Disclaimer: Los personajes y el universo donde se desarrolla está historia no son creaciones mías ni me pertenecen, todo es obra de Masashi Kishimoto.

Heredera de la Voluntad de Fuego

XXIX

República del Fuego

Sasuke ingresó en la sala, con pasos silenciosos que apenas perturbaban la quietud a su alrededor. La luz dorada de la chimenea ilumina la estancia, pintando las paredes con sombras danzantes que bailaban al compás del fuego crepitante. El crujido de la madera quemada llenaba el aire.

Itachi yacía recostado en el sofá, absorto en sus pensamientos mientras sus ojos permanecían clavados en las llamadas. Tenía la camisa desatada y desordenada, revelando un descuido inusual en él, un indicio sutil pero evidente de que algo lo perturbaba. El cabello rebelde caía sobre su frente, enmarcando su rostro sereno pero cargado de inquietud. A su lado, una botella de licor reposaba sobre la mesa.

Aquella escena le resultó extraña, mas no dijo nada al respecto. Frunció el ceño con gesto preocupado y se dirigió a tomar asiento a su lado.

El piso rechinó bajos sus pies. Si Itachi había notado su presencia, no lo hizo saber. En su lugar, se dejó caer en el sillón con un suspiro cansado

—¿Hay noticias de Sakura?—cuestionó, tratando de parecer desinteresado.

—No, ninguna—respondió.

Itachi asintió con gesto comprensivo, aunque su semblante a duras penas proyectaba emoción alguna.

—Bueno—comenzó a decir de forma pausada—, no es estúpida, pero su terquedad la lleva por caminos equivocados.—Una leve sonrisa irónica se insinuó en sus labios—. Supongo que la terquedad es una forma de estupidez, después de todo. Tal vez la más venenosa de todas. Igual que Shisui.

Sasuke guardó silencio, permitiendo que el recuerdo de su antiguo mentor se asentara entre ellos. Shisui, con su obstinación y convicción inquebrantable, siempre dispuesto a sacrificarse por aquello en lo que creía.

Las palabras no dichas pesaba más que las pronunciadas.

Al cabo de un minuto, Sasuke finalmente rompió el silencio, su mirada firme se encontró con el perfil de Itachi.

—No estoy aquí para hablar de Sakura—declaró.

Itachi, sin desviar la mirada del fuego, dio otro largo trago a su bebida, sus acciones silenciosas revelaban una especie de resignación ante la inevitable conversación que se avecinaba.

—La noche anterior tuve un encuentro con la capitana Tsuyoshi—reveló, analizando detenidamente el rostro de su hermano en busca de alguna emoción o gesto que revelara lo que sentía en ese momento.— Ella y su grupo han trazado un plan para detener a nuestro padre.

—No estoy interesado—dijo a bocajarro, sin inmutarse, como si las conspiraciones y los planes de resistencia fueran meras distracciones en comparación con las fuerzas más oscuras que acechaban en su interior.

Ante la indiferencia de su hermano, sintió una punzada de frustración.

—Y sobre lo que dije respecto a Sakura—añadió, arrastrando las palabras—. Tú también eres un estúpido si crees que puedes confiar en ellos.

Sasuke no respondió de inmediato. Las palabras de Itachi cortaron el aire con precisión quirúrgica, dejando al descubierto la profunda desconfianza que albergaba hacia cualquier figura de autoridad, incluido su propio padre. En el juego de lealtades y traiciones que definía su mundo, Sasuke había aprendido a confiar solo en sí mismo, a desconfiar de aquellos que pretendían controlar su destino.

El fuego continuo crepitando en la chimenea. Lejos de dejarse amedrentar, el menor de los Uchiha continuo insistiendo:

—Mira, esta es la cuestión—espetó, tratando de encontrar alguna grieta en la imperturbable fachada de Itachi—. Me lo debes.

Itachi apartó la mirada de las llamas por un momento, su semblante impasible apenas revelaba una sombra de dolor.

—No puedes salvarla—respondió con voz queda pero firme—. Lo entiendes ¿no? Nunca volverá a ti, ¿por qué lo haría?

Procuró ocultar el dolor que las crueles palabras de Itachi le generaron. Frunció el ceño ligeramente, esbozó una pequeña sonrisa que no alcanzó sus ojos y asintió con resinación.

—Lo sé—susurró—. Es solo que… quiero que siga viva.

El mayor de los Uchiha guardo silencio un momento, como si estuviera sopesando la respuesta. Finalmente, rompió el silencio con un suspiro cansado.

—Sí, bueno…—comenzó con voz ronca—, es lindo desear cosas.

Sasuke sostuvo su mirada con una intensidad desesperada, como si buscara encontrar algún destello de comprensión en sus ojos vacíos.

—Tú también solías querer cosas—le recordó con acritud—. Querías que la situación cambiara. Sakura lo logró. Cambio Konoha.

Itachi chasqueó la lengua.

—Konoha necesitaba una revisión.

—Ella nos cambió a los dos—espetó con vehemencia—. ¿No lo ves?

Lo observó jugar con los restos de licor disponibles en el vaso, apático.

—Quizás cumplió con su cometido—murmuró resignado—, y es hora de seguir adelante. Veamos el lado positivo de esto: te casaras con una mujer hermosa—señaló con un gesto vago hacia el futuro—. Tendrás herederos poderosos. Y cuando nuestro padre muera, tomaras su lugar y podrás hacer las cosas de una forma distinta.

Aquella visión no lo reconfortaba en absoluto. Podía sentir el peso abrumador de la incertidumbre recaer sobre sus hombros mientras se enfrentaba a la inevitabilidad de un porvenir que no deseaba.

—No… no puedo hacerlo—se negó, luchando por contener la tormenta de emociones que amenazaba con desatarse.

Itachi lo observó con una mezcla de compasión y resignación, reconociendo el dolor en los ojos de su hermano menor.

—Lo sé—respondió con suavidad—. Desearía poder ayudarte.

Sasuke apartó la mirada de Itachi y se inclinó ligeramente hacia el frente. Todo estaba fuera de control.

—Estás muy cómodo aquí—señaló.

—Bueno, también es mi casa—rebatió Itachi.

Sin más remedio, Sasuke se puso de pie. Pasó las manos por la chaqueta de su uniforme y contempló a su hermano de reojo.

—Vale la pena escuchar lo que la capitana Tsuyoshi tiene que decir—murmuró.

Lejos de responder, Itachi dio otro largo trago a su bebida.

—Me lo debes—espetó Sasuke, recordándole que, de no haber sido por él, probablemente continuaría encerrado en aquella celda.

—Ya lo dijiste—resopló Itachi al borde de la originalidad.

La comisura de los labios de Sasuke se elevó un poco.

—Vale la pena repetirlo—musitó.


Frontera sur del País del Fuego

Cuando abrió los ojos, Sakura se encontró suspendida en un reino desconocido. No era el abrazo familiar del bosque, ni el encanto rustico de la aldea donde había pasado los últimos años, ni siquiera los confines sofocantes de una celda. La oscuridad la envolvía como un manto que ocultaba todo a su paso, salvo el suave resplandor que emanaba de las palmas de las manos de Ino.

Levantó la cabeza, husmeándola, como la cabeza de un gusano. El silencio volvió a su cauce, suavizándose como cuando se suaviza el agua nagra hasta que la vieja calma retorna a su superficie después de habérsele arrojado una piedra.

A medida que recuperaba la consciencia, Sakura notó el calor que la invadía, una sensación que recorría sus nervios, acariciaba sus músculos y se filtraba hasta la médula de sus huesos. Era una energía enigmática, que latía con una vitalidad de otro mundo.

Parpadeando en la oscuridad, fijó la vista en Ino, cuya silueta se recortaba en la penumbra. Había tensión en la expresión de sus facciones, un ceño fruncido y un signo revelador de angustia mientras se mordía compulsivamente el labio inferior.

—¿I-Ino?—consiguió decir con mucha dificultad; tenía los ojos doloridos y la garganta de tanto llorar.

Sorprendida, la kunoichi despegó sus orbes cerúleos del trabajo que estaba realizando para encontrarse con la mirada de Sakura; sus ojos se abrieron de par en par al contemplar la cruda intensidad de la expresión de su amiga. En ese momento, las barreras que las separaban parecieron disolverse, sin dejar más que una vulnerabilidad compartida que quedaba al descubierto en la intimidad de la tienda.

Las lágrimas brotaron sin que ninguna de ellas las pidieran, cayendo en cascada por sus mejillas en un torrente de emociones contenidas.

—Hey… hola—la saludó; la sonrisa de Ino vaciló, sus rasgos se contorsionaron con una mezcla de angustia e incredulidad.

A Sakura le dolió el corazón al ver la angustia de su mejor amiga.

La algarabía fue momentánea. Tan rápido como se dio cuenta que la escena no era producto de su imaginación, el pánico la sacudió. Si Ino estaba a su lado, eso quería decir que ella…

—No, no, no, no, volviste—repitió con un hilo de voz, asustada—. ¿Qué haces aquí?

—Regrese por ti. Volví para encontrarte—insistió Ino: las lágrimas surcaban sus mejillas.

La desesperación arañaba el corazón de Sakura, un miedo que amenazaba con consumirla por completo.

—No deberías estar aquí—protestó.

Haciendo caso omiso a sus palabras, Ino se apresuró a abrazarla.

—Te encontré y cuidare de ti—murmuró antes de darle un tierno beso en la frente.

—Estás loca, perdiste la cabeza—sollozó Sakura—. No deberías estar aquí…

Ino simplemente la abrazó más fuerte, su presencia era como un ancla firme en la tormenta.

—Estoy aquí, Sakura. Estoy contigo. No voy a dejarte, te lo prometo—murmuró; sus palabras eran un juramento solemne que resonó en lo más profundo del alma rota y desgarrada de Sakura—. Estoy contigo.

Sakura se rindió al abrazo, dejándose envolver por el calor de su amiga y el consuelo que le ofrecía. En la seguridad de aquel momento, encontró un fugaz respiro del suplicio que se había apoderado de su cuerpo y alma.

Pero su frágil tranquilidad pronto se vio interrumpida por la intrusión de otra presencia. Aunque Sakura no podía distinguir la identidad del recién llegado en la penumbra de la tienda, su voz resonó con familiaridad, un timbre que hizo que una oleada de reconocimiento corriera por sus venas.

—Kiba—dijo Ino mientras dirigía su atención al recién llegado.

—Neji está de regreso—anunció Kiba.

Ino frunció el ceño, contemplativa, pero asintió.

—Está bien, iré a hablar con él—suspiró.

La mirada de Kiba se detuvo brevemente en Sakura antes de dirigirse a Ino una vez más.

—¿Necesitas que me quede con Sakura?—se ofreció.

Lo cierto era que Sakura no quería que Ino se marchara y la dejara a solas con Kiba. Dios, ni siquiera quería quedarse sola en la tienda, pero no iba a decirlo en voz alta.

Ino consideró la oferta por un momento antes de guiarla suavemente a una posición reclinada, su toque era como un bálsamo calmante contra el dolor de la incertidumbre que roía la voluntad de Sakura.

—No, todo está bien—le aseguró a Kiba—. Sakura se encuentra bien.

Sakura miró a Ino con una mezcla de gratitud y aprensión, y sus labios se curvaron en una leve sonrisa, a pesar de las lágrimas que brillaban en sus ojos.

—No es necesario—murmuró, reticente.

Ino la estudió durante un momento antes de ceder con una expresión de comprensión.

—¿Estás segura?—preguntó; la preocupación era evidente gracias a su ceño fruncido.

Sakura asintió.

—Sí—dijo con firmeza, a pesar del temblor de incertidumbre que persistía bajo la superficie—. Está bien.

Cuando Ino se puso de pie, una violenta sensación de soledad recayó sobre ella. Observó en silencio la partida de su compañera, temerosa.

Aun no podía comprender lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Estaba confundida. Se acurrucó, con las rodillas sobre su pecho, y se meció de un lado a otro hasta que su respiración se suavizó y se calmó lo suficiente como para captar la conversación entre Ino y Neji; sus voces sonabas apagadas pero claras en la quietud de la noche.

—¿Y bien?—inquirió Ino.

—Debemos volver—la respuesta de Neji fue comedida, atestada de solemnidad.

—Pusimos condiciones y ambos las aceptamos—pareció recordarle.

A través del titilante baile de sombras que proyectaba el fuego, Sakura vislumbro fugazmente las dos figuras que se erguían al exterior de la tienda.

—Las condiciones no eran reales—dijo Neji, resuelto, tratando de reafirmar su punto de vista.

—Lo fueron cuando se trataba de Sakura.

—Estamos hablando de Hinata—insistió Neji.

—Lo sé—reconoció Ino con un deje de tristeza—, pero no hay rastro de ella.

Una tercera figura apareció en el cuadro.

—Ino tiene razón—intervino Kiba—. Rastremos el perímetro, ni siquiera Akamaru fue capaz de captar el olor de Hinata—añadió, haciéndose eco del dilema en común.

—Entonces hazlo otra vez—le instó Neji.

Pero Ino negó con la cabeza, inflexible.

—No podemos quedarnos más tiempo—dijo—. Ni ahora ni después. Todos fuimos testigos de lo que pasó en Koen no Sato, además, Sakura necesita atención especializada.

—No voy a marcharme hasta encontrar a Hinata—respondió Neji. Su voz adquirió un tono más grave, un fuerte contraste con la tranquilidad de hace algunos segundos.

Ante la mención de la desaparición de Hinata, Sakura saboreó la bilis en el fondo de su garganta. Pasó mucho tiempo hasta que recordó como respirar.

—Bien—concedió Ino sin dar mucha batalla.— . Puedes quedarte. Pero te denunciare como desertor y me asegurare de que seas juzgado como un traidor.

La amenaza pendía entre ellos como una katana a punto de golpear. Neji apretó la mandíbula, con expresión desafiante, mientras se acercaba a Ino con paso amenazador.

Antes de que la situación escalara a más, Kiba se adelantó.

—Tranquilo—intervino—. Vamos a dar un paseo.

Con un gesto seco de la cabeza, el joven del clan Hyūga se giró sobre sus talones y se alejó en compañía de Kiba, dejando a Ino sola en el abrumador silencio de la noche.

Cuando el eco de los pasos de Neji se desvaneció en la distancia, Sakura dejó escapar un suspiro tembloroso.

Le pitaban los oídos, ahogando las palabras de Neji. Se sentía tan pequeña, se sentía como si fuese a deshacerse en polvo.

Ino regresó a la tienda tras permanecer largo rato de pie en el exterior.

—Trata de no prestarle atención—imploró. Sabía perfectamente que había escuchado la discusión completa—. Ya sabes como es—suspiró, resignada.

Sakura permaneció en silencio, con la mirada fija en el suelo mientras luchaba con las emociones que se agitaban en su interior. El dolor que roía su cuerpo amenazaba con abrumarla, un recordatorio implacable de los peligros que les esperaban más allá de los confines del campamento.

Aun así, con un esfuerzo sobrehumano, intentó levantarse, sus movimientos eran lentos y dificultosos a la par que luchaba por estabilizarse contra las olas de mareo que amenazaban con engullirla. La expresión de Ino se endureció con preocupación al ver a Sakura luchar, un destello de miedo traicionó su estoica fachada.

—Tomátelo con calma—le instó su amiga a la par que le ofrecía su apoyo.

Pero la resolución de Sakura era mayor. Con una respiración temblorosa, logró ponerse de pie. Se sentía terriblemente mareada, las piernas le tambaleaban y dejo de ver por un instante. La sangre bombeaba furiosamente en sus oídos.

—Debes descansar—dijo Ino dando un paso en dirección a ella.

—No—se negó en rotundo—. Tengo que encontrar a Hinata.

—Por Kami, Sakura, no puedes ir tras ella—suplicó Ino—. Probablemente este muerta. Y si te quedas aquí, tú también morirás.

Lejos de detenerse, caminó con cautela y le recorrió una oleada de dolor. Se encontró con la mirada suplicante de su mejor amiga.

—No, Ino…—susurró—. Por favor—le imploró.

La frustración de la heredera Yamanaka se desbordó y, en un parpadeó, acortó la distancia entre las dos: acunó su rostro con más fuerza de la que pretendía, obligándola a mirarla directamente a la cara.

—¡No me obligues a dejarte otra vez!—exclamó—. ¡No me hagas esto, maldita sea! ¡No puedo perderte! ¡No puedo perderte!. Tienes que volver conmigo. ¡Tienes que volver!

Sakura se enfrentó a la mirada de Ino, su terquedad superaba montañas y no iba a aceptar los argumentos lógicos que le ofrecía.

—No puedes obligarme a irme sin Hinata—dijo.

Ino frunció el ceño en señal de frustración.

—¿Cómo vas a llegar hasta ella?—quiso saber con un tono teñido de exasperación—. ¡Mirate! Apenas puedes mantenerte en pie. Te estas desmoronando y ni siquiera sabes dónde estás. ¿Cómo vas a encontrarla?

Los labios de Sakura temblaron al mismo tiempo que luchaba por encontrar una respuesta coherente. Apenas podía ver a través de sus lágrimas. Le dolía respirar, sentía como si le aplastaron su caja torácica, como si la desesperación le presionara contra el pecho, aplastándola al punto de que apenas podía tomar una bocanada de aire.

—Es mi culpa—sollozó.

—Van a matarte. Los Uchiha van a perseguirte y te mataran. Te mataran frente a Hinata, en caso de que siga viva—dijo Ino sin tomar en cuenta los sentimientos de su amiga.—. ¿Quieres ayudarla? Debes dejarla y venir con nosotros. ¿Queres luchar contra los Uchiha? Lo harás desde la Insurgencia. Te ayudaremos. Todos nosotros lo haremos. Lo que queda de Konoha lo hará y tú te quedaras allí.

Sakura cerró los ojos con fuerza y se desmoronó.

Ino tomó suavemente su barbilla, guiando la mirada de su amiga hacia la suya.

—Naruto, Kakashi, Shizune, Lee, Tenten… todos los que te quieren están ahí—susurró, su voz era un tierno consuelo en medio del agonizante dilema que mantenía en su cabeza—. Naruto, él te necesita…

Abrió los ojos desmesuradamente al oír hablar de su amigo.

—¿Está bien?—Profirió, con la voz temblorosa por la aprensión.

Ino asintió.

—Sí, lo está—le aseguró—. Vamos, Sakura. Debes regresar conmigo.

Ella guardó silencio. La cabeza comenzaba a darle vueltas y el dolor se esparcía por todos sus nervios como un latigazo de fuego. Estaba agotada física y mentalmente.

—De acuerdo—aceptó—. Iré…

Ino tragó saliva, sus propias emociones amenazaban con salir a flote mientras luchaba por mantener la compostura.

—Bien—consiguió decir—. Vuelve a descansar. Te daré algo para dormir.

Sakura asintió, un sentimiento de gratitud la inundó al mismo tiempo que se inclinaba en el reconfortante abrazo de Ino. Ella le dio un último apretón para tranquilizarla. La ayudó a regresar a la bolsa de dormir y se aseguró de arroparla, tal como solía hacerlo su madre.

Sin más preámbulos, sucumbió al cansancio y de nuevo se sumergió en la profunda oscuridad.


República del Fuego

Un poco antes de la media noche, Itachi y Sasuke cruzaron el gran puente de la zona principal a pie con rumbo a las orillas de la aldea. Sasuke le había dado su palabra a la capitana Tsuyoshi y su orgullo no le permitía echarse atrás. Era una noche de luna; debajo del límpido cielo lóbrego el aire era frio pero seco; el pasto, duro por la helada reciente, crujía bajo sus pies. El rio parecía una cinta ondulada donde se reflejaba la luz de la luna. Al cruzar el puente se detuvo para mirar hacia abajo, y llegaron hasta ellos los graznidos ruidosos de unos patos y dos gansos que venían clamando con la boca abierta, como si todavía esperaran que hubiese chicos que les tiraran migas y luego salieran corriendo.

Continuaron con su camino hasta vislumbrar la casa de la capitana. No bien pusieron un pie en el portal, se abrió ante ellos la puerta principal. Los recibió un hombre de cabello cano; al ver las insignias de ambos, los saludó con una reverencia y señaló el sitio al que debían ir.

No les tomó mucho tiempo discernir a cual habitación dirigirse, el sonido de la acalorada discusión era fuerte y claro, sería un milagro que esa reunión pasara desapercibida ante los ojos de su padre debido al escándalo.

Sasuke echó un vistazo rápido por la sala. Casi todos los ahí reunidos eran soldados, desde capitanes hasta comandantes de las más altas esferas. A pesar del preocupante caos, reinaba un entusiasmo formidable. En la cabecera de la mesa, la anfitriona yacía postrada elegantemente con un rictus de tensión en el rostro.

—¡Basta!—exclamó un hombre regordete y de rostro enrojecido.—. No escuchare ni una palabra más. Tuvieron su oportunidad y fracasaron. Su supuesta "solución central" no funcionó. La única opción es encarar abiertamente a Fugaku.

Las voces se alzaron de nuevo, escandalizadas. Sin lugar a dudas los miembros del grupo enfrentaban un desacuerdo.

—Es una mala idea—le susurró Itachi al oído.

Hasta el momento, los dos habían permanecido como estatuas cerca de la puerta. Si alguien había notado su presencia no lo hizo saber.

—Dales una oportunidad. No están tan asustados como tu—dijo Sasuke, mordaz.

Itachi contuvo las ganas de poner los ojos en blanco.

—Es una operación militar—escucharon decir a uno de los capitanes más jóvenes, posicionándose en contra del tajante comentario de su superior.

—No es una operación, es una organización política cuyo brazo militar tiene mucho control—interrumpió un hombre mayor.

—Toda organización militar tiene un grado de deviación—dijo el joven capitán, enfatizando su punto.

—¿Un grado?—preguntó el primer hombre, incrédulo—. ¿Qué tal un fracaso absoluto y total?

—El ataque a la granja de magdalenas no fue un fracaso absoluto. La explosión acabó con la mayoría de los partidarios de Fugaku. Alguien se encargó de hacer el trabajo sucio.

Sasuke tragó grueso. La explosión había sido un extra, una operación orquestada por el personal del lugar. Él solo se encargó de presionar el botón y detonar los explosivos.

—Caballeros—llamó otro de los comandantes mientras se ponía de pie para capturar la atención de los ahí presentes.—. Es hora de aceptar el hecho de que la Insurgencia y los aliados llegaran. Propongo que dejemos que ellos acaben con el Régimen.

—¿Y permitir que el mundo sufra las consecuencias?—rebatió otro renuente comandante—. Piense, Masaro—suspiró—. Lo lamento, he callado demasiado tiempo. Debemos encarar a Fugaku, ¡sacarlo a la fuerza!

—Y después ¿qué?—preguntó Sasuke.

La sala se sumió en silencio; tan rápido como brotaron las palabras de su boca, doce pares de ojos lo contemplaron, sorprendidos.

Sin lugar a dudas, ninguno de ellos esperaba verlos ahí, ni siquiera la misma Tsuyoshi.

—¿Qué harán cuando mi padre ya no este?—quiso saber.

Los hombres callaron. Era evidente que todos ellos estaban desesperados.

—Aceptaste mi invitación—dijo Tsuyoshi, orgullosa mientras intercalaba la mirada entre él e Itachi—. Veo que trajiste un acompañante.

—Debo admitir que me siento sorprendido. Pensé que ambos trabajaban juntos—respondió Sasuke.

Tsuyoshi esbozó una sonrisa tensa.

—Itachi nunca quiso, las reuniones eran… demasiado para él.

El aludido carraspeó, incomodo.

—Capitana—la saludó.

—Itachi.

—¿Qué hacen los hijos de Fugaku aquí?—preguntó un capitán con voz asustada.

—Han venido a ayudarnos—respondió Tsuyoshi.

—¿A qué? ¿A delatarnos y ejecutarnos?

Itachi tragó grueso, no obstante, Sasuke no se dejaría amedrentar.

—Simplemente estoy preguntando qué piensan hacer cuando mi padre no esté—dijo Sasuke, lanzándole una mirada severa al comandante.— ¿Creen que podrán entrar en la cancillería y ordenar al ejército que deje de pelear?

—Sí, lo creemos—admitió alguien en el fondo.

—Escucha, niño. Muchos de nosotros nos rehusamos a formar parte del círculo cercano de tu padre cuando finalizó el Golpe de Estado. El pueblo sabe que antepusimos nuestros principios—murmuró el comandante dirigiendo una mirada fugaz a Itachi.

—Tenemos el apoyo del pueblo y el ejercito—agregó alguien más.

Sasuke observó sus rostros con detenimiento. Ahora comenzaba a entender por qué Itachi los había rechazado en el pasado.

—Entonces no nos necesitan—suspiró—. Caballeros, tengan una linda velada—se despidió.

Sin decir nada más dio media vuelta seguido de cerca por Itachi.

—Sasuke, Itachi—los llamo Tsuyoshi a sus espaldas.—. Denles una oportunidad, no están hablando en serio.

El menor de los Uchiha frunció el ceño.

—Suena a que si lo hacen.

—Están desesperados—protestó.

—Como todos nosotros—dijo Itachi.

Tsuyoshi tragó grueso.

—Sus hombres confunden el respeto con la popularidad—señaló Sasuke—. El ejercito hizo un juramento. ¿Qué es lo que harán ustedes al respecto? ¿Cómo van a manejar a Obito, Tekka, a la policía secreta? Acabaran con todos ustedes.

La capitana negó con la cabeza.

—No importa. Es fundamental que actuemos ahora antes de perder la guerra. Si no, siempre será la Konoha de Fugaku. Debemos mostrarle al mundo que no todos somos como él.

No le resultaba sorprendente que, tras tantos años en el poder, las facciones rebeldes surgieran de cuando en cuando buscando la forma de derrocar a su padre.

—Eso no basta—dijo él, tajante.—. Debe haber una posibilidad de éxito.

—Entonces, encuéntrala—suplicó Tsuyoshi.

Cuando salieron al frio cortante de la noche, el aire helado los envolvió como un abrazo sofocante.

—¿Por qué nunca te uniste a ellos?—inquirió Sasuke, genuinamente interesado.

Los labios de Itachi se curvaron.

—Eran demasiado idealistas para mi propio gusto.

Sasuke arqueó ambas cejas, aquello era jodidamente irónico, un amargo giro del destino, escuchar tales palabras de su hermano mayor.

Itachi resguardó las manos en los bolsillos de su chaqueta y suspiró.

—Shisui y yo hicimos más avances por nuestra cuenta en contraste con lo que ha hecho el grupo de la capitana Tsuyoshi en los últimos años—Itachi le hizo una sonrisa cansada que no llegó hasta sus ojos.—. Acudieron a verme después del Golpe de Estado, pensaron que podrían manipularme.

Sasuke lo miró fijamente.

Ahora que conocía la verdad detrás del Golpe de Estado, no pudo evitar sentir una profunda pena por su hermano mayor. Durante toda su vida, Itachi había sido utilizado como una herramienta de la cual el Hokage y su padre podían disponer cuando se les viniera en gana y, en cierta forma, él también estaba haciendo lo mismo.

—No luzcas tan desanimado—dijo Itachi tratando de tranquilizarlo—. Encontraremos la manera de arreglar este desastre.

—Demasiado idealistas, ¿eh?—preguntó, levantando ambas cejas.

Itachi volvió a sonreír.

««««»»»»

«No hay manera de que haya sobrevivido a la explosión.—Escuchó decir a uno de los shinobis que conformaban el grupo—. Es un milagro que Sakura-san siga con vida».

Cerró los ojos con fuerza y tragó grueso. En contra de su esperanza, sin atreverse a desear, salió de la tienda y encontró la fuerza necesaria para mantenerse en pie. Se apresuró a buscar cualquier arma, el brazo le temblaba mientras tanteaba entre las cosas de sus compañeros.

Recordaba a la perfección haberle explicado a Hinata el funcionamiento de las bombas antes de ingresar a la aldea.

«Lo desenfundo una explosión—murmuró al ver los colgajos del uniforme. Mas allá una masa sanguinolenta pegada al suelo que antes era un miembro humano».

—¿A dónde crees que vas?—escuchó a Ino preguntar, furiosa.

Inmediatamente detuvo sus movimientos; tomó una enorme bocanada de aire y se giró sobre sus talones para encararla.

—A buscar a Hinata.

Ino la vislumbró, atónita. Le tomó unos cuantos minutos comprender que no se trataba de un episodio de psicosis ni nada relacionado, Sakura estaba hablando en serio.

—¡Púdrete!—gritó—. No la ayudaras vagando por el bosque en mitad de la noche. ¿Estás loca?

Apretó la mandíbula, molesta.

—Tengo que hacerlo—gruño—. Tengo que encontrarla.

Sakura pasó a lado de ella. No tenía paciencia para más advertencias.

—Sakura, basta. Morirás si pisas una mina o regresaras a Konoha y morirás allí—espetó Ino.—. ¿Ese es tu maldito plan?

Ella esbozó una sonrisa retorcida en respuesta.

El rostro de Ino se llenó de dolor.

Aun así, la miró precipitarse al interior de la tienda y regresar con su propia indumentaria; con las manos temblorosas, consiguió colocarse y ajustar el chaleco táctico sobre su torso.

—Si quieres volver, iré contigo—comenzó a decir Ino; sus movimientos eran resueltos, estaba cansada de la situación—. Moriremos juntas.

Su corazón se estrujo al escucharla decir eso.

—Para—imploró.

Pero Ino se negó a retroceder.

—No—declaró—, no te traje a este lugar sólo para abandonarte.

Aquello acabó por enfurecerla. Tampoco había pedido ser rescatada.

—Te dije que necesitaba quedarme por Hinata… ¡Tú me manipulaste!—la acusó.

Ino la miró directamente a los ojos, dolida, atónita.

—Por supuesto que no. Salve tu vida.

—¡Me engañaste para dejarla atrás!

—Lo siento—se disculpó.

—Si no vuelvo ahora, la perderemos para siempre. Hinata se habrá ido para siempre—dijo Sakura, y cuando habló sintió una nueva punzada de dolor, y se derrumbó.

El rostro de Ino perdió todo color.

Sakura se inclinó hacia el frente y sollozó. Aquello era demasiado.

Con cuidado, Ino se colocó de cuclillas frente a ella. Dubitativa, situó una mano sobre su espalda y la acarició.

—¿Qué fue lo que sucedió?—dijo finalmente Ino.

Sakura sacudió la cabeza.

Ino parecía exhausta.

—No voy a forzarte a quedarte. Solo quiero saber—insistió.

Sakura se atragantó con las lágrimas.

—P-prometí que iba a cuidarla, que ambas estaríamos bien—comenzó a decir; su voz a duras penas audible—. Tuve que… tuve que hacer cosas horribles con tal de mantenernos a salvo—volvió a estrujar los ojos cuando el recuerdo de la noche en la biblioteca acudió a ella—. Yo la obligue a marcharse. Hinata quería quedarse con las demás, pero todo el tiempo me siguió. ¡Y no pude hacer nada por ella! ¡No pude hacer nada para ayudarla! ¡Todo lo que pasó fue por mi culpa!

Enterró el rostro entre sus manos. Ahogo los gritos en sus palmas, pero entonces deciduo que no le importaba quien la oyese, y grito muy fuerte en la oscuridad.

—No, Sakura, eso no es verdad—murmuró Ino.

Sakura la miró de nuevo.

—¿Cómo voy a volver sin ella?—dijo obstinadamente.

Su amiga parecía insegura, tratando de decidir qué decir.

—Nadie…

—¿Cómo puedo aparecer en la base sin ella?—balbuceó.

Ino abrió la boca, y no dijo nada. La cerró de nuevo. Cuando volvió a hablar, sonó como si estuviera cercana a ponerse a llorar.

—Nadie espera que lo hagas. Allí esperan a una persona, no a una superheroína—dijo pausadamente.

Se miraron la una a la otra, respirando agitadamente. La sangre palpitaba en los oídos de Sakura.

—No pude salvar a Hinata. Lo intente. De verdad lo intente—su respiración se agitó, volvía a estar enfadada—.Hice todo lo que pude pero no fue suficiente. Debía salvarla porque se lo jure. Era mi deber protegerla y fracasé—la garganta comenzaba a dolerle—. ¿Cómo puedo enfrentarme a los demás? ¿Cómo voy a decirle a Neji y a Naruto que todo lo que le sucedió fue por mi culpa?

—¿Te estas escuchando hablar? Es el Régimen quien dice eso. Sabes que no es cierto—Ino la agarró por los hombros y la zarandeó con fuerza.

—Nunca van a perdonarme.

—Todos estos años, Naruto ha estado esperando por ti y nunca perdió la fe—Sakura se estremeció al escuchar el nombre de su amigo—. Ahora tu debes tener un poco de fe también.

La idea de plantarse ante él con las manos vacías era inconcebible, tormentosa.

—Lo conozco… se lo que puede resistir—protestó, porque sabía que no sería capaz de afrontar la muerte de Hinata.

—¿Y si mejor lo averiguas?—Ino tocó sus hombros con suavidad, y la miró con comprensión, con lástima.

—S-sí—susurró, con la voz apenas por encima de un suspiro.

El abrazo de Ino la envolvió con una intensidad feroz. Las lágrimas se mezclaron libremente mientras se aferraban la una a la otra.

Pero cuando se abrieron las compuertas de la emoción, fue Sakura quien se permitió lamentarse de verdad por primera vez. En medio de la oscuridad y la desesperación, se rindió a la abrumadora marea de tristeza, concediéndose sentir la cruda contrición y sin filtrar que había reprimido durante tanto tiempo.

Con cada sollozo que sacudía su cuerpo violentamente, liberó la angustia contenida que había amenazado con dilapidarla por dentro. En el abrazo de su amiga encontró consuelo, un respiro fugaz de la atribulación que las circundaba.

Porque en ese momento, en medio de los lamentos y la desazón, Sakura aceptó la verdad de su propia vulnerabilidad. Se permitió sentir, llorar, afligirse sin reservas, sabiendo que no estaba sola.


Base principal de la Insurgencia

Cuando volvió a elevar los párpados, el mundo se desplegó ante ella con una claridad casi dolorosa.

—Puedo ver el punto de control—anunció Ino—. Tenemos ordenes de permanecer ahí hasta que Kakashi y los demás arriben.

Los demás miembros del equipo acataron la orden, sin embargo, ella permaneció en absoluto silencio. Apoyó la cabeza en la espalda de Kiba y volvió a cerrar los ojos. Fue hasta que arribaron al edificio que el muchacho se volvió hacia ella.

—¿Necesitas ayuda para caminar?—inquirió.

Sakura se detuvo un momento, sopesando sus opciones antes de sacudir la cabeza.

—Puedo hacerlo por mi cuenta—susurró.

Kiba asintió, respetando su decisión. Cuando sus pies tocaron el suelo, tambaleó. Él le extendió una mano en un gesto de apoyo.

—Gracias—dijo.

En el silencio que siguió, los ojos de Neji se posaron brevemente en ella antes de apartarse, su expresión impasible. No hubo palabras, solo el peso de su mirada. Sakura entendió el mensaje de inmediato: la odiaba. Sin embargo, en lugar de amedrentarse por el desdén del Hyūga, se enderezó con determinación e ingresó al edificio.

—Con suerte encontraremos un poco de té para calentarnos mientras esperamos—dijo Ino.

Todos tomaron asiento en la sala. A pesar de los esfuerzos por mantener una atmosfera de calma, el peso del fracaso aun pendía en el aire, oscureciendo el ánimo de todos.

Akamaru se acomodó junto a Sakura, apoyando la cabeza en sus muslos en un gesto de consuelo silencioso. La kunoichi le acarició la cabeza con ternura, buscando distracción en el suave pelaje del perro mientras evitaba la mirada insistente de Neji.

Kiba, notando la tensión en el ambiente, se inclinó hacia Sakura con un susurro de complicidad.

—Ignóralo—murmuró, señalando con la cabeza hacia Neji—. Ya sabes cómo es.

Sakura le dedicó una sonrisa apretada.

Al cabo de dos horas de larga espera, Ino reingresó en la habitación.

—Los demás están cerca—clamó, aliviada.

Kiba dejó escapar una risa ronca.

—Perfecto, así poder regresar a la base y calentar mi trasero—bromeó—. Hace un frio de los mil demonios allá afuera.

Ino sonrió.

—Nada mal para ser tu primera misión como capitana—comentó el chico con un guiño, reconociendo la valentía y el liderazgo que Ino había demostrado en medio de la adversidad.

Ella negó con la cabeza, humilde.

—No lo hice sola—dijo, agradecida—. Todos ustedes estuvieron ahí para ayudar.

Los hombres asintieron en acuerdo, expresando su apoyo silencioso a las palabras de la Yamanaka. Poco tiempo después, Kiba anunció su intención de verificar el estado de Neji, mientras los otros dos se excusaban para salir a fumar un cigarrillo.

Una vez estuvieron a solas, Sakura no pudo contener su curiosidad.

—¿Tienes algo con Kiba?—cuestionó, observando la expresión de su amiga con atención.

Ino frunció el ceño y arrugó la nariz en disgusto ante la insinuación.

—¡Por supuesto que no!—exclamó con vehemencia—. ¿Qué te hace pensar eso?

Sakura señaló con cautela:

—Es solo la forma en que se dirige a ti—explicó—. Parece que hay algo más que respeto.

Ino soltó una risita.

—Te aseguro que solo es eso—afirmó con convicción—. Después de todo, le pateé el trasero antes de saber dónde te encontrabas.

Una sonrisa cansada se dibujó en los labios de Sakura.

Ino la miró con atención, sus ojos azules llenos de preocupación.

—¿Estás bien?—preguntó con suavidad.

Sakura asintió lentamente, ofreciendo una débil sonrisa en respuesta.

—Sí, lo estoy—aseguró, aunque sus palabras no lograban disipar completamente la sombra que oscurecía su mirada.

Hacía cuatro noches en los que había colapsado. Desde ese entonces, Ino se había rehusado a dejarla sola. Al inicio pensó que su atricción se debía al miedo de que intentara escapar, pero al contemplar cómo se esmeraba en su cuidado, se dijo a sí misma que simplemente estaba preocupada por ella y con justa razón. Su pálida piel se contraía contra sus mejillas, dándole más que nunca una apariencia esquelética. Parecía como si no hubiera comido en días, como si el viento pudiera llevársela.

—Puedes quedarte aquí todo el tiempo que consideres necesario—ofreció, su voz lena de comprensión y apoyo.

—Está bien—respondió con voz queda.—. Solo necesito un momento para aclarar mis pensamientos.

Ino comprendió. Se levantó con gracia de su asiento y camino hacia la puerta.

—Entendido—dijo antes de salir de la habitación, dejándola a solas con sus rumiaciones.

Acto seguido se levantó con un tembloroso suspiro. Comenzó a caminar de un lado a otro por la limitada geografía del cuarto; sus pasos marcaban un ritmo ansioso en el suelo desgastado. Al pasar junto al espejo, no pudo evitar detenerse y mirar su reflejo. Su rostro estaba marcado por el cansancio y los golpes sufridos durante la explosión. Una pequeña cicatriz adornaba su frente y una más grotesca decoraba toda la extensión de su brazo izquierdo. Su cabello estaba desordenado y sucio, al igual que su ropa. Probablemente también olía mal, pero agradeció en silencio que los demás hubiera sido lo suficientemente considerados como para no mencionarlo.

Se ajustó la chaqueta con gesto distraído, tratando de encontrar un poco de consuelo en la familiaridad de la tela desgasta.

El momento de la reunión había llegado. Aquello no era un sueño. Después de tanto tiempo, Sakura regresaba al sitio que alguna vez consideró su hogar.

Fuera de la habitación, la voz de Naruto sonaba amortiguada, preguntando por su paradero. Alguien le respondió que estaba adentro. El sonido de sus pasos se tornó más fuerte y claro, y su corazón comenzó a latir con fuerza, anticipando el encuentro que estaba por venir.

Cuando finalmente abrió la puerta, se encontró con la mirada de Naruto, con lágrimas brillando en sus ojos azules como el cielo. Un nudo se formó en su garganta mientras lo oteaba.

Sakura luchó por mantener la compostura, esbozando una sonrisa frágil mientras daba un paso vacilante hacia adelante, implorando a su cuerpo que se moviera, que actuara, aunque por dentro se sintiera paralizada por la culpa y el dolor.

Naruto la miró con atención, su ceño fruncido en confusión mientras intentaba descifrar lo que ocurría. El gesto vacilante desapareció de los labios de Naruto, reemplazado por una expresión de preocupación y angustia. Sakura quería decir algo, pero el simple acto de respirar le resultaba doloroso.

Aun así, él se mostró paciente en todo momento. Espero mientras Sakura reunía el valor necesario para encontrarse con su mirada y pronunciar las palabras que pesaban en su alma.

Finalmente, tomó una profunda bocanada de aire, aunando todas las fuerzas y el valor necesario para seguir adelante.

—Lo lamento, Naruto. No la tengo—dijo con la voz entrecortada.

Había dicho las mismas palabras que él le recitó el día que le comunicó la noticia de la captura de su mentora.

Él la miró con compasión desbordada.

—Está bien—murmuró, procurando tranquilizarla.

Sakura apretó los labios con fuerza. Sin embargo, la presión era demasiado intenta y, una vez más, rompió en sollozos.

—Lamento ser solo yo—le pidió disculpas, lamentando su propia existencia como si fuera un peso que no merecía llevar.—. Lamento ser solo yo—repitió, como un mantra de autodesprecio, hasta que sus palabras se convirtieron en un susurro desgarrador.

Naruto se acercó, dejando de lado cualquier vacilación. Extendió sus brazos y la atrajo hacia su cuerpo.

—No—dijo—. No tienes que disculparte—murmuró.

Sakura aferró las manos a su pecho, dejando que las lágrimas empaparan su camisa mientras continuaba repitiendo su disculpa en un murmullo angustiado. Naruto acaricio suavemente su cabello, tratando de calmarla.

—Lo siento…

—Tranquila.

Pero ella simplemente lloró, dejando que el dolor y la culpa se liberaran en un torrente incontenible de lágrimas.

Continuara


N/A: ¡Hola, hola gente bonita! Espero que se encuentren de maravilla. Como siempre, es un placer estar de regreso con ustedes y que mejor que con una actualización.

El capítulo es muy corto en contraste con los anteriores, pero eso no lo hace menos dramático e interesante.

El curso de nuestros personajes ha cambiado; Sakura está con la Insurgencia, Itachi y Sasuke están considerando unirse a una nueva facción de rebeldes y, todo esto quiere decir que nos adentramos a la recta final. Así es, como acaban de leerlo, después de tres largos años estamos en el arco de la conclusión.

Ojala el capítulo haya sido de su agrado. Muchísimas gracias por leer, dejar un bonito review y añadir el fic a sus favoritos.

¡Nos leemos en la próxima entrega! ¡Cuídense mucho! Les mando un fuerte abrazo y que tengan un bonito inicio de semana.

¡Bye, bye!