Me tomó un tiempo decidir si subir este capítulo por dos razones: primero, porque quise experimentar con un cambio de narración; segundo, por el tema que toca.

Advertencias capítulo: Rating-E. Mención breve pero explícita de abuso sexual y violación, esto hacia el personaje de Temari (pero no por parte de Shikamaru). Si es algo que te hace sentir gran incomodidad o desencadenar una posible crisis, por favor da clic hacia atrás!

(El acto no consensuado no está escrito bajo una luz positiva, y aunque es ficción, recuerden que causar cualquier tipo de daño en otros puede ser castigado por la ley).

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Parte 01.

Temari piensa en cómo matarlo sin despertar innecesarias sospechas. Sabe que es fuerte, pero que no tiene grandes reservas de chakra. Que es inteligente como los de su clan, pero se deja nublar rápidamente por estímulos externos.

La primera vez que ocurrió, Temari no dejó que se estableciera una alarma dentro de su rubia cabeza. Parte de ella lo había querido; él la había seducido con algo de éxito, y el estado alcoholizado como celebración en que ella se encontraba —la misma noche en que habían llegado al apartado País del Hierro— le había ayudado a dejar de lado cualquier buen juicio, a empujar detrás de su cabeza la idea de que en otra parte del mundo existía un mejor hombre para ella.

Ella olvidó a dicho hombre entonces, al menos por ese momento.

Lo olvidó por completo mientras otro shinobi, detrás de ella, empujó dentro de su cuerpo manteniéndola firme contra una fría pared. Temari no había estado lubricada del todo, aun así el hombre había murmurado lo bueno que se sentía, cómo ella no tenía idea de lo tanto que lo enloquecía, cómo deseaba llevarla hasta un sitio más privado en el que pudiese arruinarla.

Usualmente, ese tipo de palabras la excitaban; sin embargo, esa breve noche Temari se encontró a sí misma sintiendo sus mejillas húmedas durante el acto, vergonzosamente dándose cuenta de que no pudo contener algunas silenciosas lágrimas, la mera idea obligándola a sentirse paralizada mientras el hombre, en tan poco tiempo, gruñó su culminación sin real cuidado hacia ella.

La sensación dejada en medio de sus piernas fue inexplicablemente decepcionante. Ella, desde luego, no había llegado al orgasmo, sólo había sido dejada con una increíble incomodidad.

Aun así, al día siguiente, Temari dio reverencias a los dignatarios que necesitó ver, y brevemente sonrió ante sus preguntas, respondiéndoles amablemente tal y cómo había aprendido a hacer desde que tenía quince años y aceptó una carrera diplomática.

Todo eso antes de las apropiadas despedidas ante las puertas de la fría aldea samurái.

Dos días después, en su primer campamento de regreso, aún demasiado temprano para ser despertada por otras voces que no fueran de alarma ante algún peligro, lo primero que escuchó fue un 'Oh, dios' gruñido por él; lo siguiente a lo que Temari tomó nota, luego de parpadear y sentir innecesarias manos en ella, fue a las pupilas de él dilatadas, casi haciéndolo ver como una bestia de ese mismo bosque. Estaba dentro de ella, murmurándole no preocuparse, que él se encargaría de todo, que él estaba cerca de terminar a pesar del evidente hecho de que las manos de ella se pusieron firmes en su pecho para querer quitárselo de encima.

Temari revirtió su posición y la erección de él salió mientras ella ubicaba un afilado kunai bajo su garganta.

La sonrisita que él le regresó le dejó en claro que tan delirante en su personalidad él era. Lo mucho que no amaba a las mujeres.

Y en silencio, todavía oscuro, ella retiró su arma. No lo mató, incluso aunque Temari había matado a otros por menos.

Después de todo, justo acababan de terminar una misión —simple pero importante. Una misión de escoltar la caravana de una actual princesa y los seis asistentes de su comitiva de regreso a casa en el País del Hierro. Su éxito complacería las corrientes políticas subyacentes con la sede de la Unión Shinobi.

En un inicio, Temari había tratado de rechazar la orden llegada a ella, pero como uno de los principales representantes de su aldea oculta, paró de argumentar contra sus superiores cuando insistieron en afirmar sobre la importancia de otra misión en conjunto entre la aldea de Konoha y la de Suna, esto como muestra irrefutable hacia sus propios Daimyōs de que la paz entre naciones seguía siendo inquebrantable.

Así que ahora, teniendo un pequeño descanso antes de retomar la labor de saltar de un árbol a otro, los demás de la misión la rodean, disfrutan de lo que sería su última comida antes de llegar a los límites de sus aldeas, ignorantes del predicamento e ideas que hay en su mente, y aunque el hombre a pocos metros de Temari la hace sentir enferma del estómago, no va a tomar justo ahí el riesgo de crear discordia entre Konoha y Suna por un asunto personal —o al menos por algo que no va a escribir en su informe oficial.

Claro, se lo dirá a Kankurō y le pedirá silencio. Aunque a Gaara no se lo confesará, al menos no mientras él tuviese el sombrero de Kazekage bajo su poder.

Pero ella no sería la primera en eliminar discretamente a alguien de otra aldea oculta —de un clan noble Konoha, especialmente—, incluso si actualmente están viviendo bajo un nuevo tiempo de paz. Ella tampoco es la primera kunoichi que lentamente lleva su mirada con aparente interés recíproco en sus ojos hacia alguien del sexo opuesto, el profundo color verde de sus iris mirando a un hombre ligeramente mayor sin que otros lo noten.

Es solo un segundo, pero él ya está regresándole la mirada. Así, los marrones ojos afilados y las formas anchas y estrechas que los enmarcan, hacen que el corazón de Temari se tambalee en su caja torácica.

—Acabé —Temari dice a cualquiera dispuesto a escuchar, levantándose de la roca incómoda que había tomado como asiento temporal. En menos de diez kilómetros, encontrarían la bifurcación que separaría a los que necesitaban ir a Konoha de los que necesitaban ir a Suna, y antes de eso ella debe asegurarse de que lo ha seducido lo suficiente. Lograr menos evitaría que él mismo pudiese decir alguna excusa de mierda a sus compañeros de equipo más adelante con la finalidad de seguirla y alcanzarla.

Temari misma le dirá algo a sus dos compañeras kunoichis cuando llegue el momento, sólo por un breve momento, simplemente alguna orden como su líder de equipo de acuerdo a su objetivo, distrayéndolas por un tiempo.

Y lo más probable es que lo mate en el acto, tan pronto como esté en su rango de visión. O quizás cuando él salte hacia ella, dejando suficiente alcance entre ellos para una muerte silenciosa.

Por desgracia, tendrá que tenerlo cerca.

(Temari no puede aplastarlo a una distancia segura como lo harían sus hermanos. No puede usar su abanico sin llamar innecesaria atención, no puede someter su cuerpo al punto de presión inmediato ante el cual sus huesos cederían bajo un dolor agonizante.)

Ella tampoco puede dejarlo usar uno de los jutsus de su clan.

Maldito cerdo, piensa finalmente mientras siente sus marrones ojos inmóviles en su espalda, casi haciendo a su cuerpo tensarse como si estuviera usando sombras contra ella. Voy a retorcer un kunai en su yugular y cortar su larga coleta como humillación.

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Cuando lo hace, lo único que permite que su mano tiemble hacia el final —la hoja enterrada en la garganta del hombre—, es pensar en lo similar que la expresión de la cara frente a ella podría ser a la de Shikamaru —marrones ojos en pánico, cejas delgadas arrugadas en confusión, una boca abierta mientras se ahoga en sangre— si este último alguna vez se enfrentase a una circunstancia idéntica.

Aunque, Temari está segura, ninguna mujer mataría a Shikamaru Nara por ser un deplorable violador.

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Parte 02.

—Estaba muy preocupado por ti, no voy a mentir. Anteriormente, hemos tenido períodos de seis meses de no vernos, pero tres meses sin correspondencia regular–

—Estoy embarazada.

Ella va a elaborar lo menos posible, dejar que él tome cualquier conjetura a la que su mente pueda llegar; y misericordiosamente, Temari ya puede ver que el trabajo cerebral en sus vacilantes oscuros ojos —acompañados de una ligera dilatación en sus pupilas— le proporciona indicaciones de sus pensamientos y sentimientos.

Él está pensando en el hecho de que, al menos en la mayoría de los casos que no tuviesen que llevarse a cabo dentro de un laboratorio, es esencial tener relaciones sexuales para quedar embarazada, cómo eso funciona como un requisito básico. También está calculando fechas porque no puede evitar hacerlo. Es lo natural en él, tomar datos y relacionarlos entre ellos; es tan natural en él como que su cuello probablemente esté empezando a cubrirse de sudor, y que su mano dominante quizá siente el impulso de frotar su nuca como un acto reflejo mientras baja la mirada hacia el estómago de Temari.

Sus matemáticas pueden señalar un acto infiel de parte de ella, incluso si, hasta ahora, sólo han tenido una pequeña cita romántica, una agradable noche mucho antes de la involuntaria concepción, el injusto acto que sólo puede reflejar un evidente obstáculo en su relación —o al menos un mal punto de inflexión, incluso si sus besos a lo largo de ese año han sido menos que el número de estaciones.

—A-acaso tú... —Shikamaru mira hacia atrás sobre su hombro, asegurándose de que no haya oídos innecesarios. Luego, volviendo a poner sus ojos en ella, Shikamaru la agarra de la parte superior del brazo en un gesto delicado, cuidadosamente arrastrándola unos pocos centímetros más adelante.

A Temari le gusta lo tranquilo que parece ahora, probablemente apagando sus pensamientos y manteniendo la compostura tanto como pueda.

Pero es inútil porque ella va a elaborar lo menos posible. A pesar de todas las evidentes preguntas acumuladas, lo que Temari quiere es que él piense cómo es tres años menor que ella después de todo, que no es tan atractivo o maduro, que ella no pudo esperar por más de él porque Konoha está demasiado lejos de Suna. Que hay una pareja sexual disponible para ella.

Además, ella no quiere que pase por ningún proceso de toma de decisiones irrevocable, así que antes de tener toda su atención sobre ella, antes de que abra la boca y arruine su vida, Temari jala de su brazo para salir de su control, eliminando cualquier interacción palpable entre ellos. (Porque en el fondo, quizá, ella no quiere tener nada que ver con el clan Nara. Probablemente sólo regrese a Konoha para asuntos que estrictamente se relacionen a la Unión Shinobi).

—Temari?

—Tendré una familia, al parecer.

Shikamaru parece que no está muy seguro de cómo responder a su declaración, y también parece que no tiene en cuenta lo engañoso y ambiguo de su réplica. (Pero no hay manera de que él sepa que no existe un hombre de quien ella se enamoró, o que no está obligada a casarse con alguien en Suna para preservar su honor. Tampoco hay manera de que Shikamaru crea que todo seguirá igual, que no habrá un retrato de familia tradicional en su casa.)

(Más tarde, sin embargo, Temari podrá entender lo equivocada que estaba. No todo seguiría siendo lo mismo. La dinámica doméstica cambia con nuevos pequeños e indefensos miembros, por muy convenientes que aparentemente resulten para el linaje del clan Kazekage.)

—¿Una familia? —él repite.

Temari le da un último beso, uno tan suave sobre su mejilla que hará que él deje de hablar.

(El beso también la silencia a ella. No hay manera de que Temari le revele que se está llevando a un niño con sangre del clan Nara.)

Fin.

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