sentido que lo intentes negar u ocultar ahora. De esta forma, los numerosos herederos de la unión de los clanes Kazama y Yukimura no tardarán en llegar ni bien se celebre nuestra boda. No puedo esperar a ver tu atrevimiento de que vengas a mí por voluntad propia.
Si lo que Kazama buscaba era lograr que ella deseara hundir la cabeza bajo la tierra, definitivamente lo estaba logrando, Chizuru no sabía ya por dónde empezar a protestar y refutar todo aquello. No sólo era de lo más vergonzoso, sino que estaba quedando en ridículo al no poder pensar una sola palabra que contestarle, y como bien sabía, para el astuto demonio el silencio era igual al consenso, en especial porque ella era demasiado transparente con sus expresiones faciales. Lo vio acercarse unos milímetros más, oyéndolo hablar en un cautivador susurro mientras su aliento le cosquilleaba la mejilla.
- ¿Y bien? Todavía estoy esperando. Llámame por mi nombre de una vez, ¿o acaso necesitas algún aliciente más?
- Kazam... No... –Se corrigió rápido, nerviosa, perdida en los magnéticos ojos carmesí que la miraban con tanta intensidad– Ch-Chi...ka...ge... -san.
- Tal titubeo no es propio de la líder del clan demonio más fuerte del este, no me satisface en absoluto. Tal parece que tendré que sacar a la luz tus verdaderos sentimientos de otra forma.
Manteniendo la insoportablemente corta distancia entre sus rostros, Kazama deslizó sus dedos por la mejilla de la joven hasta que los enterró detrás de la cabellera castaña suelta, a la vez que la rodeaba por la cintura y la atraía hacia él con su otro brazo. Respiró con suavidad contra los labios de ella, para luego rozarlos ínfimamente con sus propios labios, la más tentadora caricia.
- Chizuru... –Susurró, mientras la apretaba más contra él, hasta que vio que los preciosos ojos cobrizos se entrecerraban y perdían en los suyos, entregándose al llamado.
La besó, un largo y delicado contacto al principio, y sólo cuando sintió que ella le correspondió y presionó sus labios contra los de él, fue que profundizó el beso, empujando suavemente su lengua dentro de la pequeña y dulce boca. La incitó y la hizo desear todo lo que pudo, interrumpiendo el íntimo contacto justo cuando la había sentido buscar por sí misma continuar aquella cálida y húmeda danza.
- Chizuru –Repitió, su voz con una carga más apasionada que antes, incitándola a imitarlo.
- Chikage-san –Contestó ella en un aterciopelado susurro, llevando una mano para acariciarle la piel del pecho que exponía.
- Sólo Chikage.
Satisfecho con que su estrategia había funcionado, recortó la distancia entre sus labios una vez más, apenas apoyándolos juntos, permitiendo que fuera la joven la que lo reclamara y se presionara contra él, anhelante de continuar. Esa era la primera vez que se besaban completamente a solas, puertas adentro, y lo que era más, que Chizuru dejara de contenerse por pudor o lo que fuera, dejando sus verdaderos sentimientos hablar por ella en forma de besos. Un agradable cosquilleo recorrió entero a Kazama al sentir aquello, el tener la prueba de que ella lo deseaba de verdad, una peculiar felicidad que nunca antes había experimentado y todavía le costaba encajar, luego de tanto tiempo de ser continuamente rechazado o ignorado. Continuaron hasta quedar sin aliento, debiendo separarse para incorporar una buena bocanada de aire.
Ganas no le faltaban al demonio de que siguieran besándose, pero también era cierto que se le dificultaría enormemente controlarse, su intención era la de mantener su palabra de decoro y de no ponerle una mano encima –al menos no una demasiado atrevida– hasta que estuvieran oficialmente casados. Si bien era cierto que habían dormido cerca uno del otro incontables veces durante su viaje, esa noche sería la primera en que lo harían luego de haber aceptado ambos su deseo de compartir la vida juntos, reprimirse iba a requerir mucho autocontrol. Con ello en mente, la soltó y enderezó su postura, asintiendo con una pequeña sonrisa confiada.
- Mucho mejor. Mi esposa no me defrauda, tal como imaginaba.
Eso pareció devolver a Chizuru a la realidad, y si bien se sonrojó intensamente una vez más al darse cuenta cuánto se había dejado llevar, no hizo un ademán de justificarse o negar nada. Todavía era muy inexperta en asuntos del corazón, mucho más en cuanto a la intimidad que solía conllevar una pareja, pero no tenía sentido seguir fingiendo indecisión cuando cada fibra de su ser estaba alineada con aceptar que los sentimientos que tenía por Kazama eran de amor. Y no sólo amor puro e inocente, sino que tenía que admitir que había algo más, un instinto que su hormonal y joven cuerpo empezaba a reclamarle, uno que había tratado de negar y enterrar en lo más hondo de sí muchas veces mientras había convivido con los guapos capitanes del Shinsengumi, así como otras tantas veces al lado del imponente y siempre provocador demonio a su lado, con el que pronto se casaría.
Para evitar la incomodidad de no saber todavía qué decir, dijo en un murmullo que recogería los platillos para dejar las bandejas de comida fuera de la habitación, ya que más tarde pasarían a recogerlas. Sabiendo que Kazama gustaba mucho de beber sake caliente, bajó las escaleras para pedirle a la señora de la posada dos botellitas más. Si bien ya era mayor de edad y había bebido un par de veces, Chizuru todavía no aguantaba bien el alcohol y no estaba acostumbrada al gusto, pero pensaba que no le vendría mal beber una o dos copitas para aligerar sus pensamientos y tener un sueño más profundo y relajado, sabía que lo necesitaría desde el momento en que había visto los dos futones uno junto al otro en el dormitorio, y después de esos besos que la habían acalorado tanto.
Con un excelente y previsor servicio, no tuvo que esperar más que un par de minutos las botellitas de sake, y subió ella misma con la bandejita. Ni bien se arrodilló en el piso y abrió la puerta corrediza, se encontró frente a ella una vez más con la admirable y seductora vista de Kazama sentado de forma relajada, con una pierna flexionada. Al menos en esa ocasión no estaba mostrando tanta piel, aunque no sabía si el pensamiento la tranquilizaba o la desilusionaba.
- Kaz... Chikage, –Se corrigió rápidamente, le vencía el hábito de llamarlo por el apellido demasiado tiempo– ¿te gustaría beber sake caliente? Me adelanté en pedir estas botellas para ti.
- Me satisface mucho que conozcas tan bien mis gustos y seas atenta conmigo, Chizuru, ya te comportas como una diligente esposa –Contestó él, con una sonrisa confiada.
- Hmm, sí...
Prefirió ahorrarse el comentario de que, si ella no lo hiciera, posiblemente él se lo reclamaría como una falta de "dedicación y deber". La joven ya había tenido una probada de comportarse como una ama de casa atenta a su hombre cuando habían vivido juntos de camino a Ezo, por lo que sabía que ese último comentario de Kazama sólo era para provocarla y saborear para sí mismo lo que iba a convertirse en realidad en muy poco tiempo.
Le entregó una copa vacía y se la llenó, esperando con paciencia que vaciara el contenido para volver a rellenársela. Unos segundos después, notó que él miró de reojo la bandeja, y luego a ella con curiosidad.
- ¿Te dieron una copa extra por cortesía de servicio, o vas a acompañarme a beber? –Inquirió.
- Pensé que podía tomar una copa o dos, sí.
- ¿Por qué no lo dices con claridad, entonces? –Bufó el rubio– Qué inusual, nunca antes quisiste beber conmigo.
- N-No hay un motivo oculto, sólo pensé que me ayudaría a dormir mejor.
- ¿Oooh? ¿Segura que es por eso? –La provocó, mirándola fijamente mientras bebía un pequeño sorbo.
- Pues sí, ¿qué otra cosa... podría ser?
El breve titubeo de Chizuru se debió a que en el instante en que hacía esa pregunta, Kazama separó un tanto más sus piernas, con lo cual la yukata se abrió un poco más y dejó entrever más piel. Podría haber pensado que fue casualidad, de no ser porque una fina sonrisa confiada se dibujó en los labios de él, al notar cómo los ojos de ella de inmediato se dirigieron a la sugerente vista, tardando poco más de un segundo en hacer a un lado la mirada y agachar la cabeza. Optó por fingir que eso no había sucedido, tratando de evitar evidenciar su sonrojo, por lo cual por reflejo sus manos aceptaron la copita de sake ofrecida y se la llevó a los labios, bebiendo el contenido de un sorbo.
Al no oír palabra ni movimiento de Kazama, levantó la vista, encontrándose con que los ojos rojos estaban abiertos con genuina sorpresa, y lo que la desencajó por completo, fue ver el más ligero sonrojo en las mejillas de él, antes de que por primera vez en la vida el orgulloso demonio hiciera a un lado la mirada.
- ¿Chikage? ¿Qué sucede?
- Eres de lo más distraída, mujer –Gruñó él, regresando a mirarla casi con reproche.
- ¿Eh? ¿Qué hice?
- Pensaba bromear a costa tuya y divertirme un poco en cuanto te dieras cuenta, pero tú... –Se calló, apretando los labios, y luego cerró los ojos, suspirando– No importa, no es como si hubiera mucha diferencia, y muy pronto nos casaremos oficialmente bajo tradición de demonios, los rituales humanos no nos afectan en nada.
- ¿Qué? No entiendo a lo que te refieres.
- ¿Acaso tienes los ojos de decoración solamente? Mira de dónde estás bebiendo.
- ¡Oye! Es una copa, como corresponde...
De pronto, Chizuru entendió, al notar por el rabillo del ojo que tenía a su lado la bandeja, con las dos botellas y la otra copita que era la de ella, todavía sin tocar. Sin lugar a dudas, había bebido nada menos que de la misma copa que Kazama, del mismo contenido que él había dado un sorbo sin terminar ni rellenar, lo que significaba...
- O-oh.
Era una interesante ironía de la vida que, para todas las veces que él ya daba por sentado que ella era su esposa y la llamaba así, precisamente ella había sido la que había "sellado el trato", en lo más parecido al ritual humano en Japón que confirmaba ante los dioses la unión en matrimonio, es decir, el que ambos novios bebieran un sorbo de sake de la misma copa. Si bien fue imposible no sonrojarse y ponerse un poco torpe ante la realización, luego simplemente soltó una risilla libre, resignada.
- Tienes razón, no es como si hiciera diferencia alguna, se podría decir que estamos a mano ahora –Dijo Chizuru, mientras le devolvía la copa y se la rellenaba nuevamente, y luego él le llenaba la de ella para que bebieran juntos.
- Me regocija el hecho de que lo aceptes con tanta naturalidad.
- Eso es porque yo te elegí, Chikage.
- Al fin lo admites sin reservas, y no eres testaruda en el sinsentido de intentar negarlo.
La castaña se le quedó viendo. Por más que Kazama siempre pretendiese mostrar un aire arrogante y digno, ella ya había aprendido a leer las sutilezas de sus expresiones y verdaderos sentimientos. En esa ocasión, encontró alivio, un tintineo de felicidad en el tono de su voz y el brillo de sus ojos como rubíes. Le dio la impresión que el demonio bajo su fachada de confianza ocultaba en lo más profundo de sí la inseguridad de que ella no quisiera entregarle su corazón entero, o de que ella hubiera aceptado vivir a su lado porque sus "otras preferibles opciones" ya no estaban en el mundo de los vivos.
No era fácil tampoco descifrar los sentimientos propios de Kazama, distinguir qué eran costumbres u obligaciones de su crianza e instinto de demonio, y cuánto eran sus íntimos deseos. ¿Cuánto era genuino de haberla elegido porque la amaba y no se imaginaba la vida con ninguna otra mujer demonio, o de querer ser padre y criar a sus hijos con afecto, y cuánto era por cumplir con su obligación de líder del clan y proteger el linaje puro? Chizuru todavía tenía sentimientos encontrados sobre aquello, tampoco su corazón estaría en paz hasta oír una honesta declaración de amor de parte de él, pero no era algo que pudiera forzar. Y si ella lo hacía primero, temía que fuera interpretado como una sutil presión a ser correspondida, o peor aún, encontrarse con un vacío si él no hacía más que sólo oírla y aceptarlo. ¿Cómo derribar ese muro?
Y había otra inseguridad que le presionaba el estómago a la joven, el dudar si el orgulloso clan Kazama la aceptaría como igual, dado que ella era sumamente ignorante de la vida, costumbres y lo que era esperable de un respetable demonio, en especial para estar a la altura de ser la esposa del líder. Era consciente que nunca, ni una sola vez, había podido tomar la forma verdadera de un demonio, no tenía idea de cómo hacerlo, su sangre supuestamente poderosa y pura no había dado indicios de revelarse más que como una mera humana, más allá de los poderes curativos. ¿Y si no podía hacerlo? Kaoru, su hermano mellizo, también era un demonio de pura sangre, y sólo lo había logrado después de beber el ochimizu. Quizás la falta de conexión con sus raíces y práctica de transformarse había oxidado por completo su naturaleza. ¿Y si Kazama se acababa desilusionando de ella?
- Chizuru, ¿a qué viene esa sombra en tu rostro? –Inquirió él, muy serio y atento.
- Ah... No, no es nada –Musitó en respuesta, bajando la mirada al piso.
- Esa no es la expresión de alguien a quien no se siente perturbado por algo, no toleraré que me mientas ni me ocultes cosas. Habla.
La rudeza de sus palabras hubiera sido más creíble de no ser por el suavísimo tono que empleó para decirlas, era evidente que Kazama estaba genuinamente preocupado por ella, era instantáneo cómo percibía cualquier asomo de infelicidad o disgusto, y no soportaba la idea de que ella estuviese afectada por ese ánimo.
Una ola de angustia le subió a la garganta ante aquella presión intimidante. No quería agobiarlo con todas sus dudas, miedos y debilidades, así como tampoco sabía si estaba lista para oír las verdades que podrían dolerle como una espada clavada en las entrañas. En lugar de contestar, se arrastró unos pasos con sus rodillas para acercarse a Kazama, y descansó su cabeza entre el hombro y el pecho de él, a la vez que su mano se apoyó sobre el firme abdomen. En vez de seguir reclamándole una respuesta, el rubio la rodeó con un brazo, esperando pacientemente en silencio. Chizuru respiró profundamente, tan sólo ese apoyo tan cercano y cálido tenían el poder de calmar sus ansiedades. Ordenó sus pensamientos, decidiendo empezar por lo que creía que menos afectaría a su corazón.
- Me puse un poco nerviosa al pensar si tu clan me encontrará digna de ti, si tienen tantas expectativas conmigo y con la continuidad del linaje.
- ¿A qué te refieres con eso? –Preguntó él, con la voz mucho más suave– Ya les hablé de ti, y quieren conocerte pronto.
- Yo no puedo transformarme... Es decir, tomar la verdadera forma de un demonio. No sé cómo, no siento que haya nada especial en mí.
- Nunca necesitaste hacerlo, lo cual no quiere decir que no puedas hacerlo. Estás equivocada si crees que dentro de la aldea todos están mostrando su naturaleza de demonio todo el tiempo. Por un motivo de protección, nuestra apariencia se mantiene como la de los humanos, excepto durante algunos eventos o rituales. Tu sangre no es menos pura, ni eres menos demonio o valiosa sólo porque todavía no manifestaste tu verdadero poder.
- Hmm, ya veo.
- ¿Qué más te aflige? Tu energía se sigue percibiendo alicaída.
- Bueno, me preguntaba... Si no fueras el líder del clan más fuerte del oeste, ¿me hubieras seguido con tanto empeño? ¿Me hubieras venido a buscar de igual forma?
- ¿Qué se supone que significa esa pregunta? –Replicó Kazama, frunciendo el ceño.
- Yo... –Titubeó, y luego levantó los ojos hacia él con más decisión, apretando sus dedos en la sedosa tela de la yukata– Chikage, yo ya estoy segura de que sólo quiero estar a tu lado por el resto de mi vida. Mi corazón sólo resuena con el tuyo.
Esperaba que con aquello Kazama entendiera lo que trataba de decirle, y a la vez no lo pusiera en una posición incómoda, era un demonio demasiado orgulloso. Unos interminables segundos sucedieron en completo silencio, en los que sin embargo notó cómo los orbes carmesíes se habían abierto un tanto más. Le costó mantenerse firme cuando él soltó un largo suspiro y bajó la cabeza hasta apoyar su frente contra la de ella, sin dejar de mirarla a los ojos.
- ¿Acaso mi dedicación a ti no es prueba suficiente de que quiero lo mismo?
- Mi única duda es si quieres eso como "Chikage", y no sólo como "Kazama".
Un torbellino de emociones pareció batallar en los ojos rojos ante ese profundo cuestionamiento. La joven le sostuvo la intensa mirada, y trató de mantenerse paciente para oír la respuesta. Pudo sentir con claridad cómo la mano del demonio se aferró con más fuerza a la cintura de ella, había algo de urgencia y vulnerabilidad en la energía que irradiaba él entre su mirada y su toque. Finalmente, él apoyó la copa de sake en la mesa, y la rodeó con ambos brazos antes de dejar salir su voz, grave y suave como un arrullo, y a la vez con una pasión contenida que pocas veces le había oído antes.
- Significas para mí mucho más de lo que pueda decirte con meras palabras, Chizuru –Confesó, mirándola con solemne seriedad– Poniéndolo en tus términos, cuando nos separamos hace medio año fui honesto contigo, al decirte que al principio me acerqué a ti como "Kazama". Sin embargo, con el avance de nuestro viaje juntos, y en especial con el beso que te di al despedirnos, y los que compartimos hoy, ten por seguro que fue de parte de "Chikage". Que sigas dudando de mí es hasta insultante, deja de hacerlo.
La joven Yukimura asintió ante la respuesta, y subió una mano para acariciar con ella la mejilla de él. Hizo acopio de su coraje para tener la iniciativa de recortar la distancia entre ambos y presionar sus labios juntos, haciendo lo posible por verter sus sentimientos en aquel beso. Había sentido la honestidad en él, así como una ligera frustración de que no era alguien acostumbrado a exponer su corazón con facilidad ni abiertamente, por lo cual temía que eso fuera confundido con su tibieza o indecisión. Era indiscutible que, en contraposición a aquello, podía transmitir sus sentimientos con mucha más pasión y transparencia a través de sus besos y caricias, Kazama guardaba un intenso fuego en su interior, a la par de su verdadera naturaleza gentil.
- ¿Tienes idea de cuánto tiempo estuve esperando para que tú vinieras a mis brazos voluntariamente como haces ahora? –Dijo él con su seductora voz siempre calma y masculina.
Fue correspondida con devoción, incluso por un instante sintió que era demasiado, en cuanto los fuertes brazos del demonio la acobijaron y la presionaron contra él como si pretendiese fundir sus cuerpos traspasando la ropa que los separaba. Un jadeo involuntario escapó de sus labios, oportunidad que el rubio tomó para empujar su lengua más profundamente dentro de su boca, demandante, incluso un poco salvaje, lejos de la usual compostura y estoicidad que lo caracterizaba. A la vez, se sentía de lo más natural, le fascinaba como él podía leerle la mente e incluso adelantarse a lo que ella anhelaba sentir de su parte, incluso sus más íntimos deseos. Tanto así, que ella no supo en qué momento acabó encima de su regazo, primero con las piernas de lado, hasta que poco a poco se fue entregando a la pasión de aquel beso y su cuerpo instintivamente se giró para quedar de frente a él, rodeándolo con sus piernas, dejando que sus manos le acariciaran el pecho y se aferraran a su espalda y hombros.
Cuando se dio cuenta de aquello se volvió demasiado consciente de sí misma, sintiéndose muy avergonzada de su atrevimiento, y sus movimientos pasaron a ser un tanto más titubeantes y torpes, tanto que llamaron la atención del demonio, que bajó su intensidad para buscar el motivo del cambio de ritmo, y también volvió un poco a la realidad. Para cuando ambos se echaron una mutua y rápida ojeada, la yukata negra de Kazama estaba mucho más floja en el área del torso, revelando su inmaculado y muscularmente delineado físico, mientras que la de ella seguía en su lugar milagrosamente, pero su estado alborotado se evidenciaba en el cabello y en el intenso sonrojo del rostro, además de su respiración acelerada.
Un disimulado carraspeo se oyó, y luego el rubio suspiró, tratando de recuperar su autocontrol.
- Discúlpame, Chizuru, me dejé llevar, eso fue inapropiado de mi parte.
- N-no, no hay nada que disculpar. Yo también me dejé llevar...ummm... –Bajó la voz a un apenas audible murmullo– M-me gustó.
Kazama la miró atento, hasta que una fina sonrisa se dibujó en sus labios.
- ¿Oooh? ¿Querías más? –Canturreó, provocador– ¿Y por qué te detuviste entonces?
- Bueno, porque... Nunca había hecho algo así antes, no me sentí yo misma, y me sorprendí.
- Es cierto que no me esperaba tanto ímpetu de tu parte, que sueles ser la que se pone tímida y rechaza todos mis avances cuando juego contigo. Pero bien podría decir que fuiste más tú misma que nunca, ¿verdad? Qué prometedor, mi esposa es cada vez una mujer demonio más interesante, sabía que te había elegido bien.
- ¡No bromees a costa mía!
- No lo hago, lo dije en serio, fue un halago honesto –Entrecerró sus ojos ligeramente– Hmph, no sé si tienes una idea incorrecta de mí, pero yo tampoco estuve de esta forma con una mujer antes, tampoco tengo mi propia referencia de autocontrol al respecto.
- ¿No?
- Como bien sabes, las mujeres demonios son escasas, y no cometería la deshonra de intimar con una vulgar mujer humana para satisfacer placeres carnales, no caería tan bajo.
- Oh... Ahora que lo dices, tiene sentido viniendo de ti.
- Ya que estamos, con esto creo estar interpretando correctamente que nunca ninguno de los perros del Shinsengumi se aprovechó de ti o te puso una mano encima... O al menos que tú no les correspondiste.
- ¡No, nunca pasó nada del estilo con ellos! –Exclamó Chizuru, indignada– De verdad, siempre tuviste la peor imagen posible de ellos... Eran hombres muy honrados.
- Mejor así –Kazama sonrió sugerente, y le levantó la barbilla con dos dedos para conectar sus miradas– Me complace sobremanera saber que serás enteramente mía, que tus labios y tu cuerpo sólo serán explorados y saboreados por mí. Tu placer me pertenece y es mi deber satisfacerte, esposa mía.
- Siempre tan posesivo –Protestó la castaña, sonrojándose furiosamente.
- Lo mismo podrías decir tú, y lejos de molestarme o interpretarlo como un desafío, encontraría muy agradable también que me reclames como tuyo. Esa es la única realidad para nosotros, Chizuru, y tú nunca has sido del tipo obediente y sumisa, lo tuyo es la rebeldía constante.
- No puedo evitarlo, si te comportas tan arrogante, alguien tiene que ponerte un límite.
- Está bien, tu insolencia hacia mí se convirtió en un gusto adquirido. Es tolerable de tu parte, no esperaría menos de quién se convertirá en mi esposa y líder femenina del clan Kazama, ni soportaría que tuviera un carácter con escasa fuerza y determinación.
Chizuru sonrió, entre orgullosa por la alta estima en la que él la tenía, y de apreciar el petulante y a la vez entretenido humor al que ya estaba acostumbrada, era imposible no sonreír al oírlo hablar de esa forma tan típica suya. Sin embargo, su sonrisa flaqueó y su corazón martilleó con calor y fuerza contra su pecho al oír las siguientes palabras.
- Verdaderamente me satisface que seas tú quien camine a mi lado, Yukimura Chizuru.
Con el corazón aliviado a pesar de lo fuerte que latía en su pecho, la joven asintió y tomó una profunda respiración. Se mantuvo cerca de Kazama sirviéndole el sake hasta acabarlo, así como ella lo acompañó en beber sólo una copa más, no gustaba particularmente del sabor del alcohol.
- ¿Vamos a dormir?
Si bien él asintió, no se movió de allí hasta que Chizuru se arrodilló sobre su futón. Recién en ese momento la siguió, metiéndose dentro del otro dispuesto junto al de ella, y se le quedó mirando largamente con una fina sonrisa, que ella notó.
- ¿Por qué me miras así?
- Es bueno ver que no hayas tenido la urgencia de arrastrar el futón al lado opuesto de la habitación.
- Eso es porque ya no tiene sentido, nuestra relación es muy distinta a aquel entonces.
- ¿Estás diciendo que ya no te preocupa que te ataque, estando solos y acostados tan cerca?
- No sé si podría llamarse "ataque" tampoco. Es decir, ya somos una pareja, ¿cierto?
- Si sigues ofreciéndome explicaciones como esa, empezaré a pensar que estás esperando con ganas que haga una movida para seducirte –Dijo en voz más baja, con un dejo de diablura– Quizás, algo como...
Veloz, Kazama extendió un brazo para atrapar el cuerpo de Chizuru, y la jaló para recostarla junto a él en su futón, abrazándola por la cintura con ambas manos a la vez que pegaba su cuerpo al de ella. Al oír su chillido y ver un fuerte sonrojo colorear las mejillas de la castaña, sonrió victorioso, pocas cosas eran más entretenidas que escandalizarla. Sin embargo, pronto se encontró con la enorme sorpresa de no encontrar resistencia, sino que ella sólo se quedó un tanto rígida en la misma posición, pero sin quejarse ni intentar escapar de sus brazos.
- ¿Quieres esto? –Susurró, su voz cautivante y rasposa desde atrás.
- Umm... N-no es tan malo –Admitió, aunque echaba humo hasta por las orejas.
El demonio tuvo que agradecer que ella no podía verlo, porque no pudo evitar una genuina expresión de incredulidad. Sólo para provocarla más y ver cuánto más aguantaba, le rozó el lóbulo de la oreja con el filo de sus dientes, sintiéndola estremecerse entera, aunque tampoco lo empujó. En ese preciso instante, Kazama empezó a sentirse frustrado de que ella no lo rechazara como siempre, ya que le haría más fácil el contenerse, no había siquiera imaginado la posibilidad de que esa misma noche Chizuru estuviera tan receptiva a compartir ese tipo de cercanía tan íntima. A decir verdad, no podía decir que aquello fuera más íntimo que el último beso fogoso que habían compartido, pero el hecho de que estuvieran acostados en el mismo futón, abrazados y tan ligeros de ropa era más propio de una pareja casada, y no de una empezando a cortejarse. Nada seguía la regla con esa interesante mujer demonio.
Queriendo probar cuánto más ella aguantaría o qué hacía al respecto, además de que secretamente estaba disfrutando cómo estaban juntos, Kazama reforzó el abrazo y la apretó más contra él. Sus labios se apretaron en una fina línea cuando cada segundo que pasaba tenía que aceptar que ella no planeaba alejarlo, y el golpe de gracia fue cuando la joven se giró para quedar de frente, y le dedicó una mirada irresistible, entre vulnerable por la pena y a la vez como preguntándole si podían seguir así.
- Honestamente, Chizuru, no sé si esta es tu forma de rivalizar mi provocación y subir la apuesta, o si de verdad estás tranquila y es tu voluntad dormir así juntos.
- No estoy jugando contigo. Sólo... Me siento bien en tus brazos, Chikage.
Vaya problema, aquella declaración. El rubio sospechaba que su inocente futura esposa no tenía idea del efecto que podían tener esas palabras en él, era simplemente todo lo que podría desear oír de parte de ella. Bajó su cabeza para hacer que sus labios se encontraran, y soltó el aire contenido por su nariz al disfrutar una vez más aquel dulce contacto, la tersura y calidez que ofrecía era por lejos una de las sensaciones más gratificantes de su vida. Profundizó el beso cuando sintió la pequeña mano de Chizuru apoyarse en la piel de su pecho, admiraba cómo cada vez ella se volvía un poco más confiada en tocarlo, en especial con un gesto que simbolizaba acercarse a su corazón.
La sangre se le agolpó en ese lugar como atraída magnéticamente por la mano de ella, pero antes de darse cuenta, también lo estaba haciendo en otra parte de su cuerpo, y para su mala suerte la castaña lo percibió demasiado pronto.
- Oh... Ch-Chikage... Tú...
- Ignóralo si te incomoda, ya pasará –Gruñó, un tanto avergonzado de no poder gobernar su cuerpo tanto como su mente, y trató de alejar su entrepierna del cuerpo de ella– Aunque sea un demonio, es el instinto de todo el sexo masculino, pero no te preocupes, no pretendo hacerte mía hoy.
Chizuru entendía eso, y a la vez, una parte de ella no se había indignado tanto al sentirlo, poco a poco se iba olvidando de su propia timidez. Quizás era el efecto combinado de la calidez de saber que los corazones de ambos estaban ya alineados en sentimientos de amor, así como era innegable el fuego que se había encendido en su interior con cada beso apasionado y caricia que habían compartido, y la reticencia a detenerse. Por supuesto, el alcohol debía haber ayudado otro poco a revelar sus más íntimos deseos. Creía que iba a ser mucho más difícil pretender que nada había pasado y continuar, así como no tenía idea cómo lograría pegar un ojo en toda la noche si dejaba a su corazón y cuerpo en vilo, a punto de desbocarse. ¿Sólo ella se sentía así?
- ... ¿Y si no quisiera ignorarlo?
- Te dije que no te tocaría de esa forma hasta que nos casáramos formalmente, los demonios cumplen su palabra, como ya deberías saber.
- Sí, pero... ¿Eso no fue para darme tranquilidad de que no intentarías propasarte cuando todavía no confiaba en ti?
- Recuerdo haberte explicado que los demonios tenemos un alto respeto por las tradiciones y el decoro, no era una excusa.
- ¿Es tan importante para tu clan que yo sea "pura" al día de la boda para que pueda ser la esposa del líder?
- No, no cambiaría en nada para ellos, ni para mí. Sólo es mi intención respetar la tradición– Kazama cerró los ojos por un momento– ¿Se puede saber el motivo de tu insistencia? Me estás dando a entender que ya no quieres juegos, y de verdad deseas que te haga mía ahora mismo, ¿o me equivoco?
Chizuru bajó la mirada un momento, sonrojándose furiosamente, mientras pensaba cómo contestar a aquello. Sabía que Chikage tenía razón, pero el problema era que esa noche la "razón" estaba perdiendo la pulseada contra los sentimientos, y sospechaba que no sólo era así para ella, o de otra forma él no la hubiera provocado más de una vez al besarla y abrazarla de esa forma. Quizás el demonio era más orgulloso y tenía una firme educación al respecto del deber y las costumbres, en especial como líder y representante del clan era el menos indicado para actuar irresponsablemente, y por ese mismo motivo la joven pensaba que él estaba armándose de todas esas excusas para contenerse. Bastaba con mirar el fuego que apenas podían ocultar esos ojos rojos y la pregunta implícita de consenso que dejaba entrever, para saber que él sólo necesitaba un empujoncito para ceder a entregarse mutuamente en cuerpo y alma esa misma noche, negarlo era mentirse a sí mismos.
- Es sólo que después de todo lo que nos dijimos antes, y de que cada vez que nos besamos con más pasión siento que pierdo la cabeza, y a la vez se siente tan natural... Me pregunto por qué deberíamos contenernos.
- ¿Estás segura de que eso es lo que quieres? ¿No te arrepentirás?
- Si es lo que mi corazón quiere, no veo por qué me arrepentiría. Mis sentimientos no cambiarán, yo ya...
Titubeó ante la penetrante mirada de Kazama, pendiente de sus siguientes palabras, y la propia vergüenza de ella de atreverse a declarar sus sentimientos en voz alta y con toda claridad, pero creía que sería la prueba definitiva de lo que sea que fuere que sucediera después, no dudaría. Le devolvió la intensa mirada, y le sonrió con seguridad y calidez.
- Yo ya me enamoré de ti, Kazama-san... Chikage.
- Chizuru.
En esa ocasión no hubo de parte del demonio sonrisas confiadas, comentarios arrogantes ni humor sarcástico como respuesta. Lo único que pudo hacer, luego de susurrar el nombre de ella con una suavidad excepcional, fue mirarla larga y seriamente mientras la rodeaba con sus fuertes brazos y la acercaba para darle un sentido beso. Poco a poco, Kazama la envolvió con toda su calidez, buscando entrelazar al máximo sus cuerpos, incluso sus piernas con la piel desnuda y fresca bajo las yukatas.
Entre besos cada vez más apasionados, se fue acomodando hasta ubicarse encima de Chizuru, con el cuidado de no abrumarla con su peso, y al mismo tiempo buscar la mayor cercanía posible para sentir fundirse entre sí. Se estremeció al sentir los dedos de ella enterrarse en la parte trasera de su cabeza a la vez que instintivamente lo rodeaba con sus piernas, jalándolo hacia ella, pidiéndole más. Y vaya que se lo daría, iba a hacer todo lo que estuviera a su alcance para complacerla y corresponder todo el cariño que le profesó.
La besó tanto que cuando se separaron para tomar aire, le maravilló la vista tan hermosa y seductora que ella le estaba regalando, con los ojos cobrizos brillantes y entrecerrados llenos de deseo, la boca entreabierta con los labios hinchados dejando salir jadeantes respiraciones, y el cabello suelto y alborotado. Era una vista salvajemente hermosa, y eso que todavía estaba vestida.
- Esposa mía, tu expresión ahora mismo es una exquisitez digna de admirar. Déjame ver más, y te ordeno que no te contengas nada. Si algo te incomoda, me lo dirás.
En cuanto Chizuru asintió, depositó húmedos besos sobre su delgado cuello, rasgándole delicadamente la piel con suavísimos mordiscos, provocándola para hacerla soltar más gemidos, para después deslizar con tentadora delicadeza su lengua por el mismo lugar. No pudo evitar sonreír ante las reacciones que obtenía, aunque empezaba a ser una peligrosa adicción el querer buscar más y más respuestas favorables, el que una chica que solía ser tan tímida como ella se olvidara de sus reparos y simplemente se entregara a él. Era el más dulce poder que había sentido en su vida, se atrevería a decir que lo gozaba mucho más que la autoridad que devenía de su noble posición. Lo cual quería decir, entre líneas, que tenía que admitir que doblegarse a servir para el placer de su futura esposa estaba un escalón arriba que su propio placer egoísta.
- Las cosas que me haces admitir, mujer... –Masculló, entre molesto y a la vez con una media sonrisa.
- ¿Eh? ¿Q-qué dijiste? –Inquirió la castaña, confundida.
En lugar de contestarle, ignorando su desliz, Kazama aumentó la fogosidad de sus besos, empezando a deslizar sus dedos por el collar de la yukata de la joven, acariciándole la piel bajo ese borde, para luego posar sus labios en el lugar y seguir el mismo recorrido. Con sus hábiles manos desató el nudo el obi, jalándoselo de a poco hasta desenroscarlo de su cuerpo, era como abrir lentamente el más esperado regalo. Cuando lo logró, se separó de ella para contemplar la vista, y tuvo que tragar duro al ver por primera vez un atisbo de la blanca y suave piel, desde el centro del pecho hasta el bajo abdomen. Sólo era una franja de piel, pero ya le estaba provocando un sinfín de sensaciones y atrevidos pensamientos.
Le costó horrores no lanzarse a saborear la cremosa piel, tenía que comportarse con decencia y tampoco quería asustarla ni incomodarla con su arrebato apasionado. Para no volverla demasiado consciente de su desnudez y quedársele mirando, optó por quitarle poco a poco la única prenda a medida que la besaba, haciendo a un lado con sus dedos la tela para inmediatamente cubrir esa zona con sus labios y lengua. Por más que se sentía confiado y tranquilo a pesar de su inexperiencia, en el instante en que al fin tuvo frente a sus ojos la primera vista de los pechos desnudos de su mujer, sintió un intenso calor en sus mejillas, sin dudas se había sonrojado, él tampoco era inmune a ese efecto. Quizás no eran voluptuosos, pero eran hermosos en su elegancia y delicadeza, perfectos para ella, perfectos como ella.
Desde el momento en que ella había dicho esas palabras que calaron tan hondo en su orgulloso corazón, sabía que la única respuesta de esa noche sería dar todo de sí para complacerla y hacerla feliz, no guardarse nada, y disfrutar de lo que había soñado más de una vez. Era hora de convertirlo en realidad.
