La genética es un juego cruel de afortunados, naces con elementos preconcebidos, inalterables, perpetuos, incluso cuando se intenta cambiar e ir en contra de la naturaleza, nunca se sentirá completo, ni perfecto. Ese fue el arrepentimiento de la pequeña Isagi desde que era niña, porque su mayor anhelo le fue arrebatado en el momento en que nació: ganar la copa del mundo.
Amaba a Noel Noa; su clase, su efectividad, su juego, ella deseaba ser él, todo lo que representó y significó, el futbolista perfecto, el mejor delantero del mundo. Sin embargo, en un deporte de hombres, las mujeres caen rápido. Importó poco su talento o capacidades, todo se resumió a cómo fue bendecida por la naturaleza, y pronto comprendió que solo cayó en una frustrante maldición.
Siempre fue la mejor entre los niños, se animaba a jugar un juego que las niñas corrientes verían con desprecio. Recuerda sus regates, recuerda sus tiros, recuerda las alabanzas de sus amigos cantando su nombre en coros de alegría y felicidad. Al final, solo fue un juego y pronto dejó de ser divertido. Poco a poco, sin que nadie se diese cuenta, las oportunidades se desvanecieron. La pequeña prodigio de once años pronto fue relegada de su grupo, los niños comenzaron a racionalizar el hecho de jugar con niñas y, en virtud de la educación y la caballerosidad, dejaron de tomar en cuenta a Isagi, incluso si las palabras no fueron expresadas.
Una profunda impotencia golpeó a Isagi, los videos de su ídolo solo generaron dolor, una estrella que rápidamente perdió por la suerte. Deseó con fuerzas, con una furiosa devoción que algo cambiase, que pudiese volver a esos días felices en los que una pelota y un pase a la red fueron todos para hacerle el día, si tan solo pudiese cambiar su destino...
¿O podría?
Isagi observó de nuevo su habitación, las cajas acumuladas, ordenadas en pilas y en lugares para la limitada movilidad. La mudanza fue un proceso algo lento, más por reclamar el nuevo hogar en Saitama que aún debía ser desalojado. Sus amigos, su vida, todo lo que alguna vez conoció se desvanecería la próxima semana... ¿no fue lo mismo por la vía contraria?
Una idea loca, desenfrenada de su raciocinio habitual cruzó sus cables. Isagi pensó que funcionaría, corrección, sabía que lo haría. Con un rápido paso por las escaleras de su hogar, la pequeña niña encontró en la sala principal a sus padres con algunos papeles de gastos varios. Sin la timidez habitual, Isagi se disparó sobre su madre, una mujer tranquila y dulce que se sobresaltó por la bola de energía que se volvió su hija.
- ¿Qué ocurre, Isagi?
- ¡Mamá! – Isagi exclamó, el punto de inflexión de lo que pudo ser la única oportunidad de cambiar el destino que Dios le impuso -. Córtame el cabello.
XXX
Final de la prefectura de Saitama, los rugidos de los residentes que vinieron de los rincones cercanos alababan el espectáculo ofrecido, la audiencia cantó las barras de los equipos en un encuentro parejo. Ichinan contra Matsukaze Kokuo, el marcador de 1 por 0 a favor de los visitantes, últimos cinco minutos de juego.
La academia Ichinan no se rindió, el resultado desfavorable no les impidió combatir con uñas y dientes para arrebatarle a su rival la plaza para quedar en el campeonato nacional. Isagi escuchó los ánimos de sus compañeros, los rivales dejados atrás por la destreza de su exquisito toque de balón. El último defensor, un hombre lleno de dudas, sucumbido por la presión de la ventaja, unas cuantas bicicletas fueron suficientes para burlarlos. Las nacionales, eso fue lo que la mente de Isagi ocupó; no hubo rival, no hubo compañeros, solo él, una pelota y el arco rival.
Uno contra uno, la mente enfocada en mentalizar su disparo, un sello que llevaría su nombre más allá del estudiante común, escalar para ser considerado uno de los mejores jugadores del país. Faltó golpear el esférico, un gol cantado.
- ¡Isagi! ¡Pásala, estoy solo! – una llamada, la concentración de Isagi murió al ver correr a Tama, el ala derecha de su equipo en una posición regalada, tan clara que solo se necesitó empujar la pelota para anotar.
Uno para todos, todos para uno, el lema del equipo impregnado desde que ingresó en la academia nubló su cabeza, la confianza que su compañero finiquitaría el trabajo fue suficiente para él. Uno para todos, todos para uno, el futbol es un juego de equipo en que el compañerismo y la armonía es la clave de la victoria. Un pase preciso fue todo el trabajo de Isagi, el portero no tuvo tiempo de reaccionar a la jugada y Tama tuvo el pie preparado para dar el golpe asesino. Uno más, el empate en la bolsa, solo uno más para ir a las finales.
Sin embargo, lo que Isagi escuchó no fue el cantar del público ni el roce de las cuerdas, fue un golpe metálico y escandaloso. Palo, no se lo pudo creer, sus ojos quedaron hecho platos al ver el fallo de su compañero. Lo peor fue el destinatario, Matsukaze ganó la posesión y una contra letal fue lanzada. Comandante de la respuesta, Ryosuke Kira, el as del equipo contrario, recepcionó el pase y con un corto sprint superó su marca. Sin perder un segundo, un mortal golpeo fue enviado a la jaula, 2 a 0 el marcador.
Isagi perdió.
Sus compañeros pronto acudieron al devastado Tama, en un mar de lágrimas por desperdiciar una oportunidad tan clara. Fue una parálisis total, sus compañeros solo felicitaron su juego, algo a lo que se acostumbró hace mucho tiempo. Ni la reunión con el entrenador, ni los lamentos de sus compañeros generaron una reacción en Isagi, entumecida e indiferente ante cualquier acción, su cuerpo se volvió una tumba de misterio.
No eran el mejor equipo del mundo, o de Japón, o siquiera de la secundaria, solo un montón de desconocidos que quedaron a las puertas de algo grande. Ella no supo si reír o llorar, incluso con su estratagema su camino quedó ahí. Lamentó su debilidad, lamentó su incapacidad de superar el físico de los demás. Ella pensó que las cosas iban bien, que su esfuerzo y talento la llevaron a estar a la par de sus compañeros, que su sueño no sería inalcanzable. Fantasías, la visión de su futura yo quedó destrozada, la ilusión de ser como él se esfumó en el aire. La delantera de la gloria, la mejor jugadora del mundo, la as que llevaría a Japón a ganar su primera copa del mundo.
- ¡AHHHHH! – los impotentes gritos de un sueño frustrado, como odiaba esa palabra.
Los "qué hubiera" quedaron en la nada, las esperanzas murieron y todo quedó en un camino sin terminar. Fue su destino, ella nunca tuvo una verdadera chance de marcar diferencias, pero sobre todo, el hambre de ganar, una sed insaciable que no pudo llenar devoró su corazón.
Pequeños espasmos corrieron por todo su cuerpo, los gemidos y las lágrimas corrieron por su rostro en un reconocimiento a su derrota, la resignación de algo bonito que pudo ser y no fue. Se tomó un momento para secar sus lágrimas, a su madre no le gustaba verla llorar. Sin darse cuenta, Isagi llegó a las puertas de su hogar, una breve respiración para calmar lo último de sus emociones.
- ¡Ya llegué!
- Bienvenida de vuelta – dijo la madre de Isagi, pasando por el dintel de la cocina para recibir a su hija -. ¿Cómo te fue en el partido?
- Perdimos... tengo hambre.
- Es una lástima escuchar eso, y eso que te preparé Tonkatsu, tu favorito.
- ¿No deberías habérmelo dado antes del encuentro?, ¿para tener energías?
- Lo lamentamos – dijo el padre de Isagi, disfrutando de su plato con paciencia -, mamá y papá no sabemos mucho de deportes y eso.
Isagi solo suspiró, incluso los que no conocían el deporte sabían que la alimentación es un aspecto básico, pero no se molestó en corregirlos, más bien no tuvo el corazón para hacerlos. Eran padres grandiosos, ella los amaba mucho, no sería del todo justo recriminarles y tirarles todas sus quejas solo por estar de mal humor.
- Por cierto – Isagi vio a su madre buscar algo del cajón de la cocina, un sobre -, esto llegó para ti: es una carta de la asociación federal de futbol.
La noticia casi causó un atragantamiento, Isagi quedó paralizada por la noticia tan casual dicha por su madre. Ese pequeño lapso fue suficiente para que su madre se acercara y ella pudiese observar el contenido, sus padres también atentos al contenido de la carta.
- ¿Qué dice, Isagi? ¿Selección?
- ¿Eso es algo bueno? – preguntó el padre, una duda compartida por la madre.
Isagi no se molestó en escuchar la discusión de sus padres, quedó fascinada por cada letra escrita en la carta de la federación. Fue un milagro caído por los dioses, una señal que le detuviese su autocomplacencia, una verdadera última oportunidad.
- Isagi, ¿estás segura?
- ¿Qué? – Isagi miró la voz proveniente de su madre.
La extrañó, en lugar de la cálida sonrisa, una clara expresión de preocupación adornó sus facciones. Fue anormal, Isagi siempre conoció a su madre como alguien calmada, con la mente abierta a las posibilidades y las perspectivas, esa misma mentalidad fue la que la apoyó para disfrazarse de hombre durante años, que algo verdaderamente la molestara era un acontecimiento, por decirlo menos, raro.
- Aquí dice que es un complejo para 300 jugadores, estarás rodeada de 299 hombres – dijo la madre, algo que, incluso si fue lo que más extasió a Isagi, también entendió la raíz de sus molestias -. N-No lo malinterpretes, sé que te cuidarás, eres una niña fuerte, pero...
- Lo que tu madre quiere decir es que esto puede llegar a ser algo peligroso. No es como la escuela, aquí dice que es un internado temporal, pasarás todos esos días sin poder cambiarte a libertad, o actuar con normalidad, me imagino que no querrás que descubran que eres una chica.
Isagi no miró a sus padres, no por vergüenza, o miedo, solo por la insatisfacción de lo hueca que estuvo su mente para responder a sus dudas. Fue un punto de inflexión, el proyecto "Blue Lock" fue algo que llamó demasiado su atención; corrección, fue algo que anhelo en participar. En ese punto, lo racional o lo lógico fueron secundarios, y de esa guía empezó a hablar.
- Desearía... - a pesar de la claridad de su ideal, le fue difícil sacar las palabras con la intención de transmitir lo que quiso transmitir y sus padres entendieran -. Quiero intentarlo... triunfar... no, triunfaré – con leves asentimientos, la confianza de Isagi creció y se convenció de sus propias palabras -. Sé que esto no será sencillo, y puede que en algún punto descubran lo que soy, pero no puedo rendirme con eso... simplemente no puedo – una mano consoladora se apoyó sobre la mano de su madre, y aunque no pudo observar su propia expresión, estaba segura de que sería una llena de convicción -. No se preocupen, tendré cuidado y sé cómo manejarme, ya lo he hecho estos últimos tres años.
Su madre no habló, solo la miró por un par de segundos, unos segundos tan eternos que parecieron extenderse por minutos enteros.
- En verdad no sé si estoy siendo una buena madre – Isagi sintió que su corazón se detuvo por unos sólidos tres segundos antes que su madre dijera su decisión -, pero creo que sería peor si te impido no seguir tus pasiones.
- Entonces...
- Supongo... que puedes ir – la esperanza de Isagi se multiplicó hasta las nubes con esas sencillas palabras.
- Iyo, ¿estás segura? – preguntó el padre, consciente de la vacilación en la voz de su mujer
- Sí – dijo Iyo con más confianza -. Es que me gusta verte con esos ojos, llenos de tanta ilusión – Isagi no supo a lo que se refirió su madre, ni siquiera Issei, su padre, pareció entender, pero fue una idea que la madre entendió por completo -. Si es lo que deseas, no me interpondré en tu camino.
Sin dudarlo, Isagi se lanzó sobre su madre, un caluroso abrazo lleno de éxtasis y pasión, una que fue recibida por la débil y reconfortante mano de Iyo.
- Gracias, mamá.
XXX
La unión de federación de futbol de Japón fue un complejo de edificios ubicado en el centro de Tokyo. El recorrido no fue largo, la ciudad de Saitama no se alejó mucho de la capital, un viaje de dos horas que se fueron volando. El pecho de Isagi se contrajo en emoción al estar parada en ese edifico. No supo lo que estaría dentro de esas instalaciones, ni lo que esperaba encontrar, solo supo que fue una residencia intensiva. Con un leve suspiro, avanzó al interior del complejo, o lo hubiese hecho si un amigable llamado no la hubiese detenido.
- ¿No eres Isagi de la preparatoria Ichinan? – preguntó un chico de cabello blanco cenizo y ojos avellana se acercó hacia Isagi -. ¡Encantado de conocerte! ¡Espero que aún me recuerdes!
Isagi como pudo olvidarlo, parado justo al frente suyo estaba Kira Ryosuke, la joya de Japón, el arquitecto que destruyó las posibilidades de ir a las nacionales. En una nota personal, Isagi no le molestó demasiado encontrarse con el rival que los derrotó, él supo que su derrota no solo fue artífice de él, fue un cúmulo de circunstancias y errores que tanto él como sus compañeros cometieron por lo que no se sintió mal por reencontrarse con él.
- Sí, te recuerdo, perdimos contra ustedes – respondió Isagi, guardando la tarjeta de indicaciones en su bolsillo -. De hecho, me impresiona que me recuerdes.
- ¡Por supuesto, eras el mejor de tu equipo! Mi instinto nunca falla para reconocer a compañeros talentosos – dijo Kira, algo que tomó por sorpresa a Isagi, no porque pensara que no fuese buena (no hubiese sobrevivido si algo de talento no compensara las diferencias físicas con sus compañeros), fue por el hecho de ser reconocida como una jugadora destacada -. Tienes una perspicacia en el control de los tiempos, tu técnica es excelente, sin mencionar tu alto coeficiente en el juego. Es una lástima que hayamos sido rivales, de haber sido compañeros las posibilidades de compenetrarnos hubiesen sido infinitas.
- Ah... gracias... - balbuceó Isagi, sin saber cómo responder a todas esas cualidades, lo hizo sentir avergonzado.
- Será mejor que entremos, ¡Vamos! - -. Para serte sincero, ni siquiera sé para qué fuimos llamados.
- ¿No sabes por qué estamos aquí? – preguntó Isagi, sin comprender lo que se refirió Kira -. ¿No estás aquí por el internado de entrenamiento intensivo?
- ¿Internado de entrenamiento intensivo? – Kira se detuvo, su total atención puesta en Isagi -, dime más.
- B-Bueno, mi carta decía que reuniría a 300 jugadores para ser internados en un programa de entrenamiento avanzado auspiciado por la federación de futbol japonesa. Dice que todo lo necesario ya está implementado en las instalaciones y no debemos preocuparnos por nada.
- ¿De verdad? – la confusión de Kira se volvió en inconformidad por no saber nada de eso -. Debe ser que mi carta está incompleta, nada de eso se mencionó – con un leve encogimiento de hombros, Kira avanzó con normalidad hasta el interior del edificio -. Aunque eso es malo, pronto iniciaran las nacionales, no debería perderme eso solo por un programa de entrenamiento.
- Sí, pudo ser eso.
Isagi estuvo igual, ¿cuál fue la diferencia entre la carta de Kira y la de él? Quiso preguntarle el contenido de su carta, tal vez intercambiar, pero tampoco quería molestarlo. Fue un logro que fuese reconocido por un jugador de ese calibre, no quería estropear su buena vibra por indagar en problemas estúpidos. De todas formas, eso fue el menor de sus problemas. Dentro del edificio, una lluvia de ojos se dirigió en su contra. Jugadores de todas las prefecturas y los rincones de Japón, la élite del futbol de preparatoria reunido en una sola habitación.
- Creo que reconozco algunos – Isagi escuchó a Kira hablar a su lado -. Ese de cresta amarilla es Okawa, el as de Senno. Ese de ahí Ishikari, el jugador más alto de preparatoria. Oh, increíble, incluso puedo ver a Nishioka, el "Messi de Aomori".
Isagi se percató de algo: todos los que mencionó Kira eran jugadores de posiciones ofensivas, o delanteros para ser más específico. Reconoció algunos rostros y nombres, todos compartían esa misma característica; ¿fue una extraña coincidencia que todos los jugadores que reconoció eran delanteros, o de por sí todos los reunidos aquí eran delanteros?
- Probando, probando – el centenar de ojos se dirigió al podio al fondo de la habitación -, uno, dos... perfecto. Felicidades, gemas sin pulir – con una luz cegadora, en medio del podio, un hombre alto y extremadamente flaco, de pelo negro corto y ojos ocultos por unas gafas rectangulares apareció -. Todos ustedes son los menores de 18 años que fueron elegidos a partir de mi criterio y mi juicio subjetivo para estar presentes el día de hoy. Sí, los 300.
Sus movimientos, incluso el más simple levantamiento de brazos fue algo bizarro, fuera de lo común, algo ganado por la figura anormalmente flaca.
- Soy Jinpachi Ego, mi trabajo es hacer de Japón un equipo capaz de ganar la copa del mundo.
Los murmullos no se hicieron esperar, Kira incluso preguntó a Isagi si algo sobre él fue mencionado en su carta, algo que negó, igual de confundido por las intenciones del sujeto, aunque no le importó mucho quién era sino lo que dijo: la copa del mundo.
- Lo diré claro y conciso, Japón solo necesita una cosa para ser considerado una selección top mundial: la creación de un delantero revolucionario. Entre los 300 jóvenes que se han reunido hoy aquí, forjaré al mejor delantero del mundo a través de cierto proyecto.
De nuevo, los confusos murmullos resonaron en el área. Isagi miró confuso, ¿acaso tampoco sabían la razón por la que fueron reunidos, fue la única que conoció el proyecto Blue Lock desde el principio? Aun así, la parte de los delanteros no fue mencionado. Eso confirmó su sospecha inicial; todos los reunidos en esa sala eran los mejores delanteros de preparatoria de todo Japón.
- Para lograrlo, hemos creado una instalación...
Isagi se desconectó un poco en ese punto, ya conocía todo lo que trató las instalaciones y el proyecto en rasgos generales, nada de lo que dijo el hombre fue nuevo para él. Ese fue el problema, al contrario de él, los demás prestaron atención absoluta, confusos de lo que trató el proyecto, algo que confirmo algo: fue la única, o de las pocas que conoció el proyecto antes de tiempo. ¿Por qué? ¿Acaso fue un error que información de más se haya colado en su carta?, ¿O hubo un factor externo que interfirió y abogó por darle esa información? Desconocido, ella solo era una chica de preparatoria desconocida; ni sus padres, o algún familiar estuvo afiliado con la federación de futbol. Aun así, llegó a un punto que no fue tocado en la carta, uno que la alertó de inmediato.
-...pero les diré esto: si se las arreglan para sobrevivir y derrotar a los otros 299 participantes, les aseguro que ese superviviente se convertirá en el mejor delantero del mundo. Eso es todo por ahora, encantado de conocerlos.
La sala quedó paralizada, ni un alma se movió tras anunciar todos los detalles del llamado, todos apenas asimilando lo expresado por el hombre. Incluso Isagi, que conoció el hecho del "Blue Lock", quedó igual de pasmado ante ese desborde de información. Sin embargo, entre ese mar de neblina y confusión, la fragante voz de Kira exclamó con pasión.
- ¡Oye!, lo siento, pero no puedo aceptar esto. La mayoría de nosotros priorizamos nuestros equipos, sobre todo aquellos que pasaron a las nacionales, no hay forma que pueda aceptar esos términos. Yo no abandonaré a mi equipo.
Las quejas y los reclamos, todos inspirados por las breves palabras de Kira. Uno por uno, delanteros de diferentes partes de la habitación se opusieron a la idea de inmediato. Isagi no supo que decir, o más bien, fue justo lo que esperó, ¿cómo se le ocurría llamar a todos esos chicos sin informarles para qué vinieron?, un sinsentido total.
- Ya veo, supongo que están demasiado jodidos de la cabeza – Ego rascó la parte trasera de su nuca, inconforme tanto en voz como en cuerpo por las respuestas de los delanteros -. Muy bien, pues piérdanse. Si desean priorizar a su equipo y quedarse solo con un trofeo vacío de preparatoria en este tugurio de país sobre volverse el mejor delantero del mundo, entonces no los necesito.
- Me da lástima, la verdad, que el futuro de Japón esté en manos de ustedes. Somos el agente administrativo y organizacional más grande del mundo, la mayoría lo atribuye a nuestra ética de trabajo, pero aparte de eso somos unos completos mediocres – la plantilla de la reciente convocatoria de la selección apareció en un proyector detrás de Ego, la atención de Isagi fue ahora completa y absoluta, como si cada palabra dicha por ese hombre fuese profética.
- Déjenme preguntarles algo... ¿qué es el futbol? ¿Un deporte que intentas marcar goles con los 11 jugadores en el campo? ¿"nuestros lazos son importantes"? ¿"Jugar junto a mis amiguitos"? Que terrible error – Ego despotricó, sus palabras llenos de asco y repugnancia, como si el solo concepto fuera tan diferente de lo que significó importante -. Les enseñaré lo que se trata este deporte:
El futbol es, en esencia, un deporte sobre marcar goles, incluso a expensas de sus compañeros.
El mejor jugador del mundo es aquel que marca la mayor cantidad de goles. Si quieren irse y pretender jugar al futbol, la puerta no está cerrada con seguro.
- ¡Estás mal! – gritó Kira, indignado de todo lo expresado por Ego -. Jugadores como Honda, o Kagawa, y muchos otros son los que han dado vida a esa selección, ¡Un juego colectivo que forma parte de nosotros! ¡Son nuestras estrellas, tú te equivocas!
- Hmm... Honda... Kagawa – Ego pensó un segundo, como si de verdad meditara las palabras de Kira, aunque Isagi supo que no era más que un acto, un vil drama para desquebrajar al ojo público las palabras de la estrella en ascenso -. Dime algo, ¿acaso no son los fracasados que no han ganado ni una copa del mundo? No me importan esas basuras, no puedes ser el mejor delantero del mundo sin haber ganado la copa – con un pequeño silencio, Ego decidió tomar un nuevo rumbo en la charla -. Hablemos, por ejemplo, de Noel Noa.
Los sentidos de Isagi se dispararon, el llamado de su ídolo fue algo que siempre despertó hasta el último de sus sentidos.
- O más bien, de sus palabras: "prefiero perder 3-4 marcando un Hat-trick que ganar 1-0 con una asistencia". Eric Cantona, uno de los mejores jugadores del siglo pasado declaró: "Cuando las gaviotas siguen al barco pesquero, es porque esperan que se tiren sardinas al mar". Que tal Pelé, posiblemente el mejor jugador de todos los tiempos: "¿El mejor delantero, mediocampista, defensa o portero? Preguntes lo que preguntes, la respuesta será la misma; yo"
La espalda de Ego empezó a contorsionarse, el verdadero rostro del maquinador que diseñó una prueba tan cruel para unos chicos de preparatoria, la más oscura y pura de las pasiones liberada y explotada en un frenesí.
- ¡Horrible, no! ¡Pero tienen la libertad de decir eso! ¡Ellos son delanteros que revolucionaron el deporte! – la compostura de Ego se perdió por completo, el verdadero ser, lleno de codicia y fanatismo que lo han llevado a lo que es hoy: un espectro apasionado -. El egoísmo, es la pieza que le falta a Japón. No puedes ser el mejor delantero del mundo sin un ego que pueda equipararse – la calma volvió a su voz, el decoro anterior volvió a su persona -. Mi propósito aquí... es crear un jugador con esas dimensiones, un delantero entre los 300 reunidos que se alzará con la gloria.
Isagi no pudo creerlo, la magnitud de las palabras del conferencista caló en lo más hondo de su ser. ¿Ella, la mejor delantera del mundo? No podía ser, aspiró a muchas cosas, pero eso fue ridículo de considerarlo, la realidad es que no era más que una delantera promedio que un punto su talento quedaría opacado en la nada.
- Déjenme plantearles un escenario – Ego levantó el dedo, sus dedos apuntando a las sienes de su cabeza, como si intentase comunicar por medio de telepatía -. La final de la copa del mundo, jugando en un estadio de 80.000 espectadores, último minuto del descuento, el marcador va 0-0, ¡La última jugada del partido! Un compañero ha filtrado un balón hacia ustedes, un 1 vs 1 contra el portero rival. A tu lado, un compañero desmarcado te apoya, un pase es todo lo que necesitas para consagrar la victoria, las esperanzas de todo un país recaen en tu decisión, el momento decisivo, ¿qué hacen?
Isagi supo la respuesta. Ese fue el error, no el de sus compañeros, o entrenador, el de él... el de ella. Los ecos de su voz empezaron a augurar una estampida desenfrenada, la sangre corrió por todo su cuerpo, el escenario se plasmó en su mente con una lucidez tan vívida, tan precisa que pudo sentir todo lo que describió Ego y mucho más, mucho, mucho más.
- les diré que hacen: ¡Rematan! – las paredes detrás de Ego empezaron a abrirse, las grandes puertas que llevaron a un pasaje ambicioso, una ruta directo al olimpo o el barro del futbol -. Si quieren ese egoísmo rebelde, capaz de imponerse ante cualquiera, entonces atraviesen estas puertas. Hagan un lado el sentido común, abracen su instinto; cuando tú estás en el campo, tú eres la estrella.
Quiebre.
Fue suficiente, no necesitó escuchar más. Isagi corrió, corrió lo más rápido que pudo en toda su vida. Su cuerpo, su mente, su corazón, todo se conectó en ese momento y todo se nubló a través de las imponentes puertas. No fue una última oportunidad lo que se presentó frente a ella, fue una luz de renacimiento, un nuevo comienzo que marcaría el inicio de su legado. Ella lo supo, por eso escuchó cada palabra de la boca de ese hombre, casi en una religiosidad absoluta: ese fue el futbol que estaba buscando, ese fue el futbol que movió su corazón, ese fue el futbol que promulgó Noel Noa.
Junto a Isagi, el resto de los delanteros se abalanzaron, desesperados por entrar en esas puertas y dar a juzgar su ego. No le importó ya, a la mierda las posibilidades, a la mierda el género, este fue un nuevo inicio para Isagi Yui, este fue el renacimiento de Isagi Yoichi.
