Pasando entre montañas en un ómnibus, los participantes del proyecto fueron llevados a las instalaciones en la cima. El complejo Blue Lock fue todo lo que se imaginó Isagi y más: un imponente edificio con una infraestructura que no tendría nada que envidiarle a ningún conjunto deportivo… y azul, por supuesto.

Los buses no tardaron en arrimar, diferentes buses enviados a diferentes secciones de la base, el bus de Yui quedó entre otros dos buses. Frente a la entrada, una chica de cabello rojizo, de una blusa informal beige que gritó el nombre de cada uno de los participantes, no se permitió pasar hasta que ella entregara el paquete junto a una tarjeta de acceso personal.

- ¡Siguiente! – la mujer vio el uniforme y la lista, con un pequeño estremecimiento antes de anunciar el siguiente participante -. Oh… Isagi Yoichi.

Isagi se acercó junto a la mujer, vista de cerca reconoció que era alguien muy bonita, no era la clase de chica que encontrarías en un entorno como ese, aunque sería un hipócrita total si tomaba eso como una consideración o un juicio de valor.

Sin decir una palabra, Isagi avanzó por las habitaciones, indicaciones dadas con anterioridad para llegar a un cuarto en específico. Tanto por dentro como por fuera el lugar era una fortaleza, un laberinto que si no fuese por las indicaciones de la mujer sería imposible guiarse. No supo en qué momento pudieron construir un edificio como ese, pero definitivamente no fue una inversión barata.

- Habitación Z… habitación Z… - al voltear en una esquina, Isagi encontró el cuarto, la puerta que daría comienzo a su verdadera carrera.

La habitación fue algo que no esperó: sin contar los compartimentos para cada jugador, la sala estaba completamente vacía. Los diferentes miembros del grupo solo se cambiaron o esperaron las indicaciones, y pese a observar por un segundo a Isagi llegar, los ojos se quitaron con la misma rapidez que se generó el interés.

- ¡Isagi! – llamó Kira, al parecer también compartió grupo junto a él -. Que alivio, al menos hay una cara conocida.

- Kira, también es un… - Isagi no pudo completar su saludo antes que una camisa voladora se lanzara contra él, apenas por un roce pudo esquivar la sudorosa prenda, y pese a los buenos reflejos, su cuerpo perdió el equilibrio y su trasero fue la única almohada para amortiguar su caída.

- Oh, mi culpa – con un pequeño trote, un joven musculoso de cabello naranja se acercó a ayudar a Isagi a levantarse -. No quería lanzarla, solo salió volando.

- No pasa nada – contestó Isagi, antes de ser ayudado a levantarse por el chico.

- Aunque buenos reflejos, es una lástima que tus piernas no fueran tan rápidas con tu mente.

- Por lo regular no soy tan torpe.

De todas formas, las palabras del chico no fueron desacertadas, sus reflejos e ideas siempre llegaron más rápido que su cuerpo. Intentó trabajar en su físico, en verdad, pero nunca fue su gran fortaleza, y aunque sin descuidarlo, prefirió pulir otras áreas como su drible o su pase para esquivar la mayor cantidad de rivales posibles, además que fueron los atributos más elogiados por su entrenador por lo que no fue extraño que se especializara en ello.

- Isagi, tenemos que cambiarnos, los demás ya lo han hecho.

Eso erizó la piel de Isagi. Un cuarto abierto, con veintidós ojos apuntando a su dirección, sería imposible que no se diesen cuenta de un par de cosas. En su lugar, decidió abandonar la sala en busca de un baño para poder cambiarse

- ¿A dónde vas? – preguntó Kira, algo curioso de las acciones de su rival.

- Yo… necesito ir al baño – respondió Isagi, una excusa básica, pero creíble -. Y aprovecharé para cambiarme por ahí, te prometo que no demoraré.

- Está bien, pero procura no tardarte, no sabemos qué es lo que ese loco quiere que hagamos.

Todos los delanteros se extrañaron al ver a Isagi salir de la puerta de la habitación, aunque ninguno comentó algo al respecto. Fue una fortuna que en camino a las habitaciones Isagi pudiese encontrar los compartimentos a los baños y las duchas.

Entrando, con la puerta cerrada en uno de los compartimentos, empezó a cambiarse por completo; es cierto que ninguno de sus objetos personales quedó en su posesión, entre ellas la clave de todo: su camisa compresora. Fue un riesgo, a diferencia de las rutinarias, Isagi tuvo que usar una talla un poco más grande a su gusto, de nada servía que ocultara sus atributos si en medio del partido queda exhausto por falta de oxígeno, pero más por el uso casi permanente que tendría que disponer de la camisa para no ser descubierto. Supo que no sería lo más saludable, en especial porque esa parte en específico no era plana por decirlo de algún modo, pero fue el mejor método que pudo pensar para equilibrar su salud y el rendimiento en el campo. Solo pidió a Dios que pudiesen confundir la camisa con un pecho más desarrollado.

Con solo un breve retraso, Isagi volvió a la habitación Z, de nuevo a la vista de todo el mundo. Quedó estático, no supo porque las miradas de sospecha y recelo, por un momento vio su cuerpo, lanzando improperios sin descanso al pensar que echó a perder todo por algún error. Sin embargo, más alejado de la realidad, la molestia fue mucho más simple de lo imaginado.

- ¡No pienses en salir de nuevo! ¡Estás retrasando lo que sea que tengamos que hacer! – escupió un chico rubio con dientes afilados.

- C-Claro.

- ¡Cuidado! – con un movimiento rápido, Kira agarró el antebrazo de Isagi antes de señalar la razón del repentino movimiento -. Parece que está profundo.

Isagi quedó extrañado por la capacidad que tuvo ese chico para quedarse dormido en una prueba de esa índole, sus murmullos incomprensibles y el ocasional nombre de un futbolista famoso como Zidane o Zico.

- ¡Woah, Kira! ¿Con quién hablas? – con impertinencia, un chico rapado se acercó al lado de la estrella de Japón para observar a Isagi -. ¿Un amigo? ¡Encantado de conocerte! ¡Mi nombre es Gurimu Igarashi!

- Hola…

Isagi no supo qué responder a la espontaneidad del sujeto, en especial cuando empezó a despotricar sobre su pasado y como fue criado en un templo budista para ser un heredero, idea que el chico rechazó de inmediato. Aun así, también fue fácil comprenderlo, todo a raíz de él: Ego. Su discurso generó un impacto anímico más grande de lo que pensó en un principio y empatizar con Igarashi fue bastante sencillo.

- ¿Ya terminaron de cambiarse, diamantes sin pulir? – como si fuese llamado por su solo pensamiento, Ego apareció en la pantalla del televisor para ganarse la atención grupal -. Ahora, debe familiarizarse con los rostros que ven a su alrededor. Desde este punto, las personas reunidas aquí serán tus compañeros… como tus rivales.

El artífice del proyecto fue alguien imponente a su modo, eso fue definitivo por la tensión exagerada proveniente de cada una de las personas en la habitación, incluido el propio Isagi.

- A partir de un análisis elaborado por medio de mi completa subjetividad y uno de mis colegas, representamos su potencial por medio de un ranking global, uno representado por la camisa que llevan puesta. De esa forma, podrán determinar el lugar que ustedes ocupan entre los demás competidores.

Isagi lanzó un vistazo a su hombro, solo para mirar con fastidio el número asignado: 299. Fue un golpe directo a su tráquea, siendo considerado uno de los peores miembros de todos los grupos.

- Su puesto no es fijo, cambiará dependiendo de diferentes factores y circunstancias que vivan a lo largo de Blue Lock, puede subir como bajar dependiendo de entrenamientos o rendimiento de los partidos, e incondicionalmente, los 5 mejores estarán disputando el área ofensiva para el mundial sub-20 que se jugará dentro de seis meses.

Todos quedaron paralizados. La sub-20, una instancia que pocos jugadores soñaron en participar tuvo cupos asegurados a los victoriosos que se alzaran con la victoria de esta carnicería – de forma metafórica -.

- Además – Ego continuó, como si la anterior información no fuese más que algo protocolario -, aquellos que sean derrotados en Blue Lock quedarán excluidos permanentemente de cualquier categoría del seleccionado japonés. Solo el jugador con el mayor ego puede sobrevivir estas instalaciones, es ese ego el que todo delantero requiere para triunfar – con una leve respiración expectante, Ego se acomodó para tomar una posición más seria y monótona -. Ahora, es hora de jugar las atrapadas.

Ego explicó las reglas del juego mientras un balón cayó desde una ventanilla en el techo, además de quitar del área los compartimentos de ropa. Los jugadores tuvieron 136 segundos para desplazarse alrededor del lugar, la persona que posea el balón en ese momento quedará eliminado si después de los 136 segundos mantiene el esférico y el uso de las manos estuvo prohibido. En la pantalla, el nombre de Igarashi se presentó, junto a un dibujo bastante feo a consideración de Isagi.

- Es un juego sencillo, los jugadores profesionales incluso lo usan como parte de su calentamiento, pero no se confundan, esto es una prueba de su egoísmo que he ideado para sentar una base de quién posee el mayor ego. Ahora prepárense, el tiempo empezó a correr.

El pánico inmediato rodeó el lugar, la sorpresa de ser recibidos con la primera prueba no llegó a la mente de ninguno. Por medio de un chico de cabello castaño, los jugadores se dieron cuenta que estaban en una habitación cerrada. Al comprender con rapidez su situación, Igarashi tomó el esférico entre sus pies y observó alrededor del área a todos sus posibles objetivos.

- De antemano lamento tener que eliminar a uno de ustedes, pero no me culpen por su derrota – declaró, una clara resignación en su voz fue todo lo que se necesitó para develar sus dudas internas.

- E-Espera – habló otro chico, uno de un castaño más oscuro que el de la puerta -. ¿De verdad crees todo eso de la sub-20?

- No sé si creer o no. Sin embargo, quedar eliminado aquí es estar confinado a una vida de monje, ¡Me niego a vivir el resto de mis días como un monje!

Si hubo alguno que no estuvo atento, la resolución de Gurimu fue suficiente para mantenerse alerta. Incluso si la amenaza fuese falsa, la posibilidad de quedar eliminados en primera fase no es algo que le agradara a ninguno. Todos los conceptos por Ego fueron absurdos, inverosímiles a todo lo que se consideró como futbol, pero todos estaban aquí por una razón u otra y nadie cedería su lugar incluso si todo fue algo confuso.

Más por acción que entendimiento, la carrera empezó e Igarashi corrió en contra de las personas más cercanas. No, ese fue el error de Isagi, en realidad la carrera fue contra…

- ¿¡Yo!? – vociferó, sin creer en realidad que sería el objetivo del monje.

- Lo siento, Isagi, ¡Pero voy a por ti, número 299!

Un remate se disparó en su contra, pero Isagi pudo llevarlo bastante bien. En realidad, no fue un tiro impresionante y esquivar fue algo sencillo. La pelota rebotó en la pared y se perdió de la línea directa de Igarashi, obligándolo a buscar el balón al ver su fracaso.

- Esto es una broma – Isagi escuchó a Kira a su lado, no tuvo que ser un genio para saber que el chico estaba molesto -. ¡No hay forma que los profesionales practiquen de esta manera! Solo me inscribí para oponerme con toda esta estupidez. No voy a permitir que un estúpido juego de las atrapadas defina mi futuro. ¡Ese tipo es un maniático si cree que permitiré eso!

Isagi observó a Kira algo impactado, en verdad se metió de lleno en el asunto y sintió la ofensa recorrer cada poro de piel, y aunque deseó indagar, su prioridad se enfocó en estar con un ojo pegado a Igarashi y esquivar todo lo que pudiese. Hablando del monje, el tiempo empezó a escasear con un ritmo preocupante y ninguna de las bolas que lanzó tuvieron la fuerza o eficiencia para generar un cambio en esa dinámica. O al menos eso pareció, hasta que encontró a la única persona que no pareció huir de su presencia: el chico de mechones amarillo que parecía profundo en sus sueños.

- ¡Jajaja! ¡Mira mi suerte, sigue dormido!

Lo que Igarashi no esperó es que una patada directa a su mejilla fuese disparada a una velocidad cegadora, el golpe fue uno bastante limpio y desagradable, Isagi no pudo evitar estremecerse un poco ante el desmedido impacto.

- ¿Qué carajo? ¡Eso dolió! ¿¡Y acaso eso no sería una falta!?

Las quejas parecieron quedar en oídos sordos, el chico solo se interesó en recuperar la movilidad de su cuerpo adormilado, unos pocos estiramientos mientras el monje se recuperaba del dolor.

- ¿No dijeron que la única regla era no usar las manos? – una voz adormilada y el leve bostezo solo generó más intriga de lo que pasó por la mente de ese chico -. Buenos días.

Visto de frente, a Isagi no le dio un mal visto: un chico algo alto, de ojos tan vibrantes y amarillos que su cabello, tal vez el más delgado de todos los integrantes en la sala sin contar a Isagi. Fue curioso el impactó que marcó en él, como si algo a su alrededor llamara su atención, o tal vez solo fue la extravagancia que lo hizo destacar entre los demás.

- Oye, no juegues con esa mierda – pronto, el chico que le tiró la camisa a Isagi abogó a favor de la falta cometida sobre Igarashi -. Juega limpio.

- ¿hablas en serio?

Golpe.

Con la guardia baja, Igarashi aprovechó para conectar el balón contra el rostro del alto adolescente lo que provocó el primer cambio de roles en la habitación. Sin embargo, las celebraciones del monje quedaron muertas ante la opresiva patada que estuvo a punto de recibir por el imponente chico.

- ¡Maldito bastardo! ¡Estás muerto Igaguri!

Casi como acto reflejo, y al ver que el balón era demasiado rápido para esquivarlo, Igarashi tomó la mejor ruta de acción: rastrero, sería la definición de tomar entre sus brazos el cuerpo de Isagi. La sorpresa de un pequeño rubor corriendo por su rostro impidió que Isagi esquivara el balón directo a su estómago. El dolor fue inmediato, el poder detrás del remate del chico fue algo descomunal, nada comparable a los ridículos tiros del monje. No solo eso, la camisa de compresión aumentó los efectos del golpe, el aire de sus pulmones se desvaneció por completo y parte de su saliva se filtró por fuera de su boca.

- Mierda…

- Oh, mala mía – dijo el chico, un poco de arrepentimiento por el daño colateral causado, y aunque pareció que deseaba ayudar a Isagi, comprendió la situación en la que estuvo.

Isagi se tomó unos solidos diez segundos antes de recomponerse, menos de 50 segundos quedó en el reloj. De un momento a otro, las tornas del destino volvieron a obstaculizarlo.

Sin aliento, todavía herido, y con un dolor insoportable en el pecho y toda la zona abdominal, Isagi tomó el balón entre sus pies para intentar golpear a alguno con su disparo.

Si los tiros de Igarashi fueron patéticos, los suyos fueron tristes, de por sí su poder de disparo siempre fue muy débil y ahora con todas las dificultades lo hizo aún peor.

Maldijo al chico de alta musculatura, maldijo a Igarashi por agarrarlo, maldijo la maldita camisa de compresión, la prueba, todo.

No importaba nada, debía conectar un disparo, uno. En lugar de objetivos sin propósito, Isagi prefirió seguir la estrategia del monje, apuntando en su contra.

Su sueño, su esperanza, su oportunidad de renacer desaparecería sí no sobrevivía esa prueba. Incluso con su deficiente respiración, sus piernas de plomo, su deficiente energía, usó todo de sí para continuar y definir el pase a la siguiente ronda.

Un disparo fue todo lo que necesitó.

- ¡Ey! ¡Suéltame!

- ¡Mira por aquí! ¡Una oportunidad! – la cantarina voz del chico de ojos amarillo detuvo la arremetida de Isagi.

Vio al chico más pequeño enredarse como serpiente sobre el titánico cuerpo del adolescente musculoso. No fue una sorpresa que, con un grito de furia, el chico musculoso se decidiera de la pequeña peste y lo mandara a volar al otro lado de la habitación. Lo que sí fue una sorpresa fue el aterrizaje importunado sobre el cuerpo de Igarashi.

- Upss, mi error.

- ¡Oye, bájate de mí! – ambos chicos se separaron de inmediato, el chico amarillo corrió en dirección opuesta a Igarashi. Sin embargo, el monje no pudo replicar su movimiento -. E-Espera – se quejó, Isagi vio el por qué: su tobillo se dobló con el golpe -. T-Tiempo fuera, ¡Aguarda!

Isagi no escuchó, solo acercó más y más la pelota en su contra, las suplicas del indefenso adolescente rayó en lo patético, aunque ninguno lo culpó en realidad.

Una oportunidad de oro, solo un disparo y se salvaría. Su carrera, su sueño, sus esperanzas, su vida, todo resurgiría. Solo debía patear la pelota y que diera en el lesionado chico.

…¿por qué se sintió incorrecto?

Dudó. Isagi dudó, no supo qué hacer, fue algo tan sencillo como disparar contra el monje y todo se acabaría.

¿Después? ¿Qué cambió significó eso? ¿Acaso representó un desafío?

- ¿Qué estoy haciendo?

15 segundos, no hubo tiempo que perder. Fue un error, Igarashi no pudo ser el eliminado, o más bien, disparar a Igarashi sería un error, eso no fue un desafío.

Ella escaló, desde el más profundo lodo para afianzarse en su equipo. Se destacó, sudó como ningún otro, luchó para estar a la par de sus compañeros. No importó que la superaran, no importó que fuesen más fuertes, más rápidos o más durables que ella, Yui nunca lo tomó como una excusa. Ahora, abandonaría ese esfuerzo por la facilidad, ¿qué cambiaría?, volvería a ablandarse, a confiarse de todo lo que alguna vez pensó que era importante.

No supo qué era el ego, ni lo que intentó decir el lunático de la pantalla, pero una cosa estuvo clara en su mente.

Isagi Yui no tomaría la ruta sencilla.

En su lugar, Isagi volvió al chico de ojos amarillos. Fuerte, ese era el chico más fuerte, es lo que dijo su mente. ¿Acaso importó si no le conectaba? Si no lo hacía, significó que nunca tuvo una oportunidad desde un inicio. Debía mejorar, debía ser más fuerte, más veloz, más durable, escalar en una montaña que nunca estuvo destinada.

Y ese disparo era su resolución.

- Me gustas.

- ¿Qué?

Isagi fue sorprendido por el chico; en lugar de huir del esférico como cualquier otro, se abalanzó sobre él. De inmediato, la pantalla cambió a su nombre: Meguru Bachira.

- Si vas a derrotar a alguien, ¡Debe ser el más fuerte de este cuarto!

Bachira cargó contra el rango más alto entre todos, Kira. La estrella del futbol japonés fue tomado con la guardia baja, no esperó que fuese el objetivo del excéntrico chico, tampoco lo hizo Isagi quien se limitó a observar el intercambio.

Un disparo, bastante débil y predecible para Kira. Ese no fue el objetivo, una letal patada de hacha se disparó en el lugar en que alguna vez estuvo la cabeza de Kira. Con una ágil maniobra y parado de manos, la pelota voló por todo el escenario. La estrella sonrió con alivio al ver la pelota volar en una dirección diferente a la suya, y la curvatura era tan fácil de leer que con tan solo alejarse de su trayectoria causaría la derrota del chico.

Infortunadamente, eso no fue un tiro, fue un pase.

Y el destinatario del pase no tuvo piedad. Un tiro directo al rostro de Kira que no pudo responder ante el inigualable poder del disparo, el infantil grito de Bachira apenas se escuchó por el corte del aire que esa bola dio en contra de la estrella, un poder suficiente para causar una hemorragia nasal inmediata.

2 segundos en el reloj, pero fue demasiado tarde, el cuerpo de Kira solo cayó con lentitud hasta que el tiempo se cumplió y hubo un eliminado.

- ¿Qué hiciste…? – confusión, dolor, traición, tanto que se adhirió a una sencilla pregunta, y una que el autor del disparo supo cómo responder.

Apenas comprendió lo que hizo su cuerpo, Isagi despertó de su trance solo para ver la dolorosa mirada de Kira, los ojos impactados de los demás participantes y la exuberante alegría de Bachira.

- Yo… yo… la pelota – balbuceos sin sentido salieron de la boca de la chica, nada pareció tener sentido en ese momento -, era rápida… así que yo…

- ¿Qué mier…? – Kira no pudo terminar su pregunta antes que la pantalla de la habitación se prendiera de nuevo.

- Buen trabajo, diamantes en bruto, veo los resultados de la prueba: el jugador que nos desharemos será Ryosuke Kira.

Kira quedó petrificado, parado sin consentir las palabras de Ego.

- ¿Qué mierda? – el rechinar de los dientes, la piel encarnizada en un intenso rojo, una furia que nadie pudo haber imaginado en ese hombre brotó por su persona, un volcán que explotó en indignación -. ¿¡Crees que ganarás la copa del mundo con estas tonterías!? ¿¡Cómo puedes expulsar a alguien tan talentoso como yo!? ¿¡Por qué no Igaguri o Isagi!?

Isagi no supo cómo responder, esa faceta de Kira fue algo tan alejado de todo lo que era él, tan… visceral y violento, con chillidos y reclamos lanzados a los cuatro vientos y lo único que pudo hacer es observar la escena.

- ¿¡Cuál es el punto de todo este juego!? ¿¡Por qué putas estamos haciendo todo esto!? ¡Las atrapadas no tienen nada que ver con el futbol!

Ego, tan impasible como el lado calculador – así lo apodó Isagi – siempre demostró, no se inmutó ante el arrebato de Kira, solo miró y analizó la situación como si todo fuese cotidiano.

- En Blue Lock, todo lo que se hace será relacionado al talento. Mira a tu alrededor, talento fracasado – todos detallaron hasta el último detalle de la habitación rectangular -, el área de esta habitación es de 16.5 x 40.32 metros.

La idea se conectó de inmediato: el tamaño del área del portero, las proporciones del área penalti. Isagi de inmediato comprendió el ejercicio: movimiento espacial. Los que tenían el balón debían desenvolverse lo suficientemente bien para "anotar goles", mientras los que escapaban debían entender el espacio de movimiento y jugar con él a su favor. Una idea poco convencional, salida de la caja, que le dio más imagen de la clase de loco y revolucionario que creó eso. No solo eso, el tiempo brindado fue de hecho justo el tiempo promedio que un jugador de futbol posee el balón a lo largo de los 90 minutos de juego; un ejercicio simple y efectivo.

- P-Pero ¿¡Qué esperabas que hiciera en 10 segundos!?

- ¿Esa es la excusa que dirás al final del partido – preguntó Ego, dejando en completo shock a Kira -. Incluso en el último segundo, la pelota rebotó justo sobre tus pies. Si hubieses pateado la pelota sobre Igarashi, nada de esto hubiese pasado, pero no pensaste igual, no lo tomaste como chance, solo te rendiste y perdiste la oportunidad.

- Imagina esto: en medio de un partido, un compañero remata al arco rival en busca de su gol. Sin embargo, el tiro da directo a tu espalda; tú, mediocre, te rendiste sin siquiera considerar la verdadera posibilidad: el balón cayó directo a tus pies para ser rematado a voluntad. Solo estirar la rodilla fue lo que necesitaste para salvar tu pellejo de tu error. El único que puede determinar quién se salva y quién es eliminado es aquel que posee la pelota, solo tú fuiste el que causó tu derrota, Ryosuke Kira.

- Isagi Yoichi, quien en un principio apuntó al lesionado Igaguri, decidió arriesgarlo todo en derrotar a los más fuertes. Meguru Bachira tomó esa iniciativa para acabar al que se supone es el jugador más fuerte del lugar. Ambos son el claro ejemplo de personas que no les importa el beneficio común, sino el suyo propio; esa es la clase de egoísmo que estoy buscando ¡Algo que tú no tienes! ¡Ryosuke Kira, Lock Off!

El discurso de Ego apaciguó cualquier resistencia de Kira, solo quedaron ideas incompletas. No fue algo bonito, se sintió la desesperación crecer a una velocidad alarmante, una que Isagi trató de calmar un poco, pero hubo un detalle: él fue el responsable de su derrota… no, ella fue la responsable de eliminar a Ryosuke Kira. Ambos lo sabían, y de igual forma el odio en los ojos de Kira dirigidos a la persona más cercana del lugar fue lo suficiente para evitar el acercamiento de cualquiera. Sin una palabra más, Kira abandonó el cuarto sin una palabra más.

No supo cómo sentirse; por un lado, entendió la emoción detrás de cada jugada, las imágenes de su disparo se hizo cada vez más claro, y hasta cierto punto se sintió demasiado bien… equiparado con su mal sabor de boca. Un acto de traición, el único compañero que conoció en ese lugar lo eliminó de su propia mano – pie – y una parte de ella no pudo evitar sentirse como una completa perra.

¿Por qué se siente tan bien ganar? ¿Por qué se siente tan mal ganar?

Tantas dudas, pocas respuestas, al menos deseó que algo quedase claro.

- ¿Por qué me la pasaste? – preguntó Isagi a Bachira -. ¿Por qué? Si no la hubiese recibido o si hubiese ignorado el balón tú serías el que saliese por esa puerta.

- ¿De verdad? No lo pensé así, estaba seguro de que rematarías.

- ¿Eh…?

- Lo tenías escrito en tu rostro. Además, los resultados lo son todo en este lugar ¿no?, confié en ti y gané.

La excentricidad llegó a un punto sin precedentes, Isagi se le erizó la piel por los extraños pensamiento de ese chico.

- Esto es un sinsentido, de principio a fin – dijo Igaguri, algo más recuperado de su tobillo.

- ¿Sinsentido…? – preguntó retóricamente Ego al monje -. En efecto, lo es, pero así son las leyes del mundo; ganas o pierdes. Mientras ustedes se emocionaban por logros superfluos, los mejores delanteros del mundo apostaban sus vidas y sus carreras todos los días con el fin de sobrevivir. ¿No les pareció que sintieron verdadero peligro por primera vez en sus vidas?, ¿asustados?, ¿impactados?, que les entre en la cabeza que esto es solo una probadita de lo que continuará más adelante.

- Esa sensación de alegría y victoria, ¡Grábenla en su mente!, pues su ego crecerá a medida que esas victorias se acumulen y crecerá lo suficiente para volverse el mejor delantero del mundo. Felicitaciones, diamantes en bruto, han pasado la prueba de ingreso de Blue Lock.

Incluso con la confusión y las palabras alocadas del hombre, el ánimo general creció como la espuma, incluso Igarashi o los chicos de cabello castaño celebraron la victoria con un pequeño puño al aire.

- Ahora, su habitación está diseñada solo para once personas. A partir de hoy, vivirán entre ustedes; quizás cooperarán, tal vez se traicionen, lo que les debe importar en estos momentos es que son el nuevo equipo Z de Blue Lock – con un toqueteo al aparente teclado frente a él, Ego dejó de interesarse de lo que pasó en ese cuarto -. Ahora piérdanse, hay otros grupos que deben ser evaluados.

La pantalla se apagó para dejar todo en un silencio colectivo; ¿ahora qué? Solo hubo una persona que supo qué hacer, o más bien, necesitó hacer.

- ¿Alguien ha visto a Isagi? – preguntó Bachira.

- Ahora que lo mencionas…

Todos en el área se fijaron a su alrededor en búsqueda del miembro más pequeño del equipo. Nada, de un momento a otro el delantero que eliminó a Kira se fue sin decir nada.

- Creo haberlo visto irse hace un segundo – dijo un chico alto con barba de chivo -, pensé que fue mi imaginación, veo que aprovechó la oportunidad para escapar.

- ¡Hah! ¿Es un cobarde o algo así? – cuestionó el chico con dientes afilados.

- Tal vez fue a recuperarse un poco – apuntó un chico con ojos entrecerrados -, no parecía estar en buen estado después de recibir ese golpe en el estómago.

- ¿Tanto le afecto? – preguntó el musculoso, con aún más culpa de lo que creyó en un principio, al final fue su desborde de emociones lo que pareció lastimar a su nuevo compañero de equipo.

- ¡Iré a buscarlo! – chilló Bachira, y antes que alguien pudiese replicar algo, salió disparado por el dintel de la habitación.

Aunque las instalaciones eran enormes, Bachira supo de inmediato dónde posiblemente podría encontrar a Isagi. Sin una enfermería conocida por el momento, los baños fueron el lugar más probable, por lo menos es lo que hizo siempre cada vez que se raspaba y su madre tenía que encontrar curas sobre sus abolladas rodillas para detener el sangrado de los raspones y los cortes.

Buscó en diferentes baños, en los principales, incluso se encontró con algunos chicos regresando a su cuarto colectivo, pero ninguna señal de Isagi. Fue un poco frustrante, pero a la vez de divertido, se sintió como un juego de escondidas y él era el persecutor antes que Isagi llegara a la base. Como si caminase por una cuerda floja, Bachira saltó sobre el camino que siguió para llegar hasta el cuarto, su mente trabajó al ritmo de sus pisadas y un pequeño bombillo brilló en su mente; tan obvio, y tan insípido a la vez.

Al entrar al baño, Bachira inspeccionó hasta la última pulgada del lugar. Aunque tampoco encontró a Isagi ahí, sí observó algo: un compartimiento cerrado con unas piernas que se movieron en su interior. No hubo duda alguna, ese debía ser su destino, pero en lugar de tocar la puerta como cualquier persona, la mente inquieta del niño prefirió tomar eso como la oportunidad de gastar una inocente broma. En el compartimento adyacente, Bachira se subió por el retrete, con la fortuna que la separación entre gabinetes fue suficiente para alcanzar gran parte de su pecho y observar el interior del otro lado. Justo en el segundo en que se mentalizó para tomar un alarido de sorpresa en contra de su compañero de equipo, fue sorprendido por una imagen que ni en un millón de años se hubiese imaginado presenciar.

La broma se la llevó él cuando en lugar de encontrar a su pequeño compañero de equipo encontró a una tierna chica a punto de acomodarse lo que pareció ser un raro sostén.

Ese fue el silencio más incómodo que sufrió Meguru Bachira en toda su vida, y por fin entendió un poco lo que la gente llamó el término de "vergüenza".